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viernes, 5 de abril de 2024

No hay concordia sin memoria. No hay democracia sin justicia. No hay historia sin olvido



La ultra derecha española ha anunciado en la última semana una serie de iniciativas legislativas en las Comunidades donde gobiernan en contra de la Memoria Histórica y la Memoria democrática. “Leyes de Concordia” que son el pago por los acuerdos de investidura, pero también el compromiso personal y sentimental con el franquismo y la impunidad de sus familias durante todo el siglo XX. Blanquear y ocultar su pasado por parte de los herederos, mientras siguen deslizando su oposición ilegítima y fuera de todos los cauces legales a través del más básico lawfare y de la más burda y continua manipulación mediática.

La presentación de estas leyes sigue el patrón rutinario de la ultraderecha. Una utilización capciosa y orwelliana del lenguaje, en el sentido de acusar a los demás de lo que están ellos haciendo. Llamadlo “adoctrinar”, “perseguir”, “odiar”, pero no lo llames concordia a planteamientos que provocan discordia en la sociedad española por la nauseabunda intención continuada de blanquear el fascismo, del que son orgullosos herederos.

No podemos y no debemos sorprendernos de que la derecha presentada como “constitucional” y “democrática” avale el discurso de su socio de gobierno en Castilla y León, en Valencia, en Extremadura o en Baleares. El PP tiene una fuerte tradición, precisamente anti-constitucional (esta por el primer derecho cívico, social o económico de la Constitución que defiendan vía acción, declaración o incluso omisión) y anti-democrática que marca una tendencia con la línea trumpista actual. El auge de una fuerza de extrema derecha desligada del propio PP la ha llevado a subirse de nuevo al monte a defender el marco ideológico franquista y a atacar todos los convencionalismos que la ciencia histórica, la decencia y el sentido democrático de un estado de derecho marcan como inexcusables.

En un contexto de grave crisis institucional en España que ha hecho volar el sistema de mayorías parlamentarias en todos los escenarios, el acceso al poder, y con él a los recursos económicos de todos, necesita del concurso de esta extrema derecha ultramontana, negacionista de todo (igualdad entre géneros, razas, naciones y sentimientos, del cambio climático, de la memoria, etc.), y profundamente antidemocrática para plantarse como una alternativa de gobierno. Como bien se ha dicho no van a enfangarse y perder dinero (es lo único que les interesa) por una cosa de rojos, como la memoria histórica.

No les importa ni lo más mínimo hacer estallar su propia coherencia y deshacer sus propios acuerdos previos, como la Ley de Memoria de CyL con tal de no discutir el estado de las cosas, profundamente marcado por el pasado. Por lo que cualquier intento de restaurar la verdad, la justicia y la reparación es vilmente atacado y malversado.

La intención es articular un modelo de estado donde la memoria se amolde al escenario del mito de la transición y el Régimen del 78. Donde prevalece una interpretación equidistante que ha alentado el franquismo sociológico que nos está estallando en la cara. Ese falsario reparto de la responsabilidad entre los dos bandos, esa leyenda de la “guerra fratricida” como si ambos bandos hubieran sido igual de responsables en la guerra y si hubieran tenido las mismas armas, condiciones y legitimidad (obviando la necesaria participación de tropas extranjeras, regulares con todo lo que implicó en el bando nacional, y de voluntarios en el republicano) o el de que “todos hicieron barbaridades” o “recuerda Paracuellos”. Como si las víctimas del bando republicano no hubieran tenido reparaciones formales y patrimoniales en algunos casos durante la larga noche de la dictadura. Equiparando a torturador con la víctima, negando una vez más como durante la Dictadura, esa condición a los represaliados, a los asesinados, a los exiliados del bando de la legalidad vigente y luchadores por la democracia y la libertad. O esa intención de englobar toda la contienda incluida la execrable dictadura fascista y clerical que tuvo como consecuencia, con el primer período democrático de la Historia de España, como fue la Segunda República. El objetivo de estas “leyes de concordia” es sustentar estos relatos y cerrar la página de la reparación, de la memoria y de lajusticia.

La teoría de la equidistancia y la concordia de los herederos de los vencedores, que fueron, no se olvide, los golpistas, asesinos y fascistas, en oposición a las leyes de memoria democrática. Frente al derecho internacional y la justicia universal que consagra los Derechos Humanos y el derecho a la verdad, la justicia, la reparación y al establecimiento de una sociedad civil democrática, primera y mejor garantía de que no se repita el doloroso pasado. Una manipulación obscena que pretende igualar a víctimas y verdugos, a quienes atacaron y dieron un golpe de estado alzándose contra su propio pueblo, y a quienes defendieron la dignidad obrera y la democracia de la República.

El problema viene una vez más de la falta de rotundidad de la izquierda cuando ha tenido el poder. De no ser igual de agresivos de como lo es la derecha cuando ostenta la legitimidad de los boletines oficiales. La Ley de Memoria Histórica de 2007 y la Ley de Memoria Democrática de 2022 tienen muchas limitaciones, omisiones (entre ellas y clave dotaciones económicas presupuestarias que hubieran abierto todas las fosas y todos los archivos) y carestía de recursos públicos para instaurar el relato de la verdad histórica y la memoria democrática en la sociedad española.

Una democracia que nació como un punto y seguido a la dictadura autoritaria franquista, sin la preceptiva y saludable depuración de responsabilidades y la investigación de la miriada de corrupciones. Una transición donde prevaleció la forma del objetivo, la consolidación democrática por la vía pacífica (habría que hablar también de la violencia política durante la transición), frente al fondo, esto es, la construcción de una sociedad democrática plena. Donde el ruido de sables de gerifaltes del franquismo asustados ante el cambio permitió la aprobación de una Ley de Amnistía (esta amnistía no se discute) que supuso una “ley de punto final” en la que aparentemente (a nivel internacional como ya se ha hecho en varias ocasiones los crímenes de lesa humanidad como los del franquismo no prescriben) se renunciaba a juzgar los crímenes del bando nacional en la Guerra Civil y la dictadura.

No hubo una política de reparación y de memoria que reescribiera con verdad la falsaria historia del franquismo y su relato que quedó avalado como “un mal menor”, “una incomodidad pasajera” o incluso, “una absoluta tranquilidad.

En este sentido, no sorprende que en este momento de crisis global, con repliegue identitario en los valores nacionalistas, el auge de la extrema derecha haya traído el revisionismo y la estrategia del olvido del pasado. Si esto pasa en cualquier país europeo ahora mismo, incluidos los que fundaron sus sistemas democráticos bajo principios del anti-fascismo, qué decir de España donde la transición no supuso ni ruptura, ni reparación, ni justicia. Esto ha dejado indudables taras en el sistema político español. Eso sí, en nuestro caso se trata de un pasado olvidadizo a la carta, obviando lo que les perjudica pero usando y manoseando hasta el asco a las víctimas que si les propician votos como por ejemplo se ve con los distintos tipos de terrorismo (etarra, islámico, de ultraderechistas sobre sindicalistas, etc.).

Por ello, ante esta deriva la sociedad civil, y los historiadores que trabajan investigando y difundiendo la verdad de nuestra Historia Contemporánea (repugna el silencio de la Academia de la Historia española instalada en la endogamia, la mediocridad, la mendicidad moral y financiera y atada por los mismos herederos del fascismo) han alzado la voz denunciando la intención anti-democrática de la derecha de este país. No se puede tolerar tanta mentira, tanta indecencia y tanta negación a la justa reparación de las víctimas. Es imposible pretender construir un futuro sobre unas bases de impunidad y olvido. Sobre la doble violencia que sufren los luchadores por la democracia en este país, primero como víctimas directas del fascismo, y ahora que intentan borrarlos de la memoria colectiva y el patrimonio común, los herederos de sus verdugos.

Frente a la manipulación, la des-memoria y la indignidad, verdad histórica, anti-fascismo y democracia con mayúsculas y con todo lo que implica.


lunes, 5 de febrero de 2024

Política ficción: La Independencia de León

 

Imagen de la manifestación convocada el pasado domingo 21 de enero de 2024.

 

Hace un año y medio ya escribí sobre la Región Leonesa y la necesidad y conveniencia de que se constituyera en la décimo-octava autonomía para dar algo de dignidad, futuro e identidad a las tres provincias del Oeste castellano-leones. Pues bien, hoy, con la legislatura ya funcionando y con la agenda de oposición mediática de la derecha fascista y ultraliberal puesta en marcha se han reactivado las cuestiones que discriminan a estos territorios. Por lo tanto, me he animado a juntar unas letras en un hipotético paso más allá: el de una propuesta de independencia y nacionalismo leonés que crearán una nueva nación-estado en la península Ibérica.

A estas propuestas reivindicativas que estos días han sido noticia, mediática en sus lugares, apenas un breve a nivel nacional, se suman las élites políticas y económicas de los territorios, como en el caso de Salamanca con su alcalde y su cueva de ladrones del PP. Por supuesto, lo hacen ahora para hacer ruido y oposición, cuando ha quedado claro que no van a tener en su poder los artefactos del gobierno central. No olvidamos que buena parte de los desvarios y despropósitos que sufrimos vienen por sus administraciones corruptas, inmorales e inútiles. A los que, ya seamos organizaciones, colectivos o personas individuales, nos encontramos desde hace muchos lustros reclamando oportunidades para estas tierras nos congratula poder sumar a las élites políticas y económicas de los terruños a las mismas, y sólo pedimos que respeten la identidad propia de estas reivindicaciones, que no las instrumentalicen burdamente por intereses particulares, y sobretodo, que si son coherentes se queden aquí cuando en la rueda turnista del poder representativo de las democracias liberales les toque gestionar lo de todos.

Pasado el mega-ciclo electoral de 2023, se han vuelto a animar los movimientos y plataformas de defensa y denuncia, las manifestaciones o propuestas en pro de la sanidad y la educación públicas, que sufren la desigualdad inherente del estado centralista españistaní, y la horrenda gestión autonómica del PP, ahora con los neofascistas. Pero fundamentalmente está resonando la reclamación por la restitución, cuando no creación directamente, de un servicio ferroviario digno para Salamanca, y también para todas las provincias del Oeste peninsular, vertebradas por aquel invento de la Ruta de la Plata.

Salamanca fue la primera ciudad y provincia de Castilla y León que perdió sus conexiones ferroviarias que no tuvieran destino a Madrid. Durante un tiempo incluso fue imposible ir en tren a Valladolid. Pero lo más importante es que perdió las conexiones a Norte y Sur con las provincias limítrofes. Para colmo, nunca estuvo sobre el papel la salida al Oeste hacia Oporto en un tren que por su sólo planteamiento salta a la vista ya sería rentable. Sin embargo, la falta de rentabilidad fue la excusa para que hace ya muchos años se eliminasen las líneas provinciales que conectaban la raya y las comarcas con la capital provincial. Hoy son vestigios de un pasado que ya no volvera, y las infraestructuras como el espectacular tren minero de las Arribes y la Fregeneda, o la línea Alba de Tormes-Salamanca son meras atracciones turísticas (El Tren del Hierro en el caso del primero, una vía-verde en el segundo).

De este modo Salamanca se sumó a otro buen número de ciudades y provincias maltratadas en la construcción del sistema ferroviario nacional como Cáceres y Badajoz, Asturias en sus comunicaciones con la Meseta, la región "Mudéjar" (Sur de Zaragoza, Teruel, Soria, Guadalajara, Cuenca e interior de las provincias de Castellón o Valencia).Y es que en España, tenemos un problema muy serio cuando con el dinero de todos se construyen y mantienen infraestructuras que solo sirven para que los habitantes de la capital central se muevan por el país a su antojo y el resto tengamos que jodernos, y o pasar por allí, o funcionar con el vehículo privado. Y no olvidemos que no hace tantos años, en realidad a penas unos viente, que las comunicaciones viales por carretera mejoraron en muchas de estas provincias, y en Salamanca en particular, al llegar la construcción de autovías (otras ciudades todavía no han tenido esa suerte).

Por lo tanto, no hay nadie con dos dedos de frente que sepa leer y contar que pueda defender mínimamente el estado actual de las cosas a menos que tenga intereses pecuniarios en la cuestión. “Tenemos” un país a dos, o más velocidades, con regiones (y sus poblaciones en muy diversas y desiguales escalas de oportunidades y aprovechamientos) acaparando todo el poder económico y el dinamismo social. Y en cambio, quedan otras, depauperadas, empobreciéndose, quedando como destinos turísticos pintorescos o de fiesta barata, cuya principal materia de exportación es el talento de sus jóvenes.

Solo con echar un vistazo a las estadísticas demográficas y económicas comparativas entre provincias y regiones para constatar empíricamente lo que está sucediendo y la necesidad y justicia de los planteamientos que reclaman estas infraestructuras.



Por poner en antecedentes las reclamaciones que desde Salamanca se están haciendo van desde la restitución del cuarto y quinto tren diario a Madrid (suprimidos con la excusa de la Covid-19) y mejora de la puntualidad de estos servicios. La re-apertura de la Vía de la Plata, es decir, el tren Gijón-Sevilla que de Norte a Sur recorría la zona Oeste del país, en una reclamación a la que se han sumado todas las provincias que han visto perdida esta conexión. También, y gracias en buena medida al impulso puesto por Portugal y por la UE de la creación de un tren entre Oporto y Salamanca (con extensión hacia Madrid). Y por último, también debido al interés del gobierno portugués y de la Comisión Europea de la puesta en marcha del Corredor Atlántico una infraestructura que busca generar un dinamismo comercial e industrial en el Sur del continente que equilibre el peso del eje del Mar del Norte, y que al igual que el Corredor Mediterráneo tienen que ponerse en marcha sin tener que pasar por el agujero negro del estado españistaní: Madrid.

El caso es que llegados a este punto yo me he puesto a reflexionar y a volver a calibrar sobre la idea de un movimiento nacionalista, instrumentalizado en forma de partido político, es decir, de fuerza electoral, sin marcar una agenda de izquierdas o de derechas. Este ejercicio de política ficción era una conversación habitual en mis tiempos de bachiller cuando con otras personas lúcidas y atentas nos conformábamos nuestra manera de pensar y observar el mundo. Quizás influenciados por el ejemplo de la burguesía catalana consiguiendo beneficios del gobierno central del mequetrefe de Aznar y su banda de ladrones y secuaces. Pero ahora también lo ha motivado la bastante desencantadora gestión del nuevo ministro de transportes, el ex alcalde de Valladolid, Óscar Puente. De momento mucho más centrado en su papel de azote de la oposición y de tuitero mayor del gobierno, Puente ha minusvalorado la trascendencia de las manifestaciones y reclamaciones expresadas, incluso teniendo en cuenta que sus compañeros de partido dentro del PSOE de Castilla y León las están respaldando.

Entre zasca y zasca le ha dado tiempo a anunciar una nueva mega inversión para ampliar el aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez con una infraestructura que corresponde más a los intereses de las élites financieras y constructoras, de aquí y de más lejos, que a las necesidades de transporte.

Otra inversión que se cuenta por cientos de miles de millones para la capital cuando con "apenas" unos 400 millones las infraestructuras demandas por el Oeste del estado español se podrían poner en marcha. No sé qué indigna, cuando no encabrona más: El seguir perdurando un modelo de estado centralista que deconstruye España y que, por cierto, ha ido fatal para las propias aspiraciones del PSOE y de la izquierda; el que se siga apostando por un modelo de transporte absolutamente fallido, sobredimensionado, irracional e insultante en un contexto de cambio climático de origen antropocéntrico; o que estas medidas las haga un político salido de Castilla y León. Y me da bastante igual que sea una medida que anuncia y ha trabajado su antecesor.

Lo cierto, es que en buena parte de la opinión pública de Salamanca y de León este anuncio ha provocado indignación. Sobretodo en quienes como digo, llevamos años en organizaciones que claman por algo de inversión y dignidad para estas tierras y que vemos, que indistintamente quien gobierne se sigue dando una preponderancia a Madrid que va a seguir chupando juventud y riqueza de lo que tiene alrededor. Es que ya no es el coste de oportunidad perdido. Es que se afianza un modelo que si que de verdad rompe España.

En este sentido, hay que recordar que si ahora se han sumado el PP a reclamar trenes y líneas para León es más fruto de su estrategia de oposición ante los pactos del gobierno central con el independentismo catalán. Por lo tanto, poca o ninguna colaboración vamos a encontrar ahí, ni con unos ni con otros, lo que me lleva de manera inevitable a cobrar ejemplo y plantear, por qué no, una independencia de León.

Si el antiguo reino de León, con Zamora y Salamanca se lanzará una campaña que buscará una independencia para constituidos como nación-estado soberano poder tener más dignidad y oportunidades para sus gentes qué pasaría.

Imaginamos por un momento que estas reclamaciones encuentran acomodo en las regiones a Norte y Sur. Asturias y Extremadura. Comparten con nosotros algunos aspectos identitarios y culturales que han salvado montañas y valles, pero sobretodo compartimos ser parte de una España Maltratada, ignorada y pitorreada.

Sería un nacionalismo de la zona más pobre del país, a diferencia de los nacionalismos independentistas catalanes y vascos, planteados por las burguesías industriales de las regiones más ricas del país, punta de lanza en cuanto a dinamismo social y avance científico y técnico.

Renta por habitante año

 

Aquí quienes queremos ser un país somos los más pobres de España. Y a lo mejor queremos ser un país, o a lo mejor queremos integrarnos en Portugal, por qué no. La constitución actual de la península Ibérica bebe y mucho de las apetencias de una adolescente como era la infanta Isabel, la posterior católica, que en aquel momento no estaba destinada a ser reina de Castilla y que desecho casarse con el príncipe portugués, su primo segundo de parte materna, y si con el príncipe aragonés, también con el mismo parentesco. Quiero decir con esta anécdota histórica que muchas de las instituciones y realidades que hoy se dan por sentadas, tienen su origen en cuestiones bastante, cuando menos, azarosas.

Pero volviendo a la cuestión imaginada, qué pasaría si León pidiese la independencia (León, entendido como reino medieval casi mítico, junto a Zamora y Salamanca). De entre los factores que favorecerían la creación de este artilugio y consenso político podrían emplazarse dos: Uno, a nivel institucional, con la remembranza de las Cortes medievales de León, las primeras asambleas de carácter legislativo y participativo de la Historia europea, y que ya en tiempo, decidieron aspectos que tenían que ver con estas provincias, por lo que compartimos un pasado común. Y en segundo lugar, el sentimiento compartido de sentirse discriminados por Madrid y por Valladolid, por lo que se hace necesario un repliegue identitario entre quienes sufren las consecuencias de tales discriminaciones. Nos faltarían algunas cuestiones básicas a la hora de construir estados-nación, como una lengua propia y compartida, y a la vez, superar estos casi 50 años de colocación castellano-leonesa. Pero todo sería posible.

Pues sólo se me ocurre un caso moderno con el que comparar, el de un territorio más pobre que pide la independencia de otro más rico. Normalmente, insisto, son las naciones más ricas las que piden independizarse (Euskadi, Catalunya, Roselló, Córcega, Flandes en Bélgica, etc., quizás el ejemplo más disonante sea el escocés con respecto a Reino Unido).

El único caso similar fue lo que sucedió en los años 90 en Checoslovaquia a la caída del Muro de Berlín y del Comunismo. Poco más de un año después la clase política eslovaca atendía ciertas presiones populares para solicitar su independencia de Chequia. Había diferencias culturales y sobretodo económicas. Checoslovaquía había sido fruto de los acuerdos de Versalles tras la Primera Guerra Mundial y el acuerdo de Trianon en 1920 que desmembraba el antiguo Imperio Austro-Hungaro tras su derrota en la contienda. Todo el imperio se fracturó en diversos estados pequeños, con cierta cohesión interna a través del idioma, lo que condujo a la creación del estado de Checoslovaquia que aglutinaba no sólo a Chequia y Eslovaquia, sino también a Moravia y Bohemia (incluidos los condados alemanes de las montañas de los Sudetes que serían objetivo de Hitler en el Tercer Reich).

La nueva nación de Checoslovaquía deambuló sin coherencia interna antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Hasta 1939 la amenaza desde Alemania y desde Hungría marcó al país que al mismo tiempo se dividía entre comunistas en Eslovaquia y anticomunistas en Chequia, liderados por el sacerdote colaboracionista nazi, Tiso. En 1939, ante el avance nazi, Eslovaquia se constituyó en estado independiente comunista, pero su estatus sólo duro hasta 1945, cuando en la Europa salida de la Guerra se decidió consagrar Checoslovaquia que pasó a formar parte del bloque del Este regido por el partido comunista checoslovaco. Como digo el período comunista no funcionó a la hora de dotar de cohesión y fraternidad (a través de la clase trabajadora y la ideología socialista) al conjunto del estado, y se mantuvieron las aspiraciones de las dos naciones que estallaban cuando desde Praga se pedía democracia y libertad.

La caída del muro provocó que se fueran marcando las diferencias entre Chequia y Eslovaquia. La Revolución de Terciopelo en 1989 provocó la caída del régimen comunista colaborador con la URSS. Bajo un estado, Checoslovaquia, convivían dos repúblicas federales con claras diferencias económicas y sociales. El más dinámico, industrial, urbano y occidental Chequia y la más rural y agraria Eslovaquia. El resultado fue que las aspiraciones soberanistas de Eslovaquia fueron creciendo a medida que se plasmaban las mayores diferencias ante la apertura de mercados y la aplicación de liberalismo económico. De este modo, en julio de 1992 Eslovaquía se declaró como estado soberano.

Esto no provocó ningún conflicto con Praga que aceptó la situación y pasó a negociar abiertamente la independencia de las dos naciones en lo que se conoce como el Divorcio de Terciopelo. Finalmente se anunció para el último día de ese mismo año. A 1 de enero de 1993, República Checa y Eslovaquia eran dos naciones distintas y soberanas que se fueron incorporando a su ritmo, pero al mismo tiempo, a las instituciones internacionales como el Consejo de Europa, la OTAN o la Unión Europea. Por poner en comparación, basta el ejemplo coetáneo de Eslovenia y Croacia, las dos naciones más ricas dentro de la antigua Yugoslavia que proclamaron su independencia al mismo tiempo. Todos sabemos y recordamos lo que pasó.

Por este motivo, me parece tan significativo el ejemplo de Eslovaquia para una hipotética independencia del Reino de León (León, Zamora y Salamanca), ampliado a Asturias y Extremadura. No tengo ninguna duda de que las élites del estado españístaní aceptarían aliviados sin más un planteamiento así y se abriría el proceso de negociación. Evidentemente, todo tendría que hacerse con un buen respaldo popular, porque aunque los movimientos se planteen desde arriba, estos tienden a beber de las inquietudes y sentimientos de abajo.

Otra cosa es que desde Madrid una independencia de León, Zamora y Salamanca no se pudiera aceptar para no dar ejemplo a Euskadi y Catalunya, absolutamente fundamentales para mantener este chiringuito que es Madrid, digo España. Por lo tanto, quizás sería lógico pensar pese al loable ejemplo eslovaco, en caso leonés también hubiera hondanadas de hostias.

En todo caso, y valga como conclusión, me lo he pasado muy bien estas dos horas largas preparando y escribiendo estos párrafos, y espero sirva, para quien lo lea en pensar en lo que podría pasar, y fundamentalmente, en la necesidad ya imperiosa, de otorgar dignidad y futuro a las gentes y los territorios del Oeste peninsular. Lo necesitamos, lo queremos y lo reclamamos.


 


sábado, 15 de mayo de 2021

Recuerdo de la Indignación



Hoy es 15M. Y hoy se cumplen 10 años de aquel 15 de mayo de 2011. Estábamos a las puertas de unas elecciones municipales y autonómicas. Se barruntaba el descalabro electoral de un PSOE en el gobierno que aplicó inmisericorde políticas económicas de derechas para paliar las consecuencias de la crisis provocada por la desmesurada avaricia de los poderosos, la excesiva desregularización de los mercados y las burbujas financieras que solapaban en relación de 20 a 1, a la economía real.

Era claramente un movimiento urbano y juvenil que iba a ayudar a desmembrar el bipartidismo provocando la “pasokización” del PSOE y que éste, siguiera los designios del resto de partidos socialdemócratas en la Europa occidental.

Sin duda es el PSOE la pata del bipartidismo que más está sufriendo la emergencia del 15M, constituido como movimiento político contra la política establecida. Fue su electorado el que salió a las calles aquella primavera. Muchas personas de izquierdas votantes tradicionales o cuando menos votantes potenciales del PSOE en un escenario de voto útil (tradicional axioma del bipartidismo de votar con la nariz tapada a quien menos nos gusta para que no nos gobierne quien no nos gusta nada) se vieron huérfanos de representación ante las políticas con las que el gobierno Zapatero intentaba paliar los efectos de la crisis, estafa, económica de 2008, socializando las pérdidas y asegurando los privatizados beneficios a base de recortes en las condiciones laborales y los servicios sociales. Ahí estuvo el desencanto y con él, el germen de la movilización del 15M, dentro del grupo de personas jóvenes, de entornos urbanos, con estudios y expectativas de vida de alta calidad, trastocadas por estas políticas.

Recuerdo como se fue caldeando el ambiente. Como a través de Democracia Real Ya, surgía la convocatoria estatal para aquel domingo. Me acuerdo, como contrariamente a lo ocurrido en otras ocasiones, los mensajes fluían entre personas de toda condición y como era el comentario la semana previa en toda reunión. Un “pues hay una manifestación el domingo”, que pensando en quienes lo expresaban hacían creer que se estaba preparando algo grande.

De aquel domingo recuerdo como subí a Salamanca, con mi hermano a tomar el café. Como estábamos tranquilos disfrutando de la conversación en nuestra cafetería de cabecera. Tanto que llegamos 10 minutos después de la hora de convocatoria. Y recuerdo llegar a la Plaza de los Bandos y comprobar el gentío que se agolpaba. Como sonaban los primeros lemas. Ahora escribiendo revivo la sensación al leer pancartas reivindicativas, llenas de ácido ingenio y áspera denuncia. “No hay pan para tantos chorizos”, “Si somos el futuro, por qué nos dais por culo", "PP y PSOE la misma mierda son", "Bipartidismo = Dictadura", "Me sobra mes para llegar a fin de sueldo", "Qué pasa, Qué pasa, Qué no tenemos casa", "Queremos un pisito, como el del principito", "Menos bodas reales, más gastos sociales", "Aquí está, este es. El estado de Malestar", "Qué no, Qué no. Qué no nos representan", "Con este sistema vamos de culo", "Si seguís así os hacemos la islandesa", "No nos mirés, ¡Únete!", "Te están robando y te quedas mirando", y tantas otras…

 
 

Aquella explosión de dignidad y empoderamiento ciudadano supuso por lo pronto convertir la apatía en impulso, la resignación en activación, el miedo en coraje y la pesadumbre por el presente y el futuro en la alegría segura en la victoria.

El 15M pillaba de sorpresa a los partidos tradicionales (y a los medios) porque no había nadie, aparentemente, detrás de aquellas movilizaciones.

Se enfrentó a esos medios tradicionales, entre ellos, los medios de ultra derecha, que vieron al principio con simpatía el movimiento porque iba contra el gobierno del PSOE, para después al comprobar que se trataba de planteamientos de ruptura con el orden establecido, criminalizarlos, manipular y desinformar sobre lo que realmente estaba pasando en las plazas.

Su gran valor fue colocar en la agenda tanto de los partidos, como de los medios, multitud de problemas que robaban dignidad y que compartían entre sí las mismas causas y los mismos problemas para poder resolverse. Esta puesta en común generó profundas redes de ayuda cooperativa, ampliando así los megáfonos y las protestas, y también enriqueciendo debates.

Hay quienes nos preguntamos para qué sirvió el 15M. Que si mucho ruido y pocas nueces. Que si se le da una importancia desmesurada por una parte de la sociedad y/o se ignora por la contraria. Pero lo único cierto y lo absolutamente innegable es que la deslegitimación tan grande que sufre hoy el Régimen surgido de la transición, o “transacción” como prefiero llamarlo yo aprendiendo del añorado Julio Anguita, los partidos políticos convencionales y las instituciones (incluidos los medios de comunicación de masas ligados a emporios empresariales) no se debe sólo a sus deméritos (corrupción, oligarquía, represión, caciquismo, violencia, capitalismo de amiguetes, etc.) sino que, y muy especialmente, a esa marea indignada que a partir del 15 de mayo del 2011 ocupó, sin pedir permiso, el espacio público, tanto físico como ideológico. El malestar cristalizó entonces en forma de un desafío sin precedentes a “políticos y banqueros”. Y a partir de ahí, la “democracia”, la Constitución, la Monarquía… han visto su legitimidad erosionada. Atrás quedan los tiempos en los que estas instituciones eran prácticamente incuestionables.

Era la Indignación de Stephane Hassel, hecha carne, ocupando espacios, abriendo debates, removiendo conciencias y promoviendo análisis de causas y planteando en ocasiones, alternativas racionales. Era la desobediencia de Thoreau tomando conciencia y encontrando espacios de diálogo y comunión entre distintas reivindicaciones y activaciones sociales. Era y es el discurso de José Luis Sampedro motivando a la juventud para buscar un futuro en el que los pobres fueran menos pobres.

La corrupción, la impunidad, las puertas giratorias entre lo público y lo privado, y el expolio colectivo que estamos sufriendo se daba ya antes del inicio de la gran estafa llamada crisis, pero esta puso blanco sobre negro la cruda realidad y la desposesión masiva a la que nos somete la oligarquía financiera. Éramos y somos Mercancía en las manos de políticos y banqueros, y todavía hoy lo seguimos siendo aunque buena parte de la sociedad se haya activado y suplicado la pastilla roja para despertar de Matrix.

Esa realidad no ha cambiado y se sigue manifestando con la misma virulencia, pese a las buenas intenciones con las que apareció el Movimiento 15M y miles de personas bien intencionadas participamos.

Con el tiempo muchos y muchas de los que estábamos ahí, colaborando y ayudando observamos como se fue instrumentalizando el Movimiento. Aquella herramienta según pasaban los meses y bajo el paradigma de la mayoría absoluta más grande en democracia, la de un corrupto y retrógrado PP, fue convirtiéndose en una plataforma de lanzamiento, siendo capitaneada, tanto a nivel nacional como por ciudades por ciertos personajes que de una supuesta “nada” venían a resolver todos nuestros problemas.

Así aparecieron Podemos y sus candidaturas de confluencias o marcas blancas periféricas, y con ello se vaciaron las calles. La gente se fue a su casa a afilar un voto, numeroso si, pero insuficiente y que no ha servido de nada, salvo para guerrear pequeñas batallas. Los planteamientos de ruptura del sistema no se han ido, pese a lo que si que se ha roto ha sido esa ensoñación de una izquierda organizada, unida y representativa del pueblo. 

En una difusa neblina Podemos se convirtió en casta, mientras que a plena luz del día se configuraba un poder en la sombra, para desacreditarles, eliminarlos del tablero político y de paso, borrar todo atisbo de movilización social que quiera recuperar dignidad, compromiso y futuro. Fuimos inocentes al delegar en la política ordinaria, cuando era esa ordinariez y esa opresión económica sin atisbo de representación lo que veníamos a cambiar.

Poco se ha conseguido tangible en el Parlamento donde la mayoría bipartidista y la de su agente naranja de renovación impusieron sus políticas ultraliberales, conservadoras y fachas. Ahora con un gobierno de coalición se pelea unas pocas mejoras, mientras se atascan el problema de la vivienda (la propiedad de la Tierra del siglo XXI) o la derogación de lesivas reformas laborales, de antideocráticas Leyes Mordaza. Y sobretodo, y mucho más doloroso, no ha servido de nada en los llamados "Ayuntamientos del cambio" donde tras una legislatura de mandato, no se pudieron hacer efectivas políticas reales de cambio, tanto en lo tangible como en lo simbólico (salvo honrosas excepciones).

Por supuesto que estas corporaciones municipales que Podemos y sus Mareas ostentaron y las que mantienen, sufren la contra-ofensiva neoliberal, la estela conservadora y el yugo presupuestario de Montoro, pero desde luego existen temas y campos, con las competencias suficientes para con atrevimiento devolver la toma de decisiones a la gente, y resolver problemas, como los de vivienda y habitacionales en nuestras ciudades.

Lejos de acercar la democracia a las calles en los "Ayuntamientos del cambio" se siguieron mostrando claramente corporativistas con los bancos y el IBEX35, temerosos de los medios de opinión tradicionales (que lógicamente los tienen en su punto de mira) y presos de un electoralismo que atenazó políticas atrevidas y revolucionarias que vinieran a solventar muchos de los problemas e indignidades que salieron a la palestra en el 15M.

Al tiempo, salvo con eventos muy especiales y significativos, las calles están vacías. No hay conflictividad física pese a las agresiones que los poderosos y el capital nos infringen cada día. La extrema ultra derecha ha usurpado la calle a la dignidad, mientras miramos el móvil embelesados. El femenismo es la punta de lanza. No se trata de mujeres, sino de derechos humanos. Pero mientras, tanta corrupción, tanto olor nauseabundo de conveniencia entre gobernantes y magnates no provoca el estallido de las gentes. La falsa "Paz Social" mantiene en un cajón la convocatoria de huelga general y toda esta inactividad hace imposible ganar adhesiones y simpatías a la causa, vierte por el desagüe el ánimo y el trabajo de los más activos.

Tan necesario como estar en las instituciones es plantear una estrategia de contestación social en las calles, los centros de trabajo, los servicios públicos en su defensa y en cada tropelía y ofensa que se hace contra la clase trabajadora (deshaucios, gentrificación del centro de las ciudades, preferentes, lucha contra las minas ilegales e irracionales, las agresiones al medio ambiente, etc.). 

Se han trastocado resortes del poder económico y político y roto estructuras oligarcas que han construido un edificio en esencia fascista. España es un su cortijo privado y la respuesta es de víscera, odio y violencia. La situación de Catalunya explota por la ruptura del pactismo entre el rancio centralismo y la burguesía catalana, ambas expuestas con acierto por el empuje del 15M. La Monarquía pierde justificación y sentido semana a semana mientras descorcha toneladas de inmundicia moral injustificables. El cambio climático, la España Vaciada o el machismo son tres lacras por las que luchar.  Somos generaciones pérdidas, manoseadas y explotadas. Precarizados y atomizados hasta la nausea. Y hacerlo contra el individualismo exacerbado de una sociedad llevada hasta el egoísmo extremo, la barbarie y absolutamente dependiente de los estados de opinión que generan los poderes fácticos. Y más aún, en una situación de pandemia global y de un capitalismo ultraliberal que se desmorona por momentos.

Por todo esto la desilusión y la apatía es un ingrediente a tener en cuenta a la hora de valorar la trascendencia y legado del 15M en éste 2021. Pero sin duda, afirmo que hay hueco para la ilusión por cambiar un sistema político, económico y sobretodo de valores que favorezca la vida y nos devuelva dignidad. Que exprima la justicia como garante de igualdad y libertad y generé una economía al servicio de las personas, garantizando la supervivencia y la recuperación de los espacios naturales de todas y todos.

La situación no es buena. Y venimos de un palo tremendo; pero es indudable que sin el 15M, sin su aparición, legado y consecuencias estaríamos mucho peor, porque no habría habido esa activación y sin ella tampoco existiría todo el trabajo ya hecho en favor de devolver bienestar y futuro a nuestro planeta y sociedad.

 

Hacer el camino es lento porque vamos lejos.




 

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