Las autoridades israelíes derrumban una infraestructura en Cisjordania.
REUTERS/Mohamad Torokman (5 de septiembre de 2017).
Tras expresarme ayer sobre lo qué está sucediendo en Oriente Próximo, dejo
de aquí, una explicación sobre por qué es fundamental la solidaridad con Palestina; y en adelante, un pequeño trabajo sobre la situación
histórica y geográfica del conflicto árabe-israelí:
Si
existe hoy en día un conflicto armado que marca el devenir de la
geopolítica, tanto en Occidente como en Oriente, es el conflicto
israelí-palestino.
Apenas 23.000 km²,
que es la superficie del estado de Israel, son el escenario principal
de una guerra de baja intensidad continuada desde 1948 hasta la
actualidad, con episodios de extrema violencia y gravedad reconocidos
en la historiografía como guerras y revueltas populares (Intifadas).
La
tensión entre las comunidades y religiones que conviven en esta
parcela de tierra orillada al Mediterráneo oriental ha dejado según
la ONU más de 27.000 víctimas mortales. El número de refugiados
palestinos que abandonaron el territorio en distintas oleadas se
cifra según diversas fuentes, en torno a los 6
millones de personas.
Unos pocos millares han sido acogidos en los países escandinavos,
pero el grueso de esta población, se instaló en campos en países
limítrofes como Líbano, Jordania, Siria, Egipto, Yemén
o Irak. También
Marruecos, Argelia o Libia han ido recibiendo oleadas de refugiados
palestinos.
Todos ellos escenarios en los últimos 50 años de conflictos armados
de carácter religioso y
geoestratégico
en los que la población acogida ha vuelto a ser víctima.
La
población árabe que se ha quedado en Palestina vive la presión
demográfica impuesta por Israel con conveniencia de las potencias
occidentales. Así tenemos hoy en día en un país pequeño 8
millones y medio de habitantes con una representación por
religiones, 80% hebrea y 17% árabe (el 3% restante pertenece a
poblaciones cristianas coptas
o drusas).
Estos
2 millones aproximados de palestinos hoy en día viven hacinados en
menos del 5% del territorio y lo hacen en condiciones de opresión
por parte de las autoridades de Israel. Sus barrios y aldeas son
enclaustrados por asentamientos y muros que cortan sus carreteras e
incluso sus campos y huertos.
Los
choques entre ambas comunidades son continuos y la chispa que puede
encender un conflicto de mayor gravedad siempre aparece dispuesta.
1.
Orígenes
y causas del conflicto israelí-palestino.
Es
difícil precisar un inicio en la historia de un conflicto
desarrollado en una zona que
aparece descrita
ya en los primeros escritos de la humanidad. Y
es que las
reclamaciones de ambos contendientes se anclan en la historia.
Para
el pueblo
judío
la creación de un estado propio en la tierra que acoge sus ciudades
sagradas se fundamenta en pasajes del Antiguo Testamento, lo que
lleva aún hoy en día a la continúa presión sobre las fronteras
actuales. Para Israel está plenamente justificada la expansión de
los asentamientos (barrios y ciudades) sobre territorios de
jurisdicción árabe aunque contradigan los pactos firmados en
ocasiones por ambos contendientes y bajo la tutela de la ONU, la
Unión Europea o Estados Unidos. Su legitimidad viene en un
llamamiento
a todos los judíos parte de la diáspora
para que vuelvan a su “tierra
madre”
y puedan ser acogidos.
Así
según palabras del historiador catalán Josep Fontana “A
la hora de la verdad, sin embargo, no se respetaron las limitaciones
a la inmigración judía, que atrajo oleadas de nuevos pobladores que
llegaban con la idea de que tenían derecho al territorio entero del
Israel bíblico, que Dios había dado al pueblo elegido, y
consideraban que allí no había una población nativa que hubiese
que respetar”.
El
pueblo
palestino,
sin embargo, trata de defender su identidad y presencia histórica en
la zona desde la expansión
musulmana del siglo VII. En la actualidad el espacio vital de ambas
poblaciones choca en el terreno donde se alzan fronteras, muros,
alambradas y pasos de control (checkpoints)
que controlan el tránsito de los necesarios palestinos que
trabajan, consumen y relacionan en zona hebrea.
Sin embargo, las limitaciones de movilidad son constantes en aras de
mantener la seguridad en los territorios ocupados.
Todo
ello, mientras una lucha con excavadoras y camiones trata de crear
nuevos asentamientos y especialmente garantizar el
acceso al agua por parte del Israel.
En un territorio montañoso y que es confluencia entre los desiertos
asiáticos y africanos la disponibilidad de agua potable siempre ha
sido un quebradero de cabeza. Y hoy en día para Israel buena parte
de su capacidad para asegurar asentamientos habitables para los colonos
radica en el control de las reservas hidrícas (Altos
del Golán)
que quedaron bajo jurisdicción palestina tras el tratado de Camp
David
del año 2000.
Parcelando
la búsqueda de los orígenes y causas del conflicto al siglo XX
debemos remitirnos a la Primera Guerra Mundial. Un primer choque vino
con la huida del antisemitismo
que crecía en Europa (especialmente en Rusia) y la reclamación de
la necesidad de creación de un estado judío. Los primeros judíos
que trataron de asentarse en Palestina, en aquel momento parte del
Imperio Otomano, fueron rechazados no sólo por razones religiosas,
sino también económicas.
Al
mismo tiempo, siendo sensible a esa necesidad del pueblo judío el
Imperio británico, elevaba a la Sociedad de Naciones un documento,
la declaración Balfour,
que abogaba por la creación de un "hogar
nacional para el pueblo judío"
en Palestina, sin que mediara
en una restricción de los derechos de la población no judía, que
en ese momento rondaba el 90%.
Gran
Bretaña era regente de la zona tras la derrota (y desmembramiento)
del Imperio Otomano en
la Primera Guerra Mundial. Propició una serie de llegadas de
población judía procedente de distintas partes de Europa. Las aliyá
supusieron la llegada de más de 300.000 judíos a Palestina con
capacidades adquisitivas notables, lo que pronto arrebato tierras y
posesiones a la población árabe. Este hecho prendió la mecha de
hostilidades de tipo social y económico que agravaron las
reticencias entre confesiones que compartían
los mismos lugares sagrados como la ciudad de Jerusalén.
La
precaria estabilidad se mantuvo hasta el final de la Segunda Guerra
Mundial. El antisemitismo
hecho holocausto (6´5 millones de judíos víctimas en los campos de
exterminio y en los guetos
en Europa) espoleó la conciencia
internacional
para facilitar un estado propio al pueblo judío y las oleadas de
migrantes que “volvían
a tierra santa”
crecieron. Esto llevo a un auge
de la hostilidad entre ambas comunidades con episodios terroristas en
un sentido y otro
incluidos,
hasta el 29 de noviembre de 1947.
Ese
día, la
Asamblea General de las Naciones Unidas proclama en su resolución
181 (II) la creación del Estado de Israel y del Estado de Palestina
en las tierras de dominio británico en Palestina.
Al
tiempo, en el suceso conocido como la Nakba
en torno a 300.000 palestinos fueron expulsados (o habían huido
antes) por tropas hebreas de sus hogares. El
14 de mayo de 1948 se fundaba el estado de Israel,
al mismo tiempo que las tropas británicas abandonaban el
protectorado sobre Palestina.
Como
respuesta, la débil alianza de países árabes de la zona (Egipto,
Jordania, Siria e Irak) introdujo tropas en el territorio. La
guerra árabe-israelí de 1948 duraría poco, pero lo suficiente
para asegurar
el control de Israel sobre Jerusalén
este, validando por la fuerza la creación del nuevo estado y la
ocupación por parte de Egipto y Jordania de enclaves árabes
importantes como la Franja
de Gaza o Cisjordania. Más
de 700.000 palestinos huyeron para asentarse en campos de refugiados
en los países limítrofes.
El estado de Palestina nunca llegaría a materializarse y mucho menos
a ser reconocido internacionalmente.
Desde
entonces hasta la actualidad se han ido sucediendo conflictos armados
abiertos y declarados (Guerra de los Seis días en 1967 o
Guerra del Yom
Kippur
en 1973);
períodos de acciones militares de Israel sobre Gaza y Cisjordania
(1977, 1984, 1992, 1999, 2003, 2008, 2016); acciones armadas de
índole terrorista por parte de grupos y facciones palestinas
(por ejemplo, el atentado contra el equipo olímpico israelí en los
JJOO de Munich 1972); y revueltas populares conocidas como Intifadas
en las que grupos de jóvenes palestinos se lanzan en una lucha
urbana contra las tropas israelíes.
Esta
precariedad de la convivencia entre ambas poblaciones presenta así
varios factores:
Factores
religiosos,
puesto que israelíes y palestinos profesan credos distintos, pero
que comparten una serie de lugares de culto sagrados que están en
permanente disputa. En
especial, la ciudad de Jerusalén.
Estos
factores religiosos alimentan el problema
nacionalista e identitario.
Por un lado los árabes no ven cumplido su anhelo de constituir un
estado propio. Ven como en distintos procesos han perdido parte de
las tierras que garantizaban su espacio
vital
en sucesivos
acuerdos tutelados internacionalmente. Y además, observan como sus
dos principales áreas de población Cisjordania y Gaza están
separadas por territorios ocupados,
impidiendo la
continuidad
del estado árabe, la comunicación
y la salida al mar para los habitantes musulmanes y sus mercancías y
suministros del este del país.
Israel
por su parte ve limitada su capacidad de anexión de más territorios
y por lo tanto de su espacio vital ante la presión internacional
ejercida por potencias árabes de distinta confesión como Irán o
Arabia. Recursos como el agua o los hidrocarburos añaden importancia
estratégica a los enclaves y han alimentado la inestabilidad en las
relaciones entre vecinos con Jordania, Líbano o Egipto que ya venían
muy deterioradas por los apoyos económicos y militares a la lucha
del pueblo palestino.
Hay
un
trasfondo demográfico
en todo ello puesto que Israel practica un apartheid
con el pueblo palestino. Para salvaguardar el carácter judío del
estado hebreo, Israel tiene que efectuar una segregación de los
asentamientos árabes que permita a Israel no conceder derechos
plenos a los palestinos. Todo ello se debe a que la población
palestina crece en áreas de ocupación israelí haciéndose
mayoritaria.
La
propia inestabilidad del estado retro-alimenta la ansias
nacionalistas en ambos lados. Por parte de Israel las facciones
ultraortodoxas imponen un relato que agranda la presión sobre
Palestina, derivando la acción política de los sucesivos gobiernos
a ampliar los asentamientos, a ejercer controles y bloqueos más
restrictivos
de las zonas árabes y a aumentar
un gasto militar
ya
exhorbitado.
En
el caso de Palestina el control político y social de la Autoridad
Nacional se ve cada vez más laminado al mostrarse incapaz de parar
institucionalmente las agresiones hebreas. Esto ha propiciado que
grupos como Hamás,
vean aumentada su fuerza y aúnen a su vertiente social una vertiente
paramilitar que luche
contra la ocupación.
De un tiempo a esta parte, han crecido también grupos
fundamentalistas que ven en la yihad
religiosa el fin ultimo y con él, la garantía de creación de un
estado palestino, evidentemente
de corte islamista.
Las
diferencias entre al-Fatah
y Hamás
en
la administración palestina provocan inestabilidad a la vez que
acentúan la ausencia de democracia en Gaza y Cisjordania. La lucha
armada propuesta por estos últimos, choca con la apuesta por una
solución dialogada que propugna la Autoridad Palestina y ha impedido
de forma continuada la celebración de elecciones en los territorios palesitnos.
Por
contra, Israel si presenta mayor estabilidad democrática a lo largo
de los años, si bien es cierto, actualmente vive un período
convulso y de incertidumbre por la falta de acuerdos entre fuerzas
políticas del espectro de la derecha todas ellas azotadas por la corrupción.
Las
acciones terroristas
con suicidas, bombas y lanzamiento de cohetes de
fabricación artesanal
desde Gaza o Cisjordania son respondidas con incursiones militares de
blindados, bombardeos aéreos
y empleo de drones, que a su vez vuelven a alimentar más respuestas
violentas en un círculo vicioso.
La
economía también reúne una buena base de factores,
fundamentalmente el acceso
a las reservas de agua
que presenta el país y que en las resoluciones del pasado siglo
quedaban en lado palestino y que han sido objetivo prioritario del
ejército israelí. Las colonias judías consumen un promedio de 620
metros cúbicos de agua por persona al año frente a los menos de 100 metros cúbicos de los palestinos.
Esto sucede porque los asentamientos se apropian de parte de los
acuíferos y de las áreas con más reservas. También son
importantes el control por un lado de las tierras fértiles del valle
del
Jordán (fundamental
para las exportaciones hebreas de frutales),
así como el control del Oriente del Mediterráneo en su entrada y
salida por el canal de Suez.
Por
último,
no se deben obviar las
necesidades de los actores externos en este conflicto.
El
apoyo a uno de los contendientes en detrimento del otro ha sido un
episodio más de tensión en el mundo.
Por
regla general, Occidente, entendido como la entente entre la Unión
Europea y Estados Unidos, representada en la OTAN, ha trabajado a
favor de la preponderancia
de Israel en la zona. Muy importantes son las reclamaciones de judíos
instalados en Londres, Bruselas y especialmente en Nueva York
convirtiendo la causa
judía en materia electoral, como
hemos visto en las distintas
elecciones estadounidenses.
La influencia de este lobby
en ambos partidos es vital.
Por
contra, el bloque que antiguamente representaba la URSS y el Pacto de
Varsovia defendía la salida dialogada y el respeto a los acuerdos de
1947 que promovía la creación del Estado de Palestina. La caída y
colapso de la URSS no ha variado en demasía el discurso de Rusia si
bien ha sido en los últimos años participe en los procesos de paz.
Sin
embargo, la beligerancia de los países árabes para con Israel ha
aumentado. Irán (sobretodo a raíz de la Revolución Islámica de
1978) ha capitaneado el apoyo internacional a las peticiones
palestinas, frente a apoyos más tibios de otros países como Arabía
o Turquía. Grupos
armados religiosos ven en el conflicto palestino-israelí una causa y
a la vez fin de sus reclamaciones y de la legitimidad de sus actos
violentos que sacuden cada día los países musulmanes en Asía y
África, y en ocasiones, sobretodo a raíz del 11-S, Occidente.
El
enfrentamiento en la disputa palestino-israelí alimenta la tensión
en el mundo multipolar actual donde la actitud de China en principio
proclive a la creación del Estado de Palestina, choca con los
intereses de las potencias occidentales.
2.
Efectos
y consecuencias del conflicto para la sociedad.
Como
hemos venido relatando la inestabilidad en el mundo actual tiene una
buena parte de sus causas en el conflicto
israelí-palestino.
Las distintas creencias árabes coinciden en ver la ocupación de
Palestina por el pueblo judío como una ofensa y se han valido de
ella para legitimar sus acciones.
El
mundo es hoy inseguro
y en parte es consecuencia de la incapacidad de las potencias
mundiales de ofrecer una salida dialogada y justa para ambos pueblos.
La inseguridad es
latente, pero menos evidente que la inestabilidad que ha propiciado
en ocasiones el conflicto en el mercado mundial del petróleo, donde
la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) ha
tratado de mediar por Palestina restringiendo la producción de
hidrocarburos. Esto ha ido trayendo consecuencias económicas, con
diversas crisis capitalistas,
que han acabado derivando en desigualdades sociales en Occidente.
Pero
son lógicamente las poblaciones de Israel y Palestina las que más
sufren los efectos y consecuencias del conflicto. Ambos contendientes
viven en un estado de excepción con una tensión colosal que afecta
a las relaciones entre personas y pueblos. En
el caso de Israel la población vive en un continuo
miedo a ser víctimas de las acciones terroristas
o de defensa del rival. Por lo tanto, la
sociedad israelí está muy militarizada
(mantiene un servicio militar obligatorio de más de 2 años) y las
personas han de convivir con controles y presencia policial
y militar en sus calles.
Para
el pueblo palestino las condiciones en su día a día son brutales.
El
hacinamiento en las zonas palestinas es inmensa.
Conviven casi 2 millones de palestinos en menos del 5% del territorio
y en unas condiciones de enorme penuria. Israel se ampara en la
violencia terrorista para limitar el acceso de palestinos a zonas de
ocupación israelí, donde un gran porcentaje de la población
trabaja y de donde llegan muchos recursos.
El
bloqueo económico de la zona es un arma de guerra para Israel que
limita la llegada de víveres y medicinas, sirviéndose de la excusa
de evitar la entrada de armas y explosivos. Las condiciones de
saneamiento de los asentamientos árabes son tremendamente penosas y
los servicios públicos (sanidad o educación) en Palestina son de
ínfima calidad. Por
lo tanto, el
estado en Palestina es de una crisis humanitaria acuciante.
Los
abusos militares y policiales sobre ciudadanos palestinos son
continuos y denunciados por ONGs
y organismos internacionales, incluida la ONU.
El estado militar
que ejecuta Israel sobre Palestina tiene efectos en la calidad de
vida de estos.
Mientras
Israel ha conseguido desarrollar un estado del bienestar con buenos
servicios sociales y públicos, Palestina presenta una carencia de
estos, que unido a la situación de violencia que se vive, presenta
una disparidad entre la esperanza de vida de ambas poblaciones. Hoy
en día las y los palestinos tienen una esperanza de vida de 72 años,
frente a los 81 que presentan las y los israelíes.
El
Índice de Desarrollo Humano de Palestina está en el 0,690 mientras
que al otro lado de los muros, Israel presenta un 0’90 fruto de una
economía muy dinámica y que tiene un marcada presencia en bienes de
alto valor tecnológico, farmacéutico y militar. Un
ciudadano israelí dispondría al año de 33.000$,
mientras que un palestino apenas 5.500$.
Esta
disparidad económica también se representa en las pirámides de
población de ambos estados. Mientras Israel presenta una pirámide
de población
propia de los países desarrollados o de bulbo, fruto de una economía
fuerte y con una limitada natalidad, en las pirámides tanto de Gaza
y Cisjordania,
la pirámide presenta
grandes cantidades de población joven (más del 35% para menores de
14 años) que viene explicada por una alta natalidad y alta
mortalidad, que además supondrá en un futuro la salida como
refugiados o emigrantes de mucha parte de esta población.
Por
todo ello, podemos hablar de una catástrofe
humanitaria continuada en el territorio de Palestina,
que como hemos visto también trae una serie de consecuencias para la
seguridad del mundo globalizado.
3.
Mapa
de representación del conflicto.
Imagen
extraída de aquí.
En
la imagen anterior observamos la evolución del conflicto
palestino-israelí con los asentamientos de población tanto judía
como árabe en Palestina. Presentamos cuatro mapas: el plan de 1947;
el período entre 1949 y 1967 hasta el final de la Guerra de los seis
días; entre 1967 y 2000 con la firma del Tratado de Paz de Camp
David
y del 2000 a la actualidad.
Centrándonos
en este último mapa vemos como la presión del estado israelí le ha
llevado a seguir la ocupación de territorios reconocidos como
palestinos en el último acuerdo de paz. Esta presión ha provocado
el fraccionamiento de la zona árabe evitando su comunicación
natural, a la vez que enardecía los ánimos de los palestinos al ver
violentados los términos del tratado.
4.
Actores
externos: ONG
de cooperación y de asistencia humanitaria, instituciones
políticas y
lobbies.
Una
parte muy importante para entender el conflicto palestino-israelí
son las distintas actividades y relaciones que establecen agentes
externos como son las ONGs, instituciones políticas, tanto
nacionales como supranacionales y los lobbies que representan los
intereses de ambos contendientes.
En
este último aspecto cabe destacar la actividad que el
lobby
judío
desarrolla en Occidente. Las amplías poblaciones judías
establecidas en ciudades como Nueva York, Bruselas o Londres
canalizan el sentir y aspiraciones de su pueblo para hacer virar
tanto la acción política como la opinión pública a sentimientos
favorables a la causa sionista.
Especialmente
importante es el trabajo desarrollado dentro de los dos partidos
mayoritarios de Estados Unidos. El conflicto palestino-israelí está
presente en los debates, decisiones y campañas que republicanos y
demócratas llevan
a cabo. Constantemente se ejerce una presión
política y de opinión
por cabeceras mediáticas afines a la causa israelí. Pero es la
presión ejercida con dinero con aportaciones a las cuentas y
campañas de cada partido con la que se
garantiza una acción gubernamental de Estados Unidos favorable a los
intereses de Israel.
La
Unión Europea no es tampoco ajena a la actividad lobbista
israelí, si bien es cierto, que dentro de la pluralidad política
del viejo continente también se integran en el sistema grupos que
presionan a favor del reconocimiento del estado de Palestina, que sin
embargo, en Estados Unidos, no dejan de ser minoritarios.
Visitando
el portal de transparencia de la UE podemos encontrar
organizaciones dentro del Parlamento europeo que trabajan a favor de
uno u otro beligerante. Entre los más destacados lobbistas
israelíes destacan
la Coalición Europea por Israel o el International Crisis Group,
mientras que velan por los intereses palestinos organizaciones como Euro-Mediterranean
Human Rights Monitor (Euro-Med Monitor) o
el INSPAD (Institute of Peace and
Development).
El
conflicto palestino-israelí es un punto de interés más, quizás el
más simbólico, que juega en el tablero internacional de relaciones
geopolíticas y geoestratégicas. La supremacía de Occidente, con
Estados Unidos a la cabeza y sus aliados entroncados en organismos
como la OTAN, puja hoy en día contra el auge de China como super
potencia, con notables intereses económicos en la zona de Oriente
Próximo.
Pero
no son los únicos interesados en medrar en el conflicto. Rusia sigue
manteniendo un alto interés en la zona para garantizar
su acceso al Mar Mediterráneo y una estabilidad en los mercados del
petróleo.
Los
países de naturaleza islámica ven a su vez con temor, el
establecimiento de un estado de Israel fuerte en la zona al que
consideran su
enemigo natural. Los que comparten frontera como Egipto, Jordania o
Líbano ya han estado en guerra con Israel y las hostilidades podrían
reanudarse. Otros más alejados, y
especialmente Irán,
han declarado su beligerancia contra Israel y se presentan como
garantes de los derechos de los palestinos. Tal postura a su vez, ha
provocado la entrada en el juego de otros países árabes (Arabia o
Pakistan) como aliados de Occidente para garantizar la estabilidad en
la zona.
Todos
estos países y a través de los distintos bloques ejercen una
presión en interés de uno de los dos combatientes. La composición
de los organismos internacionales como la Asamblea General de la ONU
o su Consejo de Seguridad ha favorecido todos estos años el debate
de mociones y resoluciones a favor o en contra de alguno de los
implicados, con el posicionamiento claro de los distintos países y
el uso
del veto
como ancla que enquista el conflicto.
Todos
estos países tienen intereses en sus industrias
armamentísticas
que no tienen problema alguno en comerciar con los beligerantes (al
igual que en el resto de conflictos en el mundo) tanto por la vía
legal, como por la vía ilegal (mercado negro). El teniente-coronel y
experto en geopolítca Antonio Baños, parafrasea en su libro “Así
se domina el Mundo”
el artículo del premio Pulitzer, Chris Hedges, titulado “El
verdadero enemigo está dentro”:
“Nuestro
mayor enemigo son los militaristas y los que se benefician de la
guerra. Emplean el miedo, apoyado en el racismo, como instrumento
para abolir las libertades civiles, aplastando a los disidentes y
llegar a acabar con la democracia. Utilizan la fuerza militar para
llevar a cabo durante décadas guerras inútiles que sólo sirven
para enriquecer a corporaciones como Lockheed Martin, General
Dynamics, Raytheon y Northrop Grumman. Y cuando los generales se
retiran, ¿adivinan a dónde se van a trabajar? Los beneficios son
enormes. La guerra nunca cesa. Amplias partes del mundo viven bajo el
terror. El músculo militar existe para permitir que las
corporaciones globales amplíen mercados y saqueen el petróleo, los
minerales y otros recursos naturales, mientras mantienen subyugadas a
poblaciones empobrecidas por regímenes marioneta, corruptos y
brutales.”
Mientras
tanto, sobre el territorio, las ONGs
de cooperación y ayuda humanitaria
tratan de paliar los efectos que esta guerra latente provoca en la
población civil palestina. Hablamos de organizaciones de carácter
oficial como ACNUR,
la Agencia Mundial de protección de los Refugiados con
su agencia propia para la causa palestina (UNRWA),
que entre otras muchas tareas han tratado de garantizar los derechos
de los palestinos en los campos al otro lado de las fronteras de Israel.
Desgraciadamente,
esta misión de tutelaje de la diáspora palestina y de sus
condiciones de vida ha fracasado al depender en exceso de la voluntad
de los países donantes. No ha existido un mandato expreso de la ONU
para dotar a la agencia con fondos para mejorar las condiciones de
vida en los campos que ya amenazaban desborde antes de la llegada de
refugiados de la Guerra Civil de Siria.
Médicos
del Mundo
y la Media
Luna Roja trabajan sobre el terreno para paliar las deficiencias del
inexistente sistema sanitario palestino. No sólo actúan cuando los episodios de violencia y guerra abierta estallan, sino que además llevan programas de vacunación
de la población infantil y de búsqueda de pozos y su tratamiento
como agua potable para conseguir mejorar las condiciones de
salubridad.
Cada
año Amnistía
Internacional España
presenta su informe sobre la situación de los Derechos Humanos en el
mundo y lamentablemente tienen que abrir un capítulo especial al
conflicto entre palestinos e israelíes.
Las violaciones y agresiones son continuas ejercidas
por ambos bandos y
con las denuncias de las filiales nacionales de la organización se
busca poner el foco en la violencia ejercida desde Israel hacia
Palestina, algo que como veremos en el siguiente capítulo, suele
pasar desapercibido para los medios de comunicación occidentales.
No
son las únicas ONGs y personas voluntarias que trabajan en el
conflicto. Los hay quienes desarrollan su labor sobre el terreno y
también quienes lo hacen desde sus lugares de residencia con
distintas campañas (de información, de denuncia, de recogida de
alimentos, medicamentos, etc.) y también quienes trabajan como lobby
en Bruselas.
Por
último en este apartado, no quiero cerrarlo sin hacer referencia al
trabajo del Tribunal
Russell sobre Palestina.
Este Alto Tribunal de Derechos Humanos formado por la sociedad
civil,
investigaba crímenes de guerra o de lesa humanidad. En 2015
publicaron sus conclusiones, y en ellas, "en
sus conclusiones el Tribunal da como probadas diversas violaciones
del Derecho Internacional, como por ejemplo, en cuanto a la práctica
de asentamientos colonos israelíes.
Este
tribunal impulsado por los filósofos Bertrand Russell y Jean Paul
Sartre para esclarecer las violaciones que Estados Unidos cometía en
la Guerra de Vietnam, también trabajó sobre el terreno en el
conflicto palestino-israelí. Sus trabajos estaban patrocinados por
miembros de la sociedad civil (entre ellos donantes como Bill Gates)
y tiene la capacidad de funcionar al margen de los estados por lo que
establece resoluciones fuera de los juegos de poder geoestratégicos.
5.
Los
medios de comunicación en conflicto palestino-israelí
Centrándonos
en España el seguimiento del conflicto no puede ser más desigual.
Es un efecto que no se da únicamente en nuestro país sino que se
reproduce en otros países que comparte una visión concreta del
conflicto.
Aquí
encontramos a los medios
tradicionales pertenecientes a alguno de los emporios mediáticos
que
tratan de manera divergente a ambos bandos. Israel suele ser
presentado como el “estado” atacado,
víctima del terrorismo de los palestinos y que sufre las
consecuencias de ser hostigados por un pueblo rival.
Por
contra, a Palestina se le niega la condición de nación, a la vez
que se la presenta como violenta y dispuesta a atacar con todo a
Israel. Las acciones terroristas palestinas reciben una atención
mediática muy superior a la que reciben las ofensivas israelíes que
además siempre son presentadas como acciones de “legítima
defensa”.
Escasos
son en estos medios los trabajos periodísticos que muestran el día
a día de la vida en Gaza y Cisjordania porque a la vigilancia que
las autoridades israelíes ejercen en estos trabajos se suma la
censura impuesta por diversas editoriales, como han denunciado varias ongs.
La
voz de los palestinos y su causa tiene su altavoz en los medios
de comunicación alternativos en
internet
que
denuncian la opresión ejercida de manera constante y consciente por
Israel,
así como sus violaciones de derechos humanos o vulneraciones de los acuerdos ya firmados.
Encontramos en estas cabeceras ejemplos también de las acciones de
combate realizadas por Palestina.
La
línea editorial en estos medios vendría a ser más fidedigna de lo
que realmente ocurre en Israel y Palestina como medio para hacer una
crítica al sistema mundial actual de
corte neoliberal, al capitalismo y a la preponderancia de Estados
Unidos como potencia única.
Por
fortuna, no escasean los trabajos rigurosos y veraces sobre la guerra
entre Israel y Palestina en el periodismo en nuestro país. Espacios
en
la radio televisión pública
como En Portada o
Documentos TV
han traído la
realidad del conflicto
y el día a día en la vida de las personas a ambos lados de estas
volátiles fronteras.
También
no puedo menos que destacar la labor freelance
de
reporteros
la mayoría de las veces instalados en la región y que elaboran su
información desde las mismas fuentes, saltándose el intermediario
que suponen las agencias internacionales de noticias. Muy importante
en ese sentido y uniéndolo al punto anterior, es la labor de la ONG
Periodistas sin fronteras que facilita el desarrollo de un flujo de información veraz sobre el
conflicto, sus consecuencias y sobre la vida cotidiana en Israel y
Palestina.
La
literatura también ha visto el filón que supone la guerra entre
judíos y árabes en tierra santa y no son pocos los textos, bien de
autores extranjeros o de autores nacionales, que tratan el conflicto
desde diversas ópticas.
Por
último, no quiero obviar la importancia que el cine
tiene a la hora de fijar un relato en la sociedad. Multitud
de producciones
de Holywood como
Munich
(2005) o Argo
(2008) han
marcado una
corriente favorable a la causa israelí. Desde la industria
cinematográfica israelí el foco no resulta tan distorsionado.
Aunque
la
mayoría de producción israelí ofrecen un relato partidario,
existen excepciones como Vals
con Bashir (2009)
una de las más reveladoras y brillantes películas
que trata la realidad de la zona y que además ha recibido premios
internacionales. Lo mismo puede decirse del
cine de Amos Gital.
Desde
el punto de vista de la producción palestina destaca Paradise
Now (2005)
que relata los prolegómenos de un atentado terrorista en Tel-Aviv.
El documental Promises (2001)
desde la voz de niños judíos
y palestinos compone el relato más veraz del conflicto.
En
general, tenemos la posibilidad de desarrollar una opinión propia y
certera sobre lo que ocurre en Israel y Palestina seleccionando los
medios y accediendo a ellos con capacidad crítica.
6.
Qué
futuro espera a Palestina e Israel. Cómo se puede solucionar el
conflicto
No
resulta fácil vislumbrar un final feliz al conflicto, que suponga un
reconocimiento de ambas partes por la contraria, así de la
construcción de una paz duradera. Ambos
pueblos han tenido responsabilidad en el devenir del conflicto, en su
enquiste y difícil solución. También la comunidad internacional ha
fallado, tanto desde el multilateralismo
como desde la línea llevada por algunos países, especialmente,
Estados Unidos.
La
diferencia religiosa marca un abismo entre ambos pueblos y parece
complicado articular un acuerdo que respete la singularidades de
ambas confesiones teniendo en cuenta que en Jerusalén, judaísmo
e islamismo
comparten los mismos espacios sagrados.
La
precaria paz actual puede saltar ante cualquier provocación que
atente los sentimientos religiosos de
uno de los bandos como
ocurrió en julio de 2017.
La
resolución de 1947 que marcaba la creación de ambos estados sólo
se ha cumplido por parte israelí. Para los palestinos, que ven sus
derechos ignorados han de sumar el rencor hacia un ocupante que ha
entrado en “su”
país, un territorio que venían ocupando trece siglos.
Por
supuesto que el odio se alimenta año a año, contra más
enfrentamientos, ataques, violaciones y muertes se produzcan, y ese
caldero de rencor imposibilita la llegada a acuerdos que puedan ser
respetadas por las sociedades tanto hebrea como árabe. Existen
y se amplían las disputas de carácter personal. Las venganzas de
uno y otro lado son continuas y llevan la situación a un punto de no
retorno.
Además,
la desconfianza
que el pueblo palestino tiene para con los procesos de paz
no ha hecho más que acrecentarse en los últimos años. Mientras sus
líderes, bien a través de la Autoridad Nacional Palestina o de
Hámas,
han firmado y consensuado internamente acuerdos de respeto a lo
firmado, ven como Israel se los salta desde el primer momento.
A
todo esto hay que añadir las dinámicas internas y externas de las
potencias extranjeras. En
su lucha por el dominio mundial y en la dinámica de acceso a las
materias primas
(en especial el petróleo) los países extranjeros son también un
elemento que tensa las relaciones entre ambos pueblos.
Pensadores
como Noah Chomsky ha denunciado la conveniencia entre Estados Unidos
e Israel en la que los límites de las acciones armadas del estado
sionista eran permitidas, cuando no jaleadas por Estados Unidos.
Al
tiempo se siguen produciendo más movimientos de ambos gobiernos que
tratan de ampliar o defender su espacio vital. En ello el acceso al
agua potable marca la garantía de salubridad y bienestar de las
comunidades de una u otra confesión y su localización sobre el
terreno. Tanto para Israel como Palestina resulta fundamental acceder
o salvaguardar las reservas hídricas
de los
altos del Golán
y si no se trabaja en un acuerdo que garantice para ambos pueblos su
empleo en igualdad de condiciones será imposible articular la paz.
Muy
importante para impedir la resolución pacífica de los dos estados
radica en la presión demográfica que habría de soportar el pueblo
de Israel. Los judíos están en minoría frente a la población
árabe, por lo que se niega sistemáticamente a concederles el status
de ciudadano ya que si lo hiciera renunciaría al carácter judío de
su
nación.
En
definitiva, parece
imposible vislumbrar un final satisfactorio para ambas partes
y que aporte estabilidad a la zona. Una relación entre vecinos que
se reconozcan, respeten y compartan los lugares sagrados de ambos
credos parece una utopía irrealizable. Por contra, las diferencias
se exponencian. Entre ellas las diferencias económicas entre Israel
y Palestina, lo que a su vez supone un caldo de cultivo para más
revueltas y cada vez más violentas.