Imagen tomada de aquí.
Ya estamos aquí. En el abismo. Al borde del precipicio. Al límite del
aguante. En el punto sin retorno. Transitamos los días a velocidad
de la luz, arrancando hojas del calendario por rutina y llegando ya a
la semana decisiva. A pocos días del próximo domingo 1 de Octubre,
día del referéndum
de Independencia
unilateral planteado por la Generalitat
de Catalunya.
Por Junts
per Sí,
coalición electoral de la refundada y corrupta CIU (PdeCat) donde
además le acompañan una Esquerra
cada vez más fuerte y las CUP, el verso libre y anarquista que
siempre okupo Barcelona, con más emoción que sentido común.
Enfrente,
la caverna. El
fascismo.
La infraestructura del Estado al servicio de la oligarquía y
comandada por un Partido
Popular, un Rajoy,
sabedor de que su supervivencia sólo pasa por el debate
nacionalista, la
conservación de la patria en su acepción más franquista.
Como
víctimas principales la ciudadanía. Las clases trabajadoras,
españolas y catalanas enfangadas entre banderas mientras sus
escenarios de vida, sus trabajos, su futuro se van al estercolero
para beneficio de la burguesía de ambos estados, siempre cooperativa
entre ellas para eso de maximizar beneficios, lastrar derechos y
desestructurar una sociedad.
Y
la izquierda. Por supuesto, ambas izquierdas, huérfanas y
desgastadas, a paso cambiado y casi sin alternativas. Y lo que es
peor sin capacidad para ser tenidas en cuenta y ser escuchadas. Serán
las víctimas del mañana, de las próximas confrontaciones
electorales enervadas por las pasiones de las banderas y los
territorios. Una vez más lo simbólico frenará lo tangente y
ocultará la realidad.
Tampoco
el periodismo saldrá bien parado, utilizado como arma arrojadiza,
manipulando a conveniencia de quien aside sus correas y bozales.
Desde luego, peor le va a ir a los medios de éste lado de la
frontera, demasiado dependientes de las instituciones dominados por
el discurso del ultra
centralismo de Castilla (de Madrid se entiende)
y que van perdiendo relevancia, legitimidad y prestigio a cada nota
de prensa o cada declaración de tertuliano cavernícola.
Y
yo mismo, soy víctima de profundas contradicciones
en torno a éste tema: Considero elemental
el derecho de autodeterminación de los pueblos,
pero no puedo comulgar con el camino emprendido por la burguesía
catalana, para salvar su propio cuello blanco, relegando a las
minorías y azuzando el fuego sobre la tierra quemada. Pero también y sobretodo, para posicionarse en éste mundo capitalista y globalizado, para asegurar sus ganancias a costa de las clases trabajadoras catalanas, españolas e internacionales. Desde luego me
es muy difícil confluir con las clases dirigentes que invocan éste
derecho universal, cuando han demostrado un españolismo
profundo con su corrupta gestión. Con sus atropellos a los derechos
civiles a base de represión (Ciutat
Morta,
desalojo de la Plaza de Catalunya en el 15M, el ojo de Ester Vivas,
torturas en las dependencias de los Mossos, etc.). Y con sus ultra
liberales recortes que socializaron las pérdidas tras las abusivas y
resguardadas en paraísos fiscales ganancias.
Pero
claro, mucho menos puedo estar de acuerdo con las acciones del
gobierno central, del Partido
Popular,
parapetado en un Tribunal Constitucional y un Fiscal General puestos
a dedo, con ministros reprobados por el Parlamento llevando las
acciones sobre el terreno. Con la Guardia
Civil
registrando ay-untamientos e imprentas buscando urnas y papeletas sin
órdenes judiciales. Y con policías atrincherados en el puerto de
Barcelona en una velada amenaza hacia la dignidad del pueblo catalán.
Y
es que no hay mejor aliado del separatismo catalán que el PP. Y no
hay mayor cómplice en el estado franquista de las cosas que mantiene
el Partido Popular, que las algaradas nacionalistas de CIU o PNV.
Ambos mundos se odian pero se retroalimentan. Paradójicamente, son
enemigos, pero sobretodo son aliados.
Soy
incapaz de encontrar diferencias entre el PP y la renovada CIU. Son
partidos corruptos hasta la médula, neoliberales, con cúpulas que
usan las instituciones para forrarse, que
imponen recortes y medidas antisociales para satisfacer a los poderes
económicos
que les dan de comer...y que usan
banderas para tapar sus vergüenzas.
Ambos, como tantos antes, prostituyen sus respectivas patrias y
agitan sus banderas para que la gente se entretenga mirándolas
mientras les roban la cartera.
Al
PP desde hace 10 años no le ha importado nada, en absoluto,
enquistar
la cuestión catalana,
primero usurpando por vía judicial la voluntad popular expresada en
un nuevo Estatut,
para después ante la avalancha de la burguesía catalana, exprimir
aún más el código penal, la Ley
Mordaza,
la judicatura nacional y las fuerzas de opresión del Estado.
Las
clases dirigentes y casi cualquiera que ha pillado cacho en CIU y en
el PP han experimentado un tremendo enriquecimiento personal a costa
de las libertades y los derechos de los trabajadores. CIU
y PP han sido aliados necesarios para aplicar recortes y
privatizaciones sobre los derechos de la ciudadanía.
Y luego ante la revolución y la respuesta ciudadana, PP
y CIU han sido cómplices para aplicar brutalidad y violencia
policial,
soberbia y autoritarismo judicial en la reacción que mantiene
seguras las políticas neo liberales que nos han traído desigualdad,
mezquindad y un futuro laminado y usurpado.
Los
que hoy salen a defender la Constitución
como un ente sacrosanto, inviolable y que nos representa a todos, no
tuvieron ningún problema en poner la soberanía nacional en manos de
los bancos alemanes, y con nocturnidad y agosticidad,
en 48 horas la cambiaron para asegurar el cobro de las deudas por
encima del bienestar de los ciudadanos. Españoles y catalanes.
Los
que hoy claman por su derecho a la Independencia y a decidir su
propio futuro, no tuvieron dudas en cerrar plantas de hospitales,
eliminar becas, cerrar colegios públicos y abrirlos privados o
concertados, porque se lo pedía Montoro, Merkel, la troika,
en definitiva, el capital.
Imagen tomada de aquí.
Ambas
clases dirigentes nos han llevado a un escenario de choque, de
enfrentamiento. Es más, lejos de frenar, replegar o bajar el tono,
han encendido más soflamas, han acelerado sus maquinarias
alimentados por su ego y por el hecho de que la deriva nacionalista
les viene bien, les refuerza en su ideario: seguir
controlando el poder, para los de siempre, y beneficiarse de los
servicios prestados.
No
será que no se ha dicho. Son demasiadas las personas que venían
advirtiendo de que íbamos hacia un callejón sin salida. A Rajoy le
ha dado lo mismo. Mientras
hablamos de Catalunya no hablamos de los 800 cargos del PP imputados
por corrupción
ni de la merma en la hucha de las pensiones ni de los regalos millonarios a bancos, autopistas, eléctricas y constructoras. Ni,
por supuesto, de la pérdida radical de calidad de los puestos de trabajo. Catalunya
es la perfecta cortina de humo de la corrupción.
A Soraya Sáez de Santamaría le dió vergüenza el episodio en el
Parlament
de Catalunya
donde se aprobaron referendum y desconexión con España, pero no le
avergonzó ni un ápice, ver a su Secretario General y Presidente del
Gobierno compareciendo en la Audiencia Nacional como testigo en el
caso de la corrupción del PP.
Ver
a la Guardia Civil entrando en un medio de comunicación por razones
políticas -que nadie mienta: no han entrado porque estén vinculados
a Púnicas, Gürtel o similares, como les pasa a otros
medios- o ver el estado de excepción en que han metido a Catalunya, refuerza la certeza de que hay que sacar al PP ya del poder o
nos va a reventar la convivencia en la cara.
Comprendo
perfectamente que cualquier sociedad o ciudadanía ansíe una
independencia de un estado donde aspectos tal elementales de la
democracia son violados con tanta profusión, tanto convencimiento. Si la separación de poderes
estaría bien definida y consolidada y no hubiéramos visto casos
como el del fiscal Moix o el del ministro de justicia reprobado por
el Parlamento y que mantiene su puesto, o una grabación del ministro de interior pidiendo manipular pruebas a rivales políticos,o una
fiscalía defendiendo al acusado en vez de velar por la justicia en
el caso de la infanta o un tribunal constitucional que tumba
estatutos redactados y aprobados en los parlamentos correspondientes
y ratificados por referéndum declarando inconstitucional párrafos
idénticos a los que ya disponen otros estatutos de otras comunidades
autónomas "casualidad" gobernadas por el PP. Si a todos
estos despropósitos en su día se les hubiera dado solución hoy no
veríamos a la mitad de la sociedad catalana rebelándose contra esta
estafa de estado.
Pero no nos equivoquemos con la burguesía catalana que ha alentado el referéndum el 1 de Octubre. Aquí
no están trabajando para garantizar un referéndum que suponga
escuchar la opinión de la ciudadanía catalana. No. Aquí, ambos
están
haciendo campaña electoral
para colocarse en pole
position
de cara a las próximas elecciones catalanas y nacionales. Lo que
buscan es asegurar su sillón, amarrar todos los papeles que
demuestran su corrupción secular y seguir legislando en lo tangible,
de espaldas a la ciudadanía.
Entrando
en lo jurídico, es indudable que el
referéndum es inconstitucional.
Además, en las condiciones en las que se celebrará carece de las
garantías elementales para que su resultado pueda tenerse en cuenta
desde un punto de vista político (centros de votación
identificables y conocidos por cualquiera, censo controlado...). Pero
aferrarse a este argumento para limitarse a reprimir la consulta sin
ofrecer alternativas, nos lleva a que el número de independentistas
siga creciendo cada vez más. Y sería insostenible acabar
manteniendo en el Estado por la fuerza a un territorio donde, por
ejemplo, el 70% de la población quisiera irse.
Partiendo
de lo anterior, la solución está en tomar las medidas que hagan
sentirse cómodos dentro del país a una mayoría de catalanes. Entre
ellas estarán las relativas al autogobierno,
los símbolos y demás referentes patrióticos, pero desde mi punto
de vista, las más relevantes son las que mejoren
la calidad democrática y la justicia social del Estado.
Del Estado actual español, y de uno futuro catalán, dentro o fuera
de una República Federal. Mostrar a los catalanes un sistema del que
puedan sentirse orgullosos, con el buen gobierno, la transparencia y
el trato digno a los ciudadanos que tan poco gustan a CIU y PP.
Ofrecerles un Estado que camina hacia el progreso y donde cada
individuo es protagonista del futuro colectivo. Ofrecerles, en
definitiva, lo que ni Rajoy ni Puigdemont podrán darles jamás.
Los
países son entes vivos, que nacen, se crean o se transforman a
voluntad de las mayorías. Por mucho que no se pueda hacer un
referéndum o que formalmente no haya una declaración de
independencia con reconocimiento internacional, Catalunya
ya es una nación independiente.
De hecho lo ha sido siempre, y la única duda es cuándo se hará con
los requisitos formales necesarios.
Los
países los hacen las personas, sus relaciones y sus anhelos
transformados en sociedad. Hoy la sociedad catalana es más
independentista que ayer y por supuesto se
siente cooperativa en defensa de sus derechos más básicos, como
expresión, opinión y reunión.
Existe una mayoría por la expresión democrática de su pueblo, algo
que los independentistas y el resto del estado español tenemos que
agradecer a la cortoplacista y egoísta gestión de Mariano Rajoy el Partido Popular carentes de ningún sentido de estado,
únicamente preocupados de sortear su propia corrupción para seguir
en el poder aunque sea atizando el caldero de las pasiones
nacionalistas, aunque sea violando los derechos más elementales,
aunque sea derrumbando un país que nunca estuvo unido, menos
cohesionado y desde luego, jamás bajo una arquitectura coherente y
que favoreciera y garantizará las relaciones de personas, sociedades
e instituciones, entre iguales.
Yo
no sé lo que pasará más allá del 2 de Octubre. De hecho, no sé
que ocurrirá el domingo
1 de Octubre.
Convencido estoy de que la única solución pasa por la negociación política
que permita al pueblo catalán expresarse con garantías, paz y
libertad, como han hecho tantos pueblos en éste y otros momentos.
No
menos convencimiento tengo que el tardo franquismo españistaní
continúa su desgaste. El viejo cadáver languidece y enturbia el
entorno, y con sus violentos estertores nostalgia de un pasado
opresivo y caínita, pudre cualquier camino hacía un futuro mejor,
entre iguales, con progreso y dignidad. Por desgracia, su muerte y
depuración se eterniza y dificulta todo, incluso las ganas de
conseguir traer mayor empaque democrático y libertad a éste
ultrajado país.
De
lo que si que estoy seguro es que tras el domingo, debajo de las
banderas, estará la lucha
real de las clases trabajadoras por conseguir una economía para las
personas,
que nos dé a todos y todas futuro y dignidad, frente a esta realidad
opresora, egoísta e insostenible.
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