jueves, 31 de diciembre de 2020

A por 2021

 


Vengo con la intención de desterrar el tiempo de los buenos deseos en favor de la certeza de las luchas que se conquistan. Apelo al ojala con vistas al año nuevo como un lugar de redención y dicha, que sea asaltado por nuestro ímpetu y convencimiento. Quiero para todas y todos escribir en 365 días un texto similar, no sólo temporizando el subjuntivo con el ánimo de los mejores deseos, sino que resumamos en él la lista de conquistas personales y colectivas que logren romper los esquemas fijos, las dificultades hercúleas y los limites del sentido común capitalista, para mejorar nuestras vidas.

Os deseo un feliz año nuevo, un gran 2021, que nos haga superar este 2020 aciago que nos ha tocado vivir. Recibir el año junto a esas pocas personas, probablemente seis ya sean multitud, que componen nuestro círculo íntimo y vivirlo de forma especial. Recordad a los que no puedan estar y trabajemos juntos para que más pronto que tarde celebramos el año nuevo con un abrazo, aunque sea diferido dentro de unos meses.

No podemos olvidar este año que agota sus ultimas horas porque dejándolo atrás perderíamos la referencia de lo importante. Del tiempo y su calidad junto a las personas que nos motivan, enseñan y hacen grande nuestra vida. Aprovechemos cada minuto con ellas y ellos. Recordemos con esa sonrisa que contiene todas las lagrimas a las buenas personas que nos han ayudado y han hecho mejor nuestro mundo y que este año, u otros años, han ido marchando de nuestro lado.

Nunca antes el trabajo y la salud se habían puesto tan en peligro como durante las hojas de este calendario que agotamos hoy. Recuerdo y os pido la necesidad de cuidarnos para seguir siendo fuertes, y que tengamos la mejor capacidad para desarrollarnos sin nada que nos lo impida en el nuevo año.

Luchemos por un año de palabras y risas que no vengan ocultas en trozos de papel. Que los abrazos no se den con los codos y las reuniones no sean en pantallas. Luchemos por viajar. Por caminar. Por soñar. Luchemos por hacer más grande nuestro mundo y que no quede encerrado por un virus ni por la pandemia de los ignorantes y los fascistas.

No olvidemos reconocer para colocarlo como lo más vital los escudos que nos defienden y garantizan la igualdad y la libertad, entendida esta última como dignidad, nunca como libertinaje. Hagamos de este año, ya de una vez si, el año de la revolución, el momento en que tomemos conciencia de un mundo mejor por nuestra activación. Qué en doce meses el mundo sea un lugar mejor donde vivir, sin dolor, sin muerte, sin opresión y sin injusticias.

Hagamos todas juntas de la ilusión empuje, y del empuje conquistas.

A todas y todos que leéis estas líneas, Feliz Año Nuevo, Feliz 2021.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Esta derecha tan nuestra

 

Aracelí Hidalgo, de 96 años, primera persona en España en recibir la vacuna contra el COVID-19



Después del año de dolor, sufrimiento y pérdida de vidas hay que ser un imbécil, un miserable y una mala persona para dedicarse a sembrar la discordia el día que comienza la vacunación contra la COVID-19. Que los que se han dedicado a poner banderas en playas, en plazas, en balcones, en correas de reloj, cinturones, tirantes, en las luces de Navidad y hasta en las putas mascarillas se quejen de que la caja que contiene la primera remesa de viales con la vacuna traiga los emblemas nacionales es tomarnos a todos por idiotas.

Es lo que tiene tener una derecha que considera el estado su cortijo y sus símbolos (bandera, himno, jefatura del estado) de su propiedad y uso exclusivo, y que por lo tanto pueden usar a su antojo para atacar al adversario, sobretodo si osa emplearlos. Es parte de la estrategia de una derecha reaccionaria y antidemocrática que antepone su supervivencia política a las buenas noticias y a la salud de todas y todos. Esto ha sido así siempre y no va a cambiar.

Que se supere la pandemia y podamos recuperar ciertas dosis de normalidad comparada a la vida pre covid para el PP, Cs y Vox no es una buena noticia. Tampoco lo fue el fin de la banda terrorista ETA y por lo tanto ya deberíamos estar prevenidos ante el funcionamiento de los fascistas. Que como sociedad superemos un escollo, incluido el más grande con el que ha tenido que topar el mundo en los últimos 80 años, no es una buena noticia para quienes consideran el gobierno y el poder de su propiedad y no aceptan el juego democrático de la alternancia ni siquiera cuando está tan encorsetado en los rigores de la democracia sometida a la economía neoliberal.

Las enseñas “sólo” le pertenecen a la derecha y ese gobierno supuestamente bolivariano, etarra y comunista no puede usarlos. Acusar de propaganda a la mera logística de un hecho histórico es a partes iguales nauseabundo e hipócrita. Lo primero porque nos demuestra -una vez más-, como entiende esta derecha tan nuestra la política: como un medio para garantizar los privilegios de una minoría que pisotea a la mayoría; y lo segundo, porque bien que callaron cuando la impresentable y absurda Ayuso llenaba de banderas mascarillas, se ausentaba de reuniones por recibir aviones o montaba una macro fiesta por el cierre del hospital de campaña en IFEMA. Denuncian propaganda los que han inaugurado un dispensador de gel en una estación de metro o los que celebraron la re apertura de la hostelería cortando una cinta a una terraza.

El asunto de la bandera en el contenedor de las vacunas nos tendría que pillar vacunados sobre esta derecha de extremo “centro” acostumbrada a manosear lo que es de todos. Desde el mismo dinero y riqueza nacional usurpada para disfrute de unos pocos en base a mordidas, comisiones, nepotismos y corrupciones. También con el aprovechamiento de los recursos naturales y patrimoniales de todos puestos al servicio de intereses de las élites aunque estas sean extranjeras. Y por supuesto hostigando a quien no piensa igual con los símbolos patrios que nos deberían identificar y unir.

Y es que en España, como decía Antonio Maestre hace unos días, “no tenemos liberales, tenemos gorrones”. Es más, yo diría que tenemos gorrones fascistas que no sólo se aprovechan del esfuerzo colectivo para parasitar el sistema, sino que además hacen ostentación de ello con altas dosis de cuñadismo y pequeñas gotas de elitismo.

Es el lastre de este país. Una clase parasitaria intrínsecamente fascista, que no cree en la democracia, pero si en los parabienes del mercado bajo un convencimiento ultraliberal. Lo mejor de cada casa vamos. Son nuestros patrioteros, que no patriotas, porque no quieren una España que avance, que sea mejor, un lugar más digno para vivir. La quieren suya en exclusividad, aunque este derruida hasta los cimientos por su continuo egoísmo y descaro. Su argumentario político es ruin y miserable y a poco que rascas ves como necesitan el dolor de la gente para sobrevivir estrujando al pueblo, oprimiendo su libertad y usurpando su riqueza.

En contra de esta tóxica visión estamos la otra mitad del estado. Incluso más puesto que ya nos han clasificado como "hijos de puta fusilables en número de 26 millones". No nos preocupan en demasía banderas, himnos o sus reyes. Nuestra patria son las y los trabajadores, el avance científico y la preservación de la Naturaleza y el patrimonio histórico y cultural. Nuestro país son los derechos y deberes que con esfuerzo de décadas y la lucha de millones se convierten en garantías. Gracias a ese esfuerzo se agranda nuestro país con leyes que han permitido el divorcio, el aborto (gran noticia que también en Argentina avanzan en este derecho que ha matado miles de mujeres pobres), el matrimonio entre personas del mismo sexo o ahora la eutanasía.

En frente, siempre ha estado esta derecha “tan nuestra” con sus emporios mediáticos, su iglesia católica, su ejército y fuerzas de seguridad. Y aún con todo esto han sido incapaces de frenar el avance social de un país que necesita respirar libertad. Nuestra lucha colectiva frena sus ansiás coercitivas.

Porque al final lo que eran sus privilegios de cuna y billetera se han trasladado como derechos de ciudadanía. Nadie los ha obligado y nos lo obligará a divorciarse. Ni a casarse con otro hombre. Ni a abortar. Y ahora tampoco se va a “matar” a un enfermo terminal. Simplemente, se le va a dar una muerte más humana, que en muchos casos (y esto lo sé de buena fuente) supone poder despedirse en paz de sus seres queridos sin un sufrimiento atroz e innecesario.

El año acaba con la aprobación de la ley de eutanasia y muerte digna con una mayoría superior a la de la moción de censura de 2018 y de la investidura del mes de enero. Y acaba con la ilusión de una vacuna, una respuesta del trabajo de millones de personas, para con la ciencia, dotarnos de una herramienta con la que superar la crisis sanitaria más grave en 100 años. Un hito de la ciencia. Un hito de la educación pública. Y un hito también de la globalización entendida, no como un fenómeno mercantil que permita el viaje de dinero de un punto a otro del globo, sino como la naturaleza de las sinergias que el conocimiento y su acceso propone el fenómeno globlalizador.

La crisis del coronavirus tensiona aún más los resortes del gobierno de coalición en el que ya tenían que convivir dos almas: Por un lado el PSOE de toda la vida. Entregado al pactismo y al modelo neoliberal. Con tecnócratas como Nadia Calviño en su gabinete buscando mantener un modelo fracasado desde 2008 y que evidentemente tiene que cambiarse. Por el otro, Unidas Podemos, con su propia ciénaga de descomposición y con Pablo Iglesias y Yolanda Díaz tratando de dar algo de dignidad a las clases trabajadoras.

La realidad es que una vez garantizados los primeros presupuestos parece hecho el camino de salvar la legislatura. Obviamente, las dificultades son enormes, ya lo eran antes de que llegará la COVID-19, pero hay terreno para ir legislando en modernizar el país (jefatura del Estado, acuerdos con la Iglesia, modelo territorial) y atacar los grandes problemas (modelo productivo, vivienda, España vaciada, machismo, cambio climático).

Aracelí de 96 años ha sido la primera persona que ha recibido la vacuna en España. Lo ha hecho en una residencia pública. Una mujer. Trabajadora. Mayor. Con escasos recursos. Frente a la especulación y la comercialización, tenemos a un gobierno, que será más o menos simpático o de nuestra onda, pero que por lo menos en este caso está garantizando que la vacuna llegue a todas y todos sin importar sus condiciones, empezando la de si son o no productivos para el sistema. Se trata de garantizar la vida.

La vacuna arranca 2021 representando lo mejor que la sociedad, el hombre y la mujer, pueden ofrecer como garantía del bien común. Por eso la derecha está crispada. Qué se les atraganten las uvas.


 

 

martes, 29 de diciembre de 2020

Un All Star Game de hace 20 años

Allen Iverson entrando a canasta entre las torres del Oeste en el All Star Game 2001 (nba Imagen)

 

La tarde del día de Navidad, en el que empezaba la nueva y extraña por el coronavirus temporada NBA, mi hermano y yo revivíamos del pasado. Recordábamos y sobretodo, disfrutábamos en el encuentro en torno al baloncesto, armazón de fraternidad que nos construimos en su momento y con el que pasamos la vida como excusa para conocernos y pasión que paladear.

Y no. No nos sentamos enfrente de la televisión para ver un partido en directo. Ni siquiera en diferido de esta temporada. O de la pasada. Nos entregamos con devoción a la tarea de disfrutar del NBA All Star Game de 2001 celebrado en Washington, un partido que en poco más de mes y medio cumplirá 20 años.

Hablé en su momento de la evocación del pasado como comercialización de la nostalgia. Es indiscutible que cada generación en su madurez recupera e idealiza su adolescencia y juventud. Se recuperan imágenes y recuerdos del pasado que se muestran bajo la lupa de la memoria, ciertamente tergiversada y tendente a edulcorar lo que vivimos para hacernos mejores en el momento actual. Cualquier aspecto de nuestra vida, de nuestro camino, está sujeto a evocarse e instalarlo en los altares de lo trascendente, puro e incorruptible, aunque la realidad distase mucho de ser ese sueño dulce y maravilloso.

Pero con el baloncesto no puedo dejar de pensar que tiempos pasados fueron mejores. Hoy, veo (y cuando los veo, porque con el maremagnum de horarios, televisiones, plataformas se hace realmente imposible) partidos infumables. Donde el físico ha devorado la táctica (por lo menos siempre nos quedará el baloncesto femenino). Donde se ha dejado pista abierta para que los highlights sean la única noticia de basket. Probablemente no haya habido una época en la que hubiera tanto talento técnico y físico y tan poco ba-lon-ces-to en los cerebros de los jugadores. Todo son triples y mates cada cual más estratosférico que el anterior como si no valieran el resto de canastas. Y de todo ello, de todo esto, nada, absolutamente nada me transmite algo. Es la absoluta mercantilización y el espectáculo por las audiencias sin el más mínimo interés, y ni mucho menos transmisión de valores.

Un baloncesto que me resulta aburrido, monótono e intrascendente. Y protagonizado por unos jugadores que salvo por un par o tres jugadores, no me provoca ninguna emoción, identificación o admiración. Peor incluso cuando piensas en equipos porque salvo apelos al romanticismo de la memoria y la emotividad (¡ahí mi Estu!) tampoco se guardarán ni en mi cabeza ni en mi disco duro (Aquellos Sacramento Kings).

Un baloncesto insustancial, alejado, no sólo porque hoy no haya público en las gradas, sino porque de tanto alimentar una burbuja mediática de estrellas y galaxias ha acabado por desconectar a la afición, evitando la identificación entre jugadores, equipos y sentimientos. Todo ello por un juego más burdo, entregado al big data del aprovechamiento de las posesiones y balanceado hacia la exhibición personal por encima de la colectiva. Por todo esto, la victoria de España en el último Mundial y como la consiguió resulta tan estimulante.

Pero volviendo al sofá junto a mi hermano están los partidos que guardamos en nuestra memoria. Algunos los tenemos almacenados en discos duros y pueden ser recuperados. Otros simplemente son evocaciones de recuerdos. Empiezan por un "¿te acuerdas de aquel día...?" y terminan con más anécdotas, con otros partidos. Hablando de una peli o de un libro. Y aquel All Star de 2001... Es que aquel Partido de las Estrellas... opino que no ha habido ninguno igual.

Por la retransmisión de Montes y Daimiel con lo cual ya garantizas el éxito en divertir y trascender. Pichichi Robinson, Melodía de seducción Spreewell o Hilo de seda Houston. Menuda guasa que tenía el hispano-cubano y cuánto lo échamos de memos.

Por aquella NBA de cambio de siglo y cambio de época tras la dictadura de Air Jordan. La NBA de las estrellas emergentes que rascaban los contratos de patrocinio de su Majestad y luchaban por ganar su dominio en la liga y su espacio en el Olimpo. Kobe Bryant. Allen Iverson. Vince Carter. Kevin Garnett. Shaq O'Neal. Tim Duncan. Ray Allen. Antes de la segunda vuelta de el Mesías. Era la NBA de la disputa ideológica baloncestística: Por un lado en el Este, entrenadores con una visión más cartesiana basada en el control del juego y en la predominancia de la defensa. En el Oeste sumas de talento que venían a alimentar las ganas por ganar anotando de otro tipo de entrenadores que poblaban los banquillos. Ambas visiones fuertemente enfrentadas e identificadas. Nosotros recuerdo, más en la línea del espectáculo. Ahora miras el palmares y no ha habido tanta diferencia entre Este y Oeste, entre el resultado por una u otra concepción.

Lo que hace especial a aquel partido y que luego salvo en un par de ocasiones más no ha vuelto a igualar, fue la competitividad. Ambos equipos con todos sus jugadores involucrados en sumar la victoria. Y así bajo esa presión fue subiendo el nivel de juego por ambos lados para ir pasando de las acciones festivas y recreativas (que provocaron no pocas pérdidas en ambos equipos) a un partido en serio.

Larry Brown como entrenador del Este apuntaló su libreto frente al más libertario de Rick Adelman cerrando la zona con Dikembe Mutombo. El pivot zaireño se hizo dueño de su canasta ante la batería de talento que mostraba el Oeste atrapando 22 rebotes y bajando con su presencia los porcentajes rivales. Fue decisivo para el resultado final.

Allen Iverson resulto el MVP. El antihéroe gangsta representaba todo lo opuesto a Michael Jordan (y alguno de sus legítimos herederos como Kobe Bryant) y en su tierra lidero la ofensiva del Este encontrando en Marbury, Carter o Ray Allen sus mejores aliados. Por contra, en el Oeste Bryant, Duncan y Garnett hacían de las suyas.

Con el paso de los minutos, los cuartos y los parciales el partido fue ganando en intensidad hasta un último cuarto espectacular. En él el acierto no fue esquivo sino más incisivo aún dejándonos momentos de pasmosa anotación y brillantez en el juego ofensivo que tenía que lidiar con un vigor defensivo máximo.

Y todo ello protagonizado por jugadores reconocibles y con carisma que hoy por hoy no veo en la NBA. No sólo eran buenos (buenísimos) sino que los veías y congeniabas con ellos. Sus orígenes y recorridos vitales pueden que sean los mismos pero la forma en la que aquellos jugadores transmitían no aparece ni por asomo en los grandes totem de la liga hoy en día.

Quizás no sé, estábamos muy melancólicos y nostálgicos como parece propicio el período navideño. Pero frente a sentarme a ver un partido actual me llama la atención, me motiva mucho más, indagar en la memoria y recuperar aquellos maravillosos años donde los jugadores, aún inalcanzables, eran de carne y hueso. Y el baloncesto, aún insuperable, era un deporte por encima del espectáculo, el dinero y la fama. Un juego del que disfrutar botando en la pista, en la consola y disfrutando de la competición.

 

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Esta noche es nochebuena y toca homilía real

 


El discurso del Rey, además de una película estupenda con unas interpretaciones brillantes, es en España, un género periodístico más. Es por supuesto, un momento culmen de la vida política patria. La única ocasión en la que el Jefe de Estado se digna a dirigirse a sus conciudadanos (nos llaman súbditos) y hacer un repaso somero a lo más destacado del año acorde con una visión concreta y muletillas y frases hechas que ya de tanto repetirse, no sólo es que hayan perdido su significado, sobretodo con el deterioro del significante, sino que ya emborrona la dignidad de quien escucha.

En las redacciones periodísticas de este país sobretodo de los medios pro-régimen es imprescindible seguir un guión para edulcorar la figura y sus palabras, mostrar a tono unísono la avalancha de parabienes que lanzan los dirigentes pro-sistema y callar. Callar las voces, cada vez más, de quienes estamos hartos de tanta inmoralidad. Y callar la corrupción y la hipocresía de la casa real.

A mi, a veces me parece que el discurso del Rey es el telonero de la cena familiar de nochebuena. Mejor aún. Como si la sarta de soflamas y lugares comunes del monarca fuera el breefing de los temas a tratar mientras pelamos langostinos y con disimulo profanamos el diseño modernista de las tablas de quesos y embutidos.

Y el de este año promete. Porque esta mierda de año 2020 que ha reventado las costuras de los convencionalismos sociales que teníamos han quedado claras tres cosas: la importancia capital de los servicios públicos como garantes de la democracia (sanidad, educación y servicios sociales) empezando por recuperar de la economía más salvaje todo lo que tiene que ver con el cuidado de las personas, especialmente nuestros ancianos.; la importancia crucial de la ciencia como motor de avance del ser humano; la necesidad urgente de articular una economía social que proteja el medio ambiente y pare la degradación actual y luche contra el cambio climático.

El coronavirus ha tapado las bocas con mascarillas higiénicas pero no oculta un clamor ante la avalancha de noticias que demuestran la falsa moralidad de la monarquía. Mientras el país, y todo el mundo, está pasando una crisis que debería replantearnos la prevalencia del dinero por encima de todo, incluida la vida, la Casa Real emitía comunicados y escondía la cabeza bajo el barro cuando salían a la luz (gracias a ese periodismo que actúa como tal y no como un vasallo, y sobretodo extranjero) todas las corrupciones, comisiones y líos de faldas del Emérito (todavía hay silencio en torno a la parece ser no envidiable vida personal de los titulares en trono).

No tiene que ser fácil ponerte a escribir o casi mejor repetir lo que te han escrito, cuando vives una vida que no tiene nada que ver con la de esos millones, algunos fusilables, a los que te diriges. Porque vives rodeado de abraza-farolas, pesebrederos y compiyoguis que desconocen como se conjuga el verbo trabajar. Porque defiendes un estado de las cosas inamovible que es la única forma de mantener la vidorra que llevas, tú, tu familia y el resto de vividores. Y porque hablas a un público cautivo al que no conoces, porque te lo presentan detrás de cordones de seguridad y lejos de palacio. Si lo conocieras aunque fuera un poquito, entenderías que en esta sociedad, para convencer hay que ejemplificar, no sólo con la palabra, sino sobretodo, con los hechos.


La figura del Rey y la persona de Felipe de Borbón, no valen para presentarse ahora como un mediador o un árbitro que ponga paz y construya puentes. El 3 de octubre de 2017 dinamitó su propia versión apolítica al entrometerse en el fango del independentismo catalán para favorecer la causa centrista. Y el 15 de marzo de este año al día siguiente de que nos viéramos en un Estado de alarma, la monarquía salía por la tangente para separar al actual inquilino de la Zarzuela de las tropelías de su padre. Como si éste no las hiciera siendo Rey, y como si esa herencia envenenada no forme también parte del paquete de corona y palacio.

Por lo tanto, no hay ejemplaridad en la conducta de la familia real, y el Rey no tiene empaque para promover una serie de pactos y actuar como un “destensionador” de la situación política que se encrespa por momentos. Pero hagamos un momento un ejercicio de imaginación y pongámoslo con su traje caro, su nacimiento napolitano de colección y sus fotos familiares delante de la pantalla.

Podría hablar del modelo de estado. No con la imposición de una visión del país que no tiene nada que ver con la verdad de esa España única e indisoluble. Sino con el país que tiene hasta 4 lenguas co oficiales además del castellano. Que tiene más dialectos y realidades culturales significativas que enriquecen todo lo que somos. En definitiva, frente a la opresión a la que ya demostró fidelidad, sitemos con la libertad y con el sentido público de solucionar problemas antes que crearlos y en dejar una solución para los próximos 20 años.

Felipe VI podría dejar de llenarse la boca con la Constitución del 78 y comenzar a ejercerla para hacer una defensa pública sobre los derechos y libertades de todas y todos. Artículos hay que defienden la vivienda digna, el trabajo digno, la igualdad efectiva entre géneros o la aconfesionalidad del estado. Promover con urgencia pactos: contra la violencia machista, por la situación de la vivienda en este país; por la ciencia; por la lucha contra el cambio climático y la defensa del medio ambiente; contra la corrupción y el nepotismo. Por limpiar las instituciones de fascistas sobretodo ejército, fuerzas de seguridad y judicatura.

Podía intentar acercarse a los jóvenes por ejemplo. A universidades o a donde se reúnen los riders. Podía ir a un centro de atención de inmigrantes. O escuchar por videoconferencia a sus compatriotas emigrados por la falta de oportunidades. Podía ir a escuchar las reclamaciones de los jubilados, los parados de larga duración, los agricultores, ganaderos, pescadores, apicultores. Qué les sucede a quienes viven en el entorno rural. Ir e interesarse por la situación en un centro de ayuda a mujeres maltratadas. Le pitarán, abuchearán y alguien le contará a la cara la sinvergoncería de su familia y su institución. Pero eso, también va en el cargo y en la asignación millonaria que recibe cada año.

 

Pero no lo hará. ¿Sabéis por qué? Porque el deleznable estado de las cosas son causas y consecuencias del Régimen del 78, y en él está su figura, su corona y sus privilegios como una dotación presupuestaria creciente y una inviolabilidad judicial, extensible a toda la familia y como hemos ido viendo, a parte de componer un derecho medieval totalmente anacrónico es un insulto a la inteligencia y dignidad del país.


Una institución poderosamente heteropatriarcal se nos dirige esta noche con un paternalismo vomitivo, mientras que no tenemos datos filedignos del respaldo o repudia de su figura y de un modelo de estado donde no sólo se nos impide expresarnos, sino donde ni siquiera nos preguntan sobre la aceptación de la monarquía. Las pocas encuestas privadas marcan un desgaste colosal y la preferencia por un modelo republicano, mientras la oficial, la del CIS, la que pagamos todos, se niega sistemáticamente a preguntar sobre le modelo de estado no vaya a ser que apuntale el declive innegable.

Usados hasta lo pornográfico palabras como convivencia, transición o consenso no son más que epítetos que tratan de reforzar un relato. El de su propia supervivencia como monarca cimentado en una historia que es real porque le puso una corona, pero no es la realidad. No es la verdadera.

Y es que trono y corona son dos regalos envenenados más que nos colaron bajo el ruido de sables en una Transacción que dejó impune una dictadura fascista, el franquismo, que enraizó algunas de sus costumbres más execrables como la corrupción, el autoritarismo, el machismo, la xenofobia y la versión de una España que no ha sido nunca así y que no lo será. El golpismo, el revanchismo y las ínfulas de grandeza de militares trasnochados que vemos hoy en día ganaron músculo en la dictadura pero son lacras propias de la política españistaní.

La monarquía es la clave de bóveda de todo lo que supone el atado y bien atado franquista: el Régimen del 78. Si cae la familia real también caerán los privilegios de la iglesia católica. Se investigarán a todos los próceres del régimen, prohombres de la economía patria que se lucraron con trabajo esclavo y las corrupciones propias de la dictadura. Se caerá la vergüenza nacional que supone la Ley de Amnistía que blinda a los criminales de la dictadura y se podrán ya limpiar instituciones plagadas de fascistas como las fuerzas de seguridad, el ejército y los juzgados.


Esta noche durante la reunión familiar, en persona o como desgraciadamente será más habitual, por videoconferencia o teléfono, el Rey se dirige a la nación. Cuando recordamos a los seres queridos que todos hemos perdido durante esos doce meses, el monarca largará su discurso habitual de palabras huecas y contenidos vacíos. Cuando al acabar la cena, brindemos con vino o un digestivo estaremos viviendo en fraternidad con quienes más nos importa. Nos alejaremos de la crispación y el dolor que causan quienes defienden y veneran tanta indignidad, tanta inmoralidad. Muchos millones de españoles huímos de esta parafernalia, de esta homilía rodeada de fascismo. No hay mayor desprecio que no dedicar, no perder, un minuto en ellos. Mañana habrá que seguir luchando para recuperla. 

 

Feliz noche a todas y todos.

El Manifiesto Comunista. Comentario

  Introducción En 1848 se publicaba el documento político-ideológico y filosófico más trascendental de la Historia de la Human...