El
discurso
del Rey,
además de una película estupenda con unas interpretaciones
brillantes, es en España, un género periodístico más. Es por
supuesto, un momento culmen de la vida política patria. La única
ocasión en la que el Jefe de Estado se digna a dirigirse a sus
conciudadanos (nos llaman súbditos) y hacer un repaso somero a
lo más destacado del año acorde con una visión concreta y
muletillas y frases hechas que ya de tanto repetirse, no sólo es que
hayan perdido su significado, sobretodo con el deterioro del
significante, sino que ya emborrona la dignidad de quien escucha.
En
las redacciones periodísticas de este país sobretodo de los medios
pro-régimen es imprescindible seguir un guión para edulcorar la
figura y sus palabras, mostrar a tono unísono la avalancha de
parabienes que lanzan los dirigentes pro-sistema y callar. Callar las
voces, cada vez más, de quienes estamos hartos de tanta inmoralidad.
Y callar
la corrupción y la hipocresía de la casa real.
A
mi, a veces me parece que el
discurso del Rey
es el telonero de la cena familiar de nochebuena. Mejor aún. Como si
la sarta de soflamas y lugares comunes del monarca fuera el breefing
de los temas a tratar mientras pelamos langostinos y con disimulo
profanamos el diseño modernista de las tablas de quesos y embutidos.
Y
el de este año promete. Porque esta mierda de año 2020 que ha
reventado las costuras de los convencionalismos sociales que teníamos
han quedado claras tres cosas: la importancia capital de los
servicios públicos como garantes de la democracia (sanidad,
educación y servicios sociales)
empezando por recuperar de la economía más salvaje todo lo que
tiene que ver con el cuidado de las personas, especialmente nuestros
ancianos.; la importancia crucial de la
ciencia como motor de avance del ser humano;
la necesidad urgente de articular una economía social que proteja el
medio ambiente y pare la degradación actual y luche
contra el cambio climático.
El
coronavirus
ha tapado las bocas con mascarillas higiénicas pero no oculta un
clamor ante la avalancha de noticias que demuestran la falsa
moralidad de la monarquía. Mientras el país, y todo el mundo, está
pasando una crisis que debería replantearnos la
prevalencia del dinero por encima de todo, incluida la vida,
la Casa Real emitía comunicados y escondía la cabeza bajo el barro
cuando salían a la luz (gracias a ese periodismo que actúa como tal
y no como un vasallo, y sobretodo extranjero) todas las corrupciones,
comisiones y líos
de faldas
del Emérito (todavía hay silencio en torno a la parece ser no
envidiable vida personal de los titulares en trono).
No
tiene que ser fácil ponerte a escribir o casi mejor repetir lo que te han escrito, cuando vives una vida que no tiene nada que ver con
la de esos millones, algunos fusilables,
a los que te diriges. Porque vives rodeado de abraza-farolas,
pesebrederos
y compiyoguis
que desconocen como se conjuga el verbo trabajar. Porque defiendes un
estado de las cosas inamovible que es la única forma de mantener la
vidorra que llevas, tú, tu familia y el resto de vividores. Y porque
hablas a un público cautivo al que no conoces, porque te lo
presentan detrás de cordones de seguridad y lejos de palacio. Si lo
conocieras aunque fuera un poquito, entenderías que en esta
sociedad, para convencer hay que ejemplificar, no sólo con la
palabra, sino sobretodo, con los hechos.
La
figura del Rey
y la persona de Felipe de Borbón, no valen para presentarse ahora
como un mediador o un árbitro que ponga paz y construya puentes. El
3 de octubre de 2017 dinamitó su propia versión apolítica al
entrometerse en el fango del independentismo catalán para favorecer
la causa centrista. Y el 15 de marzo de este año al día siguiente
de que nos viéramos en un Estado de alarma, la monarquía salía por
la tangente para separar al actual inquilino de la Zarzuela de las
tropelías de su padre. Como si éste no las hiciera siendo Rey, y
como si esa herencia envenenada no forme también parte del paquete
de corona y palacio.
Por
lo tanto, no
hay ejemplaridad en la conducta de la familia real,
y el Rey no tiene empaque para promover una serie de pactos y actuar
como un “destensionador”
de la situación política que se encrespa por momentos. Pero hagamos
un momento un ejercicio de imaginación y pongámoslo con su traje
caro, su nacimiento
napolitano de colección y sus fotos familiares delante de la
pantalla.
Podría
hablar del modelo
de estado.
No con la imposición de una visión del país que no tiene nada que
ver con la verdad de esa España única e indisoluble. Sino con el
país que tiene hasta 4 lenguas co oficiales además del castellano.
Que tiene más dialectos y realidades culturales significativas que
enriquecen todo lo que somos. En definitiva, frente a la opresión a
la que ya demostró fidelidad, sitemos con la libertad y con el
sentido público de solucionar problemas antes que crearlos y en
dejar una solución para los próximos 20 años.
Felipe
VI podría dejar de llenarse la boca con la Constitución
del 78
y comenzar a ejercerla para hacer una defensa pública sobre los
derechos y libertades de todas y todos. Artículos hay que defienden
la vivienda digna, el trabajo digno, la igualdad efectiva entre
géneros o la aconfesionalidad del estado. Promover con urgencia
pactos: contra la violencia machista, por la situación de la
vivienda en este país; por la ciencia; por la lucha contra el cambio
climático y la defensa del medio ambiente; contra la corrupción y
el nepotismo. Por limpiar las instituciones de fascistas sobretodo
ejército, fuerzas de seguridad y judicatura.
Podía intentar acercarse a los jóvenes por ejemplo. A universidades o a donde se reúnen los riders. Podía ir a un centro de atención de inmigrantes. O escuchar por videoconferencia a sus compatriotas emigrados por la falta de oportunidades. Podía ir a escuchar las reclamaciones de los jubilados, los parados de larga duración, los agricultores, ganaderos, pescadores, apicultores. Qué les sucede a quienes viven en el entorno rural. Ir e interesarse por la situación en un centro de ayuda a mujeres maltratadas. Le pitarán, abuchearán y alguien le contará a la cara la sinvergoncería de su familia y su institución. Pero eso, también va en el cargo y en la asignación millonaria que recibe cada año.
Pero no lo hará. ¿Sabéis por qué? Porque el deleznable estado de las
cosas son causas y consecuencias del Régimen
del 78,
y en él está su figura, su corona y sus privilegios como una
dotación presupuestaria creciente y una inviolabilidad judicial,
extensible a toda la familia y como hemos ido viendo, a parte de
componer un derecho medieval totalmente anacrónico es un insulto a
la inteligencia y dignidad del país.
Una
institución poderosamente heteropatriarcal se nos dirige esta noche
con un paternalismo vomitivo, mientras que no tenemos datos
filedignos del respaldo o repudia de su figura y de un modelo de
estado donde no sólo se nos impide expresarnos, sino donde ni
siquiera nos preguntan sobre la aceptación de la monarquía. Las
pocas encuestas privadas marcan un desgaste colosal y la preferencia por un modelo republicano,
mientras la oficial, la del CIS, la que pagamos todos, se niega
sistemáticamente a preguntar sobre le modelo de estado no vaya a ser
que apuntale el declive innegable.
Usados
hasta lo pornográfico palabras como convivencia, transición o
consenso no son más que epítetos que tratan de reforzar un relato.
El de su propia supervivencia como monarca cimentado en una historia
que es real porque le puso una corona, pero no es la realidad. No es
la verdadera.
Y
es que trono y corona son dos regalos envenenados más que nos
colaron bajo el ruido de sables en una Transacción
que dejó impune una dictadura fascista, el franquismo, que enraizó
algunas de sus costumbres más execrables como la corrupción, el
autoritarismo, el machismo, la xenofobia y la versión de una España
que no ha sido nunca así y que no lo será. El golpismo,
el revanchismo y las ínfulas de grandeza de militares trasnochados
que vemos hoy en día ganaron músculo en la dictadura pero son
lacras propias de la política españistaní.
La
monarquía es la clave de bóveda de todo lo que supone el atado y
bien atado franquista: el Régimen del 78. Si cae la familia real
también caerán los privilegios de la iglesia católica. Se
investigarán a todos los próceres del régimen, prohombres de la
economía patria que se lucraron con trabajo esclavo y las
corrupciones propias de la dictadura. Se caerá la vergüenza
nacional que supone la Ley de Amnistía que blinda a los criminales
de la dictadura y se podrán ya limpiar instituciones plagadas de
fascistas como las fuerzas de seguridad, el ejército y los juzgados.
Esta noche durante la reunión familiar, en persona o como desgraciadamente será más habitual, por videoconferencia o teléfono, el Rey se dirige a la nación. Cuando recordamos a los seres queridos que todos hemos perdido durante esos doce meses, el monarca largará su discurso habitual de palabras huecas y contenidos vacíos. Cuando al acabar la cena, brindemos con vino o un digestivo estaremos viviendo en fraternidad con quienes más nos importa. Nos alejaremos de la crispación y el dolor que causan quienes defienden y veneran tanta indignidad, tanta inmoralidad. Muchos millones de españoles huímos de esta parafernalia, de esta homilía rodeada de fascismo. No hay mayor desprecio que no dedicar, no perder, un minuto en ellos. Mañana habrá que seguir luchando para recuperla.
Feliz noche a todas y todos.