Este es el hornazo que hice del año pasado; este año me ha surgido un tema que me impide elaborar uno como se merece.
Hoy es Lunes de Aguas. Una fiesta que se celebra en Salamanca desde siempre. Estando en el exilio económico al que nos han condenado los mangantes que llevan rigiendo la ciudad, provincia y región los últimos 35 años, es el día que más duro se hace en cuanto a cariño al lugar de origen. Qué más nostalgia atrapa.
La fiesta en cuestión ha sido siempre marchar con los amigos y familia al campo a merendar. Estar con los seres queridos, disfrutar de un día, un lunes diferente, a orilla del Tormes u ocupando parcelas a la sombra de las encinas. Unas cartas, quizás un balón para jugar, y ya está. Buena conversación, risas, pasar tiempo agradable con la gente imprescindible. La marcha hacia el río, la vuelta a casa, atardeciendo y ya de noche. Buenos momentos que compartir; tesoro de esta tierra y este pueblo tan ajados.
El menú: Tortilla de patata, unos encurtidos, unas latas de conserva, un poco de fruta, algo de queso y embutido, y por supuesto un buen hornazo. ¿La bebida? Algo normal, un poco de cerveza o vino, refrescos y agua. En mi infancia y juventud, nadie se cogía una borrachera el Lunes de Aguas.
Un poco de Historia:
El 12 de noviembre de 1543 el joven príncipe de Asturias, Felipe II llega a Salamanca con 16 años de edad. Estaba allí para desposarse con María Manuela de Portugal. El ambiente universitario de Salamanca ya era célebre e impresiona al joven príncipe, quien queda avergonzado, y cuentan las crónicas enfadado, con el continuo festín de fornicio y fiesta que allí se produce. Por aquel entonces la Universidad de Salamanca ya contaba con 8.000 alumnos, la mayoría de ellos, pertenecientes a las principales familias del reino, aunque también abundan los becados, sopistas y menesterosos. Algunos acompañados de sus mozos y criados. Hay catedráticos y bachilleres. Se celebran ferias semanales que acercan más personal a la urbe. Y hay taberneros, alcahuetas, y si, prostitutas. Estas se hacían ver a través de una curiosa falda acabada en pico y de color marrón. De aquí viene la expresión “andar de picos pardos”, cuyo significado seguro ya sabéis, y que como veis, se origina en Salamanca.
Ante este escenario, Felipe II se siente escandalizado. Ve como Salamanca, proclamada Orbe del Mundo, cuna y mecedora del saber y la ciencia, es al mismo tiempo el mayor burdel de Europa y decide tomar cartas en el asunto. Para ello, en consonancia con su carácter recto, clerical y moralista, publica un edicto en el que ordena que durante “la Cuaresma y la Pasión, la prohibición de comer carne se haga extensiva para todos los sentidos […] y evitando que las conductas lleven al pecado carnal, ordeno que las prostitutas sean expulsadas de la ciudad y conducidas extramuros hasta el Lunes de Pascua. […] El castigo para quien se salte este mandato y salga de la ciudad para pecar será la excomunión”.
Hecho edicto, el miércoles de ceniza las prostitutas salían de la ciudad dirección al Arrabal, acompañadas por el Padre Lucas, el popular Padre Putas, quien cuidará de ellas tanto de su físico como de su espíritu.
Pasada la Semana Santa, el Padre Putas devolverá a las prostitutas a la ciudad a través de una barcaza -parece que tenían prohibido usar el puente-, tras haberlas confesado y hecho comulgar. La comitiva era recibida con algarabía y fiesta por toda la ciudad, especialmente por los estudiantes.
Y aquí está el origen de esta fiesta tan auténtica, y tan particular como es el Lunes de Aguas.
Esta tradición ya centenaria ha sido celebrada casi sin paréntesis. Sólo unos cuantos años en los siglos XVII o XVIII hubo prohibición, pero ni siquiera la dictadura, ni tampoco durante la Guerra Civil (en realidad en Salamanca, la Guerra Civil duró 18 minutos) pararon la celebración.
En la actualidad, la fiesta arrastra su propia tradición, acompañada de una normativa que hasta ahora se ha tomado el día con bastante indiferencia. El Lunes de Aguas NO ES FIESTA en Salamanca. Existe la convención social de que la tarde del lunes de Pascua, los comercios y empresas cierren, y las gentes puedan irse a degustar del hornazo, tras haber trabajado durante la mañana. No ha habido voluntad para dotar al día como festivo, ni darle una significación cultural-histórica especial.
Las charangas acuden a los parques de la ciudad a amenizar la tarde y el control del tráfico son las únicas medidas que los regidores han ido tomando para tal día tan especial.
Y aquí tras darle muchas vueltas, tengo que decir que no lo veo mal y me parece hasta recomendable. Porque este carácter tan íntimo y peculiar de la festividad, con una mañana de trabajo normal y una tarde en el campo le confiere un estatus de espontaneidad y sobre todo, de salmanticidad. Es algo de las salmantinas y salmantinos, estemos donde estemos, y de quienes viven allí. No hace falta que venga gente de fuera -realmente, en ninguna fiesta hacen falta visitantes-. No tiene que ser un evento multitudinario. Tiene que ser un evento de la gente que vive ahí y siente como suya la fiesta.
Ahora, como todo hay que comercializarlo, monetizarlo y hacerlo Trending, los mangantes que desgobiernan Salamanca y los empresaurios parásitos y mediocres que la anquilosan, solo desean poner autobuses para que vengan los madrileños. Hacer de una fiesta un botellón y un festival con dj, para así ganar más pasta con el patrimonio de todos.
Y estoy harto.
Porque
me agota que la propia iniciativa de la población, en cualquiera de sus formatos, tenga que convertirse en un rédito de ingresos para
unos pocos
y de trascendencia en los social media de los madrileños. Estoy cansadísimo de esta comercialización y esta apropiación constante y consciente del folclore popular, sin el más mínimo interés en cuidarlo. Porque no dejan de ser unos rastreros que hablan de patria y tierra y lo que único que les importa es el dinero que pueden arrancar de ellas.
Desde luego que sé muy bien, cuál fue el origen de la fiesta y cómo se convertía en una orgía y una bacanal. Esa es la historia.
Por supuesto, que las sociedades evolucionan y cambian y todo eso que está muy bien, pero no siempre quiere decir que esa evolución y cambio sean positivos. Que hoy vaya a haber gente, joven, incluso muy joven, con una cogorza de campeonato, o que consuma estupefacientes, no va a hacer que se “acerquen” al fenómeno del siglo XVI. Todo lo contrario, se alejan del espíritu familiar, de amistades y de autenticidad que tiene el día de hoy. De verdad, hacerme caso porque algún pedo, de un conocido o un desconocido, me ha tocado aguantar un Lunes de Aguas, y no es necesario. Es que no es recomendable porque se pierde la esencia del día de hoy, que es un tesoro que tenemos en Salamanca. Y todas y todos tenemos que estar juntos para defenderlo, promocionarlo entre nosotros, y conservarlo como lo que es: un día especial de primavera, de amistad, compañerismo, alegría y hornazo!
Feliz Lunes de Aguas a toda Salamanca!
Pd y Actualización:
Por supuesto, cuando acabe la tarde y marches para casa, deja el terreno como te lo has encontrado. Llévate tu basura y tírala a un contenedor. Que ya se ha tomado por costumbre dejar todo hecho una mierda y que tengan que venir a limpiarlo. Qué sois adultos para lo que queréis, cojones!
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