domingo, 25 de octubre de 2020

El Estado de Alarma para surfear la segunda ola

El presidente del Gobierno tras Consejo de ministros extraordinario ha decretado un nuevo Estado de Alarma para 15 días -lo que viene expuesto en la Constitución- con visos a mantenerlo hasta el mes de mayo, en razón a pasar el invierno y la época que se supone de mayor incidencia en los hospitales. Por dentro pasarán las Navidades, casi todo el curso escolar y en definitiva más de medio año con el fin último de mantener a raya la curva de incidencia de la pandemia. Bajar los contagiados, los hospitalizados y los fallecidos. Y por supuesto ayudar en el alivio a un sistema sanitario español que ya presentaba antes de la COVID suficientes síntomas de agotamiento y fractura y que en esta segunda ola vuelve a sufrir los desvarios de políticos y gestores y las criticas de pacientes y usuarios.

El Estado de Alarma viene como condición previa a la toma de responsabilidades y decisiones de las Comunidades Autónomas. Estas habían pedido ya la intervención estatal, primero en forma de garantía judicial para controlar la explosión de casos. Pero también, y mucho más significativo, para tratar de superar la situación con el apoyo del gobierno estatal. Escurrir el bulto de su inoperancia es también un objetivo marcado por los gobiernos autonómicos. La primera medida ya aprobada es el toque de queda entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana.

En medio quedamos la población. Por un lado una mayoría de personas que desde marzo nos hemos tomado todo esto en serio. Cambiando nuestra vida. Restringiendo contactos. Eliminando viajes. Planificando salidas para lo estrictamente necesario, en algunos casos únicamente trabajo y compras de subsistencia. Ahora y desde hace unas semanas viviendo ya en un auto-confinamiento, convencidos de que es la única manera de mantenerse libres de la enfermedad y dar un respiro a la sanidad pública.

Ahora sufriremos las condiciones de un estrechamiento de la movilidad personal provocado en una buena parte por la actitud irresponsable de los liberticidas que no han comprendido lo que ha estado sucediendo. Que han puesto por encima su privilegio a la fiesta, a sus cañitas y sus viajes por encima de la salud general de la población. 

Muchos ya sabíamos que la deriva ultra liberal de la sociedad nos lleva a comportamientos donde el egoísmo y la vanidad son el motor de las vidas. Donde el apego a una supuesta libertad que no es más que un privilegio quedaba por encima del bien común. La irresponsabiildad y la irracionalidad de unos pocos frente a la resignación y saber estar de la mayoría que sufrimos y sufriremos ahora. Un relato en estos meses trufado de fake news y bulos; de negacionistas y clases pudientes; de trabajadores y de ERTES.

Este giro de tuerca en la nueva normalidad puede ser el paso previo a un nuevo confinamiento. Es la última medida antes de tomar mayores responsabilidades por parte de unas administraciones que han visto como el tibio control de la situación de finales del verano se ha desmoronado en cuanto han bajado las temperaturas, han llegado los colegios y universidades y se han mantenido las quedadas y fiestas como si nada pasará. Como si nada hubiera ocurrido.

Y buena parte del actual y futuro colapso del sistema sanitario patrio viene porque ninguna de las autoridades sanitarias de éste país han acabado de poner los recursos necesarios e imprescindibles para abordar el advenimiento de la segunda ola.

El número de nuevas camas de UCI -con su personal correspondiente- que se han instalado en éste país desde junio es 0. Son las Comunidades Autónomas quienes tienen las competencias y responsabilidad en la materia y lejos de hacer una apuesta clara por la sanidad pública y la salud de sus conciudadanos han mantenido la línea previa, aunque eso suponga deshacerse de plazas de sanitarios en plena pandemia mundial.

Tampoco en los sistemas de transporte, ya fueran públicos colectivos o privados, se han puesto medios para que la recuperación de una vida normal, no expusiera a los millones de trabajadores en su día a día. Las empresas, empezando por las públicas de la administración, han tenido bastante manga ancha para hacer y deshacer a su antojo en materia de prevención.

El Gobierno central, por más que Ministro y responsables técnicos, han llamado a la mesura y la preparación tampoco ha apretado las clavijas convenientemente. Primero porque ya en marzo y abril dejó a la sanidad privada haciendo negocio. Fue necesaria (y lo será) la nacionalización de los recursos de las clínicas y seguros privados y no se hizo. Más allá de los requerimientos de contratación de rastreadores no se ha apretado a las regiones en reforzar la sanidad pública con más personal especialmente en la atención primaria. Y además, dentro de esa línea de salvar la economía, mientras se abrían fronteras al turismo del norte de Europa, se permitía a los bares y al ocio nocturno hacer de su capa un sayo y se hacia un llamamiento a la población para que consumiera y le diera al frasco como si nada hubiera pasado.

Y esta es mi principal crítica a la actuación del gobierno central: Haber sido extremadamente tibio en las fases de desescalada permitiendo a Madrid ir saltándoselas cuando no cumplía lo prometido. Eso ha lanzado un mensaje de materia superada” al coronavirus y a una población, donde especialmente los jóvenes, han demostrado estar fuera de la realidad. Los comportamientos este verano y estos meses de septiembre y octubre han sido bochornosos y dantescos. Aunque probablemente no sean la mayor causa de contagios del coronavirus en esta segunda ola de la pandemia, si que han estimulado un estado de opinión sobre la irresponsabilidad de muchos de estos comportamientos y de la inteligencia emocional de sus protagonistas.

Al virus no se le venció en junio, como tampoco será vencido ahora en noviembre. Queda mucho para mayo pero no pinta bien para que en ese momento podamos decir que hemos acabado con el coronavirus. Lo único cierto, y es algo que no ha cambiado por lo anunciado esta mañana, es que tenemos que cuidarnos. Evitar contactos peligrosos. Aglomeraciones. Usar la mascarilla y hacer uso efectivo de la distancia social.

Si hay que salvar la economía, primero tenemos que salvarnos las personas.

lunes, 12 de octubre de 2020

No es mi fiesta


Hoy es 12 de octubre, Día de la Hispanidad, fiesta nacional de España. Y no es mi fiesta. Porque éste día que ya durante la transacción se llego al acuerdo de mantenerlo como fiesta nacional no ha cumplido su objetivo. Porque en el camino de institucionalizarla para que sea vivida con respeto y orgullo, dentro de la pluralidad que tiene el estado, sistemáticamente se convierte en una fiesta exclusiva. Carece de ese sentido inclusivo para que todas y todos nos sintamos un mínimo cómodos, y sobretodo y más importante, nos reconozcamos como iguales y convencidos de vivir en un estado que nos garantiza nuestros derechos y dignidad.

Se celebra en Madrid (enfangado en su ciénaga propia y en estado de alarma) ahondando en el centralismo autoritario del estado español. La inclusión de las regiones y sentimientos de pertenencia regionalista o nacionalista quedan excluidos. Las banderas de las Comunidades Autónomas ni aparecen. Se impone una visión de España que no se corresponde en absoluto con la realidad y que hace que muchos la vean y al sentimiento patriótico español como una opresión y una limitación de su libertad e identidad.

Desfilan el ejército, la Guardia Civil y la policía nacional y la bandera con el Rey saludando como jefe del estado y coronel de los tres ejércitos. Los jueces y fiscales también tiene su espacio. Los cientos de miles de trabajadores del estado, ya sean médicos, profesores, bomberos o administrativos no cuentan. El resto de clase trabajadora es ignorada. Sólo tienen el privilegio de "desfilar" unos cuantos limpiadores que limpian las deposiciones de los caballos del regimiento de caballería y de la cabra de la legión. Las autoridades políticas, representantes de la soberanía popular permanecen en segundo grado.

Sólo destacan las de la izquierda que reciben los abucheos e insultos de los espectadores que acuden en masa al clamor patriotérico para hacernos ver a todos y sobre todo a ellos mismos, que esa es su fiesta, que es su día y que España es su cortijo. Nosotros no pintamos nada y a lo único que aspiramos es a servirles sin rechistar o a ser abono en las cunetas.

Esta falta de respeto y sentido democrático lo es a todos los españoles que lo somos tanto, y seguramente más si nos guiamos por la aportación tributaria de unos y otros, que ellos. Las protestas son parte de la democracia, pero no el insulto, la mentira y la humillación sistemática de los otros.

En estos últimos años se ha procedido a un blanqueamiento del fascismo y del franquismo que tiene su consecuencia en el auge de Vox, una ultraderecha sin complejos que azuza los vientos de odio y que tenemos que parar entre toda la clase trabajadora. La han aupado los medios y la derecha oficial del estado, en el PP, absolutamente desnortada y arrasada por la corrupción y su inoperancia en la recuperación de la crisis económica que sólo ha traído recortes y mayores desgracias para el grueso de la población. Y que ahora en la crisis del coronavirus no sólo se muestran incapaces de gestionar sus responsabilidades, sino que se niegan a dar una imagen de unidad y consenso frente a un enemigo externo. Son asi de miserables.

Sin embargo, el 12 de octubre sistemáticamente los mayores insultos se los lleva la izquierda, más si está en el gobierno, porque al fin y al cabo son las gruppies del franquismo las que glosan este día (y también el 20 de noviembre) recuperando una visión distorsionada de la historia con un relato que legitima el estado de las cosas entre ellas la violencia, la corrupción, la falta de democracia y de dignidad para millones de personas.

La bandera no es sólo de ellos, pero si que lo es una visión rancia, caduca y deformada de lo que es nuestro país y cuando se apropian de un trozo de tela, es inevitable que quienes pensamos, deseamos y creemos en un país mejor con futuro y cabida para todas y todos denostemos esa bandera y este día.

Aquí no se trata de adoctrinar, sino de impedir que nos adoctrinen. No se trata de erigirse como poseedor de una única verdad, pero si de manifestar que una democracia moderna está, tiene que estar, abierta a la crítica y la sátira. Cuando un humorista se suena los mocos con la bandera o cuando una afición de un equipo abuchea el himno, nos podemos quedar en lo simbólico o entrar en lo que se está expresando: Ni más ni menos que el hartazgo con un modelo de país y unas actitudes cainitas, corruptas y soberbias que nos lastran y nos impiden avanzar.

En esta edición esta democracia con dos reyes va a tener a uno huido de la justicia en un país que sistemáticamente incumple los derechos humanos y funciona como una monarquía totalitaria medieval. Entre los sátrapas saudíes el ciudadano Juan Carlos se siente como en casa. El otro muestra una afinidad indisimulada y bochornosa con la extrema derecha y con esta visión de la España única, rancia y retrógrada. Le molesta mucho cuando una bandera no se despliega al aire correctamente pero no se muestra incómodo ante los deshaucios, los expedientes de regulación de empleo, el drama de la España vaciada, los asesinatos machistas, la pobreza o las muertes en las residencias de ancianos, todos ellos sus conciudadanos antes que súbditos. Ambos representan una familia trufada de corrupción, mentira e inmoralidad. Y estos valores se trasladan al trono, a la institución de todos los españoles, que representan y que nos presentan ante los demás. Un trono sustentado por el dinero del franquismo, pero también de dictaduras extranjeras como los príncipes de los Emiratos o el sha de Persia y con la injerencia de la CIA interesada en un mundo a su medida de estados vasallos que le deban sumisión. Esta es la legitimidad de la monarquía y no es para sentirse orgulloso si se es patriota.

La Ley Mordaza sigue vigente y oprime y castiga a la población civil que disiente del estado de las cosas y que nos avergonzamos en este país corrupto, hipócrita y sin futuro. La policía golpea en los barrios humildes y trabajadores, mientras aplaude las banderas franquistas en las manifestaciones de las clases pudientes. Y hoy se supone que tenemos que celebrar con ellos.

Las víctimas de la pandemia tendrán su momento de recuerdo como también las han tenido las víctimas del execrable terrorismo etarra. ¿Y las víctimas del 11M o del atentado de Barcelona?. ¿Y las víctimas del terrorismo fascista o de la violencia policial?. ¿Y las víctimas de los accidentes de tren, avión o el de Metro de Valencia?. ¿Y las víctimas de violencia machista?. ¿Y las víctimas que han muerto o quedado heridas en el trabajo en accidentes laborales y enfermedades profesionales?. Si fuéramos un país a celebrar hoy también tendrían su espacio.

Sin embargo tendremos el ruido y la furia de una visión de país que no me representa, ni a mi ni a millones, la mayoría de la población que vivimos en España y que legalmente somos españoles. Y esa es la verdadera tragedia de España. La carencia de memoria, historia, dignidad, humildad y de futuro que tenemos. De conocernos a nosotros mismos y en nuestra diversidad. Con empatía y con ánimo de aprender y compartir. Y los que nos sentimos mal por este estado de las cosas no sólo no estamos representados en la parafernalia retransmitida por los medios. Es que estamos expulsados y los símbolos identitarios del estado como bandera, himno, fiesta o jefatura del estado se usan como armas hacia el que no piensa igual.

Por eso duele España y por eso es imposible sentirse hoy de fiesta por más que deseemos un país mejor para todas y todos.


viernes, 9 de octubre de 2020

Pandemia de clases

 


Acaba de entrar en vigor el estado de alarma en Madrid capital y ocho municipios más de la región de más de 100.000 habitantes decretado por el Gobierno de la nación ante está segunda ola de la pandemia del coronavirus y sobretodo, de la nefasta y criminal gestión del gobierno de la comunidad de Madrid.

La situación es límite y desborda las capacidades del sistema sanitario regional, muy tocado por la deriva de treinta años de neoliberalismo en estado puro, con los sectores profesionales sanitarios declarados en estado de guerra contra los gestores políticos, y amenaza trasladar esa situación al resto del estado español haciéndose valer del privilegio, pues no es más que un derecho sustentado por una capacidad económica, de viajar en este puente de octubre.

El Gobierno de confluencia ha tenido que tomar las riendas de la situación y para aplicar las mismas normas de protección de la salud general, sortear e boicot político efectuado por los perros sarnosos de la derecha instalados en el tribunal superior de Madrid, con la inestimable ayuda del ejecutivo regional. Ayer estos tumbaban el anterior decreto y hoy en consejo de ministros extraordinario se ha decidido la implantación del estado de alarma durante 15 días para con criterios científicos y sanitarios poder doblegar la curva de incidencia de la pandemia en Madrid, frenando la transmisión comunitaria y en definitiva, evitar por todos los medios que el virus se mueva libremente.

No debería ser esta la deriva de la situación pero es lo que tiene Españistan con una derecha en franca oposición porque consideran el estado como un cortijo particular y no toleran los momentos en los que la alternancia los lleva a dejar el gobierno. Utilizan todo, desde los medios, los jueces y las administraciones regionales para hacer oposición incluso en una situación de extrema gravedad que debería sacar de todos nosotros lo mejor, empezando por una unión y sentido de pertenencia en el objetivo de salir de la pandemia con los menores daños posibles y con la certeza de que el país se construye invirtiendo en sanidad pública, educación pública y servicios sociales.

Ahí es donde queda desnuda la gestión de las derechas, neoliberal y fascista a partes iguales, empeñada en hacer negocio y prosperar a base de mentiras y corruptelas sin importar los dolores que causan.

En cambio buscan la confrontación y la crispación extrema para que nada cambie. No quieren negociación y acuerdos. No buscan la concordia y dar una imagen de unidad.

El continuo boicot. El empleo de la situación sanitaria y de la administración regional para hacer oposición. La franca ineptitud y soberbia demostrada. La mentira como estrategia política y de actuación. Todo esto es el debe de la gestión del pacto PP+Cs que comandan Ayuso y Aguado y que es absolutamente incapaz de gestionar con un mínimo de decencia la sanidad y los derechos y deberes de todos los madrileños. Esto repercute además, debido a la especial configuración territorial del estado español, en las demás regiones, especialmente en las cuatro más pobres y despobladas que encima son las que aportan ingentes cantidades de jóvenes a Madrid: Castilla y León, Castilla La-Mancha, Extremadura y Aragón. Nos roban el futuro y nos castigan con su soberbia e ineptitud.

Aquí no está de más, recordar que hoy “tenemos” este gobierno en Madrid, región y ciudad, gracias a la inestimable ayuda de Carmena y Errejon que desmontaron una fuerza cualificada que ayudaba a generar una alternativa a esto. También sale mal parado el PSOE madrileño incapaz desde hace veinte años de oponer una mínima resistencia.

Pero volviendo a lo que tenemos nos encontramos con una gestión que va a hacer que acaben en el banquillo de los acusados: Porque no han contratado ni a una décima parte de los rastreadores a los que se comprometieron en mayo. Porque han desmontado y siguen haciéndolo todo el sistema de atención primaria. Porque han mentido por sistema en la transmisión de datos entre consejerías de sanidad y ministerio, a sabiendas. Porque su objetivo ni es ni ha sido la victoria sobre el virus, sino emplear el virus para vencer al gobierno. Porque Ayuso, Almeida y Casado, más la extrema derecha han alentado una serie de protestas en nombre de la libertad individual frente a la política de supervivencia al coronavirus basada en la igualdad, la fraternidad y la responsabilidad tanto individual como de grupo.

Esto se ve desde el primer momento, pero sobretodo en la secuencia de las últimas semanas. Como desde la Comunidad de Madrid toreando una vez más su Constitución se han ordenado cierres de los barrios pobres de Madrid, mientras los más pudientes se mantenían libres de imposiciones, pese a tener en muchas ocasiones registros de contagio mayores.

En una de las más execrables muestras de la lucha de clases de toda la historia, la derecha de este país ha pretendido hacer prevalecer los privilegios de clase por encima de los derechos individuales y colectivos del resto de la población, empezando por el derecho a la salud.

Todo ello envueltos en la bandera de la que se han apropiado porque para ellos, el resto, los que no pensamos como ellos, no somos españoles. Llenan una playa o una colina de banderas por las víctimas del covid tratando de hacer creer a la opinión pública que todas las víctimas son por obra y gracia de un gobierno demoníaco, bolivariano, comunista y totalitario. Cuando los muertos son por su nefasta y criminal gestión como en el Accidente de Metro de Valencia o el 11M, son víctimas de segunda y tercera que no merecen ni una triste placa en la calle.

Esa es la derecha de este país. Está en los medios de comunicación de masas que componen un espectro de mezquindad y aborregamiento insoportable. Un mensaje a una voz con tal de convencer al votante que ellos son los grandes gestores y los otros son impropios y antidemocráticos. Tiene bemoles la cosa.

Esa derecha fascista se exhibe sin pudor desde los tribunales totalmente parcializados por herencia de la dictadura franquista que murió plácidamente en la cama y al día siguiente nació demócrata de pleno derecho. Tribunales superiores, constitucionales, fiscalías o audiencias nacionales empleadas por el PP a conveniencia. Si hay que hacer ruido para tapar el uso de las instituciones del estado o de la inmoralidad manifiesta de la monarquía borbónica se usa. Si hay que contra programar el anuncio del proyecto de presupuesto expansivo del gobierno se hace sin ningún problema. La separación de poderes en Españistan es como el amor a España del Rey emérito. Se habla mucho de ello pero no se puede probar.

Esta derecha ultraliberal no tiene ningún problema en lanzar sus perros contra la población. Que hay una manifestación en un barrio obrero pidiendo más médicos, más profesores, más bibliotecas o menos corrupción. O parar un desahucio o una tropelía urbanística que pone el patrimonio de todos como negocio de unos pocos allá van los pro-disturbios a repartir leña. Son los grises del franquismo, la brigada político social modernizada y bañada de un halo de grandiosidad por los medios de comunicación cuando son los bastardos que protegen al opresor de la rabia justificada del oprimido. Cuando los cayetanos se manifestaban en abril o los negacionistas en junio paraban el tráfico y aplaudían el paso de cacerolas y cucharas de plata con banderas fascistas y anticonstitucionales desfilando. Y estos son los que nos tienen que proteger.

Ahora Madrid queda bajo un Estado de Alarma que va a tratar de impedir la explosión de la enfermedad para que vuelva a colapsar como en marzo. Salvar la economía es lo más importante para toda esta derecha. NO. para ellos lo más importante es mantener y aumentar sus privilegios de clase frente a la vida rayando la indignidad de la inmensa mayoría.

Para salvar la economía primero hay que salvar las vidas. Atenuar la curva de infección. Ponerse serio y duro contra todas las actitudes que nos ponen en peligro a todos. Fiestas, bares, discotecas, pero también en centros de trabajo donde se han tomado a guasa las medidas de protección o donde se explota a los trabajadores sin garantizarles la seguridad. Hay que inspeccionar y hay que multar. Y hay que meter a la gente en procesos judiciales para que de modo de ejemplo se tome conciencia de que poniéndonos la mascarilla y siendo racionales nos ponemos a salvo como colectivo, como país.

Salvar la economía es dotarnos de los medios, sobretodo humanos, que garanticen la igualdad de derechos. Aumentar las plantillas de médicos, enfermeros, resto del personal sanitario. Profesores y educadores. Limpiadores. Científicos. Y a continuación transitar desde esta economía patria groseramente de servicios de baja calidad, enfocada al turismo de cantidad por calidad, a un sistema económico movido por la investigación, el desarrollo, la puesta en marcha de una economía verde donde la recuperación de espacios naturales sea un pilar (algo que daría mucho empleo). Una economía que implanté y recupere la industria de transformación de bienes empezando por la textil.

Este debe de ser el camino porque siguiendo el que llevamos nos vamos al dolor, el sufrimiento y el colapso de los ecosistemas. Y el ser humano es parte de esos ecosistemas, aunque sea ahora como agente destructor o cuando menos de cambio de los mismos. Y en ese camino reconocido por la comunidad científica y universitaria, también a niveles económicos y sociales, es dónde tendría que estar toda nuestra caterva política a una. Pero tenemos lo que tenemos.

Usando la pandemia en la lucha de clases para imponer más dolor e indignidad. Para mantener los abusos y la opresión del hombre por el hombre. Para cicatrizarnos con un relato perverso, inmoral y falso. No debemos rendirnos. Hay que hacerles frente.

 

 

El Manifiesto Comunista. Comentario

  Introducción En 1848 se publicaba el documento político-ideológico y filosófico más trascendental de la Historia de la Human...