No
se ha abierto la sesión de investidura y ya está toda la caterva mediática ultra-franquista, ultra-nacionalista-madrileña y ultra
liberal echando espumarajos en contra del que, presumiblemente, será
el primer
gobierno de coalición en España en los últimos 85 años.
De izquierdas por supuesto. Atrás quedan las treguas de “los
primeros 100 días de gobierno”
o de los primeros
datos macroeconómicos estacionarios.
Desde ya, con el simple anuncio de la viabilidad de un gobierno bajo
un programa tibio de socialdemocracia pro europea, se pronostican los
7 males, la ruptura de mi Españita,
el colapso de la economía y mil plagas bíblicas más.
Sin
embargo, el apocalipsis que se cierne sobre nosotros a tenor de las
tertulias de tvs y radios y portadas de periódicos, según la
derecha y ultra derecha mediática no pasa de ser una mera muestra
de
revanchismo y mal perder. Al igual que en abril, en noviembre, las
derechas perdieron. Y las izquierdas ganaron, pese a la nefasta estrategia de Sánchez esos meses de querer derrocar a Podemos (lo
que le llevo a perder la maravillosa posibilidad que hubiera dado una
mayoría en el Senado).
Confirmado
el pacto y los apoyos para la investidura -y para unos presupuestos
2020 que olviden ya los detestables presupuestos de Montoro de 2017
que seguimos padeciendo hoy- la rabia de la caverna ultra es amplia
porque se viene una legislatura completa, ya que para echar abajo el
gobierno sería necesaria a priori el voto a favor de PP, Cs, Vox y
de Bildu, de Ciu, de Esquerra, del BNG,…
Esto
no quiere decir que vayamos a tener un gobierno fuerte y que podrá
hacer lo que quiera. No. El
equilibrio es precario por la continua descomposición de la clase
política en nuestro país y por la nula capacidad que se tuvo en el
pasado reciente para articular sistemas electorales y de
representatividad acordes con el sentir mayoritario y minoritario de
la población (que es de lo que va una democracia).
Habiendo leído el acuerdo
programático entre PSOE y Unidas Podemos
da para ilusionarse
puesto que la totalidad de las medidas que lo integran también son
promesas de los principales socios, voy a decir periféricos, de la
coalición.
La reforma fiscal planteada, la limitación de los alquileres, la
derogación de la Ley Mordaza, de la reforma laboral del PP de 2012,
de la desastrosa LOMCE, la subida del salario mínimo, la renta mínima, seguir avanzando en Memoria histórica y justicia democrática y todo el resto de medidas van a otorgar de mucha
mayor dignidad a nuestro país.
Y nos debemos sentir por ello contentos, pero también alerta para
defender un poco de justicia social en el lupanar para los poderosos
que España nunca ha dejado de ser.
Monarquía,
ejército, judicatura, nobleza, iglesia, grandes empresarios, derecha
mediática y derecha política están ya enfrente blandiendo de sus
armas para contestar. Una reacción previsible, la de una mafía, pero no por ello,
es menos indignante y que exige por nuestra parte la solidaridad y la
defensa de un gobierno, que como digo, sin ser de nuestro pleno
gusto, es mucho más deseable que la opresión ejercida por ultras y
liberales, todos
ellos herederos directos de los privilegios de la dictadura
franquista.
Se
viene un tiempo de diálogo, de negociación
por parte del gobierno, mientras uno de los miembros del pacto, Podemos, debe renovar su proyecto, además de constituir de
nuevo una fuerza en las calles, con militancia, horizontalidad y
representatividad (también y muy importante en los mundos laboral y
rural con todo lo que ello implica). Conseguir
los objetivos de clase empezará por defender las pocas medidas que
se han conseguido en este pacto y que ya se atacan con dinero, con
descalificaciones y mentiras desde los medios de persuasión de la
derecha y con mucha judicatura dispuesta a cavar las trincheras. Nos
espera la legislatura más crispada de la historia. Y el nivel ya
estaba muy alto.
Desde
luego quien espere mucho de éste nuevo gobierno se va a desencantar
pronto. No faltan ya criticas desde la izquierda pero es que poco más se puede hacer. Es
importante tenerlo en cuenta y en ese caso,
corre el riesgo de hacerle el juego a las derechitas
cobardes y a la derecha
ricachona valiente.
Como ya he explicado en este blog en alguna
otra ocasión la
política española vive una crisis de legitimidad
antológica. La estabilidad que habían
aportado durante muchos años las burguesías vasca y catalana ya no
existe porque no le quedan argumentos para pactar (o amenazar con
pacto) con la derecha castellana. El procès
voló pocos puentes ya en esa concordia, porque la mayoría los
dinamitó el propio PP cuando mandó
el Estatut
en 2006 a un Constitucional partidista e hiper
conservador.
Al
tiempo, la
corrupción
sistémica del estado español
y la
crisis
económica del modelo neoliberal
y su salida socializando las pérdidas y manteniendo a buen recaudo
los beneficios derrumbó
el edificio socio-político patrio haciendo que sobretodo los jóvenes
salieran a las calles aquel 15
de mayo de 2011.
De aquel impulso revolucionario sólo queda el recuerdo, una
desmovilización pasmosa y un partido político Podemos cuya
emergencia fue tan brillante como desesperante su caída.
Hoy
de aquellos impetús
por asaltar los palacios de invierno queda un pactismo
progre que
sobre el papel ha arrancado una serie de medidas para dotar a las
clases trabajadoras de algo de dignidad en la resaka
tras la orgía neoliberal de los últimos 30 años, dentro
del franquismo
democrático.
En
el momento actual y tras 4 elecciones generales en los últimos 4
años no se puede aspirar a más y es necesario enfrentarse a los
tremendos retos que tiene esta sociedad por delante. Y es que los 9
años, de gobiernos de Rajoy han dejado el país hecho unos zorros.
Hay problemas como la España vaciada o el conflicto territorial que
se han agravado casi hasta términos de lo irremediable. El
paro y la precariedad,
gracias a las reformas laborales son sustanciales al sistema
económico español, así como la inseguridad en el trabajo. Se
mantiene un machismo violento y cultural. El patrimonio cultural y el
medioambiental se degradan día a día entre negacionistas
y lobbystas.
En
el pacto de gobierno hay unas pocas medidas y mucho de simbolismo que
como clase trabajadora debemos defender. Es
posible que por fin podamos poner en marcha esa Transición 2.0 que
venga a remediar los inconcebibles pactos del mal menor de la primera
Transición y se pueda construir ya un edificio democrático en
España, sólido, con valores y con futuro acorde a la Europa y el
siglo XXI.
2019
terminó con el anuncio de la viabilidad del gobierno de coalición
PSOE-Unidas Podemos y 2020 empezará, todo parece ser así, la
investidura
de Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno.
A todas y todos los trabajadores de éste país nos toca mantener la
ilusión por un cambio que dé
futuro y prosperidad a las clases populares, además de tomar
conciencia para defender un gobierno que no será ideal, pero si
cuando menos, cuantitativa y cualitativamente mejor que cualquier
otro gobierno en el escenario actual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario