miércoles, 16 de febrero de 2022

Lecciones que no se aprenden

 


No ha pasado nada sorprendente en las elecciones a la Junta de Castilla y León del pasado domingo, 13 de febrero. El PP recupera su posición de fuerza más votada tras lo sucedido en 2019, pero lejos de la mayoría absoluta. Esa pasa por Vox. La ultraderecha afianza su posición nacional siendo la gran vencedora de los comicios lo que supone una derrota para todos los demás. Se vale del descontento general (por la crisis, por la pandemia) y por la incapacidad de la izquierda, en especial Podemos de hacer políticas que satisfagan ese descontento. El PSOE mantiene sus números mal que bien mostrando una debilidad al alza fruto en buena medida del desgaste del gobierno central. La izquierda, Unidas Podemos, tiene unos resultados lamentables, en otro tope mínimo para la coalición que ya se muestra como una herramienta totalmente inoperante y condenada a la extinción. Soria Ya y UPL avanzan hasta conseguir grandes resultados, en especial en el caso de la plataforma soriana que gana las elecciones en la provincia y demuestra que con trabajo y honestidad se puede luchar contra el bipartidismo y la reacción que trata que nada cambie.

La participación bajó, mostrando claramente la desafección política de buena parte de la sociedad al que se le suma el hartazgo por una cuestión política en este país, absolutamente sobrepasada, con marcos de decisión, representatividad y mediáticos absolutamente inservibles para la sociedad actual y que o bien muestran su ineptitud o reaccionan para tratar de salvar sus privilegios.

Con casi 60.000 votos menos emitidos, el PP gana numéricamente unas elecciones manteniendo su porcentaje de voto pero sin conseguir sus objetivos. Mañueco va a carecer de fuerza para tener una legislatura fuerte. Cambia a un socio inestable como Ciudadanos (que se ha comido la gestión de la pandemia en la región) por uno mucho más peligroso como Vox. El trasvase de votos en estos dos partidos ha sido totalmente limpio. Y el botarate de Pablo Casado no consigue la victoria fácil que reforzará su mandato interno en el PP por lo que le vienen semanas difíciles. La estrategia de la dirección nacional del PP ha salido totalmente derrotada, toda vez que no fagocitan a Cs, cuyo electorado pasa directamente a Vox, y estos desde posiciones de ultraderecha se refuerzan para atar a esa linde ideológica al PP.

Quizás su único objetivo conseguido haya sido desmontar las plataformas de la España Vaciada en la región, donde casi todas ellas se han visto seriamente diezmadas por la llegada de paracaidistas y advenedizos de todo pelaje. Todas menos una, la de Soria Ya, que ha convertido en partido político y candidatura lo que ha sido un movimiento ciudadano de más de 20 años de lucha y existencia. Su posición es ventajosa pero deben de cuidarse del precio que pactan por unas mejoras materiales y tangibles para la provincia.

Otro punto fuerte del regionalismo en estas tierras, UPL (Unión del Pueblo Leonés) ha conseguido igualar sus mejores resultados con 3 procuradores en la provincia leonesa. Sin conseguir acercarse en las otras dos provincias, Zamora y Salamanca, parecen determinados a formar oposición y a continuar trabajando en la consulta que reordene la región y culmine las aspiraciones de la formación. Para ello encontrar mayor seguimiento en las otras dos provincias de la histórica región leonesa se antoja clave.

Y la izquierda qué. Pues lo que ya se barruntaba. Un fiasco absoluto, otro más, de Unidas Podemos que recoge el testigo de Ciudadanos y UpyD hacia la irrelevancia y la desaparición. Desde luego no es esta una región fácil para los que somos de izquierdas y a veces da la sensación de que nosotros mismos hemos abandonado la lucha, por la dureza del trabajo a realizar y lo escuálidos de los resultados a obtener en primera instancia. La autocrítica, como siempre, es fundamental.

Reconocer que los medios de comunicación que han blanqueado el franquismo y el fascismo de Vox han ennegrecido el trabajo de Podemos y Pablo Iglesias tiene que ser el primer paso para a continuación asumir el fracaso organizativo y ponerle solución. La falta de organización más allá de la cúpula. La carencia de cuadros con compromiso, honestidad y ejemplaridad. La falta de presencia en las calles, en los pueblos y en los campos, del mundo rural. El desgaste de la acción de gobierno donde no se está cumpliendo lo prometido, presos del tacticismo neoliberal del PSOE, y los pocos avances, no calan en la sociedad. El fracaso de la confluencia electoral ante la fragmentación interna. Teniendo que entrar al trapo de los bulos y mentiras, sin poder hacer llegar la realidad de la verdad. Incapaces de reconocer que gran parte de la gente sigue “informándose” a través de la televisión y los periódicos (nacionales o locales) de derechas. O que el éxito en las redes sociales de la extrema derecha ha cautivado a los menores de 30 años.

Para entender Castilla y León a través de las elecciones y sus resultados es necesario entender sus factores propios. No hay mucha industria, y la que hay es incapaz de proponer un movimiento obrero, ni una transmisión de sus valores. Hay un éxodo de jóvenes que viene de largo, por lo que tampoco hay dinamismo cultural o social relevante puesto que suelen marchar los más preparados, motivados o capaces.

Sí, es verdad. La gente ha votado a partidos que acaban de votar en contra de la subida del SMI. Han votado a un partido que lleva gobernando la región 35 años consecutivos sin cumplir su programa electoral y llevándonos al atraso y la irrelevancia. Que ha cerrado escuelas y consultorios rurales. Que no ha construido los equipamientos imprescindibles. Hay mujeres que han votado a un partido que niega la igualdad de género. Trabajadores que votan en contra de quienes los defienden (tibiamente) de la opresión neoliberal. Han votado a candidatos corruptos, inmorales y mentirosos. Han votado en favor de las macrogranjas, la explotación de los recursos de todos por parte de capitales extranjeros. Han votado a favor de la caza o los toros. Pero si han votado así, ante todas estos atropellos en su vida diaria y su futuro, y no a quienes les defienden, tendremos que preguntarnos por qué votan lo que votan en Castilla y León.

Hablamos de una región extensísima, con infinidad de núcleos de población por lo general muy dispersos, salvo 11 áreas metropolitanas que además presentan realidades distintas entre si. La población se divide a partes iguales entre las capitales de provincia y los pueblos. En todos estos municipios tiene presencia desde siempre (desde el franquismo) el PP. Esto les arraiga al terreno y a través de la figura del candidato, alcalde, local irradia una representatividad que va hacia arriba. Las redes caciquiles empiezan desde lo más básico y llegan hasta lo más alto. Eso no quiere decir, que no haya descontento con las formas de hacer del PP y su corrupción. De hecho cuando ha habido candidaturas fuertes en el espectro de la derecha, el PP de CyL ha perdido respaldo popular.

Pero la principal virtud del PP en CyL es saber jugar con el discurso identitario esgrimiendo una ofensa perpetúa de Catalunya o la periferia del estado. Lo material entonces pasa a segundo plano y en estos tiempos de crisis total (económica, social y política) los electores tienden a sentirse fortalecidos en la identidad. En ese esquema la izquierda sale perdiendo.

Viendo algunos relatos de estos días parece que olvidamos que el fascismo lleva instalado en las instituciones casi un siglo. No va a ser nuevo en Castilla y León porque ahora haya una fuerza abiertamente de ultraderecha. Ya estaban en Andalucia o en Murcia. Y de hecho, en esta región ha habido personajes ligados al franquismo desde los albores de la transición. Ahora lo que va a suceder, o mejor dicho, va a continuar sucediendo es que se van a seguir normalizando discursos que parecían ya superados. La igualdad entre sexos, entre géneros, el derecho al aborto o la situación de los inmigrantes. Éxitos de la sociedad española y de las corrientes de pensamiento modernas que ahora vuelen a verse amenazadas por los vestigios reaccionarios de un fascismo que nunca se fue.

Mucho trabajo por hacer pero imprescindible para revitalizar una candidatura de izquierdas en Castilla y León, en cada municipio, que forme parte de la coalición que pueda liderar Yolanda Díaz a nivel nacional. Todo por hacer ante el nuevo ciclo electoral abierto el pasado domingo y que culminará en noviembre de 2023.

Qué podemos hacer la gente de izquierdas en Castilla y León ante este panorama. Pues lo primero de todo no caer, aunque es casi imposible, en el desánimo. Convencerse de que somos el lado correcto de la historia. Ejercitar un antifascismo militante. Arremangarse. Trabajar y empezar a contrarrestar las toneladas de desinformación con nuestros propios medios. Incluidos los medios en formato físico. Recordar que la suma PP+Vox es del 48% de los que votaron anteayer. Que hay casi un 33% de personas que se abstienen. Hay por lo tanto, que participar. En sindicatos, partidos y también en asociaciones vecinales. Ir al conflicto. A los barrios de las ciudades. A los pueblos. A los centros de trabajo. A universidades e institutos. A asociaciones y clubes. Escuchar, aprender, elaborar programa, hacer partícipe de él a la sociedad, incluidas aquellas personas, que de antemano no “parezcan” comulgar con ideas de la izquierda. Darlo a conocer.

Castilla y León añade una peculiaridad a esta situación de crisis general y es la de un marco autonómico sobrepasado y que no da respuesta a las inquietudes de las gentes y territorios y que ha provocado, y provoca de facto, la expulsión de miles de jóvenes cada año. Esto lo demuestra la pujanza de movimientos provincialistas y regionalistas que discuten la composición territorial y administrativa y reclaman mejoras e igualdad de derechos y oportunidades entre territorios. No entre clases.

Debemos saber dar respuesta a estas demandas y entroncarlas en posiciones que garanticen igualdad y futuro a las personas independientemente del lugar donde vivan y de la clase social a la que pertenezcan. Tenemos que entender que desgraciadamente el marco de decisión ha cambiado. Ya no son las cuestiones materiales, o al menos en primer término, las razones que orientan el voto y la acción o pasividad de la gente. Vuelve a ser el marco identitario. Es un gran éxito de quienes no quieren que nada cambie. Una pista nos la da el hecho de que desde Octubre de 2017, en todas las elecciones, la izquierda estatal, se ha visto relegada por fuerzas regionalistas de izquierda o por movimientos que reclaman mejoras desde el marco regional-local (ERC, CUP, Bildu, BNG, Compromis o ahora Soria Ya!).

Mi olfato indica que el año que viene volverá a haber elecciones a la Junta en Castilla y León y seguramente fijadas junto a la fecha de las municipales, toda vez que aunque factible la investidura, los primeros presupuestos de la legislatura se presentarán complicados con un PP debilitado que verá pasar a buena parte de su cúpula, incluido el propio Mañueco por los tribunales, y un Vox que podría forzar la situación para seguir aumentando su fuerza como primera opción de la derecha, presentándose como un partido “sin corrupción”.

A partir de que se forme gobierno (a quién quieren engañar sembrando dudas sobre una posible repetición electoral) Castilla y León, León y Castilla, volverán al lado oscuro de la actualidad. Seremos relegados en la vorágine informativa y no se sabrá nada sobre estas tierras y sus gentes. Y nos tocará luchar desde esa penumbra por un futuro para nuestras tierras contra los caciques, corruptos y fachas de siempre, y también contra los que desde fuera nos pretenden dar lecciones, sin haber aprendido las más básicas.

 

En otro orden de cosas. El lunes 14 de febrero se notificaron 601 fallecidos durante el fin de semana por la COVID-19. Es desolador reflexionar cómo hemos aceptado tanto dolor, tanta podredumbre moral, a cambio de que el ritmo vital consumista e individualizado siga hacia adelante.




martes, 8 de febrero de 2022

Antifascismo: Una obligación moral


Ya había dejado por aquí el famoso poema del pastor luterano Niemöller, grabado en el Museo Memorial del Holocausto en Estados Unidos. Las estrofas, de sobra conocidas, pese a las múltiples versiones, autorías y reutilizados son los siguientes:


Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas:


Original
Traducción
Als die Nazis die Kommunisten holten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Kommunist.

Als sie die Sozialdemokraten einsperrten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Sozialdemokrat.

Als sie die Gewerkschafter holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Gewerkschafter.

Als sie die Juden holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Jude.

Als sie mich holten,
gab es keinen mehr, der protestieren konnte.
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

Es sin duda una denuncia áspera y demoledora contra la indiferencia, la apatía y la neutralidad ante las injusticias y las violaciones de derechos, libertades y dignidad. Lo así expresado por Niemöller complementa otra verdad irrefutable expresada en el auge de la barbarie y el horror del nazismo. La de Edmund Burke: "Lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada".


Se trata de no quedarse sentado, mirando el móvil, o peor aún, hacia otro lado ante las injusticias y el sufrimiento infligido a los demás, que además, y por lo general, son iguales que nosotros.

El fascismo no es una imagen en blanco y negro del pasado. Un documental repetido en un canal prescindible de la televisión. O una tendencia natural del pasado que vuelve sin querer, motivada por la inercia cíclica de la historia. No. Es un objetivo y un interés explotado por las élites en su afán egoísta lanzando a la competencia feroz a las clases trabajadoras en un escenario global. Es un animal salvaje que afila los más bajos instintos depredadores de la ignorancia y el odio capaces de causar un dolor tremendo. Es una corriente que no desapareció con el final de la Segunda Guerra Mundial (languideciendo en las dictaduras fascistas del Sur de Europa o de Sudamérica en la segunda mitad de siglo) sino que latente permanecía oculto y minoritario. Y cuando ha sido necesario y de nuevo útil para acallar y amedrentar la respuesta social a los desvarios de una economía rapaz se ha puesto en marcha con todos los recursos, económicos y mediáticos necesarios, para cumplir su función. Incluso llegando a blanquearse las posiciones ultras, estrategia de la que forma parte indudable los procesos de re escritura de la Historia por juntaletras retrógrados lamentables.

Teorías y personajes miserables como Trump, Bolsonaro, Farage, Boris Johnson, Salvini (con la tétrica mano de Berlusconi por detrás), Órban, en Polonia o los reaccionarios de Bolivia, Perú o Venezuela. Y en España el auge del partido artificial Vox o el deshacer político de la manirota de Ayuso, todos ellos con lazos más que íntimos con el PP de Aznar (es decir con el Franquismo).

Todos ellos se dedican con afán y medios a desmembrar la democracia, a cuestionar su idoneidad. A romperla desde dentro haciéndola saltar en mil pedazos, ganando poder, imponiendo miedo, rencor y violencias. Creando espacios de falsos debates tanto en las calles, las instituciones, como muy especialmente en las redes. Un fascismo moderno y actualizado al mundo actual, globalizado, interconectado e individualizado hasta la nausea. Capaz de aprovechar la desposesión material de las clases trabajadoras para volver a expandir sus nacionalismos proteccionistas trasnochados, herederos del irracionalismo de Nietzsche.

Por todo el antifascismo es imprescindible. Un antifascismo, convencido, convincente y militante, es el primer requisito de quien se dice demócrata. Todas y todos debemos convertirnos y proclamar orgullosos que somos Antifascistas.

Un antifascismo activo. Vigilante, informado, infiltrado y opuesto abiertamente en las calles, las instituciones y las redes. Somos más y mejores y por lo tanto no hay problema en recuperar el espacio y expulsar a los fascistas para garantizar los avances y las verdades que estaban aceptadas y ahora vuelven a discutirse.

Pero debemos ir más allá empezando por exigir tanto a los partidos como a los medios (es decir, a las empresas) a posicionarse. Si están con la democracia deben erradicar y perseguir todo contenido fasicsta. Denunciarlo es un deber moral y el primer paso de convencimiento personal.

La democracia, la dignidad, la igualdad, la libertad y la paz no pueden defenderse solas sin la implicación y el convencimiento de las personas, buenas e inteligentes, que creen en el progreso y el bien común. Las agresiones, la violencia y la guerra declarada por parte del extremo liberalismo (neoliberalismo, ultraliberalismo), el fascismo, los populismos ultraconservadores, el racismo, la xenofobía, el machismo, la intolerancia religiosa, social o racial.

Para derrotar al fascismo necesitamos activación social y militancia. Reconocer la gravedad del avance fascista y oponer resistencia convenciendo y ejercitando intransigencia con el intransigente.

El ideal es recuperar el espíritu de los frentes populares de los años 30 y 40 que lucharon y resistieron ante el fascismo gracias al convencimiento de la trascendencia de su ideología por el bien común de la Humanidad.

Me declaro antifascista. Y antifascista militante.

 


 

El Manifiesto Comunista. Comentario

  Introducción En 1848 se publicaba el documento político-ideológico y filosófico más trascendental de la Historia de la Human...