Bajo
el título Castilla
como problema
la editorial Destino reunió en 2001 tres novelas de Miguel
Delibes.
Las
ratas,
El
tesoro
y El
disputado voto del señor Cayo.
En ellas el autor vallisoletano nos descubre y redescubre la
identidad de Castilla la vieja con sus defectos y virtudes; problemas
y soluciones; olvidos y abandonos.
De
un tiempo a esta parte como búsqueda del espacio físico, el
escenario, en el que desarrollar una vida, con su sentido orientado
hacia la plenitud, la seguridad y el hedonismo, viajo cada vez más a
la España rural, a la España vacía y a la España
vaciada.
A
veces cojo el coche y nos perdemos por carreteras secundarias. Paramos y comenzamos a caminar por
caminos y veredas, donde escuchar la naturaleza. Sus silencios y
diálogos. Y donde aprender también con las gentes que mantienen
vivos por momentos pueblos y territorios. Las anécdotas, las
leyendas, las historias, las recetas, las rutas, las piedras marcan y
orientan más el camino que las señales de tráfico y los postes de
orientación.
En
otras ocasiones viajo desde el sofá, con un café o un té, devoro
páginas que valoran y dan empaque a la vida rural, al sector
primario, al pueblo, al bosque y a la naturaleza. La
literatura
me regala kilómetros de camino y presenta realidades tan lejanas y a
la vez cercanas. Atrás
queda el Walden
y me siento más confortable con La
España vacía
de Sergio del Molino y con Los
Asquerosos
de Santiago Lorenzo. Me identifico con personajes y situaciones y
crece en mi la sensación y las ganas de dedicarme a vivir lejos de
ciudades, centros comerciales, coches, ruidos, estreses, tensiones
y presiones.
Así
y ahora he cumplido con otra muesca, en realidad dos, de mi lista de
lecturas pendientes, volviendo a Delibes
que hace de conductor a través de Castilla, que como siempre le
duele, apasiona y fustiga.
En
Las
ratas
y El
tesoro,
Delibes nos trae la Castilla y la vida rural más arcaica, dura e
intransigente. En ambas obras las ideas se clavan en el subconsciente
de todos los personajes rurales a hierro y fuego. Sus intereses y
emociones bajo el paradigma de la tradición
se mantienen frente a las injerencias e intenciones provenientes de
la urbe, o del pueblo de al lado y el inevitable conflicto se
resuelve por la vía de la violencia, con la naturalidad de quienes
viven junto a la violenta vida en la naturaleza.
Ambas
obras presentan como no podía ser de otra manera los grandes ejes de
la escritura de Delibes, tanto en su estilo, abierto, cargado de
términos y argot propio del mundo rural con fuertes localismos, y
sobretodo un altísimo
ritmo narrativo
para desmitificar la tranquilidad de los pueblos y quitar la razón
de los que piensan que no pasan cosas dónde no pasa nada. El autor
se muestra crudo y en ocasiones áspero con las condiciones de vida
de los habitantes de los distintos pueblos protagonistas de las
historias. Y también crítico
con el estado de las cosas en el mundo rural,
que él ya profetizaba en clara regresión hacia el abismo de la
despoblación y la pobreza hace 30 o 40 años.
Pero
es sin duda El
disputado voto del señor Cayo
la novela más estimulante de las tres que componen el volumen.
Primero
por el contexto, el de la campaña electoral de las primeras
elecciones democráticas. Luego por el escenario: Un pueblo de
montaña, perdido en la dimensión temporal y en el espacio
geográfico. Y después por el mensaje de trascendencia que un
Delibes brillante carga a la obra.
Funcionando
como una road
movie,
o mejor dicho como una novela
de carretera,
El
disputado voto
nos presenta el idealismo urbano plagado de modernidad y optimismo
frente a la vida y las dificultades, enfrentado a la experiencia, el
sosiego y la terquedad rural. Y no sale bien parado todo lo que
representan los visitantes en campaña porque la sabiduría popular,
como bagaje cultural, social y económico de nuestros pueblos se
muestra poderoso, vivo y sobretodo trascendente
pese a estar en posesión, de un octogenario, al que preveían viejo,
cansado y analfabeto.
Al
final de la novela el joven diputado, borracho, cansado pero
sobretodo lúcido se pregunta cómo puede convencer del voto al señor
Cayo, cuando en un mundo en el que sólo quedarán ellos dos vivos,
él necesitaría para vivir al señor Cayo, y sin embargo, el viejo
podría vivir y morir en soledad sin necesidad del joven político
urbanita.
Vuelvo
a hablar del problema de la España
vaciada,
como el verdadero y trágico problema territorial de nuestro país,
un problema, que como tantos otros, cae una vez más en el olvido.
Nadie enarbola las banderas de los pueblos y los campos que se
despoblan y se mueren. Nadie ve riqueza, futuro y posibilidades más
allá de la última nave, del último polígono de la capital de
provincias que se quiera. Y mientras los jóvenes y no tan jóvenes
de los pueblos los abandonan llevándose consigo futuro y un acervo
cultural enorme.
Para
Delibes Castilla, la Castilla la vieja, es la tragedia de eso que
llaman España.
Despojada, parasitada, abandonada, olvidada, quebrada es la ruda
tierra que en su día aglutino a las demás y hoy, y desde hace
demasiado tiempo, se ve envejecida, envilecida y desvencijada.
Sin futuro viaja por el tiempo desangrándose, perdiendo vida a cada
paso, moneda de cambio de caciques, burgueses, nobles, reyes y
reinas.
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