Necesitábamos, como izquierda y también como sociedad, un chute de optimismo y activación como el que el pasado viernes, 8 de marzo Día Internacional de la Mujer Trabajadora, los millones de mujeres (y también hombres) que salieron a las calles a clamar por la igualdad, a defender lo ya conseguido y a juntarse para avanzar en progreso y prosperidad. Veníamos de unos meses desalentadores; de una semanas agoreras; de un tiempo con un tufo rancio a carcoma y a podredumbre. Y ante esa reacción a la revolución latente e imperecedera que necesita éste país y todo el sistema capitalista, le ha seguido la reacción de quienes saben que no tienen nada que perder.
Ya
sabíamos que el movimiento feminista
en España es muy potente y que puede presumir de aunar a mujeres de
toda condición, especialmente en lo referente a la edad, en una
lucha inter generacional sin parangón. Pero la demostración de
fuerza, solidaridad y cooperativismo con la que han salido a gritar
por el fin
del machismo y el patriarcado
ante el advenimiento de un proceso reaccionario y de extrema derecha
no sólo es un toque a la ilusión por el cambio revolucionario del
estado de las cosas; es también, la constatación de que el discurso
está en la calle y en un lugar del espectro ideológico, muy a la
izquierda de lo que convencionalmente se viene a defender (o atacar)
en los medios de comunicación.
Esa
demostración
de fuerza,
empuje y
cohesión en materia de derechos, igualdad, conciliación y futuro
para todas las mujeres independientemente de sus condiciones han
vuelto a pillar a toda la derecha con el pie cambiado. Es
la demostración de nuevas generaciones de mujeres que quieren y
saben un mundo mejor y con futuro es posible, inevitable, y que saben
y quieren que serán todas juntas, desde las más mayores y veteranas
hasta las más noveles como se conseguirá. Especialmente alentador
me parece el recuerdo y la
lucha para las mujeres que viven en el entorno rural,
porque de su mejora en igualdad y condiciones vendrá la mejora de
nuestro campo y del gravísimo problema territorial que tenemos.
Unidos
Podemos y el PSOE han sabido sumarse a tiempo a la ola que puede, y
debe, traerles buenos resultados en las próximas convocatorias electorales, pero la derecha, tanto política, como económica sale
trasquilada.
PP
y Vox desde la extrema derecha quedan como machistas en su calculo de
que hay mucho reaccionario anti-8M y anti liberalización de la
mujer, siguiendo dictados de una Iglesia católica española
particularmente beligerante con éste tema. Ojo,
no les falta razón, existen significativos sectores reaccionarios
frente a la igualdad entre hombres y mujeres, pero les vamos a dejar
sin argumentos y están abocados a la extinción.
Y
luego esta Ciudadanos que tratando de bailar en medio de la ciénaga
sin marcharse se inventa un cínico “feminismo
liberal”
en el que el mismo día 8, Albert Rivera presenta acompañado de 5
mujeres pero sin darles la palabra. El
liberalismo ya es en sí una opresión
y todo ello tratando de conjugar con su plan para legalizar la
prostitución o sobre los vientres de alquiler. Parece ser que
“feminismo liberal” es esclavizar a las putas con
alta de autónomos
y poner a parir como conejas a las mujeres sin recursos.
No
desentonan en Ciudadanos con algunas de las reacciones que la
convocatoria
del 8M
habían provocado. Mientras para la CEOE la brecha salarial entre
hombres y mujeres no se explica por la opresión de los primeros
sobre las segundas, las nulas políticas de conciliación familiar y
de educación reproductiva y social, sino con frenología, en no
pocos medios de comunicación se lanzaba un mensaje de perfil bajo
sobre la convocatoria, tratando de desprestigiarla y desmovilizarla
desde arriba. Curiosamente, ante el éxito
de la jornada,
los medios del capital han olvidado estos mensajes. Todo ello mientras la justicia se convierte en cómplice del machismo, del abuso, de la violencia y de la opresión de todas las mujeres.
Pero
si estas reacciones han demostrado algo es que la lucha de las
mujeres trabajadoras no sólo son justas, inaplazables, sino además
de buen provecho e interés general. Comprobar el miedo, el pánico
desatado, en las cúpulas empresariales, en los altos despachos de
las redacciones de los medios convencionales y en las direcciones de
los partidos del tripartito de extrema derecha español, es a su vez,
confirmar que valoran la importancia de los cambios a conseguir y que
están decididos a combatirlos e impedirlos.
Una
ola
femenista
como la que ya está instalada en España y en buena parte del globo
es trascendente. Y vital. Ante el avance de posiciones fascistas se
hace necesaria un empoderamiento
colectivo
como el demostrado el pasado 8 de marzo. Y formar parte de él
apoyando
sin querer ser protagonista a mi pareja, a mi madre, a las mujeres
del mundo,
me enorgullece. Porque
las protagonistas son ellas.
Porque
el
feminismo no excluye.
No es sectario. Sólo se excluye el que quiere. Por eso se llenaron
hasta reventar plazas, calles y avenidas el pasado viernes. Y
mientras se maten mujeres por el hecho mismo de serlas; se torturen a
mujeres por ser consideradas propiedad de los hombres seguirá siendo
necesaria la lucha feminista desde un punto de vista libertario e
igualitario.
Y
quiero remarcar el carácter trabajadora
del 8
de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora,
porque las mujeres no cobran menos porque tengan menos educación, o
porque voluntariamente trabajen en sectores con contratos a tiempo
parcial en sectores precarios y mal pagados. Si las mujeres cobran
menos y soportan más precariedad que les impide tener vidas con
mayor y mejor dignidad es porque existe el machismo y porque además
es un gran negocio para el capital.
Por eso el formato de huelga
es tan importante. Huelga
de cuidados
para dejar claro que sin la labor, casi siempre no remunerada, de las
mujeres, el sistema capitalista se detendría porque siempre están
listas y dispuestas a realizar tareas que el propio capitalismo no
cubre, porque no las considera rentables. Huelga
de consumo,
porque hay que hacer daño en los ingresos que las patriarcales
patronales contabilizan. Y huelga
laboral.
Sobre la que siempre caen los lugares comunes y equívocos
interesados para ponerla en jaque, pero que subyace como fundamental
para demostrar la pujanza de la mujer en la economía y su trabajo
como pilar del sistema, del que infravalorándolo sacan jugosas
cuantías los opresores.
Soy
hombre y por lo tanto, aunque no quiera, machista. Tengo dejes
patriarcales, convenciones
mentales y sociales que favorecen comportamientos de pensamiento,
palabra y acción que me avergüenzan y contra los que lucho cada
día. Y si para poder vencerlos, domarlos y erradicarlos frente a una
cultura de dominación del hombre sobre la mujer, me tengo que
declarar feminazi,
lo hago, como ha hecho Iñaki Gabilondo, sin ningún tipo de pudor ni
alergia.
Las buenas personas solamente con ver quien está en cada bando saben
dónde situarse y desde dónde ayudar y aportar.
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