miércoles, 21 de noviembre de 2018

Me duele Salamanca


He pasado unos días en mi Salamanca natal. Más allá de festivos, puentes y findes, es en una semana con sus días de diario, de comercio y actividad rutinaria donde se palpa y contrasta la realidad de una ciudad y provincia, que continua su lenta agonía hacia el punto de no retorno.
Cuando los paseos y las conversaciones se hacen más distanciadas entre sí, es cuando uno advierte el deterioro de todas las cosas: El estado de las carreteras, las decenas de negocios tradicionales que cierran, su sustitución en algunas ocasiones por las franquicias que homogenizan los centros de las ciudades (gentrificación), las borracheras y pelas nocturnas, la bajada de calidad del ocio, los polígonos que nunca fueron industriales apagándose entre naves “de los chinos” y pistas de padel,...
El nivel de pérdida de la esencia, del valor de la ciudad es inabordable. Esta semana mientras paseaba veía como El Corrillo había cerrado. Un lugar único de ocio nocturno, donde he visto decenas de conciertos y me acercaron el jazz por primera vez. Antes fueron otros bares. Librerías como Hydria o la mítica Cervantes. Radyre. Tiendas de todo tipo, pero sobretodo las que marcan el carácter y la singularidad de mi ciudad. Una Salamanca desolada.
No hay futuro y la despoblación es el mantra de cada día, con casi 8 personas -eminentemente menores de 35 años- abandonando la ciudad y provincia. Emigrando, casi seguro para no volver jamas. Perdiendo la riqueza humana y el futuro de quienes ansiamos construir nuestros proyectos de vida en la tierra donde crecimos y de la que somos, en términos económicos, inversión.
Cada vez que sale una estadística del INE (Instituto Nacional de Estadística) es una palada más en el ataúd de esta tierra. Se constata con datos como Salamanca es una provincia y/o ciudad “viejas”, sin oportunidades, sin crecimiento poblacional y con un éxodo en marcha de jóvenes sin remisión.
Nuestra” clase política local y provinciana son parte importante del problema, cuando no mejor, de las causas que provocan la dolorosa situación. Entre las preocupaciones de la retahíla de estómagos agradecidos que en todos los partidos sin excepción, han representado a la población en alguna de las administraciones (o cuando menos han aspirado a), está sin duda el colocarse, el vivir mejor sin pegar palo al agua y en lucrarse de la democracia y de Salamanca. Hay ejemplos paradigmáticos que podemos ver en el PSOE de Melero, o en esa izquierda salmantina -a la que debo un escrito para poner en su sitio- donde las cuitas, y sobretodo las aspiraciones, personales han prevalecido por encima de las necesidades de partido y territoriales.
Y qué decir del PP. Con un alcalde, el actual, entregado desde hace 8 años en ocupar cargo en Valladolid; con el anterior preocupado en compadrear con sus amiguitos y amigotes constructores. Con el presidente de la Diputación yendo de ayuntamiento en ayuntamiento sin soltar el cargo. O con su vicepresidenta económica montando un emporio personal a costa de las instituciones y de la democracia. Por no hablar de los que allende de las lindes han ocupado cargo en Madrid siendo palmeros de las disputas nacionales y sin entregar ni el más mínimo tiempo e interés a las cuestiones “charras”. Y son sólo unos pocos ejemplos, pero validos para demostrar que su nula capacidad de gestión -de lo de todas y todos se entiende-, su avaricia desmedida y su visión rancia y caduca han impedido progresar debidamente a ciudad y provincia, convirtiéndola en un lugar aburrido, antiguo y lo que es peor sin futuro.
Son pocos los políticos que se han tomado en serio el mandato de su ciudadanía para mejorar las condiciones y el futuro de Salamanca, y muchos, demasiados, los que han medrado para progresar en sus aspiraciones personales. El caciquismo, la corrupción y el matonismo son sus virtudes. La desidia, el conservadurismo y la cutrez “nuestros” defectos.
Por lo tanto, y como bien dice Ignatius Farray, “la democracia es el sistema que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que merecemos”, es de recibo considerarnos a nosotros, ciudadanos y ciudadanas de Salamanca corresponsables de lo que aquí pasa.
No vale ya mirar para otro lado. Somos cómplices necesarios -evidentemente algunos más que otros- por permitir con nuestro voto y nuestra omisión de socorro, la situación de laminación que vivimos en estas tierras. Aquí se dan mayorías insultantes a personas que nos llevan robando desde que el mundo es mundo. No se les exige nada y se revalidan sin discusión, mientras se arremete, a veces con violencia, a quien plantea algo distinto, aunque sea un poco de dignidad para Salamanca y sus gentes.
Salamanca es y siempre ha sido fascista, y contra eso es muy difícil luchar. Al salmantino y salmantina medios lo que más le gusta es criticar al vecino; husmear que es lo que hace; despotricar si intenta algo nuevo o distinto; rezar (esto mucho) porque le salga mal; y cuando efectivamente le sale mal porque no tiene apoyo de sus vecinos, restregarle por la cara que ya se lo había dicho.


El paro en Salamanca es insoportable. Se pueden pasar meses y meses, a mi me ha pasado, yendo al INEM, siguiendo las ofertas por internet, pateando polígonos entregando curriculums en mano sin que te llegue una oferta. Si eres mayor de 55, directamente te recomiendan que trates de buscar la jubilación anticipada (le ocurrió a mi padre hace unos 4 años, no sé ahora como está la cosa). Si eres menor de 30 tienes ante ti un panorama desolador con cifras entorno al 60% y con escalofriantes datos como que para hacer un año trabajado en Salamanca, tienes que firmar 6 contratos.
La cosa no mejora en demasía porque estés en una edad intermedia. No hay trabajo. Y lo peor es que no hay expectativas de que vaya a cambiar en breve espacio de tiempo. Más aún, en la orgía de privatizaciones y adelgazamiento del sector público no se aprovisionan las plazas amortizadas.
El sector primario es olvidado en una zona de latifundios y tierras baldías. Más allá de los mataderos de Guijuelo, nunca ha habido y nunca habrá una industria agro alimentaria como en otras provincias de Castilla y León. Las dificultades para el sector artesano son colosales comparadas con las que tienes por ejemplo en Toledo (lo sé por experiencia). Sólo hay mísero comercio de grandes superficies y una legión de bares y comerciales. Todo en una provincia donde sólo la universidad, al año, licencia a 8.000 personas.
No hay industria, porque nunca la ha habido, y en este momento para los bien pensantes de Madrid y Valladolid, Salamanca, o mejor dicho, el Campo Charro es un sitio perfecto para montar una mina a cielo abierto, aunque reviente un espacio natural significativo y un folclore y modo de vida ancestral. Para el PP, al igual que para sus medios de desinformación como La Gaceta o el Salamanca 24 horas (redacción de estómagos agradecidos al calor de las subvenciones públicas en forma de publicidad) lo más importante es presumir de “salmanticidad” poniendo la bandera de España en el balcón, pero no defendiendo a nuestros convecinos y menos poniendo en duda la única inversión que esta gentuza ha sido capaz de traer en décadas.
La principal industria de Salamanca es el funcionariado. Complejo hospitalario que sufre el neoliberalismo y las presiones de la privatización y el manejo de las emociones de los pacientes y habitantes, contra sus trabajadores y servicios. Y la Universidad de Salamanca que pierde prestigio desde el mismo momento en que se admitieron más universidades en la región y que palidece entre rectorados más inanes ante todos los problemas que la comunidad universitaria (trabajadores, alumnos actuales y futuros alumnos) tienen.
Con el tema de las infrastructuras se puede hacer un capítulo aparte, por supuesto extensible a otras regiones y ciudades del interior del estado español. Todo se convierte en propaganda electoral. Se monta un (mini) aeropuerto, teniendo un regional a una hora y un internacional a dos, y una macro estación para trenes rápidos, para dar una patina elitista a lo que deberían ser derechos de todas y todos. A cambio han desmontado en gran medida la red de mercancías, con su supuesto “puerto seco” que sería genial para tener trabajo y anclar la vida de las personas al territorio. Se han desecho de las conexiones de la ciudad por tren (Gijón-Sevilla, Porto-Barcelona pasando por Irún o Zaragoza) para legarnos un tren “modernísimo” de velocidad medio-alta que la mayoría de las veces no llega a su hora. Y no hablemos de las carreteras, que ya sean del tipo que sean, se deterioran mientras la responsabilidad del mantenimiento se licúa entre administraciones y concesionarias.
En materia de cultura hay que hablar del deterioro constante del patrimonio arquitectónico de Salamanca y de multitud de sus municipios, por el que ya nos han dado toques de atención organismos como el Consejo de Estado o la UNESCO. Mientras sólo saben hablar de los Papeles de Salamanca (que no son más que los “papeles” usurpados a sus legítimos dueños, administraciones y personas opositoras al golpe militar y al posterior y nefasto régimen) las actividades culturales son meras anécdotas en el transcurrir de los espacios, los contenedores sin contenido, que se heredaron de la Capitalidad cultural europea de 2002.
Cierran librerías y abren cada vez más bares, muchos de ellos franquicias, que ya sabemos que pagan por debajo de lo estipulado por el sector. Las calles se arreglan para que cada vez haya más terrazas, mientras desaparecen los bancos y los árboles. Se persigue a la disidencia. Se protegen las despedidas y se castiga el arte.
El ocio nocturno de Salamanca ha experimentado una bajada de calidad notable que cualquiera que vuelve a la ciudad después de unos años constata. Todo son barras de consumo masivo, sin calidad, sin repertorio en la oferta. Y si no macrobotellones financiados por el Ay-untamiento que para contentar a sus allegados no le importa cargarse la seña de autenticidad de la comunidad universitaria o una fiesta tan propia y a la vez maltratada, como el Lunes de Aguas.


Me duele Salamanca. Me duele punzante como una daga en mi pecho. Su afilado y beligerante conservadurismo que nos ha metido en una espiral de atraso, conformismo y bajeza. Lo rancio, cutre y zafio revive su edad de oro en lo que fue luz de la razón y orbe del mundo.
Me duele Salamanca, por tantas y tantos que hemos salido, desilusionados y cansados de no poder construir nuestro futuro en las tierras donde crecimos.
Me duele Salamanca, como al viejo filósofo y rector. La siento agonizar ya casi inerte sin vida, porque triunfó muerte y murió la razón. Porque vencieron y con su fuerza bruta, junto a la desidia del paseante, no les hizo falta convencer, ni tampoco persuadir.


domingo, 18 de noviembre de 2018

Se desató la locura en Dublin


Tenía un día, ayer sábado 17 de noviembre, y una hora, las ocho de la tarde, marcadas en rojo para disfrutar del partido, el Test match entre Irlanda y Nueva Zelanda, hoy por hoy, los dos mejores equipos de rugby del mundo, en un encuentro que se ha presentado como medida mutua de nivel a 10 meses vista del inicio de la novena Copa del Mundo de Rugby del año que viene en Japón.
Y el partido no pudo más que cumplir con lo prometido y convertirse en un epígrafe de hemeroteca y en una guía avanzada de rugby moderno. XV del trébol y All Blacks mostraron muchas de sus cartas; pusieron en evidencia un tanto de la pasión que sienten como naciones por el oval, y se aplicaron en rectitud y competitividad en un partido que tenía mucho más que una muesca en la gira de las naciones del sur por la vieja Europa.
Ya sabemos que a Europa, los neozelandeses llegan ya al final de su temporada, tras casi 9 meses de partidos, y que desde posiciones de supuesto prestigio, se tiende a minusvalorar el trabajo irlandés frente a lo desarrollado y propuesto por ingleses o franceses. Pero lo cierto, es que si hay un equipo capaz de competir y disputar a los All Blacks a 80 minutos (sobretodo cuando a partir del 60 entran los suplentes) esa es Irlanda. Y ayer lo volvió a hacer cómo ha hecho en los 6 partidos que han jugado entre ellos desde el año 2014 (4 victorias kiwis, 2 irish, y 5 de esos partidos en una distancia inferior a 7 puntos.
Pueden perder o acabar ganando como anoche, pero en Nueva Zelanda ya saben donde esta el equipo que más se les acerca, y al que recordemos, y al igual que los All Blacks presentaban bajas significativas (Cane o Sonny Bill Williams), a los irlandeses les faltaban tres piezas básicas: Sean O'Brien, Connor Murray y Robbie Heinshaw.
Irlanda vencía, 16-9 a Nueva Zelanda, dejándola sin ensayar, suceso que da brillo al trabajo y prestancia defensiva, y también del cuidado del balón que tuvieron los verdes anoche. Era la primera victoria local en Dublin frente a los All Blacks. La segunda en la historia tras la de Chicago hace dos años.
El rugby irlandés actual y el neozelandés, comparten mucho, debido a la majestuosa labor que el seleccionador y patrón, también neozelandés, Joe Schmidt está haciendo en la verde isla desde el año 2012. Siguiendo el guión de la propia Nueva Zelanda, Schmidt trabaja codo con codo con las cuatro franquicias profesionales, en un plan de desarrollo de la Federación en la que se busca ir captando y mejorando el talento generación a generación.


El partido tenía todos los ingredientes para ser espectacular y no falló a las expectativas. Sólo con ver la puesta en esencia de la haka Kapa O'pango de los All Blacks transmitía la importancia del test. Steve Hansen, seleccionador de los vigentes campeones del mundo se mostraba nervioso ante el duelo con el posible (se rumorea) sustituto al frente del combinado nacional.
Hansen sabedor del poderío irlandés en melé, no quiso castigar a Coles (recién salido de lesión) frente a Furlong, y colocó allí de inicio al más pesado Tu’inukuafe. No sirvió de nada: la superioridad verde en fases estáticas fue el pilar de la victoria local que encontró el factor decisivo en el trabajo de la tercera, donde Van der Flier, Stander y un estajanovista O'Mahoney (impresionante y para enseñar el partido el suyo que le valió el Man on the Match) que convirtieron los rucks en una agonía negra, robando varios balones y manteniendo inmaculado el propio.
Irlanda quitaba la herramienta predilecta de los All Blacks. Su arma de destrucción favorita: el oval. Sin el balón Nueva Zelanda, sufría en defensa para parar las acometidas de la delantera irlandesa que se mostró colosal y dominadora. Y cuando los tres cuartos entraban a jugar el dinamismo personificado en el neozelandés nacionalizado Bundee Aki (me parece que no se le está dando importancia al matiz que ha dado al juego ofensivo de su equipo) convertía en metros ganados lo generado por los “gordos”. También el juego con el pie, recurso habitual de los verdes, hizo acto de presencia desequilibrando la presencia defensiva visitante.
A la media hora, con empate a 6 (golpes pasados por Sexton y Barret en su particular duelo por el Player of the Year) ya había habido 130 placajes repartidos entre ambos equipos. Las llegadas al punto de encuentro eran brutales y los rucks de una fiereza y acierto táctico y técnico brillantes.
Irlanda ya había conseguido parar con recuperación a los All Blacks en la 22 propia en un par de ocasiones y había visto un ensayo anulado por el TMO, pero sumaba tres puntos más para irse al descanso con 9-6.
A la vuelta Irlanda sorprendía a su rival con un nivel de exigencia aún mayor con el balón en posesión aportado por un acertadísimo Marmion como medio melé haciendo olvidar a Murray. El balón discurría de un lado a otro con velocidad y mantenía el castigo a unos All Blacks que sumaban infracciones para parar a los locales, incluidas algunas en la disputa de melé.
A los 7 de la reanudación llegaba el éxtasis al Aviva con una touch propia irlandesa en la medular, ejecutada con rapidez para mandar el balón a los tres cuartos. Estos, Bundee Aki volvía hacia el lado cerrado para encontrar al chico maravilla del rugby irlandés, Jacob Stockdale que con calidad y descaro lanzaba un sombrero para desbordar toda la cortina de los visitantes y posar un ensayo espectacular. Sólo un par de minutos antes, había intentado un sombrero que le fue interceptado, y sin embargo, se lo jugó con un convencimiento pasmoso. ¿Es Stockdale ya, el mejor finalizador, el mejor “try-man” del rugby mundial? Ahí lo dejo.
Evidentemente no se iban a quedar así las cosas y los All Blacks tiraron de galones, veteranía, talento y empaque de la camiseta con el plateado helecho para tratar de rehacerse y recuperar el terreno perdido. Buscaron de añadir más velocidad con su segunda unidad, liderada por TJ Perenara. Sólo pudieron hacerlo con el paso de un golpe de castigo, puesto que Irlanda ya con suplentes (algunos como Porter, Carbiery, Larmour de insultante juventud) continuó con su eficiente y aguerrido trabajo de contención donde brillaban Stander y O'Mahoney, recuperando algunos ovales aclamados por la hinchada verde.
Al final se desató la locura en Dublín y crece el optimismo de los irlandeses ante la próxima Copa del Mundo y también sobre el VI Naciones del año que viene, particularmente complicado por el calendario surgido, y en el que además son defensores del Grand Slam. Enfrente, reconociendo la derrota, felicitando al rival, marchaban los All Blacks, sabedores ya que en el otro lado del mundo, en una pequeña isla verde, están los máximos favoritos a disputarles el cetro mundial y también conscientes de en qué tienen que mejorar para seguir dominando con puño de hierro el rugby mundial.

Dentro de un año en el mundial ocurrirá lo que tenga que ocurrir. Para Irlanda es casi una cuestión nacional pasar por fin de cuartos, mientras que para Nueva Zelanda todo lo que no sea revalidar el título sería una decepción. Si son primeros de grupo, no se enfrentarían hasta una hipotética final. Ambos tienen el modelo de juego más desarrollado a menos de un año de la patada inicial, y parten con ventaja frente a otros (los perdidos ingleses, franceses, australianos o sudafricanos,... y ojo con galeses y argentinos). Además, son los que tienen un fondo de armario más extenso tanto en cantidad, como sobretodo en calidad, y en un torneo corto, de un mes y medio de duración a 7 partidos tener segundas y terceras opciones por puesto puede ser decisivo.
Queda un año, pero que nos quiten lo vivido anoche. Yo ahora me voy a poner el partido otra vez para paladearlo con gusto. Si puedes haz lo mismo.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Filosofía como esencia de la vida


Bustos de Socrates y Locke en la Biblioteca del Trinity Collegue de Dublín


Hoy viernes 16 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Filosofía. Llega en pleno debate sobre su restitución como enseñanza humanística troncal, dotándola para ello de poder -que inevitablemente pasa por la importancia de su nota- en las enseñanzas medias. El Gobierno de Pedro Sánchez trabaja ya en “su” reforma educativa, y lo hace para reescribir la reaccionaria y medieval propuesta de Wert que encontró unidos a profesores, alumnos, padres y defensores de la educación pública en su repulsa.
Así se vuelve a poner de moda el mantra de si es útil y merece la pena enseñar y practicar la filosofía (sin embargo, tenemos que aceptar la sobre dimensión de la enseñanza religiosa -católica- por encima de la filosófica, y pagada con los impuestos de todos).
En la medida en qué nos preguntamos sobre nuestra vida, sobre su esencia y trascendencia; sobre la muerte, sobre la sociedad, la historia, el mundo; la política, por el futuro, la educación; sobre la verdad y la mentira. Sobre el porvenir; la desigualdad, la injusticia; la subsistencia del planeta y de sus habitantes; sobre la moral y la ética... en la medida en que hacemos todas esas preguntas, sin sujetarnos a dogmas, y desarrolladas por nosotros mismos, hacemos filosofía. Al buscar esas respuestas -aunque no las consigamos- obtenemos filosofía.
La filosofía por lo tanto es inevitable porque ante cualquier duda que nuestra existencia plantea es allí donde acabamos. Es la herramienta primera para componer nuestra personalidad y conocernos. Y es el eslabón que conecta todo el saber, desde las ciencias a las letras, de los conocimientos técnicos y tecnológicos hasta las humanidades. Y de la teoría y la práctica. Y por supuesto y de manera muy importante como vehículo del lenguaje para hacerlo accesible, inclusivo y patrimonio eterno de la humanidad.
Ante un mundo cambiante, vertiginoso y presidido por la incertidumbre y el individualismo, no caben más salidas que practicar la filosofía como análisis de causas y consecuencias y como plan de alternativa por un futuro donde la dignidad y la vida se impongan.
Hoy, ahora tenemos un mundo y una vidas desorganizadas, cayendo, junto a todos los derechos y conquistas sociales que considerábamos seguras desapareciendo, al igual que el medio ambiente y el patrimonio de todos -los que estamos aquí pero también las generaciones pasadas y futuras-, en la ola del capitalismo más desaforado, un neoliberalismo amoral y suicida que ha traído de vuelta los viejos fantasmas del pasado: El fascismo.
Como ya adelantó Noam Chomsky en los años 70, “El fascismo es el último recurso de las clases dirigentes cuando ya no pueden mantener de otra forma sus privilegios”. La reacción del poder, de la oligarquía, que lleva dominando el mundo desde que es mundo (desde que somos conscientes de que existimos y nos organizamos para regular nuestra existencia) a las revoluciones que trataban de salvar la poca dignidad, libertad y expectativas de futuro hundidas con la estafa, llamada crisis, de las élites financieras corruptas.
Por eso ahora, debemos de tener a la filosofía como faro y guía de nuestras vidas, y consecuentemente, no puede más que ser importante en la educación de todas y todos. No como una retahíla de autores, ideas o libros que cumplen un curriculum, sino como esencia de nuestro pensamiento, fundamental para crear por sí mismo, enseñándonos y aprendiendo a pensar, estableciendo la duda como pasaporte a la creación de nuevas ideas y pensamientos críticos que vengan a solucionar los viejos problemas.
La filosofía es una práctica de vida que nos dice cómo vivir, pensar o actuar, analizando para entender y luego decidir. La esencia de la filosofía es el análisis conceptual y la deliberación. Es un ejercicio de reflexión, privada y pública, que tiene un efecto transformador sobre las opiniones, las actitudes y las leyes. Precisamente, la dimensión pública de la filosofía favorece la participación y la “inter-disciplinariedad”, a través de la divulgación, la información y la transparencia.
El arte de preguntar es la filosofía y su desarrollo contribuye decisivamente a la creación de ciudadanos libres con conciencia crítica, con opinión propia sometida a la razón que también analiza las opiniones de los demás, empezando por la del orden establecido. Así se crea la libertad de pensamiento frente a los dogmas, prejuicios y corsés impuestos por las estructuras opresores de poder.
Por todo ello es fácil entender porque la derecha reaccionaria y fascista trata continuamente desde el principio de los tiempos aparcarla, quitarle importancia y olvidarla, cuando no prohibirla y perseguirla. Frente a su beligerancia ante el pensamiento crítico y razonado, nosotros como sociedad, nos ponemos junto a filósofos, pensadores, docentes y pedagogos que saben de la importancia de la vitalidad de la filosofía y su inclusión en la educación de todas y todos, más si cabe, dentro de la enseñanza pública.
Más vital si cabe defenderla en un contexto de inseguridad (personal, social, jurídica, vital, medio ambiental, laboral,...) tan grande como el que tenemos. Hacerlo sin concesiones, adecuándola a espacios, escenarios y audiencias. Involucrando a las mujeres como parte activa (imprescindible incluir a autoras y sus luchas en los curriculums y en ayudar a las mujeres a desarrollar su propia actitud filosófica) y defendiendo el humor y la libertad de expresión ante los ataques del pensamiento único.
Un día como hoy, es perfecto para animarnos a todos a practicar el ejercicio de filosofar, y recordar su importancia primero como arma de empoderamiento de los seres humanos, desde su individualidad, hasta su comunidad y hacia la sociedad; y también como patrimonio inmaterial, esencial, de la vida.


 

Intervención de Fernán Vello defendiendo la asignatura de filosofía en el pleno del Congreso (21 de junio de 2017)



viernes, 9 de noviembre de 2018

El Siglo de la Reacción




Como apasionado de la Historia que soy, estas dos últimas semanas las he dedicado en buena parte a leer, devorar, el voluminoso libro de Josep Fontana, titulado El Siglo de la Revolución. Una obra completa y rigurosa sobre la historia del siglo previo marcada inequívocamente por la expansión del capitalismo y las pasiones nacionalistas que lanzaron a Europa a la Guerra Mundial; la Revolución Rusa como respuesta a al imperante desigualdad y a un conflicto lejos de palacios y que enfrentaba a clases trabajadoras; ante el movimiento socialista vinieron la reacción que aupó a los fascismos y la primera época de “feliz” -y desregulado- capitalismo liberal que alentaron la Segunda Guerra Mundial como continuo de la Primera; la nueva política internacional de bloques marcada por la Guerra Fría y el ascenso y comienzo de la decadencia de Estados Unidos, alentado por la reacción de las élites en forma de neoliberalismo económico e hiper financiarización de una economía descontrolada que están volviendo a reescribir la historia.
Así tenemos ya 100 años de reacción de las élites capitalistas, del dinero, frente a la dignidad de la vida y la democracia de las clases populares. Un proceso que está aumentando la desigualdad entre países y regiones y dentro de las mismas sociedades, beneficiando cada vez de forma más abusiva a un 0’01% y degradando la vida, condiciones y expectativas del 99’99 restante.
El historiador barcelonés Josep Fontana (1931) mantiene inalterable su coherencia e identidad para contar la historia tal como la siente, pero con la rigurosidad suficiente para subrayar las tropelías y el dolor causado por cada uno de los protagonistas del orden mundial. Lo hace contando las causas y consecuencias de cada hecho y aportando una extensa y prolífica bibliografía (más de 100 páginas) para quien quiera comprobar datos y ampliar los horizontes de su comprensión sobre la historia del Siglo XX.
El desarrollo de la obra se traza a través de la historia política, con mucha atención a los aspectos económicos y sociales con el propósito de sintetizar lo ocurrido para tomar partido con un carácter transformador: conocer el pasado, explicarlo para contextualizarlo al presente, a lo qué pasa hoy en día, y conquistar el futuro.
Evidentemente, Fontana sigue sus convicciones marxistas demostrando su inequívoca vigencia, como “lucha de clases” y más aún como “lucha por la libertad, la igualdad y la dignidad, de revueltas contra los opresores” deseando construir “sociedades más justas”, pero siendo “aplastados por los defensores del orden establecido”.
La primera parte del libro (seis capítulos) acaparan lo ocurrido entre las dos Guerras Mundiales, para después (once capítulos) desarrollar los últimos 65 años (hasta 2016), con mucha mayor profusión e interés demostrando con certeza el “nuevo orden mundial” marcado por la hegemonía de Estados Unidos, primero en competencia con la URSS en la llamada Guerra Fría (de la que resultan esclarecedores todos los episodios de guerras secretas, privadas y movimientos reaccionarios que desde la CIA se lanzaron por todo el mundo, para salvar, única y exclusivamente, los beneficios e intereses económicos de las empresas americanas, muchas de ellas armamentísticas. Para que luego hablen de “los muertos del comunismo”), y luego ya como potencia única.
Josep Fontana denuncia a Estados Unidos como responsable de muchos de los males del mundo actual en el que el capitalismo deambula sin control ocasionando mayores desastres: crisis, burbujas, desmontaje de los servicios públicos y los derechos ciudadanos, desigualdad, corrupción, nepotismo,cambio climático, degradación del medio ambiente, catástrofes naturales,… terrorismo, violencia,… auge del fascismo.
Por eso, para mí, este fenomenal libro se titula más El Siglo de la Reacción como el Siglo de la Revolución. Porque a las revoluciones libertarias que jalonaron todo el Siglo XIX (desde la Revolución Francesa) y se culminaron con la proclamación de la URSS y la Dictadura del Proletariado, le ha seguido un mundo movido por la simple avaricia que promueve el capitalismo, culminado por su acepción más radical, el neoliberalismo que viene promoviendo una desregulación del capital, de las relaciones humanas, empezando por las laborales, y un individualismo superfluo que ha conseguido usurpar toda herramienta de cambio que tenían las clases trabajadoras con los sindicatos y los partidos políticos de clase.
Así, hoy, sucesos como Trump, Bolsonaro en Brasil, el Brexit, los populismos de extrema derecha en Europa ganan terreno aprovechando los problemas de representación de las democracias liberales, incapaces por sí solas de oponer el interés general y el progreso humano, por encima de los intereses de las élites y el capital. Una gestión de la economía injusta, perniciosa, corrupta y mafiosa que ha aumentado la desigualdad entre capas sociales de un mismo país o región a estándares que no se veían en la época entre guerras.
Como siempre, la derecha actual ha amplificado, exagerado y ya en este momento mentido sobre los problemas sociales, prometiendo resolverlos en cuanto llegarán al poder, para luego hacer lo que ya sabemos que hace. Su acierto y habilidad está en focalizar el colectivo más interesante (hombres blancos de mediana edad del medio este, en Estados Unidos, por ejemplo) y enfrentarlo a otra clase trabajadora, los inmigrantes, evitando por supuesto cualquier planteamiento de redistribución de la riqueza, lucha contra la corrupción, el dinero negro, los paraísos fiscales, etc.
Fenómenos como “los trabajadores pobres”, los desahucios, el paro, la precariedad, el hambre no lo crean las revoluciones de las clases populares. Son consecuencias de la guerra de clases liderada por la oligarquía que en esta fase trabaja con ahínco y convicción en hacer que los derechos y libertades de todas y todos, se conviertan en beneficios de muy pocos.
En esta guerra capitalista, esta lucha de clases, el nuevo campo de batalla es la democracia, sobretodo la liberal, en la que el imperio busca sobrevivir a la emergencia de China, asegurando su estatus como máxima potencia tecnológica y sobretodo como motor financiero del mundo. Frente a estos planteamientos en los que todo, absolutamente todo, está supeditado al dinero, sobran los parlamentos, las votaciones y las organizaciones supranacionales, tipo UE, a la que ya han empezado a desnudar con los tratados comerciales.
El escenario está claro. Ante el matrimonio de conveniencia entre fascismo y ultra liberalismo (y antes de que éste explote) para deshacerse de la democracia, se hace necesario volver a plantear políticas multilaterales que devuelvan y otorguen futuro y privilegios de clase para la mayoría de la población. Parece poca cosa, pero esto sólo se puede revertir si se da techo, suministros, comida, trabajo, educación y sanidad a la gente. Y esta agresión al sistema imperante sólo se podrá hacer con unas ciudadanías unidas por su clase social, no separadas por banderas u otros ornamentos, que defiendan en la calle, con lucha, empeño e inteligencia la batalla que ofrecerán las élites.
Así por todo esto, no puedo hacer más que recomendar de manera entusiasta la lectura de El Siglo de la Revolución, de Josep Fontana, así como su extensa e interesante obra. En El Siglo de la Revolución y como el propio autor expresa, y yo os puedo garantizar que experimentareis, la intención ha sido recuperar la política como factor histórico para explicar el mundo en el que vivimos, con la convicción de que otros sistema es posible y es necesario pero que sólo se llegará a él sabiendo de donde venimos y con activación social. Es evidente, que si no conocemos la historia, estamos condenados a repetirla. Y desgraciadamente, no tenemos una historia que celebrar.


El Manifiesto Comunista. Comentario

  Introducción En 1848 se publicaba el documento político-ideológico y filosófico más trascendental de la Historia de la Human...