jueves, 5 de octubre de 2017

Ciencia: La gran olvidada en España




Durante esta semana se están haciendo públicos los galardonados con los Premio Nobel 2017. Cada día se va descubriendo la persona o el equipo científico en cada una de las especialidades, siendo hoy jueves el día para conocer al ganador del Nobel de Literatura de 2017. En anteriores días se conocían a los ganadores en Medicina, Física y Química. Y no. Por supuesto, que en esta ocasión, tampoco hay científicos españoles (o vinculados a Universidades españolas) entre los ganadores.
España no ha tenido ningún premio Nobel de áreas científicas desde 1959, en que recibió el galardón Severo Ochoa por sus trabajos sobre el ADN y la biología molecular. Teniendo en cuenta, además, que investigó en Estados Unidos y tenía la doble nacionalidad. Antes sólo hubo otro científico español galardonado, el aragonés Santiago Ramón y Cajal, en 1906, por su trabajo sobre la estructura del sistema nervioso. Los dos fueron premiados en los campos de la Fisiología o Medicina. No hemos tenido ni uno en Física o Química, ni tampoco en Paz o Ciencias Económicas. Nos salvamos un tanto por la Literatura, con seis premios: Vicente Alexandre, Jacinto Benavente, José Echegaray, Juan Ramón Jiménez, Camilo José Cela y Mario Vargas Llosa, este último hispano-peruano. Tampoco esto es mucho. Baste comparar con la vecina Francia, que ha tenido 47 premios Nobel, de ellos 13 de Literatura y muchos de las restantes disciplinas desde que en 1901 se empezaron a entregar.
No cabe duda de que el déficit en galardones internacionales en materias científicas debería sonrojarnos y avergonzarnos. No representamos nada en investigación, innovación o tecnología. Al contrario que con los premios Nobel de Literatura (o el de la Paz, donde no ha habido ningún nacional premiado nunca) se premian el genio de un individuo surgido en una comunidad que no tiene porque tener grandes recursos, siendo frecuente los premiados de entornos subdesarrollados o muy perjudicados. Sin embargo, en las áreas científicas tenidas en cuenta (Medicina, Física, Química y también Economía) no sólo se premia al científico o equipo concreto que desarrolla una labor concreta en el ámbito de las Ciencias comentadas, sino que también y muy importante se valora y se da visibilidad a las inversiones y la apuesta que una economía y una sociedad, es decir, una nación hacen por la ciencia y por el talento innovador que atesoran.
Los Premios científicos son resultado de años de investigación de amplios equipos, con estabilidad y seguridad financiera, en su puesto de trabajo; Estudios realizados con muchos recursos y medios sofisticados. Síntoma de un país desarrollado, valiente e innovador. El que hoy, o en los años anteriores o en los próximos 10 años no haya Premios Nobel españoles no es cuestión achacable a los últimos años y las políticas de respuesta a la crisis, perdón estafa, económica.
Sin embargo, esa gestión basada en represión, recortes en educación, I+D+i, y salud y regalos a los bancos, van a hacer que la sequía en galardones de ciencias para ciudadanos y ciudadanas españolas vaya a ser larga y penosa. España ha apostado por otras cosas, como una hiper financiamiento de la economía. Se han bajado, cuando no eliminado becas de estudio y de investigación, y por otro lado se subvencionan cosas tan lamentables como cátedras de tauromaquía o fútbol por todos los lados y a todas horas.
Nuestros científicos trabajan sin seguridad y sin poder plantearse planes de vida debido a la volatilidad de las políticas de investigación y educación en éste país. Y las políticas para traer de vuelta el talento emigrado tienen mucho de publicidad y nada en cuestiones concretas que pudieran hacer que la gente volviera a trabajar en España.
La inversión en I+D+i es ridícula: Nos situamos en el 1,24% del PIB en I+D+i, frente a la media del 2,02% de los países de la UE y, por supuesto, muy lejos de los países punteros. Y además algo falla en la estructura de nuestros estudios. El porcentaje de españoles de entre 30 y 35 años con estudios superiores finalizados es del 42,3%, por encima del 38% de media europea. Pero nuestros investigadores marchan al extranjero y a la vez nos faltan trabajadores altamente cualificados de menor nivel académico.
El estado español va a gastar en su presupuesto anual para 2017 unos 714 millones en investigación. Por contextualizar, el presupuesto para la temporada 2017-18 del Real Madrid está fijado en torno a los 690 millones. El del Barça en 675 (cantidades ambas no oficiales, y que parece ser son mucho mayores). Y esto es un dinero presupuestado, es decir, que está a expensas de la ejecución y de que llegue finalmente para el objetivo para el que se adjudico. Sobre las cifras de 2016 en materia de investigación y desarrollo el ejecutivo del PP se llena la boca pero realmente sólo dedica un 60% de lo asignado para las investigaciones científicas. Una auténtica vergüenza.
Y por no hablar de que buena parte de la cantidad asignada a investigación se convierte en ayudas indirectas a empresas por crear proyectos en esta materia, por lo que imaginar lo que puede acabar llegando a las universidades debe ser percibir las migajas.
Por fortuna, pero sobretodo debido al trabajo y talento personales, unido al riesgo de migrar hacia entornos que si premian la predisposición científica, “tenemos” a miles de científicos y científicas españolas, trabajando y desarrollándose en Universidades, fundaciones y empresas extranjeras. Capital científico y del conocimiento, pero también humano, generado gracias, en parte, a la educación española y cuyos rendimientos son aprovechados por agentes extranjeros.
Lamentablemente, y más con el cisma generado y con multitud de problemas que atacan a nuestra supervivencia no parece que la mente de los partidos políticos este en invertir en ciencia y en abrir programas serios, rigurosos y con compromiso firme a cumplir para regenerar el entorno educativo y científico en España. Se hace imprescindible, y no porque aparezcamos mejor o peor en ránkings o en laudos de galardones, apostar claramente por la ciencia y el conocimiento. Poner recursos a disposición de los científicos y darles libertad de cátedra y estudio para desarrollar nuestro conocimiento.
La ciencia tiene que ser una cuestión de estado, y hay que abrir seriamente el debate de la financiación de la ciencia y de la Universidad, para que no queden al antojo y las necesidades de gobiernos que son claramente ineficaces y se mueven por cortoplacismos electorales.
Estoy hablando de poner más recursos, recaudarlos vía una política fiscal justa, progresiva y eficiente; una asignación basada en criterios científicos y rigurosos. Y una disposición y control de las inversiones que de seguridad para que nuestros científicos y científicas sepan que pueden plantearse desarrollar su vida, junto a su trabajo, en su país.
Contra más desarrollado es un país en ciencia, innovación, tecnología y en la labor de sus universidades (tanto en ciencias como en letras y artes) mejor es ese país. Más útil, más sensible, más social. Un mejor lugar donde vivir
 

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