lunes, 30 de octubre de 2017

Techo y comida



Anoche RTVE a través de La2 en su espacio dominical de Versión Española estrenaba la película Techo y comida, obra de 2015 ambientada en un barrio de clase trabajadora de la Jerez de la Frontera de 2012 -si es que es separable de la actual- en plena etapa de despiadadas consecuencias sobre las clases populares de crisis o mejor dicho estafa económica de 2008. O peor aún, en el momento en el que se vendía una supuesta recuperación que jamás, ni en el 12, ni el 15, ni ahora ha llegado al conjunto de la población.
La película muestra gracias en gran medida a la tremenda interpretación de Natalia de Molina en el papel protagonista de Rocío, los dramas y vicisitudes que tiene que afrontar en soledad una joven madre soltera, en paro, al borde del desahucio, atacada por los estigmas sociales de la pobreza en su camino hacia la exclusión social.
El guión es de Juan Miguel del Castillo quien también la dirige, componiendo de manera firme una Ópera prima de áspera realidad que en su conjunto compone una bola difícil de tragar por la crudeza que retrata el drama y tragedia de una familia que podía ser la mía, la tuya o la de la vecina del primero, pese a que nos tapemos los ojos con la pantalla del móvil de última generación y el resto de los sentidos bajo un individualismo atroz.
El dibujo es así un drama social que se convierte cada vez más y más crudo y desalentador, a la vez que indigno al ver como la protagonista se come en soledad el fracaso de su constante lucha por sacar adelante a su hijo de 8 años y un hogar donde comienzan a fallar los suministros básicos: la luz, enganchada a la toma de una vecina amable, solidaria y comprensiva; el calor sustituido por el gesto de los brazos cruzados sobre el pecho para cerrar una humilde rebeca; o en el hambre de la madre, que da todo lo que puede para su hijo, que también padece de manera inconsciente los estragos de la situación.
El autor escribe y filma con realismo la realidad diaria en la lucha de la madre, muchas veces cámara en mano, jugando así en la fina línea entre la ficción dramática, cuasi trágica, y el documental social. Es la mejor forma para que el espectador empatice, salga de su burbuja probablemente acomodada y se incomode en su butaca o su sillón ante las penurias que sufre una persona, que podía ser cualquiera. Incluso puede que sea alguien, o varias familias, muy cercanas a la nuestra, y no seamos capaces de identificarlo y socorrerlo.
La acumulación de situaciones narradas es a la vez la pérdida de dignidad progresiva de Rocío, quien baja escalones en su amor propio con tal de mantener el progreso y la felicidad de su hijo.
En total tenemos una obra necesaria y brillante. Una áspera crítica social, tanto en la parte evidente (corrupción, recortes, privatizaciones y neoliberalismo reciben en todo momento justa crítica con las intervenciones de personajes secundarios) y también de manera más escondida el individualismo, la falta de empatía y solidaridad y el estado de las administraciones, lastradas por años de corrupción y nepotismos incapaces de dar respuestas a problemas colectivos ni de forma individual, ni tampoco social.
Sin duda, una película para observar y reflexionar. Una obra necesaria y enriquecedora. Pero, ¿para quién? ¿cuál es el público objetivo? ¿llega a él? ¿o por el contrario es otra suma más de un tipo de cine o de expresión cultural que no enfanga al total de la ciudadanía?
Mientras veía la película me encabronaba por el estado de las cosas que han traído situaciones como las narradas. Volvía a indignarme. Volvía a rabiar por como está todo y sobretodo po lo difícil que es cambiarlo. Y pensaba que es tan difícil porque a dos de cada tres -por lo menos- lo que cuenta esta película se la trae al pairo.
A la gente, en general e ignorancia, la vida real, dura, cruda y degradada de sus convecinos les importa una mierda. Que exista un problema de vivienda, o que la pobreza energética sea una realidad constante para millones de ciudadanos es algo que ni existe, ni se lo plantean, quienes sólo piensan en si mismos, o como mucho en las banderas tan de moda ahora, en el fútbol, o en la mierda que retransmita Tele5.
Una película así, como toda obra de realismo social y cine denuncia como el de León de Aranoa o Ken Loach, por ejemplo, viene a alimentar a una parte muy particular de la audiencia, que ya estamos indignados. Ya somos carne de protesta, reivindicación por la justicia social. Somos, muchos pero no los suficientes, quienes ya somos la audiencia objetiva y convencida del mensaje. Nos remueve la conciencia que ya está agitada desde hace años.
Me atrevo a decir que quienes vimos la película anoche o la vio en el cine hace un par de años, ya somos en una abrumadora mayoría los que ya conocemos la realidad social que la estafa y el capitalismo de amiguetes nos ha legado. Y ya sabemos que esta cronificación social de las penurias, la cada vez más grande brecha social, y que la pobreza y la exclusión social atrape cada vez a más y más gentes humildes y trabajadoras, sólo se puede superar con rebelión, revolución, lucha y justicia social.
Pero repito: somos la minoría. Como mucho la minoría del 1 de cada 3. A los otros dos, relatos así ni les va ni les viene. No es cine para ellos. No es un producto cultural que les interese, y por lo tanto no les va a incomodar, no les va a llamar a rebelarse y a luchar. No les va a hacer empatizar y solidarizarse con quienes lo están pasando tan de puta pena.
La última parte de una película, o una novela de realidad social es la más amarga y cruda de las realidades. Y esa es que al final llega a donde llega, a un público ya convencido, pero pasa sin comentario y sin pena ni gloria por la mayoría de la gente que ignora que lo que en una película como Techo y comida se relata, le puede pasar a él. O a ella. O a sus hijos. O a sus amigos. O a un desconocido de un barrio obrero, o de un pueblo pequeño.
Esta última reflexión es la más dolorosa, triste y preocupante. La capacidad para abstraerse, para auto engañarse y ser manipulados y la nula capacidad para empatizar, bajo el individualismo y la inexistente actitud crítica y la dirección que marcan los medios de comunicación de masas.
Si pueden ver Techo y Comida, véanla y reflexionen. Recomiendenla a sus allegados. Dialoguen y discutan sobre ella, sobre la realidad que expone. Si les conmueve y/o les revuelve actívense. Luchen para cambiar ese escenario que está quedando para millones de personas. 
 

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