Anoche
RTVE a través de La2
en su espacio dominical de Versión
Española
estrenaba la película Techo y comida,
obra de 2015 ambientada en un barrio de clase
trabajadora
de la Jerez de la Frontera de 2012 -si es que es separable de la
actual- en plena etapa de despiadadas consecuencias sobre las clases
populares de crisis o mejor dicho estafa económica de 2008.
O peor aún, en el momento en el que se vendía una supuesta
recuperación
que jamás, ni en el 12, ni el 15, ni ahora ha llegado al conjunto de
la población.
La
película muestra gracias en gran medida a la tremenda
interpretación de Natalia de Molina en
el papel protagonista de Rocío, los dramas y vicisitudes
que tiene que afrontar en soledad una joven madre soltera, en paro,
al
borde del desahucio,
atacada por los estigmas sociales de la pobreza en su camino hacia la
exclusión
social.
El
guión es de Juan
Miguel del Castillo
quien también la dirige, componiendo de manera firme una Ópera
prima
de áspera realidad que en su conjunto compone una bola difícil de
tragar por la crudeza que retrata el drama y tragedia de una familia
que podía ser la mía, la tuya o la de la vecina del primero, pese a
que nos tapemos los ojos con la pantalla del móvil de última
generación y el resto de los sentidos bajo un individualismo atroz.
El
dibujo es así un drama
social
que se convierte cada vez más y más crudo y desalentador, a la vez
que indigno al ver como la protagonista se come en soledad el fracaso
de su constante lucha por sacar adelante a su hijo de 8 años y un
hogar donde comienzan a fallar los suministros básicos: la luz,
enganchada a la toma de una vecina amable, solidaria y comprensiva;
el calor sustituido por el gesto de los brazos cruzados sobre el
pecho para cerrar una humilde rebeca; o en el
hambre de la madre,
que da todo lo que puede para su hijo, que también padece de manera
inconsciente los estragos de la situación.
El
autor escribe y filma con realismo
la realidad diaria en la lucha de la madre, muchas veces cámara en
mano, jugando así en la fina línea entre la ficción dramática,
cuasi trágica, y el documental
social.
Es la mejor forma para que el espectador empatice, salga de su
burbuja probablemente acomodada y se incomode en su butaca o su
sillón ante las penurias que sufre una persona, que podía ser
cualquiera. Incluso puede que sea alguien, o varias familias, muy
cercanas a la nuestra, y no seamos capaces de identificarlo y
socorrerlo.
La
acumulación de situaciones narradas es a la vez la pérdida de
dignidad progresiva de Rocío, quien baja escalones en su amor
propio
con tal de mantener el progreso y la felicidad de su hijo.
En
total tenemos una obra
necesaria y brillante.
Una áspera crítica social, tanto en la parte evidente (corrupción,
recortes,
privatizaciones
y neoliberalismo
reciben en todo momento justa crítica con las intervenciones de
personajes secundarios)
y también de manera más escondida el individualismo, la
falta de empatía y solidaridad
y el estado de las administraciones, lastradas por años de
corrupción y nepotismos incapaces de dar respuestas a problemas
colectivos ni de forma individual, ni tampoco social.
Sin
duda, una
película para observar y reflexionar.
Una obra necesaria y enriquecedora. Pero, ¿para quién? ¿cuál es
el público objetivo? ¿llega a él? ¿o por el contrario es otra
suma más de un tipo de cine o de expresión cultural que no enfanga
al total de la ciudadanía?
Mientras
veía la película me encabronaba por el estado de las cosas que han
traído situaciones como las narradas. Volvía a indignarme. Volvía
a rabiar por como está todo y sobretodo
po lo
difícil que es cambiarlo. Y pensaba que es tan difícil porque a dos
de cada tres -por lo menos- lo que cuenta esta película se
la trae al pairo.
A
la gente, en general e ignorancia, la vida real, dura, cruda y
degradada de sus convecinos les importa una mierda. Que exista un
problema de vivienda,
o que la pobreza energética
sea una realidad constante para millones de ciudadanos es algo que ni
existe, ni se lo plantean, quienes sólo piensan en si mismos, o como
mucho en las banderas tan de moda ahora, en el fútbol, o en la
mierda que retransmita Tele5.
Una
película así, como toda obra de realismo social y cine denuncia
como el de León
de Aranoa
o Ken
Loach,
por ejemplo, viene a alimentar a una parte muy particular de la
audiencia, que ya
estamos indignados.
Ya somos carne de protesta, reivindicación por la justicia social.
Somos,
muchos pero no los suficientes, quienes ya somos la audiencia
objetiva y convencida del mensaje. Nos remueve la conciencia que ya
está agitada desde hace años.
Me
atrevo a decir que quienes vimos la película anoche o la vio
en el cine hace un par de años, ya somos en una abrumadora mayoría
los que ya conocemos la
realidad social que la estafa y el capitalismo de amiguetes nos ha
legado.
Y ya sabemos que esta cronificación social de las penurias, la cada
vez más grande brecha social, y que la pobreza y la exclusión social atrape cada vez a más y más gentes humildes y trabajadoras,
sólo se puede superar con rebelión, revolución,
lucha
y justicia
social.
Pero
repito: somos la minoría. Como mucho la minoría del 1 de cada 3. A
los otros dos, relatos así ni les va ni les viene. No es cine para
ellos. No es un producto cultural que les interese, y por lo tanto no
les va a incomodar, no les va a llamar a rebelarse y a luchar. No les
va a hacer empatizar y solidarizarse
con quienes lo están pasando tan de puta pena.
La
última parte de una película, o una novela de realidad
social
es la más amarga y cruda de las realidades. Y esa es que al final
llega a donde llega, a un público ya convencido, pero pasa sin
comentario y sin pena ni gloria por la mayoría de la gente que
ignora que lo que en una película como Techo
y comida
se relata, le puede pasar a él. O a ella. O a sus hijos. O a sus
amigos. O a un desconocido de un barrio obrero, o de un pueblo
pequeño.
Esta
última reflexión es la más dolorosa, triste y preocupante. La
capacidad para abstraerse, para
auto engañarse y ser manipulados
y
la nula capacidad para empatizar,
bajo el individualismo y
la inexistente actitud crítica
y
la dirección que marcan los medios de comunicación de masas.
Si
pueden ver Techo
y Comida,
véanla
y reflexionen. Recomiendenla
a
sus allegados. Dialoguen y discutan sobre ella, sobre la realidad que
expone. Si les conmueve y/o les revuelve actívense.
Luchen para cambiar ese escenario que está quedando para millones de
personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario