Tras
los acontecimientos, es decir, la violencia con la que el
Estado dio respuesta al desafío soberanista del 1 de
Octubre, yo mismo, republicano convencido, reclamaba la imperiosa
necesidad de que el Rey, el Jefe del Estado, saliera a la
palestra.
Se
me hacía inconcebible que Felipe VI “el preparao” no
diera ejemplo a unos políticos inútiles y corruptos que habían
enquistado la cuestión catalana; que no saliera a poner sosiego en
la aceleración de acontecimientos; que no llamará a todos a la
calma, especialmente a la ciudadanía, pero también a las élites
políticas. Me parecía una oportunidad fantástica, y lo digo con
sinceridad y convencido de mi republicanismo, para dar empaque y uso
a la monarquía. Una declaración del Rey, sosegada, proactiva
en la que se mostrará dialogante e incluso como mediador, por qué
no, entre las dos derechas que han llevado esta situación al
desquicio, al abismo.
Pero
no. Al monarca se le puso en los cojones hacer una declaración
aberrante, desquiciada y que entierra cualquier esperanza para una
solución pacífica, pactada y que pueda ser admitida con dignidad
por todos. Como el mal padre, leía la cartilla a uno de “sus
hijos” y ni nombraba las tropelías del otro, tras una pelea de
chiquilllos.
Las
palabras del Rey venían a dar cobertura sin ambages a la actitud y
políticas destiladas desde Moncloa, desde la sede de Genova del
Partido Popular y el chiringuito de pipas que tienen Ciudadanos.
Represión, persecución, cierre de libertades, despliegue policial e
incluso militar, intervención vía Artículo 155...
Tras
lo visto el domingo 1 de Octubre, la violencia infringida
sobre ciudadanos que solamente querían votar o hacer una declaración
pública en simulacro de referéndum, no mereció ni una palabra del
monarca. Para el Rey, los heridos no existieron.
Tampoco
se llamaba a reprobar ciertas actitudes de la presidencia del
gobierno que ha usado los poderes del Estado, como la judicatura y
las fuerzas de seguridad, para reprimir, para construir un escenario
de enfrentamiento abierto contra los Independentistas, que son
políticos, pero también por todo lo que han hecho todos estos años y especialmente el último mes y los últimos días, millones de
ciudadanos catalanes y también del resto del Estado. Para Felipe VI,
Rajoy y la caverna más rancia de la ultraderecha, no tienen nada que
ver con la situación generada, como si estos no tuvieran nada que
ver cuando reprimieron la voluntad catalana expresada en forma de
Estatut, por cálculos electorales.
Obviaba
el Rey, en su discurso a todos los ciudadanos y ciudadanas que
quieren expresarse, incluido los que quieran decir “No” a la
Independencia catalana. También “pasaba” olímpicamente
de los millones de ciudadanos españoles que horrorizados por todo lo
que hemos visto estas últimas semanas pedimos diálogo y soluciones
basadas en política con mayúsculas.
Por
supuesto, la retahíla de frases hechas jugó su papel para mostrar
la incoherencia de personaje e institución. Que alguien, elegido
por vía seminal, a quien su padre fue puesto por un dictador
fascista moribundo, me venga a hablar de democracia suena a broma de
mal gusto.
No sólo fue lo qué dijo, sino cómo lo dijo. El tono y el lenguaje corporal iban acorde al mensaje de represión y defensa de la Constitución del 78 (de la que depende su vidorra, no lo olvidemos). Se mostraba el Rey, encendido, protestón, regañando al mal hijo o al mal alumno y amenazante. Sobretodo amenazante.
Incluso la presentación era un mensaje claro y atemorizador. El Rey se presentaba delante de un cuadro de su tatatarabuelo, Carlos III ataviado con una armadura y blandiendo bastón de mando. Además, por si no lo sabéis, fue el último Rey español que intervino militarmente en Catalunya y obligó a la educación en castellano, relegando el catalán, así como prohibió la edición de libros en catalán.
No sólo fue lo qué dijo, sino cómo lo dijo. El tono y el lenguaje corporal iban acorde al mensaje de represión y defensa de la Constitución del 78 (de la que depende su vidorra, no lo olvidemos). Se mostraba el Rey, encendido, protestón, regañando al mal hijo o al mal alumno y amenazante. Sobretodo amenazante.
Incluso la presentación era un mensaje claro y atemorizador. El Rey se presentaba delante de un cuadro de su tatatarabuelo, Carlos III ataviado con una armadura y blandiendo bastón de mando. Además, por si no lo sabéis, fue el último Rey español que intervino militarmente en Catalunya y obligó a la educación en castellano, relegando el catalán, así como prohibió la edición de libros en catalán.
Probablemente
para decir lo que dijo, lo mejor es que hubiera mantenido el silencio
de su desaparición pública. Se confirmaron así una vez más, dos
cosas: La primera que más vale parecer imbécil y estar callado
que no hablar y confirmarlo. La segunda que la Monarquía es una
institución anacrónica e inútil y desde aquí y desde todo el
país, ya muchos y cada vez más, le pedimos que entregue las armas
(la corona y la Jefatura del Estado) y se disuelva (abdique y
convoque elecciones constitucionales). Si no aporta soluciones es
parte del problema.
Pasada
la jornada de ayer, de huelga y protesta en Catalunya contra
la violencia estatal, y el discurso incendiario del Rey tenemos un
escenario nada halagüeño que nos llevan a un final imprevisible
donde puede pasar cualquier cosa y las rupturas sociales van a
pesar para varias generaciones.
Las
dos derechas más corruptas de Europa tapándose con un trapo, cada
una el suyo, sus vergüenzas, que sólo han servido para
incendiar las pasiones nacionalistas en ambos lados, con el peligro
que eso tiene en la extrema derecha que sigue estando.
En
medio los que ni sienten, ni padecen, y la izquierda, y quienes
creemos, o creíamos, que la política lo podía resolver todo. Y sin
embargo, en Catalunya o en España, nos vamos a encontrar con
mayorías absolutas, abolutísimas, de derechas que a lo único que
se dedican con eficacia es a robar.
Pero
nos hemos encontrado con políticos de baja, bajísima, estofa.
Incapaces no ya de aportar soluciones, sino de no crear problemas. La
derecha burguesa catalana siguiendo su camino al pie de la letra,
sabiendo que la Independencia es inevitable.
Y
por otro la derecha burguesa y franquista, nacional, amparadas
por el Rey, llevada a los mandos por un Rajoy, el peor
presidente de la historia de España.
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