viernes, 27 de agosto de 2021

La superioridad moral de la izquierda

 

El título de esta entrada es una afirmación y a la vez la mayor ofensa que se pueden inferir a todas y todos aquellos que profesan religiones tan variopintas (y a veces contradictorias) como el liberalismo y neoliberalismo (todas las criminales variantes que otorgan al mercado el don de iglesia y al dinero el de dios todopoderoso), el conservadurismo (desde unos valores clásicos de civilización, por lo general idealizados, a la defensa a ultranza de costumbres y comportamientos arcanos y retrógrados que derivan en el fascismo) o la propia religión (sin entrar, de momento, en confesiones).

Si. No discutan. No se pongan de perfil, ni se hagan los ofendidos. La superioridad moral de la izquierda es un hecho, y además, lo es irrefutable.

No se trata de que únicamente exista un relato hegemónico impuesto por historiadores de izquierdas de una corriente marxista o neo-marxista. Es que ese relato es la propia Historia y quienes la analizan, estudian, interpretan y dan a conocer, acaban situándose en ese ala izquierda de la asamblea, no sólo por precondiciones, sino porque tras lo hallado y leído llegan a la conclusión de que el barbas tenía razón y la historia es la sucesión de acontecimientos de una lucha continua entre poderosos y desamparados, poseedores y desposeídos. Y mientras unos pasan a la historia (y a la más modesta y estimulante intra historia) tratando de mejorar las condiciones de vida de cuantas más personas mejor (y sin distinciones por género, raza, ideología, condición, etc), otros se dedican a preservar y aumentar las diferencias de clase y estamento. Aunque sea a costa de generar violencia, indignidad, hipocresía y dolor a raudales.

Pongamos por ejemplo este país. En España, y más actualmente con el revisionismo de una ultraderecha desacomplejada, existe una confrontación contra la historia que demuestra que las izquierdas (comunistas, anarquistas, socialistas, incluso derechistas y católicos republicanos) lucharon por mantener la libertad y la democracia frente a las fuerzas reaccionarias de nobleza, ejército, jerarquía eclesiástica y burguesía que a modo de cruzada querían mantener y asegurar la posesión del país para su uso y disfrute. Unos luchaban la legitimidad de un estado que “estábamos decidiendo entre todos”, mientras otros apoyaron un levantamiento militar que traicionaba sus propios juramentos. La izquierda defendía la legalidad, frente a una derecha que impulsaba la violencia y la guerra.

Con la llegada de Aznar al gobierno se impulsó un revisionismo histórico apócrifo y la mayoría de las veces fantasioso para hacer prevalecer la gestión de la Historia que la dictadura franquista impuso como legado.



Una de los mantras más utilizados en este revisionismo histórico por parte de los ideólogos del relato conservador es decir que “la izquierda carece de moderación porque está llevada por certezas incuestionables”. ¿Y si fuera así?. Mejor. Es así. Porque buscar un mundo mejor, sin desigualdades, sin opresiones; en el que todas las personas puedan vivir, desarrollarse a plenas capacidades, sin tener que pagar plusvalías, sin distinciones de clase o condición; Un mundo de paz y armonía. Una utopía. ¿No es ese el objetivo final que todas las ideologías y filosofías políticas y de vida deben buscar?

¿Y no son certezas incuestionables para la derecha el culto al mercado o las tradiciones que tratan de anclar y se basan en comportamientos morales que carecen de toda ética y justicia? ¿No será que desde la izquierda defendemos preceptos moralmente aceptables, incuestionables en eso de hacer la vida mejor a los otros, mientras desde la derecha se defiende un estatus de opresión, corrupción, indignidad e inmoralidad? Si es así, ¿cómo no va a ser superior moralmente la izquierda?

La superioridad moral de la izquierda existe y punto. Y es la base que da para decir que una persona de izquierdas es mejor persona que una de derechas. Sin matices.

Es cierto, ¡faltaría más!, que existen buenas personas que se consideran de derechas y que tratan de ayudar a los demás o que buscan ese ideal de convivencia y futuro. Pero son una minoría condenada al fracaso porque están imbuidos en dinámicas internas de sus concepciones morales y políticas, que se mueven por valores como el egoísmo, la avaricia, la soberbia, pero también el machismo, el racismo, la xenofobía y la intolerancia.

Y por supuesto hay verdaderos hijos e hijas de puta en la izquierda. Hay infiltrados del otro bando desviando la atención, usurpando debates y cercenando acciones. Pero muchas veces encontramos adosados en nuestras organizaciones a viles parasitando el esfuerzo de decenas de compañeros y compañeras honestos. Malversando el caudal ideológico y de acción de las buenas intenciones y de la lucha por un mundo mejor para vivir del cuento. Con su mentalidad de tiburón y también de rémora son más de derechas que el grifo del agua fría.

 

Las concepciones derecha e izquierda son en origen casualidades derivadas de la posición ante la Asamblea Nacional francesa de 1789. Los que se situaron a la izquierda defendían la emancipación individual de los hombres. Eran los ilustrados y sus alumnos que habían proclamado la llegada a la edad adulta del hombre que ya no necesita tutelas, ni siquiera las morales. Mucho menos las materiales. Kant lo expresó de la siguiente manera en su imperativo moral categórico: “hacer aquello que fuera deseable que hicieran el resto de seres humanos”.

En frente estaban representados los estamentos, nobleza y clero, que coaligaban sus intereses para mantener un mundo donde el vasallaje, la esclavitud y la opresión por la fuerza ejercida desde arriba, era la argamasa de las relaciones sociales. Y lo había sido así desde hacía miles de años.

Aquella era una concreción de la libertad (no existen imposiciones morales positivas que señalen pecados a prohibir), de la igualdad (nadie tiene derecho a hacer cosas que precisen que otros no puedan o no deban hacerlas) y de la fraternidad (la única máxima moral exige el respeto a los otros). En aquel momento en que se inauguraba la arbitrariedad de sentarse unos a la izquierda y otros a la derecha no se pensaba en otra opresión posible que el sometimiento de cada individuo por la corona, el clero y la nobleza, de ahí que la emancipación, la autodeterminación, fueran definidos únicamente individuales.


Con en el tiempo, el transcurrir de los siglos, las revoluciones, las reacciones, las guerras y hambrunas y las buenas cosechas y avances tecnológicos, científicos y filosóficos el escenario de aquella Asamblea Nacional Francesa de 1789 se fue resituando. A la derecha se fue incorporando la burguesía ya emancipada totalmente de las clases bajas y trabajadoras. Para justificarlo desde los albores del siglo XIX desarrolló y favoreció un corpus moral y filosófico que justificarán su posesión material, su nuevo estatus como consecuencia deseable (e inevitable) del progreso de la especie, y mucho más importante la legitimidad de los mecanismos de control que permitieran, no sólo mantener su posición de privilegio en poder y riqueza, sino también, su cada vez, mayor acaparación.

Al mismo tiempo “nos dimos cuenta” que la opresión no se ejercía entre individuos sino que lo hacía a través de clases, y que pese a que las consecuencias se ven en los individuos directamente, esa atomización, esa distinción venía a profundizar en las brechas entre poseedores y desposeídos.

Comprendimos con el tiempo, y aún hoy lo seguimos haciendo, que los colectivos, ya fueran clases sociales, pero también el género, los pueblos, las identidades, sufrían opresiones marcadas desde inicio y que lastraban y hacían sufrir a millones de personas. La izquierda se empeña en luchar contra esto, en revertirlo y en construir sociedades tolerantes donde la justicia social y la igualdad y fraternidad no fueran meros eslóganes. Por contra, la derecha, se afana en mantener la situación porque bajo este esquema garantiza mayores diferencias y la creación de élites cada vez más reducidas que atesoran más poder en menos manos.

El mantenimiento de este orden ha sido y es el leiv motiv de la acción política de ambos bloques ideológicos y ahora con la crisis climática ya emergida se pone de manifiesto, una vez más, la superioridad moral de la izquierda frente a una derecha que es esencia egoísmo, avaricia y opresión.

Durante los últimos 80 años nos han propuesto modelos de vida como el estadounidense en el que su hiper consumismo requería los recursos de seis planetas, por lo que era condición sine qua non extender modos de vida miserables, caóticos y criminales en el resto del mundo para poder robarles sus recursos. Adivináis quién ha estado detrás de estas políticas geo-estratégicas y económicas. Quiénes han justificado guerras, torturas, desapariciones, violaciones, asesinatos en todo el mundo para hacer rodar una rueda cada vez más rápido.

 

En frente estamos quienes creemos que el buen nivel de vida de unos no debe de suponer automáticamente la mala vida de otras personas. Y mucho menos de las generaciones futuras. Entonces quién puede hacerse valedor de una moral superior, más justa y con más futuro. Los izquierdistas somos moralmente superiores a liberales, conservadores y democratacristianos (no digamos ya fascistas) porque nuestras ideas son la expresión más pura de la mejor forma de vida en sociedad, aquella donde no hay explotación ni dominación y los hombres (y las mujeres) son, como diría Rosa Luxemburg, “completamente iguales, humanamente diferentes, totalmente libres”.

Tomo postura clara y decidamente frente a los que ridiculizan el buenismo de la izquierda, nuestra tendencia a la utopía y a quienes manifiestan la diferenciación entre derechas e izqiuerdas es una cosa de hace un par de siglos que poco tienen que ver con el momento actual. Como si no viéramos intervenciones en países tercermundistas que buscan usurparles sus recursos, a mujeres ser maltratadas y morir por el hecho de serlas, a pueblos a los que se les niega su derecho a expresarse y decidir, o a trabajadores explotados que ni siquiera pueden pagar un techo digno donde vivir. Hoy más que nunca, el debate izquierda-derecha está muy vivo. Y en él, en un lado estamos los que queremos dejar eso que acabo de relatar atrás, y los que quieren continuarlo para seguir ganando dinero y poder. Dime tú, entonces quién tiene la superioridad moral en esta discusión.

Así hoy, el debate televisado, la confrontación entre derecha e izquierda está completamente descontextualizada. Forma parte de una superestructura que sirve para cimentar aún más las diferencias de clase. En la alta política se pierde la esencia del debate para que sea sustituido por emociones, filias y fobias, siempre viscerales y a la vez a flor de piel en un mundo hiper conectado de ultimísimas horas y noticias urgentísimas.

Pero ahí están esas derechas. Cavernarias, arcaicas, costumbristas, profundamente católicas y conservadoras. Antisociales, hipócritas, egoístas. Pero también están las liberales manoseando esa palabra tan bonita de libertad. Neoliberales y ultraliberales que elevan a los altares la idea de libertad como ley del más fuerte, renegando de y derrumbando siempre que puede, los marcos reguladores de conviviencia propuestos y acordados por las sociedades para garantizar una forma de vivir colectiva, solidaria y ciudadana. No tener principios facilita la gestión en la derecha. No existen debates internos, ni disidencia porque las "morales" son de quita y pon. Para la izquierda la libertad es una dimensión social que necesita de estructuras que garanticen su uso a pleno rendimiento en parámetros de igualdad. Para que cualquiera pueda vivir, sin tener que oprimir a otro, sin tener que renunciar a hacer algo.



En la izquierda quedamos los de siempre. Los desposeídos. Los que nada tienen y cada vez pierden más hasta el punto de no tener nada que perder. Estamos aquellas y aquellos que sólo tenemos ya nuestra fuerza de trabajo. Y nos la están quitando. Nuestro tiempo vital para mal venderlo cada vez en condiciones más draconianas. Y sin embargo, somos ricos. Porque nuestro principal patrimonio, el que nunca van a poder subyugar y apropiarse, es el convencimiento de estar en la lucha por un mundo mejor, sin desigualdades ni opresiones de ninguna clase. Donde la igualdad sea el mínimo común conseguido y la fraternidad el valor que nos defina como sociedad y como especie.

¿Superioridad moral de la izquierda? Si. Por supuesto. Y no porque la izquierda sea el espacio político donde se sientan unos u otros, sino porque desde esa posición se está luchando por la emancipación de lo individual y de lo colectivo. Por el fin de la opresión, la esclavitud en sus distintas y actualizadas formas. Ningún ser humano (o colectivo de humanos) es superior a otro. Y defender esa idea y buscar su realización es la más grande de las tareas; la más dura y la más bonita. Hacer de una utopía algo realizable, tangible y que suponga un cambio para bien para TODAS Y TODOS los habitantes de este mundo.

Y esto es propio de buenas personas que recogen una realidad y trabajan para cambiarla a mejor para más y más personas. Lo demás es una simple lucha por mantener privilegios y eso es contrario a ser buenas personas. Se pongan como se pongan, y rabien donde rabien, en sus panfletos reaccionarios, en sus sociedades clasistas y elitistas, con sus escritores y altavoces de la mentira.

Frente al neoliberalismo y el fascismo está la izquierda. Frente al desarrollo de teorías y pseudo ciencias que avalan el mercado o la tradición está el hecho irrefutable de quienes denuncian la opresión y la violencia de un sistema que condena al dolor a nueve décimas partes del planeta para el goce ilimitado del resto.

Con sus relatos que desprecian la ética y el buen gobierno en un relativismo posmoderno y un cinismo trasnochado quieren hacernos renunciar y dejar en inevitable los males que traen sus perversas morales que convierten en insostenible nuestro planeta y nuestra vida.

Frente a ellos, el comunismo, el socialismo, el anarquismo; la ecología, la lucha contra el heteropatriarcado. Diferentes convenciones de la izquierda que tienen que ponerse en común y elaborar practicas útiles para la mayoría. Para ello es necesario que "estas izquierdas" se convenzan de verdad de su superioridad moral. De su trascendencia porque buscamos un futuro mejor y que por lo tanto tenemos que actuar en la realidad del día a día de millones de personas. Para convencer de que unidos los que nada son, serán.


 

domingo, 22 de agosto de 2021

Disfruta de un mundo que se va a la mierda

 

Habitualmente el mes de agosto era un mes de calma. Tranquilidad en las redacciones; poca cosa en los informativos y boletines; páginas dedicadas a la sinsustancia en los ya de por si adelgazados periódicos. Nuestra vida se volvía calmada a nivel de saturación informativa acompañado la relajación que el estío provoca -por regla general- en los trabajos, esperando que lleguen, no pasen o recordando las vacaciones. La barra de bar y el cuñadismo no cejaban en su empeño de atormentar nuestra paz veraniega con los fichajes del fútbol, pero en realidad, eran solo eso. Fichajes de fútbol.

Pero este año no. Si desde hace unos años ya veníamos cargados de veranos fulgurantes y sobresaltos continuados con las últimas horas de tertulias llenas de suplentes y teloneros, el 2021 nos está llevando con más impulso todavía, a la zozobra, el caos, la desesperanza y el hartazgo.

Al tiempo que se consumían los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020, Messi cambiaba de equipo, tamizando con individualismo y fútbol, lo que debía de ser el momento de espíritu olímpico, compañerismo y alegría. El astro argentino decidía pasar a engrosar la lista de mercenarios y obviar loables ejemplos, en el momento más crítico de la historia del Barça con una deuda astronómica, en la que no cabía el estratosférico sueldo del 10. Diréis, podía habérselo bajado, y es verdad. Podía incluso haber renunciado a él en forma de un pago simbólico, pero ha decidido ser asquerosamente más rico y robar más seny al fútbol.

El fútbol hace ya mucho que dejo de ser un pasatiempo, afición y sentimiento para convertirse en una superestructura consagrada al dinero, a su acumulación y en un puerto de entrada de ideología neoliberal e individualista, al tiempo que los sentimientos, la pertenencia y la comunidad se iban por el desagüe. Por eso y por muchas cosas más, odio eterno al fútbol moderno.

Al mismo tiempo el cambio climático nos estruja cada vez más y nos pone al filo de la supervivencia como especie en un precipicio en el que podemos ver 150 años de destrozo medioambiental, de hiper consumismo, de agresiones al entorno y de usufructo del planeta por y para el dinero. Para su acumulación egoísta y oligarca en muy pocas manos.

Que el centro de Europa haya tenido las peores inundaciones en su historia durante el mes de julio dejando miles de millones de euros en pérdidas, y sobretodo, centenares de muertos, no es una casualidad.

Que menos de un mes después una ola de calor extremo en el Mediterráneo oriental se haya saldado con centenares de incendios forestales que han quemado una masa forestal equivalente a la suma de las regiones de Andalucia y Extremadura tampoco es casual.

Qué otra ola de calor calcine literalmente los parques naturales de California, al tiempo que otras inundaciones asolan Irán o Pakistán, tampoco se debe a un condicionamiento azaroso.

La tundra siberiana se descongela y se incendian sus bosques y al mismo tiempo si miramos al hemisferio sur vemos cientos, miles de incendios en la sabana africana y en las selvas tropicales de América del Sur.

Una semana de calor extremo por toda la Península Ibérica al sur de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos que ha reventado los registros de máximas temperaturas, dejando noches agobiantes y asfixiantes, al tiempo que seguro ha dejado muertes como cada verano. Cada época esa que buscando un consumismo idiota, nos quieren hacer ver como “de buen tiempo”.

Todo esto, y mucho más (recordad la nevada y el frío extremo en España en enero o las inundaciones en Oceanía del pasado mes de marzo) con apenas meses de diferencia. Respuestas del clima, los océanos y la atmósfera a las nuevas condiciones ambientales que vienen a ser un aumento de la temperatura que está degradando todos los ecosistemas del planeta, algunos de ellos llevándolos inexorablemente al punto de no retorno.

Esta situación no es sobrevenida, ni una plaga bíblica, o un tributo a pagar a la apetencia de los dioses. Es la realidad que nos está quedando de haber exprimido hasta la extenuación los recursos naturales de la Tierra, consumiéndolos a un ritmo tres veces superior a la reposición natural; quemado hidrocárburos por encima de nuestras posibilidades; contaminando por las de varias generaciones posteriores y girando una rueda que no provoca más que insatisfacción y dolor. Y bueno si, dinero, por lo que se justifica todo.

Mientras los gobiernos te dicen que recicles, ahorres agua o luz, se dedican a lanzar ampliaciones de aeropuertos megalómanos y redes de alta velocidad, en un momento en el que hay que buscar alternativas de movilidad más ecológicas y consecuentes con el mundo que tenemos. Y gilipollas mil millonarios se gastan auténticas barrabasadas de dinero por 5 minutos por el espacio, quemando combustible como a un ritmo de una pequeña ciudad de 10.000 habitantes por segundo. Luego, joder, te apremian a que separes los plásticos.

 

Y la luz. Ay la luz. En España somos cautivos de un oligopolio eléctrico trufado de expolíticos de PP y PSOE (y PNV y CIU) que han obrado legislando a favor de un aparataje eléctrico que te atraca cada mes cuando llega el recibo a casa. En plena ola de calor, día a día, récord del precio del kilowatio/hora al tiempo que vacían pantanos del agua de todas y todos para ganar más dinero. Desde luego poco nos pasa, y lo que es peor, poco les pasa a ellos.

Con el recibo de la luz subiendo, como es natural se suceden fricciones en el gobierno de coalición. También es cierto es que si no hubiera diferencias de criterio, opinión y acción en muchas cosas, mejor que se hubieran presentado juntos, ¿no?. Y estas fricciones crecen a grietas cuando un reaccionario como Marlaska, sospechoso habitual, decide saltarse convenios internacionales, recomendaciones de la ONU y la propia legislación, para repatriar a los menores que saltaron la verja de Ceuta hace un par de meses. Lo ha intentado hacer con agosticidad y la conveniencia de las derechas. La salida no sólo es parar esas repatriaciones, es la dimisión irrevocable de este señor ministro y que se prepare para defenderse de delitos contra los derechos humanos.

 

Y de derechos humanos hay que hablar. Ni diez días ha durado Kabul libre de Talibanes toda vez que las tropas de Estados Unidos abandonaron el país. Es un acontecimiento histórico. Como la caída de Saigon o el rechazo en Bahía de Cochinos, Estados Unidos suma una nueva derrota y agudiza su crisis de liderazgo claramente de caída de su posición de privilegio en un mundo unipolar a otro cuando menos multipolar con la situación de Rusia o China.

Durante 20 años, Estados Unidos ha gastado más de 10.000 millones de dólares en modernizar el ejército de Afganistán. Eso al menos es lo que han vendido. La realidad es que lo que ha hecho es enriquecer a los contratistas privados de armamento, al tiempo que ni siquiera llegaba el rancho para las tropas locales. Podían haber creado infraestructuras viarias en el país. Mejorado la atención sanitaria y establecido un sistema educativo que incluyera a la mujer y las nuevas generaciones en valores democráticos y laicos. Haber ayudado a las gentes. En su día a día. Darles otras opciones que no fueran el cultivo de opio. Pero no. El opio es más importante y lucrativo para los vicios de Occidente, que el cereal o el girasol, para las necesidades y carestías afganas.

Tampoco han ido a la fuente de apoyo financiero e ideológico de los Talibanes. Los Emiratos y Arabia Saudí han seguido como si nada su labor de muleta de los muyaidines en su cruzada contra el infiel; en su reconquista para expulsar al invasor.

¿Para qué han servido tantas muertes? ¿Tantos soldados occidentales y afganos muertos? ¿Tantos civiles masacrados durante 20 años? Es el momento de preguntarse qué hacemos en la OTAN.

Sobretodo tras las declaraciones de Biden en las que no ha dudado en calificar como objetivo de la misión en Afganistán, “garantizar la seguridad en territorio estadounidense”. Recordamos que no se ha hecho más que pedir tropas y dinero en armamento (mayoritariamente de producción yankee) durante todos estos años, por distintos presidentes de ambos partidos. La mentira de la OTAN se acabó y con ella debe acabar el despilfarro militar (sobretodo porque nuestra seguridad se va a segurar no con tanques y portaaviones, sino con inteligencia, policías y servicios de espionaje) y la vidorra de militares franquistas endosados en la burocracia de un ejército sobre dimensionado, no para las necesidades nacionales, sino extranjeras.

Porque hoy en día -en realidad desde siempre- lo que más falta hacen son médicos y enfermeros. Bomberos y trabajadores básicos. Se demostró el año pasado con la pandemia, y sigue demostrándose, con el loable ejemplo de la vacunación en España (un éxito colectivo colosal, pese a las zancadillas de los de siempre, del que sentirnos orgullosos).

La pandemia del coronavirus no ha terminado. Probablemente no terminará. Han decidido por nosotros que en vez de luchar contra el virus, erradicarlo, son preferibles los muertos y el dolor, porque no se puede parar la economía, este capitalismo salvaje, irracional y narcotizante.

Y porque cuando vienen mal dadas, siempre están ahí. Como en Haití donde un terremoto y la llegada pocos días después de una tormenta tropical ha hundido aún más el futuro del país que ya venía lastrado por siglos de corrupción de un estado fallido, con un reciente magnicidio y con catástrofes naturales que suceden con espeluznante frecuencia.

Ya se está enviando ayuda y han viajado personal médico y de primeros auxilios y rescate a ayudar y echar una mano. Otros desde casa aportamos con lo que podemos. Cuba siempre es el primero en llegar y el último en irse. Su solidaridad es el ejemplo es con lo que uno tiene que quedarse si quiere un mundo mejor, un mundo con futuro.

Disfrutad del verano. Si os dejan.

martes, 17 de agosto de 2021

JJOO Tokyo 2020. Unos juegos de la pandemia

 


 La tenista Naomi Osaka, que curiosamente antes ya había hablado de sus problemas con la presión, enciende el pebetero en el estadio olímpico de Tokyo 2020 durante la Ceremonia de Inauguración

 

Los JJOO Tokyo 2020 terminaron el pasado domingo 8 de agosto de 2021. Lo hicieron un año después de su fecha original prevista motivado por la pandemia de la COVID19 que tan en solfa a puesto nuestras vidas. Se inauguraron dos semanas antes en forma de alivio de las empresas COI “S.A.” y JJOO Tokyo 2020 “S.A.”, toda vez que la rumolorogía estuvo disparada ante una nueva suspensión, cuasi seguro definitiva.

Los Juegos se desarrollaron sin público y gracias a la ingente labor de los voluntarios que entre otras cosas permiten las ingentes ganancias de los organizadores. A ese nutrido volumen de personas que acompañaron y asistieron a los deportistas del mundo durante estas dos semanas hay que añadir a una tropa también inmensa que garantizo los controles sanitarios en la villa olímpica y antes y después de las competiciones. Una vez más, y está vez, más que nunca, sin ellos, sin el voluntariado, los Juegos habrían sido imposibles.

Y es que estos Juegos tan especiales, tan de asterisco, se han desarrollado con la pandemia y sus consecuencias a flor de piel. Más que nunca, y por lo que deberían ser también recordados, la cita olímpica en la capital japonesa ha traído a la palestra la importancia de la salud mental y la gestión de la presión que sufrimos en el día a día. Han sido deportistas de todas las disciplinas las que han relatado su íntima relación con la presión este último año extra de Olimpiada y cómo les ha afectado en su vida deportiva, profesional y también, personal.

Simon Biles fue la primera, que no única, en hablar ante los medios de presión y de miedo. De no tener la certeza de encontrarse en sus mejores condiciones para competir y para gestionar la brutal exposición mediática -que como ya he hablado por aquí es gigantesca para los deportistas olímpicos durante esos quince días- y en cómo esas circunstancias ponían en riesgo ya no tanto su desempeño deportivo como su salud.

Biles fue renunciando a diversas competiciones por no encontrares en sus mejores momentos, agobiada y acuciada, por los medios, los patrocinadores, también la historia, pero sobretodo por una pandemia que nos está dejando al borde o traspasado ya, de la depresión y la locura.

La gimnasta estadounidense recibía a la vez la comprensión y solidaridad de cientos de millones empezando por compañeras y rivales, pero también las criticas y el odio de periodistas y aficionados capaces de opinar de todo sin tener ni puta idea de nada.

Hablamos de salud y de vida. De competir con garantías y también con una alegría consolidada. De poder divertirse ejerciendo su actividad, para la que tanto se han preparado, que tanto han esperado. Y sin embargo, Biles nos puso a todos en el horizonte de las dificultades y problemas mentales, de una presión atroz que llega a bloquear y paralizar y cuyas consecuencias no siempre reciben la misma atención mediática.

Fue la primera pero no la única. Desde el suicidio de una ciclista en pista neozelandesa al no ser seleccionada por su país (Oliva Podmore), a la rajada de Marta Xargay publicada tras la eliminación de la selección femenina de baloncesto, numerosos deportistas, hombres y mujeres, han disertado ante los micrófonos y las redes sociales sobre lo que es su día a día y de la necesidad vital de ser escuchados y comprendidos que tienen.

Pero sobretodo han sido las mujeres las que en el avance de su día a día por la igualdad efectiva de derechos y oportunidades han empleado el escaparate de los Juegos para mostrar su día a día, con sus miedos, ansiedades e incertidumbres.

No todo son victorias, de hecho lo más común es perder, pero si que todas y todos, deportistas y personas en el mundo real, tenemos que lidiar con estas sensaciones que nos atrapan y nos paralizan. A veces, muchas de ellas, conseguimos doblegar los miedos, las pesadillas y los giros desconocidos. Otras, algunas pocas de ellas, nos vencen nos dejan lastrados y nos arrastran en una espiral de dolor, sufrimiento y desesperación.

Si los JJOO Tokyo 2020 han valido para poner la salud mental en el podio de nuestras preocupaciones bien habrán servido. Si por contrario, si dejamos que todo lo relativo a la salud mental vuelva al lado oscuro, a la zona de los tabús y los silencios daremos pasos atrás con dramáticas consecuencias.

Y en ello hubo muchos momentos primorosos, pero sobretodos ellos destacan la competición de salto de altura masculino, donde el italiano Tamberi y el quatarí Barshim, realizaron el mismo concurso, y ante la disyuntiva del desempate, decidieron compartir el oro. Un gesto que los engrandece más que cualquier victoria de sus carreras deportivas. Porque ejecutan un ejemplo olímpico de cooperación y de alegría. Porque sabedores que su participación se iba a emborronar con el desempate decidieron subir juntos a lo más alto del podio.

Su gesto ha recibido comentarios de todo el mundo. Muchísimos a favor pero también enconados en contra. Vivimos en un mundo ultraliberal, individualizado hasta la nausea, en el que nos dicen que tenemos que competir unos contra otros porque ese es el secreto del avance social. Esa mentira se tambalea cuando dos atletas deciden compartir un oro. Frente a esos ejemplos deportivos en los que se emplea hasta lo pornográfico vocabulario militar (vencer, humillar, verdugos, masacre, dominar) se trata de pasar por “normal” y “común” lo que es una lógica neoliberal de menos de 50 años de historia, absurda y que nos está condenando a la indignidad y viendo el cambio climático a la extinción, contraria al devenir colectivo que se ha convertido en una utopía. Y esa utopía está más cerca de cumplirse y recuperarse con el gesto de Tamberi y Barshim en el podio de Tokyo.

Si nos centramos en materia deportiva hay que destacar sobretodo al atletismo donde el nivel está más alto que nunca como demuestran unas marcas de “meeting” en practicamente todas las pruebas y con tres records del mundo (triple salto femenino con Yulimar Rojas con Ana Peleteiro bronce, 400 metros vallas masculino, con el noruego Warhol y también en femenino con la americana McLaughlin).

Pero no podemos olvidar la primera medalla de un atleta hindú, Chopra, oro en jabalina masculina; la primera vez que una mujer logra tres oros olímpicos, la polaca Wlodarcyzk en martillo; una pértiga rendida al fenómeno Duplantis; una velocidad donde sigue el dominio jamaicano; la holandesa de ascendencia somalí Hassan ganando el oro en 10.000 y 5.000 (y un bronce en 1.500); el tremendo nivel del atletismo italiano (y en muchos otros deportes más) con un oro en 100 metros y otro en 20km marcha femenino…

Djokovic no podía emular a Steffi Graff y se quedaba sin su “Golden Grand Slam” al perder en semifinales (luego perdió el bronce con Carreño) tras ningunear la situación de Biles el día anterior. Francia se mostraba preparada los JJOO Paris 2024 al sumar muchas medallas, especialmente plata y bronce en baloncesto masculino y femenino y dos oros en balonmano. Una nueva generación americana se veía superada en la piscina por Australia con Emma Mckeown a la cabeza. En gimnasia Rusia recuperaba el cetro por equipos tanto en masculino como femenino. La USA Basketball mantenía el oro olímpico y el ecuatoriano Carapaz ganaba el oro en ciclismo en ruta, mientras el esloveno Roglic ganaba el de Contrarreloj. Y muchos más resultados que podéis consultar aquí.

¿La participación española? Pues lo de siempre, lejos de lo que por potencial debería de ser pero aún así, meritorio y digno de mención por las dificultades que en este país se tienen. Se mantuvieron las 17 medallas de Rio 2016, pero en esta ocasión sólo 3 oros (dos de ellos en deportes “nuevos” como escalada deportiva y kárate). La veterana selección de balonmano masculino consiguió un bronce y la de baloncesto cayó en cuartos. El fútbol arrancó una plata con más pena que gloria. En la natación el oasis de Mireia Belmonte no ha podido brillar esta vez acuciada con muchas lesiones este último año. En natación sincronizada presentamos un equipo nuevo con la necesidad de aprender. Muchas decepciones, alguna sorpresa y el remo y la vela consolidados como los deportes que más éxito olímpico han traído al deporte español.

Ya lo he dicho antes. Falta, como el comer, una política poli-deportiva en este país que nos ponga en camino del éxito y poder competir (o por lo menos quedarnos cerca) con países de nuestro entorno. Invertir en educación y deporte. Y otorgar las mismas posibilidades de practica para toda la población, sin que dependan de su lugar de procedencia, su sexo o la cuenta bancaria de su familia. Sólo así se conseguiría cantidad para extraer calidad, y lo seguro sería acercar a muchas mas personas a estilos de vida saludables que traerían nuevas oportunidades y bajarían los gastos sanitarios.

Quedan ya menos de tres años para los JJOO de Paris 2024 y allí habrá que ver con qué competimos. También cuantos grandes deportistas internacionales llegan. Y quiénes van a ser las nuevas y nuevos campeones emergentes. Empieza una olimpiada extremadamente corta que sigue a una dolorosamente larga. Y mientras tanto cada día nos toca intentar disfrutar con el deporte, para seguir adelante, sobrepasar esta pandemia y este mundo caótico, deshumanizado y en claro peligro que estamos dejando.

martes, 3 de agosto de 2021

Gracias por tanto


 

Hoy, 3 de agosto de 2021, la selección española de baloncesto ha perdido en cuartos de final de los JJOO Tokio 2020 con Estados Unidos. Hoy ha sido el último partido de Pau Gasol y su hermano Marc con la selección nacional. Hoy se termina un ciclo histórico de más de viente años. Desde agosto de 1999 cuando los Juniors de Oro ganaban el Mundial sub20 en Lisboa. Hasta hoy, que Pau el último y el más trascendental de ellos, ha decidido poner punto final a su carrera con la selección, quien sabe, parece casi seguro, que también la práctica profesional.

Durante estas más de dos décadas, cada verano, cada torneo, atento a las retransmisiones, pendiente de la Gigantes y ya en los últimos y digitales años de las webs especializadas para ver cómo está el equipo, cómo va el torneo. Pegado a la televisión viendo hazañas, victorias, éxitos y también derrotas; algún que otro sonoro fracaso y un par de notas oscuras.

Pau Gasol y Juan Carlos Navarro han sido los estiletes de una generación imborrable que siempre recordaremos con nostalgia y con una sonrisa. Probablemente también, y según pasen los años, con añoranza de tiempos mejores dado, el para mi, oscuro porvenir que viene para la absoluta de baloncesto masculino. Pero en esos momentos vividos, en esos partidos guardados en el disco duro y si, en la memoria de cada uno, capaces de poner de nuevo la piel de gallina, de asomar lágrimas en los ojos, no sólo eran los resultados. Eran las formas para llegar a ellos.

Muchas veces con un juego rotundo, espectacular, primoroso. Y siempre, unido a un talento y ambición inigualables, un compañerismo y una amistad entre todos los integrantes que son el aderezo que coronan este equipo, esta época como inolvidables.

Deportivamente para mi este equipo ha tenido tres estaciones:

La primera de ellas son los comienzos, 2001-2003: entran en el equipo y en seguida toman las riendas de la selección: Navarro, Raül López, Pau Gasol, Felipe Reyes y luego Calderón… Se suman a buenos jugadores que no acababan de dar el gran salto (Garbajosa, Jiménez, Mumbrú). Nace un equipo campeón.

La segunda estación, es a mi modo de ver, la época de dominio absoluto, 2004-2015 (con el paréntesis Orenguiano 2013-14): creamos un equipo dominante en Europa y que durante todos estos años es capaz de competir de tú a tú contra los Estados Unidos NBA (es verdad que desde el Mundial 2002 no los hemos derrotado, pero nunca antes un mismo equipo había sido capaz de competir contra los NBA tantos años). El dominio se extiende en el tiempo porque a esta generación (encabezados por Pau, Navarro, Calde y Felipe), se les van uniendo otros jóvenes talentos: Rudy, Chacho, Marc Gasol, Serge Ibaka, Llull, Ricky Rubio… Éste sería un resumen de sus éxitos:

  • JJOO 2004. El equipo cae en cuartos pero el dominio es abrumador en todos los partidos. Faltaba experiencia pero quizás por piernas fue la gran oportunidad para ganar el Oro olímpico (lo aprovecho la generación dorada de Argentina). Sólo nos mandaron a casa los yankees en su único partido decente con un Marbury extraterrestre. Y aún así debimos haber ganado.

  • Eurobasket 2005: Caemos en semis y en la lucha por el bronce. No está Pau, pero sin duda, el equipo se acaba de engrasar.

  • Mundobasket 2006: ganamos. Con un torneo brillante en cuanto a juego y confianza que hizo que “no fuera necesaria” la participación de Pau en la final tras lesionarse en semis. Se puede decir claramente, que con el nivel mostrado Estados Unidos hubiera sido también presa.

  • Eurobasket 2007: En casa, caemos en la final en un mal día generalizado, que supuso la salida de Pepu. El hombre que repartió los roles y ajustó los engranajes para que un equipo campeón lo llegará a ser de verdad.

  • JJOO 2008: En un partido antológico en la final ante Estados Unidos, les exprimimos al máximo. Nos ganan a base de acierto exterior y ayudas extras arbitrales.

  • Eurobasket 2009. Campeones. Tras una primera fase lamentable en la que se estuvo a punto de ser eliminado la serie de partidos cuartos-semis y final es para mi el tope baloncestístico de este equipo. Apareció la auto-gestión.

  • Mundial 2010: Sin Pau, caemos en cuartos ante Serbia en un partido a cara de perro. Comienza a notarse la ausencia de un alero potente que sustituyera al retirado Carlos Jiménez.

  • Eurobasket 2011. Campeones manteniendo el cetro de dos años antes. Se pasan mayores dificultades, pero a la hora de la verdad el equipo sigue siendo intratable con un Juan Carlos Navarro colosal.

  • JJOO 2012. Se repite la final de 4 años antes (para lo que fue imprescindible "dejarse ganar" al finalizar la primera fase tras perder un partido anterior) y se vuelve a vivir un partidazo épico en el que Estados Unidos tiene que dar lo mejor de si para salvar el oro. El partido se pierde por detalles.

  • Eurobasket 2013. Bronce con ausencia de Pau Gasol. Los problemas físicos empiezan a menguar las fuerzas. Los posibles relevos en juventud no acaban de dar un paso al frente.

  • Mundobasket 14. En casa. Fracaso superlativo del equipo incapaz de proponer algo como colectivo ante la inoperancia de Orenga desde el banquillo. La auto-gestión ya no vale porque hay carencias que no se pueden suplir con la calidad de los Juniors de Oro.

  • Eurobasket 2015. El mejor Pau de Siempre. Tercer oro europeo con una sucesión de partidos antológicos de Pau Gasol, líder en anotación y espiritual de un equipo que con la vuelta de Scariolo comienza a trabajar más la defensa.

Y a partir de aquí la tercera estación, la de despedirse como se merece a todos los integrantes que van abandonando la selección nacional. El equipo ya no es tan dominante porque los jugadores que marchan no son sustituidos (realmente es que es muy difícil, prácticamente imposible si lo miramos en la historia del deporte) por jugadores jóvenes a los que les falta cuajo y tener más minutos (bien porque se han ido a una NBA a agitar toallas o porque en la ACB no encuentran acomodo).

  • JJOO 2016. Caemos en semis ante Estados Unidos sin dar nuestra mejor versión. Se consigue el bronce ante Australia apelando a la mayor experiencia.

  • Eurobasket 2017. Bronce tras caer en semis con la Eslovenia de Doncic, a la postre campeona de Europa. El equipo parece ya agotado, pero…

  • MundoBasket 2019. Sin Pau Gasol, con Navarro, Felipe o Calderon ya retirados y con varias ausencias notables (Chacho, Mirotic) se suma el segundo título mundialista con un Ricky imperial y un Marc decisivo. La implicación de Scariolo desde el banquillo resulta también fundamental.



Pero ya hoy cerramos esta página dorada y maravillosa de nuestras vidas. Porque no sólo es baloncesto, deporte, espectáculo en televisión. Es sentirse conectado a un equipo por los valores, empezando por esa ilusión y amistad compartida, que trascienden. Es crecer, madurar y compartir, desde la distancia, junto a ellos y millones de aficionados el orgullo de sentirlos tan normales, tan cercanos, siendo tan excepcionales. Porque más allá de parafernalias, banderas y llamadas al patrioterismo, es compañerismo, trabajo y ganas lo que ha enganchado de este equipo tantos años. Es y será siempre, como dijo Pepu “BA-LON-CES-TO”.

Hoy es un día triste porque todos queríamos ver despedirse a Pau con una chapa más al cuello. Con ese oro olímpico tan buscado, tan merecido. Él y Marc. Y Rudy. Y Chacho. Y también Ricky y Scariolo.

Hay que asumir que tras la luz esta la oscuridad, después del día viene la noche, y tras el éxito, van a venir momentos duros y difíciles. No es día ni momento para pensar en lo que vendrá después. Realmente tengo un sentimiento pesimista porque no veo jugadores capaces, no ya de anotar, defender y rebotear como los ha habido estos años. Sino sobretodo, de liderar desde la humildad y desde el colectivo, los designios del equipo.

Por eso, sólo puedo quedarme en dar las gracias a esta generación. Gracias. Muchas gracias. Por cada partido; cada canasta; cada gesto. Cada sonrisa y cada lágrima. Por cada grito entusiasmado. En cada protesta. En cada lamento. Con todas las victorias y esas escasas derrotas. Gracias por vuestro compromiso y el compañerismo. Gracias por un ejemplo, para todas y todos en cada día, a cada momento.

Gracias Pau Gasol, Leyenda. Gracias Marc. Gracias Juan Carlos Navarro. Gracias Calderon, Felipe, Raúl, Berni, Cabezas ... Gracias Chacho, Rudy, Lull. Gracias, muchas gracias. Hasta siempre.







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