De un tiempo a esta parte
la alarma social instalada en el sentir de Salamanca no ha hecho más
que aumentar. Hace unos meses un inmigrante ilegal de origen africano
intentaba estrangular sin éxito a un recién nacido con los cordones
de su zapatilla. Afortunadamente los padres de la criatura y otros
viandantes evitaron el trágico final. A los pocos meses agredía a
dos mujeres por una avenida de la ciudad sin motivo aparente; una
semana después, aproximadamente, repetía agresión contra otro
ciudadano en la zona de la Estación de Autobuses. Estos han sido los
tres casos más sonados, aunque parece ser que ya habido más con
este sujeto como protagonista.
Tras esa última agresión
relatada en los medios de comunicación le siguió la publicación de
sus fotografías para que la ciudadanía lo reconociese. Y si para
que le atacará, como ha sucedido en los dos últimos días. Es de un
asco y una repugnancia extrema que esta persona, ilegal en estos
momentos, haya visto su intimidad violentada por los medios
periodísticos de propaganda, mientras que los saqueadores, los
raterillos del cobre, los asalta naves y chalets, los del continuo
menudeo de drogas (los que sois de fuera o no vivís la noche, no
sabéis de lo que habló, pero hay mucho Breaking Bad en Charrajevo),
se despachan con sus iniciales. Es muy preocupante que todavía hoy,
en el siglo XXI, la decisión arbitraria de ilegalidad, legalidad o
alegalidad de una persona pueda ser suficiente para violentar sus
derechos civiles y humanos, que nos guste o no, son los mismos que
todos.
Hasta la televisión
pública nacional ha dado pábulo a la noticia con un tono alarmista
y amarillo recalcitrante y cercano a la grima. Nada nuevo en la tv de
la derecha fascista y neoliberal que nos desgobierna.
Y no. No defiendo en
absoluto las acciones del "inmigrante perturbado" (como lo
llamaron en Españistan directo). Si a mi, o a alguno de los míos,
los hubiera atacado, hubiera respondido con la violencia, casi
seguro, y después alegado defensa propia o que me "enajene".
Lo haría con él y con cualquiera. Negro, hindú o blanco.
Senegalés, nigeriano, británico, gallego, aragonés,... de León o
Palencia. De Alba o de Montejo, o de Salamanca.
Y he aquí otra parte
reprochable en todo este asunto. Lo que atañe a la seguridad
ciudadana y la justicia. Por un lado tenemos unas fuerzas del orden
que no dudan en apalear las personas que intentan parar un deshaucio
o realizan una protesta vecinal. Linchan hasta la muerte a un
comerciante. Nos tratan a personas, que no tenemos ningún tipo de
antecedente por un acto criminal (protestar y ocupar las calles, las
plazas y los edificios abandonados no es un acto criminal, y si de
justicia social) como a auténticos desarrapados, sin ningún tipo de
cobertura legal. Lo hacen los perros de la policía con la
aquidescencia de sus amos, los gobiernos ultras, como el que tenemos
ahora en #Españistan cuya máxima preocupación es reprimir la voz
del pueblo que pide justicia a secas y justicia social. Menos
latrocinio, nepotismos y corrupciones, desde la casa real hasta el
último ay-untamiento perdido en un monte gallego o una aldea
andaluza. Pero sin embargo esas fuerzas del orden, que piden respeto
y valor a su trabajo, son claramente incapaces de controlar a este
individuo, propiciando así el estado de alarma, que desde sus
responsables políticos ni han querido o sido capaces calmar, ni
tampoco parece, buscar una solución. No me creo que una persona, por
el simple hecho de dar diferentes nacionalidades en sus declaraciones
a la policía no pueda ser puesto a disposición judicial y a la
evidente sanitaria y psíquica. Tampoco espero ninguna reacción en
forma de que alguien de la cara y asuma las responsabilidades que
bien se afana en cobran de sus sueldos.
Esa Justicia de esta
democracia de pacotilla que no tiene problemas en mantener en la
cárcel a un comunista como Amadeu Casellas, 38 años, sin que se
hablase de Doctrina Parot, ni viniera el tribunal de Estrasburgo a
reclamar Derechos Humanos, pero que sin embargo es incapaz de dar
solución a un problema de seguridad ciudadana, que ya en su primera
acción debería habérsele dado por finalizado. Cómo para
ilusionarse con que caigan las redes de corruptelas que se han tejido
durante 40 años de franquismo y demo-franquismo de nada para el
pueblo y sin el pueblo.
Y aquí no hablo de
deportaciones. Hablo de justicia. Hablo de una persona con evidentes
problemas psiquiátricos que en ningún momento debería estar en la
calle, y que como otros miles de personas se han quedado sin los más
mínimos derechos en cobertura sanitaria, algo que queridos amigos y
amigas salmantinos y españoles que han llegado hasta aquí, como
podéis comprobar nos atañe a todos. Porque lo cierto es que desde
que entro en vigor el decreto que retiro la tarjeta sanitaria a todas
estas personas se ha perdido el trabajo de control y monitoreo de
todas ellas, exponenciando problemas latentes de infecciones y
enfermedades, que por sus condiciones precarias de vida sufren, al
resto de la población o como en el caso del "senegalés de
Salamanca" dejando en la calle a una persona con evidentes
problemas mentales que es capaz de no sólo de alterar el orden
público, sino de poner la integridad física e incluso la vida de
los ciudadanos en peligro.
Este el sistema al que
parecemos abocados. Me parece propio de un Reino de Taifas del Siglo
XII el que una sola persona pueda poner en jaque y en solfa a toda
una ciudad que alardeo de lumbrera del orbe y que hoy en día se
autodefine en su web de turismo como "...una ciudad alegre,
universitaria y viva. Es la diversidad de gente: estudiantes,
turistas y los propios salmantinos, uno de sus principales atributos,
y son ellos los que otorgan a la ciudad un agradable ambiente, fresco
y joven..."
Y queda lo peor. Lo que
se filtra en los comentarios en los medios digitales de prensa o en
las conversaciones de barra de bar. Ese racismo vomitivo y lacerante,
que aprovecha la ineficacia de las administraciones para dar solución
a un problema grave, para justificar su enferma idea de mundo eso sí,
sin menospreciar, ni culpar a los encargados por Dios y Franco de
mantener la pureza de raza.
Esta tarde puede que vaya
por Salamanca, y puede que me encuentre con él. Y puede que intente
agredirme, o que lo consiga. O a mí, o a alguien a quien conozco y/o
quiero. Y me sentire atacado y responderé, pero a la vez me sentire
avergonzado de como este tema, por una parte ha demostrado la
incapacidad absoluta de fuerzas de seguridad y justicia para
solucionar los problemas de la gente, y además ha sacado los más
bajos instintos que en Salamanca se filtran por un racismo
preocupante, más propio de una sociedad fascista, intolerante y
educada en los valores de la pureza de raza y las doctrinas Monroe de
pacotilla que en valores de democracia, justicia social y derechos
humanos.
Para mi no son menos los
derechos humanos de este africano que los míos, o los de sus
víctimas, o los de vosotros que habéis llegado a leer hasta aquí.
Por eso mismo, mi preocupación, hastío e indignación por todo lo
que esta sucediendo.