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miércoles, 21 de febrero de 2024

Assange y la decadencia de Occidente

 

 

Imagen tomada del articulo de referencia del diario Público (21 de febrero de 2024)


Esta semana ha comenzado la audiencia en la que la alta Corte Británica dictaminará si Julian Assange debe ser extraditado a Estados Unidos, dónde se le reclama por espionaje, revelación de secretos y creación de una organización para delinquir (entre otros cargos), por las revelaciones que realizó Wikileaks en 2010, con casi 100.000 documentos militares y de los servicios secretos estadounidenses. Más de 700.000 documentos en total (391.000 pertenecientes a la Segunda Guerra de Irak en la segunda oleada de la filtración) que son la mayor filtración de información de la Historia.

El colosal volumen de los secretos revelados por Assange, Wikileaks y los patriotas colaboradores que filtraron la información desde los servidores de las instituciones militares, diplomáticas y del servicio secreto solo es comparable a la brutal calidad que los documentos presentan. Los papeles publicados revelaron las estrategias militares, de contra-insurgencia y espionaje empleadas por el ejército estadounidense y otros funcionarios de seguridad en el contexto de la Guerra contra el terror iniciada por el presidente George W. Bush tras los ataques del 11S. Las guerras de Afganistán e Irak, las intervenciones de todo tipo (militar, político, diplomático o económico) en otros puntos calientes que provocaron cientos de miles de bajas civiles (se estiman unas 70.000 sólo en los 5 primeros años de intervención en Irak), detenciones y secuestros forzados, desapariciones, torturas y asesinatos impunes.

Unas filtraciones en bruto. Documentos de todo tipo (textuales, grabaciones de audio, de vídeo, imágenes) puestos tal cual se encuentran en los archivos del Pentágono para que la comunidad mundial los estudiará, interpretará y re-publicase con análisis de contexto, labor a la que muchas cabeceras periodísticas internacionales de buena gana se sumaron. Hoy en día muchas de ellas, se mantienen en silencio por este atropello a riesgo de perder fuentes de financiación tanto vía subvención, como colaboraciones, inversiones y a través de la publicidad de muchas grandes marcas.

Esta impagable, democrática, libertaria y necesaria filtración sacó a la luz las tácticas, conductas, comportamientos e intenciones del todopoderoso conglomerado militar-económico de Estados Unidos, con sus agencias y recursos gubernamentales dedicados a fomentar el negocio de la guerra en todo el mundo. Y sin embargo, a la espera de Assange, los únicos que han pasado por los juzgados y prisiones americanas todo este tiempo han sido los filtradores, como la soldado Manning o el analista, fugado y refugiado político en Rusia Edward Snowden, acusados de alta traición y de “poner en peligro la vida de los soldados estadounidenses”.

Para el imperialismo yankee y la élite de las élites Julian Assange y Wikileaks son los enemigos públicos número 1, por cumplir con el papel que en democracia y en los sistemas legales de representación, participación y toma de decisiones dejan al periodismo como cuarto poder. Todo por revelar sus constantes e ininterrumpidas violaciones de los Derechos Humanos y de los convenios internacionales para su defensa y promoción. Una persecución por todos los medios y canales para acabar con Wikileaks y su legado, atacando las fuentes de financiación, y promoviendo ataques informáticos a los servidores tanto de la plataforma, como de los medios (generalmente auto presentados como alternativos, de izquierdas o revolucionarios). Toda una estrategia de opresión y silencio cuya cúspide es el proceso contra su fundador y promotor, Julian Assange, que de ser extraditado se enfrentaría a peticiones de prisión de 175 años en régimen de máxima exclusión.

Una situación que continuaría con la tortura en vida que lleva sufriendo Assange todos estos años desde la publicación de la primera oleada de filtraciones. Assange ha sido víctima de una torcitera y nauseabunda campaña de difamación y desprestigio, tratando de boicotear la publicación y la fiabilidad de la fuente primaria de la información. Ha sido acusado de violación, en un proceso muy anunciado pero cuya resolución demostrando la inocencia del australiano ha pasado desapercibida. También ha visto como era acusado de delitos económicos, emparentado con las mafias rusa o china. Un tortuoso camino que le ha llevado a ser detenido, llevado de una forma muy sospechosa y saltándose todos los convenios y garantías legales internacionales a Reino Unido (tras el brexit una suerte de limbo legal judicial en Europa para el principal aliado estadounidense). A ser retenido en prisiones de máxima seguridad, sin acceso a sus familiares y asesores legales. Y con un episodio dantesco como su asilo y encierro en la embajada de Ecuador en Londres, cuando un gobierno izquierdista en el país andino fue a su auxilio y rescate. En 2019 con el cambio del color político fue vilmente entregado a las autoridades británicas.

Desde entonces y con el paréntesis por la pandemia se inició el proceso de extradición a Estados Unidos por los delitos ya referidos, de espionaje y revelación de secretos.

Y contra esta situación tienen que levantarse toda persona que se declare demócrata, y quiera un mundo más justo, pacífico y en el que los Derechos Humanos sean el mínimo sobre el que construir una sociedad más fraterna y con futuro. Rebelarse en contra de la extradición y la tortura que está sufriendo Julian Assange, su familia y sus colaboradores, es defender la libertad de expresión, la libertad de prensa y el derecho a la información que tenemos los ciudadanos. Porque todo este proceso es un intento de matar al mensajero para callar las voces, criminalizar y amedrentar a los periodistas y medios, y los particulares que se oponen a este estado de las cosas que sigue condenando al 99% a la inmundicia moral y material. Un poder alternativo al cuarto poder.

Muchos medios que se aprovecharon del trabajo desinteresado, gratuito y libertario de Assange, Wikileaks y todos los colaboradores, apenas han publicado una nota sobre el proceso abierto ayer, y sobre la situación de Assange todos estos años. No hay columnas de opinión que hablen de la vergüenza americana y mundial de que los urgidores, ya fueran cargos militares o políticos, que permitieron estas agresiones a los Derechos Humanos denunciadas por Wikileaks. Tampoco de los autores directos de tales tropelías y violencias a la más básica dignidad humana y a toda legalidad internacional, tanto en el contexto de la Guerra, como de la paz. ¿Dónde está la prensa libre en Europa? ¿Dónde está la sociedad civil europea? ¿Dónde están las organizaciones cívicas, partidos y sindicatos europeos que movilicen a la gente contra este atropello?

La Historia se repite como tragedia con pasmosa eficacia en una secuencia que acorta los tiempos y espacios en una espiral que compagina el dolor de las víctimas y la indiferencia de los testigos. Israel masacra Gaza cometiendo un genocidio con la población árabe y pobre de Palestina ante el silencio de un Occidente cobarde y descerebrado que acrecenta su carencia moral y los vicios decadentes de una sociedad que se desmorona. Pablo González, periodista español, va a encadenar su octavo confinamiento en una prisión polaca (un miembro de la UE, supuesto aliado) sin haber tenido un juicio y sin saber realmente en que se sustenta su reclusión. No hay periódicos, ni radios, ni televisiones, ni tampoco partidos políticos (salvo honrosas excepciones) que se cuestionen este atentado a la legitimidad de nuestro país y a un pilar fundamental de los estados democráticos como es la libertad de información. Y sin embargo, la opinión pública se ha tenido que tragar panegíricos a un nazi, corrupto, archimillonario por los tratos corruptos y nepotistas de su padre en tiempos del fin de la URSS, como Navalny sólo porque ha convenido presentarlo como un “opositor”, “demócrata” encima, de Putin. La misma basura humana que los opositores de Venezuela o Cuba que a lo que realmente se oponen es a que les usurparon el privilegio de masacrar y aprovecharse de las poblaciones vulnerables y pobres de ambos países.

Qué puede ofrecer Europa al mundo si no es un legado de democracia y ejercicio y defensa de la libertad y la dignidad humana. Posicionados de la debacle del perverso imperio estadounidense se está viendo arrastrar a una posición de mera atracción turística ante la emergencia de nuevas potencias globales que traen de la mano la decadencia de Estados Unidos como faro del mundo libre. Un nuevo mundo se está construyendo y lo único que podría aportar Europa es pisoteado cada día por seguir los dictados de unas élites endogámicas, homicidas e irresponsables entregadas al dinero y que desprecian los Derechos Humanos.

Ya estamos más que acostumbrados a que la élite se posicione siempre del lado del poder y no discuta ni uno sólo de los desmanes, hipocresías y chantajes que ejerce sobre el mundo y su ciudadanía. El caso de Julian Assange y Wikileaks es un buen momento para que el pueblo se posicione a favor de los Derechos Humanos y de un ecosistema global garante de la paz y la dignidad.

 

 

martes, 2 de mayo de 2023

Cuando la felicidad depende del consumo


 En el parque de bomberos de Livermore, en California, hay una bombilla encendida ininterrumpidamente desde 1901. La bombilla, con su filamento incandescente alumbra el espacio de trabajo del cuerpo de bomberos. Un espacio que ha cambiado y ha sido remodelado, y en el que la función iluminaria de la bombilla ha quedado en segundo plano. Lo trascendente es que desde hace casi 125 años un elemento tecnológico y eléctrico fabricado por la mano del hombre, lleva funcionando sin parar. Sin estropearse, sin que surgiera la necesidad de cambiarlo. Es tal la potencia que nos manda esta bombilla que ya se ha convertido en un fenómeno de Internet, con la emisión continua de su ya legendaria vida útil, y de la cultura popular. La bombilla del parque de bomberos de Livermore, la bombilla más antigua del mundo encendida, ya ha consumido dos webcams y va por la tercera desde que fue puesta su imagen en vivo en la red.

Y sobre esta bombilla se articula el argumento que desarrolla el documental “Comprar, tirar, comprar, que se puede ver hoy todavía en rtve y youtube, y que debe ser de obligado visionado y obligada reflexión para toda persona.

El ejemplo de la bombilla no es casual. Esta película explica cómo la primera bombilla que Thomas Edison puso a la venta, en 1881, duraba 1.500 horas; unos años después, podían funcionar más de 2.500 horas. Fue en 1924 cuando un cartel de empresas fabricantes europeas y estadounidenses decidió pactar en mil horas el máximo de vida útil de sus bombillas. El mismo razonamiento llevó a las empresas del ramo textil a quitar de la circulación las medias a prueba de carreras. El documental, rodado entre Cataluña, Francia, Alemania, Estados Unidos y Ghana, muestra también otra cara de la moneda: los grandes vertederos de residuos que se van acumulando en países como Ghana. En las tierras de los desheredados de la tierra. Allí donde no molestan a quienes provocan esa acumulación ingente de basura. Como si el planeta entendiese de fronteras, como si la Tierra también fuese corrompible. Como si también a ella se le pudieran comprar sus favores para garantizar que la furia de la naturaleza no atravesará los muros cada vez más altos, cada vez con más espinas, de la Vieja Europa.

Es la pescadilla que se muerde la cola y, a la vez, es una gran contradicción. No podemos seguir agotando los recursos del planeta -aunque ya hayamos consumido dos o tres planetas-. Y, sin embargo, para salir de la crisis dicen que hay que aumentar el consumo. La solución sería intentar que los productos duren más, que se reutilicen y se reciclen. Pero lo más importante es reducir nuestras necesidades. Cuando vamos a comprar algo hay que reflexionar si realmente lo necesitamos y que no se quede obsoleto en dos días.

La obsolescencia programada "el deseo del consumidor de tener algo un poco más nuevo un poco antes de lo necesario". Es “el motor secreto de nuestra sociedad de consumo”. De hecho, en plena Gran Depresión, la obsolescencia obligatoria, como una fecha de fin de consumo de un producto manufacturado concreto sería un requisito imprescindible e inevitable, y a la vez, el principal dinamizador de la economía industrial y del desarrollo de la sociedad capitalista. Y aunque no se llegó a promover una idea tan radical, por lo menos de una manera tan transparente a ojos del consumidor, la obsolescencia programada llegó para quedarse al mismo tiempo que la producción en masa y la sociedad de consumo. El principal recurso para alimentar desde el punto de vista psicológico la conveniencia de este sistema es a través del diseño, que prevalece a la ingeniería y a la eficacia de un producto, asociada a la publicidad y el marketing. Es decir, el principal leiv motiv de la economía capitalista no será ya satisfacer necesidades, sino crearlas de manera continua y obsesiva, en aquello que se llamó el “estilo de vida americano”, y que no deja de ser alentar un consumo y un desarrollo industrial pensado para satisfacerlo basado en un consumo ilimitado de los recursos (y sin entrar en las formas en las que se sustraen esos recursos) y en la creación consciente y omnisciente de necesidades a los consumidores. El objetivo es que el consumidor tenga que comprar, y que sus compras, sean frecuentes y repetidas.

Esto alentará a su vez un comportamiento financiero irracional por parte de la masa consumidora y de los gobiernos que lo permitirán, puesto que la base de la economía capitalista será la hiperfinanciarización de la economía. Las familias y los individuos a título particular, llevarán una vida de consumo basado en el crédito, en vivir de prestado, y casi siempre ese crédito y ese consumo vendrá a satisfacer una serie de necesidades que no son imprescindibles para el desarrollo común de la vida.

Este modelo no es sostenible a largo plazo: Un crecimiento ilimitado es incompatible en un mundo de recursos limitados. Y eso en la economía real, porque desde el punto de vista moral, hasta que punto ¿es ético diseñar un producto para que falle?

La publicidad se convierte en fundamental, no con la idea de obligar al consumidor, sino de seducirle, de hacerle ver la necesidad como conveniencia, la mayoría de las veces de estatus o de fijación social, del consumo, de la compra de un producto. Así, desde una libertad percibida como autonomía, el ciudadano se convierte en consumidor, y queda sin “libertad”, entendida como libre albedrío y como capacidad para desentrañar la realidad y la consecuencia de sus actos. Su papel queda reducido al de comprador.

Los Estados, al igual que las empresas -por medio del marketing y la publicidad-, motivan a la sociedad a comprar, desechar y reemplazar sus bienes de consumo a un ritmo cada vez más acelerado. El objetivo es infundir en los consumidores el deseo de poseer los últimos productos, apenas un poco mejores que los anteriores, para que los adquieran mucho antes de que tengan auténtica necesidad de ellos. Es lo que en psicología se conoce como “obsolescencia percibida”.

Curiosamente, la propaganda de la sociedad de consumo actual ha llegado a convencer a las poblaciones de que, llegado el caso, se desechen los objetos que todavía son perfectamente útiles. Es decir, que la gente adopte decisiones alineadas con sus caprichos y deseos -cuyo canon suele estar determinado por la moda imperante-, dejando en un segundo plano el sentido común, que es el que permite utilizar el dinero para satisfacer las verdaderas necesidades. La paradoja es que el deseo conecta a los ciudadanos a una ficción construida sobre lo que no tenemos, impidiéndonos valorar y disfrutar lo que sí está a nuestro alcance.

El desarrollo de tal planteamiento vino mediados los años 20 de los propios carteles de productores de productos eléctricos como las bombillas. Acabada la Gran Depresión, y la posterior Segunda Guerra Mundial, la idea se convirtió en el principio motivador de la producción industrial en Occidente. En el contexto de la Guerra Fría, y el enfrentamiento entre bloques, la obsolescencia programada era un recurso eficaz para el modelo capitalista, frente al del comunismo, en el que la obsolescencia programada no tenía sentido. El diseño y el marketing funcionaban para seducir continuamente al consumidor. En el Estados Unidos en la posguerra (y por extensión en el bloque que lidera) se adopto un lema "Crear el consumidor insatisfecho" que periódicamente viera como natural, incluso como algo de éxito, o un deber social inconsciente, el adquirir nuevos productos con imagen de modernidad y que dejara atrás sus "viejos y atrasados" productos que habían pasado de moda o estaban, o creían, obsoletos. Por lo tanto, la obsolescencia programada esta en la raíz del crecimiento económico continuo y exponencial vivido en occidente desde los años 50. Acabado el enfrentamiento ideológico y cultural entre bloques, la obsolescencia programada es el motor secreto de nuestra economía y sociedad de consumo.

La ética no importa. Que la brutalísima cantidad de recursos perecederos que tal modelo de consumo origina acabe en el Tercer Mundo con las consecuencias terribles para el medio ambiente y la salud de las personas de aquellos países, no importa. Es que ni siquiera se conoce o es tenido en cuenta. Deshacerse de los recursos “quemados” sigue entrando en el coste económico de la producción y consumo de productos, pero este modelo permite un abaratamiento excesivo del proceso final de la vida de los productos. Y de esta fase también sacan réditos y beneficios empresas y gobiernos.

La ética de empresas y gobiernos es inexistente, y es nuestro deber como sociedades civiles empoderadas denunciar este grave comportamiento, absolutamente contraria a las leyes de la naturaleza y de la propia moral ciudadana. Tenemos con nuestro comportamiento, ya no sólo el deber, sino debido a la emergente crisis climática y natural que hemos creado bajo este paradigma, la necesidad de cambiar radicalmente este modelo productivo y con él, la economía y los fundamentos financieros e ideológicos que la permiten y justifican. Es vital parar y ejercitar una economía respetuosa con el medio ambiente y con el propio carácter social y solidario de las personas y las sociedades. Así, y tal y como muestra hacia el final el documental, el decrecimiento es el camino. Te

La realidad y lo más doloroso en sí, es que el filme no nos desvela una gran verdad oculta, pero sí que aporta pruebas, explica motivos y ofrece el contexto y las consecuencias de ese modo de obrar empresarial que se ha convertido en el motor del sistema capitalista, y que al mismo tiempo ha puesto en el disparadero las formas de vida de total la población mundial y en especial de las comunidades más degradadas y perjudicadas por el conjunto de la historia: Desde el colonialismo, hasta el nuevo imperialismo empresarial que se ejercita bajo el paradigma de la globalización.


martes, 1 de marzo de 2022

Guerra en Ucrania

 

Un blindado ruso, calcinado en la ciudad ucraniana de Járkov este lunes. Visto aquí.

El Donbás lleva en Guerra 8 años, con violaciones de los acuerdos de alto el fuego de 2014, con la matanza sistemática de opositores al régimen de Kiev por parte de grupos paramilitares de clara ideología neofascista que han sido armados y entrenados por Estados Unidos. Este a su vez está tratando de mantener desesperadamente su posición hegemónica mundial inflamando conflictos en las áreas de influencia de sus potenciales rivales (Rusia, China o Irán-India-Pakistan) e incluso de aliados como Japón o la UE. Por lo tanto a mi juicio, es imprescindible hacerse un replanteamiento y análisis de la situación.


¿Por qué ahora se vuelve a un escenario de guerra abierta en Ucrania?

En primer lugar, no podemos olvidar que los índices de popularidad actuales de Biden son los más bajos de un presidente americano en su primer año de mandato. Y que costumbre es cuando baja la popularidad acelerar un conflicto armado en el extranjero apelando a unos “intereses nacionales” más que discutibles.

Conviene recordar que en de los casi 250 años de existencia de los Estados Unidos, se han pasado unos 222 años en Guerra. Exceptuando la Guerra de Independencia, la de Sucesión y las lanzadas hacia el Oeste contra los pueblos indígenas norteamericanos y salvo un par de episodios más, siempre lejos de sus fronteras y sin una amenaza real. Sólo excusas y justificaciones que valieron más para que unos pocos hicieran dinero con el sufrimiento ajeno.

Por su parte, Putin, expresa razones humanitarias pero sobretodo de afirmación nacionalista del espacio vital ruso, en el que incluye a Ucrania y Bielorrusia, y donde denuncia la ofensiva de la OTAN hacia el Este de Europa. También es un factor clave el reforzamiento del autoritarismo con el que maneja Rusia desde hace ya dos décadas, convirtiéndolo en un paraíso oligarca donde se persigue la contestación social. Ha esperado a que finalizarán los JJOO de Invierno en Pekín para lanzar el ataque sin ofender a su principal socio geoestratégico, China. Sociedad que comparte un único interés: Doblegar la hegemonía norteamericana en un mundo unipolar.

Por otro lado esta “la vieja Europa”. La señora ya mayor y adormecida que casi no le queda voz ni para poner orden a una voz entre sus propios miembros. Que se muestra cautiva tanto del peso aglutinador que proporciona Estados Unidos (en materia comercial, militar o política) y de la influencia rusa (tanto por unas historias y geografías comunes, por lazos económicos y energéticos mutuos). Que no acaba de entender que el eje mundial ha cambiado del Atlántico al Pacífico-Índico. Y que no es capaz ni siquiera de mostrar una voz propia que pueda garantizar su seguridad y progreso que pasa inequívocamente por el reconocimiento de Rusia no como un amaneza o incluso un enemigo, sino como un aliado, cooperador necesario y buen vecino. La Unión Europea del capital, extremadamente neoliberal, con cada crisis internacional queda más desacreditada e inoperante presa de los interéses de terceros.

Existen al acceso de cualquiera artículos contrastados que marcan las razones de esta confrontación, pero hay uno que está claro y diáfano: Esta guerra se podía haber evitado, pero no se ha querido. Es un fracaso de la sociedad (así dicho, sin costuras ni limitaciones) occidental. No hemos puesto en marcha, ni siquiera en común, compromisos éticos fuertes y diligentes hacia la paz y la seguridad, entendida esta última como el respeto y la consideración hacia otros países y colectivo, siempre dentro del orden marcado por los Derechos Humanos.

Sin embargo, tenemos ya en marcha una guerra abierta con el ataque ruso sobre territorio ucraniano y marchando hasta Kiev. Sin duda censurable y reprobable. Como también lo son los acuerdos incumplidos por parte de Kiev y sus aliados occidentales, con Estados Unidos a la cabeza y con la UE absolutamente inoperante y subsidiaria de los intereses hegemónicos yankees. Todo ello mientras se amplían presupuestos militares y gastos en armamento, justo cuando se cumplen dos años de la llegada de la pandemia de la COVID-19 cuyo impacto ha sido indudablemente mayor debido a los recortes y restricciones de gasto en servicios públicos, en especial en servicios sociales, educación y sanidad, pero también en investigación y desarrollo científico.

Es insultante observar como se aprueban (y lo hacen sin la más mínima discusión, repulsa y contrariedad tanto social como de los medios de (des)información) millones y millones de euros dedicados para matar a otros seres humanos cuando venimos de unos años, y no sólo a los dos últimos sino desde el estallido de la crisis-estafa económica de 2008, en los que el gasto público ha estado preso de recortes.

La verdad de la escalada bélica y la guerra abierta la sufren las víctimas. Pero las razones que empujan a ello se suelen sustentar en relatos identitarios y que esgrimen el juego ofensa-defensa o nosotros contra ellos.

En ese sentido, una labor tremendamente urgente es poner en cuarentena las informaciones (o desinformaciones) que se reciben. Reclamar como sociedad un periodismo veraz y comprometido. Ser exigente también con nuestros mandatarios para que la verdad no sea una figura retórica sino un compromiso ineludible. Y también comprometernos en estar mejor informados, contrastando y desechando opiniones partidarias por la construcción de las propias en base al conocimiento.

Si como al principio decía, Ucrania y Rusia, en el Donbás, llevan 8 años batallando es importante que seamos capaces de saber por qué ahora salta a la palestra. Por qué este conflicto. Por qué no otros. Por qué no los bombardeos diarios del amigo árabe en Yemén. La opresión continua de Marruecos en el Sahara o Israel con Palestina. Por qué hay víctimas que "valen" más. A quiénes les valen más. Qué relatos sustentan.

Al final, el dolor y la violencia se desatan sobre las clases bajas, mientras que los que toman decisiones, y hoy en día ya, los accionistas de las empresas interesadas en el conflicto (armamentísticas, seguridad, energéticas) se frotan las manos al calor de los tremendos beneficios que ocasiona una guerra.


Como decía el añorado Julio Anguita: “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”.

sábado, 18 de enero de 2020

Recuperemos RTVE



Ya está en marcha el nuevo gobierno tras el primer Consejo de Ministras y Ministros del martes pasado. Confío en una legislatura completa, no exenta de trabas, ruidos y soflamas, y que a de afrontar una agenda de resolución de problemas inmensa. El país está roto y no por las banderas, ni por los nacionalistas periféricos. Han sido los patriotas de banderita los que han provocado la casi consideración de Estado fallido a España: Existe una quiebra social inquietante, con cada vez más personas entrando en el umbral de la pobreza. Incluso trabajando no consiguen salir de la indignidad. La corrupción sigue siendo inherente a la clase política nacional. La vivienda es prohibitiva hasta el disparate en Españistan. Y el centralismo de Madrid todo lo ahoga hasta que a la España vaciada no le queda más remedio que gritar.
Y estos son unos pocos temas que exigen la máxima concentración, ímpetu, coordinación y capacidades técnicas del nuevo gobierno, el primero de coalición desde la Segunda República. Pero hoy voy a centrarme en un problema concreto. Uno de esos que como la justicia o las fuerzas de seguridad es utilizado por el partido en el poder (particularmente por la derecha heredera de los usos y costumbres del franquismo). Y que además en la odiosa comparación con sus análogos europeos nos vuelve a colocar al sur de una genuina frontera europea en los Pirineos.
Hablo de RTVE, una empresa pública en la que muchos ciudadanos tenemos por referencia y que consideramos su valor ético y social -desde la rigurosidad e imparcialidad de sus informativos, su funcionamiento como servicio público acercando eventos culturales o deportivos al grueso de la ciudadanía, hasta la marca de calidad para los estándares televisivos patrios-, como garantía del progreso y la buena salud de nuestra sociedad y democracia.
Esto sería lo ideal. La realidad es, por desgracia, bien distinta.
Como en otros tantos temas el nuevo gobierno tiene atadas las manos a la hora de realizar cambios profundos en la institución. La derecha bloqueará de todas las formas posibles cualquier intento de dotar de herramientas directivas y de una propia gerencia responsable, técnica y auditable al ente público.
Que en España hubiera, como en el resto de Europa, una televisión pública con la calidad como seña y con unos informativos serios, rigurosos y en los que la verdad fuera la máxima ayudaría a construir una democracia real. Y esto es absolutamente incompatible con unas derechas herederas de la dictadura fascista que ven en las empresas públicas las herramientas en las que seguir siendo ricos y particularmente en RTVE la clave de bóveda para legitimar todo su discurso, uniéndolo así al resto del espectro catódico de empresas privadas que mantiene un único mensaje.
No les interesa ni que se acercase a la RTVE de los gobiernos de Zapatero. Sin ser ideal y pese a toda la bilis que echa la derecha sobre aquel período, podías sentarte a ver un telediario convencido de equidad, veracidad y ética. De hecho toda la población lo reconocía así. Cuando el PP llegó al poder en 2011, RTVE lideraba los telediarios, tanto en audiencia (24,5% octubre 2011), como en expectativa y se recibían premios internacionales por la labor periodística desempeñada en la casa. La cadena era la más vista del país. Y en la radio, RNE cosechaba sus mejores datos de audiencia en los últimos 10 años.
Un año después, se había perdido un 40% de audiencia (más de un 45% en el telediario de la noche que da al prime time) y a menos que quisieras recibir muestra del masaje frío-calor a las huestes de Rajoy huías como de la peste en cuanto oías la sintonía. El comisario político hacía de las suyas y la manipulación y el sectarismo eran señas de identidad que abonaron el descrédito a la televisión pública. Es decir, el perjuicio económico, social y ético era para todo el conjunto de la población. No lo olvidemos.
Entonces empezaron a aparecer los primeros informes de la insostenibilidad de la empresa pública. La excusa era perfecta: la eliminación de la publicidad privada en RTVE.
Con ello se tapaba el cambio en la gerencia del ente, promovido bajo la mayoría absolutísima de Rajoy que colocó a otro hombre del partido que tras casi desmontar Paradores Nacionales se proponía derruir RTVE. Además, quedaban de tapadillo los recortes de los que tampoco se libraba el ente público y mucho menos sus trabajadores.
La experiencia ya venía en la marca del PP. Las televisiones públicas de Valencia y Madrid se habían deteriorado, desmontado, hundido y vendida a los amiguetes. Y con la radio-televisión nacional buscaban (y buscarán en un futuro) hacer lo mismo.
La pérdida de valor de los bienes inmuebles de la corporación, así como los gastos en personal fueron la excusa perfecta para desmontar casi completamente los imprescindibles centros territoriales. Al tiempo las apuestas de la casa en materia de programas eran más que ineficaces, retrógradas, más propias de los años 90 que del pleno siglo XXI. Lo que unido a la continua tergiversación de la labor periodística en la casa, por no hablar directamente de la manipulación mediática y la indignidad para los periodistas y el periodismo, hacían que la audiencia diera la espalda a su televisión pública.
Hoy trata de recuperar la credibilidad, estabilidad y buen funcionamiento para asegurar su estabilidad y futuro económico y con ello el buen hacer en la labor social de entretener, informar y enseñar que tiene una radio-televisión pública. Y una parte importante para hacerlo es dotarla de una administración rigurosa, con los mecanismos de control y elección necesarios por parte del ejecutivo y del Parlamento, pero a la vez independiente del poder, sin miedo y decidida a ayudar a crecer nuestra democracia desde las televisiones, las radios e internet.
Para el nuevo gobierno este va a ser un tema escabroso (otro más) y con muy poco margen de maniobra. Pero es necesario que RTVE salga del tiempo de descuento y en funciones del que lleva desde hace casi 5 años. El proceso para elección de una nueva gerencia sigue abierto (y hoy ha tenido la triste noticia del fallecimiento de Alicia Gómez Montano, una de las personas mejor posicionadas y con mayor respaldo). Así podrá dar carpetazo definitivamente al uso partidista por parte de la derecha, depurando responsabilidades, poniendo negro sobre blanco lo sucedido y garantizando de forma legislativa y también desde el punto de vista societario y judicial la independencia y la propiedad efectiva de RTVE, que no es ni de este gobierno, ni del anterior. Ni de un partido, ni de otro. Es de todos y todas nosotros.
No podemos dejar de reconocer el valor que tiene una cadena como la2 en nuestras vidas. O teledeporte y clan para dos nichos tan concretos como puedan ser los aficionados al deporte y el público infantil.
Para mi la2 espacio del saber y del servicio público desde el momento de la moción de censura de 2018 volvió a construir una programación donde la cultura, su acceso y acercamiento al grueso de la población y el saber priman sobre cualquier otro interés. No va solo de documentales y SaberyGanar sino que espacios como la2Noticias, LaNocheTemática, DocumentosTV, Pagina2, DiasDeCine, AquiHayTrabajo, Cachitos, JaraySedal o ElEscarbajoVerde, suponen presentarme y también a toda la ciudadanía la realidad poliédrica de nuestro mundo, acercando la cultura hasta hacerla accesible y sobretodo parte importante de nuestras vidas.
Teledeporte es un tema aparte.
Hoy en el día del deporte hiper-profesionalizado al canal de deportes de RTVE le está costando mucho ganar su espacio en las preferencias de los televidentes. Sin poder acceder a las monstruosidades que se pagan por los derechos de emisión del fútbol, trata de mantener esa referencia con los resúmenes de los partidos de liga -por los que paga ya una buena pasta- y con debates salvamizados de fútbol que no aportan nada, salvo opinión. No está de más en este punto recordar la máxima del periodismo de informar y no tanto de opinar.
Teledeporte debe acercarse más a la labor de servicio público tratando de retransmitir de forma periódica (importante también hacerlo con una hora y día fijados) eventos deportivos, primero nacionales (jornadas de liga de los deportes de equipo, por supuesto también femenino, campeonatos de España), con programas propios y ganando el espacio informativo. Si de mi dependiera la gestión de Teledeporte, la primera medida sería recuperar el formato de aquel MásDeporte, del canal+ de principios de siglo y colocarlo como informativo polideportivo diario.
Desde luego este año para Teledeporte supone un momento critico en su historia. Con rumores cada vez más amenazantes para convertirlo en un canal de streaming, integrando el deporte en directo en la2 (a la que robarían parte de su tiempo dedicado a la propagación de la cultura) ahora va a tener que lidiar con los primeros JJOO que no va a poder retransmitir (salvo giro de última hora) y de los que aún con todo no debería ser ajeno.
En cualquier caso, valgan estas líneas, para celebrar una Radio Televisión Pública de calidad, veraz en la que información, cultura y deporte se conviertan en patrimonio de todas y todos, donde encontrarnos, donde crecer y reconocerse. Por una RTVE sostenible, autónoma, independiente y útil.


lunes, 4 de marzo de 2019

Buen tiempo o mal tiempo



Marzo ha empezado con temperaturas diurnas, de media 12 grados superiores a lo habitual -con topes de hasta 17 grados, para llegar a los 30 en Valencia ayer domingo-. Febrero marcó esta senda durante los 28 días que duró. Y también enero tuvo una amplía mayoría de días soleados con una amplitud térmica (diferencia entre la temperatura máxima diurna y la máxima nocturna) superiores a los 10 grados de media (casi 5 más de lo habitual).
En total desde que comenzó el invierno en el centro peninsular ha habido 40 días predominantemente de sol, dejando sólo en seis los días lluviosos y con un balance de temperaturas entre 7 y 8 grados superiores de media a lo marcado desde que se recogen registros.
Y las nevadas, tan necesarias e importantes, no han hecho su aparición ni siquiera en alta montaña. A menos de que en las próximas semanas ocurra otro hecho extraordinario en la climatología de nuestro país, y bajen las temperaturas y haya precipitaciones, como para que nieve en marzo o abril, lo que no ha nevado en enero y febrero, nos encontraremos a las puertas del verano con los pantanos muy por debajo de la media. Y todo ello, mientras se riega y no se trabaja desde las administraciones para controlar el consumo de reservas hídricas.
Lo más acojonante de todo es que me veo en la necesidad de escribir para denunciar la falta de escrúpulos, sensibilidad y ética periodística de quienes ante un panorama como el que tenemos emplean expresiones como “buen tiempo” para describírnoslo, mientras hacen conexiones a playas y terrazas atestadas de gente.
En una llamada al consumismo, los medios del capital lanzan sin reservas el mantra de que con sol y veinte grados, independientemente del momento del año, es “buen tiempo”. Si llueve y hace frío es “mal tiempo”.
No se analiza si estamos en verano o invierno, si el agua de lluvia o nieve es necesaria o si vamos sobrados -nunca nos sobra el agua-. Si que en febrero ya haya frutales ya floridos, o que en marzo los insectos reaparezcan porque las temperaturas son peligrosamente altas. No se estudia si estos cambios climáticos, fruto del calentamiento global y del antropocentrismo que lo ha provocado, puede ser muy negativo en un corto plazo de tiempo, contra más al medio o al largo.
El simplismo del mensaje es tan contundente que no haría falta sumar imágenes de un puerto de montaña en pleno temporal de nieve o de playas llenas de gente en febrero, o de terrazas sirviendo cervecitas bien frías. Pero por si acaso, por si fuera necesario, podemos mandar a una becaria, con un gorrito mono al puerto de Pajares o al de Navacerrada hacer una conexión en directo, mientras nieva, o ver el espesor alcanzado mientras trata de sacar la pierna en una conexión absolutamente irrelevante.
Pero NO. Buen tiempo no es que en invierno tengamos una sucesión de días con más de 20 grados y sin caer una gota. De hecho, es muy mal tiempo y es un aviso grave para que nos tomáramos en serio el cambio climático y las acciones y actitudes que tenemos a la hora de consumir, de desplazarnos, de vivir.
Ya sabíamos que no se puede esperar nada de los medios del capital, y particularmente de los informativos televisivos, pero un poco de rigor y contextualización sobre lo que nos viene encima no estaría de mas.
Hablar, hoy, 4 de marzo, de buen tiempo cuando hace 16º en Toledo, cuando lleva sin llover más de un mes, y cuando ayer, se alcanzaban los 22º es sinónimo o de estupidez, o de cavar en el subconsciente del ciudadano la idea de que hay que desear esta sucesión de días anticiclónicos por encima del necesario frío y la imprescindible lluvia para el buen funcionamiento del planeta. Por no hablar de la total ausencia de heladas durante este año en el centro penínsular, fenómeno de singular belleza paisajística y de dramática importancia climática. Por un lado prohíben la aparición de insectos y plagas en las cosechas (aunque sin son muy severas o continuadas pueden provocar daños en esas mismas cosechas). Y por el otro lado ayudan a regular los procesos hídricos en los ecosistemas, garantizando de entrada, la permanencia del agua dulce en estado sólido, en nieve o hielo, durante más tiempo, favoreciendo así la permanencia de las reservas.
Sin agua y sin frío en su momento los ciclos naturales de los ecosistemas y biotipos se alteran hasta límites insospechados; hacía zonas oscuras en las previsiones y datos científicos. Imaginemos por un instante que a la temprana proliferación de insectos le sigue una época más fría, por la que no terminan de desarrollarse en la cantidad necesaria para la polinización de los campos, de los que depende la alimentación humana y el sustento de no pocas familias. Ni que decir tiene que a éste buen tiempo, de paseos por la playa y de sobremesas en terrazas, le seguiría una época de terribles sufrimientos, quizás cambios productivos, algaradas, disturbios y por qué no revoluciones. Y si se alargarán de continúo en el tiempo, estos cambios climáticos traerían un cambio en la vida del planeta, y no tiene vista de que fuera positivo para la raza humana.
Me gustaría que está humilde entrada sirviera de llamamiento para los periodistas y las redacciones que lanzan mensajes tan simples y a la vez equivocados sobre nuestro hábitat. También, a nosotros mismos, como consumidores de estos espacios para reflexionar sobre lo que nos dicen, en todos los ámbitos, pero especialmente en lo que atañe a la climatología, la ecología y el bienestar de nuestro planeta.
Puede parecer infantil creerse un mensaje de buen tiempo o mal tiempo, pero es nuestro deber conocer cómo funciona nuestro planeta; cómo son los ciclos de la vida, del mismo, empezando por el del agua; adquiriendo la conciencia crítica para discernir sobre mensajes tan simplistas; y también consiguiendo hacer nuestros los hábitos, tanto de consumo, como reivindicativos para defender, con un nuevo modelo, el bienestar de nuestro planeta y las condiciones que han permitido la vida tal y como la conocemos.
De ello depende, el futuro pero cada vez más, el presente.



jueves, 3 de mayo de 2018

Día mundial de la Libertad de Prensa: Sin una prensa libre, no puede haber democracia



Cuando hace 22 años Naciones Unidas instauró el 3 de mayo como el Día mundial de la Libertad de Prensa lo hacía para que todas y todos tomemos conciencia del papel que juegan los medios de comunicación en la democracia; para que entendamos qué y cómo gobierne quien gobierne, la prensa es un contra-poder fundamental, que funciona como el vigilante capaz de destapar las corruptelas políticas, los abusos empresariales o el verdadero origen de los conflictos. Es el compromiso de los y las periodistas para quien le pese denunciar y ser el altavoz de quienes exigen un cambio del estado de las cosas, para mejorar, para lograr mayor libertad, mejor futuro. Y para que defendamos como sociedad también sus derechos y libertades, desde el punto de vista laboral, pero también en cuanto a la seguridad personal y al prestigio que merecen. La crisis económica y sus repercusiones, como reacción de los poderes fácticos en relación con la libertad de expresión y las agresiones contra profesionales de la información centran año a año la conmemoración.
Las dificultades económicas han castigado con dureza la profesión periodística. Después del sector de la construcción es el ámbito donde se ha registrado más destrucción de empleo. Y no es sólo eso, aprovechando la crisis se han cambiado legislaciones, empezando por la Ley Mordaza pero también las Reformas laborales que atentan claramente contra los derechos de los trabajadores. En el caso del sector de la comunicación, el efecto se transmite, como una mancha de aceite, al conjunto de la sociedad, porque la precariedad, la reducción de las condiciones laborales de los periodistas y el incremento de la dependencia de los medios respecto de los anunciantes, privados o públicos, pone en peligro derechos fundamentales como son el de la información a la que tienen derecho los ciudadanos.
El Artículo 52 del Estatuto de autonomía de Catalunya, y también en varios de los vigentes en el resto del estado español, reclama de los poderes públicos que garanticen el derecho a una información veraz y que se respete el pluralismo político por parte de todos los medios de comunicación. Y en cuanto a los medios públicos, que la información que proporcionen sea neutral.
Pero, una cosa es lo que se dice y otra es la realidad. Las patronales consideran la información no un derecho sino una mercancía. Y de su acceso o no sólo dependen las cuentas de resultados, sino también la influencia que diversos empresarios tienen en el estado de las cosas. La crisis ha supuesto, pues, una pérdida constante en las condiciones de trabajo y de empleo de los profesionales, y ninguna administración ha salido a defender el carácter público y los valores democráticos del derecho a la información.
Sólo basta con recordar los comportamientos que han tenido los poderes públicos, y sobretodo la derecha, personificada en el PP, en los casos del cierre de Canal 9 en Valencia, la casi privatización total de Telemadrid y, desde el gobierno de CiU, en Cataluña "la erosión del servicio público de la CCMA con la rebaja de la aportación económica y la inexplicada iniciativa de externalizar la venta de la publicidad".
Y todo eso sin entrar a hablar de RTVE, el ente público que día sí y día también, funciona como altavoz de las posiciones del Gobierno de Rajoy y su recua de maleantes, magnificando las noticias negativas de sus rivales políticos y guardando hasta la infamia las corruptelas y legislaciones para con los poderosos que llevan a cabo. Una burda manipulación informativa que forma parte de las recetas de quienes están destrozando el país y su sociedad para el beneficio de unos pocos.
Llegados a este punto no me quiero olvidar de la seguridad de los profesionales de la información. Es fundamental, básico, reconocer, alabar y desde nuestra posición defender el trabajo y dedicación de miles de periodistas que desempeñan su trabajo en zonas de conflicto como pueda ser Siria, Yemen o África. Y por supuesto quienes nos traen la actualidad y situación de los millares de emigrantes y refugiados que tratan de llegar a Occidente, engordando las arcas de las mafias y las listas de muertos y desaparecidos en el Mediterráneo mientras las autoridades ultra liberales y fascistas europeas miran para otro lado.
En el año 2013 fueron asesinados 75 periodistas, 177 fueron encarcelados y 87 fueron secuestrados. Esta última cifra supone un aumento del 129% respecto del año anterior, según Reporteros Sin Fronteras.
Así con todo y centrándonos en este ajado país, en España no se disfruta de libertad de prensa. No lo hace. Otra cosa bien distinta es que las y los periodistas continúen desafiando al poder político y empresarial realizando su trabajo, pese a las amenazas, a la intimidación, a la represión y las multas.
El PP de Rajoy ha conseguido que, como sucede con la corrupción, los ataques a la libertad de prensa sean ya un problema estructural de todas las Administraciones Públicas, desde Ayuntamientos, a Diputaciones o Gobiernos Autonómicos. Cual caciques en un cortijo, los gobernantes se creen con el derecho de gestionar la información pública a su libre albedrío, en lugar hacer de la Administración un edificio de cristal en el que, no sólo la prensa, sino cualquier ciudadano pueda acceder a datos básicos como unos presupuestos o los costes de una servicio público.
Lo acabamos de ver con la actitud con la que la corrupta, fascista y mentirosa de Cristina Cifuentes ha tratado al eldiario.es cuando éste, gracias a un trabajo periodístico de primer orden denunció sus graves corruptelas en una Universidad pública. Les amenazó con una querella tratando de silenciarles, mientras se dedicaba a mentir en sede parlamentaria y al final dimitió no porque un medio contrario demostrará con periodismo su corrupción en una institución de todas y todos, sino por la publicación en un medio “amigo” de un video gestionado de forma mafiosa, en el que se demostraba como robaba en un establecimiento privado.
Por todo esto, debemos como sociedad ser mucho más sensible ante el estado de unos pilares fundamentales de una democracia. Un periodismo libre, seguro tanto en materia económica, como de garantías universales es una herramienta básica para construir una sociedad justa y libre. Y tenemos que ser beligerantes con las agresiones que reciben las y los periodistas y sus medios.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...