jueves, 1 de febrero de 2024

Cine, Historia y Arte: El Tormento y el Éxtasis

 


En 1965 se estrenaba The Agony and the Ecstasy, plasmada en castellano como El Tormento y el Éxtasis, película histórica de género dramático, ambientada en la Roma del Renacimiento italiano, en el siglo XVI (el Cinquecento) dirigida por el director inglés Carol Reed sobre un guión basado en la novela biográfica del mismo título publicada ese mismo año por el escritor norteamericano Irving Stone.


The Agony and the Ecstasy

Director: Carol Reed

Guión: Philip Dunne sobre un texto de Irving Stone

Año de estreno 1965

Origen: Estados Unidos, Italia.

Duración: 126 minutos.

Idioma(s): Inglés (IMDB, 2023).


 

 

La película tuvo una recepción limitada en su tiempo con un respaldo del público en taquilla modesto y de la crítica bastante frío, en un contexto para el cine norteamericano muy mediatizado por el gran éxito de las grandes producciones de época, los conocidos pupuls o películas ambientadas en la Antigua Roma, que mezclaban historia y epopeya en películas de aventuras con apariencia de dramas históricos.

Pareciera como si en aquel momento ni siquiera el extraordinario cartel con dos de los grandes nombres del cine del momento, Charlton Heston y Rex Harrison, hubiera podido animar a los espectadores a escoger esta película en un año en el que los premios les fueron esquivos bajo el fenómeno de Sonrisas y Lágrimas (junto a Doctor Zhivago, El Tormento y el Éxtasis son las dos grandes “damnificadas” de la película de Robert Wise).

Probablemente fuera el tema y muy especialmente el tono elegido para narrar la historia lo que marcó la primera andadura de la obra de Reed. Sin embargo, y con justicia, ha pervivido como una obra de culto, imprescindible para quienes gustan del buen cine, más si cabe de ese que te cuenta cosas con las que aprendes y con el que puedes filosofar. Una película que sin duda ha envejecido de muy buena forma, a la que no le pesan los años, ni siquiera en las interpretaciones (y tampoco en el doblaje al castellano, ya que para escribir esta entrada he visto la película primero en versión doblada, y luego la versión original).

En cuanto al tema no podría haber uno más trascendente y a la vez singular. Roma, 1508. Los Estados Pontificios se encuentran ante una encrucijada al ser hostigados por varias potencias europeas, y principalmente por la familia Borgia desde dentro de la península itálica. En noviembre de 1503 Giuliano della Rovere asciende al papado con el sobrenombre de Julio II y sustituye al fallecido papa Pío III quién sólo ocupó el papado 25 días tras la muerte de Alejandro VI, el valenciano de Xátiva Rodrigo de Borja (Borgia italianizado) que en conveniencia con sus hijos Juan, Pedro, Lucrecia y sobretodo César había despojado al estado papal de muchas de sus posesiones, en especial las marcas hacia el Norte (“pequeños” territorios asimilados por ciudades-estado y regidos por los ducados que eran empleados como campos de cultivo), para afianzar a la Casa Borgia dentro de la nobleza de la miríada de ciudades-estado y repúblicas italianas de la época.

Julio II se ve en la necesidad de recuperar todo el terreno perdido para los Estados Pontificios y al mismo tiempo de ganar poder para su apellido, por lo que su papado llevará una triple estrategia. Por un lado, ampliará los tentáculos de la política interna en la Iglesia y el estado papal (ambos lo mismo) empleando los tradicionales usos del nepotismo y el clientelismo para afianzar a familiares suyos tanto en la curia como en la nobleza italiana, sin obviar el empleo del matrimonio de conveniencia, la extorsión o las alianzas más insospechadas. Al mismo tiempo empieza una concatenación de guerras de defensa primero, y luego de expansión y dominio de los Estados Pontificios por toda la Península Itálica, pero con ramificaciones a Cerdeña, la Provenza francesa, el Sur de Alemania o incluso Navarra. Fruto de esta intensa actividad guerrera le lleva a fundar la todavía hoy presente Guardia Suiza. Su anhelo principal es unir a todos los estados italianos para lograr una unificación italiana bajo la fuerza aglutinadora de la religión católica, con Roma como capital y él como Rey. Esta actividad le llevó a grandes campañas fuera del Vaticano, liderando sus tropas y mostrándose al mismo tiempo como un gran estratega militar y un no menos diplomático manipulador, que sin embargo, a su muerte no había conseguido la unificación italiana, pero si restituir muchos de los dominios del Papado que sus antecesores habían perdido o usurpado. En cambio, su actividad eclesiástica y concilial se vio reducida a las órdenes para la evangelización del Nuevo Mundo dispensada a la Corona de Castilla, así como varios privilegios jubilares y de peregrinación, que más allá de la trascendencia simbólica, religiosa y cultural (esta última vista con perspectiva temporal) se debían a favores con los que comprar voluntades que se aliasen con sus intereses militares y personales en la causa italiana.

El tercer aspecto de su política como Papa es en el que se centra la película: Su legado potenciado a través del arte y su labor como mecenas.

Julio II fue un gran patrocinador del arte y el Renacimiento italiano. Sin duda, no se puede obviar un íntimo interés personal en el arte en la figura del papa, sobretodo por lo que sabemos de su etapa como Giuliano della Rovere, pero con su ascenso al trono papal la importancia de legar un patrimonio artístico y arquitectónico que pudiera competir con la pujanza de las ciudades-estado del Norte resultaba fundamental. Julio II envidiaba la belleza y dinamismo cultural de las Milán, Pisa, Bolonia, Parma, y por encima de todas ellas la Florencia de los Borgia.

Para ello Julio II adoptó bajo su protección a diversos artistas entre los que destacaron Rafael Sanzio y el florentino Miguel Ángel Buonarroti, y con ello lo que consiguió fue trasladar de Florencia a Roma lo mejor de la creación pictórica. Y este es el aspecto que recoge la película de Carol Reed a través de la biografía de Miguel Ángel escrita por Irving Stone. Y lo hace, primero sin obviar las otras caras del poliédrico personaje de Julio II y el contexto en el que se vio inmerso. Pero centrándose en Miguel Ángel da a la temática del arte, a su filosofía y trascendencia el peso necesario que hace a la película un ejercicio de arte por el arte, aleccionador y estimulante. En ese sentido, no deben dejarse atrás algunas características de este período histórico y artístico que son tratadas por la película. Fundamentalmente el humanismo como agente dinamizador de la cultura y el arte, y el interés por el estudio y comprensión del propio hombre, con su carácter individual y único y su pensamiento como ejercicio de libertad y porvenir.

Es preciso entender el Renacimiento italiano como el fenómeno cultural cuya emergencia entre el siglo XIV y XV supuso el cierre de la Edad Media (y de los valores que englobaba) y el advenimiento de la Edad Moderna con una nueva forma de pensar y expresarse. En un contexto de profundo cambio en el sistema de valores tradicional y en la propia estructura de poder, en las ciudades-estado italianas se avanzó en un movimiento nuevo, que venía a recuperar la Antigüedad gracias al gran impacto que causó el re descubrimiento de las obras de la Antigua Grecia y Roma. Junto a ello, la influencia decisiva del Humanismo como movimiento filosófico y de gran calado político y cultural, que propugnaba la posición central del hombre como medida de todas las cosas y la razón como valor supremo.

Pero dentro de esta conciencia humanista del Renacimiento y el Arte acabará ganando una consideración mayor. Lo que a principios del siglo XV era una idea de productores de obras como artesanos, no como artistas, se transformará con los nuevos movimientos culturales, filosóficos y estilísticos a obtener una mayor importancia y trascendencia, premiándose como artistas, donde el aspecto intelectual y psicológico de una obra tengan incluso más valor que la simple pericia técnica en su desarrollo. En esta nueva concepción que irá tomándose durante el siglo XVI cobra especial importancia el redescubrimiento de las obras clásicas, de la Antigua Grecia y Roma, que son tomadas como modelos y culmen de la perfección en la imitación de la naturaleza. Esta perfección será apropiada por la religión que verá en el Arte la forma más elevada de imitar la obra de Dios.

El estudio de la anatomía del cuerpo humano se vuelve fundamental y Miguel Ángel se demuestra como un esforzado y meticuloso observador, intrigado por trasladar los volúmenes, formas y gestos de cada músculo, cada torsión, cada hueso y cada nervio al mármol, y en menor medida, al lienzo o al muro preparado para la pintura. Se busca el naturalismo como verdad no sólo del propio cuerpo y naturaleza, sino también, y mucho más importante, de la grandeza de Dios y de la Iglesia que lo consagra. Lo que apenas un siglo antes sería tachado de impúdico, perverso y zafio, en el Renacimiento y bajo el talento de Miguel Ángel se sacraliza y celebra como expresión máxima de un Arte promovido bajo el amparo y el dinero del papado de Julio II. Un siglo después, en el contexto de la Contrareforma y su movimiento artístico propio, el Barroco, volverá a ser considerado inapropiado y de mal gusto.

La película comienza como un documental puro. Las primeras escenas son planos centrados sobre el Arte del Renacimiento italiano, con imágenes de obras arquitectónicas, escultóricas y pictóricas de algunos de los más grandes artistas de la Historia, tanto en Florencia, como en la propia Roma. Son comentadas por una voz en off que narra las características de las obras en tono didáctico, su trascendencia e influencias, por lo que las primeras imágenes en Roma sirven para recoger el legado clásico Romano y griego. Casi 10 minutos de metraje dispuestos como un documental parece que alertan al espectador de que no va a encontrar una película de ficción al uso. El tono es la otra gran característica de la película y es que una vez entrada en materia dramática no deja de lado un marco pedagógico y formativo en el que se complementan tanto los diálogos, como las imágenes donde gana un protagonismo inesperado, pero para mi absoluto, la ambientación de las escenas.

Hoy en día ya estamos acostumbrados a recreaciones digitales que plasman la ambientación de los escenarios en pos producción sobre las actuaciones de los intérpretes filmadas con un fondo en croma verde. Los artesanos son por lo tanto, los diseñadores gráficos y animadores que con ordenador y lápiz magnético adelgazan el peso presupuestario y de las producciones al mismo tiempo que diseñan planos de imaginaciones imposibles coreografiadas por las nuevas tecnologías.

Evidentemente en 1965 no se disponían de estos medios, y siempre quedará la duda de si ante el advenimiento de su uso, las formas de hacer las películas y esta en particular, no hubieran sido distintas. En aquella época, y en realidad de forma generalizada hasta hace unos 15 años, las filmaciones se llevaban a cabo tras laboriosas y cuantiosas horas de trabajo de artesanos carpinteros, pintores, albañiles, iluminadores y constructores que creaban en estudio aquello que se quería recrear para que ejercieran como decorados propios y auténticos a las interpretaciones actorales, por lo que se dice y con acierto, que el camino entre el dramatismo del teatro y del cine era mucho más reducido que hoy en día.

En El Tormento y el Éxtasis no es una excepción y todos los planos interiores, y algunos de los fondos en exteriores fueron recreados por artistas que quizás impulsados por el recuerdo del gran Miguel Ángel, compusieron su arte para poder representar la vida y obra del genio florentino.

La Capilla Sixtina fue recreada a escala 1x1, es decir, tal cual es en la realidad, en los estudios Cinnecittá de la capital italiana. Lo mismo para el resto de interiores, entre los que destacan las estancias palaciegas del Vaticano, el claustro de un palacio nobiliar, el alojamiento y patio de Miguel Ángel, o la taberna que dio cobijo a una de las escenas más potentes de la película.

En cuanto a los exteriores, se recreó la Roma del Cinquecento a base de cartón-piedra y pintura basándose en las fuentes que bien podían ser las obras pictóricas de paisajistas de la época como Venanti o Panianni o de los textos de Bramante, Vasari, Condivi, el De pictura de Alberti o del propio Miguel Ángel. Muy celebrada e inolvidable son las escenas en las canteras de Carrara donde el Buonarroti se refugiaba, y donde tras su primera huida sobre el encargo de la Capilla Sixtina recibe la inspiración para acometer su obra maestra.

Y es que la espectacular y acertada ambientación no sólo se conseguía en base al trabajo artesano de carpinteros y pintores, sino que el papel de los asesores, como historiadores, tanto del período renacentista, de la política de los Estados Pontificios o del Arte resultaba fundamental. Volviendo a la actualidad, vivimos un tanto asqueados ante tanta propuesta fílmica en todos su formatos que desprecia el trabajo de los historiadores y desecha las verdades conseguidas a base de estudio de las fuentes y rigor científico multidisciplinar. Pareciera hoy en día, que es más importante la espectacularidad, los efectos digitales y de sonido o cumplir con la agenda oculta o no sobre revisionismos queer y multiculturales, que contar la Historia (y la historia) como es y fue. Se trata de presentar el cine y la televisión como volubles pastiches que entretengan y apenas formen a los espectadores. Que los idioticen a base de repeticiones y clones donde una teta, un beso lésbico o un personaje de color sean la nota anecdótica con la que quedarse por encima de la historia que nos quieren contar. Cuando es evidente que mostrando la verdad de los hechos es la mejor forma de plasmar las contradicciones e hipocresías del sistema que tanta desigualdad ha acabado desparramando y tanto odio provocando.

Por eso, tan potente y trascendente es El Tormento y el Éxtasis porque a base de ambientación, trama e Historia es con lo que consigue construir un relato que se antoja muy fidedigno a la realidad histórica para darnos a conocer, a todos, la verdad sobre la época, los tiempos, las instituciones, las personas y los personajes tratados. Eso sí, como aviso a futuros historiadores aficionados o no, no sobra decir que no debe tomarse una película de ficción, incluida por muy cercana que esté esta misma a los acontecimientos, porque habrá claro-oscuros, cuando no errores flagrantes que impidan ser tomadas como una fuente fidedigna del hecho histórico que quieren representar.

Volviendo a la película, son de destacar en esta línea las interpretaciones de todos los personajes, pero en especial la de los dos protagonistas que se lanzan a un duelo interpretativo de máximo nivel. Si el siempre limitado Charlton Heston destaca en su papel de Miguel Ángel, empleando los clichés con los que el Presidente Vitalicio de la Asociación Nacional del Rifle, construyó su Judea Ben-Hur o su posterior coronel Taylor de El Planeta de los Simios, lo que hace Rex Harrison dando vida a Julio II es un auténtico ejercicio de veracidad y humanidad para dar vida a un personaje que ha pasado por la Historia con un legado de absolutismo todopoderoso. Los diálogos entre ambos adquieren una trascendencia y vigor muy notables y una complicidad ante la cámara máxima, más si cabe cuando te enteras y lees que la relación personal y profesional entre ambos era nula debido a sus diferencias políticas y de la tendencia al divismo de los dos. Lo cierto y lo bello es que acabas de ver la película y te quedas maravillado ante el despliegue de estos dos actores y con la sensación de conocer como era aquella relación entre mecenas y artista en la Italia del Renacimiento, sin duda el período artístico y el lugar más importante en la Historia del Arte.

Hay que destacar que cómplices de los dos actores y de todo el equipo artístico de la película fueron los asesores históricos que complementaron el trabajo de Irving Stone en la redacción de la obra original, en el guión adaptado de Phillip Dunne y en la escenografía montada por el italiano Dario Simoni.

Como se decía un par de párrafos arriba la película se rodó en Italia y la propia implicación de Irving Stone como productor garantizó que en la pantalla se transmitiera lo que se sabía sobre la vida y obra de Miguel Ángel y el contexto histórico de aquellos turbulentos años con máximo rigor y veracidad.

Fruto de estos compromisos colectivos son escenas en las que se enseña como eran las técnicas y tecnologías con las que se surtía y construía el Arte en la época. Realmente son admirables por la fidelidad histórica muchos aspectos de la película y las licencias que los autores toman son casi nulas a tenor de lo que cuentan algunas de las fuentes consultadas. Y es que entienden que el dinamismo narrativo no tiene porque verse comprometido porque se aplique más o menos verosimilitud a lo que se quiere mostrar al espectador. De este modo, algunas escenas como todas las que muestran el proceso de elaboración de las pinturas de la Capilla Sixtina son un manual en vivo de cómo se ejercía el Arte en la época. No sólo en la más visual como pueda ser la elaboración de los andamios, siguiendo las instrucciones que el propio Miguel Ángel dejó escrito en sus tratados. Es que además se toma su palabra para crear en taller las mezclas de colores y pinturas con elementos naturales originales, por lo que los artistas que iban recreando el trabajo del florentino en la réplica en la ciudad del cine italiana, lo hacían siguiendo los mismos patrones y técnicas que en el auténtico.

Más impresionantes son las escenas en la cantera de Carrara donde Charlton Heston trabaja como un cantero más. Se enseña el trabajo colaborativo y sincronizado de cientos de personas para extraer de la roca las voluminosas placas de mármol, fragmentando la roca viva y valiéndose de la física para separarla y luego poder ser acarreada ladera abajo hasta que entra en la siguiente fase productiva para generar las planchas más pequeñas y transportables, muchas de ellas con sus características relativas a tamaño, color y vetas a petición de los artistas, como le recuerda un trabajador a Miguel Ángel sobre el mármol colosal del que deberá sacar su Moisés.


El Moisés, obra central del conjunto escultórico de la tumba de Julio II en la iglesia de San Pietro in Vincoli, de Roma. Foto tomada por Ángel Luis Domínguez, diciembre 2023.

 

Y es que la película se va a centrar, y a diferencia en la obra biográfica de Irving Stone que lo hace sobre la vida de Miguel Ángel, en el proyecto de los techos de la Capilla Sixtina que Julio II le encargó en 1508. La magnitud de la empresa provocó severas discusiones entre ambos dado que para Miguel Ángel la pintura era un arte menor en comparación con la escultura, y apenas le motivaba la propuesta que le hacía abandonar el para él mucho más estimulante encargo de la tumba del propio papa. Las dificultades técnicas de tener que trabajar a más de 20 metros de altura en un espacio que consideraba “poco más que un establo, indigno para la casa de Dios” que había sido ordenada construir por el Papa Sixto IV treinta años antes, sobre una superficie abovedada y salpicada por hasta 12 pechinas que requerían trabajos singulares en cuanto a la perspectiva y profundidad de la obra, se complementaban con los requisitos temáticos e iconográficos que el propio Julio II le encomendó. A regañadientes Miguel Ángel comienza la obra, pero pronto huye y desaparece de Roma abandonando la magna tarea y refugiándose, como se ha dicho en las canteras de mármol. Julio II entra en cólera y ordena su búsqueda al tiempo que batalla por toda la península Itálica y más allá en sus campañas militares.

En Carrara el intimista Miguel Ángel recibe la inspiración para pintar el techo de la Capilla Sixtina, por lo que vuelve para pedir el perdón del Papa. Un perdón visto desde el punto de vista personal entre mecenas y artista, sin connotaciones religiosas, y emprende la obra, re-haciéndola a su gusto completamente. Así durante 5 años y hasta 1512, con alguna que otra crisis personal, Miguel Ángel ejecuta la obra ante la presión de su promotor, Julio II quien le va preguntado “¿Cuándo acabarás?” y recibiendo por respuesta el célebre “¡Cuándo acabe!”.

Absolutamente trascendental es la escena en la que varios cardenales ojean el trabajo del Buonarroti y se muestran encolerizados por la falta de clasicismo, naturalismo y pudor de las pinturas de Miguel Ángel que ya exhibe toda una fuerza de cuerpos expresivos, abigarrados, de musculaturas exacerbadas y en movimiento que plasman la acción para mostrar los textos del Génesis, La Creación, La Relación de Dios con la Humanidad y La Caída del Hombre. El diálogo entre Miguel Ángel y los cardenales con las miradas impasibles de un Julio II atento y que dejó hablar componen un absoluto testamento artístico y vital de obligado aprendizaje para quien le interese la esencia del proceso creativo y su trascendencia.


Forma parte del retrato psicológico del personaje de Miguel Ángel, en el que el misticismo, la religiosidad, el sentido del arte y un compromiso irrompible con su propia coherencia y sentir del hecho artístico construyen la prosopopeya que lleva a cabo con acierto Charlton Heston. El agotamiento físico, emocional y psíquico del trabajo artístico, con su componente filosófico, se muestra en toda su crudeza. El talante polifacético, auto exigente y entregado del artista aparece reflejado por la multitud de proyectos e ideas que atesora, que le dejan agotado, que abandona y retoma, y que quedaron incompletos. Un amor al arte y a la vida, pero también a la religión y a una fuerte convicción cristiana que traslada a su observación y recreación del cuerpo humano, fruto más perfecto del amor y la generosidad de Dios. Todo ello bajo un carácter impetuoso, arrebatador y torturado de máxima implicación en cada uno de los proyectos que le apasionaron y pasaron por ante sus ojos, incluida su propia vida.

Al final, y no hay espoilers que valgan porque la película transcurre fiel a la historia, Miguel Ángel cumple el encargo y maravilla a Julio II quien no le exonera de sus responsabilidades para que volviese a Florencia, sino que le encarga la decoración de la pared Oeste donde va a ir El Juicio Final, desechando la primera idea de encargárselo a Rafael Sanzio.

Miguel Ángel sobrevivirá a su patrocinador y antes de marchar de Roma podrá completar su relación personal con su mecenas, esculpiendo el maravilloso conjunto de la tumba de Julio II, en cuya parte baja está el colosal Moisés que hoy se exhibe en la iglesia de San Pietro in Vincoli.

En definitiva y como cierre no dejéis de ver esta película y atesorarla como merece: Una obra de arte sobre el Arte, hecha con compromiso de rigor y veracidad, con intención pedagógica y en esencia como un tratado sobre el Renacimiento, los Estados Pontificios y sus dos personajes principales, el papa Julio II y el gran artista Michelangelo Buonarroti.




Las imágenes del colosal trabajo de Miguel Ángel son del propio Vaticano como poseedora de los Derechos de Imagen.



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