No
tengo palabras para loar la figura, el legado y la trascendencia
de Ozzy para millones de personas como yo. Para quienes el Heavy
Metal no es solo música. Es alma. Es vida y es
identidad.
Se
ha marchado como quería. Con su familia y tras darlo todo sobre el
escenario hace un par de semanas en un concierto épico,
homenaje a una trayectoria plena, con sus altibajos artísticos y
personales, propios de quien ha estado casi 60 años haciendo música
desde cero. Creando no sólo un estilo y una forma de hacer las
cosas, sino siendo parte imprescindible en la génesis de un género.
El
Heavy Metal no sería posible sin Ozzy,
como fundador de Black Sabbath y también de su prolífica
carrera en solitario, como Ozzy. Promoviendo músicos y
bandas, e incluso uno de los mayores festivales como el Ozzyfest.
Y ahora hay que continuar sin él, pero con la memoria de su
obra, el recuerdo de su imagen, la presencia de su leyenda.
No
me puedo despedir de él. De quien con su repentina ausencia, hace
que las palabras se anuden en la garganta aunque tengan que salir por
el teclado. De quien inunda mis ojos de lágrimas por haber estado
siempre ahí. No puedo decirle adiós, ni hasta siempre, porque sus
canciones forman parte de mi. Porque su voz, tan inconfundible,
tan propia y tan esencial es el timbre que me activa, que me da
fuerza. Y porque después de hoy, cuando lo escuche, y seguiré
haciéndolo, me sacará también una sonrisa. Porque muchas veces,
siempre de hecho, Ozzy ha cantando a la vida (si aunque los
maniqueísmos y tópicos interesados hoy inunden panegíricos en los medios de desinformación). Porque por encima de leyendas urbanas,
imagen siniestra alimentada por él mismo y por su mujer, y
apelativos como Príncipe de
las tinieblas, Ozzy estaba y está por encima de todo
esto, y en muchas de sus canciones y también de sus apariciones
públicas ha expresado su optimismo y su espíritu por la lucha y
hacer que todos y cada uno vivamos nuestra vida de forma plena.
Sólo
queda atesorar sus canciones, su recuerdo de la persona y del
personaje. Los grandes momentos que nos ha regalado, en vivo o en la
habitación, el coche o tras los auriculares a cada uno. A través de su música. Haciéndose imprescindible. Cantándonos.
Moviéndonos. Haciendo música y arte.
RIP
Ozzy Osborne. Larga vida al Heavy Metal y al recuerdo de tu obra.
Gracias Ozzy por todo!!!
Ozzy disfruta en la gran banda con Dio, con Randy, con Lemmy, con Bonham, con Cliff, con Paul, con Clive, ...
En
1965 se estrenaba The Agony and the Ecstasy, plasmada en
castellano como El Tormento y el Éxtasis, película histórica
de género dramático, ambientada en la Roma del Renacimiento
italiano, en el siglo XVI (el Cinquecento) dirigida por el
director inglés Carol Reed sobre un guión basado en la novela
biográfica del mismo título publicada ese mismo año por el
escritor norteamericano Irving Stone.
The
Agony and the Ecstasy
Director:
Carol Reed
Guión:
Philip Dunne sobre un texto de Irving Stone
Año
de estreno 1965
Origen:
Estados Unidos, Italia.
Duración:
126 minutos.
Idioma(s):
Inglés (IMDB, 2023).
La
película tuvo una recepción limitada en su tiempo con un respaldo
del público en taquilla modesto y de la crítica bastante frío, en
un contexto para el cine norteamericano muy mediatizado por el gran
éxito de las grandes producciones de época, los conocidos pupuls
o películas ambientadas en la Antigua Roma, que mezclaban
historia y epopeya en películas de aventuras con apariencia de
dramas históricos.
Pareciera
como si en aquel momento ni siquiera el extraordinario cartel con dos
de los grandes nombres del cine del momento, Charlton Heston y Rex
Harrison, hubiera podido animar a los espectadores a escoger esta
película en un año en el que los premios les fueron esquivos bajo
el fenómeno de Sonrisas y Lágrimas (junto a Doctor
Zhivago, ElTormento y el Éxtasis son las dos
grandes “damnificadas” de la película de Robert Wise).
Probablemente
fuera el tema y muy especialmente el tono elegido para narrar la
historia lo que marcó la primera andadura de la obra de Reed. Sin
embargo, y con justicia, ha pervivido como una obra de culto,
imprescindible para quienes gustan del buen cine, más si cabe de ese
que te cuenta cosas con las que aprendes y con el que puedes
filosofar. Una película que sin duda ha envejecido de muy buena
forma, a la que no le pesan los años, ni siquiera en las
interpretaciones (y tampoco en el doblaje al castellano, ya que para
escribir esta entrada he visto la película primero en versión
doblada, y luego la versión original).
En
cuanto al tema no podría haber uno más trascendente y a la vez
singular. Roma, 1508. Los Estados Pontificios se encuentran ante una
encrucijada al ser hostigados por varias potencias europeas, y
principalmente por la familia Borgia desde dentro de la península
itálica. En noviembre de 1503 Giuliano della Rovere asciende al
papado con el sobrenombre de Julio II y sustituye al fallecido papa
Pío III quién sólo ocupó el papado 25 días tras la muerte de
Alejandro VI, el valenciano de Xátiva Rodrigo de Borja (Borgia
italianizado) que en conveniencia con sus hijos Juan, Pedro, Lucrecia
y sobretodo César había despojado al estado papal de muchas de sus
posesiones, en especial las marcas hacia el Norte (“pequeños”
territorios asimilados por ciudades-estado y regidos por los ducados
que eran empleados como campos de cultivo), para afianzar a la Casa
Borgia dentro de la nobleza de la miríada de ciudades-estado y
repúblicas italianas de la época.
Julio
II se ve en la necesidad de recuperar todo el terreno perdido para
los Estados Pontificios y al mismo tiempo de ganar poder para su
apellido, por lo que su papado llevará una triple estrategia. Por un
lado, ampliará los tentáculos de la política interna en la Iglesia
y el estado papal (ambos lo mismo) empleando los tradicionales usos
del nepotismo y el clientelismo para afianzar a familiares suyos
tanto en la curia como en la nobleza italiana, sin obviar el empleo
del matrimonio de conveniencia, la extorsión o las alianzas más
insospechadas. Al mismo tiempo empieza una concatenación de guerras
de defensa primero, y luego de expansión y dominio de los Estados
Pontificios por toda la Península Itálica, pero con ramificaciones
a Cerdeña, la Provenza francesa, el Sur de Alemania o incluso
Navarra. Fruto de esta intensa actividad guerrera le lleva a fundar
la todavía hoy presente Guardia Suiza. Su anhelo principal es
unir a todos los estados italianos para lograr una unificación
italiana bajo la fuerza aglutinadora de la religión católica, con
Roma como capital y él como Rey. Esta actividad le llevó a grandes
campañas fuera del Vaticano, liderando sus tropas y mostrándose al
mismo tiempo como un gran estratega militar y un no menos diplomático
manipulador, que sin embargo, a su muerte no había conseguido la
unificación italiana, pero si restituir muchos de los dominios del
Papado que sus antecesores habían perdido o usurpado. En cambio, su
actividad eclesiástica y concilial se vio reducida a las órdenes
para la evangelización del Nuevo Mundo dispensada a la Corona de
Castilla, así como varios privilegios jubilares y de peregrinación,
que más allá de la trascendencia simbólica, religiosa y cultural
(esta última vista con perspectiva temporal) se debían a favores
con los que comprar voluntades que se aliasen con sus intereses
militares y personales en la causa italiana.
El
tercer aspecto de su política como Papa es en el que se centra la
película: Su legado potenciado a través del arte y su labor como
mecenas.
Julio
II fue un gran patrocinador del arte y el Renacimiento italiano. Sin
duda, no se puede obviar un íntimo interés personal en el arte en
la figura del papa, sobretodo por lo que sabemos de su etapa como
Giuliano della Rovere, pero con su ascenso al trono papal la
importancia de legar un patrimonio artístico y arquitectónico que
pudiera competir con la pujanza de las ciudades-estado del Norte
resultaba fundamental. Julio II envidiaba la belleza y dinamismo
cultural de las Milán, Pisa, Bolonia, Parma, y por encima de todas
ellas la Florencia de los Borgia.
Para
ello Julio II adoptó bajo su protección a diversos artistas entre
los que destacaron Rafael Sanzio y el florentino Miguel Ángel
Buonarroti, y con ello lo que consiguió fue trasladar de Florencia a
Roma lo mejor de la creación pictórica. Y este es el aspecto que
recoge la película de Carol Reed a través de la biografía de
Miguel Ángel escrita por Irving Stone. Y lo hace, primero sin obviar
las otras caras del poliédrico personaje de Julio II y el contexto
en el que se vio inmerso. Pero centrándose en Miguel Ángel da a la
temática del arte, a su filosofía y trascendencia el peso necesario
que hace a la película un ejercicio de arte por el arte,
aleccionador y estimulante. En ese sentido, no deben dejarse atrás
algunas características de este período histórico y artístico que
son tratadas por la película. Fundamentalmente el humanismo como
agente dinamizador de la cultura y el arte, y el interés por el
estudio y comprensión del propio hombre, con su carácter individual
y único y su pensamiento como ejercicio de libertad y porvenir.
Es
preciso entender el Renacimiento italiano como el fenómeno cultural
cuya emergencia entre el siglo XIV y XV supuso el cierre de la Edad
Media (y de los valores que englobaba) y el advenimiento de la Edad
Moderna con una nueva forma de pensar y expresarse. En un contexto de
profundo cambio en el sistema de valores tradicional y en la propia
estructura de poder, en las ciudades-estado italianas se avanzó en
un movimiento nuevo, que venía a recuperar la Antigüedad gracias al
gran impacto que causó el re descubrimiento de las obras de la
Antigua Grecia y Roma. Junto a ello, la influencia decisiva del
Humanismo como movimiento filosófico y de gran calado político y
cultural, que propugnaba la posición central del hombre como medida
de todas las cosas y la razón como valor supremo.
Pero
dentro de esta conciencia humanista del Renacimiento y el Arte
acabará ganando una consideración mayor. Lo que a principios del
siglo XV era una idea de productores de obras como artesanos, no como
artistas, se transformará con los nuevos movimientos culturales,
filosóficos y estilísticos a obtener una mayor importancia y
trascendencia, premiándose como artistas, donde el aspecto
intelectual y psicológico de una obra tengan incluso más valor que
la simple pericia técnica en su desarrollo. En esta nueva concepción
que irá tomándose durante el siglo XVI cobra especial importancia el
redescubrimiento de las obras clásicas, de la Antigua Grecia y Roma,
que son tomadas como modelos y culmen de la perfección en la
imitación de la naturaleza. Esta perfección será apropiada por la
religión que verá en el Arte la forma más elevada de imitar la
obra de Dios.
El
estudio de la anatomía del cuerpo humano se vuelve fundamental y
Miguel Ángel se demuestra como un esforzado y meticuloso observador,
intrigado por trasladar los volúmenes, formas y gestos de cada
músculo, cada torsión, cada hueso y cada nervio al mármol, y en
menor medida, al lienzo o al muro preparado para la pintura. Se busca
el naturalismo como verdad no sólo del propio cuerpo y naturaleza,
sino también, y mucho más importante, de la grandeza de Dios y de
la Iglesia que lo consagra. Lo que apenas un siglo antes sería
tachado de impúdico, perverso y zafio, en el Renacimiento y bajo el
talento de Miguel Ángel se sacraliza y celebra como expresión
máxima de un Arte promovido bajo el amparo y el dinero del papado de
Julio II. Un siglo después, en el contexto de la Contrareforma y su
movimiento artístico propio, el Barroco, volverá a ser considerado
inapropiado y de mal gusto.
La
película comienza como un documental puro. Las primeras escenas son
planos centrados sobre el Arte del Renacimiento italiano, con
imágenes de obras arquitectónicas, escultóricas y pictóricas de
algunos de los más grandes artistas de la Historia, tanto en
Florencia, como en la propia Roma. Son comentadas por una voz en
off que narra las características de las obras en tono
didáctico, su trascendencia e influencias, por lo que las primeras
imágenes en Roma sirven para recoger el legado clásico Romano y
griego. Casi 10 minutos de metraje dispuestos como un documental
parece que alertan al espectador de que no va a encontrar una
película de ficción al uso. El tono es la otra gran característica
de la película y es que una vez entrada en materia dramática no
deja de lado un marco pedagógico y formativo en el que se
complementan tanto los diálogos, como las imágenes donde gana un
protagonismo inesperado, pero para mi absoluto, la ambientación de
las escenas.
Hoy
en día ya estamos acostumbrados a recreaciones digitales que plasman
la ambientación de los escenarios en pos producción sobre las
actuaciones de los intérpretes filmadas con un fondo en croma
verde. Los artesanos son por lo tanto, los diseñadores gráficos
y animadores que con ordenador y lápiz magnético adelgazan el peso
presupuestario y de las producciones al mismo tiempo que diseñan
planos de imaginaciones imposibles coreografiadas por las nuevas
tecnologías.
Evidentemente
en 1965 no se disponían de estos medios, y siempre quedará la duda
de si ante el advenimiento de su uso, las formas de hacer las
películas y esta en particular, no hubieran sido distintas. En
aquella época, y en realidad de forma generalizada hasta hace unos
15 años, las filmaciones se llevaban a cabo tras laboriosas y
cuantiosas horas de trabajo de artesanos carpinteros, pintores,
albañiles, iluminadores y constructores que creaban en estudio
aquello que se quería recrear para que ejercieran como decorados
propios y auténticos a las interpretaciones actorales, por lo que se
dice y con acierto, que el camino entre el dramatismo del teatro y
del cine era mucho más reducido que hoy en día.
En
El Tormento y el Éxtasis no es una excepción y todos los
planos interiores, y algunos de los fondos en exteriores fueron
recreados por artistas que quizás impulsados por el recuerdo del
gran Miguel Ángel, compusieron su arte para poder representar la
vida y obra del genio florentino.
La
Capilla Sixtina fue recreada a escala 1x1, es decir, tal cual es en
la realidad, en los estudios Cinnecittá de la capital
italiana. Lo mismo para el resto de interiores, entre los que
destacan las estancias palaciegas del Vaticano, el claustro de un
palacio nobiliar, el alojamiento y patio de Miguel Ángel, o la
taberna que dio cobijo a una de las escenas más potentes de la
película.
En
cuanto a los exteriores, se recreó la Roma del Cinquecento a
base de cartón-piedra y pintura basándose en las fuentes que bien
podían ser las obras pictóricas de paisajistas de la época como
Venanti o Panianni o de los textos de Bramante, Vasari, Condivi, el
De pictura de Alberti o del propio Miguel Ángel. Muy
celebrada e inolvidable son las escenas en las canteras de Carrara
donde el Buonarroti se refugiaba, y donde tras su primera huida sobre
el encargo de la Capilla Sixtina recibe la inspiración para acometer
su obra maestra.
Y
es que la espectacular y acertada ambientación no sólo se conseguía
en base al trabajo artesano de carpinteros y pintores, sino que el
papel de los asesores, como historiadores, tanto del período
renacentista, de la política de los Estados Pontificios o del Arte
resultaba fundamental. Volviendo a la actualidad, vivimos un tanto
asqueados ante tanta propuesta fílmica en todos su formatos que
desprecia el trabajo de los historiadores y desecha las verdades
conseguidas a base de estudio de las fuentes y rigor científico
multidisciplinar. Pareciera hoy en día, que es más importante la
espectacularidad, los efectos digitales y de sonido o cumplir con la
agenda oculta o no sobre revisionismos queer
y multiculturales, que contar la Historia (y la historia) como es y
fue. Se trata de presentar el cine y la televisión como volubles
pastiches que entretengan y apenas formen a los espectadores. Que los
idioticen a base de repeticiones y clones donde una teta, un beso
lésbico o un personaje de color sean la nota anecdótica con
la que quedarse por encima de la historia que nos quieren contar.
Cuando es evidente que mostrando la verdad de los hechos es la mejor
forma de plasmar las contradicciones e hipocresías del sistema que
tanta desigualdad ha acabado desparramando y tanto odio provocando.
Por
eso, tan potente y trascendente es El Tormento y el Éxtasis
porque a base de ambientación, trama e Historia es con lo que
consigue construir un relato que se antoja muy fidedigno a la
realidad histórica para darnos a conocer, a todos, la verdad sobre
la época, los tiempos, las instituciones, las personas y los
personajes tratados. Eso sí, como aviso a futuros historiadores
aficionados o no, no sobra decir que no debe tomarse una película de
ficción, incluida por muy cercana que esté esta misma a los
acontecimientos, porque habrá claro-oscuros, cuando no errores
flagrantes que impidan ser tomadas como una fuente fidedigna del
hecho histórico que quieren representar.
Volviendo
a la película, son de destacar en esta línea las interpretaciones
de todos los personajes, pero en especial la de los dos protagonistas
que se lanzan a un duelo interpretativo de máximo nivel. Si el
siempre limitado Charlton Heston destaca en su papel de Miguel Ángel,
empleando los clichés con los que el Presidente Vitalicio de la
Asociación Nacional del Rifle, construyó su Judea Ben-Hur o su
posterior coronel Taylor de El Planeta de los Simios, lo que
hace Rex Harrison dando vida a Julio II es un auténtico ejercicio de
veracidad y humanidad para dar vida a un personaje que ha pasado por
la Historia con un legado de absolutismo todopoderoso. Los diálogos
entre ambos adquieren una trascendencia y vigor muy notables y una
complicidad ante la cámara máxima, más si cabe cuando te enteras y
lees que la relación personal y profesional entre ambos era nula
debido a sus diferencias políticas y de la tendencia al divismo
de los dos. Lo cierto y lo bello es que acabas de ver la película y
te quedas maravillado ante el despliegue de estos dos actores y con
la sensación de conocer como era aquella relación entre mecenas y
artista en la Italia del Renacimiento, sin duda el período artístico
y el lugar más importante en la Historia del Arte.
Hay
que destacar que cómplices de los dos actores y de todo el equipo
artístico de la película fueron los asesores históricos que
complementaron el trabajo de Irving Stone en la redacción de la obra
original, en el guión adaptado de Phillip Dunne y en la escenografía
montada por el italiano Dario Simoni.
Como
se decía un par de párrafos arriba la película se rodó en Italia
y la propia implicación de Irving Stone como productor garantizó
que en la pantalla se transmitiera lo que se sabía sobre la vida y
obra de Miguel Ángel y el contexto histórico de aquellos
turbulentos años con máximo rigor y veracidad.
Fruto
de estos compromisos colectivos son escenas en las que se enseña
como eran las técnicas y tecnologías con las que se surtía y
construía el Arte en la época. Realmente son admirables por la
fidelidad histórica muchos aspectos de la película y las licencias
que los autores toman son casi nulas a tenor de lo que cuentan
algunas de las fuentes consultadas. Y es que entienden que el
dinamismo narrativo no tiene porque verse comprometido porque se
aplique más o menos verosimilitud a lo que se quiere mostrar al
espectador. De este modo, algunas escenas como todas las que muestran
el proceso de elaboración de las pinturas de la Capilla Sixtina son
un manual en vivo de cómo se ejercía el Arte en la época. No sólo
en la más visual como pueda ser la elaboración de los andamios,
siguiendo las instrucciones que el propio Miguel Ángel dejó escrito
en sus tratados. Es que
además se toma su palabra para crear en taller las mezclas de
colores y pinturas con elementos naturales originales, por lo que los
artistas que iban recreando el trabajo del florentino en la réplica
en la ciudad del cine italiana, lo hacían siguiendo los mismos
patrones y técnicas que en el auténtico.
Más
impresionantes son las escenas en la cantera de Carrara donde
Charlton Heston trabaja como un cantero más. Se enseña el trabajo
colaborativo y sincronizado de cientos de personas para extraer de la
roca las voluminosas placas de mármol, fragmentando la roca viva y
valiéndose de la física para separarla y luego poder ser acarreada
ladera abajo hasta que entra en la siguiente fase productiva para
generar las planchas más pequeñas y transportables, muchas de ellas
con sus características relativas a tamaño, color y vetas a
petición de los artistas, como le recuerda un trabajador a Miguel
Ángel sobre el mármol colosal del que deberá sacar su Moisés.
El Moisés, obra central del conjunto escultórico de la tumba de Julio II en la iglesia de San Pietro in Vincoli, de Roma. Foto tomada por Ángel Luis Domínguez, diciembre 2023.
Y
es que la película se va a centrar, y a diferencia en la obra
biográfica de Irving Stone que lo hace sobre la vida de Miguel Ángel, en el
proyecto de los techos de la Capilla Sixtina que Julio II le encargó
en 1508. La magnitud de la empresa provocó severas discusiones entre
ambos dado que para Miguel Ángel la pintura era un arte menor en
comparación con la escultura, y apenas le motivaba la propuesta que
le hacía abandonar el para él mucho más estimulante encargo de la
tumba del propio papa. Las dificultades técnicas de tener que
trabajar a más de 20 metros de altura en un espacio que consideraba
“poco más que un establo, indigno para la casa de Dios”
que había sido ordenada construir por el Papa Sixto IV treinta años
antes, sobre una superficie abovedada y salpicada por hasta 12
pechinas que requerían trabajos singulares en cuanto a la
perspectiva y profundidad de la obra, se complementaban con los
requisitos temáticos e iconográficos que el propio Julio II le
encomendó. A regañadientes Miguel Ángel comienza la obra, pero
pronto huye y desaparece de Roma abandonando la magna tarea y
refugiándose, como se ha dicho en las canteras de mármol. Julio II
entra en cólera y ordena su búsqueda al tiempo que batalla por toda
la península Itálica y más allá en sus campañas militares.
En
Carrara el intimista Miguel Ángel recibe la inspiración para pintar
el techo de la Capilla Sixtina, por lo que vuelve para pedir el
perdón del Papa. Un perdón visto desde el punto de vista personal
entre mecenas y artista, sin connotaciones religiosas, y emprende la
obra, re-haciéndola a su gusto completamente. Así durante 5 años y
hasta 1512, con alguna que otra crisis personal, Miguel Ángel
ejecuta la obra ante la presión de su promotor, Julio II quien le va
preguntado “¿Cuándo acabarás?” y recibiendo por
respuesta el célebre “¡Cuándo acabe!”.
Absolutamente
trascendental es la escena en la que varios cardenales ojean el
trabajo del Buonarroti y se muestran encolerizados por la falta de
clasicismo, naturalismo y pudor de las pinturas de Miguel Ángel que
ya exhibe toda una fuerza de cuerpos expresivos,
abigarrados, de musculaturas exacerbadas y en movimiento que plasman
la acción para mostrar los textos del Génesis, La
Creación, La Relación de Dios con la Humanidad y La
Caída del Hombre. El diálogo entre Miguel
Ángel y los cardenales con las miradas impasibles de un Julio II
atento y que dejó hablar componen un absoluto testamento artístico
y vital de obligado aprendizaje para quien le interese la esencia del
proceso creativo y su trascendencia.
Forma
parte del retrato psicológico del personaje de Miguel Ángel, en el
que el misticismo, la religiosidad, el sentido del arte y un
compromiso irrompible con su propia coherencia y sentir del hecho
artístico construyen la prosopopeya que lleva a cabo con acierto
Charlton Heston. El agotamiento físico, emocional y psíquico del
trabajo artístico, con su componente filosófico, se muestra en toda
su crudeza. El talante polifacético, auto exigente y entregado del
artista aparece reflejado por la multitud de proyectos e ideas que
atesora, que le dejan agotado, que abandona y retoma, y que quedaron
incompletos. Un amor al arte y a la vida, pero también a la religión
y a una fuerte convicción cristiana que traslada a su observación y
recreación del cuerpo humano, fruto más perfecto del amor y la
generosidad de Dios. Todo ello bajo un carácter impetuoso,
arrebatador y torturado de máxima implicación en cada uno de los
proyectos que le apasionaron y pasaron por ante sus ojos, incluida su
propia vida.
Al
final, y no hay espoilers que valgan porque la película
transcurre fiel a la historia, Miguel Ángel cumple el encargo y
maravilla a Julio II quien no le exonera de sus responsabilidades
para que volviese a Florencia, sino que le encarga la decoración de
la pared Oeste donde va a ir El Juicio Final, desechando la
primera idea de encargárselo a Rafael Sanzio.
Miguel
Ángel sobrevivirá a su patrocinador y antes de marchar de Roma
podrá completar su relación personal con su mecenas, esculpiendo el
maravilloso conjunto de la tumba de Julio II, en cuya parte baja está
el colosal Moisés que hoy se exhibe en la iglesia de San
Pietro in Vincoli.
En
definitiva y como cierre no dejéis de ver esta película y
atesorarla como merece: Una obra de arte sobre el Arte, hecha con
compromiso de rigor y veracidad, con intención pedagógica y en
esencia como un tratado sobre el Renacimiento, los Estados
Pontificios y sus dos personajes principales, el papa Julio II y el
gran artista Michelangelo Buonarroti.
Las imágenes del colosal trabajo de Miguel Ángel son del propio Vaticano como poseedora de los Derechos de Imagen.
BIBLIOGRAFÍA
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Recurso en línea: Internet Movie Data Base. Consultado el 29/01/24.
URL: https://cutt.ly/SwZ6ncTb.
Ramon
Gener
es un cantante de ópera de tipo de voz barítono y a la vez es
humanista, escritor y divulgador cultural. Natural de Barcelona en
2011 comenzó un camino para acercar y dar a conocer su arte, la
ópera y la música clásica, al total de la población. Lo hizo a
través de la Televisión pública catalana (TV3) con el programa en
catalán Òpera
en texans
que se convirtió en un éxito por su forma de presentar la música
culta al público generalista dentro de un medio como la televisión,
tantas veces abrigo de lo zafio, cutre y miserable de la especie
humana.
Pronto
se hizo necesaria una versión en castellano para la2
que abrió su parrila a
This is Opera.
Allí, al igual que en su hermano catalán, Gener fue descubriendo a
los televidentes la grandeza de la ópera.
Sus temas, historia, fuentes y referencias, haciéndolo a través de
la presentación de las más grandes Óperas de la historia de la
humanidad. Así ligando obra con autor, contextos social, histórico
y cultural a muchos neófitos en la materia nos hizo picar el
gusanillo para acercarnos a los compositores y a un mundo ajeno a los
estratos medios y bajos de la población, planteados desde el nivel
económico y educativo.
No
tardó mucho en aparecer un nuevo proyecto
televisivo y divulgativo en este caso sobre el Arte
y así nos llega This
Is Art,
cuya primera aparición vino de ese hito de la televisión moderna
que es Movistar + aunque sea, lamentablemente, dentro de la
televisión de pago.
Ahora
ya está pudiendo verse a través de la2 y This
Is Art
es un evento dentro de la programación de máxima calidad.
Imprescindible de ver y paladear. De compartir en las redes y en el
boca a boca con familiares, amigos y conocidos.
Ramón
Gener pone toda la pasión
al uso de un guión que trata de acercar nuestro acervo cultural,
como expresión artística de raíces greco-latinas, presentando
obras, artistas, periodos y conceptos (tanto técnicos, como
temáticos) usando un leiv
motiv,
una idea y su expresión a través de la historia del arte.
Es
esa pasión
en la transmisión del mensaje, en la trascendencia de lo explicado y
detallado en pantalla el principal valor añadido del programa, más
allá de la necesaria formación en arte que se ofrece a la audiencia
con cada toma, con cada minuto de emisión. Pasión, que no es
propiedad exclusiva de Gener, sino que es el denominador común del
equipo que crea This
Is Art.
Tanto en los guiones como en la factura técnica del programa se
aprecia ante todo una ilusión por hacer algo trascendente y que
enganche, que sea comprensible sin caer en lo trillado, y divulgador
sin tropezar con lo elitista.
La
fotografía es otro gran protagonista, no podía ser de otra manera
al tratar de acercar pinturas, esculturas, obras arquitectónicas y
paisajes a través de la pequeña pantalla, destacando matices y
colocando la obra y el mensaje, y por supuesto el autor, como centro
de la divulgación
cultural.
Los
recorridos por museos e iglesias, calles y parques, plazas y zonas
monumentales; espacios naturales y urbanos muestran en primer lugar
la inmensa suerte de Ramon Gener y su equipo que han viajado hasta
convertirse en clientes vip de las aerolíneas y ponernos los dientes
largos por la tremenda suerte de disfrutar en tales localizaciones,
la mayoría de las veces, solos, con obras y conjuntos
arquitectónicos y paisajísticos, para su disfrute íntimo, sin
interferencias. De esa intención se denota la creencia en el
producto por parte de sus creadores. Pero también demuestra la
importante labor de guión para divulgar, contando una historia -en
la que Gener es el protagonista- acercándonos casi hasta poderlo
tocar en nuestro salón, el Moisés
de Miguel Ángel o la Capilla
Sixtina
en Roma. De
esta manera además del presentador, el tema, su equipo de guionistas
y realización técnica, el artista y su obra, cobran especial
importancia las localizaciones, minimizando las de estudio y llevando
la ejecución del programa al mismo entorno en el que se enmarca el
cuadro o la escultura que se explican y dan a conocer. El
viaje que hacemos desde nuestro sofá a los rincones de la cultura
occidental, desde lo clásico hasta lo contemporáneo es otra de las
grandes virtudes del formato que mantienen una vez más la
trascendencia y vitalidad en la propuesta, gracias en buena parte a
la disposición optimista y pedagógica de un presentador, Ramón
Gener,
se transforma a la par en guía
turístico
y profesor
de arte
(y de su historia), pero siempre armado con pasión
y convencimiento en lo que hace. Acercándonos el arte, al público
mayorista, del que todavía sigue siendo el más mayoritario de los
medios de comunicación de la historia de la humanidad: la
Televisión.
Es
de agradecer un espacio así y que la televisión
pública
-aunque primeramente haya sido puesto en marcha por un canal de pago,
eso si, distinto al resto de canales privados del país-, se encargue
de su difusión y retransmisión. La2 es el canal cultural y de
divulgación de la corporación RTVE y por encima de audiencias tiene
la misión de presentar conocimiento y cultura como parte de su
función social. Dentro de esta línea no está de más recordar que
Ramon Gener y la productora Brutal
Media,
fueron los encargados por RTVE de crear una serie documental sobre el
200
Aniversario de la creación del Museo del Prado.
El resultado, no puede tildarse de otra forma que no sea impecable,
ya que nos da más y más ganas de visitar y re-visitar nuestra
pinacoteca por excelencia.
This
Is Art
está ahora en la2, los domingos por la tarde (también en la web y
en la aplicación de SmartTv),
y aunque pueda parecer que tienes mejores cosas que hacer, no lo
dudes a la hora de prestar atención a un programa que acerca el arte
y la pasión por su comprensión y transmisión a todos nosotros. Un
hito imprescindible en nuestro día a día.
Philip
K. Dick (1928-1982) es uno de los escritores de ciencia
ficción más importantes del Siglo XX. Pero es mucho más que
eso. Con una de las literaturas más imaginativas y
anticipadas de siempre. Pero también con una de las mentes más
atormentadas de la centuria.
Dick
profetizó las tendencias dictatoriales y fascistas que asolan su
país, Estados Unidos. Puso rostro al individualismo que lamina la
sociedad occidental de hoy en día. Describió el estado de las cosas
entre decadente y subversivo al modo de la des humanización de las
relaciones tal y como está ocurriendo en nuestros tiempos. Todo lo
hizo 40 y 50 años antes, en una época de decidida controversia pero
de alto optimismo en la tecnología y los avances sociales.
Philip
K. Dick fue un autor prolífico de obra tan inabarcable como el
anhelo de saber lo que podría haber sido si no hubiera fallecido con
tan sólo 53 años. Publicó más de 40 novelas y más de 120
cuentos. Además, dejó una obra secreta: sus diarios personales
autodenominados Exégesis, que abarcan más de 8.000
páginas, (una selección en un volumen, de casi mil páginas fue
publicada en 2011 con prólogo de Jonathan Lethem.) Al principio de
su carrera Dick pretendía ser en un escritor de literatura
convencional y sus primeras novelas de aprendizaje fueron realistas.
Aunque terminó siendo un escritor muy exitoso, ganando premios,
lectores fanáticos, el respeto de sus compañeros de profesión y
también dinero, siempre luchó a favor la ciencia ficción
como género.
Desde
que empezó a escribir y hasta la fecha de su muerte, la ciencia
ficción era un gueto de Serie B despreciado por académicos,
críticos y lectores convencionales. Más si cabe cuando Dick, se
sumergía en el terreno de la Distopía y los futuros
alternativos, no siempre beneficiosos y plácidos para el conjunto de
la humanidad.
El
mundo de Dick es de cyborgs, de corporaciones omnipotentes y
monopólicas que manejan tecnologías como el control de la memoria y
la percepción de la realidad; es el mundo de la adicción, de la
alucinación, de gobiernos autoritarios; de paisajes
pos-apocalípticos y mundos distópicos; es el mundo de la
paranoia, y también del misticismo. Mundos paralelos.
Pero dentro de todos estos escenarios y situaciones clásicas de la
ciencia ficción la literatura de Dick se basa en las preguntas que
son las mismas que están en el centro de la filosofía y la
religión: ¿Qué es el ser humano? ¿Qué es la realidad?¿Cuál es la naturaleza del Universo? ¿Qué futuro nos
espera? ¿Podremos construirlo nosotros o en cambio llegará
impasible e irremediable?
La
ciencia ficción de Philip K. Dick está un nivel
por encima de sus contemporáneos. Mientras otros escritores
presentan fábulas con revelaciones y moralejas moralizantes, Dick de
una manera distintiva y directa se ocupa de describir con
desgarradora critica la resaca de terror y lo irracional en la
sociedad contemperaría tecnológica. Y ahí fue donde la ciencia
ficción empezó a ser importante porque se enfrentaba con el hecho
de que estamos viviendo en una era tecnocrática en la cual las artes
tradicionales, literarias y demás, no tenían mucho que decir sobre
esto, no encontraban un vocabulario para reconocer la velocidad de
cambio en la vida cotidiana.
Tanto
es así, que aunque no hayan leído ni una sola línea de la obra de
Philip K. Dick es probable que conozcan su mundo y su mente, lo
primero de todo porque paso a paso y de forma irremediable nos
acercamos al escenario habitual de sus libros. Sociedades degradadas
y des estructuradas donde viven bajo relaciones sociales artificiales
y cada vez más frías, seres -humanos o no- con graves carencias
físicas y/o mentales que languidecen su dignidad bajo el prisma de
un progreso tecnológico y económico ficticio e irreal para la
extensa mayoría de la población.
Estos
mundos también le son próximos porque la cultura pop y su
instrumento más comercial en el cine ha empleado su literatura para
maximizar sus beneficios sin entrar en demasía en la diversidad
moral y en los planteamientos filosóficos con los que el autor
americano impregnaba sus obras.
Es
que, póstumamente, Dick se ha convertido en uno de los autores
predilectos de Hollywood. Blade Runner, Minority Report,
A Scanner Darkly, Total Recall, Screamers,
Paycheck, Eternal Sunshine of the Spotless Mind y The
Adjustment Bureau son algunas de las películas adaptadas de
obras de Dick, quien solo pudo ver la Blade Runner de Ridley Scott,
mientras que ya se ha estrenado una serie inspirada en la historia,
que no en la trama literaria, en el The Man in the High Castle,
la obra que profundizaba en la distopía de que el Eje, la
Alemania Nazi y el Imperio del Japón, hubieran ganado la Segunda
Guerra Mundial.
Una
vida que inspiró sus sueños
La
vida de Dick fue caótica, intensa y triste. Su padre abandonó a la
familia cuando era chico. Vivió toda su vida en diferentes ciudades
de California. Fue adicto a las anfetaminas; lo ayudaban en su
frenético ritmo de escritura pero le dejaron secuelas que, al fin,
resultaron mortales. Tuvo cinco esposas y tres hijos, a ninguno de
los cuales trató bien. No participó en su crianza ni los ayudó
econonómicamente. Hasta llegó a golpear a una de sus esposas. Era
profundamente paranoico y con motivos. En un evento nunca explicado
su casa fue robada, y destruida, pero solamente fueron extraídos sus
papeles personales. Vivía de escribir pero siempre le faltaba
dinero. Sentía que como escritor nunca había sido valorado como se
merecía.
La biografía de Philip K. Dick se describe en la rutina del escritor
hecho así mismo y configurado y reconfigurado a través de dos
episodios personales que el marcaron profundamente.
En
el primero de ellos, su hermana melliza, Jane Charlotte Dick, murió
por negligencia a los pocos meses de su vida. La madre primeriza era
inmadura, y aparte de la escasa compañía de su marido, estaba
completamente sola. Pero no era cruel o indiferente. Abrumada por la
incipiente crianza de sus hijos, llamó a su madre por ayuda, pero ya
era muy tarde. En un accidente, quemó a su hija Jane con una botella
de agua caliente con cual intentaba calentar la cuna. Los médicos
llevaron a los mellizos al hospital. La niña murió en camino y el
niño se salvó después de estar varios días cerca de la muerte.
Ambos estaban desnutridos.
Años
después, en el Exégesis, Dick escribió: “Es el Jane
dentro de mi —el ánima o el principio femenino— que es el lado
lacrimoso de mi ser, que está enfermo y que ahora busca ser
hospitalizado. Es Jane dentro de mí que se está intentando morir.
O, en realidad, es la Jane que realmente murió, que repite sus pasos
en mi anima una y otra vez, ese viaje mortal que se dio por la
negligencia. Es la Jane-dentro-de-mi que ahora esta asustada y
deprimida. Pero si la Jane dentro de mi se muere ahora me llevará a
mí (el mellizo masculino) con ella, con lo cual no tengo que
sucumbir. Jane tendrá que seguir viviendo en su existencia vestigal
a mi lado aunque esté al otro lado…”
Para
el biógrafo Lawrence Suten la muerte de Jane es el evento central en
la vida psíquica de Dick: “El tormento se extendió a través de
su vida entera, manifestándose en las relaciones difíciles que tuvo
con las mujeres y con su fascinación por resolver los dilemas
dualistas” como el de humano/androide, por ejemplo, que es central
a su obra.
El
otro evento central en la vida de Dick fue una serie de visiones que
duró dos meses enteros, en 1974. En ese momento vivía en Orange
County en California. Volvía del dentista donde había sido tratado
por un dolor de muela. De vuelta en su casa le abrió la puerta a
alguien que le vino a traer su medicación de una farmacia. Era una
mujer joven con un colgante de un pez dibujado. Dick le preguntó qué
significaba. La chica le dijo que era el símbolo de las primeras
sectas cristianas, las perseguidas por el Imperio Romano. En ese
momento Dick tuvo una revelación. Tuvo un momento de conocimiento
total en la cual vio la historia humana entera. Se dio cuenta que
la historia no es lineal, sino circular. Que el Imperio Romano
aun existía, que esta realidad en la cual vivimos era de hecho una
especie de prisión. La visión persistió por dos meses mutándose,
multiplicándose, profundizándose.
Desde
entonces hasta su muerte Dick se ocupó de interrogarse a si mismo
sobre el significado de este evento, tratando de discernir si era una
visión mística, un sueño, un flashback de droga, un
brote psicótico o esquizofrénico, o una combinación de todas estas
cosas. El episodio, que el denominaba “2-3-74” no solo le
brindó una visión de la “realidad” sino también una mirada
sobre el significado de su obra y el sentido de su vida.
Cuenta Lethem en la introducción de la selección publicada del Exégesis:
“Dick comenzó a ver todos sus escritos anteriores —especialmente
sus novelas de ciencia ficción de los 60— como un intricado e
inconciente precursor a sus percepciones visionarias… [En el
Exégisis] Dick escribió sobre la ternura, sufrimiento y naturaleza
del universo; sobre la esencia de la tragedia; sobre alienígenas de
tres ojos; robots hechos de ADN; cultos cristianos antiguos y
reprimidos cuyas creencias esenciales predecían la teoría Marxista;
viajes en el tiempo; radios que siguen tocando después de ser
desenchufadas; y la naturaleza verdadera del universo como le fue
revelado en el Libro tibetano de la muerte, El origen de la
conciencia y la mente bicameral de Julian Jaynes, y la película Tres
mujeres de Robert Altman” entre muchas, muchas otras cosas.
Para
algunos críticos la obra más importante de Kafka son sus
diarios. Tal vez el Exegesis de Philip K. Dick tenga el
mismo destino. Si hay una critica que se le puede hacer a las obras
de Dick es que sus ideas y sus mundos son mucho más fascinantes
que su prosa en si. Tal vez no sea incorrecto decir que Dick no
es muy buen escritor. Así lo comentaba el mismo:
“Soy
un filósofo que ficcionaliza, no un novelista; mi habilidad de
escribir cuentos y novelas es utilizada con el fin de dar forma a mis
percepciones. El centro de mi escritura no es el arte sino la verdad.
Por lo tanto lo que yo cuento es la verdad, y sin embargo no hay nada
que pueda hacer para aliviarla ni por hechos o explicaciones. De
todas maneras esto suele darle ayuda a un tipo de persona sensible y
atormentada por el cual hablo. Creo que entiendo el ingrediente en
común en ellos a quienes mi escritura les ayuda: ellos no pueden
atenuar sus propias sospechas sobre la irracional y misteriosa
naturaleza de la realidad. Y para ellos el corpus de mi escritura es
un largo argumento acerca de esta inexplicable realidad. Es una
integración y presentación y análisis y respuesta y historia
personal.”
Philip
K. Dick hizo algo aparentemente imposible. Escribió sobre el
espíritu de nuestros tiempos treinta años antes de que se empezará
a construir esta realidad. Se murió antes de Internet, antes de la
Guerra contra el Terrorismo y la Guerra Contra las Drogas. No llegó
a ver la realidad virtual o la farmapsicologia. Pero escribió sobre
todas estas cosas y más. Julian Assange es un personaje de Philip K.
Dick. También lo son Dick Cheney y Donald Trump. La CNN, la Fox, y
la televisión reality. Amazon, Google, Facebook, el comercio
electrónico. Y podría seguir. Y seguir. Y seguir… Todos son parte
del mundo Dick.
Toda
nuestra era fue profetizada por Philip K. Dick. Antes que nadie,
él ya describió como distopías y visiones futuristas,
nuestro consumismo, nuestro individualismo. La pérdida de humanidad
plasmada en relaciones sociales que son meras transacciones de
interés. El liberalismo sin medida que termina en la opresión del
más fuerte y el más rico sobre todos los débiles y pobres. El
fascismo reapareciendo siempre.
El
pasado sábado,
16
de diciembre,
Philip
K. Dick
hubiera cumplido 89 años.
A continuación y para ir desengrasando un poco, que no todo en la vida es estar cabreado e indignado. y para ello me valgo de un video con los mejores momentos de una charla ofrecida por Santiago Segura dentro del festival de cine de Málaga de este año, allá por el mes de mayo. El artículo orignal, aquí.
Menudo fenómeno. Verdades como puños y un ejercicio de resumén sobre el cine y la mentalidad de ese país llamado España.
Se presenta ahora en Valencia la exposición Arte Salvado que rememora y difunde, siguiendo la misma ruta que dispuso el Gobierno de la Segunda República, el azaroso tránsito hasta Ginebra del patrimonio artístico español durante la Guerra Civil, amenazado por el brutal asedio franquista sobre la capital del Estado. Las octavillas de la aviación fascista en agosto de 1936 lo dejaban muy claro: “Si los madrileños no obligan al Gobierno y a los jefes marxistas a rendir la capital sin condiciones, declinamos toda responsabilidad por los grandes daños que nos veremos obligados a hacer para dominar por la fuerza esa resistencia suicida. Sabed, madrileños, que cuanto mayor sea el obstáculo más duro será, por nuestra parte, el castigo”. El historiador Hugh Thomas es muy explícito al comparar los efectos de los bombardeos tres meses después: “Las terribles llamas hacían que la capital semejase algún primitivo lugar de tortura”. César Falcón, periodista y escritor peruano, tuvo la lucidez de advertir que aquel primer ataque aéreo del fascismo sobre la población civil era el destino que aguardaba a otras capitales europeas.
El 16 de noviembre, los aviones nazis dejaron caer sobre el Museo del Prado hasta 12 bombas que, si no causaron más daños que la rotura de un bajorrelieve italiano, fue porque la dirección de la pinacoteca había preservado semanas antes los fondos en los sótanos y había cubierto la cúpula del edificio con sacos terreros. Una vez creada la Junta de Defensa del Tesoro Artístico, presidida por el pintor extremeño Timoteo Pérez Rubio, el Gobierno republicano tomó la determinación de trasladar los fondos del museo a Valencia. El 10 de diciembre salió el convoy que, junto a otras obras, transportó Las Meninas a una velocidad de marcha de 20 kilómetros por hora. La excesiva altura de la extraordinaria obra de Velázquez deparará una de las anécdotas más ilustrativas de la meritoria custodia del arte español por los caminos de un país en guerra, ejemplo del celo, meticulosidad y pundonor puestos en el empeño por el Gobierno de la República. Como la estructura metálica superior del puente de Arganda no permitía el paso del camión que transportaba la obra, hubo de ser trasladada por la noche, a brazo y sobre rodillos, en medio de un frente de combate.
La recreación de esas imágenes, así como la ingeniosa instalación con la que el arquitecto Joselino Vaamonde habilitó las Torres de Serrano en Valencia para proteger las pinturas allí almacenadas, consta en un magnífico documental de Alberto Porlan, realizado en 2004: Las cajas españolas. En Figueras, última etapa del traslado por la península, el Comité Internacional para el Salvamento del Tesoro Artístico Español garantizó la conducción de las cajas hasta su depósito en el Palacio de la Sociedad de Naciones de Ginebra. Para que tal destino fuera posible, el ministro de Estado y el propio presidente de la República tuvieron que apostarse en las carreteras de la diáspora con objeto de requisar los camiones, desalojándolos de armamento y demás vituallas, e incluso de heridos. La avería de algún vehículo obligó otra vez a recurrir al brazo para transportar los cuadros por los pasos fronterizos.
El tesoro artístico español salió de Perpignan el 12 de marzo de 1939. Nunca antes en la historia un patrimonio de tal valor y magnitud había sido transportado, mucho menos en tan adversas circunstancias. Fue tan masiva la afluencia de visitantes que acudió a la gran exposición montada en Ginebra que se consideró el evento como el hecho artístico más importante del siglo. La Segunda Guerra Mundial interrumpió la exhibición de la muestra. El muralista catalán José María Sert logró que el ministro francés Monzie habilitase un tren especial para verificar el traslado a España. El trayecto durante la noche del 6 de septiembre se hizo sin luces para evitar el riesgo que por segunda vez podían correr las obras del Prado bajo la aviación fascista. Tres días después, las 1.868 cajas españolas llegaron a Madrid sin más rasguño que una pequeña desgarradura en el cuadro de Goya Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808 tras un ataque de la artillería franquista en Benicarló.
Deliberadamente tergiversada y difamada durante el franquismo, la salvación de tesoro artístico español debería ser hoy una lección básica de cultura cívica a impartir entre las jóvenes generaciones. A cuantos colaboraron en aquel empeño sólo les llegó un primer y tardío reconocimiento en 2003 con la colocación de una placa en su recuerdo en el Museo del Prado. Otro homenaje simbólico, todavía con más retardo, tuvo lugar a primeros de este año con la imposición de una serie de medallas por parte del presidente del Gobierno.
Azaña antepuso la salvación del arte a la del régimen que presidía, pues el primero es irrepetible y el segundo no. Franco estuvo dispuesto a conquistar Madrid e imponer su dictadura aunque fuera a costa de bombardear una de las primeras pinacotecas del mundo. Después, cuando todo ese gran patrimonio protegido por la República volvió a nuestro país íntegro, sano y salvo, aún tuvieron los españoles que soportar que se lo debían “a la fina sagacidad del caudillo”, según la consigna de la prensa a su servicio. Que durante casi 40 años se haya impuesto tan sarcástica soflama y que hayan tenido que pasar más de 30 años en democracia para empezar a saber la verdad de los hechos, debería ser otro motivo más de reflexión y preocupación sobre las menguas y flaqueza de nuestra memoria histórica.