miércoles, 31 de mayo de 2023

Cambio de ciclo


 

Las elecciones municipales y autonómicas del pasado domingo 28 de mayo han supuesto un cambio de la relación de mayorías representativas con el triunfo sin paliativos de la extrema derecha. Siempre me ha dado igual calificar al PP como extrema derecha, y aunque ahora en su escora haya una fuerza notable sus planteamientos no se han alejado lo más mínimo, sino que más aún, se han reforzado.

Las semanas en las que se han lanzado bulos y desinformación sobre la legitimidad de los procesos electorales se han borrado de un plumazo con el resultado. Querían funcionar como profecía autocumplida. Como una suerte de relato que sustentará las excusas de la derrota en las generales de final de año, y sobretodo, de la ofensiva extrademocrática. De la reacción de la extrema derecha para acallar a la mayoría e imponer su agenda de miedo, negacionismo y dolor. Pero ahora ya parece que no hacen falta.

La derecha ha ganado clara y rotundamente las elecciones municipales y autonómicas. Esta derecha antisocial y antipatriótica. La ola reaccionaria continúa su impulso y no son buenas noticias. Lo ha hecho en base a tres cuestiones:

  • Por un lado, su acierto en plantear (una vez más) la elección en clave nacional, y más aún como un plebiscito por la continuidad de Sánchez y el gobierno de coalición. Sus corregiolinarios han votado en masa, como siempre, y respaldado la deriva trumpista, personificada en Ayuso que ha arrasado en Madrid ante la inoperancia de una izquierda dividida y de un PSOE que directamente no se ha presentado.

La propuesta de gobierno del PP y Vox en los ay-untamientos y comunidades ha sido acabar con el “sanchismo”, un invento de los medios de manipulación de masas ligados obviamente a las élites financieras y fascistas de este país, para responder a una tibia política socialdemócrata a la que se ha visto obligado a virar el PSOE de Pedro Sánchez por la presión de una izquierda que exhibía músculo.

Una campaña electoral sin propuestas en los ayuntamientos y regiones. Y sin medidas, ni promesas por parte de quienes han ganado las elecciones. Y sí, han ganado las elecciones.

Dentro de este eje programático entraba discutir a los aliados del gobierno de coalición, en especial Bildú, al que con la manipulación más torcitera posible, se sigue haciendo pagar los crímenes de ETA, como si la banda terrorista siguiera matando y extorsionando y como si Bildú no haya sido decisiva en el proceso de paz y perdón por todo el daño causado. A la derecha no le ha importado jamás perder Euskadi (donde por otro lado, Bildú sigue obteniendo los mejores resultados elección a elección, lo que nos debería a la izquierda replantearnos “nuestra” estrategia), porque lo importante es ganar en el resto de autonomías, en especial Madrid.

Habrá que ver qué pasa cuando acabé el “sanchismo”. ¿Qué idea de país tiene esta derecha? No se engañen, muchos ya la conocemos, pero, ¿Cómo va a reaccionar la gente, si es que lo hace, cuando el país se vaya al sumidero por estos inmorales e incapaces?

  • La segunda cuestión, donde hay que hablar de la clara victoria de la derecha, es en el convencimiento de la mayoría social del país. Por lo menos de la más activa a la hora de votar. Es profundamente necesaria la reflexión de la izquierda para entender porque más allá de la clara herencia franquista en el electorado, y de la presión de los medios de comunicación de masas, un ancho marco ideológico y promovido desde la reacción, por qué en España una mayoría acepta estos propuestos (este formidable artículo lo explica), sin atender a la conveniencia o no de votar a aquellos que luchan contra los legítimos intereses de clase de la extensa mayoría de la población.

¿Que habría sido de los trabajadores de este país, si durante la pandemía y el confinamiento, el gobierno nacional no hubiera nacionalizado sus salarios? ¿Queremos en toda España el modelo de salud como negocio de Madrid? ¿La verdadera Valencia que hoy proclama una derecha eufórica es la de la corrupción y el chanchullo como se han demostrado en los tribunales? El modelo de gestión de un año ya de PP-Vox en Castilla y León, ¿es lo que queréis para toda España?

El PSOE y la izquierda tenemos que reflexionar por qué no podemos convencer a la población de que aquí está su trinchera y de que aquí les van a defender de los agravios y las desigualdades que propone una derecha elitista, prepotente e inepta que sólo causa dolor, al tiempo que desmonta el sistema de igualdad del estado por sus corruptos intereses.

El PSOE aceptó el órdago y ha elaborado toda una campaña en esa dicotomía presentando a su principal factor, Sánchez y el BOE, dejando en segundo plano a muchos candidatos locales que tenían fuerza suficiente para defender un modelo de gestión local distinto, y más racional, que el de la derecha. Es difícil jugar todos los partidos fuera de casa, y en este caso, el PSOE ha optado por atrincherarse en el área y achicar balones aunque en el medio hubiera talento y gestión que podía atacar la nada propuesta por el PP y Vox. Así, alcaldes como Óscar Puente en Valladolid o líderes autonómicos como Ximo Puig en Valencia, han perdido. Salen de gobiernos que han mejorado su ciudad o región, pierde la población y gana la derecha que va a volver a hacer su corrupción desde cero, beneficiándose con latrocinio del trabajo honesto de estas instituciones estos últimos años. Un fiasco estratégico en toda regla.

  • El tercer factor es la izquierda a la izquierda del PSOE. Ese músculo, del que hablaba antes, poderoso entre 2011 y 2015, se ha ido perdiendo por el desuso y por tener que lidiar en toda suerte de guerras que no tienen nada que ver con la causa de las clases trabajadoras. En estos 8 años, con la irrupción de Podemos se paró la contestación social a la democracia de inspiración franquista españistaní. Sólo el movimiento feminista ha mantenido la presión en las calles, y aún así, insuficiente para insuflar fuerza a muchas mujeres que siguen votando y opinando en contra de sus principios identitarios.

Se legó todo el caudal revolucionario a una fuerza representativa de carácter institucional, confiando en que desde dentro del sistema se podía cambiar el sistema caciquil, extractivo, represivo, antisocial, injusto y antidemocrático. Un país de una minoría, impuesto por la fuerza bruta. Lógicamente, ante la presión de un sistema, entendido como un todo, que se ha defendido de esta agresión interna con todo su arsenal, se ha fracasado en ese propósito. Y además, se ha perdido todo aquel impulso y potencia, dejando una masa de izquierdas hastiada y desilusionada.

Buena parte de ese hastío y desilusión viene por la gestión que los partidos de izquierda y sus líderes han ido haciendo estos años de su fuerza. Mientras se ha llamado insistentemente a una “unidad” desde arriba, distintas secciones se han ido desligando y componiéndose en nuevas taifas de carácter regional o local, que sólo han ido sirviendo para colocar a los mandámases a cuenta de un salario en la política.

La descomposición es un espectáculo lamentable pero no ha sido la única causa que ha provocado la marcha de un electorado que en las generales de 2015 (con Podemos e IU compitiendo por separado) llegó a sumar más casi 4 millones de votos.

La otra causa en su devenir tiene que ver con la acción política ejercida desde las instituciones, donde las medidas sociales y de protección de los derechos como el de vivienda, el del trabajo, la sanidad o la educación públicas, han quedado totalmente fuera del foco, ante la batería de propuestas dedicadas a colectivos minoritarios que iban en su defensa, pero que al mismo tiempo suponían una disolución de la clase trabajadora.

Esto que voy a decir, es muy doloroso, pero es la verdad: Unidad Podemos ha acabado deslegitimando a la clase trabajadora con sus propuestas de defensa de los colectivos LGTBI, que sin duda, necesitan de protección y sobretodo de normalización. Pero estas políticas han sido una grieta por la que la derecha ha hecho palanca para atraer hacia sí a la mayoría de la clase trabajadora aunque esto implicará votar en contra de sus derechos de clase.

Porque a través de la identidad, primero nacionalista, pero después sexual o de género, se han presentado con éxito estas políticas gubernamentales como una agresión a todo lo que es “español” o “normal”. Es un fiasco político, pero sobretodo comunicativo, porque en ningún modo hay que hacer ver o que hagan ver, que dotar de derechos a unos suponga la pérdida de derechos para otros. Es duro esto que he dicho, y no me gusta, pero la realidad es la que es y hay que entenderla para cambiarla.

Volver al programa de máximos donde el antifascismo sea su base y la lucha contra la desigualdad, el machismo, en defensa de los derechos de los colectivos, en especial del mayoritario, la clase trabajadora. En lucha contra el cambio climático y sus negacionistas. Y no renunciando a la movilización y a la creación de una militancia activa en las calles.

Quizás -bueno quizás no seguro-, debemos también pensar en cómo se transmiten esos mensajes y qué supone para la convivencia (especialmente cuando consideramos que en la franja electoral de menores de 30 años, la derecha gana por aplastamiento), pero sobretodo, es el momento de tener claro que apostar por una política activa de defensa de las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera sea el primer paso e irrenunciable para la defensa de la vida y la identidad de las personas.

En este punto se entronca con el gran déficit de la coalición Unidas Podemos, que ya no sólo incapaz de mantenerse unida y de añadir a cuantas más opciones políticas de la izquierda mejor, ha procedido a la demolición de buena parte de los movimientos sociales y de la organización interna que Izquierda Unida posee.

Desde Podemos, como un auténtico Caballo de Troya, se ha procedido al desmontaje de la fuerza programática, asamblearia y militante de Izquierda Unida. Y desde los asientos de ministros, los podcasts y las cuentas de twitter se ha buscado ganar influencia olvidando, cuando no insultando y desprestigiando, el trabajo militante, de calle y de organización.

Y no sólo contentos con eso la deriva del señor Pablo Iglesias ha sido insultar a todo el que no piensa como él. En vez de dedicarse a defender las políticas y la ideología, el programa, ante los ataques de la derecha que ha convertido en populismos toda idea que busca un poco más de justicia social, lo que tenemos es a los "nuestros" atizando las calderas de odio y venganza en nuestras filas. Bochornoso.

Pero no sólo hay que poner el acento en una persona o en un sólo partido. Hay muchos padres en esta derrota en su incapacidad y en su actitud rencorosa que son un error histórico que va a causar mucho dolor a la clase trabajadora de este país.

El gran fiasco de esta izquierda a la izquierda del PSOE es que aupada a los gobiernos y a la presencia mediática ha abandonado la calle. Ha dejado de producir sus propios medios de comunicación. Si, es así.  Por qué cómo coño queréis influir en el electorado y dar a conocer las propuestas y la denuncia de la corrupción de la derecha si no es creando y difundiendo vuestros contenidos. No hay otra forma. Y eso se ha hecho siempre con lo que nunca ha tenido y jamás ha querido Podemos hacer: Una militancia. Cosa, que por cierto, aprovecho a decir, parece que “Sumar” tampoco tiene en perspectiva. Lamentable.



El hecho en sí es que la mayoría elige, y lo hace de manera sistemática, por un país y una sociedad corruptos e inmorales; privatizados, elitista; de una meritocracia basada en la desigualdad; de unos pocos viviendo por encima de muchos; de un latrocinio brutal sobre el patrimonio y el interés común; un modelo que atenta contra la dignidad de la vida de las personas que han votado contra su clase y contra la ideología que los defiende. Un mundo al borde del abismo y sin futuro.

Cabría pensar que la ideología no es tan importante (no engañarse que si que lo es), como lo es el método, en especial el método comunicativo. Y en ese marco la izquierda sale mal parada, porque no tiene acceso a los recursos que tiene la derecha con los medios de masas (sólo hay que ver las televisiones generalistas y la bandeja de periódicos en el kiosko cada mañana). Más si cabe cuando es la primera vez que yo sepa que un gobierno renuncia al control mediático. Y porque el electorado de izquierdas, mucho más crítico y racional, ha optado en buena parte por huir de este escenario y no participar subiendo la abstención por encima del 40%.

En la izquierda nos jactamos de ser mucho más demócratas que la derecha, pero en estas elecciones, y en realidad en muchas, la derecha nos acaba dando lecciones de democracia porque, al igual que antes con las calles, hemos dejado de dar batalla, y han podido ocupar las urnas sin oposición.



Como punto y a parte de este proceso electoral saldado con una victoria de la derecha, Pedro Sánchez, a la mañana siguiente adelantaba a julio la convocatoria de elecciones generales. Varios apuntes:

De alabar el sentido de estado del presidente que ha entendido la respuesta ciudadana del pasado domingo y convoca elecciones, incluso en medio de la presidencia de turno de la UE. No estamos acostumbrados a este sentido democrático y de estado.

Por supuesto, lo hace por su interés en lo que a bote pronto parecería una estrategia suicida de sálvese quien pueda. Yo no lo veo tan claro.

Evidentemente adelantando las elecciones, Sánchez compra el relato de la derecha de unas “elecciones municipales o autonómicas como plebiscito a su gestión” o “como primera vuelta de las generales”. Es a mi modo de ver, una derrota calculada por parte de Sánchez que en plena campaña de estas nuevas elecciones va a mostrar in situ las desavenencias entre las derechas a la hora de crear nuevos ayuntamientos, parlamentos y gobiernos autonómicos.

Cuidado porque la euforia en la que viven ahora la extrema derecha puede verse frenada cuando intenten llegar a acuerdos e imponer sus visiones cutres, rancias y atrasadas a la realidad que no es otra que el plurinacionalismo y Europa.

En segundo lugar, no da tiempo a que su propio partido se instale en la pesadumbre, y mucho más importante, en el juego subterráneo de intrigas palaciegas y búsqueda de candidatos. Llama a arrebato a la movilización y el trabajo electoral del PSOE, y puede, siempre que se acierte en los mensajes, discutir la mayoría de la derecha recién estrenada. Fundamentalmente, por un factor: 9 de cada 10 votos que ha sacado de más el PP al PSOE se dan en Madrid. Lejos de la capital la distancia es nimia y los diputados en juego pueden ir cayendo en un sentido o en otro por un puñado de votos.

Tercero, llama a todo el electorado no reaccionario a la movilización y aglutinamiento en torno a su persona. Sí, el voto útil. El axioma de votar con la nariz tapada a quien nos gusta menos, a cambio de que no gane quien no nos gusta nada. Estamos como en 2011, pero con toda la izquierda desmovilizada y desmontada.

Y cuarto: En esa izquierda a la izquierda del PSOE también los llama al orden. A que se pongan de acuerdo ya (de hecho tienen menos de diez días para hacerlo) y que constituyan una fuerza capaz de movilizar un electorado entre el 5% y el 10% capaz de restar la representación que pueda sacar Vox, circunscripción a circunscripción.

Por todo esto, el movimiento de Sánchez, aunque pueda parecer precipitado, está vestido de audacia y preparación. El reto es presentar, ahora si, un modelo de país, de derechos y dignidad, frente a la nada que siempre ha presentado la extrema derecha, y que ahora particularmente, sumida en unos liderazgos lamentables, es mucho más lacerante e indigna.

 



martes, 2 de mayo de 2023

Cuando la felicidad depende del consumo


 En el parque de bomberos de Livermore, en California, hay una bombilla encendida ininterrumpidamente desde 1901. La bombilla, con su filamento incandescente alumbra el espacio de trabajo del cuerpo de bomberos. Un espacio que ha cambiado y ha sido remodelado, y en el que la función iluminaria de la bombilla ha quedado en segundo plano. Lo trascendente es que desde hace casi 125 años un elemento tecnológico y eléctrico fabricado por la mano del hombre, lleva funcionando sin parar. Sin estropearse, sin que surgiera la necesidad de cambiarlo. Es tal la potencia que nos manda esta bombilla que ya se ha convertido en un fenómeno de Internet, con la emisión continua de su ya legendaria vida útil, y de la cultura popular. La bombilla del parque de bomberos de Livermore, la bombilla más antigua del mundo encendida, ya ha consumido dos webcams y va por la tercera desde que fue puesta su imagen en vivo en la red.

Y sobre esta bombilla se articula el argumento que desarrolla el documental “Comprar, tirar, comprar, que se puede ver hoy todavía en rtve y youtube, y que debe ser de obligado visionado y obligada reflexión para toda persona.

El ejemplo de la bombilla no es casual. Esta película explica cómo la primera bombilla que Thomas Edison puso a la venta, en 1881, duraba 1.500 horas; unos años después, podían funcionar más de 2.500 horas. Fue en 1924 cuando un cartel de empresas fabricantes europeas y estadounidenses decidió pactar en mil horas el máximo de vida útil de sus bombillas. El mismo razonamiento llevó a las empresas del ramo textil a quitar de la circulación las medias a prueba de carreras. El documental, rodado entre Cataluña, Francia, Alemania, Estados Unidos y Ghana, muestra también otra cara de la moneda: los grandes vertederos de residuos que se van acumulando en países como Ghana. En las tierras de los desheredados de la tierra. Allí donde no molestan a quienes provocan esa acumulación ingente de basura. Como si el planeta entendiese de fronteras, como si la Tierra también fuese corrompible. Como si también a ella se le pudieran comprar sus favores para garantizar que la furia de la naturaleza no atravesará los muros cada vez más altos, cada vez con más espinas, de la Vieja Europa.

Es la pescadilla que se muerde la cola y, a la vez, es una gran contradicción. No podemos seguir agotando los recursos del planeta -aunque ya hayamos consumido dos o tres planetas-. Y, sin embargo, para salir de la crisis dicen que hay que aumentar el consumo. La solución sería intentar que los productos duren más, que se reutilicen y se reciclen. Pero lo más importante es reducir nuestras necesidades. Cuando vamos a comprar algo hay que reflexionar si realmente lo necesitamos y que no se quede obsoleto en dos días.

La obsolescencia programada "el deseo del consumidor de tener algo un poco más nuevo un poco antes de lo necesario". Es “el motor secreto de nuestra sociedad de consumo”. De hecho, en plena Gran Depresión, la obsolescencia obligatoria, como una fecha de fin de consumo de un producto manufacturado concreto sería un requisito imprescindible e inevitable, y a la vez, el principal dinamizador de la economía industrial y del desarrollo de la sociedad capitalista. Y aunque no se llegó a promover una idea tan radical, por lo menos de una manera tan transparente a ojos del consumidor, la obsolescencia programada llegó para quedarse al mismo tiempo que la producción en masa y la sociedad de consumo. El principal recurso para alimentar desde el punto de vista psicológico la conveniencia de este sistema es a través del diseño, que prevalece a la ingeniería y a la eficacia de un producto, asociada a la publicidad y el marketing. Es decir, el principal leiv motiv de la economía capitalista no será ya satisfacer necesidades, sino crearlas de manera continua y obsesiva, en aquello que se llamó el “estilo de vida americano”, y que no deja de ser alentar un consumo y un desarrollo industrial pensado para satisfacerlo basado en un consumo ilimitado de los recursos (y sin entrar en las formas en las que se sustraen esos recursos) y en la creación consciente y omnisciente de necesidades a los consumidores. El objetivo es que el consumidor tenga que comprar, y que sus compras, sean frecuentes y repetidas.

Esto alentará a su vez un comportamiento financiero irracional por parte de la masa consumidora y de los gobiernos que lo permitirán, puesto que la base de la economía capitalista será la hiperfinanciarización de la economía. Las familias y los individuos a título particular, llevarán una vida de consumo basado en el crédito, en vivir de prestado, y casi siempre ese crédito y ese consumo vendrá a satisfacer una serie de necesidades que no son imprescindibles para el desarrollo común de la vida.

Este modelo no es sostenible a largo plazo: Un crecimiento ilimitado es incompatible en un mundo de recursos limitados. Y eso en la economía real, porque desde el punto de vista moral, hasta que punto ¿es ético diseñar un producto para que falle?

La publicidad se convierte en fundamental, no con la idea de obligar al consumidor, sino de seducirle, de hacerle ver la necesidad como conveniencia, la mayoría de las veces de estatus o de fijación social, del consumo, de la compra de un producto. Así, desde una libertad percibida como autonomía, el ciudadano se convierte en consumidor, y queda sin “libertad”, entendida como libre albedrío y como capacidad para desentrañar la realidad y la consecuencia de sus actos. Su papel queda reducido al de comprador.

Los Estados, al igual que las empresas -por medio del marketing y la publicidad-, motivan a la sociedad a comprar, desechar y reemplazar sus bienes de consumo a un ritmo cada vez más acelerado. El objetivo es infundir en los consumidores el deseo de poseer los últimos productos, apenas un poco mejores que los anteriores, para que los adquieran mucho antes de que tengan auténtica necesidad de ellos. Es lo que en psicología se conoce como “obsolescencia percibida”.

Curiosamente, la propaganda de la sociedad de consumo actual ha llegado a convencer a las poblaciones de que, llegado el caso, se desechen los objetos que todavía son perfectamente útiles. Es decir, que la gente adopte decisiones alineadas con sus caprichos y deseos -cuyo canon suele estar determinado por la moda imperante-, dejando en un segundo plano el sentido común, que es el que permite utilizar el dinero para satisfacer las verdaderas necesidades. La paradoja es que el deseo conecta a los ciudadanos a una ficción construida sobre lo que no tenemos, impidiéndonos valorar y disfrutar lo que sí está a nuestro alcance.

El desarrollo de tal planteamiento vino mediados los años 20 de los propios carteles de productores de productos eléctricos como las bombillas. Acabada la Gran Depresión, y la posterior Segunda Guerra Mundial, la idea se convirtió en el principio motivador de la producción industrial en Occidente. En el contexto de la Guerra Fría, y el enfrentamiento entre bloques, la obsolescencia programada era un recurso eficaz para el modelo capitalista, frente al del comunismo, en el que la obsolescencia programada no tenía sentido. El diseño y el marketing funcionaban para seducir continuamente al consumidor. En el Estados Unidos en la posguerra (y por extensión en el bloque que lidera) se adopto un lema "Crear el consumidor insatisfecho" que periódicamente viera como natural, incluso como algo de éxito, o un deber social inconsciente, el adquirir nuevos productos con imagen de modernidad y que dejara atrás sus "viejos y atrasados" productos que habían pasado de moda o estaban, o creían, obsoletos. Por lo tanto, la obsolescencia programada esta en la raíz del crecimiento económico continuo y exponencial vivido en occidente desde los años 50. Acabado el enfrentamiento ideológico y cultural entre bloques, la obsolescencia programada es el motor secreto de nuestra economía y sociedad de consumo.

La ética no importa. Que la brutalísima cantidad de recursos perecederos que tal modelo de consumo origina acabe en el Tercer Mundo con las consecuencias terribles para el medio ambiente y la salud de las personas de aquellos países, no importa. Es que ni siquiera se conoce o es tenido en cuenta. Deshacerse de los recursos “quemados” sigue entrando en el coste económico de la producción y consumo de productos, pero este modelo permite un abaratamiento excesivo del proceso final de la vida de los productos. Y de esta fase también sacan réditos y beneficios empresas y gobiernos.

La ética de empresas y gobiernos es inexistente, y es nuestro deber como sociedades civiles empoderadas denunciar este grave comportamiento, absolutamente contraria a las leyes de la naturaleza y de la propia moral ciudadana. Tenemos con nuestro comportamiento, ya no sólo el deber, sino debido a la emergente crisis climática y natural que hemos creado bajo este paradigma, la necesidad de cambiar radicalmente este modelo productivo y con él, la economía y los fundamentos financieros e ideológicos que la permiten y justifican. Es vital parar y ejercitar una economía respetuosa con el medio ambiente y con el propio carácter social y solidario de las personas y las sociedades. Así, y tal y como muestra hacia el final el documental, el decrecimiento es el camino. Te

La realidad y lo más doloroso en sí, es que el filme no nos desvela una gran verdad oculta, pero sí que aporta pruebas, explica motivos y ofrece el contexto y las consecuencias de ese modo de obrar empresarial que se ha convertido en el motor del sistema capitalista, y que al mismo tiempo ha puesto en el disparadero las formas de vida de total la población mundial y en especial de las comunidades más degradadas y perjudicadas por el conjunto de la historia: Desde el colonialismo, hasta el nuevo imperialismo empresarial que se ejercita bajo el paradigma de la globalización.


El Manifiesto Comunista. Comentario

  Introducción En 1848 se publicaba el documento político-ideológico y filosófico más trascendental de la Historia de la Human...