Ya
está en marcha el nuevo gobierno tras el primer Consejo
de Ministras y Ministros
del martes pasado. Confío en una legislatura completa, no exenta de
trabas, ruidos y soflamas, y que
a de afrontar una
agenda de resolución de problemas inmensa. El país está roto y no
por las banderas, ni por los nacionalistas periféricos. Han sido los
patriotas de banderita
los que han provocado la casi consideración de Estado
fallido a España:
Existe una quiebra social inquietante, con cada vez más personas
entrando en el umbral de la pobreza. Incluso trabajando no consiguen
salir de la indignidad. La
corrupción sigue siendo inherente a la clase política nacional. La
vivienda es prohibitiva hasta el disparate en Españistan.
Y el centralismo de Madrid todo lo ahoga hasta que a la España
vaciada
no le queda más remedio que gritar.
Y
estos son unos pocos temas que exigen la máxima concentración,
ímpetu, coordinación y capacidades técnicas del nuevo gobierno, el
primero de coalición desde la Segunda República. Pero hoy voy a
centrarme en
un problema concreto. Uno de esos que como la justicia o las fuerzas
de seguridad es utilizado por el partido en el poder (particularmente
por la derecha heredera de los usos y costumbres del franquismo). Y
que además en la odiosa comparación con sus análogos europeos nos
vuelve a colocar al sur de una genuina frontera europea en los
Pirineos.
Hablo
de RTVE,
una empresa
pública
en la que muchos ciudadanos tenemos por referencia y que consideramos
su valor ético y social -desde la rigurosidad e imparcialidad de sus
informativos, su funcionamiento como servicio público acercando
eventos culturales o deportivos al grueso de la ciudadanía, hasta la
marca de calidad para los estándares televisivos patrios-, como
garantía del progreso y la buena salud de nuestra sociedad y
democracia.
Esto
sería lo ideal. La realidad es, por desgracia, bien distinta.
Como
en otros tantos temas el nuevo gobierno tiene atadas las manos a la
hora de realizar cambios profundos en la institución. La derecha
bloqueará de todas las formas posibles cualquier intento de dotar de
herramientas directivas y de una propia gerencia responsable, técnica
y auditable al ente público.
Que
en España hubiera, como en el resto de Europa, una
televisión
pública con la calidad
como seña y con unos informativos serios, rigurosos y en los que la
verdad fuera la máxima ayudaría
a construir una democracia
real.
Y
esto
es absolutamente incompatible con unas derechas herederas de la
dictadura fascista que ven en las empresas públicas las herramientas
en las que seguir siendo ricos y particularmente en RTVE la clave de
bóveda para legitimar todo su discurso, uniéndolo así al resto del
espectro catódico de empresas privadas que mantiene un único
mensaje.
No
les interesa ni que se acercase a la RTVE de los gobiernos de
Zapatero. Sin ser ideal y pese a toda la bilis que echa la derecha
sobre aquel período, podías sentarte a ver un telediario convencido
de equidad, veracidad y ética. De hecho toda la población lo
reconocía así. Cuando el PP llegó al poder en 2011, RTVE lideraba
los telediarios, tanto en audiencia (24,5%
octubre 2011),
como en expectativa y se recibían premios internacionales por la
labor periodística desempeñada en la casa. La
cadena era la más vista del país.
Y
en la radio, RNE cosechaba sus mejores datos de audiencia en los
últimos 10 años.
Un
año después, se había perdido un 40% de audiencia (más de un 45%
en el telediario de la noche que da al prime
time)
y a menos que quisieras recibir muestra del masaje frío-calor a las
huestes de Rajoy huías como de
la
peste en cuanto oías la sintonía. El
comisario político hacía de las suyas y la manipulación y el
sectarismo
eran señas de identidad que abonaron el descrédito a la televisión
pública. Es decir, el perjuicio económico, social y ético era para
todo el conjunto de la población. No lo olvidemos.
Entonces
empezaron a aparecer los primeros informes de la insostenibilidad
de la empresa pública.
La excusa era perfecta: la eliminación de la publicidad privada en
RTVE.
Con
ello se tapaba el cambio en la gerencia del ente, promovido bajo la
mayoría absolutísima
de Rajoy que colocó a otro hombre del partido que tras casi
desmontar Paradores Nacionales se proponía derruir RTVE. Además,
quedaban de tapadillo los recortes de los que tampoco se libraba el
ente público y mucho menos sus trabajadores.
La
experiencia ya venía en la marca del PP. Las televisiones públicas
de Valencia y Madrid se habían deteriorado, desmontado, hundido y
vendida a los amiguetes. Y con la radio-televisión nacional buscaban
(y buscarán en un futuro) hacer lo mismo.
La
pérdida de valor de los bienes inmuebles de la corporación, así
como los gastos en personal fueron la excusa perfecta para desmontar
casi completamente los imprescindibles centros territoriales. Al
tiempo las apuestas de la casa en materia de programas eran más que
ineficaces, retrógradas, más propias de los años 90 que del pleno
siglo XXI. Lo que unido a la continua tergiversación de la labor
periodística en la casa, por no hablar directamente de la
manipulación mediática y la indignidad para los periodistas y el
periodismo, hacían que la audiencia diera la espalda a su televisión
pública.
Hoy
trata de recuperar la credibilidad, estabilidad y buen funcionamiento
para asegurar su estabilidad y futuro económico y con ello el buen
hacer en la labor social de entretener, informar y enseñar que tiene
una radio-televisión pública. Y una parte importante para hacerlo
es dotarla de una administración rigurosa, con los mecanismos de
control y elección necesarios por parte del ejecutivo y del
Parlamento, pero a la vez independiente del poder, sin miedo y
decidida a ayudar a crecer nuestra democracia desde las televisiones,
las radios e internet.
Para
el nuevo gobierno este va a ser un tema escabroso (otro más) y con
muy poco margen de maniobra. Pero es necesario que RTVE salga del
tiempo de descuento y en funciones del que lleva desde hace casi 5
años. El proceso para elección de una nueva gerencia sigue abierto (y hoy ha tenido la triste noticia del fallecimiento de Alicia Gómez Montano, una de las personas mejor posicionadas y con mayor respaldo). Así podrá dar carpetazo definitivamente al uso partidista por
parte de la derecha, depurando responsabilidades, poniendo negro
sobre blanco lo sucedido y garantizando de forma legislativa y
también desde el punto de vista societario y judicial la
independencia y la propiedad efectiva de RTVE, que no es ni de este
gobierno, ni del anterior. Ni de un partido, ni de otro. Es de todos
y todas nosotros.
No
podemos dejar de reconocer el valor que tiene una cadena como la2
en nuestras vidas. O teledeporte
y clan
para dos nichos tan concretos como puedan ser los aficionados al
deporte y el público infantil.
Para
mi la2
espacio del saber y del servicio público
desde el momento de la moción de censura de 2018 volvió a construir
una programación donde la cultura, su acceso y acercamiento al
grueso de la población y el saber priman sobre cualquier otro
interés. No va solo de documentales y SaberyGanar
sino que espacios como la2Noticias,
LaNocheTemática,
DocumentosTV,
Pagina2,
DiasDeCine,
AquiHayTrabajo,
Cachitos,
JaraySedal
o ElEscarbajoVerde,
suponen presentarme y también a toda la ciudadanía la realidad
poliédrica de nuestro mundo, acercando la cultura hasta hacerla
accesible y sobretodo parte importante de nuestras vidas.
Teledeporte
es un tema aparte.
Hoy
en el día del
deporte hiper-profesionalizado al canal de deportes de RTVE le está
costando mucho ganar su espacio en las preferencias de los
televidentes. Sin poder acceder a las monstruosidades que se pagan
por los derechos de emisión del fútbol, trata de mantener esa
referencia con los resúmenes de los partidos de liga -por los que
paga ya una buena pasta- y con debates salvamizados
de fútbol que no aportan nada, salvo opinión. No está de más en
este punto recordar la máxima del periodismo de informar y no tanto
de opinar.
Teledeporte
debe acercarse más a la labor de servicio
público
tratando de retransmitir de forma periódica (importante también
hacerlo con una hora y día fijados) eventos deportivos, primero
nacionales (jornadas de liga de los deportes de equipo, por supuesto también femenino, campeonatos
de España), con programas propios y ganando el espacio informativo.
Si de mi dependiera la gestión de Teledeporte, la primera medida
sería recuperar el formato de aquel MásDeporte,
del canal+ de principios de siglo y colocarlo como informativo
polideportivo diario.
Desde
luego este año para Teledeporte supone un momento critico en su
historia. Con rumores cada vez más amenazantes para convertirlo en
un canal de streaming,
integrando el deporte en directo en la2 (a la que robarían parte de
su tiempo dedicado a la propagación de la cultura) ahora va a tener
que lidiar con los primeros JJOO que no va a poder retransmitir
(salvo giro de última hora) y de los que aún con todo no debería
ser ajeno.
En
cualquier caso, valgan estas líneas, para celebrar
una Radio Televisión Pública de calidad,
veraz en la que información, cultura y deporte se conviertan en
patrimonio de todas y todos, donde encontrarnos, donde crecer y
reconocerse. Por
una RTVE sostenible, autónoma, independiente y útil.
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