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sábado, 18 de enero de 2020

Recuperemos RTVE



Ya está en marcha el nuevo gobierno tras el primer Consejo de Ministras y Ministros del martes pasado. Confío en una legislatura completa, no exenta de trabas, ruidos y soflamas, y que a de afrontar una agenda de resolución de problemas inmensa. El país está roto y no por las banderas, ni por los nacionalistas periféricos. Han sido los patriotas de banderita los que han provocado la casi consideración de Estado fallido a España: Existe una quiebra social inquietante, con cada vez más personas entrando en el umbral de la pobreza. Incluso trabajando no consiguen salir de la indignidad. La corrupción sigue siendo inherente a la clase política nacional. La vivienda es prohibitiva hasta el disparate en Españistan. Y el centralismo de Madrid todo lo ahoga hasta que a la España vaciada no le queda más remedio que gritar.
Y estos son unos pocos temas que exigen la máxima concentración, ímpetu, coordinación y capacidades técnicas del nuevo gobierno, el primero de coalición desde la Segunda República. Pero hoy voy a centrarme en un problema concreto. Uno de esos que como la justicia o las fuerzas de seguridad es utilizado por el partido en el poder (particularmente por la derecha heredera de los usos y costumbres del franquismo). Y que además en la odiosa comparación con sus análogos europeos nos vuelve a colocar al sur de una genuina frontera europea en los Pirineos.
Hablo de RTVE, una empresa pública en la que muchos ciudadanos tenemos por referencia y que consideramos su valor ético y social -desde la rigurosidad e imparcialidad de sus informativos, su funcionamiento como servicio público acercando eventos culturales o deportivos al grueso de la ciudadanía, hasta la marca de calidad para los estándares televisivos patrios-, como garantía del progreso y la buena salud de nuestra sociedad y democracia.
Esto sería lo ideal. La realidad es, por desgracia, bien distinta.
Como en otros tantos temas el nuevo gobierno tiene atadas las manos a la hora de realizar cambios profundos en la institución. La derecha bloqueará de todas las formas posibles cualquier intento de dotar de herramientas directivas y de una propia gerencia responsable, técnica y auditable al ente público.
Que en España hubiera, como en el resto de Europa, una televisión pública con la calidad como seña y con unos informativos serios, rigurosos y en los que la verdad fuera la máxima ayudaría a construir una democracia real. Y esto es absolutamente incompatible con unas derechas herederas de la dictadura fascista que ven en las empresas públicas las herramientas en las que seguir siendo ricos y particularmente en RTVE la clave de bóveda para legitimar todo su discurso, uniéndolo así al resto del espectro catódico de empresas privadas que mantiene un único mensaje.
No les interesa ni que se acercase a la RTVE de los gobiernos de Zapatero. Sin ser ideal y pese a toda la bilis que echa la derecha sobre aquel período, podías sentarte a ver un telediario convencido de equidad, veracidad y ética. De hecho toda la población lo reconocía así. Cuando el PP llegó al poder en 2011, RTVE lideraba los telediarios, tanto en audiencia (24,5% octubre 2011), como en expectativa y se recibían premios internacionales por la labor periodística desempeñada en la casa. La cadena era la más vista del país. Y en la radio, RNE cosechaba sus mejores datos de audiencia en los últimos 10 años.
Un año después, se había perdido un 40% de audiencia (más de un 45% en el telediario de la noche que da al prime time) y a menos que quisieras recibir muestra del masaje frío-calor a las huestes de Rajoy huías como de la peste en cuanto oías la sintonía. El comisario político hacía de las suyas y la manipulación y el sectarismo eran señas de identidad que abonaron el descrédito a la televisión pública. Es decir, el perjuicio económico, social y ético era para todo el conjunto de la población. No lo olvidemos.
Entonces empezaron a aparecer los primeros informes de la insostenibilidad de la empresa pública. La excusa era perfecta: la eliminación de la publicidad privada en RTVE.
Con ello se tapaba el cambio en la gerencia del ente, promovido bajo la mayoría absolutísima de Rajoy que colocó a otro hombre del partido que tras casi desmontar Paradores Nacionales se proponía derruir RTVE. Además, quedaban de tapadillo los recortes de los que tampoco se libraba el ente público y mucho menos sus trabajadores.
La experiencia ya venía en la marca del PP. Las televisiones públicas de Valencia y Madrid se habían deteriorado, desmontado, hundido y vendida a los amiguetes. Y con la radio-televisión nacional buscaban (y buscarán en un futuro) hacer lo mismo.
La pérdida de valor de los bienes inmuebles de la corporación, así como los gastos en personal fueron la excusa perfecta para desmontar casi completamente los imprescindibles centros territoriales. Al tiempo las apuestas de la casa en materia de programas eran más que ineficaces, retrógradas, más propias de los años 90 que del pleno siglo XXI. Lo que unido a la continua tergiversación de la labor periodística en la casa, por no hablar directamente de la manipulación mediática y la indignidad para los periodistas y el periodismo, hacían que la audiencia diera la espalda a su televisión pública.
Hoy trata de recuperar la credibilidad, estabilidad y buen funcionamiento para asegurar su estabilidad y futuro económico y con ello el buen hacer en la labor social de entretener, informar y enseñar que tiene una radio-televisión pública. Y una parte importante para hacerlo es dotarla de una administración rigurosa, con los mecanismos de control y elección necesarios por parte del ejecutivo y del Parlamento, pero a la vez independiente del poder, sin miedo y decidida a ayudar a crecer nuestra democracia desde las televisiones, las radios e internet.
Para el nuevo gobierno este va a ser un tema escabroso (otro más) y con muy poco margen de maniobra. Pero es necesario que RTVE salga del tiempo de descuento y en funciones del que lleva desde hace casi 5 años. El proceso para elección de una nueva gerencia sigue abierto (y hoy ha tenido la triste noticia del fallecimiento de Alicia Gómez Montano, una de las personas mejor posicionadas y con mayor respaldo). Así podrá dar carpetazo definitivamente al uso partidista por parte de la derecha, depurando responsabilidades, poniendo negro sobre blanco lo sucedido y garantizando de forma legislativa y también desde el punto de vista societario y judicial la independencia y la propiedad efectiva de RTVE, que no es ni de este gobierno, ni del anterior. Ni de un partido, ni de otro. Es de todos y todas nosotros.
No podemos dejar de reconocer el valor que tiene una cadena como la2 en nuestras vidas. O teledeporte y clan para dos nichos tan concretos como puedan ser los aficionados al deporte y el público infantil.
Para mi la2 espacio del saber y del servicio público desde el momento de la moción de censura de 2018 volvió a construir una programación donde la cultura, su acceso y acercamiento al grueso de la población y el saber priman sobre cualquier otro interés. No va solo de documentales y SaberyGanar sino que espacios como la2Noticias, LaNocheTemática, DocumentosTV, Pagina2, DiasDeCine, AquiHayTrabajo, Cachitos, JaraySedal o ElEscarbajoVerde, suponen presentarme y también a toda la ciudadanía la realidad poliédrica de nuestro mundo, acercando la cultura hasta hacerla accesible y sobretodo parte importante de nuestras vidas.
Teledeporte es un tema aparte.
Hoy en el día del deporte hiper-profesionalizado al canal de deportes de RTVE le está costando mucho ganar su espacio en las preferencias de los televidentes. Sin poder acceder a las monstruosidades que se pagan por los derechos de emisión del fútbol, trata de mantener esa referencia con los resúmenes de los partidos de liga -por los que paga ya una buena pasta- y con debates salvamizados de fútbol que no aportan nada, salvo opinión. No está de más en este punto recordar la máxima del periodismo de informar y no tanto de opinar.
Teledeporte debe acercarse más a la labor de servicio público tratando de retransmitir de forma periódica (importante también hacerlo con una hora y día fijados) eventos deportivos, primero nacionales (jornadas de liga de los deportes de equipo, por supuesto también femenino, campeonatos de España), con programas propios y ganando el espacio informativo. Si de mi dependiera la gestión de Teledeporte, la primera medida sería recuperar el formato de aquel MásDeporte, del canal+ de principios de siglo y colocarlo como informativo polideportivo diario.
Desde luego este año para Teledeporte supone un momento critico en su historia. Con rumores cada vez más amenazantes para convertirlo en un canal de streaming, integrando el deporte en directo en la2 (a la que robarían parte de su tiempo dedicado a la propagación de la cultura) ahora va a tener que lidiar con los primeros JJOO que no va a poder retransmitir (salvo giro de última hora) y de los que aún con todo no debería ser ajeno.
En cualquier caso, valgan estas líneas, para celebrar una Radio Televisión Pública de calidad, veraz en la que información, cultura y deporte se conviertan en patrimonio de todas y todos, donde encontrarnos, donde crecer y reconocerse. Por una RTVE sostenible, autónoma, independiente y útil.


miércoles, 3 de octubre de 2018

Música en Televisión


Franz Ferdinand en "La hora musa" de La2, octubre 2018

Pasados más de 100 días del Gobierno del PSOE de Pedro Sánchez y de los 84 diputados, y con casi ninguna novedad con los temas prioritarios para dar dignidad a la democracia Españistaní (en próxima entrada daré cuenta de ello) se ha estrenado la Nueva Temporada de La2.
Y es que el casi único cambio hecho por el nuevo Gobierno ha estado en la limpieza y purga de los elementos fascistas que gangrenaron y parasitaron el ente público los últimos 7 años y de los que hacía falta desprenderse, hacer públicas sus tropelías, corrupciones y manipulaciones, y hacer acto de contrición legislativo y también depurativo, para que no se vuelvan a repetir en un casposo futuro. Evidentemente, se vocifera por la derecha el interés del PSOE en controlar la televisión pública, pero conviene no olvidar que bajo la batuta de Zapatero RTVE alcanzó los más altos estándares en transparencia y pluralidad en las informaciones y calidad en los contenidos, con premios y nominaciones a nivel internacional.
Por eso no puedo dejar de pasar la oportunidad de volver a escribir y volver a publicar en esta humilde y pendiente de redención morada, con el festivo hecho de que desde el lunes 1 de octubre La2 haya estrenado una nueva programación en su franja de prime time (desde las 20:30 hasta las 0:30) en la que el principal protagonista es la música.
De lunes a viernes a las 20:30 antes del Td2 en La1, tenemos “La2Noticias”, el espacio informativo riguroso, desenfadado y fresco que durante tantos años nos ha llevado a la cama contándonos las historias más ocultas, y muchas veces trágicas, de la actualidad internacional, casi siempre bien incómodas para el sistema imperante.
Después, sobre las 21:00 aparecen los programas de contenido cultural que acercan la literatura, el cine, el teatro, el arte y la contra-cultura a los espectadores. Pagina2, Atención Obras, Días de cine… espacios todos ellos necesarios, que esperamos adquieran la importancia y redundancia imprescindible para la buena calidad de la propuesta de una televisión pública en su perfil más cultural.
El cine, sigue siendo una seña de identidad de la propuesta, pero ya no, afortunadamente, con las películas de cine español, propiedad de Enrique Cerezo y que bien para sus intereses ha venido cobrando los últimos años. Ahora habrá hueco para el cine independiente internacional, el cine europeo y se recuperan los clásicos.
Pero la gran novedad y la gran apuesta es recuperar en la Televisión Pública la música en directo como arma para atraer a la audiencia. Serán los martes donde a una cautivadora dosis de “Cachitos de hierro y cromo” -el programa presentado con brillantez por Virginia Díaz que rastrea por el archivo de RTVE para traernos actuaciones y contenidos musicales de épocas pasadas más felices- y el nuevo programa “La hora musa”, donde siguiendo lo visto anoche, se ofrecerán apuestas en directo de grupos internacionales y nacionales y de diversos estilos, con entrevistas, y espacios de reportajes temáticos. Una grandísima y necesaria noticia.
Bajo este formato los programas musicales hoy en día tienen la dificultad de que nos hemos vuelto muy haters en cuestión de gustos, y si no nos ponen lo que nos va, nos quejaremos y llegaremos al boicot. Sin embargo, bienvenidas sean estas iniciativas, que aunque no complazcan a todos, al menos documenten una parte de la música actual trayéndonos a nuestros ojos y oídos artistas actuales muy interesantes. Así como ayudan a recuperar la espectacular música de finales del siglo XX (emocionante ver el TecnoPop ayer, así como las referencias a las portadas del Ziggy Startdust de Bowie o el Animals de Pink Floyd).
Si no es así, dentro de 30 ó 40 años en el Cachitos que corresponda verán un impass, no se si definitivo, de 20 años en los que no hubo más música en televisión que la que salía de Operación Truño y sus sucedáneos.
Cautiva y desarmada hace ya 18 años que la música en TVE claudicó ante el “fenómeno OT”, convirtiendo toda actuación emitida en el ente público en un refrito con los mismos y sempiternos protagonistas o sus nuevos clones, donde lo más valioso no era su calidad, sino su capacidad para vendernos sus vidas privadas y “éxitos” comerciales creados bajo el mismo patrón.
La música independiente, el rock, el punk, incluso el más atado comercialmente hip-hop (que también tendrá su espacio en la nueva La2 los miércoles en un espacio de cultura urbana) quedaban arrastrados a la madrugada en el escenario de “Los Conciertos de Radio3”.
Toda aquella riqueza y amplitud de miras musical y cultural vuelve al prime time para enriquecernos con algo más de libertad y variedad. Espero con gran ansía que se confirme y reafirme este compromiso, trayendo la mayor variedad musical posible (y si, como heavy, a lo mejor peco de incauto) y que se convierta en un hito para mejorar de una vez por todas la televisión de éste país.




sábado, 4 de noviembre de 2017

Mi homenaje al Ministerio del Tiempo


El pasado miércoles 1 de noviembre concluía la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo. En principio viene a cerrar la obra creada e impulsada por los hermanos Olivares (Javier y Pablo) con una conclusión determinada en estas tres temporadas y en entorno a la treintena de capítulos.
Los avatares de la serie venían a confirmar veladamente ese cierre. Y la exposición narrativa y el tono y el tema empleados en éste último capítulo confirman esa intención, más allá de posibles parones en búsqueda de la frescura -necesaria también- y de plataformas, Netflix lo más seguro, más amables y seguras del producto cultural que tienen entre manos.
Durante este último año desde el brillante cierre de la segunda temporada en mayo del año pasado hasta el estreno de esta temporada, en junio, la dirección de la serie ha tenido que sufrir con la desidia y el martirio de una televisión pública dueña de los derechos de emisión que ni entendía ni le interesaba el producto cultural que posee, ya que lejos de creer en el servicio público, se tratan de personajes políticos de partido, de yugo y flechas, que sólo ven el negocio, el dinero en lo que debería ser función pública, servicio y calidad.
  • Así primero pasaron hasta 4 meses en la confirmación de esta última temporada, lo que hizo que naturalmente varios de los miembros del elenco tuvieran que escoger otros proyectos, dificultando sobremanera la puesta en marcha de la grabación.
  • Más tarde, con la obra filmada y montada, se postergaba en un cajón hasta la llegada del verano, momento del año donde menos gente ve televisión.
  • Se anunciaba para un día, y pasaban dos semanas hasta su final estreno.
  • Después, se anunciaba un parón veraniego para pasar a emitir la segunda mitad ya a partir de septiembre, todo parece ser para que las bajas audiencias no diesen carpetazo definitivo.
  • Ya en octubre y para los dos últimos capítulos, la serie se pasaba al competido miércoles noche, dejando su tradicional espacio de los lunes para un reallity show de cantantes de mierda.
  • Y todo ello, en una serie pretendidamente familiar cuya puesta en marcha cada semana se retrasaba hasta las 11 de la noche, cuando otras cadenas ya han comenzado la emisión de su programa estrella.
Así y también hay que decirlo, porque a una parte muy notable de espectadores españoles les interesan más programas que no les hagan pensar, con contenidos chabacanos y zafios, las audiencias en la emisión oficial fueron bajando, mientras me temo, porque no se conocen esos datos, los visionados a través de otros dispositivos e Internet han ido creciendo.
Pero El Ministerio del Tiempo va a perdurar en la memoria y simpatía de una legión de seguidores, los Ministéricos, que hemos disfrutado, algunas veces más que otras, con dosis de televisión de alta calidad. Narraciones brillantes y originales. Geniales interpretaciones de muy buenos actores y actrices (salvo por esta Lola Mendieta joven, interpretada por Macarena García y que no había quien se la pudiera creer en cada escena). Innumerables referencias a otras series, películas y personajes televisivos de nuestra vida. E Historia. Mucha, buena, necesaria y bien contada Historia.
Por todo esto la serie ha calado y cambiado el panorama televiso nacional. Porque ha demostrado que si se cuidan ideas y proyectos y se lanzan con honestidad y tratando a los posibles espectadores con inteligencia existe en éste país una audiencia, posiblemente reducida en número pero de alto valor, que pide y se suma a este tipo de contenidos. Porque MdT ha demostrado también que las series, en el mundo actual, no pueden vivir de una emisión tradicional. Son entes vivos, con permanencia y redundancia en las redes sociales y foros, que generan grupos de seguidores y cantidades ingentes de contenido, que comparten y participan, que ansían sumergirse en universos más completos y que van más allá de lo que se ve en la televisión.
Y porque, El Ministerio del Tiempo, ha vuelto a crear tendencia al generar un universo cultural propio y redondo (repito con altibajos en algunas ocasiones) con un cierre y un final.
Con todo esto pretender que el dato de audiencias sea clave para decidir si continúa o no la serie en una cadena pública se me antoja erróneo y anticuado. Más si cabe cuando, repito en una cadena pública que no vive de la publicidad, debería tener como principio máximo la calidad. El servicio público, tanto informativo, social y cultural como en materia de ocio con valor añadido. Y justo ahora en el momento en el que la credibilidad y reputación de RTVE está por los suelos, lo único que ha recuperado o mantenido cierto nivel de empatía con el ente público.
Por todas estas razones es natural considerar que el pasado miércoles El Ministerio del Tiempo cerró su andadura, queda por ver si temporal o definitivamente, pero cuando menos si en RTVE a corto y medio plazo.
La ficción del género de aventuras en un relato de ciencia ficción -los viajes en el tiempo- que han traído sucesos y personajes históricos así como notables referencias de la cultura pop, ofreciéndoselos a todo el publico. Una patrulla de agentes de éste Ministerio secreto, que se adentra en épocas anteriores para desactivar cambios en la narración de la Historia que la cambiarían tal y como la conocemos, aunque muchos sepamos y los propios personajes se lamenten a veces, que podríamos haber cambiado a mejor.


Homenajes
Y el miércoles con “Entre dos tiempos” se cerró. Cada diálogo y cada escena se sentía la sensación de que creadores y equipo se despedía, cerraban una etapa siendo fieles así mismos y respetando una vez más y como siempre, al público, a sus “Ministéricos”.
Era un homenaje a todos ellos pero también lo era para si misma, para la serie en su capítulo final, como recorrido. Usando la trama -una misión a los 60 para tratar de evitar el estreno de una serie en TVE sobre el Ministerio del Tiempo- se recorrieron momentos vividos durante estos treinta y tantos capítulos. Y se criticó aquella televisión pública y a la actual, tan alejadas en el tiempo y cercanas en eso de manipular y hacer que la gente “piense lo que queramos que piense”.
Si bien las tramas propias de la tercera temporada -Hijos de Padilla y Ángel Exterminador- se cerraron en el penúltimo episodio, para éste quedaron las más íntimas y personales de los protagonistas, quedaron todas ellas, y sin excepción abiertas y libres a la imaginación de los seguidores. El objetivo no era ese. El objetivo era divertirse haciendo el capítulo, reírse de si mismos, plantear auto crítica pura y dura y hacernos a todos participes para rendir homenaje a una ficción que trasciende y nos ha hecho felices durante todos estos capítulos.
También éste episodio final resulta un homenaje al medio, a la televisión, y si también, y pese a todo, a la televisión pública.
Se vio como se construye y filma una serie y se recorrieron las intrigas palaciegas entre creadores y directivos, mientras se homenajeaba a todos y cada uno de los partícipes en la serie a través de guiños, referencias culturales tanto históricas como propias de la cultura pop, de la Historia y de la televisión. Meta-televisión en estado puro.
Una muestra, y no la única, que El Ministerio del Tiempo nos ha ofrecido de televisión de calidad, de servicio público, que debía nacer en la televisión pública (y obviamente es de agradecer que se apostará en aquel momento por un producto para nada convencional, ni dirigido al público mayoritario), y debería continuar y seguir como seña de identidad, porque más allá de audiencias, un medio que no vive de la publicidad, debería valorar bastante más el reconocimiento critico y social así como el valor añadido que otorga un contenido u otro.
A la vuelta de preservar el pasado como es, la patrulla se encontraba un presente cambiado, del mismo modo que en el final de la segunda temporada, sólo que esta vez era porque a través de una compañía privada, se había convertido el Ministerio en negocio ofreciendo viajes a momentos históricos, importantes de la vida de uno mismo (“¿quién no querría asistir a su propio parto?” -llega a preguntar la megafonía de los pasillos-) o cacerías de seres humanos por la historia para ricos. La crítica a la privatización de todo y al individualismo que nos invade, es a la par atinada y mordaz.
Para solucionarlo y tras ver como cada personaje ha tratado de luchar contra esa deriva, se sucede el primer viaje al futuro, que sepamos, en el Ministerio. Un futuro que resulta atroz y apocalíptico como estamos “acostumbrados” a vislumbrar en las distopías que nos llegan del cine y la literatura norteamericana.
Y sobretodo era un homenaje en vida -y más que merecido- a Chicho Ibañéz Serrador, el fantástico e impresionante creador e innovador, que con sus programas y sobretodo ese “Historias para no dormir” que también aparecía en la trama amplió las estrechas miras de un país cuando más difícil era. La impresionante caracterización e interpretación de Sergio Villanueva como el realizador de origen uruguayo pone colofon a una serie innovadora y original. Donde la calidad se demuestra planteando preguntas y respuestas a interpretar al público, que es tratado con respeto de manera inteligente.
Sin duda, El Ministerio del Tiempo ha supuesto un hito en la ficción televisiva en España, y para mi, particularmente, reconciliarme con una parte de los creadores, y trabajadores tanto en el aspecto técnico, como artístico de la televisión.
Muchas gracias por tantas horas, tantas risas, tantos zascas, tantos chupitos de conmemoración y tantos momentos también dolorosos. Por tratarme con respeto. Por hacer de la Historia de España accesible a todas y todos. Por ofrecerla des interesadamente para que instruya, para que debatamos, aprendamos y no cometamos los errores del pasado. Gracias y mucho ánimo por y para hacer televisión de calidad.

lunes, 19 de junio de 2017

Un salvavidas para la televisión de calidad

 "La Patrulla" durante su última misión. Hugo Silva, Aura Garrido y Nacho Fresneda en 'El Ministerio del Tiempo'
Hace dos semanas, tras ver el primer episodio de la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo escribí un artículo que ha tenido mucha visibilidad al retuitearlo Javier Olivares, el creador de la serie. Escribía porque había disfrutado muchísimo con lo que acababa de ver: Una historia bien montada, con un guión ágil; resolviendo tramas y planteando nuevas entre ellas las del capítulo como principio y final, de manera rápida e inequívoca; con un montaje que no pierde frescura; con los habituales crossover entre géneros; con un homenaje al cine de Hitchcook, y con un actor invitado, José Ángel Égido, simplemente primoroso.
Lo hacía porque siempre que escribo lo hago sobre algo que me apasiona, como un buen método para reordenar mis ideas y poder compartir mis pensamientos, sensaciones y experiencias, sin importarme lo más mínimo, si me leen 10 veces o 1800.
Y ahora lo voy a hacer para expresar la pena y cierta desazón que estoy sintiendo con el devenir y el futuro que le espera a El Ministerio del Tiempo.
Desde luego comenzar la emisión de un capítulo de una serie, pretendida y definida como familiar, del género aventuras, a las 11 de la noche (¡por lo menos!) es un handicap que no ayuda a fijar audiencias que permitan la continuidad del producto. Esta es una de las consecuencias más palpables de la actitud con la que el ente público está tratando a la serie de los hermanos Olivares, y que hicieron que el pasado viernes tras la emisión del tercer episodio y con los datos de audiencias que confirman el descenso en las mismas en la mano, Javier Olivares expresará en twitter su sensación de abandono y de crónica de una muerte anunciada.
Para RTVE, El Ministerio del Tiempo, se está convirtiendo en un problema. Lo que debería ser una oportunidad, un respaldo a la producción televisiva nacional y un emblema de marca ha pasado a ser un lastre para la dirección tanto política como artística, ya que no saben, o no quieren, defender la calidad del producto, su promoción y su posibilidad para convertirse en un estandarte de calidad, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, que atenué la imagen casposa, cutre y rancia que el resto de la parrilla de la primera de TVE ofrece (afortunadamente, de momento, y salvo Misas y Tendidos Ceros, La2 es otra cosa).
Pero tampoco convendría atacar el cien por cien de los males de El Ministerio del Tiempo a la saboteadora y arcaica gestión de RTVE. Desde luego, como vengo diciendo parte de la bajada de audiencias es achacable a los que mandan, que parece, como con tantas otras parcelas que han tenido la desgracia para el interés general de gestionar, parecen emplear su proceder habitual: Maltratas lo público, dices con la ayuda de los voceros habituales, que lo público no funciona o no es rentable, se lo vendes tirado de precio a los amiguetes, y cuando sales de la rueda de la política coges la siguiente puerta giratoria para cobrar los servicios prestados de quien se ha enriquecido vilmente con lo que antes era riqueza de todos. Y mientras las condiciones de vida y el patrimonio público lacerados. El neoliberalismo aplicado a la política en estado puro.
Pero sería cortoplacista por mi parte quedarme en eso únicamente. También sería falso e injusto conmigo mismo, porque no puedo negar que existe una bajada en la calidad de la propuesta. Se ha perdido frescura, algo normal porque ya estamos en la tercera entrega, pero quizás resulte demasiado evidente al haber desaparecido el personaje de Julián (Rodolfo Sancho) quien enraizaba el momento actual con los personajes de otras épocas, lo que ha restado eficiencia a las dosis de humor y critica social que la serie ha destilado desde el primer día.
Pero particularmente en mi caso lo que ha provocado que me encuentre algo desilusionado, quizás también preocupado, ha sido el desarrollo narrativo en está tercera temporada, tras el primer capítulo el del homenaje a Alfred Hitchcook.
Tras estas dos semanas la trama general de la serie se ha enrevesado tanto, que lejos de ir ofreciendo caminos que cierren intrahistorias para poder acabar con la serie en esta tercera temporada (es la idea que los creadores han manifestado en varias ocasiones) han aparecido nuevas sub-tramas, y recuperado otras, como el "affaire" Mendieta (que ya aparecía en el libro, producto de merchandising, aparecido el año pasado) que incluso atacan al axioma principal del Ministerio "Preservar la historia", y a la explicación de la emergencia del mismo, "El tiempo es el que es".
Al reclutar a Lola Mendieta durante la Segunda Guerra Mundial, la dirección del Ministero ya ha modificado su futuro hasta el presente, y con él es lógico pensar que se han trastocado aspectos en el que la Lola Mendieta "original" participa en su futuro y ya no lo va a hacer, y también con las que a partir de ahora formada y tutelada en el seno del Ministerio va a participar.
No resulta esto algo indigno de ser considerado, puesto que cuanto se trata de series u otras obras de ficción que se basan en el subgénero de la ciencia-ficción de los viajes en el tiempo, el desarrollar mal un transcurso o interpretar mal una paradoja temporal puede acabar con todo el sentido del producto final, que a parte de los ataques furibundos que los haters o los fans más especializados pudiesen lanzar, provocará la salida del gran público al abrir el abanico de posibilidades, y también la de quienes comprenden la naturaleza de los viajes en el tiempo.
Me temo que la llegada de Netflix pueda provocar que se alargue el chicle hasta la extenuación. A mi por lo menos se me hace evidente que la serie en su contexto está planteada para desenvolverse en un tiempo concreto, tres temporadas, con un total entorno a los 40 capítulos. Sin embargo, estas primeras semanas, lejos de ir planteando vías para la resolución de las existentes, tenemos nuevas sub-tramas, el abandono de alguna de las antiguas y el enrevesado de no pocas relaciones entre personajes. Desde luego pensar en el deterioro y en la sensación de pérdida de calidad de un producto cultural, como es esta serie, no es agradable. Prefiero mil y una veces, poder disfrutar y recordar una serie coherente, con principio y fin, planificado y cuidado al detalle, antes que la desconexión y cansancio que ya me ha pasado con otras series (Los Simpsons, House, Prison Break, Lost, etc.) en su avanzar de temporadas sin más justifiación que la de ganar dinero.
Esta sensación se hace evidente cuando compruebo la bajada de calidad en los guiones que ha hecho que la serie pierda fuerza y acidez en comparación con las temporadas anteriores, especialmente la primera y capítulos concretos de la segunda, como el del "falso" Cid, el capítulo doble sobre el sitio de Baler o el capítulazo final con un Felipe II Rey del Mundo y del Tiempo.
En el capítulo del pasado jueves la mezcla de géneros no salió tan homogénea. El capítulo en su trama propia derivaba en viaje donde no se sabía si el protagonista era Becquer o la bruja. O el pueblo. O el monasterio. Incluso por momentos me fallaba el montaje, puesto que se sucedían escenas in media res, con condicionantes que no se habían incluido en el visionado del espectador y que te dejaban, al menos a mi me sucedió, "tocado" sin saber que había pasado.


Por último, hay una cuestión que no quiero olvidar. Aún reconociendo posibles y serias dificultades para su realización, como sería el uso del latín, el árabe o el sefardí en la proliferación de tramas, empieza a agotar la predilección por las historias ambientadas en el XIX y el XX. Puede pasar, que los intereses económicos que motivan la intervención del Ministerio en una época sean más proclives en nuestros últimos 200 años de historia, de decadencia, donde ni éramos, ni somos tan dominantes y donde nuestros enemigos, muchas veces internos, aparecieron con frecuencia. Pero es un error olvidar que tenemos mucha historia por detrás. Quizás no bajo éste emblema informe y roído llamado España, pero si con cultura e historia propia que llegan desde los antiguos imperios que colonizaron la Península Ibérica, los reinos y pueblos que se fueron sublevando, o incluso antes con las autóctonas tribus que habitaban estas tierras.
Pensando en todo ello considero que una forma brillante y atrevida de ganar agilidad, improvisación y espolear las condiciones que nos atrajeron a muchos al Ministerio es el abarcar otras etapas de nuestra Historia.
Pero mientras estos posibles capítulos con estos planteamientos llegan seguiré atento al Ministerio del Tiempo, y a la plataforma web de rtve para poder ver los capítulos cuando y como quiera. Empezando por la entrega de esta semana que hoy empieza en la que la historia girará en torno a Goya.
Al final, nunca sabemos si la audiencia ve en televisión lo que quiere, atendiendo a sus inquietudes y nivel cultural, o si asume sin rechistar lo que le ofrecen, con la oscura y latente intención de idiotizar a la gente y dejarla sin inquietudes ni espíritu crítico.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...