sábado, 21 de octubre de 2023

Otra vez las víctimas palestinas

 

La imagen tomada de aquí.

La tensión en Palestina era ya palpable antes del pasado sábado. Cuando Hamás lanzó un ataque masivo sobre posiciones y asentamientos, legales e ilegales, israelíes lo hacia en parte movida por la presión militar, política y económica a la que la franja de Gaza y Cisjordania se ven sometidas, por parte de Israel. El estado hebreo, sustentado por las mayorías de los gobiernos liberales europeos y norteamericano, busca en una política expansiva, que garantice no sólo su seguridad sino más aún, la conquista de un espacio vital propio. Pero la fuerza con la que el nudo se aprieta sobre la población civil palestina, no sólo lo explican razones geoestratégicas. También políticas de razón interna. Israel lleva 6 años con un bloqueo institucional que 8 elecciones generales no han sabido deshacer.

El sistema de partidos está sobrepasado, y el electorado, profundamente radicalizado por la psicosis de la ocupación, el fanatismo sionista y el terrorismo islamista, no está siendo capaz de aglutinar mayorías electorales que regeneren el sistema. La corrupción del Likud y del resto del arco político israelí (prácticamente ocupado en su totalidad el por espectro de partidos de derecha y extrema derecha) ha dinamitado toda la legitimidad de estos. No se alcanzan a mayorías suficientes que permitan articular gobiernos, y ni mucho menos conseguir el pacto con el partido Laborista.

La solución enardecer los ánimos israelíes aplicando más dureza a los cercos sobre la población palestina. La respuesta un ataque terrorista simultáneo y coordinado que según diversas fuentes se ha llevado la vida de más de 1500 israelíes y el secuestro de al menos otros 200 civiles. La contraofensiva del ejército israelí en los últimos 10 días ha ocasionado más de 3000 muertos, con el empleo de bombardeos indiscriminados y el uso de armas de destrucción masiva condenadas por los acuerdos internacionales como bombas de racimo y uso de gases nocivos; exprimido el asedio sobre Gaza y Cisjordania cortando todos los suministros más básicos; la fuerza militar israelí, uno de los ejércitos más dotados del mundo, se aplica inmisericorde sobre una población con severos problemas para garantizar la supervivencia debido a décadas de apartheid sistemático y ruin; el gesto más salvaje, un auténtico crimen de guerra, el bombardeo de un hospital gazatí en el que han muerto 500 personas. Un auténtico genocidio planificado, que está ejecutándose y siendo retransmitido por las cabeceras periodísticas afines a la causa sionista, mientras los periodistas y medios independientes o más discordantes con Israel, son expulsados del territorio.

La figura de Neyantahu, de 73 años, ampliamente corrupta y condenada, lleva liderando la política militar y de seguridad del estado de Israel los últimos 40 años. Los últimos 8 siendo un presidente en funciones que no consigue los apoyos parlamentarios necesarios, y que se dedica a partes iguales a limitar la acción de la Justicia hacia su persona, y ejecutando barbaridades y crímenes de lesa humanidad sobre la población civil palestina.

Todo esto lo puede hacer, obviamente, con el apoyo de la comunidad internacional. Las élites occidentales, europeas y particularmente, el partido demócrata de Estados Unidos, mantienen el apoyo a la represión militar israelí sobre Gaza, agitando la bandera de lo inadmisible que es el terrorismo de Hamás, pero callando ante los desvaríos y acciones militares sumarísimas del ejército y las autoridades israelíes. Alentando los conflictos y las guerras por acción o por omisión, y por los intereses más oscuros. Particularmente, lacerantes son los apoyos manifiestos que las altas instituciones europeas, con la presidenta de la comisión y el secretario de relaciones internacionales, Borrell, a la cabeza, están llevando. El día que sentemos a Netanhayu en el Tribunal Internacional de Derechos Humanos, estos impresentables deberían acompañarlos como cómplices necesarios.

Condeno todas las muertes. Todos los ataques hacia la población civil. No comulgo ni con el terrorismo yihadista, ni mucho menos con la opresión militar y económica sionista. Me niego a este mundo que soluciona sus conflictos en base a quien tiene más bombas y menos sentido común y escrúpulos. Reniengo de toda esta generación de momias -sobrepasan ya los 70- que quieren seguir dominando el mundo y dictando una política totalmente fuera del mundo actual. Un mundo, cada vez más poliédrico en el que el diálogo, la comprensión y el respeto mutuo entre diversos actores y nuevas potencias, tiene que ser el camino para una paz y progreso prolongados. Ya no existe el mundo del uni-bloque de los Estados Unidos. Ya no.

Y exijo una solución fiable y duradera que pasa por el reconocimiento mutuo, el respeto a los derechos humanos, la creación del estado de Palestina (acordado en la ONU desde 1948), la apertura de foros internacionales respetables, sin vetos ni cortapisas que escuchen a todos los implicados y se propongan desde el consenso alternativas para la paz y la convivencia.


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