Está
mañana una treintena de vecinos de Santa Marta de Tormes nos
reuníamos bajo las banderas a media asta en la plaza del
Ayuntamiento, para honrar con un minuto de silencio y unos aplausos a
las víctimas. A todas las víctimas del terrorismo y la barbarie.
Pero
la convocatoria era muestra de repulsa y solidaridad con las víctimas
del brutal ataque terrorista de la noche del pasado viernes 13 de
noviembre en París.
Desde
estas líneas expresó el dolor y las tristeza y mi más absoluto
rechazo y condena a este acto terrorista y a todos los terrorismos. A
esta aberración, a éste sin-sentido rastrero, irracional y
absurdo que ha segado la vida de más de 130 personas (de momento),
marcado la vida para siempre de decenas de miles y tocada la
mentalidad y voluntad de París, Francia y Europa, perpetrada por el Daesh manchando el nombre del Islam.
Sintiendo
tan cercanas las víctimas de antes de ayer, como las del atentado
del 11-M de 2004 en Madrid, no puedo y no quiero olvidarme de
quienes llevan sufriendo y sufren cada día las acciones de los
bárbaros, terroristas que ahora traen a Europa parte del dolor que
causan y que en buena medida también viene por las políticas que
Occidente ha llevado a cabo en Oriente Próximo y Oriente Medio
durante los últimos 40 años.
Esas
políticas de rearme de grupos de presión, persuasión y oposición
a los gobiernos (algunos de ellos dictatoriales) en los territorios
en torno a la Península Arábiga. Vergonzosas fotografías en las
Azores que con mentiras nos llevaron a una guerra para lucro de las
corporaciones y multinacionales, que por petróleo y armas han
convertido en Estados fallidos una serie de países que tenían
relativa estabilidad social en la zona, progreso e incluso mantenían
a raya a los intolerantes frente a los tolerantes (leáse el caso de
Afganistán). Masacramos a los Kurdos que luchan por acabar con los
fascistas, como Europa hizo en los años 40 del pasado siglo y sin
embargo nos mostramos aliados con monarquías absolutistas como la
saudí que se ha demostrado como ha financiado a grupos terroristas,
propiciado revueltas en los países de su entorno y llevado un modelo
de sociedad fascista que bajo el paraguas de la religión impone la
supresión de los Derechos Humanos.
Toda esa
situación nos ha traído el movimiento migratorio de los refugiados
sirios e iraquíes que huyen de una guerra in civil que ha
convertido en tierra quemada y estados fallidos dos países que hasta
hace bien poco, eso sí, bajo dictaduras mantenían controlado el
islamismo radical. Pero ahora armados por Occidente, financiados por
Arabia Saudí tratan de imponer su retrogrado y fascista modelo de
vida con la guerra allí cada día, y de vez en cuando con el
terrorismo aquí en Occidente.
Y ahora
nos planteamos qué hacer, cómo combatir. Y en caliente se producen
aun más dolientes declaraciones de energúmenos que bajo apellidos
como periodistas o políticos no tienen reparos en echar más
gasolina al fuego, imponer al fascismo con más fascismo. Y no les
preocupa porque en este modelo de guerra, con el capitalismo
lucrándose y retroalimentando el dolor es el pueblo, es la clase
trabajadora, la que pone las víctimas, mientras ya sea traficando
con armas, petróleo, drogas o cadenas de favores una oligarquía
aumenta sus beneficios. Son sus guerras, pero son nuestras
víctimas. Y es que los atentados de París, como los de Beirut
el viernes por la mañana, o los muertos de hoy en Nigeria, son una
locura atroz y horrible en respuesta a una guerra que poco tiene que
ver con el pueblo francés, el libanés o el nigeriano.
Se
plantean escenarios donde se eliminen las libertades y las garantías
procesales. Pero en cambio todavía no he oído hablar a nadie de
quienes toman las decisiones de combatir a quienes financian tanta
atrocidad. A quienes venden las armas. Porque sin dinero y
sin armas no se puede atentar. Sin embargo es mejor caer en la
tentación de restringir la libertad y los derechos de asociación,
expresión, a la información o manifestación, porque los fascismos,
sean donde sean y vengan de donde vengan, son todos iguales y buscan
eliminar los Derechos Humanos e imponer un modo de vida que es justo
y maravilloso para unos pocos y cruel y horrible para los demás.
Por todo ello nos
debería preocupar, en cambio, el poco vigor con el que condenamos
las víctimas del mismo tipo de terrorismo en otros países
geográficamente también muy próximos como Líbano, Irak o Siria...
Se diría que hay víctimas de primera y de segunda categoría y esto
es moralmente indefendible.
Y
también nos debería preocupar el conseguir dosificar adecuadamente las emociones y la razón, conjugándolo con un periodismo que cumpla su función primordial: Informar con honestidad y veracidad. Y es que cuando el terrorismo no es
un fenómenos aislado y puntual es que hay causas objetivas de
carácter político que favorecen su desarrollo. Hay poderes
políticos, económicos y mediáticos el debate sobre estas
causas les incomoda porque son ellos los que han contribuido
poderosamente a incrementarlas. Por eso intentan hurtarnos este
debate aventando únicamente el miedo y la emoción. Mala fórmula.
En los
últimos 15 años, desde el ataque a las Torres Gemelas y la respuesta absurda comandada por el infame Trío (Cuarteto) de las Azores, los países de la OTAN han (hemos)
incrementado notablemente nuestra vieja costumbre de "poner
orden" en Oriente Medio por via militar y hemos contribuido muy
activamente a la explosión política de tres estados vecinos
(Afganistán, Irak y Libia), hemos apoyado sin fisuras al
estado israelí y a la represión inhumana contra el pueblo
palestino, hemos alentado una guerra civil en Siria que ya dura 5
años y que está provocando una inmensa tragedia humanitaria... y el
resultado de estas políticas no puede ser más nefasto: estamos
mucho peor que antes de empezar.
Toda
mi solidaridad, apoyo y dolor con las víctimas del terrorismo
fascista, de naturaleza islamista, que murieron en París el viernes.
Y también con sus familias y toda la sociedad francesa.
Toda
mi solidaridad, apoyo y dolor con todas las víctimas, sus familias y
quien están huyendo de esa misma barbarie desde Siria, Irak, el
Magreb, Nigeria...
Y a
quienes sufren el mismo terror aunque venga impuesto por aliados en
Palestina y el Sahara Occidental.
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