Lalachus y David Broncano nos van a dar la bienvenida a 2025
Esta
noche, como muchas de las personas y familias de este país,
volveremos tras muchos años a sintonizar Televisión ... Española
para recibir el nuevo año. Ver en la Primera las Campanadas y
tomarse las uvas al son que marcan, para inmediatamente felicitar
con quienes compartimos el momento y pasar a llamar a los que por
desgracia están lejos.
No
puedo, ni debo, posicionarme en lo alto del podio de la superioridad
moral en la que ciertos sectores de la izquierda se presentan como
cool-es, elitistas y estándar de calidad suprema cultural, y
por supuesto, de pureza ideológica. Yo al contrario que ellos digo
que tengo televisión. Y la uso. Diariamente.
A
veces, y sobretodo últimamente a consecuencia de tener que lidiar
con caseros en el ecosistema salvaje de la vivienda en España,
buscando las vueltas para poder ver canales y programas. Tengo que
usar las plataformas de internet, libre y gratuito, para poder ver lo
que quiero ver, porque desde hace unos meses la antena ha muerto ante
el maltrato de arrendatarios anteriores y la indiferencia de los
arrendadores. Apenas conservo 3 o 4 canales. Por fortuna puedo ver
después de comer Expedición al pasado, que me parece lo
único entretenido e interesante a partes iguales. Los autonómicos y
el femenino en el que puedes ver el también interesante y
necesario programa de los trajes de novia talla XXXL, a
ratos entre las reformas de los gemelitos. Y ya. El resto no
se ve. Se pixelea, se bloquea y desaparece. Y ya está. No pasa nada.
Desde
luego hace décadas que no me informó a través de la televisión.
No veo sus informativos, salvo la información meteorológica, y
muchos menos, los programas, matinales, vespertinos y nocturnos, de
debates políticos. El espectro de la derecha ultramontana copa todo
el plasma catódico actual, y sólo sobrevive a duras penas la
televisión pública, a esperas de que en el siguiente cambio de
gobierno se ope por la Cadena Ser y se controlé el consejo
político e ideológico de RTVE.
Aún
con esto, vuelvo al hilo de la pureza ideológica de los pata-negra
de la izquierda, tan limpios y tan brillantes, alejados de todo lo
que huela a conflicto y a masa obrera, y que nos dan lecciones a los
demás sobre cómo actuar en caso de hacerlo. Desde el posmodernismo,
desde la urbanización de viviendas unifamiliares, desde las cátedras
universitarias y desde el acceso a los medios de comunicación se
está muy bien y se articulan relatos que deslegitiman la finalidad
de la política como es la acción hacia la transformación de las
condiciones materiales de la gente y el avance, o el progreso si
se prefiere, de la sociedad, para que sea más justa, libre,
igualitaria y emancipadora.
Discutir
en las asambleas de partidos y sindicatos, en la barra de bar o en
las redes sociales está muy bien y sería muy divertido, si no fuera
porque enfrente cabalga una oleada reaccionaria de carácter ultra
montano, injusta, criminal y malévola. Tener que discutir con
tus supuestos compañeros ciertas cosas ante esta avalancha de
inutilidad, casposidad y rancio patrioterismo no sólo es una pérdida
irrecuperable de fuerzas y de tiempo. Es que además, se pone la
alfombra roja desteñida para que nos arrasen, puesto que enfrascados
en estas cuitas internas hemos dejado de ocupar los campos de
batalla, a veces pero no solo en la dialéctica, para que la
ultra derecha se apropie de los discursos, los debates, los
escenarios y las mentes.
Una
de las estrategias que más éxito renta a las élites cleptómanas
de la derecha es la proliferación de bulos, mentiras y medias
verdades. Las fake news no son un fenómeno nuevo propio de
las redes sociales, ni mucho menos. Llevan desde siempre instalados
en el día a día de la política liberal que supuestamente se decide
a través de unas elecciones. Esto hace que sea conveniente convencer
al electorado, aunque a veces se haga faltando a la verdad,
insultando a la veracidad y poniendo en cuestión la propia lógica y
los saberes que como sociedad con un acervo cultural sostenido
teníamos ya más que asumidos.
Perder
tiempo también en tener que desmentir toda la sonora maña de
estupideces de toda índole que se escuchan por los medios de
comunicación e internet es ya de por sí una putada y una derrota.
Lo primero porque da igual que avales con sentencias o ciencia la
verdad. Los destinatarios del bulo no te van a creer, porque el
bulo reafirma sus prejuicios y sus cuñadeces.
Si ya eres un reaccionario, un inmoral, un racista, un machista o un
anormal que piensa que la tierra es plana o que los extraterrestres
construyeron las pirámides egipcias y de Meso-América te vas a
trufar en todos los datos verificados que te planten delante de la
jeta. Esto no quiere decir que demos el partido por perdido en el
minuto 1 y no desactivemos la mentira, la media verdad y el relato
falsario interesado en sustentar ciertos estados de opinión y
concienciación. No. Se trata de construir relatos que aporten
estos datos reales y poder así discutir al imbécil y desacreditar
su imbecilidad. Eso sí, sin caer en su propia cochiquera porque
ya sabemos que no se puede pelear con un cerdo, porque al final te va
a morder, te va a tirar al barro y ahí te va a ganar.
La
televisión generalista en España desde siempre ha sido un alumno
bien aplicado en la creación y difusión de mentiras enfocadas a
sustentar mayorías y opiniones de derechas. Sólo en este año
hemos visto como ciertas presentadoras y programas de televisión en
las cadenas privadas han lanzado una campaña de bulos en
torno al principal problema del estado, el acceso a la vivienda.
Pero no lo han hecho desde el punto de vista de los millones de
familias trabajadoras que no pueden acceder a este derecho básico
con justicia social y sostenibilidad, sino de los grandes tenedores
de vivienda, de los especuladores y de los arrendatarios que tratan
de pagar la letra de un chalet de lujo a través de la renta por un
pisucho de mala muerte sin reformar desde 1996.
Ana
Rosa, Griso o Vicente Vallés no se han quedado ahí y han convertido
en un problema de primer orden en la opinión pública la cuestión
migratoria. Pero no dando voz a las personas que migran, desde
dentro del país o que vienen desde fuera, sino dando un altavoz
descomunal a los conflictos que se producen, cuando no hay arraigo o
cuando chocan formas diversas de ver la vida. Aunque estos conflictos
y problemas afortunadamente no sean la tónica general y si episodios
esporádicos (por el momento) gracias a la labor de laminación de la
opinión pública y de la inteligencia, se ha convertido en el
problema nº1 de la nación, reafirmando las posiciones del partido
ultra y llevando a la derecha y al centrismo del psoe de la
mano a posiciones racistas y xenófobas.
En
este juego de bulos y condicionamiento del votante entraron
hace unos años otro tipo de programas. Sobretodo desde la pandemia
de covid en 2020 los que eran programas de entretenimiento
dieron un paso más allá y comenzaron a lanzar sus soflamas
incendiarias y reaccionarias a un público cautivo, que en principio
llegó hasta ahí por otros contenidos, pero que de la noche a la
mañana, se veía inducido por la más rancia presentación de la
sociedad.
Hay
un programa en este país con más de 10 años en antena liderando el
conocido como access prime time de lunes a viernes, esto es,
el acceso o la hora previa a los programas estrellas de las cadenas
los días de diario. En este programa, una persona se dedicaba a
entrevistar a personajes públicos tanto del mundo del arte, de la
política o del deporte, con una mezcla de rigor y humor en el que
participaban dos marionetas de trapo con forma de hormigas. Varios
colaboradores salían y hacían que la invitada o el invitado se lo
pasarán muy bien haciendo trucos de magia, experimentos científicos
o de cinética, probarán como se está dentro de una melé de rugby
o lo que fuera.
Con
el tiempo los colaboradores se fueron marchando del programa, todavía
sin saber muy bien por qué. Fueron sustituidos por gente sin ningún
talento más que el ser hijo de alguien. Y ahí tienes a una pareja
de imbéciles riéndose sus gracias, a una supuesta periodista tóxica
sentando cátedra, o a una pija demostrar al mundo que se puede ser
una perfecta hija de la gran puta con un tono de voz suave y lánguido
y con planteamientos propios de una niña de 6 años.
Al
mismo tiempo se hacían más evidentes la actitud machista y
sexista del presentador para cuando las invitadas eran mujeres a
las que hacía pasar por su diversión, el más indisimulado acoso
y violencia sexual. Todo ello ya con una clara línea derechista,
de ataque al gobierno central y a todo lo que huela a izquierda o a
sindicatos, dando pábulo a cualquier bulo y mentira interesada y
creando de esta manera estados de opinión artificiales y
construidos para cimentar mayorías reaccionarias.
Otro
programa en esta deriva fue ese que se dedicaba a buscar fantasmas y
extraterrestres y que de un tiempo a esta parte se ha dedicado a
lanzar las mismas soflamas incendiarias, a replicar bulos y medias
verdades y a dar cobijo a nazis directamente poniéndolos ante una
audiencia que no se creía que los fantasmas fueran tan reales y
dieran tanto miedo.
Tengo
que decir que yo estos programas apenas los he visto. El primero sólo
una vez, porque fueron unos conocidos (el “B” del Complutense que
jugó el sábado anterior en Salamanca y nos lo dijo en el Tercer
Tiempo) a hacer una demostración de rugby. Lo vi y el programa me
pareció un formato deleznable. El otro lo veía hace unos años con
mi mujer los domingos para coger el sueño, y entre cabezadas saltaba
ya para soltar aborchonado “menuda gilipollez que acaban de
decir”. Así que si, estoy escribiendo de oídas. Pero ahí los
tienes hoy en día, quejándose de que no hay libertad de opinión,
de que en los 80 se podía hablar de todo y todo tipo de
ocurrencias y cuestionamientos de cosas tan importantes como la
violencia machista o el cambio climático. Como si no
estuvieran televisión, llegando a millones de espectadores, soltando
sus mentiras, bulos y gilipolleces.
Ante
este clima catódico, unido a las soflamas incendiarias de la
radio matutina de los federicos, herreras y ansinas, y a
los periódicos en papel, que sin excepción pertenecen a los
emporios mediáticos de la ultraderecha, algunos ya llevamos
tiempo diciendo que es necesario que desde la izquierda, los
partidos, sindicatos y asociaciones se haga un esfuerzo por publicar
y difundir nuestras opiniones, iniciativas y propias noticias. Y
que en la cima de la pirámide aprovechar, que en teoría, se está
en el gobierno para que la radio-televisión pública sea un
espacio donde haya variedad y la verdad sea el objetivo primordial.
Bien,
pues no parece que en el primer punto estemos haciendo mucho. Pero
por lo menos, hay que decir, que Pedro Sánchez ha entendido, por
otra parte como suele ser habitual en él, las necesidades
intrínsecas para garantizar su supervivencia política y ha decidido
dar batalla por el control del relato mediático a través de
RTVE. Con pocas medidas, es verdad, y por supuesto, sin abrirse a
contenidos más atrevidos y necesarios en los que se hable de
feminismo, de cambio climático o de los problemas reales de la clase
trabajadora. Pero algo es algo.
Para
discutir el liderazgo en audiencias del mequetrefe y las hormigas,
RTVE fichó en verano a unos chavales humoristas que llevaban años
haciendo en la televisión de pago un formato de entrevistas y bromas
irreverentes. Un estilo desenfadado, joven y actual que no había
hecho que el canal de pago ganará más abonados, pero si que sus
visualizaciones en youtube fueran de récord.
Brocano
y su tropa han revuelto el panorama televisivo del país de tal
manera que hasta RTVE ha tenido que rendirse a la evidencia, y pese a
las primas trabas de una dirección nacida de los senos de Rajoy,
encargar a Broncano y Lalachus la presentación de las campanadas
de Nochevieja. Probablemente el programa más importante del año.
Sin
duda, La Revuelta es un formato mucho más fresco e interesante que
el resto de propuestas de la televisión generalista española. Si
quitamos a La2 que aún con borrones imperdonables, es un espacio
para la cultura y la divulgación, el resto de canales es una
bazofia. Repetición hasta la nausea de los mismos programas. La
mayoría producidos en las televisiones de pago de Estados Unidos con
formatos que sustentan la ideología neo-con que tan bien les
ha ido hasta ahora allí, verdad. Repetición de las mismas series,
los mismos reallitys, las mismas películas. Una y otra vez.
Te tiras un mes viéndola porque no tienes más remedio, porque estás
convaleciente o por lo que sea, y al día 32 ya no hay nada que te
resulte original y divertido.
Por
eso, La Revuelta es tan exitosa y una idea tan acertada.
Porque frente a una presentación de la realidad con una clara
intención hay otra que es más acorde al mundo de la gente que viene
a divertirse, a reír y a pasárselo bien. Porque hay problemas, pero
no pueden convertirse en opresiones, hay que echarle humor como
primer paso para superarlos. Porque frente a unas nuevas generaciones
idiotizadas por los youtubers que se han posicionado gracias
al dinero de papa y lanzan más bulos y más opiniones
individualistas y trasnochadas, pese a ser jóvenes, hay aquí un
formato que intenta ganarlos para la causa de la democracia, de la
participación política y en el que además, comparten espacio,
aunque sea televisivo, con otras generaciones.
Y
si, es verdad. Yo no veo la Revuelta todos los días. Muchos
días ni enciendo la televisión. Otros a lo mejor lo pongo y veo
como Broncano, Grison, Castella o Ponce bromean y dan pie a la
participación del público (un acierto brutal y de lo más
destacable de este programa). Veo la intervención de Lalachus,
un descubrimiento que me tiene enamorado por su frescura, su
espontaniedad y su sentido del humor. A veces veo la entrevista y a
veces no. A veces, no me gusta que Broncano o Grison interrumpan
constantemente a las invitadas con sus bromas, porque a veces a
fuerza de repetirse caen en la misma ranciedad que otros. Y otras
veces apagó el televisor porque los entrevistados son esos cantantes
y actores “modernos” que gustan ahora a la gente joven y que a
mi, lo siento, no me dicen nada. Pero lo positivo es que exista este
programa y no eché de antemano a toda la gente a los brazos de los
reaccionarios y ultras. Porque disputando el terreno de juego de
la audiencia, no sólo es que ya gane, es que además, de
entrada, está demostrando que hay partido. Y que la mayoría de la
gente es inteligente o por lo menos lo suficiente para construirse su
propia opinión si les das alternativa en la oferta de relatos.
El
éxito de La Revuelta y la noticia de que Broncano y Lalachus van a
presentar las campanadas de La1 han provocado una reacción
machista y fascista en redes sociales y en columnas de opinión en
periódicos, televisiones y radios de toda esa purria cavernícola
con la que tenemos que lidiar en este país.
Los
tuits refiriéndose al aspecto físico de Lalachus son
vomitivos y el más puro ejemplo de rancio abolengo españistaní que
te puedes echar a la cara. Cuando las campanadas las presenta hombres
con sobrepeso como Chicote o Ibai nadie se ha quedado. Todos celebran
que Pedroche salga desnuda porque así empezaban el año con una
paja. Si no queréis ver a Lalachus y a Broncano vete a otro canal, y
no molestes. Y sobretodo, no insultes.
Yo,
y estoy seguro que muchos, nos quedamos con el humor, con la
originalidad y con esa sonrisa natural y divertida que gente con
talento nos viene a mostrar.
Por
un 2025 donde demos de verdad batalla al fascismo y donde las clases
trabajadoras venzan. Donde acabemos con la desigualdad y
defendamos lo que realmente nos hace libres, iguales y fraternos. Por
un 2025 con humor, salud y revolución.