Los
días y semanas de confinamiento
van pasando al tiempo que las temperaturas primaverales se tornan en
veraniegas. El
calor sube mientras los datos económicos se desploman y en España
“nos” afanamos en demostrar nuestras más verdaderas señas de identidad.
Por
supuesto, como en todo y como siempre, el Gobierno de la nación
tiene que ser y puede ser llevado a critica. Pero antes de poner la
lupa sobre los que están tomando decisiones colectivas debemos ser
nosotros mismos quienes desde una responsabilidad individual nos
comportemos con civismo, respeto y solidaridad por un beneficio
colectivo. Aunque sea el acérrimo rival quien gobierne.
En
España cuando se pone una normativa no se ve como una cuestión a
cumplir y respetar, sino como un reto que superar. Con
las fases de desescalada del Estado
de alarma
se
está comprobando una vez más.
Que
ante los primeros días en los que se permiten salidas controladas de
niños y adultos para pasear y hacer deporte, veamos como se llenan
las calles, los caminos, las playas. Se hacen botellones y se
comienzan a llenar terrazas y bares por
encima del
límite de las recomendaciones de distanciamiento social y de
prevención sanitaria. Las caceroladas
para mostrar disconformidad con los rojos y las banderas y crespones
negros son la seña de una de las
dos Españas.
Y los aplausos el hito diario para mostrar al mundo, básicamente a
los vecinos, el postureo más rancio y el compromiso con principio y
final en nuestro ombligo.
Ojo,
que no quiero decir que esto no pase fuera de nuestras fronteras,
pero a mi lo que me preocupa es lo que pasa dentro de ellas y estas
actitudes, a parte de parecer imposibles de cambiar, nos definen en
demasía. Nos hacen carne de escarnio y lo más importante: Ponen en
riesgo a toda la sociedad en una situación de pandemia grave y de
colapso, creo que definitivo, del sistema neoliberal-capitalista y
político liberal.
Al
tiempo, el Gobierno va al Congreso a buscar una nueva prórroga del
Estado
de Alarma
justo cuando los datos de contagiados y fallecidos van bajando
gracias, indudablemente, primero por el trabajo honesto y arrollador
del personal sanitario y de todos los y las trabajadores que han
mantenido el sistema de cuidados y la distribución de alimentos y
bienes y servicios básicos. Pero también, gracias a esas medidas
impopulares pero que nos han protegido confinados
en nuestros hogares.
Pues bien, justo ahora, cuando doblegamos la curva y más importante
es mantener unas semanas más la precaución y el cuidado los
distintos grupos políticos miran su interés
particular por encima del general.
Las
derechas de este país, cainitas,
corruptas e insolidarias aprietan discurso de oposición por
definición, sin ningún tipo de alternativa y lo que es peor,
desdiciéndose de lo que decían hace 10 días, simplemente por el
hecho de que conciben mayorías a su favor por llevar la contraria al
gobierno. Incluso en uno de los momentos más graves de nuestra
historia.
Lo
hacen también, porque no pueden permitirse que nos demos cuenta de
que somos nosotros, la clase trabajadora,
la verdadera fuerza del país. El sustento de los beneficios
empresariales por supuesto, pero además, la argamasa y los ladrillos
que construyen el país. Hay que reactivar la economía, no sea que los poderosos a los que se deben dejen de ganar dinero. Qué más da si nos morimos los obreros y las obreras.
Por
primera vez en la historia a una crisis social tan colosal como la
que tenemos delante se le están dando respuestas económicas y sociales que empatizan con los más desfavorecidos. Se está
legislando y actuando en materia económica y social para intentar no dejar a
nadie atrás y para que la crisis no la acabemos pagando los mismos de siempre.
Frente
al gobierno se posicionan quienes solo saben utilizar todo en
beneficio político privado. Una tragedia, una crisis, unos muertos.
Los que despiden médicos y enfermeros. Los que se quejan porque les
han quitado competencias en esta situación extrema para mejorar la
gestión y respuesta y no acabar con diecisiete mandos para luchar
frente a un ataque al nivel nacional (y también por supuesto
global). Insolidarios y vomitivos. Una clase política, la derecha de este país y de los múltiples países dentro del país, que me
provoca vergüenza y náusea y sobretodo afila mi puesta en vanguardia
para derrotarlos siempre.
Si
mañana no apoyan la prórroga del Estado de Alarma y acaba llegando
un rebrote o un repunte de los infectados y fallecidos deberíamos
saber ya a quien aplicar las cuentas. Nuestros médicos, enfermeros y
todo el personal que ha trabajado estos meses no se ha jugado la vida
para que políticos mediocres e iletrados traten de sacar rédito
electoral tratando de hacer que nada cambie. El PP no ha propuesto
nada todavía en ninguno de los plenos anteriores, frente al resto de
grupos (incluida la extrema extrema derecha) pero cada día, los
irresponsables mezquinos e idiotas congénitos como Ayuso y Casado
han llenado de ruido toda una situación que nos debería rearmar
como país y sociedad.
No
podemos perder en perspectiva de que no sólo se trata del mando
único para luchar contra la pandemia. No se trata de un problema de
comunicación. Ni tampoco a nivel sanitario y científico porque
frente a otras experiencias están siendo técnicos y personal
cualificado los que van marcando las pautas que sigue el gobierno. El
tema es que la factura total caiga en las espaldas de la clase
trabajadora, de los oprimidos, mientras los opresores especulan y
sacan beneficio y no quieren que la justicia social se conjugue de
una vez por todas en el estado español.
Para
finalizar no puedo más que contaros como pienso pasar las próximas
semanas. Seguiré
confinado.
Sólo saldremos al trabajo y a hacer las compras, tratando de
concentrarlas en una hora un sólo día. El desinfectante
hidro-alcóholico
será la primera rutina al entrar en casa y los guantes desechables y
mascarilla parte del atuendo imprescindible. Todo seguirá igual
durante el mes de mayo y dependiendo de la situación veremos ir
retornando vida normal ya en junio. Incluso para nosotros, emigrados
en otra ciudad, la posibilidad de ir a ver nuestros padres y hermanos
a
nuestros pueblos y provincias de origen,
dolorosamente la llevamos más lejos aún. Por responsabilidad.
Y
no hace falta ningún gobierno, ni oposición, que me lo diga. Soy yo
y el sentido común quienes me hacen tener responsabilidad, primero
por mi salud, luego, indisoluble, ya por la de todos.
Por
eso os pido a todas y todos, por muchas ganas que tengamos de una
cerveza en una terraza, de una ruta de bici, o de un paseo por la
ciudad, la playa o la montaña que seamos responsables. Empaticemos,
nos dejemos guiar por las recomendaciones de las administraciones y
sobretodo por nuestro sentido común.
Cuidaros
mucho.
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