jueves, 31 de diciembre de 2020

A por 2021

 


Vengo con la intención de desterrar el tiempo de los buenos deseos en favor de la certeza de las luchas que se conquistan. Apelo al ojala con vistas al año nuevo como un lugar de redención y dicha, que sea asaltado por nuestro ímpetu y convencimiento. Quiero para todas y todos escribir en 365 días un texto similar, no sólo temporizando el subjuntivo con el ánimo de los mejores deseos, sino que resumamos en él la lista de conquistas personales y colectivas que logren romper los esquemas fijos, las dificultades hercúleas y los limites del sentido común capitalista, para mejorar nuestras vidas.

Os deseo un feliz año nuevo, un gran 2021, que nos haga superar este 2020 aciago que nos ha tocado vivir. Recibir el año junto a esas pocas personas, probablemente seis ya sean multitud, que componen nuestro círculo íntimo y vivirlo de forma especial. Recordad a los que no puedan estar y trabajemos juntos para que más pronto que tarde celebramos el año nuevo con un abrazo, aunque sea diferido dentro de unos meses.

No podemos olvidar este año que agota sus ultimas horas porque dejándolo atrás perderíamos la referencia de lo importante. Del tiempo y su calidad junto a las personas que nos motivan, enseñan y hacen grande nuestra vida. Aprovechemos cada minuto con ellas y ellos. Recordemos con esa sonrisa que contiene todas las lagrimas a las buenas personas que nos han ayudado y han hecho mejor nuestro mundo y que este año, u otros años, han ido marchando de nuestro lado.

Nunca antes el trabajo y la salud se habían puesto tan en peligro como durante las hojas de este calendario que agotamos hoy. Recuerdo y os pido la necesidad de cuidarnos para seguir siendo fuertes, y que tengamos la mejor capacidad para desarrollarnos sin nada que nos lo impida en el nuevo año.

Luchemos por un año de palabras y risas que no vengan ocultas en trozos de papel. Que los abrazos no se den con los codos y las reuniones no sean en pantallas. Luchemos por viajar. Por caminar. Por soñar. Luchemos por hacer más grande nuestro mundo y que no quede encerrado por un virus ni por la pandemia de los ignorantes y los fascistas.

No olvidemos reconocer para colocarlo como lo más vital los escudos que nos defienden y garantizan la igualdad y la libertad, entendida esta última como dignidad, nunca como libertinaje. Hagamos de este año, ya de una vez si, el año de la revolución, el momento en que tomemos conciencia de un mundo mejor por nuestra activación. Qué en doce meses el mundo sea un lugar mejor donde vivir, sin dolor, sin muerte, sin opresión y sin injusticias.

Hagamos todas juntas de la ilusión empuje, y del empuje conquistas.

A todas y todos que leéis estas líneas, Feliz Año Nuevo, Feliz 2021.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Esta derecha tan nuestra

 

Aracelí Hidalgo, de 96 años, primera persona en España en recibir la vacuna contra el COVID-19



Después del año de dolor, sufrimiento y pérdida de vidas hay que ser un imbécil, un miserable y una mala persona para dedicarse a sembrar la discordia el día que comienza la vacunación contra la COVID-19. Que los que se han dedicado a poner banderas en playas, en plazas, en balcones, en correas de reloj, cinturones, tirantes, en las luces de Navidad y hasta en las putas mascarillas se quejen de que la caja que contiene la primera remesa de viales con la vacuna traiga los emblemas nacionales es tomarnos a todos por idiotas.

Es lo que tiene tener una derecha que considera el estado su cortijo y sus símbolos (bandera, himno, jefatura del estado) de su propiedad y uso exclusivo, y que por lo tanto pueden usar a su antojo para atacar al adversario, sobretodo si osa emplearlos. Es parte de la estrategia de una derecha reaccionaria y antidemocrática que antepone su supervivencia política a las buenas noticias y a la salud de todas y todos. Esto ha sido así siempre y no va a cambiar.

Que se supere la pandemia y podamos recuperar ciertas dosis de normalidad comparada a la vida pre covid para el PP, Cs y Vox no es una buena noticia. Tampoco lo fue el fin de la banda terrorista ETA y por lo tanto ya deberíamos estar prevenidos ante el funcionamiento de los fascistas. Que como sociedad superemos un escollo, incluido el más grande con el que ha tenido que topar el mundo en los últimos 80 años, no es una buena noticia para quienes consideran el gobierno y el poder de su propiedad y no aceptan el juego democrático de la alternancia ni siquiera cuando está tan encorsetado en los rigores de la democracia sometida a la economía neoliberal.

Las enseñas “sólo” le pertenecen a la derecha y ese gobierno supuestamente bolivariano, etarra y comunista no puede usarlos. Acusar de propaganda a la mera logística de un hecho histórico es a partes iguales nauseabundo e hipócrita. Lo primero porque nos demuestra -una vez más-, como entiende esta derecha tan nuestra la política: como un medio para garantizar los privilegios de una minoría que pisotea a la mayoría; y lo segundo, porque bien que callaron cuando la impresentable y absurda Ayuso llenaba de banderas mascarillas, se ausentaba de reuniones por recibir aviones o montaba una macro fiesta por el cierre del hospital de campaña en IFEMA. Denuncian propaganda los que han inaugurado un dispensador de gel en una estación de metro o los que celebraron la re apertura de la hostelería cortando una cinta a una terraza.

El asunto de la bandera en el contenedor de las vacunas nos tendría que pillar vacunados sobre esta derecha de extremo “centro” acostumbrada a manosear lo que es de todos. Desde el mismo dinero y riqueza nacional usurpada para disfrute de unos pocos en base a mordidas, comisiones, nepotismos y corrupciones. También con el aprovechamiento de los recursos naturales y patrimoniales de todos puestos al servicio de intereses de las élites aunque estas sean extranjeras. Y por supuesto hostigando a quien no piensa igual con los símbolos patrios que nos deberían identificar y unir.

Y es que en España, como decía Antonio Maestre hace unos días, “no tenemos liberales, tenemos gorrones”. Es más, yo diría que tenemos gorrones fascistas que no sólo se aprovechan del esfuerzo colectivo para parasitar el sistema, sino que además hacen ostentación de ello con altas dosis de cuñadismo y pequeñas gotas de elitismo.

Es el lastre de este país. Una clase parasitaria intrínsecamente fascista, que no cree en la democracia, pero si en los parabienes del mercado bajo un convencimiento ultraliberal. Lo mejor de cada casa vamos. Son nuestros patrioteros, que no patriotas, porque no quieren una España que avance, que sea mejor, un lugar más digno para vivir. La quieren suya en exclusividad, aunque este derruida hasta los cimientos por su continuo egoísmo y descaro. Su argumentario político es ruin y miserable y a poco que rascas ves como necesitan el dolor de la gente para sobrevivir estrujando al pueblo, oprimiendo su libertad y usurpando su riqueza.

En contra de esta tóxica visión estamos la otra mitad del estado. Incluso más puesto que ya nos han clasificado como "hijos de puta fusilables en número de 26 millones". No nos preocupan en demasía banderas, himnos o sus reyes. Nuestra patria son las y los trabajadores, el avance científico y la preservación de la Naturaleza y el patrimonio histórico y cultural. Nuestro país son los derechos y deberes que con esfuerzo de décadas y la lucha de millones se convierten en garantías. Gracias a ese esfuerzo se agranda nuestro país con leyes que han permitido el divorcio, el aborto (gran noticia que también en Argentina avanzan en este derecho que ha matado miles de mujeres pobres), el matrimonio entre personas del mismo sexo o ahora la eutanasía.

En frente, siempre ha estado esta derecha “tan nuestra” con sus emporios mediáticos, su iglesia católica, su ejército y fuerzas de seguridad. Y aún con todo esto han sido incapaces de frenar el avance social de un país que necesita respirar libertad. Nuestra lucha colectiva frena sus ansiás coercitivas.

Porque al final lo que eran sus privilegios de cuna y billetera se han trasladado como derechos de ciudadanía. Nadie los ha obligado y nos lo obligará a divorciarse. Ni a casarse con otro hombre. Ni a abortar. Y ahora tampoco se va a “matar” a un enfermo terminal. Simplemente, se le va a dar una muerte más humana, que en muchos casos (y esto lo sé de buena fuente) supone poder despedirse en paz de sus seres queridos sin un sufrimiento atroz e innecesario.

El año acaba con la aprobación de la ley de eutanasia y muerte digna con una mayoría superior a la de la moción de censura de 2018 y de la investidura del mes de enero. Y acaba con la ilusión de una vacuna, una respuesta del trabajo de millones de personas, para con la ciencia, dotarnos de una herramienta con la que superar la crisis sanitaria más grave en 100 años. Un hito de la ciencia. Un hito de la educación pública. Y un hito también de la globalización entendida, no como un fenómeno mercantil que permita el viaje de dinero de un punto a otro del globo, sino como la naturaleza de las sinergias que el conocimiento y su acceso propone el fenómeno globlalizador.

La crisis del coronavirus tensiona aún más los resortes del gobierno de coalición en el que ya tenían que convivir dos almas: Por un lado el PSOE de toda la vida. Entregado al pactismo y al modelo neoliberal. Con tecnócratas como Nadia Calviño en su gabinete buscando mantener un modelo fracasado desde 2008 y que evidentemente tiene que cambiarse. Por el otro, Unidas Podemos, con su propia ciénaga de descomposición y con Pablo Iglesias y Yolanda Díaz tratando de dar algo de dignidad a las clases trabajadoras.

La realidad es que una vez garantizados los primeros presupuestos parece hecho el camino de salvar la legislatura. Obviamente, las dificultades son enormes, ya lo eran antes de que llegará la COVID-19, pero hay terreno para ir legislando en modernizar el país (jefatura del Estado, acuerdos con la Iglesia, modelo territorial) y atacar los grandes problemas (modelo productivo, vivienda, España vaciada, machismo, cambio climático).

Aracelí de 96 años ha sido la primera persona que ha recibido la vacuna en España. Lo ha hecho en una residencia pública. Una mujer. Trabajadora. Mayor. Con escasos recursos. Frente a la especulación y la comercialización, tenemos a un gobierno, que será más o menos simpático o de nuestra onda, pero que por lo menos en este caso está garantizando que la vacuna llegue a todas y todos sin importar sus condiciones, empezando la de si son o no productivos para el sistema. Se trata de garantizar la vida.

La vacuna arranca 2021 representando lo mejor que la sociedad, el hombre y la mujer, pueden ofrecer como garantía del bien común. Por eso la derecha está crispada. Qué se les atraganten las uvas.


 

 

martes, 29 de diciembre de 2020

Un All Star Game de hace 20 años

Allen Iverson entrando a canasta entre las torres del Oeste en el All Star Game 2001 (nba Imagen)

 

La tarde del día de Navidad, en el que empezaba la nueva y extraña por el coronavirus temporada NBA, mi hermano y yo revivíamos del pasado. Recordábamos y sobretodo, disfrutábamos en el encuentro en torno al baloncesto, armazón de fraternidad que nos construimos en su momento y con el que pasamos la vida como excusa para conocernos y pasión que paladear.

Y no. No nos sentamos enfrente de la televisión para ver un partido en directo. Ni siquiera en diferido de esta temporada. O de la pasada. Nos entregamos con devoción a la tarea de disfrutar del NBA All Star Game de 2001 celebrado en Washington, un partido que en poco más de mes y medio cumplirá 20 años.

Hablé en su momento de la evocación del pasado como comercialización de la nostalgia. Es indiscutible que cada generación en su madurez recupera e idealiza su adolescencia y juventud. Se recuperan imágenes y recuerdos del pasado que se muestran bajo la lupa de la memoria, ciertamente tergiversada y tendente a edulcorar lo que vivimos para hacernos mejores en el momento actual. Cualquier aspecto de nuestra vida, de nuestro camino, está sujeto a evocarse e instalarlo en los altares de lo trascendente, puro e incorruptible, aunque la realidad distase mucho de ser ese sueño dulce y maravilloso.

Pero con el baloncesto no puedo dejar de pensar que tiempos pasados fueron mejores. Hoy, veo (y cuando los veo, porque con el maremagnum de horarios, televisiones, plataformas se hace realmente imposible) partidos infumables. Donde el físico ha devorado la táctica (por lo menos siempre nos quedará el baloncesto femenino). Donde se ha dejado pista abierta para que los highlights sean la única noticia de basket. Probablemente no haya habido una época en la que hubiera tanto talento técnico y físico y tan poco ba-lon-ces-to en los cerebros de los jugadores. Todo son triples y mates cada cual más estratosférico que el anterior como si no valieran el resto de canastas. Y de todo ello, de todo esto, nada, absolutamente nada me transmite algo. Es la absoluta mercantilización y el espectáculo por las audiencias sin el más mínimo interés, y ni mucho menos transmisión de valores.

Un baloncesto que me resulta aburrido, monótono e intrascendente. Y protagonizado por unos jugadores que salvo por un par o tres jugadores, no me provoca ninguna emoción, identificación o admiración. Peor incluso cuando piensas en equipos porque salvo apelos al romanticismo de la memoria y la emotividad (¡ahí mi Estu!) tampoco se guardarán ni en mi cabeza ni en mi disco duro (Aquellos Sacramento Kings).

Un baloncesto insustancial, alejado, no sólo porque hoy no haya público en las gradas, sino porque de tanto alimentar una burbuja mediática de estrellas y galaxias ha acabado por desconectar a la afición, evitando la identificación entre jugadores, equipos y sentimientos. Todo ello por un juego más burdo, entregado al big data del aprovechamiento de las posesiones y balanceado hacia la exhibición personal por encima de la colectiva. Por todo esto, la victoria de España en el último Mundial y como la consiguió resulta tan estimulante.

Pero volviendo al sofá junto a mi hermano están los partidos que guardamos en nuestra memoria. Algunos los tenemos almacenados en discos duros y pueden ser recuperados. Otros simplemente son evocaciones de recuerdos. Empiezan por un "¿te acuerdas de aquel día...?" y terminan con más anécdotas, con otros partidos. Hablando de una peli o de un libro. Y aquel All Star de 2001... Es que aquel Partido de las Estrellas... opino que no ha habido ninguno igual.

Por la retransmisión de Montes y Daimiel con lo cual ya garantizas el éxito en divertir y trascender. Pichichi Robinson, Melodía de seducción Spreewell o Hilo de seda Houston. Menuda guasa que tenía el hispano-cubano y cuánto lo échamos de memos.

Por aquella NBA de cambio de siglo y cambio de época tras la dictadura de Air Jordan. La NBA de las estrellas emergentes que rascaban los contratos de patrocinio de su Majestad y luchaban por ganar su dominio en la liga y su espacio en el Olimpo. Kobe Bryant. Allen Iverson. Vince Carter. Kevin Garnett. Shaq O'Neal. Tim Duncan. Ray Allen. Antes de la segunda vuelta de el Mesías. Era la NBA de la disputa ideológica baloncestística: Por un lado en el Este, entrenadores con una visión más cartesiana basada en el control del juego y en la predominancia de la defensa. En el Oeste sumas de talento que venían a alimentar las ganas por ganar anotando de otro tipo de entrenadores que poblaban los banquillos. Ambas visiones fuertemente enfrentadas e identificadas. Nosotros recuerdo, más en la línea del espectáculo. Ahora miras el palmares y no ha habido tanta diferencia entre Este y Oeste, entre el resultado por una u otra concepción.

Lo que hace especial a aquel partido y que luego salvo en un par de ocasiones más no ha vuelto a igualar, fue la competitividad. Ambos equipos con todos sus jugadores involucrados en sumar la victoria. Y así bajo esa presión fue subiendo el nivel de juego por ambos lados para ir pasando de las acciones festivas y recreativas (que provocaron no pocas pérdidas en ambos equipos) a un partido en serio.

Larry Brown como entrenador del Este apuntaló su libreto frente al más libertario de Rick Adelman cerrando la zona con Dikembe Mutombo. El pivot zaireño se hizo dueño de su canasta ante la batería de talento que mostraba el Oeste atrapando 22 rebotes y bajando con su presencia los porcentajes rivales. Fue decisivo para el resultado final.

Allen Iverson resulto el MVP. El antihéroe gangsta representaba todo lo opuesto a Michael Jordan (y alguno de sus legítimos herederos como Kobe Bryant) y en su tierra lidero la ofensiva del Este encontrando en Marbury, Carter o Ray Allen sus mejores aliados. Por contra, en el Oeste Bryant, Duncan y Garnett hacían de las suyas.

Con el paso de los minutos, los cuartos y los parciales el partido fue ganando en intensidad hasta un último cuarto espectacular. En él el acierto no fue esquivo sino más incisivo aún dejándonos momentos de pasmosa anotación y brillantez en el juego ofensivo que tenía que lidiar con un vigor defensivo máximo.

Y todo ello protagonizado por jugadores reconocibles y con carisma que hoy por hoy no veo en la NBA. No sólo eran buenos (buenísimos) sino que los veías y congeniabas con ellos. Sus orígenes y recorridos vitales pueden que sean los mismos pero la forma en la que aquellos jugadores transmitían no aparece ni por asomo en los grandes totem de la liga hoy en día.

Quizás no sé, estábamos muy melancólicos y nostálgicos como parece propicio el período navideño. Pero frente a sentarme a ver un partido actual me llama la atención, me motiva mucho más, indagar en la memoria y recuperar aquellos maravillosos años donde los jugadores, aún inalcanzables, eran de carne y hueso. Y el baloncesto, aún insuperable, era un deporte por encima del espectáculo, el dinero y la fama. Un juego del que disfrutar botando en la pista, en la consola y disfrutando de la competición.

 

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Esta noche es nochebuena y toca homilía real

 


El discurso del Rey, además de una película estupenda con unas interpretaciones brillantes, es en España, un género periodístico más. Es por supuesto, un momento culmen de la vida política patria. La única ocasión en la que el Jefe de Estado se digna a dirigirse a sus conciudadanos (nos llaman súbditos) y hacer un repaso somero a lo más destacado del año acorde con una visión concreta y muletillas y frases hechas que ya de tanto repetirse, no sólo es que hayan perdido su significado, sobretodo con el deterioro del significante, sino que ya emborrona la dignidad de quien escucha.

En las redacciones periodísticas de este país sobretodo de los medios pro-régimen es imprescindible seguir un guión para edulcorar la figura y sus palabras, mostrar a tono unísono la avalancha de parabienes que lanzan los dirigentes pro-sistema y callar. Callar las voces, cada vez más, de quienes estamos hartos de tanta inmoralidad. Y callar la corrupción y la hipocresía de la casa real.

A mi, a veces me parece que el discurso del Rey es el telonero de la cena familiar de nochebuena. Mejor aún. Como si la sarta de soflamas y lugares comunes del monarca fuera el breefing de los temas a tratar mientras pelamos langostinos y con disimulo profanamos el diseño modernista de las tablas de quesos y embutidos.

Y el de este año promete. Porque esta mierda de año 2020 que ha reventado las costuras de los convencionalismos sociales que teníamos han quedado claras tres cosas: la importancia capital de los servicios públicos como garantes de la democracia (sanidad, educación y servicios sociales) empezando por recuperar de la economía más salvaje todo lo que tiene que ver con el cuidado de las personas, especialmente nuestros ancianos.; la importancia crucial de la ciencia como motor de avance del ser humano; la necesidad urgente de articular una economía social que proteja el medio ambiente y pare la degradación actual y luche contra el cambio climático.

El coronavirus ha tapado las bocas con mascarillas higiénicas pero no oculta un clamor ante la avalancha de noticias que demuestran la falsa moralidad de la monarquía. Mientras el país, y todo el mundo, está pasando una crisis que debería replantearnos la prevalencia del dinero por encima de todo, incluida la vida, la Casa Real emitía comunicados y escondía la cabeza bajo el barro cuando salían a la luz (gracias a ese periodismo que actúa como tal y no como un vasallo, y sobretodo extranjero) todas las corrupciones, comisiones y líos de faldas del Emérito (todavía hay silencio en torno a la parece ser no envidiable vida personal de los titulares en trono).

No tiene que ser fácil ponerte a escribir o casi mejor repetir lo que te han escrito, cuando vives una vida que no tiene nada que ver con la de esos millones, algunos fusilables, a los que te diriges. Porque vives rodeado de abraza-farolas, pesebrederos y compiyoguis que desconocen como se conjuga el verbo trabajar. Porque defiendes un estado de las cosas inamovible que es la única forma de mantener la vidorra que llevas, tú, tu familia y el resto de vividores. Y porque hablas a un público cautivo al que no conoces, porque te lo presentan detrás de cordones de seguridad y lejos de palacio. Si lo conocieras aunque fuera un poquito, entenderías que en esta sociedad, para convencer hay que ejemplificar, no sólo con la palabra, sino sobretodo, con los hechos.


La figura del Rey y la persona de Felipe de Borbón, no valen para presentarse ahora como un mediador o un árbitro que ponga paz y construya puentes. El 3 de octubre de 2017 dinamitó su propia versión apolítica al entrometerse en el fango del independentismo catalán para favorecer la causa centrista. Y el 15 de marzo de este año al día siguiente de que nos viéramos en un Estado de alarma, la monarquía salía por la tangente para separar al actual inquilino de la Zarzuela de las tropelías de su padre. Como si éste no las hiciera siendo Rey, y como si esa herencia envenenada no forme también parte del paquete de corona y palacio.

Por lo tanto, no hay ejemplaridad en la conducta de la familia real, y el Rey no tiene empaque para promover una serie de pactos y actuar como un “destensionador” de la situación política que se encrespa por momentos. Pero hagamos un momento un ejercicio de imaginación y pongámoslo con su traje caro, su nacimiento napolitano de colección y sus fotos familiares delante de la pantalla.

Podría hablar del modelo de estado. No con la imposición de una visión del país que no tiene nada que ver con la verdad de esa España única e indisoluble. Sino con el país que tiene hasta 4 lenguas co oficiales además del castellano. Que tiene más dialectos y realidades culturales significativas que enriquecen todo lo que somos. En definitiva, frente a la opresión a la que ya demostró fidelidad, sitemos con la libertad y con el sentido público de solucionar problemas antes que crearlos y en dejar una solución para los próximos 20 años.

Felipe VI podría dejar de llenarse la boca con la Constitución del 78 y comenzar a ejercerla para hacer una defensa pública sobre los derechos y libertades de todas y todos. Artículos hay que defienden la vivienda digna, el trabajo digno, la igualdad efectiva entre géneros o la aconfesionalidad del estado. Promover con urgencia pactos: contra la violencia machista, por la situación de la vivienda en este país; por la ciencia; por la lucha contra el cambio climático y la defensa del medio ambiente; contra la corrupción y el nepotismo. Por limpiar las instituciones de fascistas sobretodo ejército, fuerzas de seguridad y judicatura.

Podía intentar acercarse a los jóvenes por ejemplo. A universidades o a donde se reúnen los riders. Podía ir a un centro de atención de inmigrantes. O escuchar por videoconferencia a sus compatriotas emigrados por la falta de oportunidades. Podía ir a escuchar las reclamaciones de los jubilados, los parados de larga duración, los agricultores, ganaderos, pescadores, apicultores. Qué les sucede a quienes viven en el entorno rural. Ir e interesarse por la situación en un centro de ayuda a mujeres maltratadas. Le pitarán, abuchearán y alguien le contará a la cara la sinvergoncería de su familia y su institución. Pero eso, también va en el cargo y en la asignación millonaria que recibe cada año.

 

Pero no lo hará. ¿Sabéis por qué? Porque el deleznable estado de las cosas son causas y consecuencias del Régimen del 78, y en él está su figura, su corona y sus privilegios como una dotación presupuestaria creciente y una inviolabilidad judicial, extensible a toda la familia y como hemos ido viendo, a parte de componer un derecho medieval totalmente anacrónico es un insulto a la inteligencia y dignidad del país.


Una institución poderosamente heteropatriarcal se nos dirige esta noche con un paternalismo vomitivo, mientras que no tenemos datos filedignos del respaldo o repudia de su figura y de un modelo de estado donde no sólo se nos impide expresarnos, sino donde ni siquiera nos preguntan sobre la aceptación de la monarquía. Las pocas encuestas privadas marcan un desgaste colosal y la preferencia por un modelo republicano, mientras la oficial, la del CIS, la que pagamos todos, se niega sistemáticamente a preguntar sobre le modelo de estado no vaya a ser que apuntale el declive innegable.

Usados hasta lo pornográfico palabras como convivencia, transición o consenso no son más que epítetos que tratan de reforzar un relato. El de su propia supervivencia como monarca cimentado en una historia que es real porque le puso una corona, pero no es la realidad. No es la verdadera.

Y es que trono y corona son dos regalos envenenados más que nos colaron bajo el ruido de sables en una Transacción que dejó impune una dictadura fascista, el franquismo, que enraizó algunas de sus costumbres más execrables como la corrupción, el autoritarismo, el machismo, la xenofobia y la versión de una España que no ha sido nunca así y que no lo será. El golpismo, el revanchismo y las ínfulas de grandeza de militares trasnochados que vemos hoy en día ganaron músculo en la dictadura pero son lacras propias de la política españistaní.

La monarquía es la clave de bóveda de todo lo que supone el atado y bien atado franquista: el Régimen del 78. Si cae la familia real también caerán los privilegios de la iglesia católica. Se investigarán a todos los próceres del régimen, prohombres de la economía patria que se lucraron con trabajo esclavo y las corrupciones propias de la dictadura. Se caerá la vergüenza nacional que supone la Ley de Amnistía que blinda a los criminales de la dictadura y se podrán ya limpiar instituciones plagadas de fascistas como las fuerzas de seguridad, el ejército y los juzgados.


Esta noche durante la reunión familiar, en persona o como desgraciadamente será más habitual, por videoconferencia o teléfono, el Rey se dirige a la nación. Cuando recordamos a los seres queridos que todos hemos perdido durante esos doce meses, el monarca largará su discurso habitual de palabras huecas y contenidos vacíos. Cuando al acabar la cena, brindemos con vino o un digestivo estaremos viviendo en fraternidad con quienes más nos importa. Nos alejaremos de la crispación y el dolor que causan quienes defienden y veneran tanta indignidad, tanta inmoralidad. Muchos millones de españoles huímos de esta parafernalia, de esta homilía rodeada de fascismo. No hay mayor desprecio que no dedicar, no perder, un minuto en ellos. Mañana habrá que seguir luchando para recuperla. 

 

Feliz noche a todas y todos.

domingo, 25 de octubre de 2020

El Estado de Alarma para surfear la segunda ola

El presidente del Gobierno tras Consejo de ministros extraordinario ha decretado un nuevo Estado de Alarma para 15 días -lo que viene expuesto en la Constitución- con visos a mantenerlo hasta el mes de mayo, en razón a pasar el invierno y la época que se supone de mayor incidencia en los hospitales. Por dentro pasarán las Navidades, casi todo el curso escolar y en definitiva más de medio año con el fin último de mantener a raya la curva de incidencia de la pandemia. Bajar los contagiados, los hospitalizados y los fallecidos. Y por supuesto ayudar en el alivio a un sistema sanitario español que ya presentaba antes de la COVID suficientes síntomas de agotamiento y fractura y que en esta segunda ola vuelve a sufrir los desvarios de políticos y gestores y las criticas de pacientes y usuarios.

El Estado de Alarma viene como condición previa a la toma de responsabilidades y decisiones de las Comunidades Autónomas. Estas habían pedido ya la intervención estatal, primero en forma de garantía judicial para controlar la explosión de casos. Pero también, y mucho más significativo, para tratar de superar la situación con el apoyo del gobierno estatal. Escurrir el bulto de su inoperancia es también un objetivo marcado por los gobiernos autonómicos. La primera medida ya aprobada es el toque de queda entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana.

En medio quedamos la población. Por un lado una mayoría de personas que desde marzo nos hemos tomado todo esto en serio. Cambiando nuestra vida. Restringiendo contactos. Eliminando viajes. Planificando salidas para lo estrictamente necesario, en algunos casos únicamente trabajo y compras de subsistencia. Ahora y desde hace unas semanas viviendo ya en un auto-confinamiento, convencidos de que es la única manera de mantenerse libres de la enfermedad y dar un respiro a la sanidad pública.

Ahora sufriremos las condiciones de un estrechamiento de la movilidad personal provocado en una buena parte por la actitud irresponsable de los liberticidas que no han comprendido lo que ha estado sucediendo. Que han puesto por encima su privilegio a la fiesta, a sus cañitas y sus viajes por encima de la salud general de la población. 

Muchos ya sabíamos que la deriva ultra liberal de la sociedad nos lleva a comportamientos donde el egoísmo y la vanidad son el motor de las vidas. Donde el apego a una supuesta libertad que no es más que un privilegio quedaba por encima del bien común. La irresponsabiildad y la irracionalidad de unos pocos frente a la resignación y saber estar de la mayoría que sufrimos y sufriremos ahora. Un relato en estos meses trufado de fake news y bulos; de negacionistas y clases pudientes; de trabajadores y de ERTES.

Este giro de tuerca en la nueva normalidad puede ser el paso previo a un nuevo confinamiento. Es la última medida antes de tomar mayores responsabilidades por parte de unas administraciones que han visto como el tibio control de la situación de finales del verano se ha desmoronado en cuanto han bajado las temperaturas, han llegado los colegios y universidades y se han mantenido las quedadas y fiestas como si nada pasará. Como si nada hubiera ocurrido.

Y buena parte del actual y futuro colapso del sistema sanitario patrio viene porque ninguna de las autoridades sanitarias de éste país han acabado de poner los recursos necesarios e imprescindibles para abordar el advenimiento de la segunda ola.

El número de nuevas camas de UCI -con su personal correspondiente- que se han instalado en éste país desde junio es 0. Son las Comunidades Autónomas quienes tienen las competencias y responsabilidad en la materia y lejos de hacer una apuesta clara por la sanidad pública y la salud de sus conciudadanos han mantenido la línea previa, aunque eso suponga deshacerse de plazas de sanitarios en plena pandemia mundial.

Tampoco en los sistemas de transporte, ya fueran públicos colectivos o privados, se han puesto medios para que la recuperación de una vida normal, no expusiera a los millones de trabajadores en su día a día. Las empresas, empezando por las públicas de la administración, han tenido bastante manga ancha para hacer y deshacer a su antojo en materia de prevención.

El Gobierno central, por más que Ministro y responsables técnicos, han llamado a la mesura y la preparación tampoco ha apretado las clavijas convenientemente. Primero porque ya en marzo y abril dejó a la sanidad privada haciendo negocio. Fue necesaria (y lo será) la nacionalización de los recursos de las clínicas y seguros privados y no se hizo. Más allá de los requerimientos de contratación de rastreadores no se ha apretado a las regiones en reforzar la sanidad pública con más personal especialmente en la atención primaria. Y además, dentro de esa línea de salvar la economía, mientras se abrían fronteras al turismo del norte de Europa, se permitía a los bares y al ocio nocturno hacer de su capa un sayo y se hacia un llamamiento a la población para que consumiera y le diera al frasco como si nada hubiera pasado.

Y esta es mi principal crítica a la actuación del gobierno central: Haber sido extremadamente tibio en las fases de desescalada permitiendo a Madrid ir saltándoselas cuando no cumplía lo prometido. Eso ha lanzado un mensaje de materia superada” al coronavirus y a una población, donde especialmente los jóvenes, han demostrado estar fuera de la realidad. Los comportamientos este verano y estos meses de septiembre y octubre han sido bochornosos y dantescos. Aunque probablemente no sean la mayor causa de contagios del coronavirus en esta segunda ola de la pandemia, si que han estimulado un estado de opinión sobre la irresponsabilidad de muchos de estos comportamientos y de la inteligencia emocional de sus protagonistas.

Al virus no se le venció en junio, como tampoco será vencido ahora en noviembre. Queda mucho para mayo pero no pinta bien para que en ese momento podamos decir que hemos acabado con el coronavirus. Lo único cierto, y es algo que no ha cambiado por lo anunciado esta mañana, es que tenemos que cuidarnos. Evitar contactos peligrosos. Aglomeraciones. Usar la mascarilla y hacer uso efectivo de la distancia social.

Si hay que salvar la economía, primero tenemos que salvarnos las personas.

lunes, 12 de octubre de 2020

No es mi fiesta


Hoy es 12 de octubre, Día de la Hispanidad, fiesta nacional de España. Y no es mi fiesta. Porque éste día que ya durante la transacción se llego al acuerdo de mantenerlo como fiesta nacional no ha cumplido su objetivo. Porque en el camino de institucionalizarla para que sea vivida con respeto y orgullo, dentro de la pluralidad que tiene el estado, sistemáticamente se convierte en una fiesta exclusiva. Carece de ese sentido inclusivo para que todas y todos nos sintamos un mínimo cómodos, y sobretodo y más importante, nos reconozcamos como iguales y convencidos de vivir en un estado que nos garantiza nuestros derechos y dignidad.

Se celebra en Madrid (enfangado en su ciénaga propia y en estado de alarma) ahondando en el centralismo autoritario del estado español. La inclusión de las regiones y sentimientos de pertenencia regionalista o nacionalista quedan excluidos. Las banderas de las Comunidades Autónomas ni aparecen. Se impone una visión de España que no se corresponde en absoluto con la realidad y que hace que muchos la vean y al sentimiento patriótico español como una opresión y una limitación de su libertad e identidad.

Desfilan el ejército, la Guardia Civil y la policía nacional y la bandera con el Rey saludando como jefe del estado y coronel de los tres ejércitos. Los jueces y fiscales también tiene su espacio. Los cientos de miles de trabajadores del estado, ya sean médicos, profesores, bomberos o administrativos no cuentan. El resto de clase trabajadora es ignorada. Sólo tienen el privilegio de "desfilar" unos cuantos limpiadores que limpian las deposiciones de los caballos del regimiento de caballería y de la cabra de la legión. Las autoridades políticas, representantes de la soberanía popular permanecen en segundo grado.

Sólo destacan las de la izquierda que reciben los abucheos e insultos de los espectadores que acuden en masa al clamor patriotérico para hacernos ver a todos y sobre todo a ellos mismos, que esa es su fiesta, que es su día y que España es su cortijo. Nosotros no pintamos nada y a lo único que aspiramos es a servirles sin rechistar o a ser abono en las cunetas.

Esta falta de respeto y sentido democrático lo es a todos los españoles que lo somos tanto, y seguramente más si nos guiamos por la aportación tributaria de unos y otros, que ellos. Las protestas son parte de la democracia, pero no el insulto, la mentira y la humillación sistemática de los otros.

En estos últimos años se ha procedido a un blanqueamiento del fascismo y del franquismo que tiene su consecuencia en el auge de Vox, una ultraderecha sin complejos que azuza los vientos de odio y que tenemos que parar entre toda la clase trabajadora. La han aupado los medios y la derecha oficial del estado, en el PP, absolutamente desnortada y arrasada por la corrupción y su inoperancia en la recuperación de la crisis económica que sólo ha traído recortes y mayores desgracias para el grueso de la población. Y que ahora en la crisis del coronavirus no sólo se muestran incapaces de gestionar sus responsabilidades, sino que se niegan a dar una imagen de unidad y consenso frente a un enemigo externo. Son asi de miserables.

Sin embargo, el 12 de octubre sistemáticamente los mayores insultos se los lleva la izquierda, más si está en el gobierno, porque al fin y al cabo son las gruppies del franquismo las que glosan este día (y también el 20 de noviembre) recuperando una visión distorsionada de la historia con un relato que legitima el estado de las cosas entre ellas la violencia, la corrupción, la falta de democracia y de dignidad para millones de personas.

La bandera no es sólo de ellos, pero si que lo es una visión rancia, caduca y deformada de lo que es nuestro país y cuando se apropian de un trozo de tela, es inevitable que quienes pensamos, deseamos y creemos en un país mejor con futuro y cabida para todas y todos denostemos esa bandera y este día.

Aquí no se trata de adoctrinar, sino de impedir que nos adoctrinen. No se trata de erigirse como poseedor de una única verdad, pero si de manifestar que una democracia moderna está, tiene que estar, abierta a la crítica y la sátira. Cuando un humorista se suena los mocos con la bandera o cuando una afición de un equipo abuchea el himno, nos podemos quedar en lo simbólico o entrar en lo que se está expresando: Ni más ni menos que el hartazgo con un modelo de país y unas actitudes cainitas, corruptas y soberbias que nos lastran y nos impiden avanzar.

En esta edición esta democracia con dos reyes va a tener a uno huido de la justicia en un país que sistemáticamente incumple los derechos humanos y funciona como una monarquía totalitaria medieval. Entre los sátrapas saudíes el ciudadano Juan Carlos se siente como en casa. El otro muestra una afinidad indisimulada y bochornosa con la extrema derecha y con esta visión de la España única, rancia y retrógrada. Le molesta mucho cuando una bandera no se despliega al aire correctamente pero no se muestra incómodo ante los deshaucios, los expedientes de regulación de empleo, el drama de la España vaciada, los asesinatos machistas, la pobreza o las muertes en las residencias de ancianos, todos ellos sus conciudadanos antes que súbditos. Ambos representan una familia trufada de corrupción, mentira e inmoralidad. Y estos valores se trasladan al trono, a la institución de todos los españoles, que representan y que nos presentan ante los demás. Un trono sustentado por el dinero del franquismo, pero también de dictaduras extranjeras como los príncipes de los Emiratos o el sha de Persia y con la injerencia de la CIA interesada en un mundo a su medida de estados vasallos que le deban sumisión. Esta es la legitimidad de la monarquía y no es para sentirse orgulloso si se es patriota.

La Ley Mordaza sigue vigente y oprime y castiga a la población civil que disiente del estado de las cosas y que nos avergonzamos en este país corrupto, hipócrita y sin futuro. La policía golpea en los barrios humildes y trabajadores, mientras aplaude las banderas franquistas en las manifestaciones de las clases pudientes. Y hoy se supone que tenemos que celebrar con ellos.

Las víctimas de la pandemia tendrán su momento de recuerdo como también las han tenido las víctimas del execrable terrorismo etarra. ¿Y las víctimas del 11M o del atentado de Barcelona?. ¿Y las víctimas del terrorismo fascista o de la violencia policial?. ¿Y las víctimas de los accidentes de tren, avión o el de Metro de Valencia?. ¿Y las víctimas de violencia machista?. ¿Y las víctimas que han muerto o quedado heridas en el trabajo en accidentes laborales y enfermedades profesionales?. Si fuéramos un país a celebrar hoy también tendrían su espacio.

Sin embargo tendremos el ruido y la furia de una visión de país que no me representa, ni a mi ni a millones, la mayoría de la población que vivimos en España y que legalmente somos españoles. Y esa es la verdadera tragedia de España. La carencia de memoria, historia, dignidad, humildad y de futuro que tenemos. De conocernos a nosotros mismos y en nuestra diversidad. Con empatía y con ánimo de aprender y compartir. Y los que nos sentimos mal por este estado de las cosas no sólo no estamos representados en la parafernalia retransmitida por los medios. Es que estamos expulsados y los símbolos identitarios del estado como bandera, himno, fiesta o jefatura del estado se usan como armas hacia el que no piensa igual.

Por eso duele España y por eso es imposible sentirse hoy de fiesta por más que deseemos un país mejor para todas y todos.


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