Parking de la Pedriza en la Sierra Norte de Madrid, atestado de coches el pasado sábado. Imagen de los Agentes Forestales de la comunidad y compartida por el 112 de Madrid.
“Lo
que ha relevado esta pandemia es que la salud gratuita, nuestro
estado de bienestar, no son costos o cargas, sino bienes preciosos
[…] y que este tipo de bienes y servicios tienen que quedar fuera
de las leyes del mercado”
“Europa
debe actuar unida y evitar dos peligros; el primero es el
nacionalismo, pues el virus no tiene pasaporte […] el segundo es el
individualismo. Sólo si estamos unidos y decimos “nosotros” en
lugar de decir “yo” superaremos el desafío”.
Los
dos párrafos anteriores y entrecomillados los podía decir yo o ya
están dichos y
recogidos en este blog desde 2006. Sin embargo, ambos forman parte
del discurso televisado a la nación de Enmanuel
Macron, Presidente de la República Francesa
del pasado viernes 13 de marzo.
Que
sea el mayor prototipo de nuevo político, joven, liberal y moderno
quien haga estas declaraciones y firme un comunicado a la nación tan
trufado de socialismo, apego a la colectividad y convencimiento en el
modelo
de estado del bienestar,
nos sirve en entre otras cosas, para poner en su lugar el momento
histórico que estamos viviendo. No
puedo también pensar que no sea más que un mero retoque de
populismo y marketing de campaña, ya que hasta que no se ven efectos
en las políticas que defiendan lo de todos, ya hemos aprendido que
uno no se puedo fiar, pero no deja de ser sintomático para con
el momento actual.
La
crisis del coronavirus
me
servía el viernes para presentar éste maldito virus del neoliberalismo propagado en las mentes de la población anulando los
impulsos primarios de colectividad, trabajo en equipo, solidaridad y
empatía. Sólo 48 horas de confinamiento bajo el Estado
de Alarma decretado por el Gobierno,
confirman todas mis palabras y alimentan mi lucha contra un modelo
económico y social, que nos despoja de lo que durante milenios y
generaciones ha sido el engrudo de las relaciones personales y con
ellas del avance de la humanidad hacia cuotas increíbles de progreso
y felicidad.
Esta
pandemia pone en cuestión “nuestra” manera de vivir de las
últimas décadas -en Occidente se entiende-. Los que no pueden o no
saben quedarse en casa. Los que necesitan la relevancia y aceptación
todos los días en su trabajo, su grupo de amigos, de desconocidos…
Y
no han hecho falta más que unas pocas horas para demostrar lo
perverso y antisocial de un modelo egoísta y antinatural.
Hay
que decir, de manera evidente, que una mayoría de la población ha
seguido las recomendaciones de las autoridades y se ha quedado en su
casa. Ha comprado con inteligencia y sensibilidad, sin dejarse llevar
por la histeria y el miedo, y ha adaptado su agenda y vivienda para pasar estos
días en familia.
Pero
las lacerantes imágenes de zonas turísticas, playas, montañas y
pueblos llenas de turistas y residentes de segunda vivienda suponen
un insulto a la inteligencia. Un cabreo más que justificado por esa
muestra de irresponsabilidad, de inseguridad y de ombligüismo
cuñado que tiene graves consecuencias tanto para la salud de todas y
todos, como en la imagen de país y sociedad que tenemos que dar.
Ese
individualismo, del
que siempre dan ejemplo
los Aznar (recordar ese “A mi no me dices tú, las copas que tengo
o no que beber”, o como se iban a un spa tras la mayor tragedia en
un aforo en los últimos 30 años, y
ahora huyendo a su macro chalé en Marbella) ha provocado que miles
de residentes
en Madrid
salieran despavoridos a sus residencias de veraneo o
lugares de origen,
exportando el virus a playas y pueblos donde siempre queda la
población mayor, especialmente vulnerable a las consecuencias del
COVID-19.
Han
demostrado con esa actitud bochornosa y criminal la farsa que es el
neoliberalismo, la mayor patraña ideológica de la historia de la
humanidad. Humanidad que no hubiera jamás alcanzado las cuotas de
progreso y bienestar sin trabajar en equipo como parte de un todo,
social y endémico, como cualquier experto antropólogo e historiador
nos puede decir.
Llevamos
poco más de dos días confinados en nuestros hogares, siguiendo las
directrices marcadas por el Estado
de Alarma
y hay varias cosas que siguen quedando claras. La primera de ellas es
que más allá de estos primeros 15
días de confinamiento
se va a ampliar el plazo, toda vez que seguiremos dolorosamente
alcanzando topes en contagiados y fallecidos hasta dentro de 5 o 6
días cuando se empiecen a notar los efectos de las medidas
restrictivas.
Es
recluidos en nuestros hogares donde estamos volviendo a construirnos
como sociedad sana y
fraterna, cuyos
miembros se
ayudan en sus peores momentos y salen desde la solidaridad y la
empatía hacia adelante anteponiéndose ante todo.
Frente
a eso, frente al grueso de la población que con estoicismo y buena
voluntad llevamos el día a día, está el líder de la oposición
haciendo electoralismo de baja estofa o Donald Trump queriendo hacer
negocio con una supuesta nueva vacuna. Desde luego hay cosas a
mejorar en la gestión gubernamental, pero no es ahora el momento de
poner palos en las ruedas y mucho menos de buscar réditos
electorales. Quizás el problema sea que en éste país la respuesta
a las crisis anteriores siempre las han llevado corruptos y
mentirosos, y quizás, todavía no estemos acostumbrados a que nos digan la verdad y dejen hablar a los responsables técnicos y cientificos.
Faltan
más medidas muchas de ellas económicas. Se hace fundamental cerrar
las bolsas y los mercados especulativos que están haciendo fortuna
con las posiciones en corto a costa de la salud de la clase
trabajadora. Las ganancias de unos pocos pueden provocar las pérdidas
de muchos, e incluso antes que Europa, el Gobierno tiene que asegurar
la supervivencia de los valores para el bien andar de la economía
patria.
Queda por ver si en un escenario como el actual el pago de la deuda que sigue siendo el mantra que "su" Constitución nos impone debe seguir siendo la prioridad económica. O quizás dejarla de lado, ojala de manera definitiva, y dedicar más y más recursos a la Sanidad y la ciencia. Reclamar y recuperar los más de 70.000 millones que nos deben los bancos y meterlos en la economía real de la gente.
Es
necesario estipular ya de manera inequívoca y firme los sectores
productivos que han de mantener su actividad para mandar a todos los
trabajadores que no son imprescindibles en la lucha contra esta
enfermedad y el abastecimiento y cuidados, a sus casas y así evitar
las aglomeraciones en los centros de transportes y trabajo.
Y
con ello tienen que venir las medidas de índole económica para
salvaguardar la capacidad adquisitiva del grueso de la población así
como la garantía de que una vez pasada la situación de pandemia,
podamos resolver la
crisis y estafa económica.
No podemos simplemente porque usen la excusa del coronavirus dejar
que nos vuelvan a colectivizar todas las pérdidas.
Tampoco
estaría de más ya que el uso de la energía, las telecomunicaciones,
el agua corriente o el gas va a aumentar en los hogares que desde el
gobierno se congelaran los precios de estos servicios o mejor aún se
pusiera un límite -el de la última factura abonada por ejemplo-
para evitar un enriquecimiento excesivo de las distribuidoras de
estos servicios. Lo digo, porque ya nos conocemos todos.
Pero
mientras estas medidas llegan y se cumplen otras -bravo por el
alcalde de Madrid haciendo lo que tiene que hacer-, son encomiables
los reconocimientos al personal sanitario de la Sanidad Pública en
forma de aplausos desde los balcones las dos últimas noches.
Aplauso
extensible a todos los colectivos trabajadores que están haciendo
horas extra e indudables esfuerzos para que todo siga funcionando
bien que mal hoy. Aquí, recuerdo que están muy bien estos aplausos
y agradecimientos, pero ahora que parece que ya valoramos lo que
supone una Sanidad
Pública
de calidad (y una educación y unos servicios sociales) votemos a los
que la defienden y tratamos de ampliarla, dejemos atrás a los que
tratan de desmontarla y hacer negocio con ella y apoyemos a los
trabajadores sin fisuras cuando hacen huelgas y protestas para
mejorar sus condiciones laborales y profesionales.
La
crisis del coronavirus está dejando claro que nos va la vida en
ello.