martes, 31 de marzo de 2020

Día 16 de confinamiento. Z, de Costas Gavras


 

"Cualquier parecido con hechos reales, y personas vivas o muertas, no es accidental. Es INTENCIONADO."
La frase anterior es la presentación, clara, directa y sin concesiones de Z, la película franco-argelina del cineasta griego Costas Gavras del año 1969 y que le valió entre otros premios el del jurado del Festival de Cannes y el de mejor película en lengua extranjera de los Globos de Oro.
Basada en la novela de Vassilis Vassilikos, con un guión escrito a medias entre Jorge Semprún y el propio director, y ambientada en una ciudad anónima que representa a Salónica, narra en clave ficticia el asesinato del líder demócrata Grigoris Lambrakis acaecido en 1963. La película entonces se afana en mostrar la brutalidad de los mecanismos de poder, tanto populares como administrativos, que acabarían desembocando en la sanguinaria Dictadura de los Coroneles que martirizó a Grecia durante siete años. Z, supuso para Costa-Gavras un inmenso éxito internacional, que no se ha visto cerrado en su continua filmografía durante ya más de 50 años y que tuvo como último hito en su laureado palmares el premio Donostia del festival de San Sebastián.
Acostumbrados y hartados al cine de superhéroes se hace necesaria la tarea de buscar y visionar películas que te dejen algo más, que trasciendan, al mero hecho de verlas y abran debate tanto interno como externo. Y Gavras, como Fernando León y Ken Loach, no oculta sus intenciones, ni su ideología. Trata de hacernos ver la realidad del mundo, con un prisma determinado si, pero uno en el que es fácil identificarse puesto que da voz a los oprimidos y a la clase trabajadora, además de desenmascarar y exponer en sus vergüenzas las corrupciones y fascismos.
Para Costas Gavras todo cine es político incluido al que hacía referencia antes de superheroes, porque hacer cine es hacer política, como hacer arte, cualquier tipo de arte también es política. Es lanzar un mensaje de un sentido u otro, pero con una intención de soliviantar al individuo y al colectivo en su moral y su discurso. Esas películas de palomitas, superheroes y dioses musculados que vienen a salvar al mundo también lanzan su mensaje político, concretamente, el de quédate en casa, tranquilo, consumiendo y deja que seamos los profesionales, los ricos, los que salvemos el mundo y de paso a ti también.
Sin embargo, Gavras propone que seamos nosotros mismos los que tomemos las riendas de nuestra vida, y por ende de la sociedad. Que seamos activos, revolucionarios con el estado de las cosas que se convierte cada vez en más y más opresivo. Para ello es indispensable la información, la cultura y su expresión como mensajero de ideas y también, cómo no, como transmisor de historias. Narrador de cuentos y fábulas que nos orienten. Que despierten y activen la capacidad del ser humano y sobretodo de la clase trabajadora para mejorar el mundo en el que nos toca vivir.
En una situación como la que vivimos, de confinamiento por una enfermedad, con sonoros silencios, con muchas dudas e incertidumbres pegarse a una película, o serie, o libro y poder discurrir más allá de lo evidente es un ejercicio sano y vital. Fácil hoy en día en lo técnico; a veces, imposible en la rutina que nos imponen.
Cincuenta años después Z, como todas las películas de Costas Gavras, es una cinta dinámica y atractiva. Narra con idealismo y furia las técnicas de opresión, las mentiras, la violencia ejercida desde arriba por elementos fácticos de poder (ejército y burguesía). El director lucha contra la hipocresía, la censura y la opresión, convirtiendo una película de 1969 (con los usos y dejes propios de la época) en una película atemporal. Una obra cinematográfica actual capaz de impactar y fascinar a partes iguales.
Como recomendación vean Z. Y disfruten de todas las obras que Gavras nos ha puesto delante todos estos años.


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