"Cualquier
parecido con hechos reales, y personas vivas o muertas, no es
accidental. Es INTENCIONADO."
La
frase anterior es la presentación, clara, directa y sin concesiones
de Z,
la película franco-argelina del cineasta griego Costas
Gavras
del año 1969 y que le valió entre otros premios el del jurado del
Festival de Cannes y el de mejor película en lengua extranjera de
los Globos de Oro.
Basada
en la novela de Vassilis Vassilikos, con un guión escrito a medias
entre Jorge Semprún y el propio director, y ambientada en una ciudad
anónima que representa a Salónica, narra en clave ficticia el
asesinato del líder demócrata Grigoris Lambrakis acaecido en 1963.
La
película entonces
se afana en mostrar
la brutalidad de los mecanismos de poder, tanto
populares como administrativos,
que acabarían desembocando en la sanguinaria Dictadura
de los Coroneles
que martirizó
a Grecia durante siete años. Z,
supuso
para Costa-Gavras
un inmenso éxito internacional, que
no se ha visto cerrado en su continua filmografía durante ya más de
50 años y que tuvo como último hito en su laureado palmares el
premio Donostia del festival de San Sebastián.
Acostumbrados
y hartados al cine de superhéroes se hace necesaria
la tarea de buscar y visionar películas que te dejen algo más, que
trasciendan, al mero hecho de verlas y abran debate tanto interno
como externo. Y
Gavras, como Fernando León y Ken Loach, no oculta sus intenciones,
ni su ideología. Trata de hacernos ver la realidad del mundo, con un
prisma determinado si, pero uno en el que es fácil identificarse
puesto que da voz a los oprimidos y a la clase trabajadora, además
de desenmascarar y exponer en sus vergüenzas las corrupciones y
fascismos.
Para
Costas Gavras todo cine es político incluido al que hacía
referencia antes de superheroes, porque hacer cine es hacer política,
como hacer arte, cualquier tipo de arte también es política. Es
lanzar un mensaje de un sentido u otro, pero con una intención de
soliviantar al individuo y al colectivo en su moral y su discurso.
Esas películas de palomitas, superheroes y dioses musculados que
vienen a salvar al mundo también lanzan su mensaje político,
concretamente, el de quédate en casa, tranquilo, consumiendo y deja
que seamos los profesionales, los ricos, los que salvemos el mundo y
de paso a ti también.
Sin
embargo, Gavras propone que seamos nosotros mismos los que tomemos
las riendas de nuestra vida, y por ende de la sociedad. Que seamos
activos, revolucionarios con el estado de las cosas que se convierte
cada vez en más y más opresivo. Para ello es indispensable la
información, la cultura y su expresión como mensajero de ideas y
también, cómo no, como transmisor de historias. Narrador de cuentos
y fábulas que nos orienten. Que despierten y activen la capacidad
del ser humano y sobretodo de la clase trabajadora para mejorar el
mundo en el que nos toca vivir.
En
una situación como la que vivimos, de confinamiento por una
enfermedad, con sonoros silencios, con muchas dudas e incertidumbres
pegarse a una película, o serie, o libro y poder discurrir más allá
de lo evidente es un ejercicio sano y vital. Fácil hoy en día en lo
técnico; a veces, imposible en la rutina que nos imponen.
Cincuenta
años después Z, como todas las películas de Costas Gavras, es una
cinta dinámica y atractiva. Narra con idealismo y furia las técnicas
de opresión, las mentiras, la violencia ejercida desde arriba por
elementos fácticos de poder (ejército y burguesía). El director
lucha contra la hipocresía, la censura y la opresión, convirtiendo
una película de 1969 (con los usos y dejes propios de la época) en
una película atemporal. Una obra cinematográfica actual capaz de
impactar y fascinar a partes iguales.
Como
recomendación vean Z. Y disfruten de todas las obras que Gavras nos
ha puesto delante todos estos años.