domingo, 22 de marzo de 2020

Día 8 de confinamiento. Azota el pesimismo



El Gobierno acaba de anunciar que el período de confinamiento se amplía 15 días más, llegando como parecía inevitable al 5 de abril. Ya venían voces autorizadas clamando no sólo por éste período, sino por hacer más agresivas las medidas de cierre de los principales focos (Madrid, Euskadi y La Rioja) y también el paro total de toda la actividad económica, salvo la ligada íntimamente a los cuidados y a la sanidad.
Se empiezan a convertir en tediosos los días y sobretodo en fin de semana cuando apetece por costumbre y por necesidad, salir al campo y hacer deporte al aire libre.
Las administraciones y la sociedad tratan de luchar contra el avance de esta enfermedad que por lo que sea (se necesitan y necesitarán hechos explicados por las ciencias) en el Mediterráneo está causando más estragos que los que provocó en China en su origen.
Es insostenible un confinamiento a medio gas para no herir a las clases propietarias. No es concebible que mientras se pide a la gente que se quede en su casa el país quiera seguir fabricando cosas que nada tienen que ver con la sanidad y los cuidados. Si ha cerrado el turismo, a qué esperamos a parar toda la productividad. Es que no hemos entendido la excepcionalidad que vivimos.
Ahora que los test de detección y las sanciones por saltarse el confinamiento se extienden ya llegan también estudios sobre la realidad de la curva de infectados y fallecidos (dolorosamente estamos a un mes vista de su cenit) y ya ha llegado el momento de ordenar un cierre total. Y con el la inversión para rescatar a las personas a por lo menos la misma cantidad que entre 2009 y 2013 supuso “salvar a los bancos”. Porque aquel salvamento se hizo a costa de lo que hoy necesitamos: camas, médicos, enfermeros, hospitales...


Hay quien dice que tras esta crisis del coronavirus vamos a salir muy distintos. Que habrá un cambio social. Que nuestra perspectiva será diferente. Perdonadme por sentirme pesimista pero yo no lo veo así. Me parece evidente que el individualismo, el consumismo y el ultra liberalismo no sólo no se discute, sino que se va a potenciar.
No me extraña que el capitalismo no se discuta, pero me enferma la defensa consciente e inconsciente del neoliberalismo. Y de quienes lo han ejercido destruyendo todo el estado del bienestar. De esta patraña ideológica que ha desnudado hasta los raquíticos huesos a todo el sistema social. Sanidad, educación, cuidados, servicios sociales… que han sufrido años y lustros de adelgazamiento del personal, de los recursos, de las infraestructuras. De todo lo que compone un país y de todo el armazón administrativo e institucional que favorece no sólo el bienestar de las personas, tanto como individuos, como colectividades, sino sobretodo, de la igualdad, la justicia social y la libertad. Esos “supuestos” pilares de la democracia.
Durante años y legislaturas el bipartidismo y los medios de comunicación pro sistema han apostado todo al neoliberalismo. A una teoría económica impuesta desde arriba que no se discutía y que no tenía alternativas. Bajo ella se ha desmontado la Sanidad Pública y hoy que la necesitamos y exigimos al máximo de su capacidad comprobamos con dolor que no llega a satisfacer la demanda real. Ese dolor también es convencimiento en los que llevamos años diciendo que esto no podía ser. Que estaban destrozando todo lo que tenemos en común y todo lo que son derechos para convertirlo en privilegios privatizados. De esto se hablaba el 15M. ¿No os acordáis? Por supuesto no hay ningún medio de comunicación, de intoxicación, de masas que recuerde aquellos días.
Ahora con las autoridades pidiéndonos que nos quedemos en casa el egoísmo y la idiotez se abrazan como se puede ver en cada supermercado. No quiero ni imaginar como será el día después de que termine el confinamiento. Ni la semana siguiente. El caos y la barbarie van a causar estragos en una locura de compras compulsivas de absolutamente todo. Se van a atascar las ciudades, los centros comerciales y ahí si que van a faltar bienes, muchos de ellos necesarios y básicos para muchas personas.


Y vivir en éste país no ayuda. Las dos españas se vuelven a partir la cara desde los balcones y sobretodo los medios y las redes sociales. Ahora todo son guerras a cacerolada limpia, enfrentados cuando más unidos habría que estar. Me producen profundo asco quienes se quejan del actual gobierno -que tiene sus errores, evidente, pero no lo olvidemos, todavía no ha ejercido unos presupuestos generales propios-. ¿Qué esperaban? ¿Qué prefieren? ¿A los que nos mintieron en el 11M, en el Yak42, en el accidente del Metro de Valencia, en el Prestige, los que trajeron el ébola al país?
Esa falta de responsabilidad y sobretodo de reconocimiento de lo evidente, de los datos científicos e históricos. No puede ser que no se reflexione, incluso confinados en los hogares y todo se convierta en metralla para lanzar al oponente ideológico. Es un absurdo. Me enfurece y me agota éste país.
Muchos queremos y no sólo por un capricho cambiar este modelo social y económico. Es necesario construir una sociedad más justa, equitativa y solidaria que favorezca una economía en la que no se deje a nadie atrás y se garanticen sus derechos humanos, por ende un medio ambiente con futuro y mejor. Pero eso no se va a hacer si no existe una presión social. En cambio, con nuestros cuerpos ya libres de confinamientos, pero con nuestras mentes huérfanas y encerradas en convencionalismos liberales, lo que va a venir es un sistema más autoritario. Y con él más desigualdad, más y peores crisis, más sufrimiento.


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