lunes, 30 de octubre de 2017

Techo y comida



Anoche RTVE a través de La2 en su espacio dominical de Versión Española estrenaba la película Techo y comida, obra de 2015 ambientada en un barrio de clase trabajadora de la Jerez de la Frontera de 2012 -si es que es separable de la actual- en plena etapa de despiadadas consecuencias sobre las clases populares de crisis o mejor dicho estafa económica de 2008. O peor aún, en el momento en el que se vendía una supuesta recuperación que jamás, ni en el 12, ni el 15, ni ahora ha llegado al conjunto de la población.
La película muestra gracias en gran medida a la tremenda interpretación de Natalia de Molina en el papel protagonista de Rocío, los dramas y vicisitudes que tiene que afrontar en soledad una joven madre soltera, en paro, al borde del desahucio, atacada por los estigmas sociales de la pobreza en su camino hacia la exclusión social.
El guión es de Juan Miguel del Castillo quien también la dirige, componiendo de manera firme una Ópera prima de áspera realidad que en su conjunto compone una bola difícil de tragar por la crudeza que retrata el drama y tragedia de una familia que podía ser la mía, la tuya o la de la vecina del primero, pese a que nos tapemos los ojos con la pantalla del móvil de última generación y el resto de los sentidos bajo un individualismo atroz.
El dibujo es así un drama social que se convierte cada vez más y más crudo y desalentador, a la vez que indigno al ver como la protagonista se come en soledad el fracaso de su constante lucha por sacar adelante a su hijo de 8 años y un hogar donde comienzan a fallar los suministros básicos: la luz, enganchada a la toma de una vecina amable, solidaria y comprensiva; el calor sustituido por el gesto de los brazos cruzados sobre el pecho para cerrar una humilde rebeca; o en el hambre de la madre, que da todo lo que puede para su hijo, que también padece de manera inconsciente los estragos de la situación.
El autor escribe y filma con realismo la realidad diaria en la lucha de la madre, muchas veces cámara en mano, jugando así en la fina línea entre la ficción dramática, cuasi trágica, y el documental social. Es la mejor forma para que el espectador empatice, salga de su burbuja probablemente acomodada y se incomode en su butaca o su sillón ante las penurias que sufre una persona, que podía ser cualquiera. Incluso puede que sea alguien, o varias familias, muy cercanas a la nuestra, y no seamos capaces de identificarlo y socorrerlo.
La acumulación de situaciones narradas es a la vez la pérdida de dignidad progresiva de Rocío, quien baja escalones en su amor propio con tal de mantener el progreso y la felicidad de su hijo.
En total tenemos una obra necesaria y brillante. Una áspera crítica social, tanto en la parte evidente (corrupción, recortes, privatizaciones y neoliberalismo reciben en todo momento justa crítica con las intervenciones de personajes secundarios) y también de manera más escondida el individualismo, la falta de empatía y solidaridad y el estado de las administraciones, lastradas por años de corrupción y nepotismos incapaces de dar respuestas a problemas colectivos ni de forma individual, ni tampoco social.
Sin duda, una película para observar y reflexionar. Una obra necesaria y enriquecedora. Pero, ¿para quién? ¿cuál es el público objetivo? ¿llega a él? ¿o por el contrario es otra suma más de un tipo de cine o de expresión cultural que no enfanga al total de la ciudadanía?
Mientras veía la película me encabronaba por el estado de las cosas que han traído situaciones como las narradas. Volvía a indignarme. Volvía a rabiar por como está todo y sobretodo po lo difícil que es cambiarlo. Y pensaba que es tan difícil porque a dos de cada tres -por lo menos- lo que cuenta esta película se la trae al pairo.
A la gente, en general e ignorancia, la vida real, dura, cruda y degradada de sus convecinos les importa una mierda. Que exista un problema de vivienda, o que la pobreza energética sea una realidad constante para millones de ciudadanos es algo que ni existe, ni se lo plantean, quienes sólo piensan en si mismos, o como mucho en las banderas tan de moda ahora, en el fútbol, o en la mierda que retransmita Tele5.
Una película así, como toda obra de realismo social y cine denuncia como el de León de Aranoa o Ken Loach, por ejemplo, viene a alimentar a una parte muy particular de la audiencia, que ya estamos indignados. Ya somos carne de protesta, reivindicación por la justicia social. Somos, muchos pero no los suficientes, quienes ya somos la audiencia objetiva y convencida del mensaje. Nos remueve la conciencia que ya está agitada desde hace años.
Me atrevo a decir que quienes vimos la película anoche o la vio en el cine hace un par de años, ya somos en una abrumadora mayoría los que ya conocemos la realidad social que la estafa y el capitalismo de amiguetes nos ha legado. Y ya sabemos que esta cronificación social de las penurias, la cada vez más grande brecha social, y que la pobreza y la exclusión social atrape cada vez a más y más gentes humildes y trabajadoras, sólo se puede superar con rebelión, revolución, lucha y justicia social.
Pero repito: somos la minoría. Como mucho la minoría del 1 de cada 3. A los otros dos, relatos así ni les va ni les viene. No es cine para ellos. No es un producto cultural que les interese, y por lo tanto no les va a incomodar, no les va a llamar a rebelarse y a luchar. No les va a hacer empatizar y solidarizarse con quienes lo están pasando tan de puta pena.
La última parte de una película, o una novela de realidad social es la más amarga y cruda de las realidades. Y esa es que al final llega a donde llega, a un público ya convencido, pero pasa sin comentario y sin pena ni gloria por la mayoría de la gente que ignora que lo que en una película como Techo y comida se relata, le puede pasar a él. O a ella. O a sus hijos. O a sus amigos. O a un desconocido de un barrio obrero, o de un pueblo pequeño.
Esta última reflexión es la más dolorosa, triste y preocupante. La capacidad para abstraerse, para auto engañarse y ser manipulados y la nula capacidad para empatizar, bajo el individualismo y la inexistente actitud crítica y la dirección que marcan los medios de comunicación de masas.
Si pueden ver Techo y Comida, véanla y reflexionen. Recomiendenla a sus allegados. Dialoguen y discutan sobre ella, sobre la realidad que expone. Si les conmueve y/o les revuelve actívense. Luchen para cambiar ese escenario que está quedando para millones de personas. 
 

viernes, 27 de octubre de 2017

Aquellos Sacramento Kings



Corría 1998 cuando en el draft de la NBA, Sacramento Kings, elegían a Jason Williams en el número 7 producto de la Universidad de Florida. Llegaba a un equipo incipiente, nuevo proyecto de los hermanos Maalouf, que de la mano de Geoff Petrie como General Manager, y de Rick Adelman como primer entrenador, trataban de poner a Sacramento en el mapa baloncestístico americano.
Junto a esta elección del draft también llegaba Chris Webber. El genial ala-pivot de talento descomunal, pero marcado por su etapa en Michigan (equipo de los "5 magníficos" y aquel tiempo muerto, sin tiempos muertos que costo el título a los “Wolverines”) y de su relación con Pj Carlessimo en Golden State. Aquella temporada del lock-out la incidencia en victorias fue mínima, pero se vio como el estilo desenfadado y espectacular llegaba a esta franquicia y se podía ver como periódicamente alguna de sus jugadas aparecían en los resúmenes de las mejores jugadas de la NBA.


Pero fue 1999 cuando los Sacramento Kings se hicieron un hueco en el corazón de todos los aficionados. El espectáculo era su seña de identidad, y bajo esta premisa reunieron en el equipo una amalgama de talento ofensivo jamás vista en una sola franquicia NBA.
Cuando hoy vemos a los nuevos “super” equipos como Cleveland Cavaliers o Golden State Warriors sumando jugadores con All Stars parece lejano el recuerdo y legado de aquel equipo que a finales del siglo pasado y principio de éste maravillo en base a un estilo preciosista donde la virtuosidad no estaba reñida con el objetivo, y lo efectista se convertía en efectivo. Aquellos Sacramento Kings eran una forma novedosa en el tiempo más cercano para formar un equipo de baloncesto, pero recordaba a los años de la ABA, y aquellos 70s y 80s que pusieron los cimientos para el seguimiento de la mejor liga del mundo. Todos, los buenos aficionados, recordamos con cariño quien pudo disfrutarlos y con admiración quienes lo hacemos en le tiempo, a aquellos equipos que se pusieron el espectáculo por montera y ofrecían diversión y talento a raudales para configurar el baloncesto profesional como una opción más, y la más especial, de ocio televisivo en Estados Unidos y luego ya en todo el mundo.
Jason Williams, Doug Christie, Corlis Williamson, Chris Webber y Vlade Divac, eran los titulares. Bobby Jackson, Dan Martin, Nick Anderson, Pedja Stojakovic, Jon Barry, Lawrence Funderburke, Scott Pollard, eran los suplentes. Todo lo que rodeaba al equipo más espectacular de la NBA era maravilloso: las predicciones apocalípticas de Funderburke, las patillas y el estilo de Pollard, la celosa mujer de Christie, la infancia y adolescencia de Williams, las peripecias entre las fronteras y nacionalidades griega, serbia y bosnia del jovencísimo Stojakovic o los antecedentes leoneses del mítico Pete Carrill, asistant coach de Adelman, y que llegaban a nosotros con las fantásticas retransmisiones de esos cracks de cracks como eran Andrés Montes y Antoni Daimiel.



Año a año más aficionados se volvían locos cuando tenían la posibilidad de ver un partido de los Kings. La camiseta con el 55 de Williams era la segunda más vendida de toda la NBA y jugadores del equipo acaparaban nominaciones (Webber, Divac, Stojakovic, jugadores de la semana, del mes, All Stars...). El Arco Arena se llenaba noche tras noche acumulando la mayor racha de llenos consecutivos de la historia del deporte americano (316 llenos consecutivos). La gente disfrutaba con su equipo y presumía.

Sin embargo la ambición de los Maalouf no se veía saciada, sobre todo porque el equipo no acababa de tener un balance alto en temporada regular, y siempre en en primera ronda topaban contra el claro favorito (Spurs, Lakers de O' Neal, Jazz de Stockton & Malone). Siendo especialmente dura la del año 2001 cuando en 4 partidos los Lakers destrozaban a los capitalinos del estado de California.


Esto promovió el traspaso la misma noche del draft. Cuando Jason Williams fue enviado a Memphis Grizzlies, a cambió de Mike Bibby. El pequeño base de la Universidad de Arizona, hijo de Henri Bibby, de un talento ofensivo demoledor, pero más cerebral que Williams.
El cambio fue inmediato. Sacramento paso a rondar las 60 victorias y el ansiado anillo comenzaba a engarzarse en torno a los dedos del equipo que más enamoraba por su juego en la NBA. Las plantillas que se fueron reuniendo eran tremendas. El talento ofensivo era cada vez mayor. Eligiendo ya en posiciones retrasadas del draft, jugadores como Hedo Turkoglu, Darius Songaila, Gerald Wallace o Kevin Martin apuntalaban la riqueza ofensiva de los Kings. Llegaba un Brad Miller que sustituía de manera brillante al retirado Divac. Durante 6 años Sacramento anotaba más de 110 puntos de media y lideraba el ránking de asistencias con más de 30.

El juego era primoroso. De una perfección exquisita. Movimiento de balón concreto y preciso. Movilidad de los jugadores desde y en todas las posiciones. Arte hecho baloncesto. Con una retro alimentación clara ya que cuanto mejor atacaba más defendía, y si defendía bien, corría y anotaba con más ahínco.




El momento culmen fue el playoff de 2002. Tras barrer a Utah Jazz (equipo ya en declive) y a Dallas Mavericks (en ascenso) la Final de Conferencia Oeste les enfrentaba a Los Angeles Lakers. La serie estaba caldeada. Se vendía como el enfrentamiento snobs vs. catetos (palabras de O´Neal) y se prepararon las noches de los cencerros en el Arco Arena. La eliminatoria era reñida. Se llego al quinto partido en el Staples con empate a 2, habiendo vencido siempre los caseros, con especial mención a aquel triple en el último segundo de Robert Horry en el segundo tras el palmeo a donde no debía haber nadie de Divac. Así era ese extraño elemento llamando Robert Horry. Pero aquí un gran partido de Chris Webber, Mike Bibby (canastón final) y Divac daba el punto a favor de Sacramento. A los 4 días se veían las caras en el Arco Arena. El partido fue equilibrado y se llego al tiempo de prórroga. Allí se impuso el artículo 34. Shaquille O'Neal llego a los 35 puntos, 12 en ese período extra, y empataba la serie.


Pero en el séptimo la mala suerte se cebo con Sacramento. Stojakovic inconmensurable en todos los playoffs, venía tocado desde el 4º partido. Y en el definitivo sus porcentajes bajaron ostensiblemente. Stojakovic fallaba, mientras que Fox, Fisher o George cumplimentaban a Bryant y a Shaq como Phill Jackson quería. Los esfuerzos de Bibby y Webber fueron baldíos. L.A. llegaba a la final de la NBA para barrer en ella a New Jersey. El sueño de los kings estuvo cerca, muy cerca, pero se convirtió en pesadilla.


Con los años se ha sabido mediante a declaraciones off the record y reportajes especializados que en la NBA no querían una final entre Sacramento Kings y New Jersey Nets.
Para el comisionado David Stern y las franquicias no era recomendable arriesgarse a que la final bajará las audiencias televisivas en Estados Unidos, algo que jugándosela dos equipos de ciudades menores y con pocos aficionados fuera de sus entornos se antojaba como más que probable.
Se ha hablado de asignaciones arbitrales dudosas y en algún momento en el que he visualizado aquellos partidos, especialmente el sexto en el Arco Arena de Sacramento, se puede decir sin tapujos que hubo una conspiración, que hubo una línea arbitral para favorecer el pase de los Lakers. Faltas dudosas de los pivots de Sacramento, body-checks muy agresivos sobre la salida de bloqueo de Stojakovic que había sido un martillo pilón toda la serie y que no fueron castigados. E incluso varias jugadas en los últimos minutos de tiempo regular en los que extrañamente los relojes de posesión variaban quitando entre uno y dos segundos a los locales y otorgándoselos a los visitantes.
También en el séptimo y decisivo se sucedieron decisiones arbitrales dudosas que favorecían a la “fiebre amarilla” y que impidieron la que hubiera sido primera final de Sacramento (la franquicia ya jugó varias en los 50, logrando el título en 1951 en la ciudad Rochester (estado de Nueva York) bajo el nombre de Royals).




Desde ese momento la franquicia vive en retroceso. No se han vuelto a alcanzar el número de victorias en regular session, y en playoffs no ha vuelto a estar cerca del anillo -de hecho, ahora lleva 5 años sin alcanzar la post-temporada-. Los míticos jugadores han ido saliendo, siendo sustituidos por jugadores más mediocres en cuanto talento, e incluso discutidos en la liga. La reconstrucción sigue en marcha, y también salió Rick Adelman. De un baloncesto espectacular se ha pasado a las catacumbas de la NBA. El equipo aburre y no gana. Y pasarán varias temporadas hasta que vuelva a entrar en playoffs.


Pero Sacramento Kings fue el enganche a la NBA de toda una generación. Ha sido el equipo que mejor baloncesto colectivo ha practicado por encima de Lakers o Bulls. Siempre guardará un hueco en nuestro corazón, aunque ahora se turbe. Y es que el deporte es un espectáculo, una forma de ver la vida y nunca la hubo tan bella. Sacramento Kings y toda su organigrama emprendió una forma de crecer basada en el talento y el espectáculo, en hacer disfrutar a sus fans y a todos los aficionados. Gracias por hacer del basket arte.


Ahora de vez en cuando salgo a la calle o voy a una cancha con una camiseta de Jason Williams en Sacramento Kings. Voy orgulloso porque más allá de la victoria o de la derrota, esta la filosofía. El ansía de trascender y ser importante y especial para mucha gente por el modo de entender la vida, el deporte y el baloncesto en este caso. Y por ser coherente y fiel a un estilo.

Como dijo una ocasión Antoni Daimiel: "Si queréis conquistar a una chica, lo mejor que se puede hacer es invitarla a ver un partido de los Kings"


miércoles, 25 de octubre de 2017

La contrarrevolución española



Las últimas semanas son insoportables. Asistimos, yo por lo menos, ya con desgana a las últimas horas y a la actualidad más monótona del Procès o el Desafío independentista, que son la misma cosa pero con distinto título dependiendo del lado de la frontera ideológica donde te pille.
Es una sensación ya cercana en mi caso al hartazgo. Harto porque me cuesta mucho distinguir entre las dos derechas, ultraliberales y profundamente corruptas que nos han llevado a dónde estamos, Catalunya y España y ciudadanos y ciudadanas como víctimas colaterales de la ineptitud, la sinrazón y el egoísmo de partido.
Hablo de dos partidos que tradicionalmente han vivido más del pacto y la conveniencia que del conflicto. Y que ahora buscan el choque para seguir con sus políticas de corrupciones, recortes, represión e indignidad para la clase trabajadora. En Catalunya y en España.
Ahora al filo de la aplicación del draconiano artículo 155 de la Constitución -parece ser el único que importa- y de la suicida DUI (Declaración Unilateral de Independencia) de Catalunya recuerdo como los Mossos desalojaban la Plaza Catalunya cuando las protestas eran por la eliminación de las becas y los recortes en sanidad de la Generalitat en aquel mayo y junio de 2011.
Sin embargo, y de manera cuasi obligada, al repartirse la primera hostia, el primer mandoble, a un ciudadano inocente en la avergonzante jornada del 1 de octubre (avergonzante para cualquier demócrata de verdad y con razón y que se considere a distintos grados español) no queda más remedio que clamar por una solución dialogada y pactada. Por un marco social y administrativo que permitiera el progreso de estas tierras.
Ese marco no puede obviar y olvidarse de que la opresión a las clases trabajadoras continúa y se redobla. No hay que perder el juicio y la perspectiva en éste juego de trileros y banderitas mientras nos roban. Nos denigran en nuestra sanidad, educación, servicios sociales y medio ambiente, únicos y legítimos lugares donde reside la dignidad de una patria y su sentido.
Basta con un ejemplo: El año que viene en los presupuestos generales del Estado, el gobierno español invertirá la menor cantidad de la historia en Sanidad y en Educación, y sin embargo, gastará más de 18.000 millones de euros en compromisos de armamento que ni necesitamos, ni nos explican.
Pues bien, ahora, como digo al filo de situaciones que pensábamos no veríamos nunca, me encuentro harto e infoxicado.
Harto de no tener una gana de involucrarme en algo que me da absolutamente igual -aparentemente- ya que, parafraseando a El Roto, las banderas me dan claustrofobia.
Me enclaustra la burguesía catalana que atosigada por su corrupta y familiar gestión se han apropiado de las ansías independentistas y soberanas de la ciudadanía para iniciar una escalada que le permitiera seguir robando y mantener su poder, el real, el económico para lastrar las necesidades y sueños de la clase trabajadora.
Y profundamente asqueado por el uso y el manoseo de la democracia y la dignidad que hace el PP en nombre de la “unidad” con los cómplices necesarios de “Ciudadanos” y un PSOE que ha cavado aventuro definitivamente, la tumba de la socialdemocracia “tradicional” en España. Medios de comunicación, judicatura nacional, cortes nacionales y los medios de opresión del Estado como Policía y Guardia Civil para tratar de dar legitimidad a una respuesta visceral y dictatorial, que lo único que busca es soliviantar a las masas para conseguir anclados al poder y a los papeles. La única unidad y legalidad que busca Rajoy y el PP es la de poder controlar la transparencia en las cuentas públicas del futuro, de ahora y del pasado, y también los aforamientos y por qué no la posibilidad de indultos a escote con firma del Consejo de Ministros.
En la proliferación de banderas de España por todos los balcones también han aparecido de nuevo, porque nunca se marcharon, las viejas actitudes fascistas y los franquistas de siempre, que no se les puede llamar neo nazis porque no son nuevos, sino que han permanecido en estado latente esperando su momento para sembrar miedo y violencia, que es lo único que saben hacer.
También me siento infoxicado porque desde que saltó a la actualidad pública la situación política, todo lo demás ha quedado relegado. Ya fueran incendios y una catástrofe ecológica en Galicia motivada por los recortes y las privatizaciones ultra liberales, o bien fuera la confirmación de la organización “Partido Popular” como cartel para delinquir, para enriquecerse a costa de la ciudadanía y la democracia, nada ha escapado de la realidad del Procès, de las últimas, ultimísimas horas, del Desafío Soberanista.
Pero aquí estamos. Ante la certeza de que algo esta cambiando y que tras estos días, semanas y meses se alumbra un tiempo nuevo para España. Y ese tiempo no tiene pinta de ser mejor precisamente, porque lo nuevo, puede suponer, una vez más, el regreso de lo viejo, la consolidación del poder legado por el franquismo en está pseudo democracia de Constitución a conveniencia, monarquía impuesta, corrupción y nepotismos para todos con el tufo a fascismo que desde siempre se ha sentido ahí.
La ineficiencia política económica y social de todos estos años pasados que nos ha traído corrupción, paro, precariedad, desahucios, amnistías fiscales, rescates a la banca y las constructoras, privatizaciones de los servicios públicos y derechos sociales, represión, violencia, un modelo energético sobrepasado y fallido, crisis ecológicas con sequías, inundaciones y nula gestión en las catástrofes y toda la retahílade descalabros que 40 años de democracia de mentirijilla gobernada en disfrazada alternancia por los herederos del franquismo y los adalides del pactismo no va a estallar y cambiar porque si a un sistema mejor, a una realidad con mayor dignidad y futuro.
Al contrario de que se articulase una segunda Revolución tras la fagocitada por Podemos y que conocemos como el 15M, cada vez se hace más virulenta y trágica la contrarrevolución emprendida por las élites para que nada cambie, especialmente las estructuras de poder, el flujo de dinero siga siendo ascendente y cada vez ganen más y más pasta.
Ya cambiaron al Rey y salvaguardaron por violación constitucional la inmunidad del anterior; ya mostraron una cara renovada a la derecha fascista de siempre (Ciudadanos); ya han quitado y puesto personajes afines en los medios de comunicación y silenciado a los incómodos. Ya han deslegitimado a las bases socialistas del PSOE.
Todo para seguir manteniendo España como el cortijo propio que se creen que es. Una iglesia cuya asignación presupuestaria y su injerencia social y política no se discute; Un ejército corrupto, sobredimensionado, ineficaz e impermeable al cambio. Y que nos cuesta muchísimo dinero por esas conveniencias con las dictaduras medievales de Oriente Medio o el Norte de África. Unos bancos que siguen desahuciando y cerrando pymes con los botines llenos de dinero público y saneado. Constructoras y energéticas que hacen y deshacen para mantener su status quo que aferra al país a los combustibles fósiles en vez de hacia modelos sostenibles.
Hoy el grueso de los españoles vive peor que hace diez años, tiene muchas más inseguridades ante el devenir de su país, desconfía mucho más de la clase política y ve cómo a su alrededor crece el desorden nacional e internacional. Además, está la amenaza medioambiental tocando tierra con contaminación, sequías, incendios, tifones, huracanes, terremotos y las consiguientes hambrunas y desplazamientos de inmigrantes desesperados.
El mundo ahí fuera es tenebroso y alberga horrores. Aunque haya un partido del siglo de fútbol cada semana para distraernos.


lunes, 16 de octubre de 2017

Arden nuestros corazones



Toca escribir palabras como grito de rabia y angustia por una historia que se repite. Son líneas que expresan la desazón, desde la distancia física, y la cercanía emocional por conocer parajes y gentes, de inigualable belleza y trato; de especial cordialidad y afabilidad. Renglones dolientes e indignados ante las noticias del otra vez pasto de las llamas; de voraces incendios forestales perpetrados, casi en su totalidad y con certeza, por la mano loca y voluntaria del hombre.
Las llamas están devorando durante todo éste fin de semana, y desde hace varios días -y los que vendrán- Galicia, en especial las provincias de Orense y Pontevedra, cercando Vigo; también Asturias y León. Y como siempre, Portugal.
Incendios forestales que recorren los montes y valles, saltando de carretera a concello, de parroquia a finca agropecuaria, quemando los paisajes, la naturaleza, pero también las vidas de la ciudadanía en unas tierras demasiado acostumbradas a lidiar con el fuego y con los intereses que el bosque dibujado por el hombre a base de chispa y acelerante trata de arrancar de él.
A estas horas hay 4 víctimas mortales en Galicia y hasta 27 en Portugal. También hay millones de euros incinerados en viviendas, naves agrícolas, industriales, en cabezas de ganado y en bienes y equipamientos de las personas que han visto arder su mundo en apenas 24 horas. Y por supuesto, un coste incalculable en belleza natural y paisajística, en recursos forestales, y en Naturaleza y en vida.
Las autoridades hablan de “terrorismo forestal”. De pirómanos e incendiarios como si se tratasen de locos individuales que no saben lo que hacen. Tratan de hacernos convencer, los políticos, que no hay un interés económico, especulativo y egoísta en que el monte arda. En que no hay causas económicas a las que atribuir el fuego, o su virulencia o la dolorosa lentitud en afrontarlo y sofocarlo.
Pero si que causas económicas. Son los recortes y las privatizaciones en los servicios de salvamento y brigadas forestales. Son los montes públicos que salen a concurso por cuatro duros y donde se sustituyen los árboles autóctonos por especies invasoras como el eucalipto para gusto de la industria maderera y papelera. Y son las demenciales condiciones en las que el cambio climático, me temo ya imparable, está sumiendo a todo el mundo.
Que a 15 de octubre en Galicia haya 30 grados y no haya caído ni una sola gota de agua en todo el mes de septiembre no es buen tiempo. Es de hecho, muy mal tiempo y agrava una sequía inmisericorde que está agotando los acuíferos y las reservas artificiales de agua además y por supuesto, de convertir nuestros bosques en yesca al uso del fuego.
Ayer ante el incomprensible silencio de las televisiones públicas y casi todos los medios privados. Ante la inoperancia de la Xunta y el gobierno central que no sólo han alimentado recortes y desmontaje de brigadas forestales sino que además han tardado muchísimo en poner más medios para combatir el fuego -todo lo contrario que cuando había que “evitar” que la gente votará en Catalunya-. Ante éste desastre la ciudadanía se movilizó, y con valentía, empuje y rabia para luchar con sus medios e indefensa contra el fuego y también contra la inutilidad e interés de unas clase política, con el Partido Popular a la cabeza empeñados en destrozar nuestra vida.
Que estas palabras que me sirven de desahogo también lo hagan para quienes tienen las llamas en sus montes, en frente de sus casas.
Que el fuego se apague.
Que Nunca Mais ardan nuestros bosques.
Que gestionemos con orden, ciencia y bien común nuestros bosques y la Naturaleza.
Que echemos de una vez a estos impresentables, corruptos, inmorales e ineptos que nos desgobiernan.
Todo mi ánimo y solidaridad con las buenas gentes que han sufrido y sufren éste desastre. Y con los bomberos y brigadas forestales que luchan contra el fuego, y muchas veces, nos han pedido nuestra ayuda para luchar contra la precariedad, los recortes y las privatizaciones.

El Manifiesto Comunista. Comentario

  Introducción En 1848 se publicaba el documento político-ideológico y filosófico más trascendental de la Historia de la Human...