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miércoles, 25 de octubre de 2017

La contrarrevolución española



Las últimas semanas son insoportables. Asistimos, yo por lo menos, ya con desgana a las últimas horas y a la actualidad más monótona del Procès o el Desafío independentista, que son la misma cosa pero con distinto título dependiendo del lado de la frontera ideológica donde te pille.
Es una sensación ya cercana en mi caso al hartazgo. Harto porque me cuesta mucho distinguir entre las dos derechas, ultraliberales y profundamente corruptas que nos han llevado a dónde estamos, Catalunya y España y ciudadanos y ciudadanas como víctimas colaterales de la ineptitud, la sinrazón y el egoísmo de partido.
Hablo de dos partidos que tradicionalmente han vivido más del pacto y la conveniencia que del conflicto. Y que ahora buscan el choque para seguir con sus políticas de corrupciones, recortes, represión e indignidad para la clase trabajadora. En Catalunya y en España.
Ahora al filo de la aplicación del draconiano artículo 155 de la Constitución -parece ser el único que importa- y de la suicida DUI (Declaración Unilateral de Independencia) de Catalunya recuerdo como los Mossos desalojaban la Plaza Catalunya cuando las protestas eran por la eliminación de las becas y los recortes en sanidad de la Generalitat en aquel mayo y junio de 2011.
Sin embargo, y de manera cuasi obligada, al repartirse la primera hostia, el primer mandoble, a un ciudadano inocente en la avergonzante jornada del 1 de octubre (avergonzante para cualquier demócrata de verdad y con razón y que se considere a distintos grados español) no queda más remedio que clamar por una solución dialogada y pactada. Por un marco social y administrativo que permitiera el progreso de estas tierras.
Ese marco no puede obviar y olvidarse de que la opresión a las clases trabajadoras continúa y se redobla. No hay que perder el juicio y la perspectiva en éste juego de trileros y banderitas mientras nos roban. Nos denigran en nuestra sanidad, educación, servicios sociales y medio ambiente, únicos y legítimos lugares donde reside la dignidad de una patria y su sentido.
Basta con un ejemplo: El año que viene en los presupuestos generales del Estado, el gobierno español invertirá la menor cantidad de la historia en Sanidad y en Educación, y sin embargo, gastará más de 18.000 millones de euros en compromisos de armamento que ni necesitamos, ni nos explican.
Pues bien, ahora, como digo al filo de situaciones que pensábamos no veríamos nunca, me encuentro harto e infoxicado.
Harto de no tener una gana de involucrarme en algo que me da absolutamente igual -aparentemente- ya que, parafraseando a El Roto, las banderas me dan claustrofobia.
Me enclaustra la burguesía catalana que atosigada por su corrupta y familiar gestión se han apropiado de las ansías independentistas y soberanas de la ciudadanía para iniciar una escalada que le permitiera seguir robando y mantener su poder, el real, el económico para lastrar las necesidades y sueños de la clase trabajadora.
Y profundamente asqueado por el uso y el manoseo de la democracia y la dignidad que hace el PP en nombre de la “unidad” con los cómplices necesarios de “Ciudadanos” y un PSOE que ha cavado aventuro definitivamente, la tumba de la socialdemocracia “tradicional” en España. Medios de comunicación, judicatura nacional, cortes nacionales y los medios de opresión del Estado como Policía y Guardia Civil para tratar de dar legitimidad a una respuesta visceral y dictatorial, que lo único que busca es soliviantar a las masas para conseguir anclados al poder y a los papeles. La única unidad y legalidad que busca Rajoy y el PP es la de poder controlar la transparencia en las cuentas públicas del futuro, de ahora y del pasado, y también los aforamientos y por qué no la posibilidad de indultos a escote con firma del Consejo de Ministros.
En la proliferación de banderas de España por todos los balcones también han aparecido de nuevo, porque nunca se marcharon, las viejas actitudes fascistas y los franquistas de siempre, que no se les puede llamar neo nazis porque no son nuevos, sino que han permanecido en estado latente esperando su momento para sembrar miedo y violencia, que es lo único que saben hacer.
También me siento infoxicado porque desde que saltó a la actualidad pública la situación política, todo lo demás ha quedado relegado. Ya fueran incendios y una catástrofe ecológica en Galicia motivada por los recortes y las privatizaciones ultra liberales, o bien fuera la confirmación de la organización “Partido Popular” como cartel para delinquir, para enriquecerse a costa de la ciudadanía y la democracia, nada ha escapado de la realidad del Procès, de las últimas, ultimísimas horas, del Desafío Soberanista.
Pero aquí estamos. Ante la certeza de que algo esta cambiando y que tras estos días, semanas y meses se alumbra un tiempo nuevo para España. Y ese tiempo no tiene pinta de ser mejor precisamente, porque lo nuevo, puede suponer, una vez más, el regreso de lo viejo, la consolidación del poder legado por el franquismo en está pseudo democracia de Constitución a conveniencia, monarquía impuesta, corrupción y nepotismos para todos con el tufo a fascismo que desde siempre se ha sentido ahí.
La ineficiencia política económica y social de todos estos años pasados que nos ha traído corrupción, paro, precariedad, desahucios, amnistías fiscales, rescates a la banca y las constructoras, privatizaciones de los servicios públicos y derechos sociales, represión, violencia, un modelo energético sobrepasado y fallido, crisis ecológicas con sequías, inundaciones y nula gestión en las catástrofes y toda la retahílade descalabros que 40 años de democracia de mentirijilla gobernada en disfrazada alternancia por los herederos del franquismo y los adalides del pactismo no va a estallar y cambiar porque si a un sistema mejor, a una realidad con mayor dignidad y futuro.
Al contrario de que se articulase una segunda Revolución tras la fagocitada por Podemos y que conocemos como el 15M, cada vez se hace más virulenta y trágica la contrarrevolución emprendida por las élites para que nada cambie, especialmente las estructuras de poder, el flujo de dinero siga siendo ascendente y cada vez ganen más y más pasta.
Ya cambiaron al Rey y salvaguardaron por violación constitucional la inmunidad del anterior; ya mostraron una cara renovada a la derecha fascista de siempre (Ciudadanos); ya han quitado y puesto personajes afines en los medios de comunicación y silenciado a los incómodos. Ya han deslegitimado a las bases socialistas del PSOE.
Todo para seguir manteniendo España como el cortijo propio que se creen que es. Una iglesia cuya asignación presupuestaria y su injerencia social y política no se discute; Un ejército corrupto, sobredimensionado, ineficaz e impermeable al cambio. Y que nos cuesta muchísimo dinero por esas conveniencias con las dictaduras medievales de Oriente Medio o el Norte de África. Unos bancos que siguen desahuciando y cerrando pymes con los botines llenos de dinero público y saneado. Constructoras y energéticas que hacen y deshacen para mantener su status quo que aferra al país a los combustibles fósiles en vez de hacia modelos sostenibles.
Hoy el grueso de los españoles vive peor que hace diez años, tiene muchas más inseguridades ante el devenir de su país, desconfía mucho más de la clase política y ve cómo a su alrededor crece el desorden nacional e internacional. Además, está la amenaza medioambiental tocando tierra con contaminación, sequías, incendios, tifones, huracanes, terremotos y las consiguientes hambrunas y desplazamientos de inmigrantes desesperados.
El mundo ahí fuera es tenebroso y alberga horrores. Aunque haya un partido del siglo de fútbol cada semana para distraernos.


sábado, 5 de noviembre de 2016

Ya no soy concejal

Ayer por la mañana, 4 de noviembre de 2016, acudí al Ayuntamiento a hacer efectiva mi renuncia, mi cese como concejal en Santa Marta de Tormes, en el Grupo Municipal de Izquierda Unida – Los Verdes. Lo he hecho, devolviendo mi acta a Izquierda Unida Castilla y León, partido al que pertenezco, con conciencia y honor, y a quien considero pertenece el acta de cargo público, más allá de meros formalismos administrativos.
Hay varios motivos, y tras este párrafo algunos de ellos los desarrollaré algo más. Pero el principal motivo de esta renuncia a la responsabilidad y la ilusión por trabajar, luchar y construir algo bueno para este municipio, es el hartazgo.
Aparte de este hartazgo, sensación psíquica y emocional, existe también una razón física, y no es otra que la necesidad perentoria de “buscarme las habichuelas”. Quiero trabajar y quiero hacerlo también lejos de este municipio y de una provincia, Salamanca, que se va al sumidero a vertiginosa velocidad.
Durante los últimos meses he estado en esa búsqueda, pero prefijándola a mi entorno más habitual con un empeño mayor, como si quisiera hacerlo compatible con la labor a la que me comprometí en marzo de 2015.
Pero eso ya acabó fruto de un hartazgo que estoy seguro se nota en mi rostro, en mis nuevas canas y en mis viejos modales, al no sentirme satisfecho y darme por dolido ante la batería de situaciones que han hecho, que me hacen imposible continuar.
Una buena parte de ellas es encontrarme con la tozuda realidad salmantina que hace casi imposible querer aspirar a un empleo para ganarse la vida y mantener la dignidad. Con excusas de lo más variopinto se han sucedido las ofertas y las semanas, las visitas a empresas y explotadores, ignorantes ellos y ellas que trazando ese camino destrozan el poco porvenir que queda por estas tierras.
Para mí, casi se ha hecho ya imposible continuar con mi vida en Santa Marta. Sin un sueldo, sin la rutina del trabajo. Con la escasa retribución por la función de representante político, claramente insuficiente.
Insuficiente porque hasta que no llegas a entrar en el Ayuntamiento y comienzas a trabajar para tratar de conseguir tus objetivos políticos por el bien común, no comprendes la tarea enorme que es, debido al tamaño del Ayuntamiento mismo, con multitud de servicios y funciones despojadas del interés general, en empresas y concesiones privadas, que hay que rastrear y perseguir, frente a otros grupos, concejales, funcionarios y empresas, empeñadas en dificultar tu labor. Deberías dedicarte a tiempo completo ante asuntos como urbanismo, empleo, economía, función pública, todas ellas de tamaño colosal y llenas de polémica por esa forma de gobernar y gestionar “lo de todos para unos pocos, y sin el pueblo”, y que de momento, no os guste o no, y a mi particularmente me asquea, es la opción preferida por la plebe.
Así se confirma algo que sospechaba. Y es que para un trabajador, un asalariado, un ciudadano o ciudadana normal, sin padrinos, ni madrinas. Sin herencias. Sin pensiones o plazas fijas de la administración se hace imposible compatibilizar el trabajo, y el derecho, de representante municipal con una vida normal. Algo que sólo, con unos pocos meses de experiencia en la gestión de esas tres agendas, personal, política y laboral, he podido constatar.
Lo cierto, es que desde la izquierda en numerosas ocasiones hemos oído y hemos criticado a los “políticos profesionales”. No falta razón, porque sin transparencia, sin limitación de cargos y sin una ley que persiga y castigue las corrupciones, nepotismos y prevaricaciones estos profesionales de la política han favorecido el estado de las cosas de este país que se desangra.
Pero por otro lado, están los “políticos por hobby”, aquellos y aquellas que van a pasearse al Ayuntamiento a cumplir como autómatas su función y escurrir el bulto en cuanto se puede. A pasar la mañana. Y después a percibir automáticamente la asignación que se considere. Tan doloroso es lo primero, como lacerante lo segundo. En cualquiera de los dos casos, me sentiría miserable porque ni quiero pertenecer a una casta endogámica, ni tampoco pervertir la función democrática y la representación.
Que no le quepa duda a nadie, que podía, perfectamente, desde mi nuevo destino y gracias a Internet gestionar todo lo que haga referencia a mi partido y el Ayuntamiento. Los compañeros de Izquierda Unida y algunos funcionarios me facilitarían mi labor. Pero ese no es mi estilo. Ni tampoco mi objetivo.
Eso se lo dejo a los tránsfugas, los cuneros, a los sindicalistas de derechas y los bocineros de púlpito. A quienes adoran las medallas y las fotografías. Quienes detestan el pueblo llano y ansían volver a la época de los estamentos.
Desde el primer momento he tenido claro que me verían por las calles. Y así, hasta ahora lo he hecho, con mayor o menor éxito y con más y con menos ganas y apetencias. Porque el hartazgo apareció, y lejos de marcharse, aumentó.
Pero ahora, como digo, necesito escapar de esta realidad, de un entorno opresivo y de funciones que lejos de darme felicidad, me la roban a dentelladas.
Y es que, como digo, estoy harto:
  • Harto, de luchar por una quimera. Por una utopía que los años de la política de tierra quemada del PP van a legar a este municipio. Un pueblo que tiene su futuro comprometido y oscurecido por la administración interesada del PP y de quienes han necesitado para su lesiva para el interés general, gestión.
  • Harto de trabajar por la gente, pero sin la gente. Cansado de proponer encuentros, charlas y debates entre concejales y ciudadanos y/o asociaciones. De plantear situaciones que empoderen y promuevan la participación ciudadana. Y encontrarse continuamente frente a sillas vacías.
  • Harto de una asamblea, cuya militancia ni está, ni se le espera. De nada sirve todo el trabajo, si los tuyos propios no te apoyan aunque sea de forma simbólica. He dedicado muchas horas a facilitar toda la información a la gente que pertenece a nuestra agrupación y nos hemos encontrado las más de las veces solos. Cuando más tenia y podía la militancia que aportar y descargarnos de tareas. Ahora que podíamos trabajar también en enseñar y acompañar a los militantes, es cuando menos respuesta propia obtenemos. Es descorazonador. Esto quita el sentido y las ganas a cualquier empeño en la lucha.
  • Harto de esta democracia por delegación, de quienes te interpelan sólo para que les resuelvan su problema individual. Y que después “si te he visto no me acuerdo”. Un ombliguismo. Un individualismo contra el que no estamos sabiendo luchar.
  • Harto de tener que luchar para mantener la lealtad. A personas. A grupos de ellas. A asambleas. A un partido. Interpretando las segundas intenciones de cada contendiente. Y yo en medio de todos los charcos.
  • Harto de un compromiso artificial, que no me satisface. Que me enfada y me enfanga. Que se ha empeñado en frenar mi vida y lastrar mis necesidades.
Para rematar, mi partido, Izquierda Unida, se difumina y diluye. Siendo los militantes de base, aunque representemos pequeños cargos políticos, mercancía en la mesa de negociación de las élites que buscan el empotramiento en Podemos, sin importar siquiera el legado de todos estos años; dejando de lado una ideología que dolorosamente se muestra y demuestra como necesaria, certera y única herramienta de cambio revolucionario para recuperar dignidad, bienestar y libertad para la totalidad de la población.
Por todas estas razones decidí en su momento dimitir, y en las dos últimas semanas se ha precipitado la decisión, lo primero de todo, porque necesito, otra vez en mi vida, retomar las riendas de la misma y dirigirla a un destino en el que me sienta feliz, identificado, útil y valorado.
Pero aquí, desde luego, no terminará mi participación política, mi activación social. Son inherentes a mi persona, y donde vaya estaré en vanguardia luchando por un mundo mejor. Un país con futuro. Una sociedad con dignidad.
Perteneceré y seguiré promoviendo movimientos. Desde el sindicalismo, el ecologismo, el asociacionismo y la defensa de los servicios públicos y derechos humanos y especialmente en nuestro rol de consumidores.
Mi ideología está clara. Y pertenece a un tablero en el que con los movimientos tectónicos continuarán agrandándose tratando de dar respuesta y sostén a las legítimas necesidades e ilusiones de los desfavorecidos. De la clase trabajadora, verdadero motor histórico de cambio y progreso.
Siempre Republicano, Ateo, Anti capitalista, Anti belicista, Anti fascista, y pro humano.


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