Las
últimas semanas son insoportables. Asistimos, yo
por lo menos,
ya con desgana a las últimas horas y a la actualidad más monótona
del Procès
o el Desafío
independentista,
que son la misma cosa pero con distinto título dependiendo del lado
de la frontera ideológica donde te pille.
Es
una sensación ya cercana en mi caso al hartazgo.
Harto porque me cuesta mucho distinguir entre las dos derechas, ultraliberales y profundamente corruptas que nos han llevado a dónde
estamos, Catalunya y España y
ciudadanos y ciudadanas como víctimas colaterales de la ineptitud,
la sinrazón y el egoísmo de partido.
Hablo
de dos partidos que tradicionalmente
han vivido más del pacto y la conveniencia
que del conflicto. Y
que ahora buscan
el choque para seguir con sus políticas de corrupciones, recortes,
represión e indignidad para la clase trabajadora. En Catalunya y en
España.
Ahora
al filo de la aplicación del draconiano artículo 155 de la Constitución
-parece ser el único que importa- y de la suicida DUI
(Declaración Unilateral de Independencia) de Catalunya
recuerdo como los Mossos desalojaban la Plaza Catalunya cuando las protestas eran por la
eliminación de las becas y los recortes en sanidad de la Generalitat
en aquel mayo y junio de 2011.
Sin
embargo, y de manera cuasi obligada, al repartirse la primera hostia,
el primer mandoble, a un ciudadano inocente en la avergonzante
jornada del 1 de octubre
(avergonzante para cualquier demócrata de verdad y con razón y que
se considere a distintos grados español) no queda más remedio que
clamar por una solución dialogada y pactada. Por un marco social y
administrativo que permitiera el progreso de estas tierras.
Ese
marco no puede obviar y olvidarse de que la opresión a las clases
trabajadoras continúa y se redobla. No hay que perder el juicio y la
perspectiva en éste juego de trileros y banderitas mientras nos
roban. Nos denigran en nuestra sanidad, educación, servicios
sociales y medio ambiente, únicos y legítimos lugares donde reside
la dignidad de una patria y su sentido.
Basta con un ejemplo: El año que viene en los presupuestos generales del Estado, el gobierno español invertirá la menor cantidad de la historia en Sanidad y en Educación, y sin embargo, gastará más de 18.000 millones de euros en compromisos de armamento que ni necesitamos, ni nos explican.
Pues
bien, ahora, como digo al filo de situaciones que pensábamos no
veríamos nunca, me encuentro harto e infoxicado.
Harto
de no tener una gana de involucrarme en algo que me da absolutamente
igual -aparentemente- ya que, parafraseando a El Roto, las banderas
me dan claustrofobia.
Me
enclaustra la burguesía
catalana
que atosigada por su corrupta y familiar gestión se han apropiado de
las ansías independentistas y soberanas de la ciudadanía para
iniciar una escalada que le permitiera seguir robando y mantener su
poder, el real, el económico para lastrar
las necesidades y sueños de la clase
trabajadora.
Y
profundamente asqueado por el uso y el manoseo de la democracia y la
dignidad que hace el PP en nombre de la “unidad” con los
cómplices necesarios de “Ciudadanos” y un PSOE que ha cavado
aventuro definitivamente, la tumba de la socialdemocracia “tradicional” en España. Medios de
comunicación, judicatura nacional, cortes nacionales y los medios de
opresión del Estado como Policía y Guardia Civil para tratar de dar
legitimidad a una respuesta visceral y dictatorial, que lo único que
busca es soliviantar a las masas para conseguir anclados al poder y a
los papeles. La única unidad y legalidad que busca Rajoy y el PP es
la de poder controlar la transparencia en las cuentas públicas del
futuro, de ahora y del pasado, y también los aforamientos
y por qué no la posibilidad de indultos a escote con firma del
Consejo de Ministros.
En
la proliferación
de banderas de España por todos los balcones
también han aparecido de nuevo, porque nunca se marcharon, las
viejas actitudes fascistas y los franquistas de siempre, que no se
les puede llamar neo nazis porque no son nuevos, sino que han
permanecido en estado latente esperando su momento para sembrar miedo
y violencia, que es lo único que saben hacer.
También
me siento infoxicado
porque desde que saltó a la actualidad pública la situación
política, todo lo demás ha quedado relegado. Ya fueran incendios y una catástrofe ecológica en Galicia
motivada por los recortes y las privatizaciones ultra liberales, o
bien fuera la confirmación de la organización “Partido Popular” como cartel para delinquir,
para enriquecerse a costa de la ciudadanía y la democracia, nada
ha escapado de la realidad del Procès,
de las últimas, ultimísimas
horas, del Desafío
Soberanista.
Pero
aquí estamos. Ante la certeza de que algo esta cambiando y que tras
estos días, semanas y meses se alumbra un tiempo nuevo para España.
Y ese tiempo no tiene pinta de ser mejor precisamente, porque lo
nuevo, puede suponer, una vez más, el
regreso de lo viejo,
la consolidación del poder legado por el franquismo en está pseudo
democracia de Constitución a conveniencia, monarquía
impuesta, corrupción y nepotismos para todos con el tufo a fascismo
que desde siempre se ha sentido ahí.
La
ineficiencia
política
económica y
social
de todos estos años pasados que nos ha traído corrupción,
paro, precariedad,
desahucios, amnistías fiscales, rescates a la banca
y las constructoras, privatizaciones
de los servicios públicos y derechos sociales,
represión,
violencia, un modelo energético sobrepasado y fallido, crisis
ecológicas con sequías,
inundaciones y nula gestión en las catástrofes y toda la retahílade descalabros que 40 años de democracia
de mentirijilla
gobernada en disfrazada alternancia por los herederos del franquismo
y los adalides
del pactismo
no va a estallar y cambiar porque si a un sistema mejor, a una
realidad con mayor dignidad y futuro.
Al
contrario de que se articulase una
segunda Revolución
tras
la fagocitada por Podemos y que conocemos como el 15M,
cada vez se hace más virulenta y trágica la contrarrevolución
emprendida por las élites para que nada cambie, especialmente las
estructuras de poder, el
flujo de dinero siga siendo ascendente y cada vez ganen más y más
pasta.
Ya
cambiaron al Rey y salvaguardaron por violación constitucional la
inmunidad del anterior; ya mostraron una cara renovada a la derecha
fascista de siempre (Ciudadanos); ya han quitado y puesto personajes
afines en los medios de comunicación y silenciado a
los incómodos. Ya han deslegitimado
a las bases socialistas del PSOE.
Todo
para seguir manteniendo España como el cortijo propio que se creen
que es.
Una iglesia cuya asignación presupuestaria y su injerencia social y
política no se discute; Un ejército corrupto, sobredimensionado,
ineficaz e impermeable al cambio. Y que nos cuesta muchísimo dinero
por esas conveniencias con las dictaduras medievales de Oriente Medio o el Norte de África.
Unos bancos que siguen desahuciando y cerrando pymes
con los botines llenos de dinero público y saneado. Constructoras y energéticas que hacen y deshacen para mantener su status
quo
que aferra al país a los combustibles fósiles
en vez de hacia modelos sostenibles.
Hoy
el grueso de los españoles vive peor que hace diez años, tiene
muchas más inseguridades ante el
devenir de su
país, desconfía mucho más de la clase política y ve cómo a su
alrededor crece el desorden nacional e internacional. Además, está
la amenaza medioambiental tocando tierra con contaminación, sequías, incendios,
tifones, huracanes, terremotos y las consiguientes hambrunas y
desplazamientos de inmigrantes desesperados.
El
mundo ahí
fuera es tenebroso y alberga horrores.
Aunque haya un partido del siglo de
fútbol
cada semana para distraernos.
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