Corría
1998 cuando en el draft
de la NBA,
Sacramento
Kings,
elegían a Jason
Williams
en el número 7 producto de la Universidad de Florida. Llegaba a un
equipo incipiente, nuevo proyecto de los hermanos Maalouf, que de la
mano de Geoff Petrie como General Manager, y de Rick
Adelman
como primer entrenador, trataban de poner a Sacramento en el mapa
baloncestístico americano.
Junto
a esta elección del draft
también llegaba Chris
Webber.
El genial ala-pivot de talento descomunal, pero marcado por su etapa
en Michigan (equipo de los "5 magníficos" y aquel tiempo
muerto, sin tiempos muertos que costo el título a los “Wolverines”)
y de su relación con Pj Carlessimo en Golden State. Aquella
temporada del lock-out
la incidencia en victorias fue mínima, pero se vio como el estilo
desenfadado y espectacular llegaba a esta franquicia y se podía ver
como periódicamente alguna de sus jugadas aparecían en los
resúmenes de las mejores
jugadas de la NBA.
Pero
fue 1999 cuando los Sacramento
Kings
se hicieron un hueco en el corazón de todos los aficionados. El
espectáculo era su seña de identidad, y bajo esta premisa reunieron
en el equipo una amalgama de talento ofensivo jamás vista en una
sola franquicia NBA.
Cuando
hoy vemos a los nuevos “super” equipos como Cleveland Cavaliers o
Golden State Warriors sumando jugadores con All
Stars
parece lejano el recuerdo y legado de aquel equipo que a finales del
siglo pasado y principio de éste maravillo en base a un estilo
preciosista donde la virtuosidad
no estaba reñida con el objetivo, y lo efectista se convertía en
efectivo. Aquellos
Sacramento Kings
eran una forma novedosa en el tiempo más cercano para formar un
equipo de baloncesto, pero recordaba a los años de la ABA, y
aquellos 70s y 80s que pusieron los cimientos para el seguimiento de
la mejor liga del mundo. Todos, los buenos aficionados, recordamos
con cariño quien pudo disfrutarlos y con admiración quienes lo
hacemos en le tiempo, a aquellos equipos que se pusieron el
espectáculo
por montera y ofrecían diversión y talento a raudales para
configurar el baloncesto
profesional
como una opción más, y la más especial, de ocio televisivo en
Estados Unidos y luego ya en todo el mundo.
Jason
Williams, Doug Christie, Corlis Williamson, Chris Webber y Vlade
Divac, eran los titulares. Bobby Jackson, Dan Martin, Nick Anderson,
Pedja Stojakovic, Jon Barry, Lawrence Funderburke, Scott Pollard,
eran los suplentes. Todo lo que rodeaba al equipo más espectacular
de la NBA era maravilloso: las predicciones apocalípticas de
Funderburke, las patillas y el estilo de Pollard, la celosa mujer de
Christie, la infancia y adolescencia de Williams, las peripecias
entre las fronteras y nacionalidades griega, serbia y bosnia del
jovencísimo Stojakovic o los antecedentes leoneses del mítico Pete
Carrill, asistant
coach
de Adelman, y que llegaban a nosotros con las fantásticas retransmisiones de esos cracks de cracks como eran Andrés Montes y Antoni Daimiel.
Año
a año más aficionados se volvían locos cuando tenían la
posibilidad de ver un partido de los Kings. La camiseta con el 55
de Williams era la segunda más vendida de toda la NBA y
jugadores del equipo acaparaban nominaciones (Webber, Divac,
Stojakovic, jugadores de la semana, del mes, All Stars...).
El Arco Arena se llenaba noche tras noche acumulando la mayor racha de llenos consecutivos de la historia del deporte americano (316 llenos consecutivos). La gente disfrutaba con su equipo y presumía.
Sin embargo la ambición de los Maalouf no se veía saciada, sobre
todo porque el equipo no acababa de tener un balance alto en
temporada regular, y siempre en en primera ronda topaban contra el
claro favorito (Spurs, Lakers de O' Neal, Jazz de Stockton &
Malone). Siendo especialmente dura la del año 2001 cuando en 4
partidos los Lakers destrozaban a los capitalinos del estado de
California.
Esto
promovió el traspaso la misma noche del draft. Cuando Jason
Williams fue enviado a Memphis Grizzlies, a cambió de Mike Bibby.
El pequeño base de la Universidad de Arizona, hijo de Henri Bibby,
de un talento ofensivo demoledor, pero más cerebral que Williams.
El
cambio fue inmediato. Sacramento paso a rondar las 60 victorias
y el ansiado anillo comenzaba a engarzarse en torno a los dedos del
equipo que más enamoraba por su juego en la NBA. Las plantillas que
se fueron reuniendo eran tremendas. El talento ofensivo era cada vez
mayor. Eligiendo ya en posiciones retrasadas del draft,
jugadores como Hedo Turkoglu, Darius Songaila, Gerald Wallace o Kevin Martin apuntalaban la
riqueza ofensiva de los Kings. Llegaba un Brad Miller que sustituía de manera brillante al retirado Divac. Durante 6 años Sacramento
anotaba más de 110 puntos de media y lideraba el ránking de
asistencias con más de 30.
El juego era primoroso. De una perfección exquisita. Movimiento de balón concreto y preciso. Movilidad de los jugadores desde y en todas las posiciones. Arte hecho baloncesto. Con una retro alimentación clara ya que cuanto mejor atacaba más defendía, y si defendía bien, corría y anotaba con más ahínco.
El juego era primoroso. De una perfección exquisita. Movimiento de balón concreto y preciso. Movilidad de los jugadores desde y en todas las posiciones. Arte hecho baloncesto. Con una retro alimentación clara ya que cuanto mejor atacaba más defendía, y si defendía bien, corría y anotaba con más ahínco.
El
momento culmen fue el playoff de 2002. Tras barrer a Utah Jazz
(equipo ya en declive) y a Dallas Mavericks (en ascenso) la Final
de Conferencia Oeste les enfrentaba a Los Angeles Lakers.
La serie estaba caldeada. Se vendía como el enfrentamiento snobs
vs. catetos (palabras de O´Neal) y se prepararon las noches de
los cencerros en el Arco Arena. La eliminatoria era reñida. Se
llego al quinto partido en el Staples con empate a 2, habiendo
vencido siempre los caseros, con especial mención a aquel triple en
el último segundo de Robert Horry en el segundo tras el palmeo a
donde no debía haber nadie de Divac. Así era ese extraño
elemento llamando Robert Horry. Pero aquí un gran partido de
Chris Webber, Mike Bibby (canastón final) y Divac daba el punto a
favor de Sacramento. A los 4 días se veían las caras en el Arco
Arena. El partido fue equilibrado y se llego al tiempo de prórroga.
Allí se impuso el artículo 34. Shaquille O'Neal llego
a los 35 puntos, 12 en ese período extra, y empataba la serie.
Pero
en el séptimo la mala suerte se cebo con Sacramento. Stojakovic
inconmensurable en todos los playoffs, venía tocado desde el 4º
partido. Y en el definitivo sus porcentajes bajaron ostensiblemente.
Stojakovic fallaba, mientras que Fox, Fisher o George cumplimentaban
a Bryant y a Shaq como Phill Jackson quería. Los esfuerzos de Bibby
y Webber fueron baldíos. L.A. llegaba a la final de la NBA para
barrer en ella a New Jersey. El sueño de los kings estuvo cerca, muy
cerca, pero se convirtió en pesadilla.
Con
los años se ha sabido mediante a declaraciones off the record
y reportajes especializados que en la NBA no querían una final entre
Sacramento Kings y New Jersey Nets.
Para
el comisionado David Stern y las franquicias no era recomendable
arriesgarse a que la final bajará las audiencias televisivas en
Estados Unidos, algo que jugándosela dos equipos de ciudades menores
y con pocos aficionados fuera de sus entornos se antojaba como más
que probable.
Se
ha hablado de asignaciones arbitrales dudosas y en algún momento en
el que he visualizado aquellos partidos, especialmente el sexto en el
Arco Arena de Sacramento, se puede decir sin tapujos que hubo una
conspiración, que hubo una línea arbitral para favorecer el pase de
los Lakers. Faltas dudosas de los pivots de Sacramento, body-checks
muy agresivos sobre la salida de bloqueo de Stojakovic que había
sido un martillo pilón toda la serie y que no fueron castigados. E
incluso varias jugadas en los últimos minutos de tiempo regular en
los que extrañamente los relojes de posesión variaban quitando
entre uno y dos segundos a los locales y otorgándoselos a los
visitantes.
También
en el séptimo y decisivo se sucedieron decisiones arbitrales dudosas
que favorecían a la “fiebre amarilla” y que impidieron la que
hubiera sido primera final de Sacramento (la franquicia ya jugó
varias en los 50, logrando el título en 1951 en la ciudad Rochester
(estado de Nueva York) bajo el nombre de Royals).
Desde
ese momento la franquicia vive en retroceso. No se han vuelto a
alcanzar el número de victorias en regular session, y en
playoffs no ha vuelto a estar cerca del anillo -de hecho, ahora lleva
5 años sin alcanzar la post-temporada-. Los míticos jugadores han
ido saliendo, siendo sustituidos por jugadores más mediocres en
cuanto talento, e incluso discutidos en la liga. La reconstrucción
sigue en marcha, y también salió Rick Adelman. De un baloncesto
espectacular se ha pasado a las catacumbas de la NBA. El equipo
aburre y no gana. Y pasarán varias temporadas hasta que vuelva a
entrar en playoffs.
Pero
Sacramento Kings fue el enganche a la NBA de toda una generación.
Ha sido el equipo que mejor baloncesto colectivo ha practicado por
encima de Lakers o Bulls. Siempre guardará un hueco en nuestro
corazón, aunque ahora se turbe. Y es que el deporte es un
espectáculo, una forma de ver la vida y nunca la hubo tan bella.
Sacramento Kings y toda su organigrama emprendió una forma de
crecer basada en el talento y el espectáculo, en hacer disfrutar a
sus fans y a todos los aficionados. Gracias por hacer del
basket arte.
Ahora de vez en cuando salgo a la calle o voy a una cancha con una camiseta de Jason Williams en Sacramento Kings. Voy orgulloso porque más allá de la victoria o de la derrota, esta la filosofía. El ansía de trascender y ser importante y especial para mucha gente por el modo de entender la vida, el deporte y el baloncesto en este caso. Y por ser coherente y fiel a un estilo.
Como dijo una ocasión Antoni Daimiel: "Si queréis conquistar a una chica, lo mejor que se puede hacer es invitarla a ver un partido de los Kings"
Como dijo una ocasión Antoni Daimiel: "Si queréis conquistar a una chica, lo mejor que se puede hacer es invitarla a ver un partido de los Kings"
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