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lunes, 19 de septiembre de 2022

Legado de Campeones


Si en 2019 ya sorprendieron a propios y extraños convirtiéndose en Campeones del Mundo, lo conseguido en estas dos semanas de septiembre ha hecho realidad lo inimaginable. La selección masculina absoluta de baloncesto se proclamaba, por cuarta vez, Campeona de Europa, al vencer ayer en la final del Eurobasket 2022, a la víctima propicia, el enemigo íntimo, Francia.

Si lo vivido en China hace tres años ya supuso una gesta en la historia del baloncesto y del deporte, el éxito refrendado ayer es un ejercicio del más difícil todavía, una oda a la rotura de pronósticos. La confirmación de que el baloncesto en España tiene una salud envidiable, fortísima y unas ansías competitivas que trastocan todos los rangos de favoritos y posibles. 

El cambio de ciclo tras los JJOO de Tokio el año pasado aceleraba un cierto pesimismo en torno al equipo que tan sólo unos años antes ganaba brillantemente, y sin Juniors de Oro y una buena retahíla de bajas, el Mundial. Pero aquí estábamos ante el Eurobasket 2022, sin Pau, ni Marc, ni Navarro, ni Chacho,... ni los lesionados Ricky Rubio o Victor Claver. Pero estas ausencias no debían de arrastrar al pesimismo a nadie, y mucho menos, a la federación, su cuerpo técnico, y el núcleo de jugadores que a través de las ventanas FIBA había ido ganando presencia y experiencia a la hora de representar España.

Si algo habíamos aprendido de la experiencia del Mundial de China era que había que confiar en el equipo. Mantener unas expectativas bajas, y una exigencia en torno al crecimiento colectivo e individual y en la ganancia única de competitividad. Eso para los jugadores, mientras que los aficionados debíamos disfrutar y apoyar, y en todo caso, llegada la previsible derrota, asumir la realidad y aprender desde ella.

Pero nada más lejos de la realidad. Sergio Scariolo convocaba la mejor selección posible y se ponía manos a la obra. Lo primero de todo, y ante la baja del único gran generador de juego -Ricky Rubio-, proveer al equipo de una garantía en la creación y anotación desde el puesto de base. Como todo lo que rodea al técnico italiano parece deslizarse en el terreno de la polémica, a modo de urgencia el Consejo de Ministros otorgaba la nacionalización express, a un "desconocido" base americano de 32 años, llamado Lorenzo Brown. Brown, que había coincidido con Scariolo en los Toronto Raptors entró en la dinámica del grupo sin hacer ruido. El barullo ya lo había montado algunas voces autorizadas, como la del capitán Rudy Fernández, que ejemplificaba la desinformación y la frustración con las formas de hacer de la FEB. Una vez más.

El tiempo ha dado, de manera inconmensurable la razón a Scariolo, puesto que Brown se ha erigido en el líder del equipo, dirigiendo casi siempre, y asumiendo la tarea de puntal anotador cuando las circunstancias así lo exigían. Con Brown y en éste Eurobasket, muchos hemos descubierto, a un jugador de otro tiempo: Calmado, paciente, muy interesado en todo momento en incluir a sus compañeros en el juego ofensivo, priorizando el pase a su propio tiro, pero que cuando ha tenido que asumir la responsabilidad, lo ha hecho con pasmosa eficacia. Su lectura es sublime, y esas décimas de segundo que se guarda le hacen encontrar la mejor solución. Parece mentira que un jugador así ya en la treintena haya pasado tan desapercibido hasta ahora. Es como si su juego y dinámica no encajasen en el baloncesto alocado de hoy en día. Y sin embargo, le va como anillo al dedo.

El resto de la selección no tenía demasiadas novedades: Acabada la generación de los Juniors de Oro, eran los hermanos Hernángomez los encargados de liderar el grupo, con el acompañamiento de Rudy Fernández en la figura de capitán y de Sergio Llull como lugarteniente.

Willy Hernángomez ha asumido con una facilidad pasmosa el legado anotador de los Gasol y ha sido el referente continuo del juego del equipo. Su facilidad para anotar ha sido la viga sobre la cual sostener el edificio anotador de la selección, y con el paso de los partidos sus lagunas defensivas, incluida la alergia al contacto, han ido disminuyendo. Con justicia se ha erigido en MVP del Eurobasket 2022.

Juancho por su parte llegaba al torneo perdido. Al igual que pasa con muchos jugadores europeos que marchan jóvenes a la NBA, su progresión estaba estancada; cortada de raíz. Carne de banquillo y traspasos, su última gran aparición había sido en una película sobre el mundo del basket. Todas esas dudas se han ido despejando con bastante lentitud, todo hay que decirlo, a lo largo del torneo. Poco a poco, Juancho, ha ido ganando confianza y haciendo más cosas en el campo, hasta ayer en la final, salirse con 29 puntos, un 7/9 en triples (convirtió 7 seguidos fallando sólo el primero y el último, con 6 seguidos) y ser básico en la victoria.

Rudy Fernández ha entendido muy bien su papel de capitán y líder espiritual del grupo, dando ejemplo, en las facetas de brega y lucha, sin olvidar su capacidad triplista. Puede parecer algo menor en este baloncesto moderno que calcula hasta la milésima, las posesiones, los rendimientos, porcentajes y ocupaciones, pero cuando Rudy Fernández se jugó su espalda tirándose a por un balón que se escapaba por la línea de banda, enchufó a todo el equipo. Un ejemplo inmejorable, con el éxito de ayer completa uno de los palmares más impresionantes del baloncesto de selecciones: Dos veces campeón del mundo, Cuatro veces campeón Europeo (más dos bronces y una plata); dos platas y un bronce olímpicos.

Sergio Llull estaba llamado a ser importante, pese a su titubeante campaña provocada entre otras cosas, por las lesiones. Y una lesión lo sacó de la convocatoria final a una semana de empezar el torneo. Una baja más que por contra propició la recuperación del primer descarte del verano, el base Alberto Díaz. Y Díaz ha sido fun-da-men-tal en este éxito. Sólo un dato: entre 8os, 4os, semis y final, su "Más-Menos" es de 76. Con su intensidad en pista, su capacidad defensiva España se convertía en inexpugnable. En ataque ha dirigido sus minutos con seguridad y cuando ha asumido tiros ha mostrado una gran efectividad. Uno de los hombres señalados con la nacionalización de Brown, se ha cumplimentado con él de forma inmejorable. Atrás queda qué es lo que ha pasado realmente, y es algo que sólo los protagonistas sabrán. Pero si a continuación voy a loar la labor de Sergio Scariolo, no debemos olvidar en su debe, el descarte de Alberto Díaz quien ha sido fundamental.

El resto del equipo buenos jugadores ACB, algunos con más experiencia que otros, y a todos, que les ha costado (les sigue costando) hacerse un hueco con importancia en los equipos de la primera liga española. Es ya la hora de que los clubes profesionales miren al talento local y lo potencien, le dejen trabajar. Está demostrado que da éxitos.

Jaime Fernández (excelso ayer en la final), Darío Brizuela (con rol de microondas), López Aróstegui (buen trabajo defensivo pero debe aportar mucho más en ataque), Joel Parra o Sebas Sáiz (brega y buenos minutos), Pradilla (mucho futuro aquí) y Usman Garuba que llegaba en muy baja forma, tras su primer año NBA (donde apenas ha jugado) y que con el paso de los partidos ha mejorado y ganado enteros en confianza e importancia.

Todos bajo la batuta de Sergio Scariolo. El técnico italiano tenía ante sí un reto mayúsculo, hacer que este grupo compitiera y creciera. Y vaya si lo ha hecho. Sabedor de que el talento, aún importante, era inferior al demostrado por jugadores pasados, Scariolo y su equipo técnico, ha apretado aún más en el apartado táctico.

En un Eurobasket espectacular, con muchos partidos brillantes y memorables, el trabajo defensivo de España ha destacado sobremanera. La variedad en defensas, hombres y planteamientos otorgaban al equipo un plus de competitividad, que unido a la confianza mutua entre jugadores y técnicos, nos ha regalado a los aficionados no sólo unos resultados increíbles. Es que además, España ha jugado muy bien al baloncesto.

El trabajo colectivo, el juego de los cinco jugadores, en defensa y en ataque es lo que ha hecho Campeón a España. Y es una muy buena noticia para todos los que pensamos que el baloncesto es mucho más que un concurso de mates o triples, o la mega estrella jugando al yo-yo durante 20 segundos. Este es un juego rico y completo en el que todas las facetas, la psicológica, la física, la técnica, la táctica, lo individual y lo colectivo se entremezclan haciéndolo, por lo general, imprevisible y apasionante. Por desgracia, estamos acostumbrados a planteamientos que olvidan uno o varios de esos conceptos. Por ello victorias como la de ayer, o la de hace tres años son tan buenas noticias. Incluso para la FIBA.

España ganaba ayer a Francia. El viernes a Alemania. Los dos, buenos grupos de jugadores NBA (y con minutos) y Euroliga. En el caso de Francia, jugando francamente mal y cegados en su superioridad física. Buscando aplicar el relato de los USA team con mucha defensa física pero ningún trabajo colectivo. Alemania, que había jugado muy bien y variado todo el torneo, sucumbió en las trampas de Scariolo que dejo anotar a su base estrella Schroeder a cambio de que no se sumarán más compañeros. Al final, agotado y desquiciado no sumó cuando más falta hacía. España se deshizo de Finlandia en 4os en auténtico partidazo, ante un conjunto, el finés, sin tanta tradición pero con mucho futuro por delante.

Cayó Lituania en 8os, el día clave, por la dureza ya conocida de ese cruce que ya nos íbamos a ver con los equipos del grupo apriori más fuerte. Pero los lituanos, pese a su tradición, presentaban un grupo sin trabajo del colectivo, empeñados en su tremenda calidad individual, pero desperdiciando situaciones con dos pivots que no pueden jugar juntos pese a ser titularísimos NBA (Domantas Sabonis y Valanciunas). Antes en la primera fase en Tiblisi, España dejó buenas sensaciones y margen de crecimiento con victorias ante Bulgaria, Georgia, derrota con Bélgica, y victorias frente a Montenegro y Turquía para ser primera de grupo.

Y cayeron las grandes favoritas: Eslovenia, Serbia y Grecia. Las tres mediatizadas por tener a megaestrellas NBA como Doncic, Jokic o Antetokoumpo, colosales jugadores, pero que no entienden, o han olvidado, que en Europa hay que contar con el colectivo. En el baloncesto FIBA no puedes pretender anotar 30 puntos todos los partidos. Aquí se defiende. Desde el primer partido y desde el primer minuto. Cuando llegaron los cruces varios de estos jugadores presentaban cansancio y dolencias. No habían incluido a más jugadores en el juego ofensivo, entrenados por sospechosos como Pesic o Itoudis (también Ataman que cayó en 8os sin explotar a una selección turca de sobre el papel, notable talento). Fallaron y se vieron superados por muy buenos equipos que están creciendo por la periferia del continente, como Finlandia (impresionante Markanen), la sorpresa en semifinales de Polonia, parece que recuperamos a la mejor Italia o la República Checa.

Frente al individualismo, el colectivo. Frente a la exhibición, la constancia. Ante el marketing y todo lo externo, el trabajo. Hemos vivido un Eurobasket espectacular, coronado por la victoria de la selección española, pero sobretodo hemos visto y vivido que todavía sigue siendo importante tener claro que esto es un juego de cinco jugadores contra cinco jugadores.


Por otro lado, dos apuntes:

1. Con la medalla de ayer, la Federación española termina un verano de ensueño: 10 medallas, 10 finales, en 10 campeonatos, incluidos mundiales y europeos. Hay equipo, hay presente y hay futuro (también en femenino). Sintámonos orgullosos y exijamos a los responsables de los equipos profesionales que apuesten por el producto patrio que hará que haya más público, más expectación, más compromiso y más ingresos.

2. Para desgracia de los aficionados, Mediaset ha retransmitido el Eurobasket una vez más. Parece ser ya la última, ojalá, porque ha sido una tortura aguantar unas retransmisiones que más allá de la señal del propio organizador ha faltado continuamente al respeto al público, al juego y a sus protagonistas. Deseamos que la TV pública recoja el guante y apueste por los torneos internacionales, y los cuide, porque de ser así funcionará.


martes, 3 de agosto de 2021

Gracias por tanto


 

Hoy, 3 de agosto de 2021, la selección española de baloncesto ha perdido en cuartos de final de los JJOO Tokio 2020 con Estados Unidos. Hoy ha sido el último partido de Pau Gasol y su hermano Marc con la selección nacional. Hoy se termina un ciclo histórico de más de viente años. Desde agosto de 1999 cuando los Juniors de Oro ganaban el Mundial sub20 en Lisboa. Hasta hoy, que Pau el último y el más trascendental de ellos, ha decidido poner punto final a su carrera con la selección, quien sabe, parece casi seguro, que también la práctica profesional.

Durante estas más de dos décadas, cada verano, cada torneo, atento a las retransmisiones, pendiente de la Gigantes y ya en los últimos y digitales años de las webs especializadas para ver cómo está el equipo, cómo va el torneo. Pegado a la televisión viendo hazañas, victorias, éxitos y también derrotas; algún que otro sonoro fracaso y un par de notas oscuras.

Pau Gasol y Juan Carlos Navarro han sido los estiletes de una generación imborrable que siempre recordaremos con nostalgia y con una sonrisa. Probablemente también, y según pasen los años, con añoranza de tiempos mejores dado, el para mi, oscuro porvenir que viene para la absoluta de baloncesto masculino. Pero en esos momentos vividos, en esos partidos guardados en el disco duro y si, en la memoria de cada uno, capaces de poner de nuevo la piel de gallina, de asomar lágrimas en los ojos, no sólo eran los resultados. Eran las formas para llegar a ellos.

Muchas veces con un juego rotundo, espectacular, primoroso. Y siempre, unido a un talento y ambición inigualables, un compañerismo y una amistad entre todos los integrantes que son el aderezo que coronan este equipo, esta época como inolvidables.

Deportivamente para mi este equipo ha tenido tres estaciones:

La primera de ellas son los comienzos, 2001-2003: entran en el equipo y en seguida toman las riendas de la selección: Navarro, Raül López, Pau Gasol, Felipe Reyes y luego Calderón… Se suman a buenos jugadores que no acababan de dar el gran salto (Garbajosa, Jiménez, Mumbrú). Nace un equipo campeón.

La segunda estación, es a mi modo de ver, la época de dominio absoluto, 2004-2015 (con el paréntesis Orenguiano 2013-14): creamos un equipo dominante en Europa y que durante todos estos años es capaz de competir de tú a tú contra los Estados Unidos NBA (es verdad que desde el Mundial 2002 no los hemos derrotado, pero nunca antes un mismo equipo había sido capaz de competir contra los NBA tantos años). El dominio se extiende en el tiempo porque a esta generación (encabezados por Pau, Navarro, Calde y Felipe), se les van uniendo otros jóvenes talentos: Rudy, Chacho, Marc Gasol, Serge Ibaka, Llull, Ricky Rubio… Éste sería un resumen de sus éxitos:

  • JJOO 2004. El equipo cae en cuartos pero el dominio es abrumador en todos los partidos. Faltaba experiencia pero quizás por piernas fue la gran oportunidad para ganar el Oro olímpico (lo aprovecho la generación dorada de Argentina). Sólo nos mandaron a casa los yankees en su único partido decente con un Marbury extraterrestre. Y aún así debimos haber ganado.

  • Eurobasket 2005: Caemos en semis y en la lucha por el bronce. No está Pau, pero sin duda, el equipo se acaba de engrasar.

  • Mundobasket 2006: ganamos. Con un torneo brillante en cuanto a juego y confianza que hizo que “no fuera necesaria” la participación de Pau en la final tras lesionarse en semis. Se puede decir claramente, que con el nivel mostrado Estados Unidos hubiera sido también presa.

  • Eurobasket 2007: En casa, caemos en la final en un mal día generalizado, que supuso la salida de Pepu. El hombre que repartió los roles y ajustó los engranajes para que un equipo campeón lo llegará a ser de verdad.

  • JJOO 2008: En un partido antológico en la final ante Estados Unidos, les exprimimos al máximo. Nos ganan a base de acierto exterior y ayudas extras arbitrales.

  • Eurobasket 2009. Campeones. Tras una primera fase lamentable en la que se estuvo a punto de ser eliminado la serie de partidos cuartos-semis y final es para mi el tope baloncestístico de este equipo. Apareció la auto-gestión.

  • Mundial 2010: Sin Pau, caemos en cuartos ante Serbia en un partido a cara de perro. Comienza a notarse la ausencia de un alero potente que sustituyera al retirado Carlos Jiménez.

  • Eurobasket 2011. Campeones manteniendo el cetro de dos años antes. Se pasan mayores dificultades, pero a la hora de la verdad el equipo sigue siendo intratable con un Juan Carlos Navarro colosal.

  • JJOO 2012. Se repite la final de 4 años antes (para lo que fue imprescindible "dejarse ganar" al finalizar la primera fase tras perder un partido anterior) y se vuelve a vivir un partidazo épico en el que Estados Unidos tiene que dar lo mejor de si para salvar el oro. El partido se pierde por detalles.

  • Eurobasket 2013. Bronce con ausencia de Pau Gasol. Los problemas físicos empiezan a menguar las fuerzas. Los posibles relevos en juventud no acaban de dar un paso al frente.

  • Mundobasket 14. En casa. Fracaso superlativo del equipo incapaz de proponer algo como colectivo ante la inoperancia de Orenga desde el banquillo. La auto-gestión ya no vale porque hay carencias que no se pueden suplir con la calidad de los Juniors de Oro.

  • Eurobasket 2015. El mejor Pau de Siempre. Tercer oro europeo con una sucesión de partidos antológicos de Pau Gasol, líder en anotación y espiritual de un equipo que con la vuelta de Scariolo comienza a trabajar más la defensa.

Y a partir de aquí la tercera estación, la de despedirse como se merece a todos los integrantes que van abandonando la selección nacional. El equipo ya no es tan dominante porque los jugadores que marchan no son sustituidos (realmente es que es muy difícil, prácticamente imposible si lo miramos en la historia del deporte) por jugadores jóvenes a los que les falta cuajo y tener más minutos (bien porque se han ido a una NBA a agitar toallas o porque en la ACB no encuentran acomodo).

  • JJOO 2016. Caemos en semis ante Estados Unidos sin dar nuestra mejor versión. Se consigue el bronce ante Australia apelando a la mayor experiencia.

  • Eurobasket 2017. Bronce tras caer en semis con la Eslovenia de Doncic, a la postre campeona de Europa. El equipo parece ya agotado, pero…

  • MundoBasket 2019. Sin Pau Gasol, con Navarro, Felipe o Calderon ya retirados y con varias ausencias notables (Chacho, Mirotic) se suma el segundo título mundialista con un Ricky imperial y un Marc decisivo. La implicación de Scariolo desde el banquillo resulta también fundamental.



Pero ya hoy cerramos esta página dorada y maravillosa de nuestras vidas. Porque no sólo es baloncesto, deporte, espectáculo en televisión. Es sentirse conectado a un equipo por los valores, empezando por esa ilusión y amistad compartida, que trascienden. Es crecer, madurar y compartir, desde la distancia, junto a ellos y millones de aficionados el orgullo de sentirlos tan normales, tan cercanos, siendo tan excepcionales. Porque más allá de parafernalias, banderas y llamadas al patrioterismo, es compañerismo, trabajo y ganas lo que ha enganchado de este equipo tantos años. Es y será siempre, como dijo Pepu “BA-LON-CES-TO”.

Hoy es un día triste porque todos queríamos ver despedirse a Pau con una chapa más al cuello. Con ese oro olímpico tan buscado, tan merecido. Él y Marc. Y Rudy. Y Chacho. Y también Ricky y Scariolo.

Hay que asumir que tras la luz esta la oscuridad, después del día viene la noche, y tras el éxito, van a venir momentos duros y difíciles. No es día ni momento para pensar en lo que vendrá después. Realmente tengo un sentimiento pesimista porque no veo jugadores capaces, no ya de anotar, defender y rebotear como los ha habido estos años. Sino sobretodo, de liderar desde la humildad y desde el colectivo, los designios del equipo.

Por eso, sólo puedo quedarme en dar las gracias a esta generación. Gracias. Muchas gracias. Por cada partido; cada canasta; cada gesto. Cada sonrisa y cada lágrima. Por cada grito entusiasmado. En cada protesta. En cada lamento. Con todas las victorias y esas escasas derrotas. Gracias por vuestro compromiso y el compañerismo. Gracias por un ejemplo, para todas y todos en cada día, a cada momento.

Gracias Pau Gasol, Leyenda. Gracias Marc. Gracias Juan Carlos Navarro. Gracias Calderon, Felipe, Raúl, Berni, Cabezas ... Gracias Chacho, Rudy, Lull. Gracias, muchas gracias. Hasta siempre.







martes, 29 de diciembre de 2020

Un All Star Game de hace 20 años

Allen Iverson entrando a canasta entre las torres del Oeste en el All Star Game 2001 (nba Imagen)

 

La tarde del día de Navidad, en el que empezaba la nueva y extraña por el coronavirus temporada NBA, mi hermano y yo revivíamos del pasado. Recordábamos y sobretodo, disfrutábamos en el encuentro en torno al baloncesto, armazón de fraternidad que nos construimos en su momento y con el que pasamos la vida como excusa para conocernos y pasión que paladear.

Y no. No nos sentamos enfrente de la televisión para ver un partido en directo. Ni siquiera en diferido de esta temporada. O de la pasada. Nos entregamos con devoción a la tarea de disfrutar del NBA All Star Game de 2001 celebrado en Washington, un partido que en poco más de mes y medio cumplirá 20 años.

Hablé en su momento de la evocación del pasado como comercialización de la nostalgia. Es indiscutible que cada generación en su madurez recupera e idealiza su adolescencia y juventud. Se recuperan imágenes y recuerdos del pasado que se muestran bajo la lupa de la memoria, ciertamente tergiversada y tendente a edulcorar lo que vivimos para hacernos mejores en el momento actual. Cualquier aspecto de nuestra vida, de nuestro camino, está sujeto a evocarse e instalarlo en los altares de lo trascendente, puro e incorruptible, aunque la realidad distase mucho de ser ese sueño dulce y maravilloso.

Pero con el baloncesto no puedo dejar de pensar que tiempos pasados fueron mejores. Hoy, veo (y cuando los veo, porque con el maremagnum de horarios, televisiones, plataformas se hace realmente imposible) partidos infumables. Donde el físico ha devorado la táctica (por lo menos siempre nos quedará el baloncesto femenino). Donde se ha dejado pista abierta para que los highlights sean la única noticia de basket. Probablemente no haya habido una época en la que hubiera tanto talento técnico y físico y tan poco ba-lon-ces-to en los cerebros de los jugadores. Todo son triples y mates cada cual más estratosférico que el anterior como si no valieran el resto de canastas. Y de todo ello, de todo esto, nada, absolutamente nada me transmite algo. Es la absoluta mercantilización y el espectáculo por las audiencias sin el más mínimo interés, y ni mucho menos transmisión de valores.

Un baloncesto que me resulta aburrido, monótono e intrascendente. Y protagonizado por unos jugadores que salvo por un par o tres jugadores, no me provoca ninguna emoción, identificación o admiración. Peor incluso cuando piensas en equipos porque salvo apelos al romanticismo de la memoria y la emotividad (¡ahí mi Estu!) tampoco se guardarán ni en mi cabeza ni en mi disco duro (Aquellos Sacramento Kings).

Un baloncesto insustancial, alejado, no sólo porque hoy no haya público en las gradas, sino porque de tanto alimentar una burbuja mediática de estrellas y galaxias ha acabado por desconectar a la afición, evitando la identificación entre jugadores, equipos y sentimientos. Todo ello por un juego más burdo, entregado al big data del aprovechamiento de las posesiones y balanceado hacia la exhibición personal por encima de la colectiva. Por todo esto, la victoria de España en el último Mundial y como la consiguió resulta tan estimulante.

Pero volviendo al sofá junto a mi hermano están los partidos que guardamos en nuestra memoria. Algunos los tenemos almacenados en discos duros y pueden ser recuperados. Otros simplemente son evocaciones de recuerdos. Empiezan por un "¿te acuerdas de aquel día...?" y terminan con más anécdotas, con otros partidos. Hablando de una peli o de un libro. Y aquel All Star de 2001... Es que aquel Partido de las Estrellas... opino que no ha habido ninguno igual.

Por la retransmisión de Montes y Daimiel con lo cual ya garantizas el éxito en divertir y trascender. Pichichi Robinson, Melodía de seducción Spreewell o Hilo de seda Houston. Menuda guasa que tenía el hispano-cubano y cuánto lo échamos de memos.

Por aquella NBA de cambio de siglo y cambio de época tras la dictadura de Air Jordan. La NBA de las estrellas emergentes que rascaban los contratos de patrocinio de su Majestad y luchaban por ganar su dominio en la liga y su espacio en el Olimpo. Kobe Bryant. Allen Iverson. Vince Carter. Kevin Garnett. Shaq O'Neal. Tim Duncan. Ray Allen. Antes de la segunda vuelta de el Mesías. Era la NBA de la disputa ideológica baloncestística: Por un lado en el Este, entrenadores con una visión más cartesiana basada en el control del juego y en la predominancia de la defensa. En el Oeste sumas de talento que venían a alimentar las ganas por ganar anotando de otro tipo de entrenadores que poblaban los banquillos. Ambas visiones fuertemente enfrentadas e identificadas. Nosotros recuerdo, más en la línea del espectáculo. Ahora miras el palmares y no ha habido tanta diferencia entre Este y Oeste, entre el resultado por una u otra concepción.

Lo que hace especial a aquel partido y que luego salvo en un par de ocasiones más no ha vuelto a igualar, fue la competitividad. Ambos equipos con todos sus jugadores involucrados en sumar la victoria. Y así bajo esa presión fue subiendo el nivel de juego por ambos lados para ir pasando de las acciones festivas y recreativas (que provocaron no pocas pérdidas en ambos equipos) a un partido en serio.

Larry Brown como entrenador del Este apuntaló su libreto frente al más libertario de Rick Adelman cerrando la zona con Dikembe Mutombo. El pivot zaireño se hizo dueño de su canasta ante la batería de talento que mostraba el Oeste atrapando 22 rebotes y bajando con su presencia los porcentajes rivales. Fue decisivo para el resultado final.

Allen Iverson resulto el MVP. El antihéroe gangsta representaba todo lo opuesto a Michael Jordan (y alguno de sus legítimos herederos como Kobe Bryant) y en su tierra lidero la ofensiva del Este encontrando en Marbury, Carter o Ray Allen sus mejores aliados. Por contra, en el Oeste Bryant, Duncan y Garnett hacían de las suyas.

Con el paso de los minutos, los cuartos y los parciales el partido fue ganando en intensidad hasta un último cuarto espectacular. En él el acierto no fue esquivo sino más incisivo aún dejándonos momentos de pasmosa anotación y brillantez en el juego ofensivo que tenía que lidiar con un vigor defensivo máximo.

Y todo ello protagonizado por jugadores reconocibles y con carisma que hoy por hoy no veo en la NBA. No sólo eran buenos (buenísimos) sino que los veías y congeniabas con ellos. Sus orígenes y recorridos vitales pueden que sean los mismos pero la forma en la que aquellos jugadores transmitían no aparece ni por asomo en los grandes totem de la liga hoy en día.

Quizás no sé, estábamos muy melancólicos y nostálgicos como parece propicio el período navideño. Pero frente a sentarme a ver un partido actual me llama la atención, me motiva mucho más, indagar en la memoria y recuperar aquellos maravillosos años donde los jugadores, aún inalcanzables, eran de carne y hueso. Y el baloncesto, aún insuperable, era un deporte por encima del espectáculo, el dinero y la fama. Un juego del que disfrutar botando en la pista, en la consola y disfrutando de la competición.

 

lunes, 23 de septiembre de 2019

Quién lo iba a decir



El pasado domingo 15 de septiembre y un par de semanas después de que se cumpliera el décimo tercer aniversario del primer título mundial, la Selección Masculina de Baloncesto se proclamaba Campeona del Mundo.
Lo hacia culminando con solvencia una competición al máximo de sus prestaciones. Y lo hacía para refrendar una de las mayores sorpresas en la historia del baloncesto, del deporte nacional y del deporte mundial.
La España de Scariolo llegaba sin mucha presión y con menos expectativas aún. El sorteo del calendario no había sido malo y cifraba en un hipotético partido en la segunda fase contra Italia el acceso a cuartos y la garantía del pre-olímpico. Esa era la exigencia real para el combinado nacional toda vez que las bajas eran prácticamente completas y que todos teníamos el deseo de ver a Pau Gasol en sus quintos Juegos Olímpicos y por qué no, luchando por el oro.
Pau era la primera de las notabilísimas bajas con las que iba a contar la selección. Sin competir desde mediados de marzo por una grave lesión y ante su última (o no) temporada en la NBA, el mayor de los Gasol fijaba el verano como recuperación y puesta a punto para un año que se prevé largo.
El siguiente en borrarse era el Chacho que ha aducido cansancio, una mudanza a otro nuevo país y pasar tiempo con la familia como causas a su baja. Sorprendente se sumaba a las bajas de los juniors de oro que como Navarro primero y luego ya Felipe o Calderón entre los más ilustres ya se bajaron del carro de la familia.
Pero no fueron menos sorprendentes las renuncias de Mirotic e Ibaka. Un culebrón de cada verano en el que había que decidir que extranjero, y con qué capacidades, se sumaba al equipo. Primero fue el hispano-congoleño cansado de ser segundo plato estos últimos años quien renunció. Un par de meses después, apenas a horas de darse la convocatoria, fue el hispano-montenegrino quien explico en un comunicado su cansancio para con el baloncesto, sobretodo la NBA y su necesidad de tener un verano más tranquilo. Tranquilidad alterada con su vuelta a Europa confirmada un par de días después y al acérrimo rival de su anterior equipo.
Contadas estas ausencias (más la de Abrines recuperándose de una depresión entre los ilustres) España presentaba un equipo de perfil bajo pero no exento de calidad y sobretodo de experiencia.
Scariolo había hecho un trabajo previo en las ventanas para con jugadores de rotación ACB con veteranos como Fran Vázquez, Oliver, Beiran o Colom y jóvenes como Brizuela clasificar al equipo a la Copa del Mundo.
No hemos sido pocos los que hemos demonizado el invento de las ventanas por parte de la FIBA en su particular cruzada contra la Euroliga, pero hay que decir que a España le han venido de perlas para articular una transición entre el equipo de los Juniors de Oro y las nuevas generaciones aún salvando el escollo de no pocos jóvenes valores que estaban enrolados en la NBA.
En esos partidos de clasificación se vio a una España solida en defensa, priorizando mucho el rebote defensivo (para poder correr), solidaria en las ayudas y en la que destacaba en el factor anotador Quino Colom.
A ellos se sumaban los hermanos Hernangomez desde la NBA, los Rudy, Llull, Ribas, Claver y Oriola desde la Euroliga. Marc Gasol que venía de ser Campeón de la NBA con Toronto Raptors (donde Scariolo era entrenador ayudante). Y Ricky Rubio que en su madurez ha engrandecido su precoz talento para con las experiencias de la vida dotar de calma su baloncesto.
En la previa de la Copa del Mundo España se sabía un equipo complicado. Con no muchos puntos entre las manos, pero los suficientes para dificultar la vida a cualquiera. Muy trabajado en defensa pero con dudas a la hora de anotar.
Esas dudas se exponenciaban al ver los equipos que se confirmaban en otras selecciones. Parecía que España sería incapaz de competir contra esas plantillas, y eso que había bajas en casi todos los equipos -la larguísima temporada de NBA y Euroliga masacran a los jugadores- pero nadie, absolutamente nadie, dudaba de la capacidad de Serbia, Australia, Grecia o Francia. Tampoco y mucho menos de Estados Unidos que pese a las renuncias de la super élite (Irving, Curry, Thompson, Harden, Lebron, Durant, Davis) presentaba un buen conjunto de jugadores NBA con puntos en las manos, físico y la sapiencia al banquillo de Popovich.
Había que llegar al día clave, el de cuartos, al 100% y por eso tanto la preparación como la primera fase ante las débiles Túnez, Puerto Rico e Irán fue una puesta a punto progresiva para que todo el mundo diera su mejor versión en el momento más importante.
España mejoro sus prestaciones ante la siempre anárquica Italia y llamo la atención de manera sobresaliente derrotando con solvencia a la gran favorita: Serbia.
En los cuartos en el cataclismo del baloncesto actual, España no tenía excesivos problemas para derrotar a una voluntariosa Polonia. Y en un auténtico partidazo Argentina eliminaba a Serbia con la misma receta con la que dio España: Incomodidad en el ataque serbio aprovechando el despilfarro de recursos (los pivots) de Serbia, apretar a sus bases a ambos lados de la pista y dominar el rebote.
En el otro lado del cuadro y en otro partidazo Francia se imponía a Estados Unidos y confirmaba algo que me parece evidente: Cuando Estados Unidos es batible, se viene un torneo espectacular porque todo el mundo les juega con todo para ganarles. Y aún así, Estados Unidos ganará en 9 de cada 10 ocasiones, pero sudarán y todos disfrutaremos muchísimo.
Australia se convertía en el cuarto semifinalista y en rival de España al ganar sin esfuerzo a una República Checa que aún limitada ha hecho uno de los baloncestos más interesantes de estas dos semanas.
Así teníamos otro partido brillante para las semifinales. Liderados por Patrick Mills, Australia trataba de desenmarañar las trampas defensivas del equipo español al que le costaba muchísimo anotar. El partido se mantenía bajo unos guarismos que no eran malos para España (sobre 40 puntos al descanso) cuando en el tercer cuarto aparecía Marc Gasol para empezar a anotar y dominar la zona, tanto en defensa como en ataque donde repartía juego. Así Marc acababa firmando su mejor partido con la camiseta nacional.
Se jugaban dos prórrogas donde los nervios y la agonía fueron los mejores aliados de la selección nacional, más bregada en este tipo de batallas en los últimos años donde supieron sobreponerse ante una cada vez más desquiciada Australia. La caja y uno sobre Mills (con varios defensores sobre él) agotaron al base de los Spurs y apagaron todas las luces de un equipo que hasta entonces se había mostrado una maquina de anotar.
España había sufrido como casi siempre en las semifinales y en la final le esperaba otra sorprendente Argentina que se había desecho de Francia.
Y una vez más siguiendo el guión de anteriores torneos la final resultaba más plácida teniendo en cuenta el sufrimiento de dos días antes. Argentina quedo prácticamente desactivada con una decisión de entrenador: Scariolo colocaba en el quinteto titular a Oriola para emparejarlo con Scola, reemplazando a Victor Claver. El perfil del ala-pivot catalán se acomodaba mejor a las condiciones de Scola, faro del juego argentino, y éste no sumo hasta que el partido ya estaba visto para sentencia.
No hay que desmerecer el torneo de Argentina porque utilizando las mismas armas que España se plantó en la final con un equipo más limitado de talento que el de la anterior generación, pero con muchísimo trabajo y aprovechando el dinamismo de sus bases.
Argentina como España plantearon en el torneo un ritmo de juego más lento, controlado. Impidiendo la velocidad en las transiciones del rival y volviendo al juego en la zona en tiempos del triple y los aprovechamientos de lanzamientos y posesiones. Un baloncesto más pausado, de un 5vs5 inclusivo. Con cortes y juego sin balón, dejando el uno contra uno como recurso y no como plan de juego. Y defensa. Mucha defensa. Habrá que ver si el éxito de este planteamiento de juego en éste Mundial, se convierte en una tendencia para batir a los equipos que con dinamismo y triples dominan en el baloncesto de clubes hoy en día.
Para España la conexión Ricky-Marc, como 1-5, desde el poste alto era la clave de inicio del juego para con bloqueo y abrirse del pivot o con la penetración del base encontrar los puntos. Sin un tirador fiable llegaron los triples (Rudy, Juancho o Llull) cuando el rival se cerraba, pero España ha marcado tendencia en este mundial recuperando el juego en la zona y la predominancia del tiro de dos. Canastas fáciles y posiciones cómodas de tiro que venían de la visión de juego de Marc y Ricky.
En defensa, España ha dado un manual de trabajo de ayudas, especialmente con Victor Claver que por fin ha dejado de ser el jugador 11 o 12 de la rotación para ser ese alero multiusos, bisagra entre el juego interior y exterior, y líder desde lo oscuro del juego para beneficio del colectivo. También nombres como los de Rudy, Oriola o Ribas han brillado atrás dejando claro en cada momento que hacerle puntos a esta España iba a costar sangre, sudor y lágrimas.
Es curioso pero Claver, Ricky o Scariolo que se han llevado todos estos años muchas de las criticas que han acompañado al juego -que no a los resultados- de la selección, se han convertido en claves del éxito. El primero siendo el mejor amigo de sus compañeros en defensa.
Ricky Rubio, después de momentos muy duros en lo personal y lo profesional (muerte de su madre por cáncer y falta de confianza de la NBA en él) se ha coronado como MVP dominando cada uno de los partidos desde el puesto de base, como hacía en categorías inferiores, con multitud de recursos en ataque, encontrando a sus compañeros y liderando la defensa.
Y Sergio Scariolo que toda vez que quedo claro que con las bajas la autogestión no podía ser el patrón del grupo, ha dado clases magistrales de scouting sobre el rival y de conocimientos tácticos notables para aprovechar lo que tenía, haciendo un equipo que cuando ha llegado la hora de la verdad ha jugado un muy buen baloncesto a ambos lados de la cancha.
Y ha sido, sin duda, el artífice de dotar de hambre e intensidad a un colectivo, una familia, que se mueve como un ente único. Con el ejemplo de volver a la selección cuando el ocaso de la generación dorada se hacía evidente, con el marrón de las ventanas de por medio y trabajando para la NBA su mensaje caló hondo en un vestuario que se ha ido remodelando en nombres pero no en confianza ciega en su entrenador.
Scariolo hoy es Campeón del Mundo y tiene un anillo de la NBA como entrenador asistente. Con la selección suma tres oros europeos (los tres únicos de la historia), y una plata y un bronce olímpicos. Ha sido absolutamente imprescindible en éste éxito minimizando los defectos propios y virtudes ajenas a la par que maximizando nuestras fortalezas y golpeando en los puntos débiles del rival.
Atrás queda el mayor fracaso de esta selección que fue el Mundial 2014 en casa, donde el monstruo de la autogestión devoró a Orenga y a todas las ilusiones del país.
El desastre agudizaba la idea del final de una era que podía volver a dejar el baloncesto en un lugar muy incómodo a nivel de seguimiento en España. Muchas de aquellas cosas no han mejorado pero España, de la mano de sus selecciones hoy es Campeona del Mundo masculino y Campeona de Europa en femenino. Y un montón de medallas más en este verano 2019. Disfrutémoslo.

viernes, 27 de octubre de 2017

Aquellos Sacramento Kings



Corría 1998 cuando en el draft de la NBA, Sacramento Kings, elegían a Jason Williams en el número 7 producto de la Universidad de Florida. Llegaba a un equipo incipiente, nuevo proyecto de los hermanos Maalouf, que de la mano de Geoff Petrie como General Manager, y de Rick Adelman como primer entrenador, trataban de poner a Sacramento en el mapa baloncestístico americano.
Junto a esta elección del draft también llegaba Chris Webber. El genial ala-pivot de talento descomunal, pero marcado por su etapa en Michigan (equipo de los "5 magníficos" y aquel tiempo muerto, sin tiempos muertos que costo el título a los “Wolverines”) y de su relación con Pj Carlessimo en Golden State. Aquella temporada del lock-out la incidencia en victorias fue mínima, pero se vio como el estilo desenfadado y espectacular llegaba a esta franquicia y se podía ver como periódicamente alguna de sus jugadas aparecían en los resúmenes de las mejores jugadas de la NBA.


Pero fue 1999 cuando los Sacramento Kings se hicieron un hueco en el corazón de todos los aficionados. El espectáculo era su seña de identidad, y bajo esta premisa reunieron en el equipo una amalgama de talento ofensivo jamás vista en una sola franquicia NBA.
Cuando hoy vemos a los nuevos “super” equipos como Cleveland Cavaliers o Golden State Warriors sumando jugadores con All Stars parece lejano el recuerdo y legado de aquel equipo que a finales del siglo pasado y principio de éste maravillo en base a un estilo preciosista donde la virtuosidad no estaba reñida con el objetivo, y lo efectista se convertía en efectivo. Aquellos Sacramento Kings eran una forma novedosa en el tiempo más cercano para formar un equipo de baloncesto, pero recordaba a los años de la ABA, y aquellos 70s y 80s que pusieron los cimientos para el seguimiento de la mejor liga del mundo. Todos, los buenos aficionados, recordamos con cariño quien pudo disfrutarlos y con admiración quienes lo hacemos en le tiempo, a aquellos equipos que se pusieron el espectáculo por montera y ofrecían diversión y talento a raudales para configurar el baloncesto profesional como una opción más, y la más especial, de ocio televisivo en Estados Unidos y luego ya en todo el mundo.
Jason Williams, Doug Christie, Corlis Williamson, Chris Webber y Vlade Divac, eran los titulares. Bobby Jackson, Dan Martin, Nick Anderson, Pedja Stojakovic, Jon Barry, Lawrence Funderburke, Scott Pollard, eran los suplentes. Todo lo que rodeaba al equipo más espectacular de la NBA era maravilloso: las predicciones apocalípticas de Funderburke, las patillas y el estilo de Pollard, la celosa mujer de Christie, la infancia y adolescencia de Williams, las peripecias entre las fronteras y nacionalidades griega, serbia y bosnia del jovencísimo Stojakovic o los antecedentes leoneses del mítico Pete Carrill, asistant coach de Adelman, y que llegaban a nosotros con las fantásticas retransmisiones de esos cracks de cracks como eran Andrés Montes y Antoni Daimiel.



Año a año más aficionados se volvían locos cuando tenían la posibilidad de ver un partido de los Kings. La camiseta con el 55 de Williams era la segunda más vendida de toda la NBA y jugadores del equipo acaparaban nominaciones (Webber, Divac, Stojakovic, jugadores de la semana, del mes, All Stars...). El Arco Arena se llenaba noche tras noche acumulando la mayor racha de llenos consecutivos de la historia del deporte americano (316 llenos consecutivos). La gente disfrutaba con su equipo y presumía.

Sin embargo la ambición de los Maalouf no se veía saciada, sobre todo porque el equipo no acababa de tener un balance alto en temporada regular, y siempre en en primera ronda topaban contra el claro favorito (Spurs, Lakers de O' Neal, Jazz de Stockton & Malone). Siendo especialmente dura la del año 2001 cuando en 4 partidos los Lakers destrozaban a los capitalinos del estado de California.


Esto promovió el traspaso la misma noche del draft. Cuando Jason Williams fue enviado a Memphis Grizzlies, a cambió de Mike Bibby. El pequeño base de la Universidad de Arizona, hijo de Henri Bibby, de un talento ofensivo demoledor, pero más cerebral que Williams.
El cambio fue inmediato. Sacramento paso a rondar las 60 victorias y el ansiado anillo comenzaba a engarzarse en torno a los dedos del equipo que más enamoraba por su juego en la NBA. Las plantillas que se fueron reuniendo eran tremendas. El talento ofensivo era cada vez mayor. Eligiendo ya en posiciones retrasadas del draft, jugadores como Hedo Turkoglu, Darius Songaila, Gerald Wallace o Kevin Martin apuntalaban la riqueza ofensiva de los Kings. Llegaba un Brad Miller que sustituía de manera brillante al retirado Divac. Durante 6 años Sacramento anotaba más de 110 puntos de media y lideraba el ránking de asistencias con más de 30.

El juego era primoroso. De una perfección exquisita. Movimiento de balón concreto y preciso. Movilidad de los jugadores desde y en todas las posiciones. Arte hecho baloncesto. Con una retro alimentación clara ya que cuanto mejor atacaba más defendía, y si defendía bien, corría y anotaba con más ahínco.




El momento culmen fue el playoff de 2002. Tras barrer a Utah Jazz (equipo ya en declive) y a Dallas Mavericks (en ascenso) la Final de Conferencia Oeste les enfrentaba a Los Angeles Lakers. La serie estaba caldeada. Se vendía como el enfrentamiento snobs vs. catetos (palabras de O´Neal) y se prepararon las noches de los cencerros en el Arco Arena. La eliminatoria era reñida. Se llego al quinto partido en el Staples con empate a 2, habiendo vencido siempre los caseros, con especial mención a aquel triple en el último segundo de Robert Horry en el segundo tras el palmeo a donde no debía haber nadie de Divac. Así era ese extraño elemento llamando Robert Horry. Pero aquí un gran partido de Chris Webber, Mike Bibby (canastón final) y Divac daba el punto a favor de Sacramento. A los 4 días se veían las caras en el Arco Arena. El partido fue equilibrado y se llego al tiempo de prórroga. Allí se impuso el artículo 34. Shaquille O'Neal llego a los 35 puntos, 12 en ese período extra, y empataba la serie.


Pero en el séptimo la mala suerte se cebo con Sacramento. Stojakovic inconmensurable en todos los playoffs, venía tocado desde el 4º partido. Y en el definitivo sus porcentajes bajaron ostensiblemente. Stojakovic fallaba, mientras que Fox, Fisher o George cumplimentaban a Bryant y a Shaq como Phill Jackson quería. Los esfuerzos de Bibby y Webber fueron baldíos. L.A. llegaba a la final de la NBA para barrer en ella a New Jersey. El sueño de los kings estuvo cerca, muy cerca, pero se convirtió en pesadilla.


Con los años se ha sabido mediante a declaraciones off the record y reportajes especializados que en la NBA no querían una final entre Sacramento Kings y New Jersey Nets.
Para el comisionado David Stern y las franquicias no era recomendable arriesgarse a que la final bajará las audiencias televisivas en Estados Unidos, algo que jugándosela dos equipos de ciudades menores y con pocos aficionados fuera de sus entornos se antojaba como más que probable.
Se ha hablado de asignaciones arbitrales dudosas y en algún momento en el que he visualizado aquellos partidos, especialmente el sexto en el Arco Arena de Sacramento, se puede decir sin tapujos que hubo una conspiración, que hubo una línea arbitral para favorecer el pase de los Lakers. Faltas dudosas de los pivots de Sacramento, body-checks muy agresivos sobre la salida de bloqueo de Stojakovic que había sido un martillo pilón toda la serie y que no fueron castigados. E incluso varias jugadas en los últimos minutos de tiempo regular en los que extrañamente los relojes de posesión variaban quitando entre uno y dos segundos a los locales y otorgándoselos a los visitantes.
También en el séptimo y decisivo se sucedieron decisiones arbitrales dudosas que favorecían a la “fiebre amarilla” y que impidieron la que hubiera sido primera final de Sacramento (la franquicia ya jugó varias en los 50, logrando el título en 1951 en la ciudad Rochester (estado de Nueva York) bajo el nombre de Royals).




Desde ese momento la franquicia vive en retroceso. No se han vuelto a alcanzar el número de victorias en regular session, y en playoffs no ha vuelto a estar cerca del anillo -de hecho, ahora lleva 5 años sin alcanzar la post-temporada-. Los míticos jugadores han ido saliendo, siendo sustituidos por jugadores más mediocres en cuanto talento, e incluso discutidos en la liga. La reconstrucción sigue en marcha, y también salió Rick Adelman. De un baloncesto espectacular se ha pasado a las catacumbas de la NBA. El equipo aburre y no gana. Y pasarán varias temporadas hasta que vuelva a entrar en playoffs.


Pero Sacramento Kings fue el enganche a la NBA de toda una generación. Ha sido el equipo que mejor baloncesto colectivo ha practicado por encima de Lakers o Bulls. Siempre guardará un hueco en nuestro corazón, aunque ahora se turbe. Y es que el deporte es un espectáculo, una forma de ver la vida y nunca la hubo tan bella. Sacramento Kings y toda su organigrama emprendió una forma de crecer basada en el talento y el espectáculo, en hacer disfrutar a sus fans y a todos los aficionados. Gracias por hacer del basket arte.


Ahora de vez en cuando salgo a la calle o voy a una cancha con una camiseta de Jason Williams en Sacramento Kings. Voy orgulloso porque más allá de la victoria o de la derrota, esta la filosofía. El ansía de trascender y ser importante y especial para mucha gente por el modo de entender la vida, el deporte y el baloncesto en este caso. Y por ser coherente y fiel a un estilo.

Como dijo una ocasión Antoni Daimiel: "Si queréis conquistar a una chica, lo mejor que se puede hacer es invitarla a ver un partido de los Kings"


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...