Llevo desde hace varios
meses, e incluso años, queriendo escribir sobre la actual crisis (no
hay ninguna voz autorizada de la materia que no esté de acuerdo con
esta afirmación) del baloncesto español. Y es hoy cuando me pongo a
escribirlo, justo el día después de la décima medalla consecutiva
de la selección U20 masculina, Campeona de Europa ayer en Helsinki.
Puede parecer
contradictorio pero es así. Las selecciones españolas, tanto
masculina como femenina, no paran desde hace 15 años de sumar
éxitos, tanto en categorías de formación, como en la absoluta. Al
refrendo que supuso el Mundial de Japón de la maravillosa generación
que ya salió Campeona del Mundial en el Junior de Lisboa 1998, le
han seguido dos platas olímpicas en los dos últimos juegos y
tuteando a la todopoderosa USA. Tres campeonatos de Europa (el del
año pasado, imborrable éxito en Francia con un Pau Gasol colosal) y
más medallas europeas, así como también es natural algunos
fiascos, siendo el más sonoro el del Mundial 2014 en España.
La absoluta masculina
estará en los Juegos de Rio de apenas 15 días, como también la
estará la femenina, que con Lucas Mondelo ha subido un par de
peldaños en su rendimiento, aunando a varias generaciones de
campeonas bajo un paradigma de juego intenso, vibrante, rápido y
aguerrido. Así lograron sumar un Campeonato de Europa, eternamente
buscado, como también un plata mundialista en 2014 brillante donde
sólo cayeron en la final ante el USA de la WNBA, verdadero Dream
Team, hoy por hoy, inasumible en el basket internacional femenino.
Y qué decir de todos los
éxitos en categorías inferiores. Más de 40 medallas en campeonatos de Europa
entre las distintas categorías, destacando sobre manera el nivel que
nuestras chicas, están dando año a año y que ya podemos paladear
en la máxima categoría del basket femenino nacional.
Con los clubes
profesionales dando un gran nivel por Europa, con un Madrid, en
situación de dominador continental (junto a CSKA y Olimpiakos en los
últimos años), un Barça asiduo a la Final Four, un muy buen
Valencia en la segunda competición o un Baskonia integrante de la
Final Four esta última temporada. Y en femenino, más y mejor, con
dos títulos consecutivos para clubes nacionales en la máxima
categoría (Perfumerías Avenida 2011, Ros Casares 2012) y con Rivas
siendo finalista en dos ocasiones.
Todo ello con miles de
niños y niñas, chicas y chicos, cada fin de semana practicando
baloncesto, con canchas callejeras con notable afluencia, con ligas
amateurs y de aficionados desarrollándose por todo el territorio, y
con buenas afluencias en los pabellones ante los partidos
“profesionales”.
Ante lo descrito,
cualquiera algo alejado del tema, me podría llamar tremendista,
conspiranóico o utópico. Pero que los árboles, no os impidan ver
el bosque. La realidad, es que el baloncesto español está ante una
encrucijada que va a cambiar el modelo que tenemos actualmente. Se
avecinan cambios y el paso al Rubicón que debe inexorablemente
llevar cambios estructurales sobretodo en un punto del engranaje: el
encaje entre el baloncesto de formación y el baloncesto profesional,
y el estatus, con seguridad tanto administrativa, financiera, de
impacto mediático y posibilidades, que tenga.
El principal estandarte
del baloncesto en España, la selección absoluta masculina, está a
meses de dar un giro total a su formación. Los integrantes de la
Generación de los Juniors de Oro, darán un paso atrás (o deberían
darlo) tras los JJOO y abrirán un período en el que nombres ya
recurrentes sumarán mayor protagonismo, y donde deberán ir entrando
nuevos valores que garanticen un futuro, un nivel competitivo, que
permita al basket patrio sobrevivir.
Si ante la mejor
generación del deporte español, el baloncesto, con su liga
nacional, la ACB, su seguimiento es cada vez más reducido y su
situación más insostenible, cada suponer que el con la retirada de
los Gasol, Navarro, Calderon o Felipe el futuro del baloncesto en
España, será mucho peor.
Y es que en el
rompecabezas que es el tablero del basket nacional, donde juegan la
federación, los clubes, jugadores, árbitros, aficionados,
periodistas, ligas, televisiones, otras competiciones europeas, la
Euroliga, la NBA, las selecciones,... presenta una amalgama de
intereses que en principio se podrían unificar en el avance de la
importancia y seguridad del baloncesto, pero que por malas gestiones,
oscuros egoísmos, corruptelas varias y disputas de poder nos deja en
una situación lamentable, donde por el contrario, es la inseguridad
en el modelo y la disminución paulatina del interés generado por el
baloncesto profesional, como espectáculo de ocio y esparcimiento, y
también como daño colateral, para posicionar la práctica deportiva
como un habito de bienestar y salud, para todos, la realidad que
estamos viviendo.
Se hace difícil empezar
por algún sitio pero apuesto por hacerlo por la ACB.
Lo hago así, porque lo
que nació con un espíritu de renovación y puesta en valor para el
baloncesto profesional allá por los años 80 (al calor de los
primeros éxitos internacionales de una selección absoluta
masculina) se ha convertido hoy, con el paso de los años, en un nido
de víboras cuyas luchas palaciegas por el poder han vapuleado la
institución, tanto en su organigrama, para acometer las necesarias
reformas y actualizaciones, como en la opacidad de su gestión.
En los últimos 10 años
se ha derrumbado una estructura competitiva que presumía de ser la
mejor liga del mundo tras la NBA, fruto de una catarata de
decisiones nefastas que han minimizado el poder competitivo de la
competición y de la mano el atractivo, tanto para los espectadores,
como para muchos profesionales, jugadores y entrenadores, que huyen
hacia otras competiciones europeas o en Asia, lo que ahonda un
círculo pernicioso, en el que el nivel deportivo baja, ahuyentando
al público generalista, que ya ni ayuda a llenar las canchas, y que
hace ya bastante abandono las audiencias televisivas.
Con la cuestión
televisiva se puede hacer una crónica circular en el tiempo para
ayudar a explicar el desplome de la ACB como competición de interés
general.
- A finales de los 90, la gestión de la ACB vendía los derechos televisivos a Canal+ para que estos emitieran la competición para sus abonados. Lo que en principio trajo una buena cantidad de dinero a repartir (de aquella manera tan alejada de unos ratios de igualdad), lego al ostracismo a la competición, porque Canal+ no consiguió hacer más abonados con el ofrecimiento de este producto, y pese a la innegable calidad de las retransmisiones y el buen cuidado del producto, no se produjo el anhelado incremento de seguidores para la ACB, y si que metió miedo en el cuerpo a todos los directivos que vieron en la tv pública, la única forma de vender el producto.
- Así, sin renovar el contrato con Canal+ en 2004, la ACB volvía al interés general de las tv públicas, donde ha sufrido por un lado el maltrato inmisericorde de RTVE (qué también tiene lo suyo) y las condiciones poco menos que ochetenteras con las que las televisiones autonómicas han llevado el baloncesto, con sus “equipos región” como emblema.
- El culmen de este proceso grotesco de negociación con las televisiones, fue hace dos años. Mientras se conseguía vender paquetes de producción para el visionado en el extranjero, se llegaba a la finalización del contrato con RTVE y la estupidez y cerrazón de una directiva lamentable, obviaba una vez más una oferta de un operador privado (la Sexta que en 3 ocasiones ha recibido la negativa de la ACB) para dejar el producto, gratis, a RTVE nuevamente, con un compromiso vago e imperfecto por parte de esta y que obviamente no han cumplido, de no maltratar el producto.
- Así pasados estos dos años, con unos niveles de audiencia paupérrimos, sin haber cuidado un mínimo el producto y su promoción, y con unas calidades técnicas, lejos de los estándares europeos, la ACB ha vuelto a legar sus derechos de TV a un operador privado, Movistar plus, heredera de aquel Canal+.
A poco que cuide el
producto con un mínimo de promoción, programación, programa propio
y realización cuidada, ganara abonados para cumplimentar a su
paquete de NBA y Euroliga. Lamentablemente, ya sólo serán los
incondicionales de este deporte.
Desde luego en las
facultades de marketing y dirección de empresas se estudiará como
gestión a evitar, la llevada estos años por la ACB, por parte de
una suerte de directivos instalados en la mediocridad y aupados y
alimentados por la endogamía propia de una organización que
funciona de forma mafiosa, donde el consenso es la imposición de
ciertos personajes con demasiado poder (equipos futboleros, pero
sobretodo Querejeta y Roig), y sin la más mínima autocrítica,
ni asunción de responsabilidades como han demostrado con casos
concretos como el de Obradoiro, o el colapso de los pasaportes.
La gestión de la liga,
no es que sea francamente mejorable, es que la actual es, y
probablemente así será, constitutiva de delito, funcionando como
una competición cerrada cuando en principio debería estar abierto
el sistema de ascensos y descensos desde la competición profesional
propuesta por la FEB.
Desde el año 2005, sobre
22 posibles ascensos y 22 posibles descensos, sólo se han ejecutado
7 ascensos, y 10 descensos, de los cuales 6 han sido desapariciones
de club (Girona, Granada, Menorca, Alicante, León, Valladolid). Las
condiciones leoninas y ancladas en el pasado cuando el dinero
público, vía directa mediante subvención o indirecta mediante
inversiones de las Cajas de Ahorros, tan proclives siempre a
dilapidar dinero público para satisfacciones de los oligarcas y
caciques locales y regionales, no han permitido la tan sana y
necesaria renovación de clubes, ciudades, aficiones, medios,
entrenadores, jugadores e ideas.
Solicitar un canon de
ingreso de 3'5MILL € más un aval de 2MILL ha impedido que Burgos
(hasta en 3 ocasiones), Orense, Palencia, Melilla o Lugo llegarán a
la ACB. También es fruto de otra época, o de un serio problema para
discernir la realidad de los sueños, exigir aportar a estos clubes
pabellones deportivos con más de 5.000 espectadores de capacidad, lo
que ha hecho que todos involucrarán de algún modo a sus
ayuntamientos, que con más o menos gracia, dependiendo de la
sintonía con el cacique local, lapidaran otro buen montante de dinero
de todas y todos en obras fastuosas de dudoso rendimiento.
Y suele pasar como algo
menor, pero tiene una importancia capital: El requerimiento para
convertir el club deportivo que ha ascendido en la cancha a la ACB,
en Sociedad Anónima Deportiva, es decir, en una empresa, con un
accionariado en el que de entrada abrirá las puertas de la gestión
a las caciques locales y a los intereses que pululan alrededor de la
liga.
No me cabe ninguna duda,
y soy aficionado del Estudiantes, que “se ha ganado” en la cancha
un par de descensos, que la estructura de ascensos y descensos es
positiva para la competición. Eso sí, siempre que se garantice la
supervivencia de los clubes más allá de fondos de garantía o
devoluciones de cánones. Hoy en día la aventura para un club de LEB
Oro es insostenible en el tiempo en la ACB, aunque no se baje, porque
existe una burbuja de gasto entre contratos y gastos que muy pocos
patrocinadores, y menos cuando hablamos de ciudades de provincias,
pueden arrastrar en el tiempo, lo que lleva a los impagos y las
disoluciones, mientras la ACB se recuesta en su sillón mirando para
otro lado.
Y es que si en el papel
de los requisitos aparece la rendición de cuentas y las auditorías
fiables y sostenibles, los balances de cuentas de más de la mitad de
los equipos que hoy forman la ACB, presentan serias carencias que en
un mundo normal, llevarían a la no admisión de estos clubes en la
liga. Estudiantes, Sevilla, Zaragoza, Bilbao, Penya, Fuenlabrada,
Manresa... todos ellos con muchos años en la competición presentan
agujeros presupuestarios y deudas con Hacienda incompatibles con la
superviviencia de una empresa, fruto todo ello de estructuras débiles
y novecentistas que están lejos de entender como funciona el mundo
del deporte profesional y el marketing empresarial en la segunda
década del Siglo XXI.
No es que sean rara avis.
Es que la propia liga se fundamenta de igual modo y así tenemos como
no sólo es incapaz de saber vender su producto a los operadores
televisivos y los medios, sino que además es absolutamente inútil
para explotar los recursos que Internet y la web 2.0 y 3.0 pueden
dar.
Por otro lado, hay quien
ha sugerido aprovechar estos años sin ascensos, para reducir el
número de equipos de la ACB, de 18 a 16 o incluso a 14. Alegan que
así se conseguirían mejorar el nivel de las plantillas, tanto en
ACB como en LEB Oro, así como asegurar proyectos estables en el
tiempo. A mi juicio, y el tiempo, da y quita razones, en este mundo
capitalista y competitivo, cuando algo tiende a igualarse es
resultado de una bajada general de los estándares medios. Hay
experiencias como en el baloncesto femenino, o el balonmano que
indican esto y dado el nulo saneamiento de la mayoría de los clubes
profesionales españoles es probable que lleváramos el mismo camino.
Si la estructura de la
competición no es fuerte para poder cambiar y actualizarse. Y si los
clubes operan de la misma forma no se atisba un cambio en el corto y
medio plazo que pueda hacer que esto cambie, se regenere y vuelva a
competir con unos mínimos de calidad y transparencia para ofrecer un
producto atractivo, dinámico y sugerente al gran público.
Con los pies de barro,
durante años el baloncesto en España vistió su profesionalismo
gracias a las ingentes cantidades de dinero público que recibió,
como ya habíamos dicho. Tanto ayuntamientos, comunidades autonómicas
y muy especialmente la fuente de los caciquismos, como son las
Diputaciones, han entregado en sus presupuestos cantidades que han
permitido la supervivencia de los clubes y la firma de contratos de
jugadores muy por encima del valor de mercado, que debía dar la
propia liga ACB con su rendimiento en materia de audiencia, marketing
y seguimiento. Las Cajas de Ahorro, en algunos casos con patrocinios
directos, y en otros con créditos millonarios y condiciones más que
asumibles, alimentaron una burbuja que cuando ha estallado sólo ha
dejado deudas, el rastro de jugadores marchando a ligas mejor
estructuradas y con crecimientos más saneados (Alemania, Francia) o
al calor de dinero a las puertas (Rusia, Turquía, China) y el
recuerdo de lo que fue.
Estalló la crisis y todo
ese dinero desapareció quedando, como digo, las deudas, tanto con
trabajadores, accionistas, jugadores, entrenadores y por supuesto,
también con Hacienda. Se vaciaron los pabellones y algunos se pudren
tras inversiones millonarias de consistorios que no supieron decir no
(Burgos como ejemplo paradigmático). Ahora salvo unos pocos clubes
con la aportación de la sección de fútbol (Madrid, Barça), el
dinero de la Euroliga y venta de jugadores (Baskonia y en menor nivel
Unicaja), el dinero de un único empresario (Roig el de Mercadona en
Valencia) estos clubes sobrevuelan la dirección de la liga,
mediatizando todas las decisiones de la misma.
Si ya era difícil en
época de bonanza económica encontrar patrocinadores que apostarán
fuerte y continuado en el tiempo por el baloncesto, ahora se hace
prácticamente imposible. De las últimas experiencias en buscar
patrocinador, está el Bilbao, que año a año tiene que reinventarse
porque las cantidades aportadas desaparecen para pagar pufos
antiguos. Otros realizaron un círculo para acabar quedándose como
estaban, como el Cai Zaragoza o el Tenerife Baloncesto Canarias. El
extraño suceso es un Estudiantes, que encontró a Movistar, no se
sabe muy bien de qué forma y para qué (lo del Estu, merece un post
amplio propio).
Frente a una sola gestión
sólida en el tiempo, la de Gran Canaria (no exenta de aportaciones de dinero público a través del Cabildo, al igual que con el Basket Canarias de Tenerife), el enchufe de unos años
para acá de la Universidad (privada) Católica, al basket Murcia, y
el curioso caso de un Obradoiro que llegó a la ACB, sin tener que
desembolsar una ingente cantidad de dinero en forma de avales y
canon, el resto de equipos sobreviven como pueden. Luego está
Andorra, que juega con una fiscalidad propia y con el apoyo del
Principado que está metiendo dinero del turismo como reclamo. Y San Sebastián que certifica su descenso deportivo por su calamitosa situación económica. Pero en definitiva, en la
mayoría de los casos dejando nóminas sin pagar, vendiendo o no
renovando a sus mejores jugadores y teniendo que reconstruirse
continuamente en un ejercicio de equilibrismo sobre el abismo.
Tenemos una liga bipolar,
en la que salvo la incursión este año de Gran Canaria en la
Final de Copa, Madrid y Barça, los dos equipos con ingentes
cantidades procedentes del fútbol, dominan y copan las finales,
convirtiendo, lo que podía ser una entretenida y sorprendente
competición de 8 meses en un aburrido paseo que sabes como va a
acabar: Con los de siempre jugándoselo todo.
Y es que no tienen ningún
problema en debilitar las plantillas de sus rivales más próximos
(por ejemplo el Barcelona con Baskonia y Valencia Basket), llevándose
a sus jugadores jóvenes y proyectos de gran talento y produciendo de
facto la bajada del nivel de la liga, convirtiéndola en una liga
previsible, aburrida y abocada a un clon de si misma.
Así llegamos a la
situación de los jugadores.
No cabe ninguna duda el
hecho de que el nivel deportivo de la competición año a año ha
bajado siendo otra causa más para el poco entusiasmo y seguimiento
del que profesa hoy en día la ACB. Hay varios factores que podían
explicar esto último.
Desde luego, uno de los
más importantes es la normativa en cuanto a la composición de las
plantillas. El baloncesto español ha dejado de ser una opción firme
para los jugadores élite extranjeros, ya sean europeos o americanos,
salvo Madrid y Barcelona. Deudas y liquidaciones están a la orden
del día. La legislación tampoco ayuda, y fenómenos como los
derechos de tanteo, han dejado siempre en condiciones de inferioridad
a los jugadores frente a clubes que podrían tener deudas con ellos
en una situación dantesca, que provoca de hecho, que nuestra liga
comience los fichajes más de un mes que el resto de equipos. Y es
que con la falta apremiante de dinero, se hace imposible una mínima
preparación y trabajado adelantado.
Más difícil que nunca
lo tiene el jugador nacional, sobretodo si es joven y busca llegar a la máxima competición. La legislación europea hace que
comunitarios, asimilados, cotonous y dos plazas de extranjeros
ocupen las primeras posiciones en la rotación de los equipos.
Jugadores de quita y pon, que no favorecen, salvo en honrosas
ocasiones, la identificación con el equipo.
Las medidas proteccionistas como los cupos tampoco han ayudado, ya que no fueron
lo suficientemente agresivas para facilitar la entrada con
importancia de jugadores jóvenes con éxito en las categorías de
formación en el profesionalismo. La inexistencia de un límite de
incorporaciones, que debería fijarse, en torno a la celebración del
único evento que suscita un mínimo interés, la Copa del Rey,
tampoco ha ayudado y desde el primer momento se suceden las altas y las
bajas. Los cortes y las llegadas de medianías que normalmente tienen
como finalidad más contentar a éste o aquel agente por una futura o
pasada operación, que por el rendimiento deportivo que se vaya a
ofrecer.
Además de un tiempo a
esta parte la normativa de la FIBA que permite a jugadores, sobretodo
americanos, conseguir pasaportes de terceros países “para la
promoción del baloncesto en el país” hace que nos encontramos con
más jugadores que compiten e impiden el acceso a la profesionalidad
a los jugadores nacionales. Hemos tenido americanos, de mayor o menor
talento o rendimiento, jugando con pasaportes del Congo, Georgía, Azerbayan,
Guinea, Costa de Marfil, Cabo Verde... y mientras las canchas se
vaciaban de un público cansado de tanto mediocre y de no conocer a
sus propios jugadores.
Las canteras no han sido
ajenas a este fenómeno, y de un tiempo a esta parte a partir de edad
infantil, se llenan de jugadores foráneos que vienen a cumplir su
formación y ganar una plaza de cupo en el basket español (si están desde los 14 a los 18 años un mínimo de 3 años), eso si, a
costa de haber sido arrancados de sus entornos educativos y
familiares. Desde luego jugadores como Doncic, Hezonja, Faverani o
Porzings son un regalo para los aficionados pero cuántos habrá que
no consiguieron el acceso al profesionalismo y en qué estado se
encuentran hoy.
Desde hace unos años, la
ACB no es la primera opción para los jugadores americanos y europeos
que destacan y no son captados por la NBA. Ahora Rusia, Turquía o
China se llevan la palma, evitando que buenos jugadores pasen por
nuestras canchas. También otras ligas como la alemana (muy interesante su caso), la francesa,
la VTB (liga de países bálticos y Rusia) o la liga Adriática están
consiguiendo retener, cuando no reclamar, talento que antes se
acercaba a nuestra liga.
Para rematar el éxodo de
talento, la NBA con su recién aprobado marco salarial (a ver si con
este ejemplo alguien tiene cojones de decir que las huelgas no
sirven), ha incrementado las ofertas a jugadores que destacan en
Europa llevándose a algunos de los jugadores más seguidos y
decisivos del basket continental, sin ser la ACB, una excepción. Así
a un continuo peregrinar este año jugadores como Sergio Rodríguez,
Willy Hernángomez, Abrines, Kuzminskas... cruzan el charco. Y éste
mismo nuevo marco salarial, va a hacer que para los equipos de la
liga de desarrollo (NBDL) se puedan ofrecer contratos en torno al
millón de $, lo que hará que los americanos que vengan a Europa
también bajen el nivel.
Para desenmarañar todo
este enjambre no ha ayudado el conflicto abierto entre la Euroliga,
como asociación de clubes europeos y la FIBA como representante de
las federaciones quienes llevan en una guerra latente por el control
de las sustanciosas cantidades económicas que una liga europea de
clubes (con beneplácito o intervención directa de la NBA) puede
generar.
Con amenazas veladas de
una u otra parte, complots, chantajes (amenaza de FIBA de expulsar a la selección española de los JJOO) y enrocamientos, ambas partes
se encuentran en un punto de no retorno, y éste año se celebrará
la primera Euroliga con un formato de liga (primera y segunda vuelta, más playoffs y Final Four)
mientras se juegan las ligas nacionales, y con la FIBA también
volviendo a crear una competición de clubes. Una situación de
difícil encaje, y que habrá que ver como evoluciona, ya que de como
torné cuerpo esta nueva Euroliga se prevé que se adelanten los
acontecimientos, constituyéndose un nuevo espacio en el que la
Euroliga operaría como competición cerrada y las federaciones sin
ver un € y quizás ni un jugador...
Con toda esta situación
lo que se ha conseguido es la huida del espectador medio, que ya no
se identifica con su club, ni tampoco con jugadores jóvenes, que
crezcan y progresen dentro del club, y construyendo un continium
entre el basket de clubes y el de selecciones. Con plantillas de mercenarios y peseteros, desapareció la identificación con una camiseta, un club. Se acabaron los valores de comunidad que aporta la gente de la casa y aparecen el desinterés y finalmente las gradas se van vaciando.
Y es que si donde se
supone que está la pasta, que es en el basket profesional la
situación es tan lamentable, qué esperar de las federaciones donde
tradicionalmente escasean los recursos.
Por un lado las ligas que
dependen de la federación se encuentran seriamente tocadas, por
falta de seguimiento y transmisión. En el masculino a los mismos
problemas de falta de dinero, el cierre efectivo de la ACB sin
ascensos y descensos provoca una catarsis en las ligas LEB. Hemos pasado de una LEB con 18 equipos, que producía talentos y daba
minutos de calidad a los más jóvenes a una de 14 equipos que apenas dura
4 meses. Así, los
proyectos acaban languideciendo, y lo que parecía un buen modelo de
desarrollo del baloncesto profesional en ciudades pequeñas y en
regiones sin tanta cultura baloncestística (y no me olvido, de sus
canteras) ahora deja un buen puñado de ilusiones rotas y gestiones
que sobreviven sin más trascendencia que la que marca su ciudad y
región.
Y como todo en
#Españistan la situación de la mujer es peor. Una liga
femenina depauperada, abandonada por las televisiones y en la que
paradójicamente, la unión continúa de varias de las mejores
generaciones del baloncesto femenino español, no se traduce en una
mejora del nivel medio de la competición, puesto que muchas de estas
chicas, salen de nuestras fronteras, incluso aprovechando la
oportunidad de la formación universitaria americana. La
competitividad se iguala por abajo y poco a poco baja el interés,
entrando casi todos los clubes en situaciones de descalabro
económico.
Si la lista de clubes y
ciudades fuera del baloncesto profesional masculino es amplia, en
femenino resulta abrumadora: En los últimos 10 años han dejado de
tener club de baloncesto femenino profesional: Vigo, Lugo, Barcelona
con dos clubes distintos, lo mismo que Burgos, León, Ibiza, Sóller
en Mallorca, Navarra, Valencia con Ros Casares, todo un Campeón de
Europa; Zaragoza y Guipúzcoa tuvieron que refundarse. Rivas también
pero desde Liga Femenina 2... El último está misma semana el
Conquero de Huelva, actual Campeón de la Copa de la Reina que ha
sido incapaz de salvar las deudas que han llevado a su disolución.
Y por detrás una
Federación que a priori parece encontrarse ante un nuevo tiempo.
Digo a priori, porque el nuevo presidente, Jorge Garbajosa, pertenece
al círculo de trabajo del anterior, Pepe Saéz, que ha hecho y
desecho a su antojo durante los últimos 15 años, y usando al primer
emblema del basket patrio, la selección absoluta masculina, como
imagen de marca de la que obtener pingues beneficios vía
patrocinadores y visitas a ciudades, como ha resultado ser la Gira
ÑBA, de la que hablé en su momento.
El “Señorito Andaluz”
ha manejado el cortijo a su antojo y sin ni una voz discordante, ni
dentro ni fuera, donde los medios tradicionales (afortunadamente
existen honrosas excepciones en internet), han mantenido un mensaje
de “éxito” en la gestión del basket patrio, donde las victorias
deportivas de las distintas selecciones ha sido el aval que ha
utilizado Saéz para posicionarse en el mundo político y
empresarial.
Pero eso es una cosa y
otra bien distintas, no dejar las cosas atadas. Para ello tras un
proceso de elecciones realmente rocambolesco Garbajosa alcanzaba la
presidencia de la federación, en un mandato que se prevé
notoriamente continuista, pero que tendrá que conjugar el final de
una etapa, la de la mejor camada de talento del emblema del basket
patrio, la selección masculina. Y todo ello con la situación que he
venido relatando desde arriba.
Desde luego no parece
fácil, pero la FEB tiene que ser capital a la hora de plantear
soluciones, y no problemas, ante el escenario que el baloncesto
tiene por delante. Un deporte maravilloso, enriquecedor y
espectacular que a día de hoy tiene un futuro muy oscuro en su
vertiente profesional, y sin la que será muy difícil canalizar la
práctica deportiva.
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