Vuelven las banderas a media asta. Los minutos de silencio y las declaraciones
grandilocuentes de que “unidos no nos vencerán”, de que
“la legalidad y la democracia”, bla bla, bla... También
tendrán su momento la ultra derecha para reivindicarse como
guardianes de Europa, rechazar la inmigración y aprovechar el
momento para sin vergüenza aumentar su tirón político con su
deleznable fascismo, todo ello para justificar el rechazo a los
refugiados que como ayer miles de franceses y occidentales en Niza,
huían del mismo terror fanático, del mismo fascismo clerical
islámico.
Ayer, en el Paseo de los
Ingleses de Niza, mientras miles de personas contemplaban los
fuegos artificiales que conmemoraban la celebración de la Fiesta
Nacional Francesa, un franco-tunecino, armado y al volante de un
camión irrumpía con alevosía y violencia segando la vida de más
de 80 personas y dejando cientos de heridos. Y aumentando en la
Europa occidental la sensación de miedo, pánico e inseguridad.
Parece que no aprendemos.
Seguimos sin comprender que frente al terrorismo y la barbarie no
cabe otra salida que no sea una respuesta firme de la legalidad y los
derechos humanos. Un compromiso firme e irrompible para Europa y
Occidente, garante del progreso y la libertad, la tolerancia y la
solidaridad. No podemos responder a la violencia con más violencia,
ni a la barbarie con más barbarie. No se debe intentar apagar el
fuego con más gasolina. Lo más importante es defender la Europa,
con todas sus letras, y su bagaje en la lucha contra la desigualdad y
el fascismo, con máximo convencimiento en el avance de la sociedad y
del ser humano y su bienestar.
Y por supuesto la acción
policial y de investigación en occidente, con respeto escrupuloso a
la legalidad, y la lucha militar en Oriente frente a los terroristas
que están enquistando una guerra en Siria con unas consecuencias
dramáticas, que siempre están yendo por detrás de los intereses
comerciales de los oligopolios del petróleo, el gas, cómplices de
las dictaduras árabes que encantadas avivan el avispero que hoy es
Oriente Próximo. Los mismos que alentaron una guerra corrupta,
suicida e ilegal contra Irak, como se ha terminado demostrando las
últimas semanas, con el apoyo de los mediocres como Blair, Aznar,
Bush y Barroso, quienes tienen ya también que sentarse ante un
Tribunal acusados de delitos contra la humanidad y motivados por el
poder y el dinero, y por dejar un mundo, mucho peor que el que
recogieron a su llegada.
Liberté, égalité,
fraternité es el lema de la Revolución Francesa; del 14 de julio y
la Toma de la Bastilla. De no querer ser más rehén de los
poderosos, en el siglo XVIII o en el siglo XXI. De no querer ser más
pasto de las hogueras de la xenofóbia, el fascismo y la
intransigencia religiosa. Ni tampoco de un sistema económico que nos
consume cual mercancía sin importar las consecuencias, más que la
del crecimiento perpetúo, el orgasmo del dinero.
Europa tiene ante
sí un reto: El reto de vencer al terrorismo sin de-construir Europa,
sin despedazar los acuerdos que ponian el bienestar de la ciudadanía y el avance como sociedad, como motor de la acción política. Sin embargo son las salidas viscerales como se puede ver con el auge de la extrema derecha o el #Brexit, la respuesta inmediata cargada de oido, oportunismo y sinrazón las que van calando en el europeo.
Conseguir una victoria que afiance la democracia, porque sea la
democracia la que yergue las columnas de esa victoria. Su legalidad y
su legado en justicia, solidaridad e igualdad.
Europa ha de acoger con
los brazos abiertos a los cientos de miles de refugiados sirios
(también iraquíes, afganos o sudaneses) que huyen del mismo terror
y barbarie que cada vez con más frecuencia está golpeando a la
propia Europa. Basta ya de cortoplacismos, electoralismos, miedos y
discursos de odio. Es el momento ya ineludible de cumplir los
compromiso en materia de derechos humanos que tenemos como estados de
derecho.
El autor de esta matanza no es un refugiado. No es, parece ser con las primeras investigaciones, un hombre religioso, ni radicalizado. Se trataba de un franco-tunecino de 31 años, sin trabajo, y con problemas previos con la policía por peleas y trapicheo de drogas. Es decir, no es un refugiado, sino más bien otro inadaptado producto de la marginalidad y la falta de oportunidades que este sistema económico oligofrénico ha promovido.
El autor de esta matanza no es un refugiado. No es, parece ser con las primeras investigaciones, un hombre religioso, ni radicalizado. Se trataba de un franco-tunecino de 31 años, sin trabajo, y con problemas previos con la policía por peleas y trapicheo de drogas. Es decir, no es un refugiado, sino más bien otro inadaptado producto de la marginalidad y la falta de oportunidades que este sistema económico oligofrénico ha promovido.
Y mientras las víctimas,
como en todas las guerras, y esta también lo es, aunque de una forma
que nunca habíamos visto en la historia, las pone el pueblo. Un
pueblo que tiene que unirse, no me canso de decirlo, una vez más en
torno a un modelo de sociedad libre, acogedora, integradora,
solidaria y progresista, que tenga como fin último el avance de su
bienestar y el de todo el planeta. Es vital que lo hagamos ya para no
seguir siendo las vidas que se queman bajo el fuego de lo fascismos.
Estoy apesadumbrado,
rabioso y dolido, y con los familiares, amigos y víctimas del
atentado de ayer en Niza. Y con los de hace 10 días en Bagdad. Con
la gente de Aleppo. Con quienes yacen en Idomeni y quienes se agolpan
desesperados a fronteras de alambre y hormigón.
Contra el terrorismo,
legalidad, justicia y Libertad, igualdad y fraternidad.
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