Hace un mes escribía
esto, con un claro afán de no tener que volver a dedicar tiempo,
primero a cabrearme y luego “descabrearme” toda vez que
preparo, escribo, corrijo y al final leo con agrado tras publicar.
Sin embargo, #Españistan se supera. Me supera. Te supera. Nos
supera a todas y todos. No es un país, un estado o un espacio
físico, no. Es un concepto mental de la indignidad, de la
sinvergoncería orgullosa, consciente y feliz de serlo; del
sufrimiento y penar de todos quienes no pensamos así, a quien nos
duele, lamentamos y añoramos una sociedad mejor, más plena,
democrática y solidaria. Una sociedad y país que se desprendiera de
una vez de los harapos y la mugre y fuera capaz de reconocer la
ignominia, denunciarla, castigarla en todos los ámbitos y obligar a
un avance en la moral que de continuo se traduciría en un progreso
en el bienestar, los niveles de vida y en como nuestras sociedades,
desde lo más pequeño, hasta lo más grande, pasando por lo loca,
regional y nacional, consiguen de una vez por todas garantizar la
libertad y la mejora de condiciones de vida de todas y todos.
La penúltima, porque la
última siempre se está cocinando y se dispensará gradualmente del
contenedor de mierda que este país, es que a Messi le declaran
culpable de defraudar a Hacienda una millonada, pero con una pena
irrisoria de 21 meses de cárcel y una multa rídicula tras la
regularización de lo defraudado, que ni castiga, ni intimida, ni
sirve como llamada de atención, escarmiento o aviso a pasados,
presentes y futuros defraudadores. A Messi, que se declara como un
tonto y botarate, con tal de eludir responsabilidades, y sobretodo
castigos y a su padre, cada mes en la cárcel le sale a 500.000€. A
Rafa, un granadino que lleva un mes y medio en la cárcel por robar
76€ hace 4 años, de momento le ha salido a 38€. Entre ambas
cantidades puedes elegir el punto donde la igualdad entre ciudadanos
se va al estercolero.
No contentos con esto, en
el Barça a su directiva no se le ocurre nada mejor que salir en su
defensa con un comunicado de apoyo y una campaña en redes en la que
pide a los aficionados que se solidaricen con el defraudador porque
dicen que toda la culpa es de su padre. Se va casi de rositas con una
pena de sólo 21 meses después de evadir 4 millones de euros a la
caja de todos y todavía hay que hacerle la ola para consolar al
nene.
Tiene delito que se
aplauda al delincuente pero es lo que ocurre secularmente en nuestro
país, de Madrid a Barcelona, sin ir más lejos las pasadas
elecciones, en las que casi ocho millones de personas aplaudieron con
su voto a un partido que navega en la corrupción desde los tiempos
franquistas. No hay que olvidar que somos el país de la picaresca.
De aquí es ese género literario, único en el mundo, dedicado a
contar las pillerías, bravuconadas y travesuras de los granujas.
Se desprecia la
inteligencia y se premia a los listillos, se hace burla al que cumple
con sus obligaciones y se celebra a quien se las salta. Es tradición
nacional reírle las gracias al pícaro, al que se libra de pagar,
engaña al ingenuo y al honrado, sisa unos folios por aquí o inventa
un trapicheo para pagar menos por allá. Y ahora el club de fútbol
más exitoso del país, referente en todo el mundo, pide a su
parroquia que abrace a un evasor multimillonario que nos ha intentado
robar a todos y a los forofos sólo les ha faltado darle un euro como
si fuera Lola Flores.
Supongo que los Community
Manager del club catalán se pusieron las manos en la cabeza y
trataron de quitar la idea de la cabeza a la directiva (sino lo
hicieron, lamentables profesionales son) que está acostumbrada con
sus tejemanejes con las instituciones catalanas de usar éxitos
deportivos, equipo, afición y legado como emblema nacional
catalanista siempre que el flujo de poderes y dineros sea intenso y
bidireccional.
Luego nos quejamos de que
pagamos muchos impuestos, los ricos pagan poco, los políticos nos
roban y nos gobiernan ladrones, pero hay gente a la que se le olvida
cuando va a las urnas o al campo de fútbol con la banderita de su
equipo, nación o partido. No tenemos dinero para servicios públicos
básicos ni para las pensiones pero gana las elecciones el partido de
Bárcenas, Soria, la financiación ilegal y la amnistía fiscal a los
grandes evasores como Messi. Quizá si la gente supiese que cada uno
de nosotros pagamos entre 800 y 1000 euros más de impuestos al año
para compensar lo que otros defraudan, se les quitaban las ganas de
aplaudirles y votarles.
También si supieran que
la mayor parte de los recortes de la crisis -que han provocado tanto
dolor, incluso muerte- se podrían haber evitado si se atajara el
fraude de las grandes fortunas, dejarían de reírles las gracias. Si
empezaran a pensar lo que les cuesta a su propio bolsillo o a su
propia vida, a lo mejor ya no iban a jalear a Messi a la puerta del
juzgado, a la Infanta y a los compi yoguis a su entrada en el palacio
o a Rajoy al balcón de Génova. Peor que ser un país de ladrones es
que además somos un país de idiotas que aplauden a los pícaros que
les estafan. Insoportable.
Como el Lazarillo de
Tormes, algunos se creen muy listos porque se comen las uvas de dos
en dos, pero el ciego se las come de tres en tres mientras ellos
callan. Muy pícaros pero muy pánfilos. Aclaman al multimillonario
que les roba. Eligen al político que les engaña. Es el Síndrome de
Estocolmo. En este país, hay secuestrados que adoran a sus
secuestradores.
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