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viernes, 27 de octubre de 2017

Aquellos Sacramento Kings



Corría 1998 cuando en el draft de la NBA, Sacramento Kings, elegían a Jason Williams en el número 7 producto de la Universidad de Florida. Llegaba a un equipo incipiente, nuevo proyecto de los hermanos Maalouf, que de la mano de Geoff Petrie como General Manager, y de Rick Adelman como primer entrenador, trataban de poner a Sacramento en el mapa baloncestístico americano.
Junto a esta elección del draft también llegaba Chris Webber. El genial ala-pivot de talento descomunal, pero marcado por su etapa en Michigan (equipo de los "5 magníficos" y aquel tiempo muerto, sin tiempos muertos que costo el título a los “Wolverines”) y de su relación con Pj Carlessimo en Golden State. Aquella temporada del lock-out la incidencia en victorias fue mínima, pero se vio como el estilo desenfadado y espectacular llegaba a esta franquicia y se podía ver como periódicamente alguna de sus jugadas aparecían en los resúmenes de las mejores jugadas de la NBA.


Pero fue 1999 cuando los Sacramento Kings se hicieron un hueco en el corazón de todos los aficionados. El espectáculo era su seña de identidad, y bajo esta premisa reunieron en el equipo una amalgama de talento ofensivo jamás vista en una sola franquicia NBA.
Cuando hoy vemos a los nuevos “super” equipos como Cleveland Cavaliers o Golden State Warriors sumando jugadores con All Stars parece lejano el recuerdo y legado de aquel equipo que a finales del siglo pasado y principio de éste maravillo en base a un estilo preciosista donde la virtuosidad no estaba reñida con el objetivo, y lo efectista se convertía en efectivo. Aquellos Sacramento Kings eran una forma novedosa en el tiempo más cercano para formar un equipo de baloncesto, pero recordaba a los años de la ABA, y aquellos 70s y 80s que pusieron los cimientos para el seguimiento de la mejor liga del mundo. Todos, los buenos aficionados, recordamos con cariño quien pudo disfrutarlos y con admiración quienes lo hacemos en le tiempo, a aquellos equipos que se pusieron el espectáculo por montera y ofrecían diversión y talento a raudales para configurar el baloncesto profesional como una opción más, y la más especial, de ocio televisivo en Estados Unidos y luego ya en todo el mundo.
Jason Williams, Doug Christie, Corlis Williamson, Chris Webber y Vlade Divac, eran los titulares. Bobby Jackson, Dan Martin, Nick Anderson, Pedja Stojakovic, Jon Barry, Lawrence Funderburke, Scott Pollard, eran los suplentes. Todo lo que rodeaba al equipo más espectacular de la NBA era maravilloso: las predicciones apocalípticas de Funderburke, las patillas y el estilo de Pollard, la celosa mujer de Christie, la infancia y adolescencia de Williams, las peripecias entre las fronteras y nacionalidades griega, serbia y bosnia del jovencísimo Stojakovic o los antecedentes leoneses del mítico Pete Carrill, asistant coach de Adelman, y que llegaban a nosotros con las fantásticas retransmisiones de esos cracks de cracks como eran Andrés Montes y Antoni Daimiel.



Año a año más aficionados se volvían locos cuando tenían la posibilidad de ver un partido de los Kings. La camiseta con el 55 de Williams era la segunda más vendida de toda la NBA y jugadores del equipo acaparaban nominaciones (Webber, Divac, Stojakovic, jugadores de la semana, del mes, All Stars...). El Arco Arena se llenaba noche tras noche acumulando la mayor racha de llenos consecutivos de la historia del deporte americano (316 llenos consecutivos). La gente disfrutaba con su equipo y presumía.

Sin embargo la ambición de los Maalouf no se veía saciada, sobre todo porque el equipo no acababa de tener un balance alto en temporada regular, y siempre en en primera ronda topaban contra el claro favorito (Spurs, Lakers de O' Neal, Jazz de Stockton & Malone). Siendo especialmente dura la del año 2001 cuando en 4 partidos los Lakers destrozaban a los capitalinos del estado de California.


Esto promovió el traspaso la misma noche del draft. Cuando Jason Williams fue enviado a Memphis Grizzlies, a cambió de Mike Bibby. El pequeño base de la Universidad de Arizona, hijo de Henri Bibby, de un talento ofensivo demoledor, pero más cerebral que Williams.
El cambio fue inmediato. Sacramento paso a rondar las 60 victorias y el ansiado anillo comenzaba a engarzarse en torno a los dedos del equipo que más enamoraba por su juego en la NBA. Las plantillas que se fueron reuniendo eran tremendas. El talento ofensivo era cada vez mayor. Eligiendo ya en posiciones retrasadas del draft, jugadores como Hedo Turkoglu, Darius Songaila, Gerald Wallace o Kevin Martin apuntalaban la riqueza ofensiva de los Kings. Llegaba un Brad Miller que sustituía de manera brillante al retirado Divac. Durante 6 años Sacramento anotaba más de 110 puntos de media y lideraba el ránking de asistencias con más de 30.

El juego era primoroso. De una perfección exquisita. Movimiento de balón concreto y preciso. Movilidad de los jugadores desde y en todas las posiciones. Arte hecho baloncesto. Con una retro alimentación clara ya que cuanto mejor atacaba más defendía, y si defendía bien, corría y anotaba con más ahínco.




El momento culmen fue el playoff de 2002. Tras barrer a Utah Jazz (equipo ya en declive) y a Dallas Mavericks (en ascenso) la Final de Conferencia Oeste les enfrentaba a Los Angeles Lakers. La serie estaba caldeada. Se vendía como el enfrentamiento snobs vs. catetos (palabras de O´Neal) y se prepararon las noches de los cencerros en el Arco Arena. La eliminatoria era reñida. Se llego al quinto partido en el Staples con empate a 2, habiendo vencido siempre los caseros, con especial mención a aquel triple en el último segundo de Robert Horry en el segundo tras el palmeo a donde no debía haber nadie de Divac. Así era ese extraño elemento llamando Robert Horry. Pero aquí un gran partido de Chris Webber, Mike Bibby (canastón final) y Divac daba el punto a favor de Sacramento. A los 4 días se veían las caras en el Arco Arena. El partido fue equilibrado y se llego al tiempo de prórroga. Allí se impuso el artículo 34. Shaquille O'Neal llego a los 35 puntos, 12 en ese período extra, y empataba la serie.


Pero en el séptimo la mala suerte se cebo con Sacramento. Stojakovic inconmensurable en todos los playoffs, venía tocado desde el 4º partido. Y en el definitivo sus porcentajes bajaron ostensiblemente. Stojakovic fallaba, mientras que Fox, Fisher o George cumplimentaban a Bryant y a Shaq como Phill Jackson quería. Los esfuerzos de Bibby y Webber fueron baldíos. L.A. llegaba a la final de la NBA para barrer en ella a New Jersey. El sueño de los kings estuvo cerca, muy cerca, pero se convirtió en pesadilla.


Con los años se ha sabido mediante a declaraciones off the record y reportajes especializados que en la NBA no querían una final entre Sacramento Kings y New Jersey Nets.
Para el comisionado David Stern y las franquicias no era recomendable arriesgarse a que la final bajará las audiencias televisivas en Estados Unidos, algo que jugándosela dos equipos de ciudades menores y con pocos aficionados fuera de sus entornos se antojaba como más que probable.
Se ha hablado de asignaciones arbitrales dudosas y en algún momento en el que he visualizado aquellos partidos, especialmente el sexto en el Arco Arena de Sacramento, se puede decir sin tapujos que hubo una conspiración, que hubo una línea arbitral para favorecer el pase de los Lakers. Faltas dudosas de los pivots de Sacramento, body-checks muy agresivos sobre la salida de bloqueo de Stojakovic que había sido un martillo pilón toda la serie y que no fueron castigados. E incluso varias jugadas en los últimos minutos de tiempo regular en los que extrañamente los relojes de posesión variaban quitando entre uno y dos segundos a los locales y otorgándoselos a los visitantes.
También en el séptimo y decisivo se sucedieron decisiones arbitrales dudosas que favorecían a la “fiebre amarilla” y que impidieron la que hubiera sido primera final de Sacramento (la franquicia ya jugó varias en los 50, logrando el título en 1951 en la ciudad Rochester (estado de Nueva York) bajo el nombre de Royals).




Desde ese momento la franquicia vive en retroceso. No se han vuelto a alcanzar el número de victorias en regular session, y en playoffs no ha vuelto a estar cerca del anillo -de hecho, ahora lleva 5 años sin alcanzar la post-temporada-. Los míticos jugadores han ido saliendo, siendo sustituidos por jugadores más mediocres en cuanto talento, e incluso discutidos en la liga. La reconstrucción sigue en marcha, y también salió Rick Adelman. De un baloncesto espectacular se ha pasado a las catacumbas de la NBA. El equipo aburre y no gana. Y pasarán varias temporadas hasta que vuelva a entrar en playoffs.


Pero Sacramento Kings fue el enganche a la NBA de toda una generación. Ha sido el equipo que mejor baloncesto colectivo ha practicado por encima de Lakers o Bulls. Siempre guardará un hueco en nuestro corazón, aunque ahora se turbe. Y es que el deporte es un espectáculo, una forma de ver la vida y nunca la hubo tan bella. Sacramento Kings y toda su organigrama emprendió una forma de crecer basada en el talento y el espectáculo, en hacer disfrutar a sus fans y a todos los aficionados. Gracias por hacer del basket arte.


Ahora de vez en cuando salgo a la calle o voy a una cancha con una camiseta de Jason Williams en Sacramento Kings. Voy orgulloso porque más allá de la victoria o de la derrota, esta la filosofía. El ansía de trascender y ser importante y especial para mucha gente por el modo de entender la vida, el deporte y el baloncesto en este caso. Y por ser coherente y fiel a un estilo.

Como dijo una ocasión Antoni Daimiel: "Si queréis conquistar a una chica, lo mejor que se puede hacer es invitarla a ver un partido de los Kings"


sábado, 27 de septiembre de 2008

Jason Williams se retira


Amanecimos con la noticia de que Jason Williams se retira. Centrándonos únicamente en el aspecto deportivo esta amarga noticia pierde parte de la sorpresa que estimula en primera impresión. Jay-Will ya no era el fantástico y espectacular jugador de sus primeros 3 o 4 años en la liga. Su juego muto merced a la acción de entrenadores como Hubie Brown o Pat Riley para convertirse en un base más eficaz, alejado de los resúmenes de mejores jugadas pero más efectivo a la hora de sumar la victoria. Williams entendió que sin su gurú particular, Rick Adelman, y primero en plantillas poco competitivas como la de Memphis cuando fue traspasado en 2001, el arte y creatividad de su juego no tenia correspondencia. Y ya cuando consiguió un grupo mejorado -primero en Memphis junto a Pau Gasol y la inestimable ayuda de Hubie Brown- y más tarde en el traspaso con Miami Heat, la presión por conseguir mejores marcas en regular season y sobretodo ganar el anillo junto a Shaq y Wade dejo muy postergados los recursos fantasiosos del base formado en la Universidad de Florida. En cambio la efectividad y capacidad de lectura de juego de Jason Williams fue aprovechada por aquellos Heat de Pat Riley para alimentar el ego del engominado "coach" y las ingentes cantidades de balones que solicitaban tan ilustres compañeros. Aún así, Williams dejo algunas acciones plenas de belleza con la camiseta de Grizzlies y Heat, muchas de ellas en playoffs y en esa final victoriosa contra Dallas en 2006.

Pero esto fue después de que Jason Williams saltará a la cancha de la NBA siendo nº 7 del draft de 1997, y a base de espectáculo, improvisación, talento y desenfado nos metiera a todos en el bolsillo. A sus compañeros, asqueados de derrotas, a un técnico siempre considerado poco dado al showtime como Adelman, que sin embargo supo que construir en torno a Williams y al ala-pivot All Star Chris Webber, a la ciudad de Sacramento, a todo el público y periodistas de la NBA, y a todos aquellos que teníamos oportunidad de ver algún resumén, por pequeño que sea, en el que se mostraban las virtudes del genial base nacido hace 21 años en aquel momento, en Virginia Occidental. Recuerdo un partido frente a San Antonio Spurs, en ese momentos campeones tras la temporada del lock-out, narrado por Montes y Daimiel, en el que el número 55 volvió loco y esquizoide el juego hasta sumar la victoria para el casillero King. En un alarde de intensidad y talento, Williams puso la primera piedra para enamorarme del basket. Se gano a todo el mundo; en tiempos de Jordan, Shaq, Duncan, Kobe o Garnett fue dos años seguidos la camiseta de la NBA más vendida en la tienda de la Quinta Avenida de New York, todo ello y el reconocimiento mundial sin ser nominado al All Star. Luego ya vinieron muchos más partidos, acontecimientos como aquel pase con el codo en el partido de rookies, o demostraciones genuinas y espectaculares de su talento, improvisación y baloncesto hecho arte.



Con un anillo engarzado en su tatuada mano, Jason Williams deja el baloncesto justo después de firmar como agente libre por los Angeles Clippers. Allí iba a ser el base suplente de Baron Davis según había hecho público Mike Dunleavy. Quizás el hecho de saberse no importante en la rotación de su nuevo equipo sea una de las causas posibles de su marcha de las canchas NBA con 32 años cumplidos. Si es así se suma a por lo menos otras dos causas, que sin duda, han forzado la situación: Por un lado, esta claro, que los problemas en los isquios que "White Chocolate" ha arrastrado las dos últimas temporadas han lastrado su juego, sus minutos y su importancia en la NBA. Y también es evidente que Williams ya no se sentía tan único e íntegro como cuando llego a la liga en 1997. El cambio en su juego, en mi opinión rompió su alma, y convirtió su pasión como era el baloncesto en un perpetuo bostezo, negándole y negándose el mismo, la importancia que el juego, tal y como lo entiende él, con su parte de espectáculo y diversión, tiene en su vida. Padre de una hija, su personalidad siempre misteriosa y tímida, no aporta tampoco posibles causas del abandono. Olvidados ya sus episodios de problemas con las drogas tanto en su periplo NCAA como en Sacramento, Williams había rechazado este verano al menos tres ofertas del basket europeo (Maccabi pujo por él seguro, y he leído que Olympiakos y CSKA preguntaron por él a su agente) y algunas varias de la NBA (entre ellas una de Minnesota y otra de Sacramento).

La noticia es un punto negativo en una temporada NBA que se presenta apasionante. Particularmente me ha dejado frio y tendido, como si me hubieran robado parte de mi alma y corazón, porque así ha sido. No es frivolo decir que el baloncesto hecho por Williams y su filosofía del juego y la vida, me ayudaron a entender no solo el deporte de la canasta, sino también a adaptarla para encaminar mi existencia con esos valores que veía ante mí, en haces de luz y música.





















Mi esperanza es que esto no es definitivo. Qué Jay Will va a recuperarse de sus problemas físicos, recuperar su ánimo y volver, cuál AVE FÉNIX, para volver hacerme a mirar todos esos videos, a dedicarle un post en el blog, a buscar insistentemente su camiseta de Sacramento Kings. De aquellos Kings, con el número 55, que me engancharon a este deporte. Hasta pronto JASON WILLIAMS.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...