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martes, 12 de agosto de 2025

Discriminaciones no. Pero sobretodo no a las discriminaciones materiales

 


La conjunción en Españistan de la alta política y los medios de comunicación de masas acostumbran a poner en la palestra toda suerte de problemas irrelevantes y dónde no los hay, tratando de hacer desaparecer de la opinión pública los problemas materiales. Los verdaderamente importantes y trascendentales cuya resolución implicaría que esas mismas instancias de la élite se ocuparan, implicarán y se pusieran a trabajar. Esto no es nuevo. Como tampoco lo es el tener una izquierda institucional entregada de buen gusto a debatir sobre estas situaciones sin atajar nunca el problema de raíz, y soterrando directamente los que su solución provocarían pérdidas en riqueza y poder a las élites cleptómanas del estado españistaní.

La polémica artificial de esta semana es la decisión del pleno del Ayuntamiento de Jumilla, en la región de Murcia, regido por PP y Vox, de prohibir las celebraciones musulmanas en espacios municipales públicos, como venían permitiéndose hasta ahora.

Bien. Aquí hay muchas aristas y agentes involucrados y antes de diseccionarlas voy al final, a lo que me ha puesto de mala leche. Porque encima, aunque uno intente pasar de todo esto, e incluso huir de los informativos, al final llegas a ellos porque te quieres enterar de el tiempo o de la sucesión de incendios forestales. La decisión de que el gobierno, a través de la fiscalía general y el Defensor del Pueblo, entren en tal cuestión con el ánimo de mantener los derechos (supuestos) de la comunidad musulmana, compone en mi opinión, otra más de las traiciones a las clases trabajadoras de este país. Y mientras la extrema derecha a sentarse a esperar el apoyo de las mismas.

Porque yo no he visto a ninguno de estos entes ponerse en marcha, ni en agosto, ni en ningún momento, por acabar de una vez con la especulación inmobiliaria, con los accidentes laborales o con la defenestración de los derechos públicos. Cómo queremos convencer a unas bases electorales que ven una y otra vez sus problemas tratados como irrelevantes, arrinconados en la pila de situaciones “imposibles de solucionar”, y mientras, estas administraciones “corren” a satisfacer las demandas culturales y de identidad de una comunidad (también parte de la clase trabajadora con especial significación en el campo murciano), pero que poco tienen que ver con la identidad predominante dentro de la clase trabajadora del estado español. En vez de ir a los problemas de la gente común, que son todos los mismos independientemente de la religión particular que profese cada uno, o la población en la que viva, nos quedamos en la superficie de lo simbólico.

Es que seguimos sin aprender, y para mi es desesperante, que no debemos entrar en los campos de discusión ideológica que plantea la derecha. Qué le hacéis el juego. Qué entráis en su campo minado. En su terreno de falacias y medias verdades. Qué os convertís en parte colaboradora de la laminación de las condiciones de vida de las clases trabajadoras, bajas o populares como queráis llamarla.

Porque sí. Aquí se plantea una discriminación para con la comunidad religiosa islámica, pero esto no se puede dirimir con herramientas que permanecen permanente calladas cuando se trata de los problemas materiales de la gente. Qué no se levanta cuando se incrementan el precio de la luz, el azúcar, el café o el aceite de oliva. Qué no se indigna cuando trabajadoras y trabajadores tienen que vivir en campos de caravanas como una distopía, o como la realidad norteamericana. Qué permanece desaparecida mientras los trabajadores mueren de golpes de calor o extenuados por la presión oligarca y neoliberal.

E insisto. En Jumilla quieren practicar una discriminación. De acuerdo. Pero a lo mejor se soluciona quitando la sobre-protección que tiene la religión católica en un estado aconfesional, según su constitución, cada vez más navegando a un estado laico, o cuando menos en el que los temas de espiritualidad quedan en el ámbito privado de las personas, si atendemos a las encuestas oficiales.

Evidentemente “se compranlos relatos y marcos de discusión que maneja la ultra derecha. Porque esto no va de “nuevas cruzadas” o “re-conquistas”. No van a replicar a Felipe III quien expulsó a los moriscos (últimos descendientes de la ocupación islámica que mantenían su credo) en 1613. España no va a ser “católica” porque su sociedad ya no lo es y no lo será ya más, fundamentalmente porque lo doctrinario de lo católico choca con lo esencial de lo democrático. Y también porque la globalización es un cambio de paradigma de tal amplio calado que ha roto hasta lo irreversible los condicionantes económicos, sociales y culturales de las sociedades. Igual que por mucho que se empeñen no van a desaparecer la influencia musulmana o sefardí de la cultura española. Ni vamos a recuperar las supuestas bondades del Imperio (que no fue como tal, ni tampoco benefició a las clases bajas peninsulares de los siglos XV al XVIII). A la ultra derecha se la trae floja no conocer la propia Historia del territorio del que quieren adueñarse. Su interés radica en adoctrinar, en presentarse como supuestos defensores de la pureza de unas bases identitarias culturales basadas en la religión, la raza o el idioma. Y encuentran la colaboración interesada de los medios, y la necesaria de una izquierda desnortada que ha perdido el rumbo.

Mientras los ultras persiguen mezquitas, incluso puede que hasta las incendien, y lanzan cacerías en pueblos donde la mano de obra inmigrante magrebí es fundamental, lo que deberíamos aprovechar es a poner en solfa todos los privilegios que la religión católica, la malvada Conferencia Episcopal, tiene, y así, profundizar en un estado laico. También, la propia comunidad islámica de Jumilla o Murcia se verán atacados al no poder disponer de un espacio para sus credos, pero a lo mejor les debería importar más la situación de las mujeres en su seno, y las condiciones de la educación y sanidad en sus comunidades, que por cierto, son compartidas con otros grupos étnicos que conforman las clases más bajas dentro del sistema productivo del agro murciano.

De acuerdo. No habrá rituales islámicos en el polideportivo de Jumilla. Tampoco los debería haber católicos, ni evangélicos, ni de ningún tipo de confesión. Discutamos seriamente qué tiene de religión, qué de identidad cultural y qué de negocio turístico mil millonario las procesiones de Semana Santa. No digo que se prohíban directamente, pero si que reflexionemos sobre si el estado aconfesional es otra licencia más de la transición (como el estado de las autonomías frente al centralismo o el federalismo). Pero a lo mejor si se podría aprovechar esto para reclamar y conseguir que paguen el IBI y sus impuestos. Y estos se dedicasen a los servicios sociales de todas y todos. O por lo menos a mantener con dignidad y seguridad el patrimonio de todas y todos, y que hasta ahora mantienen en usufructo perpetuo.

En Jumilla, donde la base trabajadora inmigrante y magrebí es fundamental para mantener su sistema productivo y económico, con la manipulación más torticera posible (de hecho la que habitualmente destila la derecha, absoluta y dolorosamente incapaz, irresponsable e ignorante) han promovido una legislación que prohíbe la celebración de los ritos de esta comunidad en los edificios públicos. Si, a lo mejor hay que poner en movimiento la maquinaria del estado por aquello de la convivencia entre religiones y comunidades, escenarios verdaderamente falaces porque todo aquel que haya convivido y vivido en los barrios trabajadores sabe que cada uno permanece aislado del resto. Pero se atreven desde la izquierda buen rollista a plantearlos como líneas a defender, cuando no se han movido o incluso han promovido todo tipo de ataques y pérdida de las condiciones materiales y de la identidad de las clases trabajadoras. Incapaces de defender el derecho al trabajo digno y seguro, a la vivienda, a la conciliación familiar o a la educación y salud públicas, desde el círculo interior de la M30 se levantan escandalizados porque no se va a poder hacer “el rito del cordero en el pabellón polideportivo”.

Por otro lado, me hace mucha gracia que la ultraderecha lancé estas ideas desnortadas y de la época de la Inquisición, cuando la realidad es mucho más compleja. Cuando también hay españoles y familias que son musulmanas. Cuando presentan un privilegio para esta comunidad magrebí, y no discuten la presencia hasta el hartazgo de los modos de vida americana yankee, en nuestras ciudades. Cuando todos los días y en todos los lugares se reproducen patrones culturales que no tienen nada que ver con lo español, o con lo de esta tierra si te escandaliza la palabra. Cuando no seguimos nuestro propio urbanismo, nuestra propia Historia, Geografía o Arte. Cuando ignoramos u olvidamos la gastronomía, la música, el baile o las formas de relacionarse tradicionales y que han sido siempre nuestra esencia.

No son malas las interrelaciones e intercambios culturales. Ni mucho menos. Son necesarias y hasta saludables, pero es de broma que se pongan en ristra de defensa de la pureza hispánica, los que nos han metido con calzador las bases norteamericanas, sus restaurantes de comida rápida (busquen los apellidos de los “dueños” en España de estos templos de la bazofia y el consumismo), la música alienante moderna o los usos de reproducción o comunicación social.

Desde luego, me parece mal que no dejen a la comunidad islámica de un pueblo murciano hacer sus celebraciones en un espacio público. Como también me parece mal que se persiga a una asociación cultural o medio-ambientalista por hacer sus actividades y por reclamar mejoras y concienciación en la defensa del patrimonio natural. También me parece lamentable que se persiga cualquier otro tipo de disidencia, incluso infiltrando policías durante años en esas organizaciones, y ahí tampoco se ha levantado de su sillón el Defensor del Pueblo.

Pero me cabrea sobremanera que aceptemos como válidos cualquier salida trasnochada de la ultraderecha y seamos incapaces, bueno en realidad lo es la élite de la “izquierda”, de salir de sus marcos. De hecho, a las bases nos quedan tener que licuar esas incongruencias y seguir.

No a la discriminación por religión, raza, etnia y clase social. Si a la resolución de los problemas de la gente. Atrás hasta el olvido a los rancios y caducos fachas que quieren generar odio y problemas donde no los había. Harto ya de la continua e in crescendo crispación del estado español.

miércoles, 25 de junio de 2025

Corrupción y bipartidismo. El eterno retorno de la política en España

Momento de la comparecencia de Pedro Sánchez en la sede de Ferraz el martes 17 de junio

 

En junio de 2018 la intrínseca corrupción del Partido Popular (PP) AKA PartidoPutrefacto, liderado por Mariano Rajoy llevó a su sustitución como presidente del gobierno, vía moción de censura, liderada por el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Era la segunda moción de censura en poco más de un año. La primera liderada por Podemos no aunó los apoyos necesarios, y solo la lanzada por la otra pata del bipartidismo salió adelante. Es cierto que entre una y otra, apenas como digo un año, la avalancha de primicias informativas y actuaciones policiales y judiciales hicieron imperecedera la depuración del gobierno del país, pero fundamentalmente se procuraba llevar a cabo una sustitución controlada, prevista en los mecanismos del propio sistema, aunque en aquel momento fuera menos planificada. Más improvisada.

Ese sistema es el Régimen del 78, una suerte de pactismo entre las élites del tardo-franquismo españistaní con una parte de la oposición ilegalizada en la dictadura, con la tutorización de las democracias liberales occidentales de mediados de los 70 (en especial, Estados Unidos, a través de la CIA y el departamento de Estado y con colaboración del SPD alemán de Willy Brandt). Este pacto o "acuerdo" ha delegado una democracia liberal de corte presidencialista, que usurpa la participación política cívica en unas supuestas instituciones anquilosadas en los artesonados propios de la dictadura, que se empeñan, por encima de todas las cosas, de las necesidades y las eventualidades y urgencias, en mantener la estructura de poder económico y político salido del régimen franquista.

Judicatura, empresauriado español y sus emporios mediáticos dueños de los medios de comunicación de masas, partidos políticos mayoritarios, ejército y alta iglesia católica, empeñados y con éxito, en mantener y consolidar el franquismo como fuente de inspiración y fundamentalmente, de su propio poder y riqueza.

La corrupción es una seña de identidad de este ecosistema político, social, económico y cultural que es la España de entre siglos, hija bastarda de la democracia y el autoritarismo dictatorial de inspiración fascista.

Para que la corrupción sea posible se hacen necesarios varios elementos: Imprescindibles, son el corruptor, habitualmente un empresario que paga en negro unos favores para salir beneficiado posteriormente en sus relaciones con las distintas administraciones. También lo es, lógicamente, el corrupto, el político que gestiona esas instituciones como representante de la soberanía popular, y que se aprovecha de esa condición para su enriquecimiento privativo. Y por último, el conseguidor, esto es, el enlace entre corruptores y corruptos que abre las vías para el flujo de intereses y de dinero.

Son también necesarios, aunque ya no necesariamente imprescindibles, un funcionariado que mire convenientemente para otro lado, al igual que unos jueces permisivos y paternales con corruptos y corruptores. Unos medios de comunicación que funcionen como altavoces de su trinchera y no como investigadores por bien del interés general. Unos partidos políticos ideados para facilitar la corrupción, y que bien o se benefician directamente de ella, o funcionan como coartadas y apoyos cuando se descubren las tramas. Y una opinión pública que puede tener una parte harta de tanto latrocinio, pero que mayoritariamente se presenta como insensible o hasta incluso favorable a que le roben. Siempre que sean los suyos, claro.

Pedro Sánchez llegaba al poder con una misión muy clara e inaplazable: la regeneración política y cultural de España. El avance en derechos y en mayor democracia como garantía de una sociedad adulta y plenamente consciente de su papel activo en el sistema político. Y una lucha sin cuartel y activa contra la corrupción y los mecanismos que la permiten y alientan.

La crisis económica de 2008 resuelta en falso con las políticas de ajuste y el austercidio. La laminación absoluta de los derechos humanos y cívicos, entre ellos la sanidad pública, la educación pública y los servicios sociales. La burbuja inmobiliaria que hacía (y hace nuevamente) imposible la vida a millones de personas. El cambio climático y la continua agresión al medio ambiente. La ola feminista por una sociedad igualitaria y respetuosa. La creación de un nuevo clima de convivencia entre identidades dentro del estado español. O la reconversión productiva de un país condenado al turismo de masas y a la construcción sin filtro, ni fin.

Todos ellos problemas graves y que requerían, y sin resolverse todavía hoy lógicamente aún más, una solución urgente y en favor de las clases trabajadoras, poniendo en cuestión la justicia social, la dignidad humana y la inviable deriva ultra liberal que nos había traído hasta aquí. Pero todos ellos por detrás de la regeneración política, tan necesaria como aparcada de forma imperdonable por los políticos “elegidos” para llevarla a cabo.

España y su sociedad son presas del clima político de 1976 tras las muerte del dictador. Las fuerzas vivas del franquismo se vieron obligadas a aceptar una democracia liberal. Para ello fue básica la sumisión del socialismo español, convertido por auto de fe en el partido "centro" del sistema político español. Lo que a su vez, lo posicionaba como el principal sostenedor de la monarquía, de los concordatos franquistas, uno con el Vaticano y otro el acuerdo militarista con Estados Unidos; de la conformación de un estado centralizado en Madrid y de la venta de todos los bienes públicos que pudieran interesar a algún buitre nacional o internacional. Tampoco nos engañemos. Cuando los conservadores han tocado poder, han sido los primeros y más activos en vender la patria, eso si envueltos en la bandera nacional.

El objetivo urgente en 1976 era acallar las reivindicaciones más de izquierdas, más obreristas del grueso de la población. Y aunque se necesitaba un maquillaje aperturista y democrático como fue la legalización del partido Comunista o los sindicatos de clase, se impidieron de facto la construcción de un estado federal, la depuración de los elementos franquistas en la judicatura, el ejército y los cuerpos de (in)seguridad del estado o en las Universidades (por supuesto sin hablar en absoluto de Memoria Histórica y reparación), así como impedir de facto los principios laicistas, igualitarios y republicanos. Gobiernos extranjeros y franquistas coincidieron en que España siguiera siendo un tope al comunismo y las ideas libertarias y edificaron una fachada de democracia de trampantojo y escayola sobre el mismo edificio dictatorial y fascista.

Y 50 años después seguimos en ese ecosistema político y cultural, absolutamente sobrepasado. Una pseudo democracia en apariencia representativa, pero que delega en los partidos cualquier acción o iniciativa. Y esos partidos necesitan dinero. Constituidos como pirámides jerárquicas, los distintos escalafones se consolidan en base a un sistema de favores que sirven para escalar y posteriormente enclaustrarse en el poder. Para eso hace falta mucho dinero. Como para financiar campañas electorales y medios de comunicación afines que manipulen la opinión pública y creen o silencien temas a conveniencia. Y también para que la estructura de partido arraigue en los territorios. Y para esto, hace falta muchísimo dinero y voluntades. Y siempre las encuentran. A veces, de manera legal, y otras ilegalmente.

Vuelvo a julio de 2018 y a la ilusión que a muchos nos invadió tras 7 años de gobierno autoritario del Partido Popular de Mariano Rajoy. 7 años de recortes y laminación del estado social y del estado de derecho. 7 años de ultraliberalismo y caciquismo. 7 años de corrupción, de la heredada desde los tiempos de Aznar, y de la propia de la Gúrtel y de Bárcenas. 7 años que fueron de profunda activación política de la parte más a la izquierda del espectro ideológico español. 7 años de manifestaciones y de la respuesta fascista de leyes represivas y regresivas como la Ley Mordaza. Y también un período de puesta en marcha de un proyecto político, social y cultural revolucionario. Si, luego fue fagocitado por unos listos, y ya sabemos cómo estamos.

Y ahora 7 años después de aquel junio de 2018, Pedro Sánchez está siendo devorado por su propia inacción, cuando menos, en materia de lucha contra la corrupción y regeneración democrática. Si, es verdad, las mayorías obtenidas tras las elecciones no daban mucho margen, pero conviene no olvidar que se desperdició una mayoría absoluta en el Senado y una parcial en el Congreso, por vete tú a saber qué oscuros intereses.

Pedro Sánchez no ha derogado la Ley Mordaza. Y no ha puesto freno, en ningún modo, a la escalada de precios de la vivienda (tanto en propiedad como en alquiler), ni tampoco a la excesiva y hasta humillante turistificación de la economía española y del patrimonio nacional. Tampoco ha luchado abierta y decididamente contra la corrupción, ni siquiera en su propio partido, que como bien sabemos ya viene bien trufado de prácticas corruptas y mafiosas.

Hoy Pedro Sánchez tiene que lidiar con un desgaste absolutamente colosal por la corrupción consecutiva de dos secretarios de organización del partido bajo su mandato, y no parece ser muy digno que se mantenga en el cargo. Desconocemos si ha habido enriquecimiento personal del propio Pedro Sánchez o su entorno, por más que la ultra derecha mediática lleve 5 años haciendo todo lo posible por intoxicar, inventando y difundiendo bulos. Lo único cierto es que si colocó a Ábalos y a Santos Cerdán sabiendo de sus andanzas antes o durante su ejecución del cargo, mal por la confianza depositada y sostenida. Si no se enteró aún peor. En cualquier caso si apelamos a la coherencia las horas de la segunda legislatura del “gobierno más progresista de la historia” (en cursiva, en comillas y con recochineo), estarían a punto de agotarse, bien porque se fuera, porque convocará nuevas elecciones o porque fuera derrotado en una previsible moción de censura. Por contra, ahí lo tenemos hablando compungido a los medios de “manzanas podridas”, de que se ha sentido engañado y defraudado, para correr el velo del tiempo sobre su responsabilidad directa. No se puede olvidar que Sánchez llegó a la Moncloa en un momento crítico que hacía necesaria una acción decidida y valiente para erradicar un problema estructural. Un biotopo que favorece la corrupción, la desfachatez y la sinvergoncería. Un clima propicio para los caraduras y la España rancia y cutre que tan bien retrataba Berlanga y que tanto asco nos da a las buenas personas que sentimos nuestro país. Y en evitarlo, no ha hecho nada. De hecho, cuando la cacería impuesta contra sus compañeros de coalición se inició (Iglesias y Montero, Alberto Rodríguez, Oltra, etc.) apuntaló los discursos más reaccionarios, porque por encima de la misión regeneradora que aceptaba al “jurar” el cargo, estaba su propia supervivencia política. Cuando él era el atacado, a través de su mujer o de su hermano, se cogió 5 días de reflexión.

El hecho es que en estos complicadísimos 7 años, Pedro Sánchez no ha hecho nada, ni dentro de su partido, ni en el estado español, para luchar y acabar con la corrupción. No se han prohibido las puertas giratorias. No se han acabado los aforamientos hasta lo ilimitado. No se ha prohibido por ley la especulación urbanística e intervenido el mercado inmobiliario que es un sector que funciona basado en la corrupción política. No se ha castigado a los corruptores y no se les han nacionalizado sus bienes y empresas. No se ha modificado el código penal y el código civil para desalentar la corrupción. Si, ha tenido que lidiar en este tiempo con una pandemia, un volcán, unas inundaciones terribles en el centro de la cuarta región económica del estado, una guerra en el Oriente europeo, y una guerra en Oriente Próximo. Incluso hasta con un gran apagón. Con la caída de un Imperio y de la ideología que lo definía y con la consiguiente ola derechista en todo el mundo capaces de arrasar con el mejor proyecto multinacional hasta ahora como ha sido la Unión Europea. Y todo ello con un auge de la extrema derecha patria alentada por las élites del poder económico españistaní que cada vez está captando a más y más incautos. Pero la ausencia de políticas activas y decididas para acabar de una vez por todas con la corrupción en España es una tara que no podemos olvidar.

En el turnismo de la democracia liberal, los conservadores o fachas directamente, van a volver a poder hacer lo que han hecho siempre. A recuperar las redes de la Gürtel y de todas las tramas, porque no ha habido una regeneración, no solo política y legislativa, sino también cultural que nos hagan superar estos comportamientos delictivos y faltos de ética, denunciarlos y luchar contra ellos. Van a volver, envalentonados y decididos a de-construir esta pseudo-democracia para profundizar en la usurpación de libertad y riqueza a las clases trabajadoras (o productivas, o pobres, o bajas, o como queráis llamarlas en términos de neo-lengua).


Sin embargo, no hay que olvidar ni perder de perspectiva quién es Pedro Sánchez. Sin duda, un animal político de primera categoría, y pseudo retirado Pablo Iglesias, nadie puede hacerle sombra a nivel nacional. Cualquier debate, cualquier interacción y cualquier comparación con Feijoo, el de los albúmenes de vacaciones con un narco, o con Ayuso, la enterradora de ancianos en Madrid, son ases en la manga para Sánchez, que en carisma, presencia y conocimientos puede arrasarlos cuando quiera. De ideología desconocida, Sánchez ha usado a los miembros de la coalición en el gobierno, la cuestión climática y de protección del medio ambiente o la causa palestina para mostrar una cara progresista, al tiempo que guardaba en Interior y Defensa para mantener contentos a los más reaccionarios en temas como la inmigración, el negocio inmobiliario o el gasto militar. Es su principal valor personal, la resistencia, pero también el de un PSOE carente de ideología socialista y federal que además domina a una izquierda, en general y en grueso, desnortada, desvencijada, dividida, acomplejada, harta y hasta descorazonada que sólo tiene en la capacidad de aguante personal de Sánchez el último agarre al que adherirse antes de ser despezados por las ultras derechas. De hecho, si todavía no se ha producido, el re-cambio, pese a toda las toneladas de inmundicia que las derechas mediática y judicial emplean, es por la propia incapacidad de sus líderes, por el fantochismo de su ineludible aliado y por la presencia de un Pedro Sánchez que maneja como nadie había hecho antes en este país, los tiempos políticos y comunicativos.

Por supuesto, lo he dicho alguna vez, a mi lo que suceda con Sánchez y con su partido, el PSOE, me da igual. Es más, creo firmemente y vistos los últimos 15 años, que lo que tenga que venir bueno en España se hará pasando por encima del PSOE (y del PP y de la ultra derecha), y que sus cuadros y sus bases van a ser más obstáculos que palancas de cambio. Pero en el momento actual, la llegada o no de unos franquistas trasnochados al Consejo de Ministros va a depender, en el corto y en el medio plazo, de la capacidad de Sánchez y del PSOE de promover alianzas fuertes a nivel nacional, pero también regional con las burguesías vascas y catalanas.

A finales del año pasado escribía sobre la posibilidad o no de elecciones generales este año 2025. Barruntaba que si le concedía media iniciativa en una convocatoria adelantada Sánchez podría plantearla y vencer, con relativa facilidad y pasando eso sí, por la negociación y el pacto con la izquierda a la izquierda del PSOE. Ahora mismo, y en un tiempo medio, le ha sido arrebatada esa iniciativa y solo un infame acuerdo entre el PNV y de Puigdemont con los fascistas que lo querían ejecutar en Montjuic, sacaría a Sánchez de la Moncloa o llevaría a elecciones generales.

En este sentido radica la otra fuente de poder de Pedro Sánchez: la imposibilidad de un pacto entre la ultraderecha “castellana” y las derechas vascas o catalanas. Por muy patriotas, que lo son todas ellas del dinero. Sin embargo, mal hacemos si no lamentamos estos años como una pérdida de tiempo y de caudal político inconmensurable en hacer nuestro país un lugar mejor. Más democrático, más social, más justo, más ético y cívico. Y menos fascista, menos cainita y menos corrupto. Cuando acabe el tiempo de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno estaremos de nuevo en el punto de partida tras la crisis de 2008 y el colapso de la economía ultra-liberal. Y ahora parece que será la extrema derecha la que coja las migajas para triturar aún más a las clases trabajadoras.

En cualquier caso, y para terminar, sigue siendo necesaria la revolución política y cultural que acabe por derruir el fascismo y permita construir una democracia sólida y con valores éticos, justos e igualitarios. Habrá que ver si a lo mejor de este país, las clases trabajadoras, y las personas progresistas, nos quedan fuerzas para luchar por ello.

viernes, 27 de diciembre de 2024

¿Habrá elecciones en 2025?

En pocos días va a acabar un año más, y tiene pinta que no va a ser el último, de una crispación política insoportable para el ciudadano normal. El teatro televisado, radiado y panfleateado por los periódicos tiende al infinito de la hipérbole y la víscera. El teatrillo de la democracia liberal burguesa no es política en términos grandilocuentes. No hay debate como tal. Sólo reproches y acusaciones parvularias del y tu más … No hay grandeza en los discursos, ni en las palabras, y los hombres públicos de la antigüedad no pueden verse reflejados en los parlamentarios y parlamentarias de hoy en día.

Los medios de comunicación de masas y las redes sociales no ayudan a rebajar la crispación y la violencia verbal que a punto está de volverse física, si es que no lo ha hecho ya. Una ultra derecha, toda ella, política, judicial y mediática echada al monte bajo el mandato de la económica que quiere cerrar el círculo de la explotación de la clase trabajadora y de los recursos y patrimonios de todas y todos. No puede aflojar el nudo de las levas en un contexto de crisis de valores colosal, donde el imperio se convierte en pasado. Se desmorona a cada día y pierde capacidad para seguir manteniendo el orden establecido mientras sus propias poblaciones, en Estados Unidos y en la lacaya Europa quedan en manos de sátrapas que se venden como depositarios de la democracia y la voluntad popular y no son más que los enterradores de un sistema y una ideología que hace aguas por todas las partes. Incapaz de garantizar el bienestar de la mayoría, y que solo sirve para usurpar a las clases productoras.

Con este contexto cada año que se mantiene el gobierno de coalición más progresista de la historia es un éxito que no deja de sorprender a los que tenemos un par de dedos de frente y sabemos cómo funciona el mundo, y cómo mal-funciona el sistema democrático y capitalista.

Si ante esta avalancha de acciones de casi toda índole -solo falta el típico golpe militar españistaní-, que un gobierno, supuestamente de izquierdas, se mantenga en el poder es para alabarlo. Pero también es verdad, que más por méritos propios, se debe a los deméritos de ese bloque cainita y rancio, incapaz de convencer a una mayoría para facilitarle el acceso al poder, toda vez que su estrategia de odio y crispación se basa en atacar a todos los que son diferentes al típico españolito de a pie. Por qué si sólo se siente español el hombre, blanco, de apellidos nacionales, de media edad y que tiene un trabajo, una hipoteca y un coche que contamina, ¿cómo diablos va a convencer a las mujeres?, a jóvenes que no pueden acceder a la vivienda, a jubilados a los que no les llega la pensión y a los que pretenden explotar hasta el último segundo, a personas sensibles con el bienestar animal, la calidad de los ecosistemas y en lucha contra el cambio climático. Cómo pueden convencer a catalanes, vascos, valencianos o canarios. Más allá de Madrid, más aún, más allá de la M30 hay mucha España y muchos y diversas españolas y españoles.

Qué clase de inútiles corruptos y amorales son los políticos de derechas de este país (y ojo, que también hay muchos en la supuesta izquierda) para que ante todo el apoyo mediático y económico mediante no sean capaces de ganar una mayoría. No busquen mucho. Los llevamos viendo muchos años y su último ejemplo está siendo en Valencia.

Por todo ello, lo indico una vez más, es absolutamente descorazonador que un gobierno como el actual no sea más proactivo a la hora de plantear propuestas y ejecutar políticas en beneficio del bien común. Si prácticamente sin hacer nada ya tienen a un ataque frontal de una oposición que ha demostrado con la pandemia, con el volcán, con las guerras de Ucrania o Palestina, o con la Dana, su nula capacidad para poner el interés general por encima del suyo particular. Su esquiva colaboración para solventar los problemas comunes y garantizar la capacidad adquisitiva de todas las familias. Que lejos de plantear soluciones se suma a crear más y más problemas, a veces donde no los hay, para derribar al gobierno. Que se manifiesta por derechos trasnochados que no existen y por mantener costumbres que poco o nada tienen que ver, no ya con la España y Europa del siglo XXI, sino con el mundo de cambio de siglo.

Por qué este gobierno no es agresivo y cambia proactivamente el país a través del BOE. Retratando a todas las fuerzas políticas una y otra vez. Cada semana. Y a todos esos supuestos “medios de comunicación”. Es verdad que luego hay que ir al Congreso (y al Senado) y conseguir la suma de muchos partidos, con ideologías diversas y a veces enfrentadas, para sacar adelante toda propuesta. Pero es la manera de ir planteando soluciones y a los acuciantes problemas, muchos de ellos enquistados, que lastran este país y a sus gentes. Qué desperdicio de acción política que podía resultar en ir acercando a personas trabajadoras a un gobierno, que quizás no es el que más simpático les resulta, pero que indudablemente mejora sus condiciones de vida.

El último ejemplo los estamos teniendo estas semanas con el impuesto a las eléctricas, una medida social importantísima que puso freno al lucro excesivo de estas empresas, que desde que dejaron de ser patrimonio nacional (gracias pp y gracias Aznarin) se han convertido en sanguijuelas de las clases trabajadoras. PNV y el chiringuito del cara-dura de Puigdemont son tan de derechas como el pp y tan patriotas del dinero como ellos. Su bandera les separa pero les une mucho más el dinero. Y ahí están defendiendo el interés de los accionistas, muchos de ellos extranjeros, frente a que sus compatriotas (españoles, catalanes o vascos) pasen frío en invierno. Son así de sinvergüenzas e hipócritas.

Por eso plantear esa reforma fiscal progresista y basada en un modelo de justicia social que financie y garantice la igualdad entre ciudadanos de oportunidades, el acceso a los servicios públicos, empezando por la sanidad y la educación, es tan necesaria como evidente que a de ser la primera promesa electoral de todo partido de izquierdas de verdad. Por ello es tan básico mostrar las contradicciones de estos partidos de derecha. Porque están en una situación de desventaja. Aunque no lo parezca.

Porque mientras la ultraderecha madrileña esté echada la monte es imposible que estos partidos catalanes y vascos vayan a facilitar directamente, o incluso, indirecta, un gobierno de extrema derecha. Porque sus electorados jamás lo perdonarían. Y de hecho, si hace un año y medio sacaron adelante, junto a las fuerzas de izquierdas, incluidas las nacionalistas y el PSOE un gobierno de coalición fue el miedo a ese gobierno de extremo centro que los tendría entre sus objetivos, y fundamentalmente porque su propia nación los trataría como traidores.

Por lo tanto, con este ecosistema parece factible que salga adelante cualquier propuesta fiscal, o política, que vaya en beneficio de las clases populares y de los pueblos que viven más allá del barrio de Salamanca de Madrid. Lo primero porque todos, y en esto debería de incluirse a las derechas que encima rigen algunas Comunidades Autónomas, están interesadas en que salga adelante unos presupuestos para 2025 que desbloqueen las ayudas europeas y les permita hacer o no, sus políticas. Sean las que sean.

Otra cosa es avanzado el año y viendo que los propios pactos entre fascistas saltan por los aires con más facilidad que los de izquierdas, sería la idoniedad de una convocatoria de elecciones generales a partir del verano. La búsqueda de sustentar una nueva mayoría progresista que garantizará el gobierno restando los apoyos de PNV y Junts toda vez pasado el ciclo electoral en Euskadi y Catalunya. Descarto una moción de censura o un empuje desde las derechas que llevarán a una elecciones anticipadas.

De darse la convocatoria y revalidarse un gobierno del PSOE, con o sin participación de la izquierda a la izquierda del PSOE, se producirían dos hechos muy importantes: El primero trascendental es que el PP estallaría. No podría aguantar más años de oposición porque no sabe y porque hay una lucha por el poder más que evidente. El segundo que quizás, y solo quizás si los interesados demuestran tal interés, sería la responsabilidad de aprovechar por fin la oportunidad y hacer políticas que merezcan la pena y nos permitan ser un mejor país, con mayor dignidad. Que podamos de una vez por todas, y junto a todas y todos, transformar este país y arrojar al contenedor de la basura el franquismo y el tardo-franquismo.

Quizás si no se hacen estas medidas que darían una mejor, o incluso por primera vez una democracia, no es tanto cobardía o inutilidad, como que al final son el mismo problema. Una casta política, a la que se han sumado todos los advenedizos, para que nada cambie. Entonces y sólo si superáramos nuestras diferencias, las clases trabajadoras, la población debería levantarse y reclamar un clima político más constructivo y digno. Una quimera.

Para contestar a la pregunta del título de esta entrada no tengo una respuesta en firme. La lógica y la experiencia previa con Pedro Sánchez me dice que si. Porque aunque es casi imposible y puede que hasta una locura, se trata de una estrategia audaz que le garantizaría 4 años más y dejaría muy tocado a su rival al que además podría ir desgastando nuevamente en otro ciclo electoral. Si se dan las circunstancias, que ahora no son porque no le otorgarían la iniciativa, no tengo ninguna duda. Otra cosa sería las políticas que practicaría, que estarían influidas por la relación de mayorías. Si no se dan esas circunstancias que le favorecieran, ya veremos…

Una de las principales razones de pensar así es que a la izquierda a la izquierda del PSOE, la situación es tan lamentable que van a empujar a muchas personas al psoe por incomparecencia. Es duro decirlo pero es así.

No pensemos más en estas cosas y tampoco demos palabra a los cuñados. Feliz año nuevo. Y disfrutar de este su último fin de semana.

 

 

viernes, 12 de julio de 2024

Golazo al racismo y la xenofobia

Lamine Yamal, haciendo con las manos el 304 relativo al código postal de su barrio de nacimiento y crianza, Rocafonda en Barcelona.

 

Existe un relato malicioso, manipulador y embustero basado en traspasar a las clases populares una cierta nostalgia beatificadora sobre las negras décadas de los 80 y 90 en España. Los embaucadores y manipuladores de la memoria son las voces de la cultura de aquella época. Niños y niñas pijos, descendientes directos de los regidores políticos, económicos y culturales de la dictadura y la transición. En la Movida casi nadie provenía del Arroyo. Hoy se quejan de que “no puede decirse nada”, como si no estuviera en prime time de televisión soltando sus desvaríos ideológicos, y no fueran los demás, desde obreros, raperos, humoristas o tirititeros a los que se les aplican censuras. También alegan que en los 80 y 90 existía un ambiente cultural de progreso y dinamismo basado en un clima de "absoluta libertad", y otras sandeces de tomo y lomo, imbricando estos mensajes con la visión ultraliberal de la libertad que proclaman personajes como Ayuso. Como si no hubiera habido en aquella época inseguridad ciudadana y terrorismo de uno y otro bando. Especialmente, ¡oh casualidad! del de extrema derecha que ha quedado, igual que con los crímenes de la dictadura, sin esclarecer y judicializar.

Lo cierto es que en los barrios obreros de las ciudades españolas durante los años 80 y 90 lo que existía era pobreza, drogadicción y marginalidad. Empezaban a verse las costuras de un tiempo nuevo que iba a romper, o incluso ya había roto, los encajes sociales del tardofranquismo y de la respuesta antifascista. La desindustrialización, demanda inflexible de la Comunidad Económica Europea para con España ante su entrada en selecto club, era ya un hecho, y el paro era una amenaza constante para los hijos de la clase trabajadora que se quedaban sin acceso al sustento tras haberse constituido como la generación mejor preparada de nuestra historia. Las jóvenes y las mujeres también habían participado con éxito en tal proceso pero su situación seguía (sigue hoy en día por los abusos de los retrógrados) amenazada por un machismo social, alineante e intrínseco a la esencia de la España de aquellos tiempos. Su incorporación al mercado laboral no había acabado de producirse de manera efectiva y asentada y ya eran víctimas de despidos, traslados, precariedad y heteropatriarcado.

Al tiempo que salían los puestos de trabajo de la industria, sustituidos por menos en cantidad y calidad de un esquelético sector servicios, a los barrios obreros llegaba la droga. Sobretodo la vertiente más económica y más depredadora de la heroína. Siempre se ha sabido que esnifar coca era cosa de pijos y yuppies y para el lumpen quedaban las jeringuillas, los mecheros y el papel de plata. Las enfermedades de transmisión sexual, así como las tuberculosis y hepatitis, por prácticas insalubres durante el consumo de drogas o las relaciones sexuales, se hicieron pronto comunes en los consultorios de barrio de las periferias de las grandes ciudades, por parte de jóvenes a los que les habían robado sus expectativas de futuro y dignidad. La marginalidad y la delincuencia eran el siguiente paso, junto a la degradación de la convivencia, la desconfianza para con los iguales, así como la laminación del tejido social de aquellas ciudades de los 90 y 80.

De hecho, antes de que llegasen los millones de ayudas a la convergencia de la Comunidad Económica Europea, o mejor dicho, después de que esas ayudas las filtrarán para su lucro incesante las élites cleptómanas del estado españistaní, las ciudades españolas eran una porquería. Feas, sucias, escasamente acondicionadas para los desplazamientos del vecino (mucho menos para el turista que ni se soñaba en aquella época) y peor dotadas de servicios como escuelas, bibliotecas, centros sociales o parques de juegos infantiles. Animo al lector a buscar cómo eran estas ciudades a través de los programas de memoria de las televisiones autonómicas. Muchos están en youtube.

Otra de las realidades del estado español en aquella época, y sobre la que pasan de soslayo los indigentes mentales que se han alzado como portavoz de la ensoñación, era el racismo y la xenofobia. Sigue siéndolo hoy, y sobre eso voy a entrar a hablar, pero en aquella época, en Españistan se juntaban grupos de jovenzuelos neonazis y de talluditos nostálgicos del franquismo que acosaban, atacaban e incluso mataban a todo el que pensara y a los diferentes de colectivos LGTB, personas y colectivos de izquierdas y sindicales, y fundamentalmente a las personas racializadas. Esto lo conozco gracias a las charlas con compañeros más veteranos que corrieron delante y detrás de las basuras humanas fascistas durante sus cacerías.

De hecho, especialmente crudos en esta vertiente de xenofobia y odio fueron los primeros años 90. Mientras el país se abría internacionalmente, con las Olimpiadas de Barcelona, la Expo de Sevilla o la siempre olvidada capitalidad cultural europea de Madrid (qué gusto que esto se haya olvidado y pueda contarse como un fracaso del madrileñismo) en el año 92, grupos de extrema derecha acosaban a los colectivos de extranjeros. Migrantes y refugiados que malvivían en chabolas y edificios abandonados pero con su sudor y esfuerzo ya empezaban a lubricar la terciaria economía españistaní basada en el turismo, el sector servicios y la especulación inmobiliaria.

Una de las primeras víctimas fue Lucrecia Pérez, joven dominicana asesinada por neonazis en Aravaca en el año 92 tras una campaña pública de señalamiento y acoso. Pero no fue la única y hubo más víctimas mortales, así que se puede decir abiertamente, que no hubo colectivo racializado que no fuera denigrado y marginado en aquellas, tan “plácidos años” según los amnésicos de la movida madrileña.

Aquel acoso y campañas, con la parte imprescindible de deshumanización de los objetivos ha vuelto en nuestros días con fuerza. En un contexto de clara crisis total del modelo capitalista y liberal, las voces del fascismo han crecido en número y resonancia con el objetivo de aplacar las alternativas más sociales, solidarias y sostenibles. Se han financiado a partidos ultras, panfletos reaccionarios y personajes canallas para que calienten las débiles mentes y generen polémicas artificiales que sirvan a sus intereses. Se han buscado objetivos fáciles contra los que desviar la atención y cargar las culpas, exonerando a los verdaderos responsables de la tragedia económica y social de Occidente tras la crisis de 2007, la Gran Recesión y la salida de la crisis que ha llevado a mayores desigualdades, opresiones y dolor.

Nuevamente, y sin haber dejado de serlo en todos estos años desde los 90, son los inmigrantes quienes reciben el odio y el racismo, de otras clases trabajadoras, igual de degradadas y usurpadas. Y es que, ¿qué trabajador español no tiene un familiar o un conocido que ha tenido que emigrar fuera de nuestras fronteras por la lacerante falta de oportunidades y perspectiva de bienestar en este estado fallido?.

Pues aquí tienes de nuevo a la ultra derecha poniendo las dianas y esperando a que sus huestes ejecuten las acciones contra el diferente, por su color de piel, pero fundamentalmente por ser pobre.

Para que estas cacerías tengan éxito y solivianten a las masas que puedan auparles a base de votos desnaturalizados, son necesarios cómplices. Por supuesto, y en primer lugar, quienes han financiado a tales sanguijuelas. Alguien ha puesto los recursos y dado los altavoces para que los discursos de odio se normalicen, tolerando la xenofobia y presentando a los intransigentes como sujetos normales en el estado derecho, con los que hay que ser tolerantes. Los propios medios de comunicación de masas tienen mucho que ver. Primero porque, salvo honrosas excepciones, no han cortado estas declaraciones fascistas y violentas. Y después, porque las han asimilado como parte del transcurrir cotidiano al mismo nivel que las propuestas que pueda hacer la tibia socialdemocracia que es representada en los medios. En su afán por obedecer los designios del patrón, han dejado como extremismos a la ultra derecha y a una timorata centro-izquierda que apenas discute los mecanismos socio-económicos de un estado que funciona como una profunda maquina extractora de riqueza y porvenir de las clases trabajadoras y de los territorios que sufren al agujero negro que es la región de Madrid.

No voy a obviar la responsabilidad de las policías y cuerpos de opresión del estado, tan prestos a castigar y aplicar violencia institucional sobre las gentes de izquierdas y los trabajadores que piden dignidad, techo, comida y futuro, y tan panchos y dóciles con cayetanos y pijos, ultras del fútbol, y fascistas de todo pelaje que envueltos en banderas (tanto en las adornadas con pollo, como con la que se supone, es de todas y todos) que se dedican con ahínco a insultar la inteligencia, laminar la democracia y querer oprimir a las clases trabajadoras.

Por supuesto, los votantes de estos disparates xenófobos y fascistas tienen que hacérselo mirar. Y no me vale lo de la falta de perspectiva de los partidos de izquierda y cosas así. Porque antes que votar a racistas, machistas y vagos redomados como todos estos mequetrefes ultras se corta uno la mano. Como decía unos párrafos más arriba todos tenemos a conocidos muy cercanos trabajando o viviendo fuera, y comportarse así de la mano de esta gentuza de la ultraderecha, es alentar que en los países de destino de nuestros allegados también se articulen cacerías contra el extranjero “qué nos roba el trabajo”. Por cierto, esta frase absurda es absolutamente irreal, puesto que los trabajos a los que se dedican los migrantes son rechazados por los nacionales.

Y por último, esa derecha institucional, del PP, que si bien al menos es en algo coherente al mantener ese apego a sus raíces franquistas, toda vez que desligados de ellos, si los han necesitado para usurpar instituciones al pueblo, se han lanzado a brazos de los fascistas sin titubeo alguno.

Por lo tanto, en la normalización de los discursos de odio existen muchos responsables directos. Algunos aducen su racismo natural y genético fruto de estulticia profunda y falta de luces. Otros exprimen el mantra dividiendo las clases trabajadoras para seguir oprimiéndolas sin que se trastoquen sus plusvalías.

Pero es curioso cómo funciona esto del racismo y la xenofobia. Cómo de enfermas están las mentes y espíritus de quien comulga con semejantes ruedas de molino.

Se quejan de los inmigrantes racializados, magrebíes, latinoamericanas, africanos, etc., pero eran bienvenidas las mujeres jóvenes ucranianas, así como las jóvenes latinoamericanas que acaban en prostíbulos. Los negros que recogen fruta en la huerta murciana, o en los invernaderos de Almería o Lleida nos roban el trabajo. Las mujeres de Marruecos o Polonia que doblan el espinazo para sacar fresas en Huelva destruyen el país. Quizás las kellys, mujeres invisibles que limpian a la carrera decenas de habitaciones de hotel, oficinas o escaleras de propietarios, muchas de ellas en situación de vulnerabilidad (por mujeres, por acosadas, por extranjeras, por pobres) no se esfuerzan demasiado. Los obreros de la construcción provenientes de Europa del Este, África o Perú, que conocen el oficio y son obligados a jornadas extenuantes de trabajo por salarios de subsistencia con los claros culpables de las burbujas inmobiliarias. Esto es una invasión, una teoría del gran remplazo, de la que aviones diarios llenos de MENAS (acrónimo referente a los menores extranjeros no acompañados ya normalizado en tono despectivo) impiden que tu abuela tenga una pensión digna. Hacen campaña con ello, se niegan a asumir sus responsabilidades legales y la más mínima humanidad. La ultraderecha hace chantaje por unos cuantos chavales y amenaza tumbar gobiernos. Ojo, que esta actitud y falta de humanidad y altura de miras lamentablemente les daría más votos.

Pero es que todos estos son trabajadores. Son pobres. No como los millones de turistas que llegan sin control ni regulación alguno, gentrifican los centros de las ciudades, expulsan a los vecinos y a los negocios locales que son sustituidos por pisos turísticos y franquicias de comida rápida donde trabajan mayoritariamente gente joven y descendientes de inmigrantes. Se desahucian a ancianas o se cierran espacios culturales para que haya más pisos turísticos y franquicias extranjeras. Es que hay manifestaciones de vecinos ya hartos de verse expulsados del centro de sus ciudades que hay que castigar y reprimir con esa aberración democrática de la Ley Mordaza en la mano (imperdonable que esto no llevé derogado 6 añazos ya).

Los trabajadores que llegan de Marruecos, Ecuador, Bolivia, Nigeria, Moldavia o Senegal son tan extranjeros como los jubilados de Inglaterra, Países Bajos o Noruega que compran urbanizaciones enteras en pueblos de Málaga, Alicante o las Baleares. Se pasan años en nuestro país pero no aprenden ni una sola palabra de castellano, ni siquiera cuando les van a operar de cataratas, de prótesis de rodilla o de cadera en la sanidad pública española donde no han cotizado en su puta vida. Pero el problema es que a un mena se le haga una prueba óptica y se le donen unas gafas.

El que te ha llevado una basura de hamburguesa a casa con una mochila amarilla, o la señora que ha limpiado la oficina esta mañana es inmigrante y trabajadora en nuestro país, como el futbolista mil milmillonario que jaleas cada miércoles-domingo.

De hecho el fútbol profesional es un muestrario clarísimo de las profundas inconsistencias mentales de quienes se niegan a admitir la realidad de un mundo construido a base de movimientos de personas que buscan un mejor lugar para vivir.

En plena Eurocopa, con lo que supone de exaltación patriotética del rojo y gualda (vaya lavados de cerebro se ven por estos días, con gente envuelta en la bandera) la máxima estrella de la selección nacional es Lamine Yamal, un adolescente de 16 años, de ascendía africana (marroquí por parte de padre, ecuatoguineana por parte de madre), nacido y criando en un pueblo obrero de la periferia de Barcelona. Su desempeño y maestría en el campo se plasma en el magnífico gol con el que firmó el pase de la roja a la gran final. Pero su mejor contribución a mvp es sin duda, es demostrar la incoherencia de un mundo que nos separa por razas y el color de nuestra piel, pero fundamentalmente por la cantidad de dinero que tenemos, o nuestro código postal.

Un caso similar al de la atleta Ana Peleteiro también objetivo de las huestes fascistas por su posicionamiento abiertamente de izquierdas y antifascista, y contra la que se postulan por ser mujer, por tener éxito, por ser gallega, de izquierdas, madre y persona racializada. Otro ejemplo.

Celebrar con las manos, acordándose de su origen, de su clase social, de cómo el código postal nos determina mucho más que el código genético y por qué es tan importante no perder esa perspectiva. Su ejemplo, junto al de otros afro-descendientes en esta Eurocopa, que dan talento y emoción al fútbol, y que se han posicionado contra el racismo, la xenofobia, el odio y la ultraderecha es muy valioso. En primer lugar porque se alejan de la impostada neutralidad, cuando no del abierto clasismo y pertenencia a la ultra derecha con los que otros futbolistas funcionan en su día a día. Aunque no lo parezca en una actividad que practica todo el mundo y donde el talento tendría tanta importancia, y al igual que con muchos de los "artistas", la procedencia social dictamina en gran medida las posibilidades de llegar a ser futbolista profesional. Otra vez salir del Arroyo se hace imposible. Después, porque en un contexto donde la banalidad y el individualismo de las megaestrellas y los galácticos que a tantos nos ha alejado del fútbol, un recién llegado se acuerda de sus orígenes, de su barrio y de su clase social. Con honor y con orgullo.

De hecho, en estos días, la selección y Lamine Yamal comparte espacio en primera plana, con uno de esos pijos asquerosos de la movida madrileña. El tal Nacho Cano, perpetrador de esa abominación musical llamada "mecano" hoy ha salido como noticia porque ha sido acusado y detenido por tener sin contrato y sin las más mínimas condiciones legales a trabajadores extranjeros que utilizaba en un supuesto espectáculo escénico, alojado en un solar regalado por la Comunidad de Madrid. De hecho, la tarada de su presidenta ya ha hecho causa común con su amigo y alimenta la maquina de fango y bulos.

La inmoralidad del racismo y la xenofobia es un problema muy grave dentro de una sociedad occidental en una crisis muy seria a todos los niveles. Una crisis política, social, económica y cultural que adelanta un tiempo nuevo, que no acaba de llegar como decía Gramsci, y que produce terribles monstruos que hay que afanarse en vencer y erradicar. Por ello el antifascismo es una obligación moral y una posición justa y de porvenir frente a quienes solo ven odio y opresión. Un ingrediente básico e imprescindible para transformar esta realidad de débil democracia en un país con dignidad, futuro e igualdad de oportunidades.


viernes, 5 de abril de 2024

No hay concordia sin memoria. No hay democracia sin justicia. No hay historia sin olvido



La ultra derecha española ha anunciado en la última semana una serie de iniciativas legislativas en las Comunidades donde gobiernan en contra de la Memoria Histórica y la Memoria democrática. “Leyes de Concordia” que son el pago por los acuerdos de investidura, pero también el compromiso personal y sentimental con el franquismo y la impunidad de sus familias durante todo el siglo XX. Blanquear y ocultar su pasado por parte de los herederos, mientras siguen deslizando su oposición ilegítima y fuera de todos los cauces legales a través del más básico lawfare y de la más burda y continua manipulación mediática.

La presentación de estas leyes sigue el patrón rutinario de la ultraderecha. Una utilización capciosa y orwelliana del lenguaje, en el sentido de acusar a los demás de lo que están ellos haciendo. Llamadlo “adoctrinar”, “perseguir”, “odiar”, pero no lo llames concordia a planteamientos que provocan discordia en la sociedad española por la nauseabunda intención continuada de blanquear el fascismo, del que son orgullosos herederos.

No podemos y no debemos sorprendernos de que la derecha presentada como “constitucional” y “democrática” avale el discurso de su socio de gobierno en Castilla y León, en Valencia, en Extremadura o en Baleares. El PP tiene una fuerte tradición, precisamente anti-constitucional (esta por el primer derecho cívico, social o económico de la Constitución que defiendan vía acción, declaración o incluso omisión) y anti-democrática que marca una tendencia con la línea trumpista actual. El auge de una fuerza de extrema derecha desligada del propio PP la ha llevado a subirse de nuevo al monte a defender el marco ideológico franquista y a atacar todos los convencionalismos que la ciencia histórica, la decencia y el sentido democrático de un estado de derecho marcan como inexcusables.

En un contexto de grave crisis institucional en España que ha hecho volar el sistema de mayorías parlamentarias en todos los escenarios, el acceso al poder, y con él a los recursos económicos de todos, necesita del concurso de esta extrema derecha ultramontana, negacionista de todo (igualdad entre géneros, razas, naciones y sentimientos, del cambio climático, de la memoria, etc.), y profundamente antidemocrática para plantarse como una alternativa de gobierno. Como bien se ha dicho no van a enfangarse y perder dinero (es lo único que les interesa) por una cosa de rojos, como la memoria histórica.

No les importa ni lo más mínimo hacer estallar su propia coherencia y deshacer sus propios acuerdos previos, como la Ley de Memoria de CyL con tal de no discutir el estado de las cosas, profundamente marcado por el pasado. Por lo que cualquier intento de restaurar la verdad, la justicia y la reparación es vilmente atacado y malversado.

La intención es articular un modelo de estado donde la memoria se amolde al escenario del mito de la transición y el Régimen del 78. Donde prevalece una interpretación equidistante que ha alentado el franquismo sociológico que nos está estallando en la cara. Ese falsario reparto de la responsabilidad entre los dos bandos, esa leyenda de la “guerra fratricida” como si ambos bandos hubieran sido igual de responsables en la guerra y si hubieran tenido las mismas armas, condiciones y legitimidad (obviando la necesaria participación de tropas extranjeras, regulares con todo lo que implicó en el bando nacional, y de voluntarios en el republicano) o el de que “todos hicieron barbaridades” o “recuerda Paracuellos”. Como si las víctimas del bando republicano no hubieran tenido reparaciones formales y patrimoniales en algunos casos durante la larga noche de la dictadura. Equiparando a torturador con la víctima, negando una vez más como durante la Dictadura, esa condición a los represaliados, a los asesinados, a los exiliados del bando de la legalidad vigente y luchadores por la democracia y la libertad. O esa intención de englobar toda la contienda incluida la execrable dictadura fascista y clerical que tuvo como consecuencia, con el primer período democrático de la Historia de España, como fue la Segunda República. El objetivo de estas “leyes de concordia” es sustentar estos relatos y cerrar la página de la reparación, de la memoria y de lajusticia.

La teoría de la equidistancia y la concordia de los herederos de los vencedores, que fueron, no se olvide, los golpistas, asesinos y fascistas, en oposición a las leyes de memoria democrática. Frente al derecho internacional y la justicia universal que consagra los Derechos Humanos y el derecho a la verdad, la justicia, la reparación y al establecimiento de una sociedad civil democrática, primera y mejor garantía de que no se repita el doloroso pasado. Una manipulación obscena que pretende igualar a víctimas y verdugos, a quienes atacaron y dieron un golpe de estado alzándose contra su propio pueblo, y a quienes defendieron la dignidad obrera y la democracia de la República.

El problema viene una vez más de la falta de rotundidad de la izquierda cuando ha tenido el poder. De no ser igual de agresivos de como lo es la derecha cuando ostenta la legitimidad de los boletines oficiales. La Ley de Memoria Histórica de 2007 y la Ley de Memoria Democrática de 2022 tienen muchas limitaciones, omisiones (entre ellas y clave dotaciones económicas presupuestarias que hubieran abierto todas las fosas y todos los archivos) y carestía de recursos públicos para instaurar el relato de la verdad histórica y la memoria democrática en la sociedad española.

Una democracia que nació como un punto y seguido a la dictadura autoritaria franquista, sin la preceptiva y saludable depuración de responsabilidades y la investigación de la miriada de corrupciones. Una transición donde prevaleció la forma del objetivo, la consolidación democrática por la vía pacífica (habría que hablar también de la violencia política durante la transición), frente al fondo, esto es, la construcción de una sociedad democrática plena. Donde el ruido de sables de gerifaltes del franquismo asustados ante el cambio permitió la aprobación de una Ley de Amnistía (esta amnistía no se discute) que supuso una “ley de punto final” en la que aparentemente (a nivel internacional como ya se ha hecho en varias ocasiones los crímenes de lesa humanidad como los del franquismo no prescriben) se renunciaba a juzgar los crímenes del bando nacional en la Guerra Civil y la dictadura.

No hubo una política de reparación y de memoria que reescribiera con verdad la falsaria historia del franquismo y su relato que quedó avalado como “un mal menor”, “una incomodidad pasajera” o incluso, “una absoluta tranquilidad.

En este sentido, no sorprende que en este momento de crisis global, con repliegue identitario en los valores nacionalistas, el auge de la extrema derecha haya traído el revisionismo y la estrategia del olvido del pasado. Si esto pasa en cualquier país europeo ahora mismo, incluidos los que fundaron sus sistemas democráticos bajo principios del anti-fascismo, qué decir de España donde la transición no supuso ni ruptura, ni reparación, ni justicia. Esto ha dejado indudables taras en el sistema político español. Eso sí, en nuestro caso se trata de un pasado olvidadizo a la carta, obviando lo que les perjudica pero usando y manoseando hasta el asco a las víctimas que si les propician votos como por ejemplo se ve con los distintos tipos de terrorismo (etarra, islámico, de ultraderechistas sobre sindicalistas, etc.).

Por ello, ante esta deriva la sociedad civil, y los historiadores que trabajan investigando y difundiendo la verdad de nuestra Historia Contemporánea (repugna el silencio de la Academia de la Historia española instalada en la endogamia, la mediocridad, la mendicidad moral y financiera y atada por los mismos herederos del fascismo) han alzado la voz denunciando la intención anti-democrática de la derecha de este país. No se puede tolerar tanta mentira, tanta indecencia y tanta negación a la justa reparación de las víctimas. Es imposible pretender construir un futuro sobre unas bases de impunidad y olvido. Sobre la doble violencia que sufren los luchadores por la democracia en este país, primero como víctimas directas del fascismo, y ahora que intentan borrarlos de la memoria colectiva y el patrimonio común, los herederos de sus verdugos.

Frente a la manipulación, la des-memoria y la indignidad, verdad histórica, anti-fascismo y democracia con mayúsculas y con todo lo que implica.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...