lunes, 27 de junio de 2022

No en mi nombre

 

El lunes 6 de febrero de 2014, 14 personas murieron ahogadas en la playa de El Tarajal, en Ceuta, sin recibir el auxilio de la Guardia Civil que a cambio las recibía a pelotazos y palos. Eran 14 inmigrantes que trataban de alcanzar la costa para salvar la vida, tras naufragar la precaria lancha hinchable con la que a su vez, procuraban conseguir un futuro mejor para ellos, ellas y sus familias. 90 personas ocupaban la zodiac y lucharon por su vida ante la crueldad de los números de la Guardia Civil allí presentes, el despotismo del infecto gobierno del Partido Popular y la, por lo general, indiferencia de la opinión pública española.

Unas pocas manifestaciones en las capitales de provincia que apenas reunían a medio centenar de personas, a parte de la mayoritaria concentración en la capital del centralismo español, por respuesta. Y muchos golpes en el pecho del PSOE, su líder y de la izquierda tratando de pescar en la indignación y la rabia de la parte más activa de la sociedad civil, ante el atropello a los derechos humanos perpetrado por los fascistas y neoliberales.

Algunos pensaban que con “el gobierno socio comunista más progresista de la Historia” estás vergüenzas terminarían. Pero estaban equivocados. Incapaces de derogar la propia Ley Mordaza que ampara legalmente en España crímenes de lesa humanidad como las devoluciones en caliente; o de revertir las tropelías a las clases trabajadoras con las reformas laborales; o intervenir el mercado de la vivienda y la energía; o de garantizar por ley los servicios públicos; o de salir de la OTAN, proclamar la República o nacionalizar sectores estratégicos… Absolutamente inútiles en mejorar las condiciones materiales de la gente, también lo son en tener un mínimo de coherencia y diferenciarse de los usos y abusos de la ultra derecha.

Los inmigrantes salvajemente asesinados, y digo si, asesinados por las fuerzas de opresión del Estado marroquí con la conveniencia y bajo la supervisión de las españolas, provenían de Sudán del Sur y de Chad, huyendo de una Guerra Civil y catástrofe humanitaria, de esas que no salen continuamente en los informativos. Si en los últimos meses España ha dado asilo a más de 124.000 ucranianos, víctimas de la salvaje invasión de su país por parte de Rusia (y también del fascismo con el que se mueve su propio gobierno), de los conflictos más alejados, en África o Asia, con personas de distinta raza no se tolera ni un mínimo de humanidad, ni una mísera cantidad de refugiados. Son aparcados ante la frontera por estados para-policiales subcontratados por esta Unión Europea del capital. Hacinados en campos de refugiados sin unas mínimas condiciones, solamente asistidos por las escuálidas ayudas de las ONGs (que también luchan contra la criminalización de su actividad a ojos de los que mandan) y cuando intentan entrar en Europa, apresados, apaleados, heridos, moribundos y dejados morir como perros, para después ser enterrados sin fecha y sin nombre, como el polvo que escondemos debajo de la alfombra.

A esta descripción, “nuestro presidente de izquierdas” respondió con un clarísimo “bien resuelto”. Ya sabemos que este personaje a parte de las toneladas de marketing político está hueco de la más mínima decencia socialista. Pedro Sánchez es un producto más del sistema ultraliberal y ni su acción ni dejación, hacen ver políticas que vengan a mejorar las condiciones materiales de la mayoría ni dar mayor empaque a la democracia. Él no está para eso, como tampoco lo está la dirección federal del PSOE, ni sus retrógradas baronías caciquiles. Por desgracia, tampoco lo están unas bases que han abandonado definitivamente las anclas ideológicas de la izquierda para abrazarse al sentimiento hooligan de defensa de “su” partido.

Todo entra dentro del vergonzoso acuerdo con la dictadura Marroquí que nos pone a los pies de un sátrapa que oprime a su propio pueblo, masacra a nuestros hermanos españoles del Sahara Occidental, nos chantajea con las vidas de los inmigrantes, alberga terroristas y fundamentalistas y erosiona toda convivencia en el Magreb.

Pero y la “verdadera izquierda” qué. Qué hace y qué va a hacer Unidas Podemos y Yolanda Díaz, tras esta matanza es clave. Sin embargo, viendo que tras arrancar unas pocas medidas que den opciones a las clases más desfavorecidas, no podremos esperar más que unos cuantos tuits muy indignados pero nada de forzar la situación a un año vista. Lo primero de todo porque queda mucho para que la nueva plataforma de la izquierda se construya. Lo segundo porque en este país, con un racismo y un patriarcado tan marcados, fruto de 40 años de dictadura nacional-católica fascista y una transición a la democracia que fue la garantía de superviviencia de aquellos valores (y de quienes se lucraron y mucho bajo su amparo), sería muy difícil explicar con éxito, por qué se deja atrás un gobierno por unos africanos muertos, cuando durante tres largos años se ha sido incapaz de acercar mayor dignidad a las clases trabajadoras españolas.

El tacticismo lo empaña todo. Incluso lo que debía ser la propia coherencia y las líneas rojas de uno mismo. Si se conservará coherencia más de uno y de una debería salir hoy de ese gobierno y luchar contra él con la misma fuerza que se hizo (o se aparentaba hacer) contra el gobierno del PP en 2014. Cómo van a explicar PSOE y Unidas Podemos, o lo que venga, a sus votantes una actuación tan represiva y en contra de los derechos humanos más básicos. Cómo pueden diferenciarse de lo que harían los fascistas del PP y Vox y cómo quieren seducir a los votantes trabajadores, si no son lo suficientemente valientes para desmarcarse y ofrecer y cumplir un programa de garantía de los derechos humanos, la igualdad y la fraternidad.

En un momento de crisis total, con el imperio desvaneciéndose ahogado por su propia inmundicia, con los derechos humanos cada vez más pisoteados, incluidos aquellos que parecían garantizados (hay que aprender la lección de que si no hay lucha, no hay garantía de nada) las buenas personas tenemos que mantener la propia coherencia y exigirla a nuestros representantes y gobernantes. El crimen de lesa humanidad cometido este fin de semana, se suma a todos los que se están cometiendo los últimos años, y quienes aspiramos a un mundo más digno y decente, no podemos perdonar ni olvidar los atentados que se cometen contra los más vulnerables. Sean mujeres, sean pobres, sean inmigrantes, sean africanos, negros, magrebíes, niños, ancianos, lo que sean. No en mi nombre.

 

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