Ayer
entro en vigor el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía
por el que se cierran las puertas de Europa para los miles de
refugiados sirios (también iraquíes, afganos o kurdos) que huyen de
la guerra y la miseria, mandando por el retrete los derechos humanos,
entre ellos el derecho de asilo, en caso de refugiados, que lo son
porque ven su vida peligrar por razones políticas, de identidad o
simplemente porque proceden de un lugar devastado por una guerra
civil compleja y enquistada que ha destruido todo el país, ante la
más absoluta indiferencia de las potencias occidentales provocando
con ello un cataclismo social para varias generaciones de sirios que
quedan en el mundo, sin lugar en él; apátridas, sin derechos, ni
identidad, con unas pocas pertenencias y un chaleco salvavidas
naranja.
De
paso al estercolero también van las buenas palabras de una Europa
social, unida y con un proyecto común. Una Europa que se vendió en
su momento como abierta, acogedora y modelo de sociedad. Un hito del
antifascismo tras la Segunda Guerra Mundial y ante el final de la
Guerra Fría y el Telón de Acero. Se ha demostrado, finalmente y una
vez más, el verdadero carácter de esta Europa del capital,
oligarca e intrínsecamente fascista y xenófoba, que a la par
que entendió que para salvar los mercados de materias primas (acero,
energía, etc.) frente a Estados Unidos o Rusia, era conveniente
unirse, lo que no implicaba precisamente la unión de las clases
trabajadoras europeas, divididas por distintas banderas, competitivas
entre ellas, en vez de cooperativas. Con ese paradigma, poco había
que esperar de esta burocracia de facinerosos para que tuviera
piedad, sentido común y respetase la legalidad en materia de
Derechos Humanos para con los solicitantes de asilo de Siria,
Irak o Afganistán, o de cualquier guerra permitida o estimulada para
orgasmo múltiple del capital.
El
acuerdo consta de tres elementos: 1, Por cada refugiado sirio
devuelto de las islas griegas a Turquía, la UE aceptará a un
solicitante de asilo sirio de Turquía; 2, El acuerdo no se aplicará
a otras nacionalidades (es decir, a ciudadanos de Afganistán,
Pakistán o incluso Irak); 3, Ayuda financiera extra de 3.000
millones a Turquía, que dobla la ayuda hasta 6.000 millones.
Y
ayer en su primer día, ya hubo muertes. Más de 50 personas
fallecieron en los distintos naufragios mientras trataban de llegar a
Grecia, huyendo de la guerra y la intolerancia religiosa, para
encontrarse con la intolerancia económica y racista de la Europa del
capital, y sus gobernantes, dolorosamente de derechas.
La
Alta Comisión de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR),
Amnistía Internacional y otros organismos han indicado ya que
el acuerdo es moralmente un error y puede ser ilegal.
Esencialmente, se reduce a una deportación forzosa, dado que los
refugiados, sirios o no, que sean devueltos a Turquía se verán
privados de su derecho a ser escuchados en un tribunal. En segundo
lugar, el acuerdo implica enviar refugiados a Turquía, país
considerado inseguro por las organizaciones de derechos humanos.
Estas últimas llevan mucho tiempo criticando a Turquía por detener
refugiados de manera arbitraria, remitiéndolos de vuelta a países
peligrosos y bloqueando su acceso al mercado de trabajo.
Aparte
de sus defectos legales, el acuerdo es moralmente vergonzoso por dos
razones: en primer lugar, no detendrá el flujo de refugiados que
huyen de zonas de guerra. En el mejor de los casos, el flujo puede
verse reducido si Turquía colabora. Considerando la falta de
seguridad y estabilidad de muchas partes de Oriente Medio y otros
países como Afganistán, algunos refugiados seguirán jugándose la
vida para buscar asilo en Europa, ya sea vía Turquía o atravesando
el mar Egeo hasta Grecia. En segundo lugar, la exclusión de los
refugiados de nacionalidad no siria representa una regresión clara
respecto al espíritu de la Convención de Ginebra para los
Refugiados de 1951, que garantiza un trato igual para todos los
refugiados que huyen de zonas bélicas, con independencia de su
nacionalidad.
El
gobierno turco se ha resuelto utilizar a los refugiados sirios como
moneda de cambio con la UE. Y esta con su habitual ceguera, o
mejor dicho, con su tradicional rentabilización de los acuerdos,
cortoplacismo y tolerancia para con la intolerancia ha cedido,
pactando con un gobierno autoritario como el turco, que se salta a la
torera su constitución (laicismo en la República de Atatürk), que
no condena el pasado (genocidio armenio), no reconoce a las distintas
etnias y culturas que componen el país (conflicto kurdo, entre
otros) y que ha hecho clara y probadamente negocios con el Daesh,
los terroristas fundamentalistas islámicos (que en otros son
responsables del ataque terrorista en París en noviembre),
beneficiándose de un petroleo barato proveniente de los pozos que
los terroristas controlan en la zona, pero moralmente de un coste
carísimo.
Desde
que en agosto del año pasado estalló "la crisis de los
refugiados" ha habido hasta 11 cumbres de alto nivel en
Bruselas de ministros de la UE. En ninguna de ellas se hablo de
proyectar un plan que mejorase las condiciones de vida de los
refugiados. No se ha hablado nunca de vigilar las rutas de paso de
los refugiados en su huida desde Oriente Próximo. No existe un
plan de lucha contra las mafias que se han lucrado con esta tragedia
agravada por la dejadez de los poderosos. Tampoco ha existido, ni
siquiera se plantearon, un plan de emergencia para dotar de
infraestructuras mínimas a los campamentos (campamentos temporales,
de tránsito, obviamente). Allí los niños no van a la escuela. No
pueden. No existe una mínima atención médica, una dotación
suficiente de medicamentos y bienes de primera necesidad. En
ningún momento se ha hablado en aquellas reuniones de crear
tribunales especiales para refugiados que dirimieran cada caso
individualmente con garantías y en tiempo y forma, como estipula la
Declaración de los Derechos Humanos o la Convención de Ginebra.
Ni siquiera se han molestado en amonestar y sancionar a los gobiernos
fascistas de Hungría o Polonia que han dispuesto políticas de
inmigración salvajes y anti-humanas (tuvieron buenos maestros en los
fascistas que nos gobiernan en #Españistan).
Mientras
que todo el peso del poder de Europa tardó 9 dias en caer con toda
su furia sobre el pueblo griego que legítimamente se mostró
contrario a los recortes en servicios públicos impuestos por el
capital, en casi 8 meses, Europa ha sido incapaz de garantizar una
mínima seguridad a los refugiados y un respeto a los Derechos
Humanos. Esta es la Europa a la que "pertenecemos".
Y
la opinión pública, ¿qué?. Estamos quienes hemos colaborado con
la sociedad civil aportando medicamentos y material para enviar a la
isla de Lesbos y a los campamentos en Turquía y hemos acudido a las
manifestaciones y concentraciones primero llamando a la
solidaridad y legalidad internacional y después para denunciar este
acuerdo injusto, arbitrario y avergonzante. Y quienes, con un
espíritu ególatra, miserable, contaminados por la demagogia y una
intolerancia latente y una sumisión al racismo y la xenofobia,
cuando no una pertenencia orgullosa, no comprenden la trascendencia
de lo que está ocurriendo. De como la "nueva" Europa,
ultraliberal, competitiva e individualista abandona su génesis de
horrorizada ante los crímenes del nazismo. Europa ha pasado en 30
años de un compromiso anti fascista al miedo y los cálculos
electorales del poder económico que han vuelto a poner de moda el
fascismo con unas políticas irresponsables.
Un
dato escalofriante nos lo ha dado la última encuesta del CIS, de
hace días, con más de 8 meses, repito, de esta escalofriante crisis
humanitaria: El 0,0% de españoles sitúa la crisis de los refugiados
entre los 39 problemas que más les preocupa. La crisis de los
refugiados es también nuestra crisis moral como ciudadanos. Muchas
personas están ayudando desinteresadamente y haciendo la labor que
corresponde a sus gobiernos, pero la sociedad en su conjunto ha dado
la espalda al problema y no ha habido una movilización masiva para
denunciar el trato inhumano a los refugiados. Con el silencio de la
sociedad, nuestro silencio cómplice, estamos legitimando estas
políticas fascistas, irresponsables y cortoplacistas. La historia
no sólo juzgará a nuestros "gobernantes". También lo
hará con nosotros, por permitir esta injusticia (como tantas
otras, por cierto).
Esta
es la situación de la sociedad civil en Europa que ya se había
pasado de tranquila y sumisa ante el ataque a la soberanía y el
bienestar de los ciudadanos y ciudadanas, hermanos y hermanas,
griegos y griegas, y que ahora muestra una despreciable aquiescencia
y conformismo con la política migratoria de una Europa que ya no
sólo ha perdido la guerra de la competitividad financiera e
industrial, sino que ha sepultado con intransigencia, racismo,
deslealtad y fascismo su compromiso por la legalidad internacional,
los derechos humanos y la dignidad de todos y todas cualquiera que
fuera su condición y naturaleza.
Y
mientras, nuevos ahogados en el Egeo. Alambradas de cuchillas cortan
la piel de quienes huyen del terrorismo y la guerra civil Siria, la
indiferencia de las potencias occidentales, o a quienes llegan desde
Irak o Afganistán, víctimas, por contra, de los intereses creados
de esas mismas potencias. Los niños lloran ante los ladridos de
perros sujetos por policías para militarizados. La xenofobia avanza
por Europa y se queman albergues o campamentos improvisados. El
frío, la lluvia, el hambre y la enfermedad laminan a quien huye de
la barbarie del ser humano, y sólo encuentran la indiferencia de la
población y la ilegalidad manifiesta y consciente de mandatarios
amorales, mediocres y corruptos.
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