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lunes, 22 de agosto de 2022

Por un pacto que defienda nuestro patrimonio natural

 

Toca volver a escribir con rabia e indignación sobre los incendios forestales. Más que una asignatura pendiente, una losa enquistada, un drama reincidente y la respuesta de la Naturaleza ante las distintas agresiones que recibe de la civilización humana, por múltiples frentes y de diversas formas.

Prácticamente no hay comarca que este terrible, tortuoso y largo verano no haya visto sus bosques arder. Las temperaturas llevan disparadas desde mediados de mayo. En la mitad sur de la Península Ibérica, las máximas no bajan de 30º, con el cuadrante del interior suroccidental (Badajoz, Sevilla y Córdoba) por encima de los 35º a perpetuidad. Las lluvias han sido escasísimas -lo que ha agravado la situación de emergencia por sequía-, dejando un terreno sediento y castigado con severidad por el sol abrasador. Ni siquiera las noches han dado tregua, sino más bien lo contrario, y con la falta de humedad y la afluencia de vientos variantes se han sentando las bases para hacer de nuestros montes yesca.

Eso en cuanto a las condiciones climáticas porque las naturales y las humanas se ven sometidas por el puño invisible del capitalismo depredador, del neoliberalismo egoísta y de la imbecilidad e ineptitud de una caterva de desalmados que por desgracia, administran los bosques de todos y los medios necesarios para su mantenimiento y protección.

Si en octubre de 2017 Galicia sufría una ola de incendios devastadora, en este año 2022, los montes gallegos han seguido sufriendo la tortura de las llamas. Pero también Zamora, con un fuego que a finales de junio calcinó el 15% de su superficie, unas 25.000 hectáreas. Para que nos hagamos una idea, 10 veces más que la devastación que provocó el volcán de la Palma el año pasado.

Pero también han ardido nuevamente las Sierras del Sur de Ávila, el Moncayo y en los últimos diez días en unos fuegos de una especial virulencia el Vall de Ebo en Alicante y Bejis en Castellón, en parajes naturales de la Comunidad Valenciana, de increíble belleza, que además luchan contra la despoblación y la falta de oportunidades.

De hecho, la despoblación y la falta de gestión del territorio es la causa en la que subyace la especial gravedad de estos incendios forestales, que se convierten en calderas casi imposibles de controlar, extremadamente peligrosos y que calcinan nuestros bosques durante semanas. Muchas veces, bajo el epíteto de controlado o perimetrado, se encuentra un fuego latente que puede volver a arder en cualquier momento. Los pueblos vacíos y envejecidos y la falta de profesionales del sector primario que cuiden los caminos y veredas son una de las causas, como también la especulación urbanística, de las fuentes de energía y de la madera que favorece el disgregado de los núcleos de población. Tampoco ayuda la falta de planificación técnica y profesionales por parte de los ingenieros forestales y los bosques al final quedan como un recurso más al servicio de los urbanitas, que por lo general, no tienen el arraigo al territorio tan necesario y garante de un cuidado y preservación.

Para completar el cóctel explosivo están las ya décadas de maltrato a los profesionales de la extinción y cuidado de los bosques. Los recortes y la especulación han abonado el fuego, al dejar el territorio natural sin trabajadores que pudieran gestionar y mantener las forestas durante todo el año. Ahora no, absolutos imbéciles como el Consejero de interior de CyL deciden que mantener las brigadas forestales durante todo el año, “es un despilfarro”. Con esas declaraciones lo que demuestra no sólo es su ineptitud y la de los que piensan como él y le mantienen cobrando, sino el propio derroche que supone pagar a políticos de profesión un pastón para gestionar las áreas de la vida de las personas y del país. Van de patriotas, pero su patria termina en la bandera. Su color es el del dinero y no tienen más apego que el del lujo y la sinvergoncería. Dais asco. Y los que lo votáis o apoyáis más todavía. Idiotas.

Al contrario, lo que hace falta hoy en día es valentía. La valentía de las y los trabajadores que se juegan la vida para mantener los bosques y paisajes y extinguir los incendios. La de las personas que sobreviven y viven y sueñan en el mundo rural como proyectos de vida pero también de cuidado del patrimonio natural, histórico y cultural. Y también valentía política para legislar y ejecutar ya, con un pacto nacional abierto y contundente en defensa de nuestro medio natural.

Sentar a todos los partidos, administraciones (diputaciones, Comunidades Autónomas, municipios), sindicatos de trabajadores forestales, asociaciones agrarias, sector del turismo rural, sector energético y agrupaciones de vecinos del mundo rural. La finalidad clara y urgente: Habilitar un compromiso inquebrantable para generar brigadas de trabajadores en el mundo rural, que tengan medios, seguridad tanto laboral como salarial, para que durante todo el año trabajen con dignidad en la defensa y preservación de nuestros bosques. En todo el territorio nacional. Con equipos y garantías. Y con la seguridad de que no se va a diluir este compromiso ante el siguiente cambio de gobierno o la perpetua crisis. Si somos patriotas, nos comprometemos toda la sociedad en la defensa de nuestra tierra.

Hay que terminar ya con los salvajes recortes en el sector público, especialmente dramáticos en el mundo rural español y en nuestro patrimonio natural. Es inconcebible dárselas de patriota al tiempo que se esquilma el territorio, se especula con él y se devalúa las vidas, los derechos y dignidades, de tus compatriotas. Basta ya de ataques al ecologismo, cuando es el capital el que administra para el beneficio privado nuestros bosques y montes. Incluso las explotaciones agrarias, ganaderas y forestales. Nuestros ríos, lagos y costas. Se tienen que terminar de una vez por todas las agresiones a los animales como la caza, la tauromaquía y los cerriles y descerebrados festejos populares basados en masacrar a un bóvido. Si quieren torturar a un animal, si esa es su afición execrable, que se la paguen, no que tenga que ir con presupuestos públicos bien necesarios para proteger la Naturaleza. Basta ya de negacionismo del cambio climático.

Fin ya de la libertad para mentir, expandir bulos, desinformación y los ataques a las evidencias de la ciencia más que probadas. Permitamos que los profesionales trabajen con dignidad y garantías. El clima ha cambiado. A nivel global y también a nivel local, en los microclimas, que están haciendo ya que las condiciones en las que se reproduce la vida y la muerte hayan mutado hasta lugares donde ya casi no los controlamos. Los incendios son en parte resultado de esta alteración de los ritmos físicos de la Naturaleza, que han transmutado por la mano del hombre y el usufructo capitalista. Pero también, los incendios son consecuencia directa de la mano humana. A veces propagándolos. Otras, debilitando los recursos de todos para defender el patrimonio natural. Y casi siempre, con el afán de dinero como combustible de la acción humana que hiere el patrimonio de todas y todos.

Nos jugamos mucho. Nos jugamos la vida en ello.


miércoles, 20 de marzo de 2019

El problema de Castilla



Bajo el título Castilla como problema la editorial Destino reunió en 2001 tres novelas de Miguel Delibes. Las ratas, El tesoro y El disputado voto del señor Cayo. En ellas el autor vallisoletano nos descubre y redescubre la identidad de Castilla la vieja con sus defectos y virtudes; problemas y soluciones; olvidos y abandonos.
De un tiempo a esta parte como búsqueda del espacio físico, el escenario, en el que desarrollar una vida, con su sentido orientado hacia la plenitud, la seguridad y el hedonismo, viajo cada vez más a la España rural, a la España vacía y a la España vaciada.
A veces cojo el coche y nos perdemos por carreteras secundarias. Paramos y comenzamos a caminar por caminos y veredas, donde escuchar la naturaleza. Sus silencios y diálogos. Y donde aprender también con las gentes que mantienen vivos por momentos pueblos y territorios. Las anécdotas, las leyendas, las historias, las recetas, las rutas, las piedras marcan y orientan más el camino que las señales de tráfico y los postes de orientación.
En otras ocasiones viajo desde el sofá, con un café o un té, devoro páginas que valoran y dan empaque a la vida rural, al sector primario, al pueblo, al bosque y a la naturaleza. La literatura me regala kilómetros de camino y presenta realidades tan lejanas y a la vez cercanas. Atrás queda el Walden y me siento más confortable con La España vacía de Sergio del Molino y con Los Asquerosos de Santiago Lorenzo. Me identifico con personajes y situaciones y crece en mi la sensación y las ganas de dedicarme a vivir lejos de ciudades, centros comerciales, coches, ruidos, estreses, tensiones y presiones.
Así y ahora he cumplido con otra muesca, en realidad dos, de mi lista de lecturas pendientes, volviendo a Delibes que hace de conductor a través de Castilla, que como siempre le duele, apasiona y fustiga.
En Las ratas y El tesoro, Delibes nos trae la Castilla y la vida rural más arcaica, dura e intransigente. En ambas obras las ideas se clavan en el subconsciente de todos los personajes rurales a hierro y fuego. Sus intereses y emociones bajo el paradigma de la tradición se mantienen frente a las injerencias e intenciones provenientes de la urbe, o del pueblo de al lado y el inevitable conflicto se resuelve por la vía de la violencia, con la naturalidad de quienes viven junto a la violenta vida en la naturaleza.
Ambas obras presentan como no podía ser de otra manera los grandes ejes de la escritura de Delibes, tanto en su estilo, abierto, cargado de términos y argot propio del mundo rural con fuertes localismos, y sobretodo un altísimo ritmo narrativo para desmitificar la tranquilidad de los pueblos y quitar la razón de los que piensan que no pasan cosas dónde no pasa nada. El autor se muestra crudo y en ocasiones áspero con las condiciones de vida de los habitantes de los distintos pueblos protagonistas de las historias. Y también crítico con el estado de las cosas en el mundo rural, que él ya profetizaba en clara regresión hacia el abismo de la despoblación y la pobreza hace 30 o 40 años.
Pero es sin duda El disputado voto del señor Cayo la novela más estimulante de las tres que componen el volumen. Primero por el contexto, el de la campaña electoral de las primeras elecciones democráticas. Luego por el escenario: Un pueblo de montaña, perdido en la dimensión temporal y en el espacio geográfico. Y después por el mensaje de trascendencia que un Delibes brillante carga a la obra.
Funcionando como una road movie, o mejor dicho como una novela de carretera, El disputado voto nos presenta el idealismo urbano plagado de modernidad y optimismo frente a la vida y las dificultades, enfrentado a la experiencia, el sosiego y la terquedad rural. Y no sale bien parado todo lo que representan los visitantes en campaña porque la sabiduría popular, como bagaje cultural, social y económico de nuestros pueblos se muestra poderoso, vivo y sobretodo trascendente pese a estar en posesión, de un octogenario, al que preveían viejo, cansado y analfabeto.
Al final de la novela el joven diputado, borracho, cansado pero sobretodo lúcido se pregunta cómo puede convencer del voto al señor Cayo, cuando en un mundo en el que sólo quedarán ellos dos vivos, él necesitaría para vivir al señor Cayo, y sin embargo, el viejo podría vivir y morir en soledad sin necesidad del joven político urbanita.
Vuelvo a hablar del problema de la España vaciada, como el verdadero y trágico problema territorial de nuestro país, un problema, que como tantos otros, cae una vez más en el olvido. Nadie enarbola las banderas de los pueblos y los campos que se despoblan y se mueren. Nadie ve riqueza, futuro y posibilidades más allá de la última nave, del último polígono de la capital de provincias que se quiera. Y mientras los jóvenes y no tan jóvenes de los pueblos los abandonan llevándose consigo futuro y un acervo cultural enorme.
Para Delibes Castilla, la Castilla la vieja, es la tragedia de eso que llaman España. Despojada, parasitada, abandonada, olvidada, quebrada es la ruda tierra que en su día aglutino a las demás y hoy, y desde hace demasiado tiempo, se ve envejecida, envilecida y desvencijada. Sin futuro viaja por el tiempo desangrándose, perdiendo vida a cada paso, moneda de cambio de caciques, burgueses, nobles, reyes y reinas.

lunes, 16 de octubre de 2017

Arden nuestros corazones



Toca escribir palabras como grito de rabia y angustia por una historia que se repite. Son líneas que expresan la desazón, desde la distancia física, y la cercanía emocional por conocer parajes y gentes, de inigualable belleza y trato; de especial cordialidad y afabilidad. Renglones dolientes e indignados ante las noticias del otra vez pasto de las llamas; de voraces incendios forestales perpetrados, casi en su totalidad y con certeza, por la mano loca y voluntaria del hombre.
Las llamas están devorando durante todo éste fin de semana, y desde hace varios días -y los que vendrán- Galicia, en especial las provincias de Orense y Pontevedra, cercando Vigo; también Asturias y León. Y como siempre, Portugal.
Incendios forestales que recorren los montes y valles, saltando de carretera a concello, de parroquia a finca agropecuaria, quemando los paisajes, la naturaleza, pero también las vidas de la ciudadanía en unas tierras demasiado acostumbradas a lidiar con el fuego y con los intereses que el bosque dibujado por el hombre a base de chispa y acelerante trata de arrancar de él.
A estas horas hay 4 víctimas mortales en Galicia y hasta 27 en Portugal. También hay millones de euros incinerados en viviendas, naves agrícolas, industriales, en cabezas de ganado y en bienes y equipamientos de las personas que han visto arder su mundo en apenas 24 horas. Y por supuesto, un coste incalculable en belleza natural y paisajística, en recursos forestales, y en Naturaleza y en vida.
Las autoridades hablan de “terrorismo forestal”. De pirómanos e incendiarios como si se tratasen de locos individuales que no saben lo que hacen. Tratan de hacernos convencer, los políticos, que no hay un interés económico, especulativo y egoísta en que el monte arda. En que no hay causas económicas a las que atribuir el fuego, o su virulencia o la dolorosa lentitud en afrontarlo y sofocarlo.
Pero si que causas económicas. Son los recortes y las privatizaciones en los servicios de salvamento y brigadas forestales. Son los montes públicos que salen a concurso por cuatro duros y donde se sustituyen los árboles autóctonos por especies invasoras como el eucalipto para gusto de la industria maderera y papelera. Y son las demenciales condiciones en las que el cambio climático, me temo ya imparable, está sumiendo a todo el mundo.
Que a 15 de octubre en Galicia haya 30 grados y no haya caído ni una sola gota de agua en todo el mes de septiembre no es buen tiempo. Es de hecho, muy mal tiempo y agrava una sequía inmisericorde que está agotando los acuíferos y las reservas artificiales de agua además y por supuesto, de convertir nuestros bosques en yesca al uso del fuego.
Ayer ante el incomprensible silencio de las televisiones públicas y casi todos los medios privados. Ante la inoperancia de la Xunta y el gobierno central que no sólo han alimentado recortes y desmontaje de brigadas forestales sino que además han tardado muchísimo en poner más medios para combatir el fuego -todo lo contrario que cuando había que “evitar” que la gente votará en Catalunya-. Ante éste desastre la ciudadanía se movilizó, y con valentía, empuje y rabia para luchar con sus medios e indefensa contra el fuego y también contra la inutilidad e interés de unas clase política, con el Partido Popular a la cabeza empeñados en destrozar nuestra vida.
Que estas palabras que me sirven de desahogo también lo hagan para quienes tienen las llamas en sus montes, en frente de sus casas.
Que el fuego se apague.
Que Nunca Mais ardan nuestros bosques.
Que gestionemos con orden, ciencia y bien común nuestros bosques y la Naturaleza.
Que echemos de una vez a estos impresentables, corruptos, inmorales e ineptos que nos desgobiernan.
Todo mi ánimo y solidaridad con las buenas gentes que han sufrido y sufren éste desastre. Y con los bomberos y brigadas forestales que luchan contra el fuego, y muchas veces, nos han pedido nuestra ayuda para luchar contra la precariedad, los recortes y las privatizaciones.

jueves, 14 de julio de 2016

Carta a un asesino

 
Foto filtrada tras la corrida del día 9 de julio en Pamplona, en San Fermín

Estimado Sr. “El Juli”,

Me llamo Ángel Luis Domínguez de profesión soy informático y ahora estoy ejerciendo como concejal de Izquierda Unida – Los Verdes en el Ayuntamiento de Santa Marta de Tormes. En Salamanca. Tierra de toros. Y soy amante de la naturaleza, de los entornos y ecosistemas naturales, de las plantas y de los animales, y por supuesto, también de los toros. Acabo de leer sus declaraciones con atención y voy a escribirle unas palabras.

En primer lugar quiero que quede claro e inequívoco. Lamento profundamente la muerte de su compañero, Victor Barrio. Una muerte que jamás debería haberse producido. Como la de decenas de toreros y profesionales más. La de miles de aficionados que pierden la vida en un festejo popular sustentado en una arcaica lectura que justifica el maltrato animal por diversión; como la de millones de seres vivos, toros, cabras, pavos, gallinas, ocas, patos que murieron sufriendo por la diversión humana más irracional y bárbara.

Su nombre u apodo me sonaba. Prácticamente el único, junto al de José Tomás o Enrique Ponce, que me suenen del mundo de la tauromaquía, ya que no soy aficionado a estos eventos y huyo cuando se producen cerca y cambio de canal asqueado y abochornado cuando sale algo en televisión. Con respecto a mí, es posible que saque conclusiones y certezas sobre que soy un radical, un hippie y un comunista. Y no le faltará la razón. Me apasionan la lectura, la historia, la filosofía y si tengo que elegir donde esta mejor un toro “de lidia” sin duda tengo claro que en la dehesa, en el monte, nunca en una plaza de toros, repleta de afilados cuchillos y energúmenos violentos sin un mínimo de empatía y racionalidad. Y de esta idea y estas aficiones saco conclusiones y certezas que me hacen decirle que las declaraciones que acabo de leer está llena de despropósitos, falsedades y demagogia barata. Y sobre todo, de ignorancia. Me ha hecho usted pasar vergüenza ajena, y por eso estoy aquí, perdiendo mi mucho más valioso que el suyo, tiempo, escribiéndole.

Habla usted como “matador profesional”, que ya es en sí un disparate, y se queja de que la imagen de los toreros está hoy día vilipendiada, de que no hay libertad, de que existe una persecución política e ideológica, etcétera. Dice que Europa le maltrata (cuando buena cantidad de las subvenciones de la PAC en vez de ir a otras actividades productivas del campo español van a las ganaderías de lidia emparentadas con casas nobiliares y con personajes que entre el papel couché y la lista de defraudadores de hacienda se complementan). También dice que tiene usted derecho al trabajo, algo que, siguiendo su lógica, también podrían reclamar los mafiosos y los proxenetas. Este era un país libre, o algo así, añade con todo el resentimiento que le da (algo hasta cierto punto comprensible) ver cómo su siniestra profesión tiene los días contados.

Porque le diré que lo que se opone a todo lo que usted intenta torpemente defender se llama progreso moral y compasión. Usted no se va a poder jubilar como matador porque haya una revolución antitaurina que la hay, sino porque la sociedad avanza en su moral, en sus costumbres, y ustedes no lo hacen. Ese mismo avance a eliminado de su escenografía los Autos de fé, las luchas de gladiadores o las justas a muerte. Ya casi nadie puede ver cómo sufre un animal. Intoxica y miente cuando dice que el toreo es del pueblo, que no tiene ideología y que es de artistas y poetas. ¿Compara usted la literatura, la pintura y la música con la masacre de un noble animal porque a determinados artistas (Picasso, pone de ejemplo; un genio malvado y sádico) les gustase dicho espectáculo y los trataran en sus obras? ¿Un novelista que también retrate el crimen hace del asesinato cultura? Creía que no se había atrevido a tanto, pero vi que sí cuando nos amenaza con una ridícula imitación de Bertolt Brecht: ‘hoy van a por los toros, mañana será otra modalidad artística’. O Hemmingway, que vivía extasiado por el “valor” de los toreros, hace 70 años... O si me dice alguien actual, y de izquierdas, como Sabina, un hombre devorado por el personaje y que ya hace demasiado tiempo que nadie se toma en serio.

¿Y qué es eso de que el toreo no tiene ideología? ¿Pero cómo se atreve? La España más cutre y rancia es la que salta en procesión, y la que reverbera espumarajos por la boca cada vez que se pone en algún medio tradicional en tela de juicio la viabilidad de la tauromaquía, su sostenibilidad económica, su sentido estético y artístico o si es compatible con un estado moderno y democrático. Es la derecha antidemocrática, fascista, orgullosa de un pasado genocida la casi única promotora y defensora de la tauromaquía. Y la que la sostiene con indignantes e ingentes cantidades de dinero público.

Nos llama antiliberales a los que pedimos la abolición de la salvajada con la que usted se gana la vida. Pero, ¿qué sabe usted de liberalismo? ¿Es liberal no tener compasión por los seres vivos que sufren igual que yo? ¿Es liberal que yo mire para otro lado cuando están siendo descuartizados entre aplausos nobles rumiantes indefensos en cosos de mi país? Los liberales (desde el punto vista clásico del término, de la concepción del siglo XVIII) tenemos dos principios troncales que sustentan la libertad y el libre albeldrío del hombre (y la mujer), que son la tolerancia y la compasión, hacia los animales humanos y hacia los animales no humanos. Eso es más importante que toda la catarata de artículos de derecho que cita en su misiva de forma torticera.

Las corridas de toros, señor El Juli, son una brutalidad objetiva, un ejemplo agonizante del pueblo bárbaro que fuimos y por el que muchos, mujeres y hombres, luchamos por cambiar para legar un lugar mejor para vivir. Por lo menos uno que no de vergüenza ajena. No hay éticamente por donde defender nada con una mínima lógica, más allá de lo que siempre dice Sabina: "Al que no le gusten los toros que no venga". Se tortura y mata a un gran rumiante hasta la muerte. Punto. Ni arte ni milongas.

Muchos consideramos que el progreso hacia una sociedad más igualitaria y justa debe ir necesariamente ligado a un desarrollo moral hacia la defensa de los Derechos Animales. Debemos dejar atrás el antropocentrismo que sitúa al ser humano como animal superior y en torno al que gira el resto de la naturaleza, sin más fin que la de servir al egoísta y su rueda de progreso material quedando, la Naturaleza, el entorno y las especies animales y vegetales, como meros utensilios y desechos. Es imprescindible invertir la relación hombre-naturaleza situando al primero como perteneciente a la naturaleza en su condición de especie animal y no considerando a la naturaleza y las distintas especies de animales una posesión de la raza humana. La naturaleza no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la naturaleza.

Es fundamental considerar el respeto al Medio Ambiente y a las especies animales una cuestión de estado, para demostrar y demostrarnos como seres racionales que conocen su estatus en el orden de las cosas y garantes de que las generaciones venideras puedan disfrutar y así mismo responsabilizarse de la superveniencia de nuestro hogar común, el planeta Tierra y sus distintos habitantes.

Pero además es nuestro deber enriquecer el acervo moral y ético con el que transitamos, desarrollando bajo un debate sosegado una posición en el que el respeto hacia todos y todas sea identitario a un hombre moral y empático que se mueve con la razón como motor.
 
Además, también estamos hartos del empleo de dinero público para la sustentación de esta salvajada que no es más que la luctuosa y mediocre forma de ganarse la vida, y muy bien, de los rancios y caducos de siempre, que durante siglos han lastrado las posibilidades y el bienestar en el campo de Andalucia, Extremadura y esta Salamanca cutre y atrasada que sufro y me duele. Si tan rentables fueran las corridas y otros festejos taurinos populares como el lamentable de Tordesillas, como se encargan en decir, las empresas privadas, a las que están encantadas de regalarles nuestros derechos y servicios públicos se harían cargo de este esperpento. Pero la realidad es que la tauromaquia como es natural se muere; y sino lo hace de repente, sino lenta y ruidosamente, es porque esta sociedad española sigue con el germen del fascismo instalado en el hipotálamo, lo cual explica otras muchas cosas que no vienen al cabo, pero que si ha llegado usted aquí le invito a leer sin salir de esta bitácora usando el menú de la derecha.

El toro, por si usted no lo sabe, no es bravo, es un rumiante especializado en la huida. De no estar cerradas las puertas de la plaza, se marcharía lejos, a pastar con el resto de sus congéneres. Embiste, entre otras cosas, por miedo. Por terror y porque se le provoca con el tormento. Porque antes de salir a la plaza a los toros les untan los ojos con vaselina y prácticamente no ven, porque les golpean los riñones con sacos terreros, porque les afeitan los cuernos, porque se les clava una divisa que hacen que salgan desesperados de dolor a la arena. Porque salen adormecidos por un cóctel de opiáceos y anestésicos que desconexionan sus respuestas musculares, haciéndolo más lento, previsible, e incluso, como me comento un subalterno con el que tuve la desgracia de alternar, “hacer que su embestida sea más segura”. El resto, la escalofriante puya del picador, las banderillas, etcétera, ya lo conoce. Todo eso duele mucho. Muchísimo, igual que le dolería a usted, porque su sistema límbico (el sistema cerebral del dolor, busque en Wikipedia) es exactamente igual al tratarse de un mamífero grande. Señor El Juli, su combate es falso, y encima está amañado.

¿Le gusta la historia? Le contaré algo al respecto muy interesante. Usted es católico, imagino, como todos los matadores. Pues verá, el papa Pío V, en el siglo XVI, dijo esto en una bula: “Esos espectáculos donde se corren toros no tienen nada que ver con la piedad cristiana; por ser espectáculos cruentos y vergonzosos, propios no de hombres, sino del Demonio”. Emplean ustedes siempre un argumento lamentable también para esto: los toros son una tradición puramente española. Mentira. Ha habido corridas de toros en todos los países de Europa, sólo que las abolieron hace casi tres siglos (Inglaterra, por ejemplo). En España también se abolieron cuando hubo reyes más o menos ilustrados que vieron que semejante atrocidad nos alejaba de la Europa culta y refinada, como fueron Carlos III y su hijo, Carlos IV. Fue Fernando VII, el monarca más nefasto de la historia de España, el que volvió a introducir las corridas en España, junto con el absolutismo y la Santa Inquisición. El pack completo. El toreo actual a pie, el suyo, el amanerado de medias, luces y manoletinas, se lo debe a ese repugnante traidor y asesino monarca. Hoy día sólo hay corridas en España, el sur de Francia y en los países latinoamericanos con las élites más carcas e insolidarias, como las españolas de hace 50 o 60 años.

Por el respeto que de todos merecen los verdaderamente discriminados, no anime a la carcundia patria a salir de ningún armario, porque haría de nuevo el ridículo al ver que son cuatro gatos los aficionados a esa siniestra fiesta. Empleen el dinero de las subvenciones públicas en formación, en buscar un trabajo digno. No apelen más a la tradición (¿acaso no lo es la ablación del clítoris en Somalia?) ni al liberalismo. Ah, y no diga tampoco aquello del sufrimiento de los demás animales, las gallinas en las jaulas y todo eso, porque le adelanto que tampoco me gustan nada, y que compro huevos de gallinas del campo, que es donde deberían estar los toros.

Atentamente,

Viñeta de Forges, en EL PAÍS, del 17 de septiembre de 2013

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...