lunes, 22 de agosto de 2022

Por un pacto que defienda nuestro patrimonio natural

 

Toca volver a escribir con rabia e indignación sobre los incendios forestales. Más que una asignatura pendiente, una losa enquistada, un drama reincidente y la respuesta de la Naturaleza ante las distintas agresiones que recibe de la civilización humana, por múltiples frentes y de diversas formas.

Prácticamente no hay comarca que este terrible, tortuoso y largo verano no haya visto sus bosques arder. Las temperaturas llevan disparadas desde mediados de mayo. En la mitad sur de la Península Ibérica, las máximas no bajan de 30º, con el cuadrante del interior suroccidental (Badajoz, Sevilla y Córdoba) por encima de los 35º a perpetuidad. Las lluvias han sido escasísimas -lo que ha agravado la situación de emergencia por sequía-, dejando un terreno sediento y castigado con severidad por el sol abrasador. Ni siquiera las noches han dado tregua, sino más bien lo contrario, y con la falta de humedad y la afluencia de vientos variantes se han sentando las bases para hacer de nuestros montes yesca.

Eso en cuanto a las condiciones climáticas porque las naturales y las humanas se ven sometidas por el puño invisible del capitalismo depredador, del neoliberalismo egoísta y de la imbecilidad e ineptitud de una caterva de desalmados que por desgracia, administran los bosques de todos y los medios necesarios para su mantenimiento y protección.

Si en octubre de 2017 Galicia sufría una ola de incendios devastadora, en este año 2022, los montes gallegos han seguido sufriendo la tortura de las llamas. Pero también Zamora, con un fuego que a finales de junio calcinó el 15% de su superficie, unas 25.000 hectáreas. Para que nos hagamos una idea, 10 veces más que la devastación que provocó el volcán de la Palma el año pasado.

Pero también han ardido nuevamente las Sierras del Sur de Ávila, el Moncayo y en los últimos diez días en unos fuegos de una especial virulencia el Vall de Ebo en Alicante y Bejis en Castellón, en parajes naturales de la Comunidad Valenciana, de increíble belleza, que además luchan contra la despoblación y la falta de oportunidades.

De hecho, la despoblación y la falta de gestión del territorio es la causa en la que subyace la especial gravedad de estos incendios forestales, que se convierten en calderas casi imposibles de controlar, extremadamente peligrosos y que calcinan nuestros bosques durante semanas. Muchas veces, bajo el epíteto de controlado o perimetrado, se encuentra un fuego latente que puede volver a arder en cualquier momento. Los pueblos vacíos y envejecidos y la falta de profesionales del sector primario que cuiden los caminos y veredas son una de las causas, como también la especulación urbanística, de las fuentes de energía y de la madera que favorece el disgregado de los núcleos de población. Tampoco ayuda la falta de planificación técnica y profesionales por parte de los ingenieros forestales y los bosques al final quedan como un recurso más al servicio de los urbanitas, que por lo general, no tienen el arraigo al territorio tan necesario y garante de un cuidado y preservación.

Para completar el cóctel explosivo están las ya décadas de maltrato a los profesionales de la extinción y cuidado de los bosques. Los recortes y la especulación han abonado el fuego, al dejar el territorio natural sin trabajadores que pudieran gestionar y mantener las forestas durante todo el año. Ahora no, absolutos imbéciles como el Consejero de interior de CyL deciden que mantener las brigadas forestales durante todo el año, “es un despilfarro”. Con esas declaraciones lo que demuestra no sólo es su ineptitud y la de los que piensan como él y le mantienen cobrando, sino el propio derroche que supone pagar a políticos de profesión un pastón para gestionar las áreas de la vida de las personas y del país. Van de patriotas, pero su patria termina en la bandera. Su color es el del dinero y no tienen más apego que el del lujo y la sinvergoncería. Dais asco. Y los que lo votáis o apoyáis más todavía. Idiotas.

Al contrario, lo que hace falta hoy en día es valentía. La valentía de las y los trabajadores que se juegan la vida para mantener los bosques y paisajes y extinguir los incendios. La de las personas que sobreviven y viven y sueñan en el mundo rural como proyectos de vida pero también de cuidado del patrimonio natural, histórico y cultural. Y también valentía política para legislar y ejecutar ya, con un pacto nacional abierto y contundente en defensa de nuestro medio natural.

Sentar a todos los partidos, administraciones (diputaciones, Comunidades Autónomas, municipios), sindicatos de trabajadores forestales, asociaciones agrarias, sector del turismo rural, sector energético y agrupaciones de vecinos del mundo rural. La finalidad clara y urgente: Habilitar un compromiso inquebrantable para generar brigadas de trabajadores en el mundo rural, que tengan medios, seguridad tanto laboral como salarial, para que durante todo el año trabajen con dignidad en la defensa y preservación de nuestros bosques. En todo el territorio nacional. Con equipos y garantías. Y con la seguridad de que no se va a diluir este compromiso ante el siguiente cambio de gobierno o la perpetua crisis. Si somos patriotas, nos comprometemos toda la sociedad en la defensa de nuestra tierra.

Hay que terminar ya con los salvajes recortes en el sector público, especialmente dramáticos en el mundo rural español y en nuestro patrimonio natural. Es inconcebible dárselas de patriota al tiempo que se esquilma el territorio, se especula con él y se devalúa las vidas, los derechos y dignidades, de tus compatriotas. Basta ya de ataques al ecologismo, cuando es el capital el que administra para el beneficio privado nuestros bosques y montes. Incluso las explotaciones agrarias, ganaderas y forestales. Nuestros ríos, lagos y costas. Se tienen que terminar de una vez por todas las agresiones a los animales como la caza, la tauromaquía y los cerriles y descerebrados festejos populares basados en masacrar a un bóvido. Si quieren torturar a un animal, si esa es su afición execrable, que se la paguen, no que tenga que ir con presupuestos públicos bien necesarios para proteger la Naturaleza. Basta ya de negacionismo del cambio climático.

Fin ya de la libertad para mentir, expandir bulos, desinformación y los ataques a las evidencias de la ciencia más que probadas. Permitamos que los profesionales trabajen con dignidad y garantías. El clima ha cambiado. A nivel global y también a nivel local, en los microclimas, que están haciendo ya que las condiciones en las que se reproduce la vida y la muerte hayan mutado hasta lugares donde ya casi no los controlamos. Los incendios son en parte resultado de esta alteración de los ritmos físicos de la Naturaleza, que han transmutado por la mano del hombre y el usufructo capitalista. Pero también, los incendios son consecuencia directa de la mano humana. A veces propagándolos. Otras, debilitando los recursos de todos para defender el patrimonio natural. Y casi siempre, con el afán de dinero como combustible de la acción humana que hiere el patrimonio de todas y todos.

Nos jugamos mucho. Nos jugamos la vida en ello.


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