Ya
estamos en tiempo de descuento de la décimo segunda legislatura de
la democracia española. Pedro
Sánchez convocaba elecciones generales
para el 28
de abril
tras ver como la derecha, tanto independentista catalana, como
ultranacionalista española, se aliaban para tirar abajo los
presupuestos
de 2019.
Es
una decisión coherente y acertada. Más aún al no hacerla coincidir
con el ya saturado domingo 26 de mayo, de municipales,
autonómicas y europeas. Hago aquí un alto en el camino para indicar
lo positivo de separar todo proceso electoral, más allá de
demagogias, cansancios y estúpidos alegatos hacia el ahorro. Todo
espacio electivo debería de tener su momento para el debate, la
proposición y el análisis otorgándole por lo tanto, la importancia
necesaria para que el electorado acudiera a votar con su decisión
reflexionada. Pero claro, eso supondría tomarse la democracia en
serio y a los ciudadanos como seres adultos, algo que en éste ente
administrativo llamado España, se antoja, poco menos que imposible.
Pedro
Sánchez no ha podido alargar más su gobierno tras la moción de censura del pasado junio y convoca elecciones mientras el PP se sigue desangrando por
su sistemática corrupción, y por como pierde sus votos más
extremos, que van a parar a Vox (en su mayoría, aunque también
pesca en Cs). Una derecha fragmentada es una gran noticia
aunque ya sabemos, era evidente, que en caso de necesitarlo se
aliarían sin problemas.
Tampoco
es que la izquierda se muestre en una candidatura unida y decidida a
esconder diferencias para centrarse en las coincidencias, que vienen
a ser hacer de este ajado país un lugar digno donde vivir.
Dependiendo de las circunscripciones y el ámbito de decisión, nos
podemos encontrar con multitud de candidaturas para todos aquellos
que hemos marchado de lo marcado por las direcciones de Podemos e
Izquierda Unida. Pero así, corremos el riesgo de perder cientos de
miles de votos por no llegar a los umbrales mínimos de resultado,
por lo que más allá de egoísmos varios, tacticismos y filias y
fobias personales, la necesidad de una candidatura estatal, de
izquierdas que aunará todo el voto de nuestro espectro
ideológico (comunista, anti-capitalista, socialdemócrata,
federalista, ecologista, feminista, pro derechos sociales, pro
derechos humanos y sobretodo antifascista) en cada una de las
elecciones y de las circunscripciones resultaría vital. Más ahora
que redobla cabalgada, el fascismo.
En
cuatro meses, España va a renovar la totalidad de sus representantes
políticos (salvo la jefatura del Estado, ejem, ejem) y
el escenario que se presenta esta marcado por la incertidumbre,
dentro de la crisis
de régimen
que vivimos en los últimos años.
La
crisis territorial sigue marcando la agenda mediática y por lo tanto
política del estado, enfrentando dos aspiraciones, la de la búsqueda
de una solución dialogada o pactada o la vía de la represión, la
violencia y el miedo. Ambas se han conjugado para generar un clima
de confrontación
asfixiante que en la práctica estos últimos años ha dejado un país
ingobernable, incapaz de aupar gobiernos y mayorías sostenibles,
sobretodo desde la izquierda. Enfrente, con el ejemplo andaluz, vemos
lo que puede pasar.
Al
tiempo que caían los presupuestos de Sánchez (y de Iglesias) se
iniciaba el juicio-farsa al procès.
En el banquillo de los acusados los líderes políticos y sociales de
la burguesía catalana que se auto proclamaron estandarte del
movimiento ciudadano por la auto determinación surgido en 2012, tras
el cierre que el mismo Tribunal Supremo, de mayoría conservadora,
dio al Estatut
que en 2006 refrendó
la
mayoría de la ciudadanía catalana y que fue denunciado por los
intereses privados
y electorales
del PP.
A
la escalada en las declaraciones, los referéndum, los ultimátum, la
violencia institucional, la movilización ciudadana, la huida, los
presos, los chantajes, las emociones, las banderas, la represión y
el abuso de poder vía 155 les ha seguido el deterioro colosal de
todo el edificio democrático del país, empezando por sus acuerdos
territoriales y el encaje de las naciones que forman parte de España.
Catalunya cierra otros debates y la crisis territorial se encierra en torno al procès, mientras se agudiza cada día, la verdadera crisis y drama territorial del estado español: La despoblación y la España vacía. Las posibilidades de vida en el mundo rural empeoran año a año, mientras más población, eminentemente joven, emigra a la ciudad (Madrid casi siempre) o al extranjero haciendo cada vez más insostenible el desarrollo de los pueblos y poniendo trabas cada vez más grandes al sector primario y al desarrollo del patrimonio natural que debían ser potencialidades nítidas de la economía patria. Esto, como digo, parece que a nadie le importa, pero el próximo domingo 31 de marzo, tenemos una cita en Madrid en la Manifestación por la España vaciada, todos aquellos quienes deseamos un mundo rural vivo y con futuro.
Catalunya cierra otros debates y la crisis territorial se encierra en torno al procès, mientras se agudiza cada día, la verdadera crisis y drama territorial del estado español: La despoblación y la España vacía. Las posibilidades de vida en el mundo rural empeoran año a año, mientras más población, eminentemente joven, emigra a la ciudad (Madrid casi siempre) o al extranjero haciendo cada vez más insostenible el desarrollo de los pueblos y poniendo trabas cada vez más grandes al sector primario y al desarrollo del patrimonio natural que debían ser potencialidades nítidas de la economía patria. Esto, como digo, parece que a nadie le importa, pero el próximo domingo 31 de marzo, tenemos una cita en Madrid en la Manifestación por la España vaciada, todos aquellos quienes deseamos un mundo rural vivo y con futuro.
Diez
años después del estallido de la estafa, llamada crisis,
los beneficios empresariales y datos
macroeconómicos están en los niveles previos. Sin embargo, la
fractura social es colosal.
El desempleo sigue en torno al 25%, los salarios han perdido un
tercio de su poder adquisitivo, el ahorro en las clases trabajadoras
es quimérico, la precariedad laboral ha llegado para quedarse,
vuelve a ser imposible tener una casa -en propiedad, o en alquiler-
para la mayoría de la población, los recibos de suministros son un
atraco cada mes en tu buzón, y los servicios públicos (sanidad,
educación y servicios sociales) siguen degradándose convirtiendo el patrimonio de todos en ganancia de unos pocos. La
pobreza se enquista,
en especial, la pobreza infantil y de nuestros mayores, y las
perspectivas de futuro caen en picado, al tiempo que el mayor talento
del país emigra buscando un porvenir.
Los
problemas económicos y sociales derivados han agudizado otras graves
taras del sistema político español, como su endeble estado
autonómico, la jefatura del estado, o un ejército y poder judicial
que no
hicieron una transición de la dictadura fascista a la democracia.
La
idealizada transición supuso en su momento un cierre en falso de la
dictadura franquista y después, con la ayuda de la entrada en la UE
se estabilizó el estado a coste de perder industria y funcionariado.
Se hace evidente, que antes o después, éste país, tendrá que
tomar sus propias decisiones con respecto a su pasado, su convivencia
y su futuro, y deberá hacerlo de forma democrática, garantista y
progresista en defensa de los derechos humanos.
Ante
esta situación de descalabro, de ruptura social, los partidos
políticos viven una situación de derrumbe interno. Los dos polos
del bipartidismo, PP y PSOE, siguen su cuesta abajo fruto de su común
corrupción e incapacidad, y no atisban una mejora ahora que lo
pueblan los y las que han crecido en la propia endogamia de cada
partido.
Ambos
padecen su tibieza e injusticia en las medidas para hacer frente al
desastre provocado por la avaricia en lo que llamaron crisis
económica. Los
ajustes y la austeridad
provocaron la reacción de cientos de miles de indignados
que salíamos a las calles con ganas de recuperar la justicia social
y con ella, nuestro país. Tiempo después, muchos acabaron formando
Podemos como opción política desde la izquierda, frente a una nueva
derecha liberal, denominada Ciudadanos.
El
nuevo escenario electoral ha dejado estos últimos años una etapa de
incertidumbre dejando dos cosas claras:
por un lado una sucesión de gobiernos y pactos poco sostenibles
basados en coaliciones políticas inestables. Y, lo segundo, y más
doloroso, un silencio a toda propuesta política que venga a pedir
más justicia y a
denunciar los errores y fallos sistémicos de un capitalismo de
amiguetes que hace agua,
y
de un estado fallido cuya convivencia se derrumba.
Estos
nuevos estandartes del neo-reformismo, Ciudadanos y Podemos, caen
víctimas del cainismo interno y de estructuras oligárquicas, sin
dar respuesta al principal mandato que les dio la ciudadanía cuando
surgieron: renovar y recuperar la política, y la toma de decisiones,
para la gente de a pie.
Especialmente
significativa es la crisis que vive Podemos, desmoronándose a cada
territorio y momento, y siendo retransmitido en directo y ultimísima
hora por los medios del capital, que lógicamente los tenían en su
punto de mira.
Sin
duda la crisis catalana ha supuesto un desgaste para todos los
partidos, pero ninguno como el que está sufriendo Podemos, que desde
un primer momento aceptó una posición equidistante que le ha hecho
ser visto con recelo tanto por la intransigencia centralista de
Madrid, como por los demócratas, catalanes o no, que no entienden
que tras la violencia estatal del 1 de octubre, no les apoyarán con
mayor fuerza.
Podemos
está ya lejos de aquel proyecto de ruptura, profundamente horizontal
en el que tuvieron hueco muchas buenas gentes de izquierdas, y
también un buen puñado de listos con ganas de medrar con la
política como excusa. Al tiempo que se viraba ideológicamente hacia el centro, las decisiones se tomaban más en la camarilla de la
Complutense, bajo el ordeno y mando de Iglesias, quedando todo como
es lógico, mucho más expuesto a los medios.
Fruto
del fallido estado autonómico españistaní es el centralismo
mediático que vivimos con Madrid, donde todo lo que pase en la
capital del país, es noticia “importantísima” hasta en el
último pueblo del pirineo aragonés, o en la última comarca
transfonteriza extremeña. Un ejemplo de esto, es como se ha
utilizado por
parte de los medios del capital, la guerra
interna en la cúpula de Podemos
para debilitar a todo el aparato político nacional, y de paso a sus
confluencias. Que si Carmena, que si Errejón, que si Espinar, que si
Montero o que si Iglesias… demasiados nombres e intereses
personales por encima de un proyecto político que con sus errores
debía de servir para enraizar una confluencia activa de toda la
izquierda, porque más allá de las tibias diferencias -sobretodo
si dejamos atrás
los intereses y los odios personales- nos
une el ansía por hacer de España una democracia con mayor justicia
social y con un porvenir.
Podemos,
vivió su gran momento electoral en las Europeas de 2014, con la
famosa papeleta en el que el logo del partido era la cara de Pablo
Iglesias. Desde entonces mucho ordeno y mando desde arriba, y mucho
edulcorante tanto en la oposición como en las administraciones que
han regido, pero sin atacar directamente a un capitalismo depredador
que nos está hundiendo en la miseria.
Podemos,
junto a Izquierda Unida, se han integrado en un estado de las cosas
para tratar
de regenerar el Régimen del 78 y
traer un capitalismo de rostro humano
desde las instituciones, sin presencia en el conflicto y con las
calles despejadas para manifestaciones de ultraderecha. No se plantea
una
ruptura anticapitalista, mientras las condiciones de vida de la gente
se destrozan, convirtiéndonos en esclavos y lacayos.
Así,
con las calles paradas y jugando los debates que el poder quiere que
jueguen, Podemos ha perdido buena parte del poder de su emergencia.
Han caído sus apoyos y ha crecido un pesimismo entre muchos de
quienes participaron directamente allí, o antes, lo hicimos en el
15M.
Éste
estado de derrumbe de todos los partidos contrasta con los
grandes beneficiados, el partido de ultra derecha Vox,
que recibiendo un apoyo mediático brutal, sin precedentes para un
partido sin representación alguna, crece exponencialmente mes a mes.
Con su ideario
populista, reaccionario y fascista
ataca a todo lo que remueve la trasnochada visión de la España
franquista que mantienen. Mujeres, colectivos LGTBI, disidentes
políticos, inmigrantes,… todos estamos en su objetivo y en sus
medidas como liquidar el estado de las autonomías, reafirmar el
compromiso neoliberal en desmantelar el estado de bienestar y los
servicios sociales y atacar y denigrar a mujeres, por lo que son
abiertamente obstáculos para dar una salida ordenada, pacífica y
dialogada a la crisis sistémica que sufrimos como país.
Todo
esto habrá que ver como se adecua al tablero electoral, primero en
clave nacional, con las circunscripciones provinciales; más tarde en
las autonómicas y municipales, y también con especial interés
aritmético en las europeas y su suscripción única.
Durante
años a la izquierda alternativa nos han atemorizado con el voto
útil que
al final nos llevó a un sistema en la práctica bipartidista. Era un
cuento en el que venía el lobo y si votábamos a la izquierda del
PSOE, nuestros votos se perderían como lágrimas en la lluvia,
mientras la derecha se llevaba los diputados. El asusta viejas, más
allá de las grandes ciudades, y en especial Madrid, funcionó con
precisión y se repitió en la anterior fase del desmoronamiento del
régimen del 78: El período tras el 15M hasta el 1 de Octubre de
2017.
Durante
esas múltiples elecciones, Podemos o Unidos Podemos no ha podido
rascar diputados en las provincias de la España rural, y el PSOE ha
perdido poder que ha ido a parar casi siempre a Ciudadanos. O lo que
es lo mismo al PP.
Sin
embargo, aquí y ahora en plena atomización de candidaturas, en
especial y como siempre en la izquierda, la vieja historia para no
dormir que nos atormentaba durante tantos años no es tenida en
cuenta por gurús y tertulianos de tres al cuarto en los medios del
capital, que interpretan los resultados de sondeos y encuestas con el
ánimo indeleble de generar estados de opinión y certezas en la
mente del votante.
Parece
que la cantada dispersión del voto de derecha, que en conglomerado
tanto liberal como fascista se aglutinaba en el PP, no va a trastocar
la dolorosa mayoría
conservadora y reaccionaria que nos oprime y detesta.
Se lanza la idea de que no se perderán papeletas en el camino de los
recuentos y aplicaciones del Sistema d'Hondt y que como ya hemos
visto en Andalucía se podrán reunir a la hora de pactar y
repartirse funciones y lo más importante para ellos, la pasta.
Pues
bien, que quieren que les diga. Si en un escenario de confrontación
tan grande y polarizada, las terceras y en ocasiones segundas,
opciones de voto dentro de un perfil ideológico consiguen
representación, nos habrán estado engañando todos estos años. No
me puedo creer que en una provincia donde se repartan 4 ó 5 escaños,
Vox como tercera fuerza de la derecha rasque uno, sin que antes sea
Unidos Podemos sea el que se lo lleve. Es aritmética-mente y sociológicamente imposible, con el país dividido en dos mitades,
que tres fuerzas de un mismo espacio político consiguieran
representación en una circunscripción, sin que eso no suceda en el
espacio contrario.
El
único escenario que abriría tal escenario sería una
desmovilización
colosal del votante progresista,
algo que visto lo sucedido en Andalucía y en las algaradas que esta
ultra derecha lanza, se antoja improbable.
Una
cosa es segura. Si el domingo
28 de abril
y después el domingo
26 de mayo,
las personas decentes, que amamos este país y que queremos que
crezca, mejore y se convierta en un lugar mejor donde vivir, nos
quedamos en casa, volveremos al pasado, a la oscuridad. Pondremos
todo nuestro patrimonio (natural, cultural, mental) y todo nuestro
talento en las garras de quienes nos han oprimido desde el principio
de los siglos. Si después de éste macro-proceso electoral nos
plantamos con múltiples mayorías de derechas, tendrán carta blanca
para reprimir y para desmantelar lo poco que queda de país y
que además lo vertebra realmente:
sus servicios públicos. Y con nuestros derechos, harán negocio, no lo dudéis.
El
futuro está en nuestras manos y en las decisiones que tenemos que
tomar. Por lo pronto, la primera, la más inmediata es permanecer
informados y hacerlo de manera pro
activa,
buscando múltiples canales y medios, evitando la persuasión y los
bulos y noticias falsas.
Un
voto bien ponderado e informado es un arma poderosa para cambiar el
mundo.
No lo perdamos.
Y
otra cosa también es evidente. A la izquierda de Podemos (y por supuesto,
del PSOE) hay un espacio enorme para la dignidad de la gente, del
trabajador y trabajadora, de la mujer, y de la naturaleza y el
patrimonio. Y es ahí, y desde ahí, donde tendremos que defender
nuestros derechos, libertades y futuro. Es el tiempo de participar
-en mi caso, volver a participar- y empoderarse para cambiar éste
país -y mundo- que se van hacia el desastre sin remisión.
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