martes, 4 de diciembre de 2018

Elecciones Andaluzas: La hecatombe de la izquierda




Veía las elecciones al Parlamento Andaluz del pasado domingo, 2 de diciembre, como una apuesta personalista de Susana Díaz en sus ansías en convertirse en Presidenta del Gobierno de España. Preveía la lideresa una victoria rutinaria en Andalucía con la que obtener la pole position ante el escenario que se va a abrir en 2019, haya elecciones generales o no.
Buscaba además aprovechar el supuesto momento de incertidumbre del Partido Popular, y renovando su mandato en Andalucía Díaz, podría volver a reclamar en un año o dos, el liderazgo del PSOE, si las balas del afortunado Pedro Sánchez seguían menguando.
En un escenario nacional abierto, pendiente de una negociación presupuestaria, que impida el adelanto electoral (al que se le haya ocurrido lanzar el mensaje de un “súper domingo electoral” con generales, autonómicas, municipales y europeas, es un mentecato), transitamos en una etapa rara. Cambiante y mutante en el que los apoyos y liderazgos se vuelven líquidos ante la batería de las primicias y las últimas horas. Mientras, lo más importante -en realidad lo único que importa- la vida de las personas se deteriora tras los orgasmos del capital.
Por todo ello, entono el mea culpa, matizado en que nadie, absolutamente nadie, preveía lo que pasó, y que ha supuesto un giro hacia la derecha, concretamente, hacia la extrema, justo en un momento en el que tras la moción de censura de junio se abría una ventana para empezar a reparar la dignidad de las buenas gentes de este país.
En estos meses Pedro Sánchez ha ido haciendo promesas y más promesas que contentan a las mayorías sociales, pero sin hechos concretos que las favorecieran. La cuestión catalana sigue en su enquiste. El PP se ha renovado con un peligroso fascista “viejoven” y ha aparecido como un partido a contar, Vox y su extrema derecha, recibiendo la atención mediática, que nunca recibieron UpyD o Izquierda Unida.
Pero aquí pasada la resaca y las lamentaciones unas pocas valoraciones desde la distancia y el cariño a Andalucía y sus gentes.
1. Bajísima participación. En torno a un 53% de personas con derecho a voto se quedaron en casa y no lo ejercieron.
Partiendo de experiencias previas parece evidente que tal abstención o desidia favoreció el ascenso de la derecha en su conjunto, y cuyo electorado, ya sabemos que vota en bloque -aunque en esta ocasión en tres opciones-.
Explicar las razones de tan baja actividad en los colegios electorales y que fuera protagonizada por tradicionales votantes de la izquierda (sobretodo del PSOE) es pensar, una vez más, en el hartazgo con las políticas liberales con las que se está gobernando desde la supuesta izquierda, y en la falta de proyecto y alternativa al sistema económica capitalista neoliberal que estamos sufriendo y nos está arruinando.
No podemos tampoco obviar que buena parte de esa abstención la tuvo la confluencia de Podemos e IU que tampoco consiguió, pese a las buenas expectativas, generar la movilización y activación de la clase trabajadora que se siente cada vez más huérfana de representación, y que al final, y dependiendo de connotaciones culturales, opta por quedarse en casa o apostar -estos fueron los menos- por quienes les dicen lo que quieren o necesitan oír: la ultra derecha.


2. Una vez más los centros de estadísticas políticas fallaron, y de manera estrepitosa, en todas sus predicciones y proyecciones de voto. O bien da mucha vergüenza contar a un desconocido por teléfono o en la calle, que votamos a semejantes personajes, o bien fallan los métodos de acceso, muestreo, recopilación y análisis de datos. Ya no es que no sean capaces de acertar, es que tampoco sirven como herramientas de manipulación para generar tendencias. La gente los ha sobrepasado.


3. La gran derrotada es Susana Díaz que pierde la presidencia de la Junta de Andalucía y sus opciones de alternativa a Pedro Sánchez en el PSOE. Deja un cadáver político, heredado del hedor corrupto de Chaves y Griñán y que tiene como gran "mérito" entre otros darle el gobierno a Rajoy en 2016. No supo ver, ni atajar, el deterioro que casi 40 años de gobierno socialista habían dejado en la imagen de su partido. Y pecó de optimismo y tacticismo al convocar unas elecciones y optar por un perfil bajo de campaña que no consiguió movilizar a los suyos, ni a sus votantes, ya cansados del estado de las cosas en Andalucía. Una región trabajadora y preciosa, que muere debido a una estratificación social basada más en castas que en clases, y aupadas no pocas veces por la delincuencia. Incapacitada y soberbia ha degradado la imagen de su región y la fuerza de su partido a nivel nacional.
Su salida de la vida política debería de ser inminente, para que el socialismo andaluz se reconstruyera y pudiera hacer una oposición efectiva que volviera a ponerla como favorita en unas futuras elecciones autonómicas.
Aprovecho su caída, para comentar una vez más, la terrible endogamia que se ven en los partidos, especialmente en los tradicionales, donde se aúpan a puestos de responsabilidad en las administraciones a personas, hombres y mujeres, que jamás han salido de las faldas de la estructura oligárquica de poder. La ristra de nombres es colosal, y es propia de éste país, comparado con los de su entorno, donde salvo casos excepcionales (Macron, Salvini, Putin) todo el mundo llega con un trabajo fuera de la política.


4. El fracaso de Adelante Andalucía. Nueva derrota electoral de la estrategia de la izquierda, de Podemos e Izquierda Unida. Pasan los meses y los años y ni la confluencia, ni el dedo mesiánico de Iglesias, ni la autonomía ganada por las federaciones (en Andalucía liderada por Anticapitalistas) se consigue no sólo entrar a gobernar, sino mejorar los resultados y mucho menos “sorpassar” al PSOE. El liderazgo de Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo no ha sido capaz de movilizar al que fue su electorado (han perdido un tercio de sus apoyos), ni tampoco al electorado descontento con el PSOE andaluz. Y enfangados en cuestiones semánticas y atomizando los discursos en parcelas temáticas han obviado a la clase trabajadora que ha acabado o no votando o votando a la derecha.
Desde el techo que supuso las elecciones de diciembre de 2015, después del gran hito que fueron las municipales de ese mismo año- Podemos ha ido cosechando derrotas y viendo como sus apoyos y sus votos menguan. Tampoco Izquierda Unida suma el total de su base, muy descontenta ante como se ha empotrado la organización en Podemos. Y así, ni se logran sumar más partidos a una confluencia (en estas elecciones Equo ha ido por libre, al igual que PACMA o el Partido Comunista Andaluz) ni mostrar un discurso sólido que empodere a los desfavorecidos (especialmente las mujeres) y que haga entender a la clase trabajadora, que es la izquierda quien los representa defendiendo su trabajo, su sanidad, su educación, sus servicios sociales, su medio ambiente, su patrimonio, sus derechos y deberes, y en definitiva su vida para mejorar y prosperar.
Quizás haya hecho daño la disputa abierta entre las direcciones de Podemos Andalucia y Podemos “federal”, que durante el verano se disputaron el liderazgo y autonomía. Luchas soterradas por mantener la independencia y el apego a la supuesta transversalidad y horizontalidad esgrimida, frente a la táctica y verticalidad impuesta por el “círculo de la Complutense”.
Pero el verdadero problema es que tras el 15M y lo que se movió hasta febrero de 2014 (nacimiento de Podemos) la conflictividad social, la lucha en las calles con la exposición abierta y pública de los problemas que la crisis como estafa económica han dejado, se paró. No hay presencia en los conflictos, y lógicamente las gentes se sienten desemparadas, solas y sin representación efectiva. Para colmo se siguen menospreciando e ignorando de donde debían de salir los votantes: las bases socialistas. Sin ellas es imposible aunar mayorías progresistas en éste país, y hasta que no se entienda, se repare y se trabaje para acercarlas al proyecto poco se puede hacer en materia electoral.
Vamos a ver como se resuelve internamente esta situación porque puede devenir en grandes cambios en la confluencia para el año que viene. Iglesias puede usar estos resultados para volver a tratar de llevar atada a Podemos Andalucía; puede imponer su criterio al resto de federaciones. O bien abrir la puerta a que estas decidan en virtud de sus propios estatutos.
La situación para Izquierda Unida es similar, y cada vez suenan más los descontentos y los posibles proyectos de alternativa.
Si el domingo hubo ausencia de votantes para la izquierda, de momento, tenemos la ausencia, una vez más de autocrítica en las organizaciones para reconocer qué está fallando y ponerle solución.


5. Ganó la derecha. Especialmente Ciudadanos que puede jugar sus cartas en clave nacional, como ha hecho siempre, proponiendo a su candidato “corre partidos” para presidir la Junta a cambio de presionar o no a Pedro Sánchez en Madrid. Los naranjas, duplican su presencia en el Parlamento Andaluz, y aunque tampoco han logrado superar al PP como “primera fuerza del centro-derecha” adquieren la llave de gobierno y la legitimidad para decidir.
Con una ideología y unas posiciones tan cambiantes por el propio interés como nos tiene acostumbrados Rivera, todo puede precipitarse a una convocatoria de elecciones generales, extremo éste que Pedro Sánchez quiere evitar, pero que puede ser bien aprovechado por Ciudadanos.
A cambio debe de cuidarse muy bien con quién pacta y qué pacta, porque se juega un grueso importante de sus votantes, convencidos de momento por la presencia naranja “moderada” y “centrista”. Un supuesto pacto con Vox o con un PP que sigue igual de corrupto y caínita de siempre, pero con más desvergüenza puede mosquear a quienes han venido depositando su confianza en Ciudadanos, y cuando queda medio año para las elecciones municipales y autonómicas (Madrid, que es donde está la pasta, principalmente) puede ser contraproducente.
Todo hace indicar que gobernará la derecha en Andalucía, y no habrá repetición electoral, pero hay que contar con el tacticismo de Albert Rivera y sus secuaces. Un apoyo a los presupuestos de Sánchez e Iglesias por parte de los nacionalistas catalanes, como respuesta al auge de Vox y al pacto de gobierno en Andalucía, demorarían las elecciones generales y volverían a colocar con el pie cambiado a Ciudadanos.
Para la izquierda perder Andalucía es una trágica hecatombe que agudiza una crisis de representatividad, de discurso y de posicionamiento que adquiere ya tintes dramáticos. Andalucía ha sido un bastión al que aferrarse y un campo probado y exitoso de propuestas y prácticas que llevar a otros territorios. Sin embargo, ahora se abre un período de oposición en el que por encima de todo se ha de trabajar para defender a la mujer y el hombre, a los y las trabajadores, al campo y a la ciudad, devolviendo a Andalucía a su ser progresista y justo.


6. En el primer envite electoral con Pablo Casado a la cabeza, el PP sobrevive y celebra una victoria pírrica que sin embargo les va a dar la posibilidad de gobernar Andalucía por primera vez en la historia. Parece que el PP, al igual que el PSOE, como polos del bipartidismo ya comienza a ver su retroceso, hasta la formación de ese nuevo bipartidismo 2.0, que tarda en llegar. Al igual que en los socialistas dependerá de la permeabilidad y capacidad política de su líder, en este caso, Pablo Casado para ir sobreviviendo.
Mal hacemos en tomar a pitorreo las ocurrencias del niño pijo de Ávila que está exagerando los discursos como única tabla de salvación.
No nos engañemos, no es nuevo. Al PP nunca le ha importado mentir, pasarse por el forro el sentido de estado e incumplir promesas electorales para seguir mandando y delinquiendo, pero hay un matiz importante: Hasta ahora había guardado las formas, pero ahora está llevando la situación al extremo, con el asunto de Catalunya por bandera, para exacerbar pasiones que nada tienen que ver con el día a día y el futuro de la población. Pero que en cambio, les da grandes beneficios electorales.


7. Vox entra en las instituciones. Cuidado. No nos engañemos tampoco. La ultra derecha lleva en las instituciones desde siempre. Ha estado camuflada en las hordas del PP, y es reconocible en personajes como Fraga, Posada, Celia Villalobos, Esperanza Aguirre, Jorge Fernández y muchos más, porque nunca hubo una transición a la democracia y si un acomodamiento de los fascistas en un teatro que simulaba democracia.
Lo que ha pasado es inevitable cuando principalmente los medios de comunicación del capital han empezado a blanquear discursos fascistas, dándole una pátina de normalidad, que tampoco los políticos han sabido contrarrestar. Cuando Susana Díaz sacó a Vox a colación en el debate televisado buscando fraccionar a la derecha, le dio su primer escaño y además un altavoz para lanzar sus soflamas contra el feminismo o la inmigración.
Cuando las calles se inundan de banderas y se permite que se ponga el foco de la situación general en los ya marginados y degradados, como son los inmigrantes se está haciendo flaco favor a la democracia y la justicia social. Es justo lo que el capitalismo quiere: Que pasemos de las cuestiones de clase para hablar de otras cosas que no enturbien las cuentas de ganancias. No es la primera vez que las élites oligarcas utilizan el fascismo para mantener el estado de las cosas.
Vox un partido turbio, lleno de vividores de la cosa pública, ha entendido su juego de extrema derecha, y ha vendido que la culpa es de todos menos de ellos y que hay que ir contra todos.
Un fenómeno muy importante a destacar es que fue en uno de los municipios con mayor renta pér capita y mayor nivel cultural, El Ejido, donde Vox ganó claramente. Resulta curioso que un pueblo que es rico gracias al trabajo, en condiciones durísimas, de los inmigrantes vote a un partido racista y anti inmigración. Pero sería un error considerar que es esta clase social quienes han acabado depositando su voto en la formación de extrema derecha.
Dolorosamente, han sido personas en graves situaciones de desamparo y carentes de un discurso de clase por parte de quienes tradicionalmente debían proporcionárselo -la izquierda- quienes se han creído las promesas de la extrema derecha.
Ahora, llegan las lamentaciones, se echa la culpa a la abstención, hay manifestaciones y grandes declaraciones de lucha antifascista y cordones sanitarios. Pero es en la calle, pegados al conflicto y haciendo pedagogía en los barrios y centros de trabajo donde se tiene que recuperar y convencer a la ciudadanía que es la izquierda la que promulga un modelo social más justo y mejor, donde la gestión económica de la administración es efectiva, garantista, transparente y firme en defensa de los derechos de todas y todos. Es con política, pero de la de verdad, no de la de redes sociales, con lo que se tiene que recuperar la dignidad de la gente.
Lo ha sido así siempre, aunque algunos lo hayan olvidado, y es con lucha y contestación en las calles ante las agresiones del capital y la presencia del fascismo con lo que vamos a trabajar por un futuro mejor. Para todas y todos. Para Andalucía. Para España y para Europa.


8. Qué va a pasar. Salvo un nuevo imprevisto, la derecha gobernará, previsiblemente en la persona de Juanma Moreno, el candidato del PP, con apoyo de Vox y Ciudadanos, que han de medir que imagen muestra a menos de seis meses para la nueva convocatoria electoral.
El PSO Andaluz ya trabaja (o debería) en construir una nueva dirección, con un nuevo o nueva líder y un programa de oposición frontal a la derecha.
Para Podemos e Izquierda Unida vienen meses de zozobra que pueden llevar a una hecatombe en mayo, seguida de unos meses de batalla abierta externa e interna en la confluencia y en ambos partidos. En el caso de Adelante Andalucía, no parece que los liderazgos de Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo se discutan, pero desde luego, el replanteamiento de la acción política, más allá de las instituciones, para convencer y unirse a la clase trabajadora es inevitable y urgente.


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