Veía
las elecciones
al Parlamento Andaluz del pasado domingo, 2 de diciembre,
como una apuesta personalista de Susana
Díaz
en sus ansías en convertirse en Presidenta del Gobierno de España.
Preveía la lideresa
una victoria rutinaria en Andalucía
con la que obtener la pole
position
ante el escenario que se va a abrir en 2019, haya elecciones
generales o no.
Buscaba
además aprovechar el supuesto momento de incertidumbre del Partido
Popular, y renovando su mandato en Andalucía
Díaz, podría volver a reclamar en un año o dos, el
liderazgo del PSOE,
si las balas del afortunado Pedro Sánchez seguían menguando.
En
un escenario nacional abierto, pendiente de una negociación presupuestaria,
que impida el adelanto electoral (al que se le haya ocurrido lanzar
el mensaje de un “súper
domingo electoral”
con generales, autonómicas, municipales y europeas, es un
mentecato), transitamos en una etapa rara. Cambiante y mutante en el
que los apoyos y liderazgos se vuelven líquidos ante la batería de
las primicias
y las últimas
horas. Mientras, lo más importante -en realidad lo único que
importa- la vida de las personas se deteriora tras los orgasmos del
capital.
Por
todo ello, entono el mea
culpa,
matizado en que nadie, absolutamente nadie, preveía lo que pasó, y
que ha supuesto un giro hacia la derecha, concretamente, hacia la
extrema, justo en un momento en el que tras la moción de censura de junio
se abría una ventana para empezar a reparar la dignidad de las
buenas gentes de este país.
En
estos meses Pedro
Sánchez
ha ido haciendo promesas y más promesas que contentan a las mayorías
sociales, pero sin hechos concretos que las favorecieran. La cuestión
catalana
sigue en su enquiste. El PP se ha renovado con un peligroso fascista
“viejoven”
y ha aparecido como un partido a contar, Vox y su extrema derecha,
recibiendo la atención mediática, que nunca recibieron UpyD o
Izquierda Unida.
Pero
aquí pasada la resaca y las lamentaciones unas pocas valoraciones
desde la distancia y el cariño a Andalucía y sus gentes.
1.
Bajísima participación.
En torno a un 53% de personas con derecho a voto se quedaron en casa
y no lo ejercieron.
Partiendo
de experiencias previas parece evidente que tal abstención o desidia
favoreció el ascenso de la derecha en su conjunto, y cuyo
electorado, ya sabemos que vota en bloque -aunque en esta ocasión en
tres opciones-.
Explicar
las razones de tan baja actividad en los colegios electorales y que
fuera protagonizada por tradicionales votantes de la izquierda
(sobretodo del PSOE) es pensar, una vez más, en el hartazgo
con las políticas liberales
con las que se está gobernando desde la supuesta izquierda, y
en la falta
de proyecto y alternativa al sistema económica capitalista
neoliberal
que estamos sufriendo y nos está arruinando.
No
podemos tampoco obviar que buena parte de esa abstención la tuvo la
confluencia
de Podemos e IU
que tampoco consiguió, pese a las buenas expectativas, generar la
movilización y activación de la clase trabajadora que se siente
cada vez más huérfana de representación, y que al final, y
dependiendo de connotaciones
culturales, opta por quedarse en casa o apostar -estos fueron los
menos- por quienes les dicen lo que quieren o necesitan oír: la
ultra derecha.
2.
Una
vez más los centros de estadísticas políticas fallaron,
y de manera estrepitosa, en todas sus predicciones y proyecciones de
voto. O bien da mucha vergüenza contar a un desconocido por teléfono
o en la calle, que votamos a semejantes personajes, o bien fallan los
métodos de acceso, muestreo, recopilación y análisis de datos. Ya
no es que no sean capaces de acertar, es que tampoco sirven como
herramientas de manipulación para generar tendencias. La gente los
ha sobrepasado.
3.
La
gran derrotada es Susana Díaz
que pierde la presidencia de la Junta
de Andalucía
y sus opciones de alternativa a Pedro Sánchez en el PSOE. Deja un
cadáver político, heredado del hedor
corrupto de Chaves y Griñán y que tiene como gran "mérito" entre otros darle el gobierno a Rajoy en 2016.
No supo ver, ni atajar, el deterioro que casi 40 años de gobierno
socialista habían dejado en la imagen de su partido. Y pecó de optimismo y tacticismo al convocar unas elecciones y optar por un
perfil bajo de campaña que no consiguió movilizar a los suyos, ni a
sus votantes, ya cansados del estado de las cosas en Andalucía. Una
región trabajadora y preciosa, que muere debido a una
estratificación social basada más en castas que en clases, y
aupadas no pocas veces por la delincuencia. Incapacitada y soberbia
ha degradado la imagen de su región y la fuerza de su partido a
nivel nacional.
Su salida de la vida política debería de ser inminente,
para que el socialismo andaluz se reconstruyera y pudiera hacer una
oposición efectiva que volviera a ponerla como favorita en unas
futuras elecciones autonómicas.
Aprovecho
su caída, para comentar una vez más, la terrible endogamia
que se ven en los partidos, especialmente en los tradicionales, donde
se aúpan
a puestos de responsabilidad en las administraciones a personas,
hombres y mujeres, que jamás han salido de las faldas de la
estructura oligárquica de poder. La ristra de nombres es colosal, y
es propia de éste país, comparado con los de su entorno, donde
salvo casos excepcionales (Macron, Salvini, Putin) todo el mundo
llega con un trabajo fuera de la política.
4.
El
fracaso de Adelante Andalucía.
Nueva derrota electoral de la estrategia de la izquierda, de Podemos
e Izquierda Unida. Pasan los meses y los años y
ni la confluencia, ni el dedo mesiánico de Iglesias, ni la autonomía
ganada por las federaciones (en Andalucía liderada por
Anticapitalistas)
se consigue no sólo entrar a gobernar, sino mejorar los resultados y
mucho menos “sorpassar”
al PSOE. El
liderazgo de Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo
no ha sido capaz de movilizar al que fue su electorado (han perdido
un tercio de sus apoyos), ni tampoco al electorado descontento con el
PSOE andaluz. Y enfangados en cuestiones semánticas y atomizando los
discursos en parcelas temáticas han obviado a la clase trabajadora
que ha acabado o
no votando o votando
a la derecha.
Desde
el techo que supuso las elecciones de diciembre de 2015,
después del gran hito que fueron las municipales de ese mismo año-
Podemos ha ido cosechando derrotas y viendo como sus apoyos y sus
votos menguan. Tampoco Izquierda Unida suma el total de su base, muy
descontenta ante como se ha empotrado la organización en Podemos. Y
así, ni se logran sumar más partidos a una confluencia (en estas
elecciones Equo ha ido por libre, al igual que PACMA o el Partido
Comunista Andaluz) ni
mostrar un discurso sólido que empodere a los desfavorecidos
(especialmente las mujeres) y que haga entender a la clase
trabajadora, que es la izquierda quien los representa defendiendo su
trabajo, su sanidad, su educación, sus servicios sociales, su medio
ambiente, su patrimonio, sus derechos y deberes, y en definitiva su
vida para mejorar y prosperar.
Quizás
haya hecho daño la disputa abierta entre las direcciones de Podemos
Andalucia y Podemos “federal”, que durante el verano se
disputaron el liderazgo y autonomía. Luchas soterradas por mantener
la independencia y el apego a la supuesta transversalidad y
horizontalidad esgrimida, frente a la táctica y verticalidad
impuesta por el “círculo
de la Complutense”.
Pero
el verdadero problema es que tras el 15M y lo que se movió hasta
febrero de 2014 (nacimiento de Podemos) la conflictividad social, la
lucha en las calles con la exposición abierta y pública de los
problemas que la crisis como estafa económica han dejado, se paró.
No
hay presencia en los conflictos,
y lógicamente las gentes se sienten desemparadas, solas y sin
representación efectiva. Para
colmo se siguen menospreciando e ignorando de donde debían de salir
los votantes: las bases socialistas. Sin ellas es imposible aunar
mayorías progresistas en éste país, y hasta que no se entienda, se
repare y se trabaje para acercarlas al proyecto poco se puede hacer
en materia electoral.
Vamos
a ver como se resuelve internamente esta situación porque puede
devenir en grandes cambios en la confluencia para el año que viene.
Iglesias puede usar estos resultados para volver a tratar de llevar
atada a Podemos Andalucía; puede imponer su criterio al resto de
federaciones. O bien abrir la puerta a que estas decidan en virtud de
sus propios estatutos.
La
situación para Izquierda Unida es similar, y cada vez suenan más
los descontentos y los posibles proyectos de alternativa.
Si
el domingo hubo ausencia de votantes para la izquierda, de momento,
tenemos la
ausencia, una vez más de autocrítica en
las organizaciones para reconocer qué está fallando y ponerle
solución.
5.
Ganó la derecha.
Especialmente Ciudadanos que puede jugar sus cartas en clave
nacional, como ha hecho siempre, proponiendo a su candidato “corre
partidos” para presidir la Junta a cambio de presionar o no a Pedro
Sánchez en Madrid. Los naranjas, duplican su presencia en el
Parlamento Andaluz, y aunque tampoco han logrado superar al PP como
“primera
fuerza del centro-derecha”
adquieren la llave de gobierno y la legitimidad para decidir.
Con
una ideología y unas posiciones tan cambiantes por el propio interés
como nos tiene acostumbrados Rivera, todo puede precipitarse a una
convocatoria
de elecciones generales,
extremo éste que Pedro Sánchez quiere evitar, pero que puede ser
bien aprovechado por Ciudadanos.
A
cambio debe de cuidarse muy bien con quién pacta y qué pacta,
porque se juega un grueso importante de sus votantes, convencidos de
momento por la presencia naranja “moderada”
y “centrista”.
Un supuesto pacto con Vox o con un
PP que sigue igual de corrupto y caínita
de siempre,
pero con más desvergüenza puede mosquear a quienes han venido
depositando su confianza en Ciudadanos, y cuando queda medio año
para las elecciones municipales y autonómicas (Madrid, que es donde
está la pasta, principalmente) puede ser contraproducente.
Todo
hace indicar que gobernará la derecha en Andalucía, y no habrá
repetición electoral, pero hay que contar con el tacticismo de
Albert Rivera y sus secuaces. Un apoyo a los presupuestos de Sánchez
e Iglesias por parte de los nacionalistas catalanes, como respuesta
al auge de Vox y al pacto de gobierno en Andalucía, demorarían las
elecciones generales y volverían a colocar con el pie cambiado a
Ciudadanos.
Para la izquierda perder Andalucía es una trágica hecatombe que agudiza una crisis de representatividad, de discurso y de posicionamiento que adquiere ya tintes dramáticos. Andalucía ha sido un bastión al que aferrarse y un campo probado y exitoso de propuestas y prácticas que llevar a otros territorios. Sin embargo, ahora se abre un período de oposición en el que por encima de todo se ha de trabajar para defender a la mujer y el hombre, a los y las trabajadores, al campo y a la ciudad, devolviendo a Andalucía a su ser progresista y justo.
6.
En el primer envite electoral con Pablo Casado a la cabeza, el PP
sobrevive y celebra una victoria pírrica que sin embargo les va a
dar la posibilidad
de gobernar
Andalucía por primera vez en la historia.
Parece que el PP, al igual que el PSOE, como polos del bipartidismo
ya comienza a ver su retroceso, hasta la formación de ese nuevo
bipartidismo 2.0, que tarda en llegar. Al igual que en los
socialistas dependerá de la permeabilidad y capacidad política de
su líder, en este caso, Pablo Casado para ir sobreviviendo.
Mal
hacemos en tomar a pitorreo las ocurrencias del niño pijo de Ávila
que está exagerando los discursos como única tabla de salvación.
No
nos engañemos, no es nuevo. Al PP nunca le ha importado mentir,
pasarse por el forro el sentido de estado e incumplir
promesas electorales para seguir mandando y delinquiendo, pero hay un
matiz importante: Hasta ahora había guardado las formas, pero ahora
está llevando
la situación al extremo, con el asunto de Catalunya por bandera,
para exacerbar pasiones que nada tienen que ver con el día a día y
el futuro de la población. Pero que en cambio, les da grandes
beneficios electorales.
7.
Vox
entra en las instituciones.
Cuidado. No nos engañemos tampoco. La
ultra derecha lleva en las instituciones desde siempre. Ha estado
camuflada en las hordas del PP,
y es reconocible en personajes como Fraga, Posada, Celia Villalobos,
Esperanza Aguirre, Jorge Fernández y
muchos más, porque nunca hubo una transición a la democracia y si un acomodamiento de los fascistas en un teatro que simulaba democracia.
Lo
que ha pasado es inevitable cuando principalmente los
medios de comunicación del
capital
han empezado a blanquear discursos fascistas,
dándole una pátina de normalidad, que tampoco los políticos han
sabido contrarrestar. Cuando Susana Díaz sacó a Vox a colación en
el debate televisado buscando fraccionar a la derecha, le dio su
primer escaño y además un altavoz para lanzar sus soflamas contra
el feminismo o la inmigración.
Cuando
las calles se inundan de banderas y se permite que se ponga el foco
de la situación general en los ya marginados y degradados, como son
los inmigrantes se está haciendo flaco favor a la democracia y la justicia social. Es
justo lo que el capitalismo quiere:
Que pasemos de las cuestiones de clase para hablar de otras cosas que
no enturbien las cuentas de ganancias. No es la primera vez que las
élites oligarcas utilizan el fascismo para mantener el estado de las
cosas.
Vox un partido turbio, lleno de vividores de la cosa pública, ha
entendido su juego de extrema
derecha,
y ha vendido que la culpa es de todos menos de ellos y que hay que ir
contra todos.
Un
fenómeno muy importante a destacar es que fue en uno de los
municipios con mayor renta pér
capita
y mayor nivel cultural, El Ejido, donde Vox ganó claramente. Resulta
curioso que un pueblo que es rico gracias al trabajo, en condiciones
durísimas, de los inmigrantes vote a un partido racista y anti
inmigración. Pero sería un error considerar que es esta clase
social quienes han acabado depositando su voto en la formación de
extrema derecha.
Dolorosamente,
han sido personas en graves situaciones de desamparo y carentes de un
discurso de clase por parte de quienes tradicionalmente debían
proporcionárselo -la izquierda- quienes se han creído las promesas
de la extrema derecha.
Ahora,
llegan las lamentaciones, se echa la culpa a la abstención,
hay manifestaciones y grandes declaraciones de lucha
antifascista
y cordones sanitarios. Pero es en la calle, pegados al conflicto y
haciendo pedagogía en los barrios y centros de trabajo donde se
tiene que recuperar y convencer a la ciudadanía que es la izquierda
la que promulga un modelo social más justo y mejor, donde la gestión
económica de la administración es efectiva,
garantista, transparente y firme en defensa de los derechos de todas
y todos. Es
con política, pero de la de verdad, no de la de redes sociales, con
lo que se tiene que recuperar la dignidad de la gente.
Lo
ha sido así siempre, aunque algunos lo hayan olvidado, y es con
lucha y contestación en las calles ante las agresiones del capital y
la presencia del fascismo con lo que vamos a trabajar por un futuro
mejor. Para todas y todos. Para Andalucía. Para España y para
Europa.
8.
Qué
va a pasar.
Salvo un nuevo imprevisto, la derecha gobernará, previsiblemente en
la persona de Juanma Moreno, el candidato del PP, con apoyo de Vox y
Ciudadanos, que han de medir que imagen muestra a menos de seis meses
para la nueva convocatoria electoral.
El
PSO Andaluz ya trabaja (o
debería) en
construir una nueva dirección, con un nuevo o nueva líder y un
programa de oposición frontal a la derecha.
Para
Podemos e Izquierda Unida vienen meses de zozobra que pueden llevar a
una hecatombe en mayo, seguida de unos meses de batalla abierta
externa e interna en la
confluencia y en ambos
partidos. En el caso de Adelante Andalucía, no parece que los
liderazgos de Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo se discutan, pero
desde luego, el replanteamiento de la acción política, más allá
de las instituciones, para convencer y unirse a la clase trabajadora
es inevitable y urgente.
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