No era mi intención
actualizar esta bitácora con una entrada como la que tienes delante
de ti. Estoy preparando un texto mucho más enriquecedor y
sorprendente. Pero la deriva de los acontecimientos políticos y
sociales de #Españistan me han obligado a expresarme y dejar unas
líneas para quien las quiera leer sobre la situación del PSOE que
no puede definirse de otra forma que no sea como crisis.
Crisis del PSOE, como
síntoma y a la vez consecuencia de la crisis del sistema. Crisis del
PSOE, consecuencia del estallido de las burbujas financieras como
estafa que no supo gestionar desde el poder. Crisis del PSOE idéntica
a la crisis de legitimidad de la socialdemocracia europea. Y crisis
del PSOE eslabón último (hasta el momento) de la crisis del Régimen
del 78, del estado de las cosas en el tardo-franquismo español.
Las elecciones generales
del 26 de junio abrían, como vaticiné en aquel momento, un
escenario en el que sería el PSOE el actor que decidiera el destino
político del país.
La encrucijada para el
PSOE era:
- O permitir el gobierno del PP, con su abstención.
- O sumarse a una gran coalición españolista junto al PP y Ciudadadanos.
En ambos casos, supondría
el final del PSOE puesto abandonaría de facto todo discurso social
(socialdemócrata) y cualquier impetú por buscar la federalidad del
estado para solucionar los problemas identitarios de las
regiones-nación del estado español. En todo caso se procedería a
la fagocitación desde la derecha de su mensaje, y por lo tanto, en
un futuro de una parte de su electorado, mientras la gran mayoría
del mismo, huiría a otras opciones que podían pasar por Unidos
Podemos, o la abstención.
- La tercera opción era (y a estas horas todavía es) buscar un gobierno alternativo de izquierdas. Con un proceso de negociación entre el PSOE, Unidos Podemos, las confluencias, y sí, los nacionalistas.
Desde luego una
alternativa real y posible, necesaria para el país y que se
presentaba (también en diciembre) como una oportunidad para
articular un calendario y un proceso constitutivo que dé a este país
un clima de mayor armonía y respeto. Y por supuesto, la única
manera de poder articular políticas que pongan de nuevo al
ciudadano, hombre y mujer, en el centro del debate para mejorar su
bienestar. Construir una economía al servicio de las personas.
Garantías de sostenibilidad y recuperación de medio ambiente. Crear
un sistema político, con real separación de poderes, con una
justicia independiente capaz de poner coto a la corrupción y la
inmoralidad que campean a sus anchas por el estado español.
En definitiva, una
mayoría de izquierdas, con una política revolucionaria (lógicamente
con matices puesto que le precedería un proceso de negociación) que
pudiera cambiar a mejor, nuestro país.
Antes de que me
etiquetéis en una corriente u otra de mi partido, Izquierda Unida,
digo que está es la única alternativa medianamente asumible para
evitar las terceras elecciones y sobretodo, una mayoría del PP que
siga esquilmando el país, laminando el tejido social y contaminando
con amoralidad y corrupción cada aspecto del estado.
Pero bien, centrémonos
en lo sucedido.
Pedro Sánchez ha ido
cosechando, como Secretario General del PSOE y candidato socialista a
la presidencia del Gobierno, mínimos históricos en las distintas
elecciones celebradas en estos dos últimos años, con un “sorpasso”
ya por fin, en las autonómicas de Galicia y Euskadi, del pasado 25
de septiembre.
El acontecimiento de que
la izquierda alternativa sobrepase por la izquierda al PSOE fue ya la
espoleta definitiva para que desde Andalucía, Susana Díaz saltará
Despeñaperros para controlar definitivamente el partido sin
cortinas. Para ello empleo la maniobra de boicotear el trabajo de la
dirección federal, precipitando un congreso de los cuchillos largos que el pasado sábado
terminaba con la Dimisión de Pedro Sánchez, tras perder una
votación por el procedimiento a seguir para reivindicar su liderazgo
al frente del partido.
Ni que decir tiene que
todo este espectáculo bochornoso, televisado y retuiteado hasta la
saciedad ha dañado profundamente la imagen de un partido que
difícilmente se quitará el estigma del Juego de Tronos empleado
para controlarlo. La calle Ferraz llena de periodistas, militantes y
simpatizantes, de una u otra facción, y con cargos del partido
grabando y filmando a escondidas a “sus” compañeros y compañeras
para luego filtrarlo a la prensa de derechas ávida de carnaza es un
escenario que hace imposible mostrar al PSOE como una entidad seria
para gestionar cualquier administración. Ni el corto plazo (donde ya
se están revisando acuerdos de gobernabilidad en las regiones que
con coalición preside el partido socialista), ni el medio, y mucho
me temo, que tampoco en el largo plazo.
Pero no voy a comentar
más este espectáculo, que en principio ni me va, ni me viene. Es
más, todo parece que podemos estar más cerca de conseguir esa
ansiada y necesaria mayoría social de izquierda alternativa (en las
urnas, porque en las calles es otra cosa) para tratar de cambiar este
país y luchar contra tanto fascismo y tanto ultra liberalismo.
Lo que quiero destacar es
el hecho, la excusa que se ha buscado para cortar la cabeza a Pedro
Sánchez, asaltar el poder del PSOE, y retransmitirlo todo como si
fuera Game of Thornes o House of Cards, pero quedándose
en un rancio y cutre, Cine de Barrio.
El NO de Pedro Sánchez a
Rajoy, al PP y sus políticas corruptas u homicidas, han precipitado
el cese de Sánchez y el control de facto de Susana Díaz del PSOE.
En principio, y con todas las presiones vertidas por personajes tan
propicios a la vergüenza ajena, como Felipe González, se trataría
de otorgar el gobierno a Rajoy (quien ya se ha apresurado a decir,
bueno él no que está entretenido con el fútbol, sus secuaces de
que exigirán que les aprueben incluso presupuestos), quedándose el
PSOE como líder de la oposición, en aras de la estabilidad, la
gobernabilidad y para evitar la parálisis del estado.
Aquí es donde a mi
humilde cabeza se amontonan las preguntas:
- ¿Cómo es posible oponerse a algo cuando con tu acción o inacción has permitido que consigan el poder?
- ¿Cómo es posible que se presione, se chantajeé y al final se acepte la abstención, sin un mínimo de negociación? Sin unos cuantos compromisos adquiridos en pos de “esa gobernabilidad del estado” que tanto proclaman y que bien podían haber ido por echar a los corruptos del poder (como por ejemplo Rita Barbera, se me ocurre) o articular escenarios para aumentar la contratación de personal en el estado; o para buscar ese manido “Pacto de Estado por la Educación”...
NO, por contra lo que
tenemos es la claudicación, y parece que también de toda la
socialdemocracia para con el fascismo y el ultra liberalismo. Para
con una forma de hacer política que aleja eso mismo, la política y
la toma de las decisiones de los ciudadanos. Todo en favor de las
multinacionales, las oligarquías, los criminales.
El PP ganó las
elecciones. Las dos. Y sin embargo, la ciudadanía española, en su
mayoría se ha expresado, pese al hartazgo, negándose a las mayorías
absolutistas. Emplazando a los contendientes a la negociación y el
trabajo de consenso. De cesión y colaboración para proponer
alternativas que solucionen los tremendos y sistémicos problemas que
tiene la sociedad española en todos sus estamentos. Y sin embargo,
no ha obtenido nada de eso, en éste casi un año que llevamos desde
las elecciones generales del 20 de diciembre.
No ha habido ni un sólo
acercamiento, por parte del PP para habilitar una mayoría
parlamentaria, porque supondría de facto la expulsión de todos los
contaminados por corrupción. Sin embargo, las oligarquías a través
de los medios de comunicación del capital han sabido encontrar la
tecla para presionar por sus intereses a un partido político que
legítimamente obtuvo la segunda posición en los últimos comicios.
Apretando y sacando a sus más viles cuervos, han logrado el
desangrado de un PSOE que ha claudicado víctima de el cainismo
interno, del retroceso que la social democracia sufre en Europa por
sus políticas económicas de centro-derecha y, como les pasa a todos
los partidos de izquierda hoy en día, por la escasísima
movilización social a la que también había contribuido adormeciéndola.
Por todo esto, por esta
falta de mensaje alternativo. Está rendición somera, auguro un
futuro negro al PSOE, que está más cerca de la disolución que de
volver a postularse como una opción política sería y legítima,
con unas mínimas posibilidades de influir en la política a un nivel
similar del expuesto en estos últimos 5 años.
Frente a éste escenario, una vez más, se hace necesaria la lucha, la concienciación de la sociedad, desde posiciones de izquierda, anti fascista, anti capitalista y anti belicista que puedan devolver el poder y la soberanía a las gentes para que esta pueda trazar su futuro y su bienestear.
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