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viernes, 24 de diciembre de 2021

Íbamos a salir mejores

 

Después de cuatro meses podía ir a ver a mis padres y mi hermano. Retorno al hogar materno, por Navidad; a esa Salamanca expoliada de talento y juventud; vueltas de ese exilio económico y también social. También en el caso de mi hermano. Y en el de miles de jóvenes, y no tan jóvenes, salmantinas y salmantinos emigrados. Ayer era el día de prepararme, hacer un poco de equipaje. Realmente muy poco, porque mi madre conserva mi habitación como cuando tenía 20 años (menos los posters de grupos heavies y jugadores de baloncesto) y tengo allí una cantidad de ropa todavía importante. Pero fue un día de incertidumbre.

De incertidumbre, asqueo y cabreo. Porque todos los planes al final acabaron dependiendo del positivo o no de una de esas personas que ha decidido unilateralmente, que sus cañas, sus viajes o sus “chupar barandillas”, importan más que el abrazo de mi madre tras cuatro meses.

Estoy harto de la libertad sin responsabilidad convertida en egoísmo. Al final somos siempre los mismos, una buena mayoría, pero muda, la que tiene que deshacer planes, encerrarse en casa y lamentarse para que la cosa no se desboque aún más. Porque ya va un año largo en las que una serie de personas hacen los que les da la gana sin preocuparse no ya de su salud -que a estas alturas de la película a mi también me importa una mierda-, sino que pasan de la de los demás. No les preocupa que sus acciones, la relajación de la prevención, tiene consecuencias. Que a mucha gente cercana le complica la vida y le hace pasar muy malos tragos. Y que pueden ser aún mucho más graves.


La variante Omicron del coronavirus demuestra varias cosas. La primera de ellas es que la vacunación es un éxito. Pero es un éxito relativo. Si en España podemos, con reservas, sacar pecho del trabajo y proceso de vacunación, con el abnegado trabajo de las y los trabajadores de la Sanidad Pública y con una máxima responsabilidad por parte de una mayoría de la población, en el resto del mundo aún queda un larguísimo camino por recorrer. Y mientras la vacunación no llegué a ese 80% o 90% en África no se puede hacer nada. Porque el virus seguirá mutando, haciéndose resistente a las vacunas. Y en Europa nos podremos poner, realmente porque los gobiernos las están pagando, las dosis de refuerzo que queráis. La pandemia se seguirá reciclando en olas sucesivas, colapsando los servicios de salud hasta llegar al punto en que una nueva versión del virus, haga inútiles los pinchazos, vuelva ineficaz la inmunidad y alcance de nuevo una mortalidad extrema. La liberalización de las patentes de las vacunas ya no sólo es un derecho humano. Es que es imprescindible para superar esta situación. Tiempo al tiempo.

Mientras tanto, y en segunda demostración de cómo el coronavirus nos ha cambiado la vida, el individualismo se hace cada vez más incompatible con la vida en sociedad. Las actitudes y comportamientos de buena parte de las personas se llevan a un extremo donde el egoísmo atenta la vida, la libertad y la dignidad de otras personas. La falta de responsabilidad y el infantilismo son absolutos y te dan ganas de empezar a deportar a gente a los gulags.

En clase de Ética se decía que “la libertad de uno termina donde empieza la del otro”. Tan necesaria es en este momento, que no sólo la ética (y la filosofía) se tiene que fijar en la educación obligatoria por encima de otras materias (religión y también infinitas horas mal gastadas en matemáticas o idiomas extranjeros), sino que bien valía para tatuarse la frase en la frente y en las manos de todos los desalmados que no se han cortado ni un pelo en salir en cada puente, viajar sin control, llenar los bares y organizar cenitas y quedadas.

La tercera cosa que está demostrando el coronavirus, y ya he hablado de esto, es la constatación de que las clases sociales existen y la lucha obrera es la consecuencia natural y necesaria. Esto me cabrea porque es una oportunidad perfecta para que una izquierda, política, sindical, asamblearia, alternativa y altermundista aprovechará la ocasión y actuará en consecuencia. Con pedagogía, con lucha y con programa. Pero para ello tan necesario sería una activación y formación previas, que ya habrían puesto los albores de la movilización social. Luego ves el erial que son nuestros partidos, sindicatos y asambleas de base y te dan ganas de emigrar. Más aún.

La variante Omicrón está disparando los contagios en España sobretodo tanto en cantidad como gravedad entre los cenutrios que no estaban vacunados. Pero por su irresponsabilidad, su indigencia moral e indecencia social también entre las personas que han respetado todas las medidas y se ven arrastrados por el egoísmo de los idiotas. Odio el termino mariano (por M. Rajoy) de mayoría silenciosa, pero ha llegado el momento de que esta mayoría grite y ponga las cosas en su sitio ante negacionistas, fascistas y cuñaos, todos el mismo pelaje de infraseres.

No sólo no existe el derecho a no vacunarse. Es una obligación porque en esas fisuras de una estrategia de vacunación se abren grietas en el sistema sanitario y en la salud general de la población. Lo que existe, y además está amparado por la Constitución y la Declaración de los Derechos Humanos del Hombre, es el derecho a la protección de la salud.

No hay justificación para que una persona no se vacune porque no quiere, poniendo en riesgo a todas las personas que le rodean, lastrando la lucha contra la pandemia, la victoria final y propiciando nuevas mutaciones que nos mantengan en este pseudo estado de alarma que es la nueva normalidad y que no se parece en nada a la normalidad de 2019. Porque no vacunarse en el primer mundo, es un privilegio económico que miles de millones de personas no pueden permitirse. De hecho, tampoco pueden permitirse, que tú egoísta irresponsable, decidas no vacunarte.

En ese sentido, y otra enseñanza que nos trae la nueva variante del coronavirus es la necesidad de plantear desde las administraciones estrategias que contradigan con los actos los bulos y las mentiras. Que hagan algo. Tomen partido y no sean meros pacientes, sino sujetos actores que propongan y vehículicen el interés general. Esta “moda” de gestión política, claramente neoliberal, de no hacer nada es un lujo que las democracias no pueden permitirse.

Por ejemplo, la obligatoriedad del pasaporte covid para entrar en los bares ha hecho que en dos días se vacunarán en Madrid 70.000 personas que no lo hicieron a su debido tiempo. La amenaza velada para no poder irse de jarana (también estaba la de poder ser despedidos del trabajo pero curiosamente esa no se ha esgrimido) ha alentado una vacunación masiva que siempre es una buena noticia. Y es que lo bueno del egoísmo y el individualismo es que es un camino de dos direcciones, y al final, se pueden conseguir los objetivos atacando las bases de intereses individuales. Aunque sean tan cutres y cuestionables como irse de bares.

 

Decían que íbamos a salir mejores. Que los aplausos a los sanitarios y al personal esencial nos harían más conscientes de la dignidad de las personas, sus trabajos y condiciones y relaciones. Que habría más empatía, menos estrés y al final recuperaríamos el carácter colaborativo y cooperativo de la sociedad.

Pues bien, ha pasado un año y de eso nada. La gente hace lo que le sale de los huevos sin mirar si al de al lado lo joden, lo pisan o lo desgracian. Esto que ya era la tendencia antes de la COVID-19, ahora se ha agravado. Las agresiones verbales y físicas crecen cada día ante el personal sanitario que se ha visto vendido por los dirigentes políticos de este país, vilipendiados por la derecha y NO-defendidos por la supuesta izquierda. Convencionalismos como las vacunas o la sanidad pública que gracias a la ciencia, la experiencia y el saber han mejorado la vida de millones de personas durante los últimos 100 o 150 años, ahora son puestos en solfa por una libertad de expresión transformada en libertad de mentir.

La nueva realidad es vivir en la incertidumbre. En la precariedad. En el convencimiento de que el aislamiento social hoy es una victoria. Vivimos en una desconfianza en aumento hacia los demás y también, hacía las instituciones democráticas y los politicastros que mal gestionan, por regla general, este país. El abandono al sálvese quien pueda y al consumismo más feroz.

El “autocuidado” de Ayuso es en neolengua la sanidad pública desmantelada por el neoliberalismo y el caciquismo de unos políticos que se han presentado como grandes gestores, pero que en realidad han malvendido hasta el último céntimo las riquezas de la democracia españistaní. Incluidos los pilares del sistema económico y social. Es a la vez un insulto a la dignidad de la clase trabajadora. Una mentira porque la gran mayoría de la población tendrá que combinar su “autocuidado” con cumplir jornadas laborales intensas que le pondrán en riesgo para poder seguir pagando hipotecas, alquileres, alimentación y alguno de esos “absurdos vicios vitales” que tienen los trabajadores. Pero también es una verdad porque cuando en mayo le dieron una mayoría al calor de las cañas y vivir a la madrileña, estaban las reducciones presupuestarias que se han traducido en despidos de médicos, rastreadores y todo personal sanitario. Las colas de hoy ante farmacias y centros de salud se podían haber evitado con colas ante los colegios electorales para votar a la izquierda. Y en las calles apoyándola, sugestionándola y abocándola a garantizar por ley la sanidad pública, la educación pública y los servicios sociales.

Todo lo demás son lamentaciones de última hora.

Pero es la constante lucha electoral ininterrumpida de la política de bloques que vivimos en España. Incapaz de llegar a acuerdos que mejoren las condiciones de vida. Carentes de la más mínima decencia para gestionar y ser valientes a la hora de tomar las medidas necesarias para mejorar la situación. Sin importarles encuestas, ni elecciones, ni cortoplacismos. Sólo gestión efectiva. Sólo acuerdan para seguir exprimiendo al trabajador y a la mujer trabajadora. Para mal vender el país. Pero no para actuar con responsabilidad, cercando al fascismo, a los bulos y a los imbéciles egoístas e irresponsables. Y así nos va.

Necesitamos que el pacto de gobierno PSOE-Unidas Podemos se lleve a cabo completamente y se reforme la Constitución (¡Cuándo menos!) para blindar la Sanidad Pública. Dotarla de financiación suficiente para sufragar los servicios, mejorar las condiciones de trabajo de los y las profesionales, que estos se jubilen cuando toque y den el testigo a las nuevas generaciones de trabajadores. Que mejore la respuesta científica, asistencial y estratégica de una Sanidad Pública que no sufra ni privatizaciones, ni externalizaciones, ni doblajes de su personal a la privada. Un pacto para garantizar en todos los presupuestos, tanto del Estado como de las Autonomías, un 7% dedicado a ella (otro tanto para la Educación Pública) para llegar a los estándares europeos. Con un compromiso de vigilancia y respeto a estos acuerdos y a su cumplimiento por parte de las autonomías. Reforzar el artículo 43 de la Constitución para garantizar la igualdad de derechos, la más básica y elemental, la de la salud del estado.

Sin embargo vamos a contratar a médicos jubilados y pre-jubilados cuando se han despedido por miles a los jóvenes y que van a acabar emigrando. Parece una gran idea que seguramente en las siguientes elecciones quedará validada.

Voy a parar ya. Vaya calentón que llevo. He llegado ya a casa y por fin puedo abrazar a mis padres y a mi hermano. Disfrutad de la noche! Y Feliz Navidad.



lunes, 11 de noviembre de 2019

11 valoraciones a las Elecciones Generales del 10 de noviembre




Seis meses después toca hacer una nueva valoración de los resultados tras las Elecciones Generales de ayer domingo 10 de noviembre. Las segundas del año, las cuartas en cuatro años. Un período de inestabilidad que no se cierra con el reciente escrutinio y que vuelve a poner el grito en el cielo de una mayoría ciudadana que exige e implora a sus políticos acuerdos, pactos y reformas tanto económicas como políticas que permitan mayor justicia social y que agranden nuestra democracia y libertad. En frente un bloque caínita que no es nuevo pero que ahora se muestra sin tapujos ni máscaras como violento, clasista y fascista.
  1. Pedro Sánchez ha ganado las elecciones. Si. Pero ha perdido la oportunidad que la reacción de la reacción de las mujeres le otorgó en abril. En aquel momento podía haber derribado a su rival en el bipartidismo, el PP, pero decidió y calculó que era mejor para el régimen del 78 y para los que mandan, intentar mandar a la lona definitivamente a Unidas Podemos y salvar la situación que se le presentaba al PP. Como contrapartida ha provocado el aumento de la fuerza en el Congreso de la ultraderecha, totalmente desligada ya del PP tanto en la pureza del discurso como opción de voto. La traición de Pedro Sánchez y la nueva traición de la oligarquía del PSOE no debe quedar impune.
  2. Como era previsible aumentó la abstención. Casi dos millones menos de votos que el 28 de abril que se reparten a partes iguales en el bloque de las derechas como en el de las izquierdas. La desafección con la política, el asco y la falta de confianza en la democracia es otra consecuencia del tacticismo y la lucha por la supervivencia política de Sánchez y el régimen que tampoco deberíamos de olvidar.
  3. Pedro Sánchez y su politólogo de cabeza Ivan Redondo, no dormían con gente de Unidas Podemos en el gobierno. Veremos si lo hacen ahora con más de 50 escaños en posesión de la ultraderecha. Las tradicionales apelación y especulación al voto útil no han servido esta vez porque ya no se engaña a nadie. El espectáculo dado no mejoró ni con el maquillaje de la exhumación de la momia de Franco que debía de haber salido con nocturnidad y sin homenajes. Pero el error ya es colosal cuando se han celebrado estos comicios tras la sentencia del Procès que ha roto definitivamente los pocos puentes a la convivencia que quedaban con Catalunya y que no se van a poder recuperar con meras promesas de auto-gobierno y federalismo y además legitimado la mano dura y violenta que propugna la ultraderecha.
  4. El PP de Pablo Casado sube 22 escaños su resultado de abril y podrá navegar en calma lo que podía haber sido una travesía al abismo con ataques internos y externos, mientras se despedazaría por luchas de poder y dinero desde dentro y su corrupción intrínseca que seguirá apareciendo en los “casos esporádicos”. Seguro que en el juego de puertas giratorias le agradecerán a Sánchez éste magnífico cabo echado a tiempo.
    Con una ultra derecha tan fuerte al PP le va a costar gobernar. Primero porque Vox arrastra a las bases electorales que ven o veían en el PP la continuidad con el régimen franquista. Segundo porque será tal la deriva a un discurso de odio y fascismo que será imposible que el PP consiga apoyos como hacía antes con PNV o CiU.
  5. Hace un año Vox era una fuerza ridícula y extra parlamentaria. Hoy, primero con el blanqueamiento de los medios y después con la oportunidad que le ha dado Sánchez, es la tercera fuerza del Parlamento y aspira a seguir creciendo, devorando los restos franquistas que se alojaban en el PP y articulando un discurso de odio para todo el que no cumple con los mantras de la dictadura y la España cutre y rancia.
  6. El auge de Vox viene ligado al cataclismo de Ciudadanos. Albert Rivera dimite y abandona la política tras pasar en poco más de 6 meses de ser una fuerza emergente y renovadora del centro derecha a un partido residual en el juego de pactos, aunque bien, con la nueva dirección pueda ayudar a una coalición de cordón sanitario sobre la ultraderecha (vamos como se hace en toda Europa).
    Rivera tuvo la oportunidad de ayudar al derribo del PP en mayo pero prefirió pactar con ellos aunque fueran segundas o terceras fuerzas (en Madrid, ciudad y ay-untaminento, Murcia, Zaragoza o en Castilla y León donde ahora han perdido la totalidad de sus 8 diputados conseguidos en abril). Con aquella falta de coherencia sustentó al PP y su corrupción en el gobierno y dio altavoz a Vox para que derivará aún más el discurso hacia la extrema derecha.
    Lejos de proponer soluciones Rivera y su dirección de hombres y mujeres cercanos lanzaron más odio y soflamas incendiarias en Catalunya lo que le quitó todo el foco de posición centrista y ahora el de opción electoral. Su futuro se presenta nada halagüeño, pasando a ser de fuerza aspirante a liderar el centro derecha a ser la nueva UpyD.
  7. Otro tope mínimo de Unidas Podemos. Desde 2016 que aparecieron como coalición las huestes de Pablo Iglesias han ido marcando mínimo tras mínimo. Lejos quedan los 71 diputados por separado y total de 6 millones de votos de diciembre de 2015. Ahora un 12% de votos (3 millones de votos) para 35 diputados. 
    La aparición de un nuevo partido “de izquierdas” como Mas País ha arrancado votos y sobretodo diputados a Unidas Podemos y esos escaños han acabado en casi todos los casos en Vox. La irrupción en el panorama nacional de Errejón ha ocasionado el mismo perjuicio que ya causo en mayo en Madrid para la causa de la izquierda. El marcado personalismo de la campaña (papeleta, carpeta, carteles y cartulinas llevaban la cara de Iñigo al estilo de Pablo en 2014) ha servido únicamente para debilitar las posiciones de Unidas Podemos en la próxima negociación y sobretodo para ayudar a apuntalar el franquismo desatado. Tampoco debemos olvidar.
    A cambio fuerzas tan necesarias en eso de hacer progresar el país como Equo o Compromís que apostaron fuerte por la candidatura de Errejón se quedan sin representación aumentando la sensación de cisma en la izquierda española.
    Más País se presentaba en las provincias donde Unidas Podemos consiguió representación en Abril y ha sido factor decisivo en la bajada de estos ahora en noviembre. Aún con la excusa ya escrita se hace necesaria, una vez más, la auto crítica y crítica constructivas para desde la divergencia conseguir de una vez por todas candidaturas, un Frente Popular que auné una salida democrática y libertaria y una respuesta en favor de los servicios públicos y la justicia social para tanto fascismo y tanto neoliberalismo. Hacerlo además recuperando antes y después la movilización ciudadana y la lucha desde las calles, las aulas, los claustros y los centros de trabajo es ya decisivo.
  8. ERC consigue 13 diputados y se convierte en la quinta fuerza en el hemiciclo. Domina ampliamente el tablero político en Catalunya pese al aumento de la antigua CIU y la entrada por primera vez de la CUP en el Congreso. Ante unas futuras, y necesarias, elecciones en Catalunya puede que abran un nuevo período en el que la justicia social cobre importancia en la propuesta de Independencia, frente a un bloque constitucionalista que cada vez pierde más apoyos pese a su continúa radicalización.
  9. En Euskadi las tres derechas nacionales vuelven a no sacar representación, como en Abril. PNV mantiene su hegemonía ganando el discurso antifascista en el estado español (así están las cosas); mientras que Bildu logrará por primera vez grupo propio en el Congreso. El tiempo de la calma tensa en Euskadi se va terminando y llega el momento de construir soluciones duraderas que favorezcan la convivencia y el futuro. Con el nivel que hay en Madrid, pintan bastos.
  10. La única buena noticia de la jornada de ayer es la entrada en el parlamento (también consiguen dos senadores) de Teruel Existe, la plataforma ciudadana creada en el Bajo Aragón para reclamar y dar voz a una de las tierras olvidadas de nuestro país. Teruel punta de lanza de la España vaciada ganó las elecciones en su circunscripción por delante de PSOE y PP que tantos años han utilizado esos asientos para vivir muy bien y orquestar mayorías que controlasen Madrid aunque fuese al precio de despojar de futuro y dignidad a sus propios territorios. Qué una plataforma ciudadana en su primer intento de pugnar por unas elecciones consiga tan magníficos resultados demuestra que con trabajo y honestidad el éxito es posible, y que además, es necesario ante la situación de abandono que provincias como Teruel (y Cuenca, y Soria, y Huesca, y Palencia, y Burgos, y Guadalajara, y Zamora,... y Salamanca…) viven y padecen. Debemos aprender.
  11. Por supuesto, Pedro Sánchez pierde la mayoría conseguida en el Senado hace medio año y con ella la llave para articular los cambios constitucionales necesarios para mejorar la expresión territorial del país. Otra traición más, otra irresponsabilidad, que por supuesto tampoco olvidaremos.


¿Qué va a pasar?
La incertidumbre sigue siendo altísima. Pedro Sánchez ha ganado unas elecciones con peor resultado del que esperaba y que nunca debieron convocarse por lo que a él, como único responsable en su convocatoria, se le ha de tachar como gran derrotado. Prefirió explorar un territorio poco conocido como unas nuevas elecciones a transitar por uno totalmente desconocido como un gobierno de coalición, sobretodo si lo hace con alguien más a la izquierda. Aún con todo tiene la responsabilidad y la última oportunidad de tratar de formar gobierno
La ciudadanía se ha expresado una vez más como polarizada y ávida de pactos que superen el bipartidismo y el turnismo político dejando dos opciones:
  • Su socio predilecto tiene que ser Unidas Podemos por lo que volvemos a la casilla de salida pero con un desgaste y un fantasma fascista que no eran necesarios. Deben de ponerse de acuerdo sobre posiciones ambas debilitadas y el PSOE va a tener que tragar con ministros de Unidas Podemos y con unas cuantas normas de dignidad que van en el programa de los morados (derogación reforma laboral PP, derogación Ley Mordaza, etc.) También las posiciones iniciales de Unidas Podemos tienen que ser menos exigentes y quizás renunciar de entrada a que nombres como los de Iglesias o Garzón entren en gabinete.
    Aún con todo tras éste acuerdo se hace necesaria sumar una mayoría más amplia en la que PNV se hace imprescindible, más posiblemente Cs entroncando un cordón sanitario sobre Vox, pero también sobre el independentismo catalán.
  • La segunda opción es la gran coalición PSOE-PP altamente improbable porque podría suponer la fagocitación de éste último por parte de la ultraderecha.
Seguir jugando al despiste y desgastando la paciencia de la ciudadanía abrirá las puertas a la derecha y la extrema derecha, porque más allá de ensoñaciones de la izquierda, sin lucha y debate en las calles, ni pedagogía el fantasma del franquismo sigue persistente en no pocos millones de ciudadanos.
El 10N ya se ha cobrado su primera víctima. La siguiente debería ser Iglesias (y Alberto Garzón) quienes han de abrir sus partidos y con ellos la coalición a nuevas ejecutivas que fortalezcan esa coalición y permitan la suma de más agentes y no como hasta ahora la continúa dispersión. Como ya nos conocemos con cada renovación de viejas guardias, en la izquierda suelen salir los que no consiguen poder pero por una vez más, esperemos que la conciencia y el interés general prevalezcan en la izquierda por encima de filias, fobias e intereses personales.
Aunque parece que los partidos renovadores de la política española que surgieron tras el 15M han fallado, tampoco Sánchez ni Casado (ni ambas ejecutivas del bipartidismo) deben dormirse porque el patio interno seguro que ha quedado lo suficiente removido para que sus debilitados liderazgos no queden aún más expuestos. Es lo que tiene cuando en unas elecciones democráticas, paradójicamente, el gran vencedor es el fascismo.



miércoles, 20 de febrero de 2019

Lo que nos jugamos en los próximos cuatro meses



Ya estamos en tiempo de descuento de la décimo segunda legislatura de la democracia española. Pedro Sánchez convocaba elecciones generales para el 28 de abril tras ver como la derecha, tanto independentista catalana, como ultranacionalista española, se aliaban para tirar abajo los presupuestos de 2019.
Es una decisión coherente y acertada. Más aún al no hacerla coincidir con el ya saturado domingo 26 de mayo, de municipales, autonómicas y europeas. Hago aquí un alto en el camino para indicar lo positivo de separar todo proceso electoral, más allá de demagogias, cansancios y estúpidos alegatos hacia el ahorro. Todo espacio electivo debería de tener su momento para el debate, la proposición y el análisis otorgándole por lo tanto, la importancia necesaria para que el electorado acudiera a votar con su decisión reflexionada. Pero claro, eso supondría tomarse la democracia en serio y a los ciudadanos como seres adultos, algo que en éste ente administrativo llamado España, se antoja, poco menos que imposible.


Pedro Sánchez no ha podido alargar más su gobierno tras la moción de censura del pasado junio y convoca elecciones mientras el PP se sigue desangrando por su sistemática corrupción, y por como pierde sus votos más extremos, que van a parar a Vox (en su mayoría, aunque también pesca en Cs). Una derecha fragmentada es una gran noticia aunque ya sabemos, era evidente, que en caso de necesitarlo se aliarían sin problemas.
Tampoco es que la izquierda se muestre en una candidatura unida y decidida a esconder diferencias para centrarse en las coincidencias, que vienen a ser hacer de este ajado país un lugar digno donde vivir. Dependiendo de las circunscripciones y el ámbito de decisión, nos podemos encontrar con multitud de candidaturas para todos aquellos que hemos marchado de lo marcado por las direcciones de Podemos e Izquierda Unida. Pero así, corremos el riesgo de perder cientos de miles de votos por no llegar a los umbrales mínimos de resultado, por lo que más allá de egoísmos varios, tacticismos y filias y fobias personales, la necesidad de una candidatura estatal, de izquierdas que aunará todo el voto de nuestro espectro ideológico (comunista, anti-capitalista, socialdemócrata, federalista, ecologista, feminista, pro derechos sociales, pro derechos humanos y sobretodo antifascista) en cada una de las elecciones y de las circunscripciones resultaría vital. Más ahora que redobla cabalgada, el fascismo.


En cuatro meses, España va a renovar la totalidad de sus representantes políticos (salvo la jefatura del Estado, ejem, ejem) y el escenario que se presenta esta marcado por la incertidumbre, dentro de la crisis de régimen que vivimos en los últimos años.
La crisis territorial sigue marcando la agenda mediática y por lo tanto política del estado, enfrentando dos aspiraciones, la de la búsqueda de una solución dialogada o pactada o la vía de la represión, la violencia y el miedo. Ambas se han conjugado para generar un clima de confrontación asfixiante que en la práctica estos últimos años ha dejado un país ingobernable, incapaz de aupar gobiernos y mayorías sostenibles, sobretodo desde la izquierda. Enfrente, con el ejemplo andaluz, vemos lo que puede pasar.
Al tiempo que caían los presupuestos de Sánchez (y de Iglesias) se iniciaba el juicio-farsa al procès. En el banquillo de los acusados los líderes políticos y sociales de la burguesía catalana que se auto proclamaron estandarte del movimiento ciudadano por la auto determinación surgido en 2012, tras el cierre que el mismo Tribunal Supremo, de mayoría conservadora, dio al Estatut que en 2006 refrendó la mayoría de la ciudadanía catalana y que fue denunciado por los intereses privados y electorales del PP.
A la escalada en las declaraciones, los referéndum, los ultimátum, la violencia institucional, la movilización ciudadana, la huida, los presos, los chantajes, las emociones, las banderas, la represión y el abuso de poder vía 155 les ha seguido el deterioro colosal de todo el edificio democrático del país, empezando por sus acuerdos territoriales y el encaje de las naciones que forman parte de España.

Catalunya cierra otros debates y la crisis territorial se encierra en torno al procès, mientras se agudiza cada día, la verdadera crisis y drama territorial del estado español: La despoblación y la España vacía. Las posibilidades de vida en el mundo rural empeoran año a año, mientras más población, eminentemente joven, emigra a la ciudad (Madrid casi siempre) o al extranjero haciendo cada vez más insostenible el desarrollo de los pueblos y poniendo trabas cada vez más grandes al sector primario y al desarrollo del patrimonio natural que debían ser potencialidades nítidas de la economía patria. Esto, como digo, parece que a nadie le importa, pero el próximo domingo 31 de marzo, tenemos una cita en Madrid en la Manifestación por la España vaciada, todos aquellos quienes deseamos un mundo rural vivo y con futuro.
Diez años después del estallido de la estafa, llamada crisis, los beneficios empresariales y datos macroeconómicos están en los niveles previos. Sin embargo, la fractura social es colosal. El desempleo sigue en torno al 25%, los salarios han perdido un tercio de su poder adquisitivo, el ahorro en las clases trabajadoras es quimérico, la precariedad laboral ha llegado para quedarse, vuelve a ser imposible tener una casa -en propiedad, o en alquiler- para la mayoría de la población, los recibos de suministros son un atraco cada mes en tu buzón, y los servicios públicos (sanidad, educación y servicios sociales) siguen degradándose convirtiendo el patrimonio de todos en ganancia de unos pocos. La pobreza se enquista, en especial, la pobreza infantil y de nuestros mayores, y las perspectivas de futuro caen en picado, al tiempo que el mayor talento del país emigra buscando un porvenir.
Los problemas económicos y sociales derivados han agudizado otras graves taras del sistema político español, como su endeble estado autonómico, la jefatura del estado, o un ejército y poder judicial que no hicieron una transición de la dictadura fascista a la democracia.
La idealizada transición supuso en su momento un cierre en falso de la dictadura franquista y después, con la ayuda de la entrada en la UE se estabilizó el estado a coste de perder industria y funcionariado. Se hace evidente, que antes o después, éste país, tendrá que tomar sus propias decisiones con respecto a su pasado, su convivencia y su futuro, y deberá hacerlo de forma democrática, garantista y progresista en defensa de los derechos humanos.


Ante esta situación de descalabro, de ruptura social, los partidos políticos viven una situación de derrumbe interno. Los dos polos del bipartidismo, PP y PSOE, siguen su cuesta abajo fruto de su común corrupción e incapacidad, y no atisban una mejora ahora que lo pueblan los y las que han crecido en la propia endogamia de cada partido.
Ambos padecen su tibieza e injusticia en las medidas para hacer frente al desastre provocado por la avaricia en lo que llamaron crisis económica. Los ajustes y la austeridad provocaron la reacción de cientos de miles de indignados que salíamos a las calles con ganas de recuperar la justicia social y con ella, nuestro país. Tiempo después, muchos acabaron formando Podemos como opción política desde la izquierda, frente a una nueva derecha liberal, denominada Ciudadanos.
El nuevo escenario electoral ha dejado estos últimos años una etapa de incertidumbre dejando dos cosas claras: por un lado una sucesión de gobiernos y pactos poco sostenibles basados en coaliciones políticas inestables. Y, lo segundo, y más doloroso, un silencio a toda propuesta política que venga a pedir más justicia y a denunciar los errores y fallos sistémicos de un capitalismo de amiguetes que hace agua, y de un estado fallido cuya convivencia se derrumba.
Estos nuevos estandartes del neo-reformismo, Ciudadanos y Podemos, caen víctimas del cainismo interno y de estructuras oligárquicas, sin dar respuesta al principal mandato que les dio la ciudadanía cuando surgieron: renovar y recuperar la política, y la toma de decisiones, para la gente de a pie.
Especialmente significativa es la crisis que vive Podemos, desmoronándose a cada territorio y momento, y siendo retransmitido en directo y ultimísima hora por los medios del capital, que lógicamente los tenían en su punto de mira.


Sin duda la crisis catalana ha supuesto un desgaste para todos los partidos, pero ninguno como el que está sufriendo Podemos, que desde un primer momento aceptó una posición equidistante que le ha hecho ser visto con recelo tanto por la intransigencia centralista de Madrid, como por los demócratas, catalanes o no, que no entienden que tras la violencia estatal del 1 de octubre, no les apoyarán con mayor fuerza.
Podemos está ya lejos de aquel proyecto de ruptura, profundamente horizontal en el que tuvieron hueco muchas buenas gentes de izquierdas, y también un buen puñado de listos con ganas de medrar con la política como excusa. Al tiempo que se viraba ideológicamente hacia el centro, las decisiones se tomaban más en la camarilla de la Complutense, bajo el ordeno y mando de Iglesias, quedando todo como es lógico, mucho más expuesto a los medios.
Fruto del fallido estado autonómico españistaní es el centralismo mediático que vivimos con Madrid, donde todo lo que pase en la capital del país, es noticia “importantísima” hasta en el último pueblo del pirineo aragonés, o en la última comarca transfonteriza extremeña. Un ejemplo de esto, es como se ha utilizado por parte de los medios del capital, la guerra interna en la cúpula de Podemos para debilitar a todo el aparato político nacional, y de paso a sus confluencias. Que si Carmena, que si Errejón, que si Espinar, que si Montero o que si Iglesias… demasiados nombres e intereses personales por encima de un proyecto político que con sus errores debía de servir para enraizar una confluencia activa de toda la izquierda, porque más allá de las tibias diferencias -sobretodo si dejamos atrás los intereses y los odios personales- nos une el ansía por hacer de España una democracia con mayor justicia social y con un porvenir.
Podemos, vivió su gran momento electoral en las Europeas de 2014, con la famosa papeleta en el que el logo del partido era la cara de Pablo Iglesias. Desde entonces mucho ordeno y mando desde arriba, y mucho edulcorante tanto en la oposición como en las administraciones que han regido, pero sin atacar directamente a un capitalismo depredador que nos está hundiendo en la miseria.
Podemos, junto a Izquierda Unida, se han integrado en un estado de las cosas para tratar de regenerar el Régimen del 78 y traer un capitalismo de rostro humano desde las instituciones, sin presencia en el conflicto y con las calles despejadas para manifestaciones de ultraderecha. No se plantea una ruptura anticapitalista, mientras las condiciones de vida de la gente se destrozan, convirtiéndonos en esclavos y lacayos.
Así, con las calles paradas y jugando los debates que el poder quiere que jueguen, Podemos ha perdido buena parte del poder de su emergencia. Han caído sus apoyos y ha crecido un pesimismo entre muchos de quienes participaron directamente allí, o antes, lo hicimos en el 15M.




Éste estado de derrumbe de todos los partidos contrasta con los grandes beneficiados, el partido de ultra derecha Vox, que recibiendo un apoyo mediático brutal, sin precedentes para un partido sin representación alguna, crece exponencialmente mes a mes. Con su ideario populista, reaccionario y fascista ataca a todo lo que remueve la trasnochada visión de la España franquista que mantienen. Mujeres, colectivos LGTBI, disidentes políticos, inmigrantes,… todos estamos en su objetivo y en sus medidas como liquidar el estado de las autonomías, reafirmar el compromiso neoliberal en desmantelar el estado de bienestar y los servicios sociales y atacar y denigrar a mujeres, por lo que son abiertamente obstáculos para dar una salida ordenada, pacífica y dialogada a la crisis sistémica que sufrimos como país.


Todo esto habrá que ver como se adecua al tablero electoral, primero en clave nacional, con las circunscripciones provinciales; más tarde en las autonómicas y municipales, y también con especial interés aritmético en las europeas y su suscripción única.
Durante años a la izquierda alternativa nos han atemorizado con el voto útil que al final nos llevó a un sistema en la práctica bipartidista. Era un cuento en el que venía el lobo y si votábamos a la izquierda del PSOE, nuestros votos se perderían como lágrimas en la lluvia, mientras la derecha se llevaba los diputados. El asusta viejas, más allá de las grandes ciudades, y en especial Madrid, funcionó con precisión y se repitió en la anterior fase del desmoronamiento del régimen del 78: El período tras el 15M hasta el 1 de Octubre de 2017.
Durante esas múltiples elecciones, Podemos o Unidos Podemos no ha podido rascar diputados en las provincias de la España rural, y el PSOE ha perdido poder que ha ido a parar casi siempre a Ciudadanos. O lo que es lo mismo al PP.
Sin embargo, aquí y ahora en plena atomización de candidaturas, en especial y como siempre en la izquierda, la vieja historia para no dormir que nos atormentaba durante tantos años no es tenida en cuenta por gurús y tertulianos de tres al cuarto en los medios del capital, que interpretan los resultados de sondeos y encuestas con el ánimo indeleble de generar estados de opinión y certezas en la mente del votante.
Parece que la cantada dispersión del voto de derecha, que en conglomerado tanto liberal como fascista se aglutinaba en el PP, no va a trastocar la dolorosa mayoría conservadora y reaccionaria que nos oprime y detesta. Se lanza la idea de que no se perderán papeletas en el camino de los recuentos y aplicaciones del Sistema d'Hondt y que como ya hemos visto en Andalucía se podrán reunir a la hora de pactar y repartirse funciones y lo más importante para ellos, la pasta.
Pues bien, que quieren que les diga. Si en un escenario de confrontación tan grande y polarizada, las terceras y en ocasiones segundas, opciones de voto dentro de un perfil ideológico consiguen representación, nos habrán estado engañando todos estos años. No me puedo creer que en una provincia donde se repartan 4 ó 5 escaños, Vox como tercera fuerza de la derecha rasque uno, sin que antes sea Unidos Podemos sea el que se lo lleve. Es aritmética-mente y sociológicamente imposible, con el país dividido en dos mitades, que tres fuerzas de un mismo espacio político consiguieran representación en una circunscripción, sin que eso no suceda en el espacio contrario.
El único escenario que abriría tal escenario sería una desmovilización colosal del votante progresista, algo que visto lo sucedido en Andalucía y en las algaradas que esta ultra derecha lanza, se antoja improbable.


Una cosa es segura. Si el domingo 28 de abril y después el domingo 26 de mayo, las personas decentes, que amamos este país y que queremos que crezca, mejore y se convierta en un lugar mejor donde vivir, nos quedamos en casa, volveremos al pasado, a la oscuridad. Pondremos todo nuestro patrimonio (natural, cultural, mental) y todo nuestro talento en las garras de quienes nos han oprimido desde el principio de los siglos. Si después de éste macro-proceso electoral nos plantamos con múltiples mayorías de derechas, tendrán carta blanca para reprimir y para desmantelar lo poco que queda de país y que además lo vertebra realmente: sus servicios públicos. Y con nuestros derechos, harán negocio, no lo dudéis.
El futuro está en nuestras manos y en las decisiones que tenemos que tomar. Por lo pronto, la primera, la más inmediata es permanecer informados y hacerlo de manera pro activa, buscando múltiples canales y medios, evitando la persuasión y los bulos y noticias falsas.
Un voto bien ponderado e informado es un arma poderosa para cambiar el mundo. No lo perdamos.
Y otra cosa también es evidente. A la izquierda de Podemos (y por supuesto, del PSOE) hay un espacio enorme para la dignidad de la gente, del trabajador y trabajadora, de la mujer, y de la naturaleza y el patrimonio. Y es ahí, y desde ahí, donde tendremos que defender nuestros derechos, libertades y futuro. Es el tiempo de participar -en mi caso, volver a participar- y empoderarse para cambiar éste país -y mundo- que se van hacia el desastre sin remisión.

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