Lo
último de provecho que he hecho ha sido leer, casi mejor dicho,
devorar, Los
asquerosos,
última novela del genial e irrepetible Santiago
Lorenzo.
Han sido en unas horas, tres o cuatro, que he dedicado con
vehemencia, gusto, sarcástica satisfacción y orgásmico
deleite a sumergirme en la pequeña Arcadia
propuesta por el autor, en la que se refugia Manuel, y que su tío,
como fantástico narrador, nos cuenta.
Lean
este libro.
Es lo único que puedo decir. Fue
el mandato en Pagina2 (la imprescindible cita semanal con la lectura
en la2) y en las newsletters
de mis librerías favoritas (Letras Corsarias, por ejemplo) y no
puedo decir más que aciertan. Y de pleno.
Los
asquerosos
es un libro redondo y acertado. Una
lectura imprescindible en los tiempos que corren.
Necesaria para descubrirla, pero también para releerla de vez en
cuando con garantía de pasar un magnífico rato y como refresco de
la lucidez en el análisis descarnado y certero de la sociedad
capitalista actual y del estado de las cosas de #Españistan.
La
acción circula a través de la narración del tío de Manuel, que
nos cuenta la huida
a esa España
vacía
(como la que retrato Sergio del Molino hace no tanto tiempo) de su
sobrino Manuel, motivada por un acontecimiento trágico y
trascendente. Manuel, como el Walden
de Thoreau, marcha al campo, a un pueblo abandonado de nuestra patria
indómita, pero no bajo una forma bucólica o idealizada, sino real y
dolorosa por cómo se mueren, o se han muerto, muchos de nuestros
pueblos (con todo lo que arrastran en su muerte).
Allí
Manuel vivirá su vida y de paso y de propina nos redescubre
a todos nosotros, empezando por él
mismo,
el verdadero significado de la palabra austeridad, y de lo que significa la reflexión. Y
también la importancia del tiempo,
como bien y como derecho humano, por
encima de los bienes y las necesidades materiales,
poniendo con ello en solfa las
convicciones sociales relativas al trabajo, las relaciones o la
trascendencia
de una vida.
El
momento culmen
será cuando a Zarahurdiel
(localidad ficticia, pero reconocible cuando viajas por esa España de
carreteras secundarias) llegué la Mochufa.
Es decir, el “cuñadismo” supino, la bobería continúa, los
diálogos a gritos, el consumismo más visceral, la barbarie en forma
de estupidez urbanita, “chaletera” y dominguera.
Tengo
la sensación de que el autor, Santiago
Lorenzo
inventa una palabra, la Mochufa,
por no llamar, o llamarnos mejor dicho, a todos y todas, gilipollas.
Y además, llamárnoslo con razón. Porque
todos, y no admito distinciones, cometemos los mismos pecados y la
misma ausencia de auto crítica, que la
Joaqui y
su tropa de descerebrados. Incluso caemos en esa perdición cuanto
más luchamos por evitarlo.
Ahí
radica buena parte de la crítica social y política, que Santiago
Lorenzo lanza en Los
asquerosos.
No
hace prisioneros. A través de la narración del tío de Manuel nos
trae un retrato crítico, para nada amable y por lo tanto necesario
de nuestra sociedad. En
un consumismo desaforado. En un capitalismo irracional. En una
soberbia infantil. En unas relaciones personales huecas y
estereotipadas. En un vivir por y para las “pantallitas”. En un
país arrasado por corrupción y fascismo clerical.
Da
gusto encontrar a un autor patrio, tan actual y vivaracho,
dedicándose a la novela social con tintes de humor,
bebiendo de la mejor tradición patria en la materia como pudieran
ser los Mihura, Jardiel o Azcona, pero sin sonar a
antiguo o pedante. Las profusas descripciones, tanto en los detalles,
como en la verborrea adjetivada, de personas, cosas, lugares y
situaciones son el vehículo perfecto para sacarnos una sonrisa, una
carcajada y sobretodo reflexiones certeras sobre el estado de las
cosas y el devenir de una sociedad caótica, irracional, amoral y
anti
natural.
Santiago
Lorenzo
firma
una obra redonda, tanto
en el estilo, como en la trama,
y me atrevo a decir la primera novela que tras la
estafa llamada crisis, clava el estado de nuestra sociedad y el devenir absurdo e
infantiloide por el que nos deslizamos hacía abajo.
Lo
dicho. Lean
este libro.
Lean
Los
asquerosos.
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