Ayer
acudí al cine -que pereza me da tener que hacerlo acudiendo a un
siempre detestable centro comercial- para ver Tiempo
después,
la última película del genio del absurdo José
Luis Cuerda.
Vista
la cinta a uno no le extraña los tremendos problemas que Cuerda ha
tenido para hacerla. Desde finales de los 90 el veterano director ha
querido filmar tal obra, encontrando
la oposición frontal de las productoras del estado español.
Resignado publicó a finales de 2005, como novela el guión de la
película, gracias a la editorial independiente Pepitas
de Calabaza.
Años más tarde, un grupo de cómicos
y humoristas
como los chanantes,
el
Terrat
de Buenafuente y sobretodo Arturo
Valls
trabajaron codo con codo para llevar adelante el proyecto, formando
parte de él, no sólo como interpretes, sino también como
productores y consiguiendo con gran esfuerzo sumar a un gran reparto
de actores y actrices de la primera plana. Al final con todos estos
ingredientes los grandes agentes de la industria o arte del cine
español se sumaron a la película, imagino
que deseando las ganancias económicas que tal plantel pueden reunir.
Decía
hace unas líneas lo de los problemas visto el tono y el tema que
Cuerda trata. La
película es una crítica feroz y absoluta la modelo de sociedad
actual,
y lejos de seguir el juego metafórico de sus anteriores obras como
Amanece
que no es poco
o Así
en el cielo como en la tierra,
se presenta de forma áspera y directa. No deja ningún estamento
libre de juicio
y usando el ingenio, el
costumbrismo y el humor
muestra las verdades y contradicciones del sistema y sus actores.
Funcionando
como una distopía, Tiempo
después,
pasa por el filtro a la monarquía, a la autoridad en forma tanto
política como policial, a la juventud a la que después dedicaré un
párrafo más amplio, a las clases empobrecidas, y a toda la
izquierda a la que desnuda en su falta de criterio y en su pérdida
de foco con respecto a las necesidades de la clase trabajadora.
Pero
sobretodo este sistema ultra liberal es puesto en solfa, con la misma
presentación de la película, con unos pocos, elegidos, viviendo con
todas las comodidades en un edificio-castillo frente a las hordas
antes precarias, ahora paradas, malviviendo en poblados
y luciendo sus andrajos que le
son propios. Las propias contradicciones del capitalismo,
del
consumismo
y la hiper-competitividad
que nos impone como
sociedad discurren de forma natural en las interacciones de
personajes costumbristas estereotipados como pueda ser la Jefa de
gabinete, un cura fascista -qué grande eres Antonio de la Torre-, la
relación entre los dos barberos, el pastor y las pijas que toman el
sol, o la relación jerárquica y homosexual de la pareja de guardias
civiles con un Miguel Rellán, como siempre en su salsa como fetiche
de Cuerda.
Todo
ello a través de frases
demoledoras y
diálogos que se convertirán en iconos y símbolos de la
insoportable necedad del hombre y la mujer del siglo XXI. El
sarcasmo y la mala leche resbalan por todo el metraje atacando con
acierto a todos los poderes, haciéndolo sin una posición ideológica
previa, sino con la razón de la experimentación probada por el
estado de las cosas. El tipo de humor, personajes y situaciones que le gustan a Cuerda y que componen su ideario de cine y de película que quería hacer.
En
cuanto a la
juventud
probablemente
sea el estamento al que más se tira al suelo -con razón- por su
desidia, por su nihilismo impostado y por su actitud siempre
contestataria. De las discusiones filosóficas entre el
existencialismo hegeliano y el raciovitalismo ortegano se pasa a una
continúa huida
del conflicto y de un posicionamiento
por postureo
sin convicción
ni análisis. En Tiempo
después
los jóvenes se muestran como dolorosamente estamos viendo en muchas
de las luchas que empezamos para tratar de cambiar la situación, y
se entiende con razón, que se llega a donde se llega por la falta de
fuerza y empaque político de unas juventudes acomodadas, y lo que es
peor, sin perspectivas. Afortunadamente hay personas que no cumplen
este patrón, que todo hay que decirlo para evitar ofendiditos.
A
todo esto,
gran actor en ciernes, Miguel Herrán.
Dentro
de 25 años, al
igual que ha pasado con Amanece
que no es poco
(y próximamente con Así en el cielo como en la tierra), Tiempo
después se convertirá en una película
de culto.
Le crecerán los fans
de debajo de las encinas, se harán quedadas, excursiones, grupos en
facebook
y quien no se declaré “Amanecista”
o como diablos quieran llamarlo será bloqueado en twitter
y considerado cuasi un paria social. Sin embargo, hoy tenemos
criticas más o menos interesantes a considerar, lamentando la
pérdida de frescura del autor con respecto a sus anteriores obras,
que no tiene ni (puta) gracia, que no se entiende o que se queda a
medio camino, como si supieran a dónde quería llegar José Luis
Cuerda.
Pues
oiga la película, ya ahora, es una película
de culto.
Una obra de contracultura pura, que viene a decirnos lo que no oímos
en ningún otro sitio, porque no nos lo cuentan y
por
eso ha costado tanto sacarla adelante. Y nos pone a todos en nuestro
sitio. Ambientada
en 9177, mil años arriba, mil años abajo, que tampoco queremos
pillarnos los dedos, Tiempo después es una película tan actual como
imprescindible. Tiene humor e ironía en un mensaje que no podemos
obviar.
Acostumbrados
como estamos a un cine español basado en clichés y frases y
chascarrillos manoseados hasta lo indigno, que nos presenten una
película como Tiempo
después,
basada en el humor del absurdo y tan ajustada en su tiempo como
crítica de la sociedad actual es una buenísima noticia que no
debemos dejar de escapar.
No
vayan a verla pensando en ver un remake
de su idealizada Amanece, sino acuda con ganas de pasar un buen rato
mientras le hacen pensar que la situación es más grave de lo que
parece. La película que José Luis Cuerda quería hacer. Lo que no es poco.
En
la misma línea y ya para terminar quiero dejar colgado un video de
Bob Pop en el que viene a contar a través de una experiencia
personal y con un tono muy amanecista
lo que pasa en éste mundo:
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